sábado, 11 de julio de 2009

El Imperio Antiguo (c.2.686-2.160 A.C.) 1/6.- La Dinastía III.



Cráneo de Meryrahashtef, Inspector de Agricultores Arrendatarios. Su hueso parietal izquierdo (no visible) presenta una fractura producida por un golpe mortal. Sedment, El-Fayum. Hacia 2.200 A.C. Dinastía VI


INTRODUCCIÓN

Si hay algún culpable, habrían de ser los historiadores quienes, ya en el siglo XIX, impusieron en la cronología egipcia el término “Imperio Antiguo” cuyas connotaciones bien pueden conducir a engaño, ya que refleja un enfoque a la periodicidad de la Historia del que hoy abrigamos serias reservas.

Los antiguos egipcios nunca lo usaron, aunque, de cualquier forma, les habría sido difícil de captar la diferencia entre el Período Dinástico Temprano (3.0
00-2.686 A.C.) y el Imperio Antiguo (2.686-2.160 A.C.)

Ya el último faraón del Período Dinástico Temprano y los dos primeros soberanos del Imperio Antiguo eran, al parecer, familiares de la Reina Nimaathap, a la que se describe como la madre de los hijos del faraón, bajo el reinado de Khasekhemwy, y como “madre del faraón del Alto y Bajo Egipto”, bajo el de Djoser (2.667-2.648 A.C.)

Para los egipcios era incluso más importante el hecho de que el lugar de residencia real no cambiase, sino que permaneciese en el “Muro Blanco” (Ineb-hedj), en la orilla oeste de El Nilo, al sur del actual Cairo.

No obstante, los egipcios valoraban y eran conscientes de la revolucionaria aportación de los constructores del Faraón Djoser a la arquitectura funeraria real. Los grandes proyectos de construcción, propiciados y organizados por el Estado, tuvieron un efecto inmediato y profundo en la economía y en la sociedad egipcias.

Esta sería la principal justificación para una división entre el Período Dinástico Temprano y el Imperio Antiguo; aunque viene marcada más por el progreso de la arquitectura que por los cambios reales personales.

CONSIDERACIONES CRONOLÓGICAS Y PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL PERÍODO.

Gracias a la información que nos proporciona la ramésida "Lista-de-Reyes", escrita sobre un papiro actualmente en el Museo Egizio de Turín, conocido como el "Canon de Turín", no parece que existan muchos eslabones frágiles en lo que al orden y datación de los dirigentes del Imperio Antiguo se refiere.

Entre los faraones cronológicamente más significativos, sólo la duración de los reinados de Menkaura (2.532-2.503 A.C.), Dinastía IV, y de Neferirkara (2.475-2.455 A.C.), Dinastía V, presenta algunos problemas; la del primero quizás por exceso, y la del segundo ciertamente por defecto.

No se dispone de fechas concretas basadas en observaciones astronómicas contemporáneas, y los cálculos que se han hecho para otros períodos podrían cambiar la relativa posición que el Imperio Antiguo ocupa en el esquema cronológico de la Historia del Antiguo Egipto.

El grado de confianza que depositamos en las antiguas fuentes, y nuestro conocimiento del sistema de datación egipcio son, por otra parte, también muy importantes. Es así que la fecha de 2.686 A.C., como principio del reinado del Faraón Nebka - primero de la Dinastía III, según Maneto - parece segura; eso sí, con un margen de error de unos veinticinco años, aun cuando su posición en la dinastía ha sido recientemente cuestionada.

El final del período - unos cinco siglos y medio más tarde - es aún más oscuro. Sin embargo, los antiguos egipcios y los historiadores modernos parecen estar, en general, de acuerdo con sus características. Para los egipcios, el cambio de residencia real, lejos de Menfis, estuvo representado por una brusca división en sus listas-de-reyes. Puesto que todo ello coincidió, más o menos, con unos profundos cambios políticos, económicos y culturales en la sociedad egipcia, es conveniente seguir su ejemplo.

En cualquier caso, la ausencia de indicadores cronológicos fiables es desalentadora, y el grado de incertidumbre es tal que, en muchos casos, si tenemos en cuenta nuestro actual estado de conocimiento, la "polémica viva" es puramente académica.

Aunque en general aún se sigue la agrupación de los reyes egipcios en dinastías o casas reinantes, introducida por el historiador tolemaico Maneto del Siglo III A.C., su vulnerabilidad raramente ha sido expuesta de forma más convincente que en el caso del Imperio Antiguo.

Se pueden establecer razones contemporáneas para casi todas las rupturas dinásticas pero, en la mayoría de los casos, sería difícil defenderlas como criterios históricos sólidos, o como una discontinuidad en la línea sucesoria real. Sin embargo, ante la ausencia de una alternativa radical, el sistema de Maneto proporciona un esquema cronológico práctico, ya que prescinde de las fechas absolutas en años A.C. de gran fluidez.

Durante el Imperio Antiguo, Egipto experimentó un largo e ininterrumpido período de prosperidad económica y estabilidad política, dando así continuidad, en ambos aspectos, al Período Protodinástico.

Creció rápidamente, convirtiéndose en un estado centralizado, organizado y gobernado por un faraón al que se consideraba dotado de auténticos poderes sobrenaturales. Administrado por una élite alfabetizada - seleccionada, al menos en parte, por méritos - Egipto gozó de una casi total auto-suficiencia y seguridad dentro de sus fronteras naturales. Ningún rival externo amenazaba su dominio sobre el extremo nordeste de África y zonas inmediatamente adyacentes de Asia Occidental. Por otra parte, los avances en las ideas religiosas se reflejaban en sus impresionantes logros, tanto en las Artes como en la Literatura.

LOS PROYECTOS DE CONSTRUCCIÓN A GRAN ESCALA COMO CATALIZADORES DEL CAMBIO

El Faraón Djoser, conocido por sus monumentos como Netjerikhet – sus nombres de Horus y nebty – es uno de los más famosos monarcas de la historia de Egipto. En el Canon de Turín, su nombre va precedido de una rúbrica en rojo. Casi 2.500 años más tarde, durante el reinado de Tolomeo V Epífanes (205-180 A.C.), la "Estela de la Hambruna" de la isla de Sehel, en la región de la 1ª Catarata, aún da testimonio de su imagen como modelo de gobernante sabio y piadoso (djoser significa “santo” o “sagrado”).

Aún sabiendo que la estela es un texto histórico tendencioso y adulterado, publicado por los sacerdotes del dios local Khnum, su importancia radica, más en el reconocimiento postrero de Djoser que trasmite, que en la historicidad de los acontecimientos que registra.

Por otra parte, los anales registrados en la Piedra de Palermo dejan constancia de la construcción de un edificio de piedra llamado Men-netjeret, bien durante el reinado de Khasekhemwy, último faraón de la Dinastía II, o durante el del predecesor de Djoser, Nebka (2.686-2.667 A.C.)

Nada más se ha sabido del edificio, aunque es muy posible que se trate de la estructura conocida con el nombre de Gisr-el-Nudir, en Saqqara Norte, al suroeste de la pirámide de Djoser. No obstante, no llegó a pasar de las etapas iniciales de construcción, así que el crédito al primer gran edificio de piedra terminado con éxito del mundo se lo lleva Djoser.

La superestructura de la tumba de Djoser es el resultado de seis variantes del plano original, realizadas en turno, conforme se iba apreciando el enorme potencial del nuevo material de construcción. Antes de Nebka y Djoser, la piedra solamente se había utilizado de forma limitada como elemento complementario en las tumbas de adobe.

La estructura final es una pirámide de seis escalones, que ocupa una superficie en planta de 140 x 118 m, y una altura de 60 m. Se levanta dentro de un recinto de aproximadamente 545m x 277m, cuyos muros probablemente imitaban la fachada del palacio real.

Al cuerpo del faraón se le hacía descansar en una cámara construida debajo de la pirámide, por debajo del nivel del suelo. Mientras que para nosotros la innovación arquitectónica estaba dando paso a un nuevo período histórico, también significaba un claro eslabón con el pasado. En su diseño inicial, era sólo una mastaba de planta rectangular; la típica tumba real del Período Dinástico Temprano.

Un rasgo singular del recinto lo constituye un amplio patio abierto y un complejo de capillas y otras construcciones, réplicas en piedra de estructuras que habrían sido levantadas utilizando materiales perecederos, para los festivales sed - o jubileos reales - durante la vida del faraón. De esta forma, Djoser esperaba poder continuar la celebración de dichos acontecimientos en la Otra Vida, donde se renovarían su energía y sus poderes, así como su habilidad para gobernar de una forma eficaz.

En la parte sur del recinto hay un edificio conocido como la “Tumba Sur” que imita los elementos subterráneos de la pirámide. Se desconoce su función, pero se le puede equiparar con las pirámides satélites de posteriores complejos piramidales.

La tradición nos dice que Imhotep - del griego Imouthes - fue el arquitecto de Djoser, y el inventor de la construcción de piedra. Más adelante sería deificado y considerado como "hijo del Dios Ptah" y "Patrón de escribas y médicos", equiparándolo al dios griego Asklepios. Su historicidad ha quedado confirmada con el descubrimiento de la base de una estatua de Djoser en la que aparece también el nombre Imhotep.

Su tumba estuvo, probablemente, situada en Saqqara, quizás al borde del altiplano del desierto, al este de la pirámide de su real señor, pero aún no ha sido localizada, lo que representa una de las perspectivas más atractivas y emocionantes para futuros trabajos de campo.

El hecho de que Imhotep fuese un alto sacerdote de Heliópolis apunta a la primitiva importancia que se le daba ya al dios-sol Ra, o Ra-Atum.

La residencia real y el centro administrativo de Egipto estaban situados en una zona donde el Dios Ptah era el principal dios local, pero es probable que Heliópolis - la Iunu egipcia y la bíblica On – situada al nordeste de la capital del Imperio Antiguo, en la orilla este de El Nilo – actualmente un suburbio de El Cairo – fuese reorganizada como la capital religiosa del país al comienzo del Imperio Antiguo. Djoser fue el primer gobernante en consagrar allí una capilla.

El afán de esplendor y magnificencia monumental, propios de un enterramiento real, se puede ya detectar en el reinado de Djoser; refleja el criterio prevalente en aquellos tiempos sobre la posición que debía tener el faraón en la sociedad egipcia. Este criterio puede haberse visto reforzado después al encontrar en la arquitectura funeraria un medio de expresión ideal.

Durante el curso de los dos siguientes siglos, este enfoque se exploró hasta sus límites, convirtiéndose en un poderoso catalizador para el desarrollo de la sociedad egipcia.

La pirámide fue ahora adoptada como modelo de tumba real, pero ninguna de las planeadas por los sucesores de Djoser llegó a terminarse. La pirámide que iba a ser para Sekhemkhet (2.648-2.640 A.C.) se empezó a construir al suroeste de la de Djoser, y su diseño era aún más ambicioso. Un grafiti en el muro del recinto menciona a Imhotep que por entonces podría aún estar activo.

El titular de la pirámide se deduce por la presencia del nombre de Sekhemkhet en unas impresiones de sellado sobre arcilla encontradas en sus habitaciones subterráneas. Aunque la cámara funeraria de la pirámide contenía un sarcófago sellado esculpido en alabastro egipcio, éste estaba totalmente vacío, por lo que parece claro que la superestructura fue abandonada cuando alcanzó una altura de 7 metros.

Otra estructura inacabada similar, en Zawiyet el-Aryan, al norte de Saqqara, se ha asignado - con probabilidades pero sin certeza - a Khaba (2.640-2.637 A.C.). La corta duración de los reinados de estos dos faraones – sólo seis años cada uno – fue sin duda responsable de la interrupción de la construcción de estas pirámides.

Y poco más se puede añadir con total seguridad sobre la relación familiar entre los faraones de la Dinastía III, excepto que los dos primeros, Nebka y Djoser, pueden haber sido hermanos.

Y terminamos aquí con este primer tema del quinto ensayo dedicado a la Dinastía III, tan brillantemente desarrollado por el Doctor Jaromir Malek, del Griffith Institute, Oxford, y con ello damos paso a su segundo que titula “La Dinastía IV (2.613-2.494 A.C.)

Reyes de la Dinastía III:

Nebka, Djoser (Netjerikhet), Sekhemkhet, Khaba, Sanakht (?), Huni.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 17 de julio de 2009

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
British Museum Database.

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