viernes, 16 de marzo de 2012

El Imperio Tardío (664-332 a.C.) 1/2.- Dinastía Saíta


Pectoral de oro de un halcón en vuelo. Egypt, Período Tardío, posterior al año a 600 a.C. taraceado con vidrio multicolor (Pinchar)

Pectorals first appear in royal burials of the Middle Kingdom (about 2.040-1.750 BC), but are known from wall decoration of the Old Kingdom (about 2.613-2.160 BC). They are usually made of precious metal, inlaid with semi-precious stone or coloured glass. Pectorals were often placed on the chest of the mummy. Twenty-six pectorals were found in the tomb of Tutankhamun. Some were placed on his body, while others were found in one of the Anubis shrines and chests. Many pieces were worn during life as they show signs of wear.
The decoration of pectorals was often associated with kingship, and with the protection of the gods. Symbols for eternity, life and protection are also often included. Falcons with outstretched wings were a popular motif. Their form allowed for elaborate and colourful inlays. The falcon was associated with the sun god, and with theba. Theba was the element of an individual which is close to what we would call the 'personality'. The ba, represented by a bird, usually with a human head, was believed to stay close to the body.

A modo de preámbulo ex profeso

Con esta “Hoja Suelta” vamos a iniciar el Capítulo 13 de la tantas veces reiterada obra “The Oxford History of Ancient Egypt”, publicada por Oxford University Press en 2000 y editada por el prestigioso Profesor Ian Shaw, de la Universidad de Liverpool. Este capítulo, como el resto de los quince de que se compone la obra original, describe y analiza, como viene siendo la pauta, una fase particular de la Historia del Antiguo Egipto – en este caso, El Imperio Tardío - más allá de las actividades de los faraones, gobiernos y altos argos a través de siglos; el análisis, como ya se comentó al inicio de este Proyecto, va más allá de los cambios políticos; pretende, y lo consigue con profesionalidad y brillantez,  detectar, ahondar, explicar y a veces justificar, los sucesivos desarrollos y su posterior evolución; el proceso de los cambios religiosos e ideológicos; así como las tendencias de la cultura del material, ya fuesen culturales en forma de estilos arquitectónicos, técnicas, momificación, o la propia cerámica.

Esta vez, como de costumbre, vamos a contar con la valiosa mano directora del propio autor del ensayo original en cuestión, en lengua inglesa, Doctor Alan B. Lloyd. El Profesor Allan B. Lloyd fue Presidente de la prestigiosa Egypt Exploration Society (EES) de 1.994 a 2.007, y Vicepresidente hasta su elección como Presidente de AGM el 10 de diciembre de 2.011. Su autoridad como profesional viene respaldada no sólo por su evidente y destacable preparación académica, sino por sus numerosas excavaciones en las que ha participado, y por su reconocida autoridad en los escritos del historiador Herodoto  así como por su extenso y envidiable record de publicaciones.

Estamos deseando, pues, iniciar el recorrido que nos espera de la mano, de nuevo, de un erudito de su talla. Nuestra labor se va a limitar, como se ha reiterado en contadas ocasionas, a producir una fiel transcripción del texto original en inglés, intercalando o añadiendo opiniones, reflexiones, aclaraciones e innovaciones, si procede, en un estilo literario propio que aporte fluidez y sencillez dialéctica que suavice la comprensión del lector de un texto denso y abigarrado, con largos párrafos, escasez de puntos y comas, y a veces reiterativos o repetitivos actos que le pueden resultar tediosos.

Cada ensayo va encabezado de una ilustración gráfica procedente de la Base de Datos del Museo Británico, normalmente representando un objeto relacionado con el tema a tratar que suelo presentar como encabezamiento de la leyenda explicativa manteniendo el texto en su versión original en lengua inglesa.

Introducción

El Perído Tardío, caracterizado por la sucesión de gobiernos autóctonos y dominaciones extranjeras, abarca las últimas dinastías del Egipto faraónico, hasta la conquista de Alejandro Magno en el año 332 a. C., que marcó la pérdida definitiva de la autonomía política del país.

Los egiptólogos han tratado, generalmente, este período con cierta reticencia o indiferencia, considerándolo todo él, con demasiada frecuencia, como el último vacío de lo que una vez fue una gran cultura. Dichas posturas han devaluado el histórico logro de estos siglos, así como la impresionante vitalidad que la civilización faraónica continuó exhibiendo. El estudiante de esta era goza también de una ventaja única. Para los períodos anteriores, tenemos que fiarnos mayoritaria o exclusivamente en evidencias egipcias, con todas sus inherentes distorsiones, pero los historiadores del Período Tardío disponen de un campo más amplio de evidencia escrita, que pone a su disposición un potencial sin parangón para las consultas de referencias cruzadas, y que ofrece una perspectiva interna de los trabajos realizados por las instituciones políticas y militares, desprovista de ese barniz propagandístico que, invariablemente, cubre las narrativas históricas redactadas por los nativos escribas egipcios.

Los siglos que se van a tratar se desglosan en cuatro fases bien definidas: la Dinastía Saíta (664-525 a.C.); la Primera Ocupación Persa (525-404 a.C.; un período de independencia (404-343); y la Segunda Ocupación Persa (343-332 a.C.).

Dinastía Saíta: El Resurgir del Poder de Egipto

La reunificación saíta en Egipto a mediados de 650 a.C. trastocó una tendencia de larga duración de la historia del país en cuanto que la totalidad de todos los precedentes recientes apuntaban de forma imperativa a la progresiva fragmentación interrumpida por alternativos turnos de dominación extranjera. Los años que siguieron al final de la Dinastía XX habían traído la desintegración del reino bajo presiones diversas: la debilidad de los últimos gobernantes ramésidas provocó el colapso del gobierno centralizado; el desarrollo del poder del sacerdocio de Amón-Ra en Tebas creó un rival formidable de la autoridad real; y la infiltración en el país de los libios llevó rápidamente a su ascensión en la jerarquía social y política.

No sorprende, pues, que vigorosos principitos libios experimentasen pocas dificultades en poner sus manos en puestos reales creando así una secuencia de dinastías de variada eficiencia. Más adelante, la enmarañada red de la Dinastía XXV – caracterizada por la intermitente dominación nubia – cubriría buena parte de los 100 años. Aunque la Dinastía XXV empezó bien, acabaría con el país sufriendo de forma severa las invasiones de los asirios de 671 y 663 a.C.

El fundador de la Dinastía XXVI, heredero de este legado, tuvo que enfrentarse  a problemas serios: el antiguo ideal egipcio de un reino unificado se había visto erosionado por la rivalidad de bloques de poder opositores en forma del sacerdocio de Tebas y las dinastías libias; esta difusión del poder generó una economía débil y fue, a la vez, agravada por ello; y, finalmente, la ambición de los enemigos asiáticos y reyes nubios de recuperar el control de Egipto suponía una constante amenaza exterior. Cualquier intento de recrear un estado egipcio poderoso y unificado dependía de la erradicación, o al menos neutralización, de dichos factores. En esto, la Dinastía XXVI tuvo un gran éxito, coronado con nada menos que el resurgimiento de Egipto como un destacado poder internacional.


El crédito por la reunificación de Egipto recae en Psamtek I (664-610 a.C.) cuyo padre, Nekau I (672-656 a.C.), había gobernado previamente en Sais bajo protección asiria y en sus esfuerzos habría sido muerto por el rey nubio Tanutamani (664-656 a.C.) en 664 a. C. Psamtek sucedió a la posición de su padre con el apoyo asirio, controlando inicialmente alrededor de la mitad del Delta con sus más destacados centros de poder en Sais, Menfis, y Anubis, así como estrechos vínculos religiosos con Buto. Los asirios, evidentemente, veían esta evolución como una continuación del viejo sistema de autoridad a través de los príncipes locales, pero las arenas se le escapaban rápidamente a dicho poder como lo hizo Nínive para Egipto.

Considerando los acuciantes compromisos en otros lugares del Imperio, los asirios simplemente carecían de la fortaleza militar para mantener su posición tan al norte de forma indefinida. Con una perspicacia estratégica típicamente saíta, no tomó Psamtek el tiempo suficiente para explotar esta situación así que las relaciones con Asiria tomaron un curso diferente, y hacia 658 a.C. le vemos recibiendo ayuda de Gyges de Lydia emancipándose así él mismo del control asirio, episodio que puede muy bien estar conectado con la tradición de Herodoto de que Psamtek empleó mercenarios carianos e ionianos en sus intentos de reforzar y extender su autoridad. Además del poder militar, nuestras fuentes destacan otra dimensión más de su estrategia: reforzar su base económica mediante el desarrollo de lazos comerciales con los griegos y fenicios. Evidentemente, este formidable gobernante comprendió que todo poder tiene que estar basado en una tesorería sólida.


Para 660 a.C., Psamtek tenía ya el control de la totalidad del Delta, y desde esta potente base militar pudo ganarse la autoridad del resto del país para 656 a.C.; principalmente, según parece, por medios diplomáticos si bien las ruedas de la diplomacia estaban bien lubricadas ante la disponibilidad de una substanciosa fuerza militar bien equipada de mercenarios extranjeros de cuestionables escrupulosos. También se benefició substanciosamente de la docilidad de los bien afinados príncipes locales tales como los patrones de buques mercantes de Heracleópolis Magna y Mentuemhat de Tebas, quienes rápidamente se percataron de las ventajas de alcanzar un arreglo.




Por lo menos igual de agobiante era el problema de conseguir el control del poderoso sacerdocio de Amón-Ra en Tebas que había sido un factor importante en el debilitamiento papel decisivo de la autoridad real desde finales del Imperio Nuevo. En esto se dio un paso clave para resolver este conflicto cuando Psamtek decidió que se designase a su hija Nitiqret como heredera de la “esposa divina de Amón” con lo que se inició un proceso encaminado a que el mayor depósito de poder eclesiástico del sur estuviese en manos de la dinastía.

El poder “obtenido” es una cosa; el poder “mantenido” es otra diferente. Pero el proceso de consolidación se llevaríadesarrollaría con un éxito triunfal. Gran parte de la contribución la aportaron los mercenarios, que habrían jugado un papel decisivo en la conquista del poder. Nuestra documentación enfatiza mucho los de origen griego y cariano, pero se tiene también noticias de judíos, fenicios, y, es posible que beduinos Shasu.

N.B. Shasu es la palabra egipcia para d(esignar a los nómadas que surgieron en Oriente Medio, del siglo XV a. C. al Tercer Peródo Intermedio. El nombre evolucionó de una transcripción de la palabra egipcia š3 su, que significa “los que se mueven a pie”, y es el término para designar a los beduinos vagabundos.

Estas tropas tenían dos funciones. En primer lugar, se las consideraba como garantes de la seguridad de Egipto ante un ataque desde el exterior de cara a una serie de enemigos, inicialmente asirios y después caldeos (babilonios) y persas. No obstante, sin duda alguna, ellos también constituían un contrapeso dentro del país del poder de los machimoi, la clase de los guerreros egipcios nativos que eran, en origen, libios, y suponían una seria amenaza interna en potencia para la autoridad real.

Herodoto nos informa que se establecieron stratopeda (campos) entre Bubastis y el mar en el brazo pelusíaco del Nilo. Él afirma que estos campos se fueron ocupando sin parar durante más de un siglo y los mercenarios fueron trasladados a Menfis al principio del reinado de Ahmose II (570-526 a.C.), pero la evidencia arqueológica presenta un cuadro algo más complejo. En Tell Defenna (la Daphnae griega), el faraón identificado más antiguo es ciertamente Psamtek I, pero la vasta mayoría del material data del tiempo de Ahmose II – es decir, la divulgación contradice la tradición de herodotiana.

También sabemos de otro campo a 20 km. De Daphnae, un poco hacia el sur de Pelusium, donde se han encontrado en gran cantidad cerámica del siglo sexto. La más plausible explicación a la contradicción entre nuestra biblioteca y la evidencia arqueológica es que las tropas fueron retiradas del campo a principios del reinado de Ahmose a consecuencia de una reacción anti griega (Ver más adelante), pero vueltas a enviar más tarde para contrarrestar la creciente amenaza de Persia. En cuanto a su incorporación al ejército egipcio, la famosa inscripción griega en la pierna de los de Abu Simbel, así como la práctica posterior, indica que los mercenarios, bajo mando egipcio, formaban uno de los dos cuerpos del ejército cuyo Comandante Supremo era también egipcio. Hay que mencionar que estas tropas no eran siempre de confianza, y existe evidencia de una revuelta de mercenarios en Elefantina durante el reinado de Apries (589-570 a.C.).

El trabajo de Petrie en Tell Defenna ha proporcionado un cuadro vívido y probablemente típico del carácter de las bases permanentes de dichas tropas en el período saíta. El emplazamiento está situado en una extensa llanura cubierta de cerámica y dominada por los restos de una plataforma de ladrillo y barro construida según el principio estándar de panales consistente en casas matas, muchas de ellas rellenas de arena. Se estimó que la altura original rondaría los 30 pies (unos 10 metros), y él creía que habría sido coronado de un fuerte.

Esta estructura que,  sin duda la construyó Psamtek I, parece haber funcionado como un torreón dentro de un recinto delimitado por un masivo muro oblongo de ladrillo y barro, que para los tiempos de Petrie estaba ya erosionado a ras del suelo. Fuera del muro, se extendía el asentamiento civil, normalmente hacia el este. La excavación produjo una importante cantidad de equipo de la infantería griega, pero el lugar también era una base naval de la que podía operar galeras de guerra de estilo griego, situación que reflejaba el importante rol de los mercenarios en la Armada Egipcia.

No sorprende que la preferencia demostrada hacia estas tropas extranjeras estuvo lejos de ser bienvenida por los machmoi. Según Herodoto, un grupo de ellos se amotinó y se retiró de Egipto a un lugar que pudo haber estado en alguna parte en la vecindad del Nilo Azul y en el área de Gezira, cerca de Omdurman, si se puede confiar en sus datos topográfica. Para los tiempos de Apries, las cosas se habían empeorado aún más y eventualmente alcanzarían un nivel desastroso cuando vemos al monarca barrido del Trono por un contragolpe machimoi contra la posición de privilegio de griegos y carianos dentro del estamento militar. La chispa que encendió el polvorín fue una derrota desastrosa sufrida por una fuerza de  machimoi enviada contra la ciudad griega de Cyrene, que ofreció la oportunidad a Ahmose de usar estas tropas para vencer a los mercenarios de Apries en Momemphis, en 570 a.C. y usurpó el Trono para Egipto.

La economía era igualmente un foco de la política saíta en la reconstrucción de Egipto. La base de una economía sólida en el país era, como siempre lo había sido, una agricultura fuerte, y para los tiempos de Ahmose había crecido a un nivel de éxito espectacular. Herodoto (2.177.1) comenta: “Se cuenta, que fue durante el reinado de Ahmose II Egipto alcanzó su nivel más alto de prosperidad, tanto con respecto a lo que el río dio a la tierra, como lo que la tierra ofreció a los hombres, y que el número de ciudades habitadas en ese período alcanzaría un total de 20.000.


También se fomentó en gran manera el comercio. En nuestras fuentes textuales, las relaciones con los griegos jugaron un papel importante, si bien habría que recordar que la mayoría de los textos son griegos. En cuanto al propio Egipto, sabemos de centros de comercio como “El Muro de los Milesianos”, e “islas” que llevaban nombres como Éfeso, Chios, Lesbos, Chipre, y Samos, pero su relación precisa con la Corona u otros centros dentro del país no es clara al principio del período.

(N.B. Los Milesianos de la civilización helénica eran los habitantes de Mileto, ciudad de la provincia de Anatolia, la actual Turquía, cerca de la costa del Mar Mediterráneo, en la desembocadura del Río Büyük Menderes, en Turquía. Colonos procedentes de Creta llegaron de Mileto hacia el siglo XVI a.C. Para el siglo VI, Mileto se habría convertido ya en un imperio marítimo, y los Milesianos se esparcirían por toda Turquía, llegando incluso a lugares tan remotos como Crimea, fundando nuevas colonias).

No obstante, con mucho, el centro de comercio mejor documentado es Naukratis, ubicado en el ramal canope del Nilo, no lejos de la capital, Sais, y dotado de excelentes comunicaciones para el comercio tanto exterior como interior. Aunque la ciudad fue fundada por los Milesianos a mediados o finales del siglo VII a.C., miembros de otras ciudades de la Grecia Oriental también llegarían a establecerse en el lugar, así como comerciantes del estado isleño of Aegina en el Golfo Sarónico (o Golfo de Egina), al sur de Atenas. Las excavaciones han revelado una serie de recintos sagrados dedicados a cultos griegos, una fábrica para la producción de escarabeos para la exportación, y una plataforma de panales típicos del Período Tardío comparable con el de Tell Defenna, que pudo haber tenido un fin militar pero igual pudo haber tenido funciones tanto civiles como administrativas.






Es difícil determinar hasta qué punto el comercio estuvo regulado durante los primeros años de la fundación. Puede ser que desde el propio inicio el modelo de Mirgissa en Nubia durante el Imperio Medio lo estuviese. Este sistema se describe en forma resumida en la estela del octavo año de reinado de Senusret III, como sigue:

“La frontera sur, hecha en el octavo año bajo su majestad el Faraón del Alto y Bajo Egipto Khakaure (que viva eternamente) con el fin de prevenir el paso de cualquier nubio que viaje al norte por tierra o en una barca kai así como cualquier ganado propiedad de nubios, con la excepción de un nubio que venga a traficar a Mirgissa o en una misión, o para cualquier otro asunto que se pueda tratar legalmente con ellos; pero estará prohibido para siempre que cualquier barca kai de los nubios pasen hacia el norte más allá de Semna”.

De haber sido así, no hay duda de que Naukratis se convirtió en el canal a través del cual la totalidad del comercio griego tenía que fluir desde aproximadamente 570 a.C.

No obstante, hay evidencia de incluso de extenuados esfuerzos para promocionar el comercio; Se sabe, que Nekau II (610-595 a.C.) desde un principio comenzó a construir un canal que corría desde El Nilo al Mar Rojo, actividad que sin duda indica un resurgimiento de la actividad económica en la zona del Mar Rojo, que había supuesto un importante foco de interés comercial en dinastías anteriores. También parece razonable considerar la imposible narrativa herodotiana de una circunvalación de África instigada por Nekau II como otra reflexión de interés en este tiempo.

Por muy impresionante e incluso espectacular que estas medidas puedan haber sido, no podemos perder de vista del simple hecho de que grandes batallones y una exuberante tesorería nunca puede ser la base de un poder duradero. Siempre tiene que haber un apuntalamiento ideológico que sea aceptable para el pueblo súbdito. En Egipto, la base para ello siempre había sido el concepto de realeza divina que asignaba al faraón un rol claramente definido y universalmente aceptado, no sólo en el gobierno del reino pero en el actual mantenimiento del propio Cosmos. Esta agenda tenía que ser aceptada y rigurosamente observada; para llegar a ser un faraón legítimo era esencial actuar legítimamente. Yo hecho un desglose de este ideal faraónico en otra parte como sigue:

“Los elementos básicos son: el faraón asciende al Trono como Horus, campeón del orden cósmico (maat) y vence a las fuerzas de la oscuridad; desarrollando este rol, él mide el bienestar de Egipto en términos económicos organizando el sistema de riego, y en términos militares manteniendo sus fuerzas armadas y derrotando a sus enemigos extranjeros; la pax deorum (la paz de los dioses) se asegura supliendo todas las necesidades de los templos y construyendo monumentos,  tanto para los dioses como para sí mismo (estatúas e instalaciones mortuorias); se harán expediciones a Punt, Sinaí y otras fuentes económicas de materia prima, y en el curso de estas operaciones los dioses darán su aprobación al faraón mediante el biayt, (maravillas), que puede consistir en un claro éxito de la campaña y en algunas señales o presagios que los dioses decidan proporcionar. El resultado de todo esto será larga vida para el faraón y el cumplimiento de la voluntad de los dioses en el establecimiento del orden cósmico en la Tierra (Libro de Herodoto   II. Comentario 2.16-17). 

Psamtek I sale bien parado aquí, pero, a la vez, cargado con una enorme responsabilidad. Él, acometió uno de los roles más críticos de la realeza, vestir el manto de Menes y Mentuhotep II unificando el país y restaurando el orden correcto de las cosas, y el estado del ser humano que los egipcios llaman maat. Esto emerge con claridad cristalina al principio de la conservada sección de la Estela de Adopción de Nitiqret, la inscripción real más larga de su reinado que ha sobrevivido:

(1) Yo, [Psamtek] he actuado para él como debería hacerse para mi padre. (2) Yo soy su primogénito, uno hecho próspero por el padre de los dioses, uno que lleva a cabo los rituales de los dioses; él lo engendró para sí mismo, para satisfacer su corazón. Para que sea la “esposa del dios” le he dado mi hija, y la he dotado más generosamente que a aquellos que estaban antes que ella. Sin duda él estará satisfecho con su adoración y protegerá la tierra de (3) aquel que se la dio a ella para él… Y no haré justo aquella cosa que no deba hacer, ni expulsar a un heredero de su asiento en tanto y en cuanto yo soy un rey que ama la verdad  (4) – siendo la mentira mi mayor abominación – el hijo y protector de su padre, que toma la herencia de Geb, y une las dos partes cuando aún era joven." (ll.1-4).






Esta devoción a los dioses no puede limitarse a una declaración de intenciones. Ambos Psamtek y sus sucesores  abordaron obras arquitectónicas en instalaciones sagradas a fin de expresar su devoción y mantener la buena disposición y la ayuda de los dioses. Los edificios de Sais están mal conservados en el registro arquitectónico, hasta cierto punto porque se construyeron en el Delta donde las condiciones de supervivencia son mucho menos favorables que en el Alto Egipto. Aún así, suficiente información se ha conservado por Herodoto, inscripciones, y los fragmentos de edificios para demostrar que los gobernantes saítas hicieron todo lo que pudieron para rellenar esta parte de la agenda de la realeza.

Se sostiene que Psametek I construyó el pilono sur del templo de Ptah en Menfis y que también construyó en nombre del toro Apis en la misma capilla; a su sucesor Nekau II se le reconoce responsable de monumentos en honor a Apis en la misma ciudad, y hay inscripciones que evidencian sus esfuerzos en las canteras de caliza en las Colinas de Mokattam, donde Psamtek II (595-589) también nos ha dejado señales de trabajos en canteras. Ahmose II fue extremadamente activo en Sais, hogar de la dinastía, donde levantó un pilono para el Templo de Neith, levanto estatúas colosales, e hizo construir esfinges con cabezas humanas para un pasillo procesional.

En efecto, la evidencia nos deja con una poderosa impresión del esplendor eclesiástico de la ciudad en el Período Tardío que debió deberse mucho al trabajo de los faraones saítas. El principal foco era el recinto sagrado de Neith, que contenía el principal centro de culto (La Mansión de Neith) y provisión para una pléyade de dioses asociados (Osiris, Horus, Sobek, Atón, Amón, Bastet, Isis, Nekhbet, Wadjet, y Hathor). Hubo, en particular, un lugar de enterramiento de Osiris y un lago sagrado en el que se celebraba el Festival de la Resurrección de Osiris, y un lugar ricamente embellecido con elementos tales como obeliscos de los que las tristes ruines de Sais dan hoy pocas pistas.

La ciudad de Sais era, no obstante, sólo la antesala de la generosidad de la Dinastía XXVI. Nos llega también, por ejemplo, que Ahmose levantó colosos en Menfis (dos de granito), construyó un templo a Isis en la misma ciudad, y que emprendió trabajos en Philae, Elefantina, Nebesha, Abydos, y en los oasis, a la vez que hizo contribuciones en construcciones más antiguas en muchos otros lugares, incluido Karnak, Mendes, la zona Tanta, Tell el-Maskhuta, Benha, Sohag, el-Mansha, y Edfu. Esta intensa actividad de construcción se revela en las inscripciones de Tura y Elefantina.

La ideología de la realeza no sólo abarca el mundo de los vivos sino que también da al faraón una función crítica más allá de la tumba: el rey viviente es a encarnación de Horus y gobierna a los vivos; el faraón fallecido es Osiris, rey de los muertos, pero, a la vez, puesto que Osiris en este contexto estaba asimilado a Ra, el faraón esperaba participar en el ciclo de la acción cósmica. Con el fin de propulsar al faraón más allá de la tumba y mantenerle allí, se creó un elaborado programa de ritual, cuyas ilustraciones más espectaculares que han sobrevivido son las pirámides de los reinados de los imperios Antiguo y Medio y las tumbas del Imperio Nuevo en el Valle de los Reyes con y las responsabilidades que conllevan sus templos de culto.

Los gobernantes de la Dinastía XXVI no construyeron monumentos funerarios tan espectaculares como estos pero operaron de forma firme dentro de la tradición del Período Tardío. Desde finales del Imperio Nuevo, los faraones habrían sido enterrados en tumbas con capilla en el patio de los templos, en parte, sin duda, por razones de seguridad, pero posiblemente también como reflexión de un sentido de dependencia y devoción hacia las deidades en cuestión. Siguiendo esta práctica, los faraones de la Dinastía XXVI eran enterrados en tumbas con capilla en el patio del templo de Neith en Sais.

Ninguna de estas estructuras ha sobrevivido, pero no hay dificultad alguna en reconstruirlas por la descripción de Herodoto y obvios paralelismos antiguos en Medinet Habu and Tanis. Consistían en dos elementos: sobre el terreno, se construía una capilla mortuoria a la que se tenía acceso a través de una doble puerta desde un pórtico de columnas. Los muros de esta estructura estaban probablemente decorados con esculturas en relieve pintadas, relacionadas con el culto mortuorio del fallecido rey que se celebraba en la capilla. Debajo, estaba la cámara de enterramiento que contenía el sarcófago real, y, probablemente, éste también iba decorado. Y a juzgar por los precedentes en Tanite los objetos de la tumba habrían sido restringidos pero con toda certeza incluían los tradicionales shabtis reales y los vasos canopes.

Hasta ahora, en este capítulo nos hemos concentrado ampliamente en las políticas saítas y las acciones dentro de Egipto, pero, dada la nefasta historia de recurrentes invasiones en la Dinastía XXV, no podemos estar muy equivocados en asumir que el mayor asunto para los gobernantes de este período fue la tarea de mantener las fronteras de Egipto libres de invasores de ultramar. La zona más crítica era Asia, donde inicialmente el problema era la defensa de la frontera de Egipto contra una posible renovación de los intentos asirios de conseguir el control de Egipto, pero dificultades mucho más cercanas a su patria no hicieron posible que lo consiguieran.

Mientras la evidencia de actividad militar egipcia en esta etapa está lejos de ser copiosa, las operaciones de Psamtek tuvieron claramente un considerable éxito, a pesar de la adversidad de una multitudinaria invasión del Cercano Oriente hacia 630 a.C. por bárbaros cimerios - pueblo de las estepas de origen indoeuropeo que atacó a los reinos del creciente fértil en torno al siglo VIII a.C. - que él contrarrestó con el eminentemente sensato recurso del soborno. Sabemos de un exitoso, si bien prolongado, asedio de Ashdod (probablemente hacia 655-630 a.C.), y, más avanzado en su reinado, encontramos fuerzas egipcias operando en Asia, incluso en lugares más lejanos que  en los agitados días de los gobernantes de la Dinastía XVIII Tutmosis I y III.

N.B. El Creciente Fértil es una región histórica que se corresponde con parte de los territorios del Antiguo Egipto, el Levante mediterráneo, Mesopotamia y Persia. Se considera que fue el lugar donde se originó la Revolución neolítica en Occidente. El término fue acuñado por el arqueólogo James Henry Breasted (Universidad de Chicago) por la forma de Luna creciente del área geográfica referida.

Este asombroso fenómeno fue consecuencia de la doble amenaza a la propia existencia de Asiria planteada, por una parte por el levantamiento de los caldeos al sur de Irak, y por otra, por la creciente amenaza de Media al este de Irán. Esto condujo de forma muy rápida a un cambio radical de opinión con relación a Egipto en forma de una alianza entre las dos naciones como resultado de la cual encontramos a las fuerzas egipcias operando dentro del propio Irak en 616 a.C. De aquí en adelante, hasta las últimas décadas de la Dinastía XVI, serían los caldeos los mayores enemigos de Egipto.

El sucesor de Psamtek, Nekau II, continuó la política paterna en el norte. En un principio, las cosas marcharon bien, y de nuevo nos confrontamos con el espectáculo de tropas egipcias haciendo campañas en al este del Éufrates contra los caldeos, derrotando en passant a Josías de Judea en 609 a.C.






N.B. In Passing. Del francés in passing, es un movimiento de estrategia en el tablero de ajedrez (Brace 1977) que consiste en la captura especial de un peón que ocurre cuando un jugador mueve un peón dos cuadrados hacia delante desde su posición de salida, y un peón enemigo podía haberlo capturado si sólo se hubiese movido un cuadrado hacia adelante.

El resultado fue que los egipcios pudieron establecerse ellos en el Éufrates durante un corto tiempo, pero esta posición pronto se perdería en 605 a.C. a consecuencia de su catastrófico revés en Carchemish, al que siguió una brusca retirada a la frontera este de Egipto. Los egipcios mantuvieron a los caldeos a raya, y en esta ocasión la frontera no fue violada.

Parece que habría habido una ligera recuperación durante el reinado de Psamtek II quien, en efecto, fue capaz de montar algún tipo de expedición a Palestina durante el cuarto año de su reinado. Además, su diplomacia ayudó a fomentar una revuelta general levantina contra los babilonios que involucró, entre otros, a Sedequías (último de los reyes del Reino de Judá). Herodoto deja bien claro que las incursiones en el Oriente Próximo de estos gobernantes, bajo ningún concepto estaban totalmente orientadas hacia las tierras, indicando que Nekau construyó una flota de galeras de choque para la guerra, que podían haber sido una anterior versión del trirreme y que algunos de ellos se utilizaron en el Mediterráneo y otros en el Mar Rojo. Por supuesto que pudo ser que el abortado canal del Mar Rojo tuviese como objetivo facilitar el traslado de fuerzas navales desde el Mar Rojo al Mediterráneo, cuando las circunstancias así lo requiriesen.

N.B. El trirreme (en griego τριήρης/triếrês en singular, τριήρεις en plural) era una nave de guerra inventada probablemente en el siglo VII a.C., desarrollada a partir del pentecontero. Más corto que su predecesor, era un barco con una vela, que contaba con tres bancos de remeros superpuestos a distinto nivel en cada flanco, de ahí su nombre.
     
Ap Apries se dedicó personalmente con ahínco al problema caldeo. Inicialmente se embarcó en operaciones a gran escala contra los caldeos conjuntamente con las ciudades fenicias y con Sedequías de Judá. Estas actividades les llevaron al desastre y posiblemente a la invasión de Egipto hacia finales de 580 a.C. De aquí que se organizase una serie campañas estratégicamente bien concebidas contra Chipre  y Fenicia (hacia 574-570 a.C. en las que se hizo un buen uso de la flota. Ahmose II, que sucedió a Apries, no fue nada excepto afortunado.


Fue capaz de derrotar una invasión caldea de Egipto en el cuarto año de su reinado y después de esto los caldeos tenían suficientes problemas dentro de su imperio para mantenerlos totalmente ocupados durante el período inicial de su reinado. A su debido tiempo, sin embargo, tuvo que enfrentarse a un enemigo mucho más peligroso creado por el desarrollo de Persia bajo Ciro el Grande, que ascendió al Trono en 559 a.C. Para resolver esta amenaza se crearía una gran alianza de naciones amenazadas que se componía de Egipto, Croesus de Lydia, Esparta, y los caldeos.

Con su consumada habilidad estratégica, Ciro noqueó el vínculo entre los dispersos aliados destruyendo Lydia en 546 a.C. Entonces, se volvió contra los caldeos y tomó su capital Babilonia en 538 a.C., dejando a Ahmose sin ningún destacado aliado en el Cercano Oriente. Ahmose reaccionó desarrollando una política de cultivo e estrechas relaciones con los estados griegos para reforzar su mano contra la inminente embestida, y de nuevo tuvo suerte. Falleció en 526 a.C. antes de que la tormenta rompiese, dejando a su hijo Psamtek III (526-525 a.C.) para que se enfrentase al asalto Aqueménido.

El sur no suponía una amenaza tan aguda como la del norte, pero a los nubios no se les podía olvidar, y menos porque aún no habían desistido de su ambición de gobernar Egipto. No hay evidencia firme de ninguna acción militar contra ellos en el reinado de Psamtek I, en realidad la Estela de Adopción de Nitiqret sugiere que él estaba dispuesto a olvidar sus diferencias  con los nubios que incluía la muerte de su padre en la batalla contra ellos, y que adoptó una política de reconciliación. Esta postura pudo haber persistido hasta el final de su reinado, pero deberíamos cautelosos de asumir demasiado, dada la altamente defectuosa naturaleza de nuestra evidencia.

La situación era ciertamente diferente en el reino de Nekau, quien en alguna fecha indefinible se vio forzado a poner su atención a lo que un fragmentado texto indica que fue una rebelión en Nubia; pero con mucho el compromiso militar saíta mejor conocido es el de Psamtek II, que envió una gran expedición en el tercer año de su reinado. Esta operación, que fue designada para prevenir un asalto nubio sobre Egipto, pare que llevaría al ejército egipcio po lo menos hasta la 4ª Catarata del Nilo. Parece que habría sido un éxito, no sabemos más en la dinastía de operaciones militares importantes en el sur, si bien un papiro demótico del reinado de Ahmose II describe al faraón como enviando una pequeña expedición a Nubia, cuyo carácter no está claro, y hay evidencia arqueológica de una guarnición egipcia en Dorginarti en la Baja Nubia durante los períodos saíta y persa. 


Las relaciones con los libios no fueron buenas de una forma consisten durante la dinastía saíta. La Estela de Saqqara del onceavo año del reinado de Psamtek I, a pesar de su dañado estado, proporciona evidencia de que tuvo problemas con las tribus libias en el oeste. Al parecer las derrotó y no tuvo problemas en adelante; ¡Muy al contrario! Nos encontramos con que hacia 571 a.C. los libios pedirían ayuda egipcia para tratar la política expansionista de Cirene, colonia griega que se habría sido fundada en su territorio hacia 630 a.C.

A finales del reinado de Apries, esta ciudad se embarcó en un programa de expansión que los llevaría a colisionar con los intereses egipcios, y en la consiguiente guerra Egipto fue derrotado de forma catastrófica. Ahmose II adoptó una postura diferente ante el problema con Cirene. Ya en 567 a.C. lo vemos formando una alianza con ellos contra los caldeos, y esta diplomática relación se vio cimentada con su matrimonio con una ciudadana de Cirene, citada en algunas fuentes de Herodoto que, muy posiblemente, sería una princesa. Esta alianza pasó la prueba del tiempo sorprendentemente bien, y permanecería así hasta en tiempos de la invasión persa.

Y con esto ponemos fin a la primera de las cuatro fases del Período Tardío que se ven desglosadas en el párrafo tercero de la Introducción que sigue al Preámbulo inicial de esta “Hoja Suelta”, definida como “La Dinastía Saíta (664-525 a.C.)”.

En la siguiente Hoja, se cubrirán las tres fases restantes. A saber: La Primera Ocupación Persa (525-404 a.C.; Un período de independencia (404-343); y la Segunda Ocupación Persa (343-332 a.C.) que nos llevarán a la antesala del Período Tolemaico con el Capítulo 14 y penúltimo, de los quince de que consta la obra objeto de este Proyecto.


RAFAEL CANALES


En Benalmádena-Costa, a 5 de abril de 2012


Bibiografía:

“Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“The British Museum book of Ancient Egypt” S. Quirke and A.J. Spencer, (London, The British Museum Press, 1992).
"Britsh Museum Database"