jueves, 24 de junio de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 2/9.- Amenhotep I


Máscara de la momia de Satdjehuty, Principios de la Dinastía XVIII, hacia 1.500 A.C.
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Encontrar un enterramiento de principios de la Dinastía XVIII (hacia 1.550-1.295 A.C.) es raro, y una pieza en condiciones tan excepcionales, extremadamente raro. El enterramiento de Satdjehuty se descubrió hacia 1.820 y, probablemente, consistía originalmente en, al menos, un ataud, la momia, un escarabeo de corazón, esta máscara de momia, y una cierta cantidad de ropa. Solamente la máscara y la ropa están en el Museo Británico. Se ha sabido, que Sadjehuty "fue favorecido con el amasijo de ropa por la esposa del dios, y madre del faraón, Ahmose-Nefertari". Ahmose-Nefertari era la esposa de Ahmose I (1.525-1.525 A.C.), el primer faraón de la dinastía, y madre de Amenhotep I (1.525-1.504 A.C.), con quien ella quedaría ya asociada como deidades locales. Que Satdjehuty recibiese tal honor, evidencia que la dama era del más alto rango. La cabeza tocada con peluca es un detalle que aparece en cabeceras funerarias y ataudes del Segundo Período Intermedio (hacia 1.750-1.650 A.C.) quizás denotando algún tipo de protección de una deidad. (Encabeza la leyenda, vistas anterior y posterior, y detalle de inscripción).

AMENHOTEP I Y LA NATURALEZA DE LA DINASTÍA XVIII

Amenhotep I - como su padre - puede que no fuese aún un adulto cuando ascendió al Trono; el hecho es que ya otro hermano suyo mayor que él había sido designado heredero unos cinco años antes. Pudo haber habido, pues, una corregencia con Ahmose a fin de asegurar una transición pacífica y continuada de la recientemente instaurada dinastía; en cuanto a su madre, Ahmose-Nefertari, sin duda fue una figura prominente en su reinado.

En general, se podría decir que su reinado fue una continuación del de su padre; los edificios concebidos por Ahmose se construyeron, y las expediciones militares del sur que cerraban campañas anteriores, se llevaron a cabo. Pero, a pesar de esta aparente falta de imprimatur personal, Amenhotep I tuvo éxito como gobernante por derecho propio. Esto se ve apoyado por el hecho de que, justo a su muerte, tanto él como su esposa, fueron divinizados y adorados en Tebas – especialmente en Deir el-Medina - el poblado de los trabajadores de tumbas.

Deir el-Medina, situado en la Tebas occidental, al sur de la colina de Sheikhb Abd el-Kurna, se construyó a principios de la Dinastía XVIII para albergar a los artesanos que construirían y decorarían las tumbas. Tutmosis I es el nombre real más antiguo del que dan fe los monumentos contemporáneos, pero Amenhotep I y su madre, Ahmose-Nefertari, fueron dioses patronos del poblado durante todo el Imperio Nuevo y, muy probablemente, desde la fundación del asentamiento. No sólo disponían allí de centros de culto para ambos, sino que la mayoría de las casas del período ramésida tenían en sus habitaciones frontales una escena en honor al faraón y a su esposa.

Los factores que relacionaban a Amenhotep I y a su madre con la región de la necrópolis, con gobernantes divinizados, y con el rejuvenecimiento, se transmitían visualmente mediante la representación de la pareja con la piel negra o azul; ambos, colores de la Resurrección. El tercer mes de peret se dedicaba - y denominaba – Amenhotep I, y en el propio Deir el-Medina se solían celebrar en esta época varios rituales que dramatizaban su muerte, su enterramiento, y su regreso.

No obstante, Amenhotep I era un dios mayor de la región y como tal se secelebraban festivales en su honor durante todo el año. Es probable que el faraón y su madre llegasen a ser deidades destacadas por su relación con el comienzo del Imperio Nuevo, y la participación activa de ambos en la construcción a lo largo de la orilla oeste del río Nilo.

Los éxitos militares de Amenhotep en Nubia, y sus consiguientes ganancias financieras, comenzaron a mejorar la economía general de Egipto, y la construcción de los monumentos de los templos supuso un impacto significativo como símbolo del poder real. La operación militar contra los nubios, al sur de la 2ª Catarata, tuvo lugar durante el año 8 de su reinado, a juzgar por las inscripciones fechadas entre los años 8 y 9. Aunque no sea posible asegurarlo con certeza, ésta podría tratarse de la campaña descrita en las tumbas de Ahmose, Hijo de Ibana, y de Ahmose Pennekhbet, en Elkab.

Es importante, sin embargo, puntualizar, que las autobiografías de ambos individuos proceden de tumbas construidas mucho después de los acontecimientos reseñados en sus narrativas; como sesenta o setenta años más tarde.

Según Ahmose, Hijo de Ibana, él mismo llevó al faraón a Kush donde “Su Majestad mató a un arquero nubio en medio de su ejército, y luego persiguió y arrojó tierra adentro a la gente y al ganado”. Ahmose sería en su día recompensado con oro por haber hecho que el faraón regresase a los dos días al Valle del Nilo, desde una zona denominada el Pozo Alto. La estela abandonada en Aniba, sensiblemente erosionada, que muestra una fecha del año 8, deja constancia de que los Arqueros (iuntyu) y los habitantes del Desierto Oriental (mentyu) entregaron oro y grandes cantidades de productos al faraón. La estela podría ser conmemorativa del hecho de que al éxito de la expedición a Kush le seguiría una visita oficial de la familia real a una localidad segura de la Baja Nubia.

Para finales del reinado de Amenhotep I, las características principales de la Dinastía XVIII habrían sido ya establecidas: su abierta devoción al culto del Dios Amun, de Karnak; sus exitosas campañas militares de Nubia, encaminadas a expandir Egipto hacia el sur en busca de recompensas en forma de materiales; su familia real, de núcleo cerrado, que evitaría cualquier reivindicación política o económica; y un organización administrativa en pleno desarrollo que. en toda probabilidad. procedería de familias poderosas y de relaciones colaterales, en este punto asociadas principalmente a las regiones de Elkab, Edfu y Tebas. No obstante, sólo un pequeño número de tumbas de altos cargos de los dos primeros reinos han sido localizadas.

LOS MONUMENTOS DE AMENHOTEP I

Se ha señalado que Amenhotep I disfrutó de al menos doce años de gobierno pacífico durante el que pudo restablecer actividades tradicionales asociadas con la construcción de monumentos: la apertura de las minas de turquesa, en el Sinaí, y la consiguiente expansión del templo de Hathor, en las minas de Serabit el-Kadim; los trabajos de cantería de alabastro en Bosra - en nombre de Ahmose-Nefertari - y en Hatnub; y el inicio de trabajos en las canteras de arenisca de Gebel el-Silsila, que proporcionaban la mayoría de la piedra necesaria para la reconstrucción del templo de Karnak.

Amenhotep I construyó en varios de los lugares donde su padre había estado activo: en Abydos, por ejemplo, levantó una capilla que conmemoraba al propio Ahmose. Por sus éxitos en la Alta Nubia, Amenhotep I les dedicó monumentos en la Isla Sai, incluyendo una estatua parecida a la de su padre, y quizás algún otro tipo de construcción a juzgar por los vestigios de bloques inscritos con su nombre y el de su madre, Ahmose-Nefertari.

El interés de Amenhotep I en los yacimientos del Delta y Menfis aún permanece sin verificar, pero Karnak figura de forma prominente en sus proyectos. Un gran pórtico de entrada en Karnak, ahora reconstruido, se decoró con motivos de los festivales del jubileo. Según su inscripción había “un gran pórtico de 20 codos” y una “doble fachada del templo”. Puede que hubiese sido, en algún tiempo, la entrada principal sur que más tarde sería reemplazada por el Séptimo Pilono.

Hacia el este, el faraón levantó un recinto de piedra alrededor del patio del Imperio Medio, con capillas en el interior de la muralla. Estas capillas contenían escenas en las que se representaba al faraón, la esposa del dios, Ahmose-Nefertari, y al personal del templo ejecutando el ritual a Amun, y dedicatorias en nombre de los soberanos de la Dinastía XI.

Tutmosis III desmantelaría todas estas capillas y las reconstruiría en arenisca unos cuarenta o cincuenta años más tarde, pero en algunos lugares dentro de Karnak se encontraron bloques y linteles con textos de ofrendas inscritos en ellos. Es probable, que a lo largo del callejón sur se levantase una capilla períptera para el jubileo de Amenhotep I, de un tipo similar a la de Senusret I (1.956-1.911 A.C.) de la Dinastía XII. Efectivamente, el estilo de talla del relieve de Amenhotep I en los monumentos de arenisca de Karnak, tan conscientemente emulaba el de los artífices de Senusret, que ha sido difícil asignar a algunos bloques el soberano correcto.

Nota aclaratoria ex profeso: Se conoce por "Períptero" al edificio que está rodeado de columnas alineadas en cada uno de sus lados, conformando un peristilo (o galería de columnas que rodea un recinto) exterior. Esta composición, muy usual en la arquitectura griega clásica, al menos desde la época de la arquitectura en madera del siglo VIII A.C., fue utilizada, aunque de forma excepcional, en el Antiguo Egipto.

Está claro que la función de Karnak como emplazamiento de veneración a la realeza constituía el centro de los planes de construcción de Amenhotep I. Si dicha acción de emular incluía la celebración de un jubileo real antes de los primeros treinta años de reinado – el tiempo ideal que un faraón esperaba antes del primer festival-sed - o si él erigió los monumentos en anticipación a un reinado de tres décadas completas, esto no se sabe. Por otra parte, algunos de los edificios de Amenhotep I mencionan el jubileo, por lo que parece obvio que el faraón tenía la intención de reclamar para sí el honor, tal y como lo habrían hecho los grandes soberanos del Imperio Medio.

Las jambas desenterradas de los cimientos del Tercer Pilono de Karnak, nos proporcionan una lista de festivales religiosos con sus fechas de celebración. El estudio de estos bloques realizado por el Doctor Anthony Spalinger, de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda - actualmente profesor visitante de la Universidad de California, Los Ángeles – ha indicado que su calendario festivo - como la mayoría de las cosas en Karnak - mostraba a un Amenhotep I sensiblemente influenciado por los calendarios de la Dinastía XII.

Amenhotep I también tenía una cripta hecha de corteza de árbol colocada, muy probablemente, en el patio frontal oeste del templo. Construido con ladrillos de barro, el monumento de Deir el-Bahri ha sido reconstruido con una pirámide, pero sólo se han encontrado in situ unos pocos ladrillos con el nombre de Amenhotep I y Ahmose-Nefertari. No se ha identificado ninguna tumba de cualquiera de ellos.

Los lugares de construcción de Amenhotep I y sus sucesores pueden estar relacionados con la pregunta de cuándo y cómo se hacían las observaciones astronómicas para la elaboración del calendario (Ver Capítulo 1, "Cronología del Antiguo Egipto, según Shaw). Algunas opiniones argumentan que Elefantina pudo haber albergado un observatorio para la observación de la Estrella Sirio, y recientemente un grafiti de la región de Hieracómpolis ha permitido sugerir que algunas observaciones astronómicas tuvieron lugar en localidades del desierto.

Un renovado interés en los lugares de culto entre Aswan y Tebas durante la Dinastía XVIII ciertamente indica un interés similar con los fenómenos naturales asociados con estos cultos, tales como la salida de “La Estrella del Perro” o “Alfa del Can Mayor”, Sirio (Sopdet/Sothis), el inicio de la crecida de El Nilo, y los concomitantes ciclos lunares. La existencia de un calendario festivo registrado en un papiro del reinado de Amenhotep I (dorso del Papiro de Ebers), evoca la posibilidad de que el faraón desease rehacer los antiguos calendarios.

TRASCENDENCIA DE LAS MUJERES REALES DE PRINCIPIOS DE LA DINASTÍA XVIII

Se sabe de un cierto número de princesas, de las que algunas eran esposas reales, por un conjunto real de momias encontradas en Deir el-Bahri. Se trataba de críos de gobernantes de finales de la Dinastía XVII o finales de la XVIII, y sus nombres con frecuencia también se conocen por las capillas de tumbas privadas del tardío Imperio Nuevo que veneraban a la familia real de principios de la Dinastía XVIII. Los títulos que ostentaban estas mujeres, y la ausencia de esposos, aparte de los faraones, muestran las limitaciones a las que estaban sometidas las mujeres nacidas del faraón.

El éxito de la línea dinástica a comienzos de la Dinastía XVIII era ciertamente atribuible, en parte, a la decisión de limitar el acceso a la familia real. En términos económicos, esto habría significado que las ganancias de las guerras no se compartían con aquellas familias cuyos hijos se hubiesen casado con una princesa. Así pues, los faraones eran libres de enriquecer a sus seguidores militares como quisieran, potenciando así nuevos partidarios.

Seguidores como Ahmose, Hijo de Ibana, y Ahmose Pennekhbet representan dos ejemplos de estos nuevos miembros de élite, si bien, documentos legales posteriores, en el Imperio Nuevo, nos informan de individuos cuyas fortunas procedían de concesiones de Ahmose.

En términos políticos y religiosos, la familia real cerrada aparentemente se remonta al Imperio Medio y Antiguo antes que éste, cuando las princesas solían desposarse con faraones o se asociaban de por vida con sus padres reinantes. A fin de asegurar la exclusividad de su línea dinástica, sin embargo, la familia de Seqenenra y Ahhotep aparentemente establecieron la prohibición adicional de que las hijas reales no se casasen que fuese el faraón.

Este no sería el caso en el Imperio Antiguo y en el Medio – al menos no siempre – ya que se sabe de casos de altos funcionarios casados con hijas de faraones, pero, una vez establecida la norma a finales de la Dinastía XVII, persistiría durante toda la Dinastía XVIII. Sólo del reinado de Rameses II se tiene de nuevo evidencia firme de princesas casadas con otros que no fuese el faraón

No hubo efectos que debilitaran la línea monárquica como resultado de esta práctica, ya que ésta no implicaba que los propios faraones sólo pudiesen desposarse con princesas. De hecho, durante toda la Dinastía XVIII los faraones normalmente nacían de sus padres y segundas esposas no reales, como es el caso de Tetisheri. Si la interpretación de la documentación pertinente es correcta, Tetisheri tuvo a la madre y al padre del faraón Ahmose. Su madre, Ahhotep, lo tuvo a él del hermano (o medio-hermano) de ésta; muy probablemente, Seqenenra; posiblemente Kamose.

Ahhotep tuvo además varias niñas, pero Seqenenra también tuvo hijas de, al menos, otras dos, y posiblemente tres, mujeres. Ahmose-Nefertari, lo hizo padre de, al menos, dos hijos, Ahmose-ankh y Amenhotep. No obstante, él pudo haber tenido también hijos de otras mujeres; al menos dos princesas ostentaban los títulos “hijas del faraón”, “hermanas del faraón”, “gran esposa real”, y “esposa del Dios”. A la primera se le describe, en una estela posterior, como “hermana de Amenhotep I”, mientras que a la segunda se le identifica como “hija de Ahmose-Nefertari, que se casaría con su hermano Amenhotep I, aunque no existe documentación que lo afirme explícitamente.

A pesar de las restricciones matrimoniales con las hijas de los monarcas, algunas de las princesas que destacaron como destacadas reinas – Ahhotep, Ahmose-Nefertari, Hatshepsut – fueron enormemente activas en el reinado de sus esposos y herederos. La madre de Ahmose, la Reina Ahhotep, cuyo gran ataúd exterior se encontró en el conjunto real de Deir el-Bahri, era, según los títulos que aparecen en ese ataúd, “hija del faraón”, “hermana del faraón”, “gran esposa real”, y “madre del faraón”.

En la estela del año 18 de Ahmose, en Karnak, éste honra a Ahhotep con títulos que implica, de facto, el gobierno del país. Si bien desconocemos la edad de Ahmose cuando ascendió al Trono, pudo haber sido sólo un muchacho durante alguna parte de su reinado. Es altamente significativo que, más adelante, rindiese honores a la reina-madre por la pacificación del Alto Egipto y la expulsión de los rebeldes. Al parecer, Ahmose siguió la lucha sin mucha oposición dentro de la propia región, lo que implicaría que el dominio de la familia sobre la monarquía quedó probado.

El Profesor Claude Vandersleyen (Bruselas, 1927), Egiptólogo y Filólogo belga, Universidad de Lovaina, sugiere que las batallas que Ahmose luchó contra Aata y Teti-an fueron contra enemigos del Alto Egipto; este último representaría una rama familiar con la que también habrían luchado los soberanos tebanos de la Dinastía XVII, Nubkheperra Intef VI y Kamose; y esto encaja bien con Ahhotep rindiendo honores a Sobekemsaf, la viuda de Nubkheperra Intef VI, en Edfu. En cualquier caso, Ahhotep, al parecer, contaba con el respeto del ejército y la nobleza para conservar una línea monárquica en cierne, y siguió funcionando como madre del faraón hasta bien entrado el reinado de Amenhotep I.

Quizás, poco después del año 18 del reinado de Ahmose, Ahhotep cedería su primer puesto a la Princesa Ahmose-Nefertari, que puede que fuese su propia hija. La Estela de la Donación de Karnak – ya mencionada – es el primer monumento en el que figura Ahmose-Nefertari; a ella se le describe en esta estela como “hija del faraón”, “hermana del faraón”, “gran esposa del faraón”, “esposa del dios Amun”, y, como Ahhotep, “señora del Alto y Bajo Egipto”. Ahmose y Ahmose-Nefertari aparecen representados con su hijo, el Príncipe Ahmose-ankh.

Sólo unos años después de haberse hecho esta inscripción - en el año 22 - Ahmose-Nefertari reclamaba para sí el título de “Madre del Faraón”, aunque no se sabe si su designación se refería a Ahmose-ankh o a Amenhotep. De cualquier modo, la reina sobrevivió a su esposo, Ahmose, e incluso al hijo de éste, Amenhotep I, y aún ocupó el puesto de “esposa del dios Amun” en el reinado de Tutmosis I (1.504-1.492 A.C.).

Ahmose-Nefertari llegaría a usar el título de “esposa del dios” con más frecuencia incluso que el de “gran esposa real”. También actuaba de forma independiente, tanto de su esposo como de su hijo, en la construcción de monumentos y en los roles religiosos. Cuando falleció, una estela contemporánea no real registraba, de forma lacónica, que “la esposa del dios había volado al cielo”. El énfasis que se pone en su rol como sacerdotisa se debe, quizás, al independiente poder económico y religioso con que Ahmose habría dotado el puesto de “esposa del dios”.

La Estela de la Donación registra la creación por Ahmose de un trust relativo al “segundo sacerdocio de Amun”, cuyos beneficios serían otorgados a la "esposa del dios" en perpetuidad, y que ella haría pasar, sin interferencias, a quienes ella desease. La “institución de la Divina Adoratriz”, un cargo separado del de “esposa del dios”, pero al igual ostentado por Ahmose-Nefertari, también se menciona en la Estela de la Donación.

Las tenencias económicas de la institución de la sacerdotisa aparentemente continuaron creciendo, de forma que unos 100 años después de la muerte de Ahmose - y la consiguiente reorganización que supuso la disminución de funciones - la aportación de la “casa de la adoratriz” supuso un significativo cuerpo de interesantes papiros contables.

Ahmose-Nefertari ejerció como gran esposa real y, en particular como “esposa del dios Amun”, durante todo el reinado de su hijo. No se conoce con certeza ninguna esposa de Amenhotep I de su generación, si bien se suele dar por hecho que la “hija del faraón, esposa del dios, gran esposa real unida a la Corona Blanca, señora de las Dos Tierras”, Ahmose-Merytamun, cuyo ataúd fue encontrado en una tumba de Deir el-Bahri, era su hermana y consorte. Conviene señalar, no obstante, que la única conexión entre ambos es el hecho de que su ataúd – como los de Ahhotep y Ahmose-Nefertari - estilísticamente datan del reinado de Amenhotep I. No hay ningún monumento de la época en el que se mencione a Ahmose-Merytamun, que no sea una posible referencia a ella en un monumento en Nubia.

En la estela de su año 8, a la figura de Amenhotep I le sigue la de su madre Ahmose-Nefertari, y la de una segunda esposa del dios, hija del faraón, hermana, y esposa del faraón (pero no “gran esposa”) cuyo nombre fue posteriormente restablecido como Ahmose-Nefertari ante Horus de Miam (Aniba). Ésta pudo tratarse, en cambio, de Merytamun, que habría sido elevada a la categoría de reina, pero su fallecimiento habría precedido al de Ahmose-Nefertari.

Hay evidencias varias en la Dinastía XVIII de monumentos que muestran la presencia de miembros femeninos de la familia real en las regiones fronterizas siguiendo, quizás, una vieja tradición. Representaciones de este tipo las encontramos en el Sinaí, en los afloramientos rocosos de Aswan, y en Nubia, desde la Catarata 1ª a la 4ª, en el Imperio Medio y el Nuevo. Quizás, sean la expresión de un existente nexo de reinas y princesas con Hathor, diosa de las tierras de ultramar, cuyo rol de hija del Dios-Sol consistía en proteger a su padre.

Otro miembro femenino de la familia real de principios de la Dinastía XVIII era la hija de Amenhotep I, hermana del faraón y esposa del dios, Satamun, a la que se conoce, por un lado, por su ataúd, parte del conjunto de la momia real, y por otro, por las dos estatuas que se elevan en el centro y sur de Karnak. Verificada como del reinado de Ahmose en adelante, nunca llegó a ser reina, si bien parece haber recibido honores de Amenhotep I, junto a Ahmose-Nefertari, por su rol sacerdotal de esposa de Amun. Incluso en el período ramésida, Satamun y Merytamun fueron ambas veneradas como miembros de la familia de Ahmose-Nefertari, y fueron incluidas en escenas que representaban a la familia real divinizada.

Una cronología precisa de principios de la Dinastía XVIII y una genealogía de la familia parecen haber sido tan oscuras para los tebanos del tardío Imperio Nuevo, como lo son hoy para nosotros mismos, de forma que no se puede depender de estas referencias votivas para garantizar un parentesco seguro.

Es curioso destacar que - no obstante la aparente habilidad de los faraones de casarse con tantas mujeres como deseasen - no se haya identificado con certeza ningún hijo de Amenhotep I, a pesar de sus veinte años de reinado. Puede que un hijo del faraón, Ramose, conocido por una estatua suya - en la actualidad en Liverpool - procediese de la familia Ahmose, pero no se menciona el parentesco. De cualquier forma, quizás debido a la estabilidad que proporcionó el reinado de Amenhotep, la sucesión pasase sin altibajos a Tutmosis I, del que no se sabe que perteneciese a la familia Ahmose.

Y, con un nuevo alto en el camino, un descanso merecido, y un trago de agua fresca, damos por terminada esta “Hoja Suelta” que nos dará paso a otra que dedicaremos – de la mano del mismo guía, la Dra. Bryan – al faraón Tutmosis I, con una reseña al breve reinado de Tutmosis II.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 19 de julio de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.

“Eternal Egypt”
, E. R. Russmann, University of California Press, 2001.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2000.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
"British Museum Database".

viernes, 18 de junio de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 1/9.- Ahmose











Fragmentos de pintura de Amenhotep I (izquierda) y de su madre Ahmose-Nefertari (derecha) procedentes de la tumba del sacerdote Kynebu, Tebas, Dinastía XX, hacia 1.145 A.C.
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Kynebu fue sacerdote de "los secretos de los bienes de Amun". Permaneció en el cargo durante el reinado de Rameses VIII, hacia finales del Imperio Nuevo (1.550-1.070 A.C.). El Museo Británico expone tres fragmentos pintados procedentes de la decoración de su tumba que muestran al dios Osiris, y a dos figuras reales que vivieron casi 400 antes de Kynebu, y que encabezan esta leyenda: el faraón Amenhotep I y su madre Ahmose- Nefertari.

A MODO DE PREÁMBULO

La Dinastía XVIII la integran el conjunto de faraones entre los años 1.550 y 1.352 A.C. Esta época se constituye como uno de los puntos máximos de esplendor de la civilización faraónica, así como un momento de gran expansión territorial. Es el comienzo del período denominado por los historiadores Imperio Nuevo.

Con ello, en esta “Hoja Suelta”, iniciamos el Capitulo 9 de nuestro Proyecto que se titula “La Dinastía XVIII antes del Período Amarna”, y que coincide, como se viene mencionando de forma reiterativa, con su homónimo en lengua inglesa, en la obra de Ian Shaw titulada “The Oxford History Ancient Egypt”, que aparece en la Bibliografía a pie de capítulo.

Como en todos los anteriores, iremos de la mano de un especialista en el tema. En este caso, y como ya se indicó al final del capítulo que le precede, se trata de la Doctora Betsy Bryan, de la Johns Hopkins University, Baltimore, que actualmente dirige el equipo de excavación del complejo “Recinto de Mut” en Karnak.

INTRODUCCIÓN

Los descubrimientos arqueológicos descubiertos en los años 80 y 90, combinados con un nuevo examen de las evidencias en inscripciones antiguas, sugieren que la reunificación de Egipto tuvo lugar en la última década de los veinticinco años de reinado de Ahmose (1.550-1.525 A.C.), primer faraón de la Dinastía XVIII. Así que, se puede decir que la dinastía empezó oficialmente alrededor de 1.530 A.C. si bien estaba ya bien consolidada durante el reinado de Ahmose.

Por supuesto, la naturaleza del estado egipcio al inicio de la dinastía consistiría, con certeza, en una continuación de formas y tradiciones que nunca habrían sido interrumpidas por completo debido a las disputas internas del Segundo Período Intermedio. Y tiene que haber sido, en parte, la férrea fe en las tradiciones lo que movió a los predecesores de Ahmose de la Dinastía XVII a consolidar una base sólida entre las poderosas familias egipcias.

Más adelante, conforme Ahmose y sus sucesores se aseguraban una línea dinástica familiar, a la vez creaban o modificaban aspectos de la realeza que, junto a las presiones externas procedentes del norte y del sur, afectarían de forma profunda al resto de la Dinastía XVIII.

AHMOSE Y EL COMIENZO DEL IMPERIO NUEVO

Las inscripciones de la tumba de Ahmose, hijo de Ibana, en Elkab, describen la derrota de los Hyksos por su homónimo, el faraón Ahmose, y el asedio por este último del baluarte de Sharuhen, al sur de Palestina, así como su campaña en Kush, cuya capital era la ciudad de Kerma, cercana a la 3ª Catarata. La terminación de la campaña nubia se dejó para Amenhotep I (1.525-1.504 A.C.), y en la Isla de Sai se levantó una serie de monumentos conmemorativos de las victorias de ambos reyes; es muy posible que todos ellos hubiesen sido construidos por Amenhotep I, pero la presencia activa de Ahmose en la zona no es discutible.

Documentos de principios de la Dinastía XVIII en Avaris (Tell el-Dab’a) registran el nombre de Ahmose y el de los varios reyes que le sucedieron. Durante este tiempo, se utilizaron en el lugar diversos edificios decorados con frescos minoicos (Véase el Capítulo 8º). Esto, ciertamente, sugiere que existía un contacto más estrecho con el Egeo; aunque sólo fuese a través de artistas itinerantes contratados para hacerse cargo o supervisar el trabajo. Puesto que las armas encontradas en un pequeño ataúd de la Reina Ahhotep – madre de Ahmose – en su tumba, al oeste de Tebas, apuntan a motivos egeos o mediterráneos y a técnicas artesanales aplicados a objetos egipcios, parece que los elementos exóticos extranjeros tan apreciados en el Delta también eran igualmente valorados en Tebas; al menos en una forma adaptada.

Los auténticos objetos egeos contemporáneos con la Dinastía XVIII temprana son mucho más difíciles de documentar en Egipto, si bien pequeños objetos de comercio egipcios están presentes en cantidades estimables en Creta y, en grado menor, en la metrópolis griega. No obstante, continúa confuso, si no dudoso, si existió un intercambio diplomático directo entre Egipto y Creta a principios de la Dinastía XVIII.

Es posible que Ahmose y sus inmediatos sucesores, por el contrario, continuasen siendo partícipes del sistema de intercambio mediterráneo de igual forma que los Hyksos lo habían sido. Sea cual fuese el caso, la creatividad en forjar un estilo egeo, como se aprecia en los objetos de tiempos de Ahmose, así como en las pinturas de estilo minoico de Tell el-Dab’a, no perduró más allá de principios de la Dinastía XVIII.

Finalmente, como suele ser frecuente durante períodos de una realeza fuerte, la iconografía tradicional egipcia acabó dominando. Los escasos elementos que perduraron, como es el caso del motivo conocido como el “galope volador”, se adaptaron rápidamente a contextos iconográficos familiares.

El proyecto de construcción más inmediato de Ahmose parece que estaba dentro de la propia capital de Avaris, que él habría arrebatado a los Hyksos. Las excavaciones de Manfred Bietak en Tell el-Dab’a - arqueólogo austríaco (Viena, 1940), en la actualidad Catedrático de Egiptología de la Universidad de Viena y Director del Instituto Austríaco de Arqueología en El Cairo - han sacado a la luz una plataforma de un palacio de principios de la Dinastía XVIII que se apoyaba en un muro de fortificación de los Hyksos. En estratos posteriores, se han encontrado sellos con los nombres de los soberanos de la Dinastía XVIII entre Ahmose y Amenhotep II, pero Bietak considera que fue Ahmose el constructor del complejo palaciego original decorado con frescos minoicos.

Aunque podría ser que tuviese también otros proyectos de construcción en la región del Delta, Avaris fue, sin duda, diseñado como un importante centro – muy probablemente comercial – para ser utilizado por el nuevo gobierno. De las excavaciones llevadas a cabo en los años 80 y 90, se sabe con certeza que Menfis fue también remodelada a principios de la Dinastía XVIII: al moverse el rio hacia el Este, se ganó nueva tierra que sería utilizada para un nuevo asentamiento. Las secuencias de la cerámica y los escarabeos reales indican que, ya en el reinado de Ahmose, Menfis sería de nuevo repoblada después de un vacío que pudo coincidir con las guerras entre Tebas y Avaris que se describen en el Capítulo 8º.

Las edificaciones de los templos mortuorios de los últimos años de reinado de Ahmose fueron los cimientos de un programa de construcción tradicional mediante el que se reverenciaba a los dioses cuyos templos habían florecido en el Imperio Medio, tales como Ptah, Amun, Montu y Osiris. Ahmose, ciertamente, veneraba a las deidades tradicionales de los centros de culto de Egipto. De las afiliaciones de Ahmose con el Dios-Luna Iah, representadas por el elemento ‘Ah’ de su nombre, dan buena fe las inscripciones de las joyas de Ahhotep I y Kamose (1.555-1.550 A.C.) que describen a Ahmose como “Hijo del Dios-Luna, Iah”. Se desconoce su principal centro de culto a pesar de la reiterativa presencia del elemento ‘Ah’ en los nombres de la familia real.

Puede que a la misma vez que hacía efectiva la reunificación del país, Ahmose empezase a escribir su nombre con los extremos del creciente lunar de Iah apuntando hacia abajo. Todos los monumentos que muestran el nombre de Ahmose de esta forma datan, por lo tanto, de los años 17 o 18 de su reinado. Ahmose, como el primer faraón en más de 100 años capaz de levantar monumentos a los dioses del norte y sur de Egipto, abrió canteras en Maasara con vista a construir en Menfis - el viejo y venerado centro de culto del norte - y también en Tebas, el hogar de Amun y Montu. Aunque sus construcciones en Menfis no se han encontrado, algunas en Tebas, y en otros lugares, aún existen.

Sin duda Ahmose contribuyó de forma substancial al culto de Amun en Karnak. Si hubiese vivido más tiempo, quizás hubiese comenzado la reconstrucción con piedra en muchos más edificios del lugar, pero los monumentos que de él se conservan se componen, no obstante, de un portal y varias estelas, así como un santuario para una embarcación, probablemente ubicado cerca de los pasillos de acceso al templo.

Su deseo de que se le recordase como un piadoso seguidor de Amun, por lo tanto, habría sido evidente no sólo en aquellos cuyos puestos sacerdotales o estatus de élite les hacían gozar de acceso al hogar del dios, sino también a habitantes menores de Tebas, que podrían así visitar los patios frontales, aunque sólo fuese en las jornadas festivas.

Del reinado de Ahmose se conocen varias estelas donde se registran importantes episodios conectados con el templo de Karnak; probablemente todas datadas hacia los últimos años de su reinado. Dos estelas descubiertas entre los cimientos del Tercer Pilono de Karnak, muestran al faraón como propiciador y benefactor del templo. En una de ellas, la conocida como “Estela de la Tempestad”, el faraón reivindica la reconstrucción de tumbas y pirámides en la región de Tebas destruidas por una tormenta infligida sobre el Alto Egipto por el poder de Amun , cuya estatua parece que habría quedado en condiciones lastimosas. Ahmose describe que la tierra estaba cubierta de agua y que él habría suministrado un material muy costoso para acometer el proceso de recuperación de la región.

La segunda estela, procedente del Tercer Pilono, conocida como “Estela de la Donación”, registra la compra por el faraón Ahmose del “Segundo Sacerdocio” para su esposa, la esposa del Dios Amun, Ahmose-Nefertari. Su coste lo pagó el propio faraón al templo, convirtiéndose así, por segunda vez, en su benefactor, a la vez que se aseguraba un lazo entre el dios y la familia real.

Una tercera estela de Ahmose, procedente del Octavo Pilono del patio de Karnak, data del año 18 de su reinado; exalta el poder universal de la familia real, y da detalles del equipamiento de culto que Ahmose habría proporcionado y donado al templo de Karnak; recipientes para libaciones de oro y plata, copas para bebidas de oro y plata para la estatua divina, mesas de oro para ofrendas, collares y abalorios para las estatuas divinas, instrumentos musicales, y un barco nuevo para sacar en procesion las estatuas del templo.

Los objetos donados por el faraón a Karnak constituyen el equipo más esencial para el culto, y su donación puede indicar que el templo carecía totalmente, por entonces, de objetos fabricados con metales preciosos. Es imposible afirmar si esto habría sido consecuencia de la gran tormenta, como el faraón asegura en la “Estela de la Tempestad”, pero los objetos de culto del templo, junto a los ajuares reales, bien habrían constituido importantes fuentes financieras para los tebanos durante los arduos días de la Dinastía XVII.

Es importante subrayar la enorme escasez de objetos hechos de metales preciosos que se conocen en el Alto Egipto del Segundo Período Intermedio. Sólo con el ajuar funerario de la madre de Ahmose, Ahhotep, y la momia de Kamose hay de nuevo suficiente evidencia de objetos funerarios reales extravagantes de oro como los que se conocen del Imperio Medio. A pesar de las reivindicaciones de los saqueadores de tumbas - pasados varios centenares de años desde el Segundo Período Intermedio - del robo del cuerpo cargado de oro del faraón Sobekemsaf II, de la Dinastía XVII, sólo unos comparativamente modestos ataúdes y ajuares se han recuperado del período que precedió a Ahmose.

¿Podrían las inscripciones del faraón de Karnak haber sido una explicación oficial del empobrecimiento de la región de Tebas y, lo que es más importante, del papel jugado por Ahmose en la reposición de las riquezas del templo de Karnak y su Dios? Con esto no se pretende sugerir que no hubiese acaecido ninguna gran tempestad durante el reinado de Ahmose, o que no existiese tal adquisición del “Segundo Sacerdocio” para Ahmose-Nefertari, sino más bien que estos eventos en particular pueden haber sido reflejados en la estela simplemente con el objetivo de servir a fines histórico-religiosos.

TUMBAS REALES Y DE ÉLITE DE FINALES DE LA DINASTÍA XVII Y PRINCIPIOS DE LA XVIII

Ahmose también construyó monumentos en otros varios lugares tradicionalmente favorecidos por los reyes, incluyendo Abydos, la ciudad de culto a Osiris más importante. De estos vestigios, que fueron excavados y analizados por el Doctor Stephen P. Harvey durante los años 90, se sabe que incluían monumentos piramidales a la vez que templos. Abydos habría sido durante largo tiempo un lugar para honrar a Osiris y a los ancestros reales que se habrían unido a Osiris al fallecer. Se utilizaron pirámides para marcar las tumbas tebanas de los faraones de la Dinastía XVII, y sus ladrillos aún se podían ver en la región tebana de Dra Abu el-Naga ya en el siglo diecinueve. Aunque el cuerpo de Ahmose se encontró dentro del recinto de la momia real, aún se desconoce la ubicación de la tumba.

Se sabe, casi con certeza, que la madre de Ahmose, Ahhotep, fue enterrada en el cementerio de Tebas, como lo habrían sido los faraones y sus esposas desde principios de la dinastía. Las excavaciones realizadas en la zona durante los 90 se han concentrado en lo que puede ser una de las tumbas reales, y aunque aún no exista evidencia cierta, el trabajo del Doctor Daniel Polz, Catedrático Adjunto del Departamento de Lenguas del Cercano Oriente en UCLA y Director de Excavaciones en Dra Abu el-Naga, ha dejado ver la continuidad de este cementerio al norte de Tebas, desde la Dinastía XVII hasta principios de la XVIII. Ha demostrado también la existencia de grupos de tumbas de élite - cada una de ellas formada por tumbas más pequeñas dispersas alrededor de una tumba mayor – en los que estructuras de culto independientes habrían sido utilizadas a la vez por varios enterramientos contiguos. Estos apiñados grupos de enterramientos están ubicados en el suelo desértico bajo las colinas de Dra Abu el-Naga, justo al sur de la entrada al Valle de los Reyes. Las tumbas reales – algunas de las cuales habrían sido, quizás, capillas del Imperio Medio, vueltas a usar – están cortadas en las propias colinas, dominando las tumbas menores.

Hasta el momento, la evidencia arqueológica sugiere que el lujo funerario fue restringido en la Dinastía XVII, y que las tumbas decoradas eran prácticamente desconocidas en Tebas en esta época. Aun así, la práctica de apilar las tumbas de élite, junto a la menor riqueza de los lugares de enterramiento a niveles inferiores a la realeza, aunque se volviese a la vieja práctica de enterrar cerca del soberano a sus seguidores, bien podría también ser el reflejo de algún nuevo patrón de organización, pero sin un estudio más profundo sería imposible llegar a más conclusiones.

Con respecto a esto último, es interesante puntualizar, no obstante, que en la región de Saqqara, un cementerio, no real, del tiempo de Ahmose y Amenhotep I, consistía en enterramientos de superficie descritos como ricos. Puesto que los lugares de enterramiento de los más altos funcionarios de estas dos regiones - visires, altos sacerdotes, tesoreros – son en su mayoría desconocidos, la identificación de los patrones de desarrollo de los cementerios ayudaría a la localización de las tumbas perdidas. De este trabajo se ha hecho ya cargo Geoffrey Martin y Martin Raven, en Saqqara Centro, al sur del paso elevado de Unas, y el Doctor Alain Zivie, arqueólogo francés, Director de Investigación del Centro Nacional Francés de Investigación Científica, en Saqqara Norte.

Los cuerpos de algunos gobernantes, y los ataúdes y el equipo funerario de otros, se movieron de su sitio de origen en la antigüedad, e incluso quizás en épocas más recientes. Los sacerdotes de finales del Imperio Nuevo y principios del Tercer Período Intermedio, enterraron de nuevo algunas momias reales en una tumba de Deir el-Bahri, donde se encontraron las momias de Ahmose y Seqenenra Taa (c.1.560 A.C.), ambas metidas en ataúdes no reales de fechas ligeramente posteriores. El ataúd exterior grande de la madre de Ahmose, Ahhotep, hecho probablemente al fallecer – quizás incluso no hasta el reinado de Amenhotep I – también se encontró en el conjunto, si bien su ataúd interior – presuntamente ambos pertenecientes a una sola esposa llamada Ahhotep – se encontró antes en lo que pudo haber sido su tumba. Contenía objetos con los nombres de ambos, Ahmose y Kamose.

La zona de Dra Abu el-Naga continuó, durante siglos, asociada con la familia real de Ahmose, y con Ahhotep y Ahmose-Nefertari, en particular, y las posteriores tumbas, capillas y estelas de la región veneraron su memoria.

No obstante, la propia zona del cementerio cambió de forma dramática después del inicio de la Dinastía XVIII. Una vez que se dejaron de construir tumbas reales en Dra Abu el-Naga, retuvo sus estatus como la parte de Tebas más elitista de la necrópolis tebana hasta el reinado de Hatshepsut (1.473-1.458 A.C.).

Con el establecimiento del Valle de los Reyes como terreno de enterramiento real, se empezarían a situar algunos enterramientos de élite en Sheikh Abd el-Qurna; la línea de colinas al sur de Deir el-Bahri. Los grupos apiñados de tumbas de tumbas de pozos del Dra Abu el-Naga. Con el repentino incremento de riqueza de la élite en las postrimerías del reinado de Tutmosis III, esta práctica parece que desapareció. Los constructores de tumbas se mantenían atareados excavando y decorando tumbas cavadas en roca en Sheikh Abd el-Qurna para la creciente Administración real.


RAFAEL CANALES

En Benalmádena-Costa, a 23 de junio de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
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“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.