martes, 28 de agosto de 2012

Misión Cumplida




Yo confieso.... 
(Pinchar)

Que nunca pensé en embarcarme en el trabajo que he recién concluido y que he dado en llamar “mi Proyecto”, y menos aún en llevarlo a buen fin, en lo que a su eventual terminación se refiere.

Que el tema tiene su origen o gestación entre los años 2002 y 2004, cuando me matriculé en la UNED con la intención de disciplinar mis estudios hacia una licenciatura en Historia Antigua, estudios que tuve que interrumpir tras el fallecimiento en 2004 de mi único hijo varón, Licenciado en Ciencias Económicas, quien, a su regreso de Bogotá en el verano de 2001 de su más reciente misión con Médicos Sin Fronteras como Director Financiero, fue diagnosticado un tumor invasor en el hemisferio derecho del cerebro que eventualmente acabaría con su vida tras tres largos años de lucha, esperanza inicial y desesperanza final. A la sazón, yo rondaba ya los 70.

Que dejé, pues, los estudios oficiales y empecé a interesarme por la Historia Antigua, y muy específicamente, por la del Antiguo Egipto.

Que paralelamente, y convencido de que una bella pieza que tenía en mi poder desde hacía años - especie de cáliz de bronce con asas - con relieves que representan escenas y motivos típicamente funerarios egipcios podía ser autéctica, me puse en contacto con la Dirección del IEAE (Instituto de Estudios del Antiguo Egipto) en Madrid a cuyo  efecto les envié una ilustración gráfica consistente en fotos de alta calidad y un texto descriptivo con la esperanza de que pudiesen identificarla como tal y datarla, lo que me dio la oportunidad de conocer a la Gerencia del Centro, el Doctor Francisco Martín Valentín y su ayudante, la Licenciada Teresa Berman, ambos expertos egiptólogos españoles. 

Que al tratarse de un tema muy especializado sólo se aventuraron a opinar que podría ser auténtica y definitivamente egipcia, o al menos “egiptizante”; es decir, perteneciente a un período en el que los objetos y motivos egipcios volverían a popularizarse, como al parecer ocurriría en Italia durante los siglos XIV o XV. No  me quedé convencido en absoluto, por lo que sigue en mi poder con la espera de una dictamen autorizado que espero eventualmente conseguir a través de mis contactos en mi calidad de socio del British  Museum Friends, o de la propia EES (Egyptian Exploration Society), a la que pertenezco como Full Member; pero para ello, habrían que tener la pieza físicamente en sus manos.

(A continuación reproduzco el texto que en su día envié al IEAE junto a trece macrofotografías que cubrían vistas desde diferentes ángulos, una de las cuales exhibo más abajo con la esperanza de que algún lector de esta Hoja Suelta  puediese arrojar alguna luz sobre su procedencia, y de ser ésta egipcia, su posible datación dentro de cualquiera de los períodos faraónico, ptolemaico, romano, e incluso posterior. El documento describe de una forma minuciosa lo que parece ser el Juicio de los Muertos, con Osiris y Thot como relevantes personajes, a la vez que elementos típicos tales como discos solares, escarabeos, cartuchos reales, etc. Si se "pincha", es posible leer su contenido sin grandes dificultades.)




(Pinchar)



 

(Pinchar)

Pero como escribiría Rouge, uno de los primeros egiptólogos franceses, “Cuando el pato de los jeroglíficos os muerde, ya nunca más os suelta”. Y así fue que, sin percatarme de ello, me encontré enfrascado e inmerso en Egipto y su viejo pasado, y mi actividad se inició de forma acelerada, electrizante y arrolladora; espoleada, eso sí, por ese inolvidable Viaje Especial de Formación Egiptológica, “De Nubia al Delta” - del 30 de julio al 13 de agosto de 2006 - organizado y encabezado por la propia Gerencia del IEAE.

Durante este viaje, más científico que turístico, se visitaron tumbas que durante años permanecían cerradas para la mayoría de visitantes, y lugares de negado acceso por razones de seguridad. La entrada de este blog de fecha  15/11/08, titulada “Solidaridad en el Nilo”, merece su lectura, pues refleja el espíritu de camaradería, solidaridad y afecto que caracterizó a ese memorable encuentro de los componentes de un grupo variopinto de personas y profesiones polivalentes - de edades comprendidas entre  los 25 y los 70 años - que supieron adaptarse y compartir estoicamente, sudor, calor, cansancio, agotamiento y, por qué no, bromas, risas, anécdotas, y alguna que otra lágrima; todo ello con el excitante goce y disfrute de estar haciendo realidad un sueño que todos albergábamos: Poder tocar, pisar, vivir, sentir, el Egipto milenario.

Durante quince días, lo compartimos todo, excepto cama. Y cuando llegó la forzada diáspora, dejó tras sí una sutil estela, mezcla de amarga desazón y dulce tristeza. Regresábamos a casa. 

En el primer trimestre de 2006, la editorial Routledge publica, simultáneamente en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, una segunda edición, totalmente revisada, corregida, substancialmente ampliada y actualizada, de la conocida obra de Barry J. Kemp titulada “Ancient Egypt-Anatomy of a Civilization”. Ya en su primera edición en mayo de 1989,  asentó una manera nueva de entender la historia del Egipto faraónico, convirtiéndola en un libro básico para los estudiantes del Antiguo Egipto, y una verdadera joya para enriquecer cualquier biblioteca. Yo adquirí de inmediato un ejemplar de esta segunda edición en su versión original, como suelo hacer siempre que viajo a Londres, o directamente de Amazon.co.uk. 

Debo advertir, eso sí, que su texto es duro y requiere un bilingüismo auténtico; no ya por sus tecnicismos con los que se suele estar más o menos familiarizado, sino por el inglés de su autor quien ya en una de sus obras, “100 Jeroglíficos”, de una mayor simplicidad de contenido, en el apartado de Agradecimientos, confiesa, y cito: “La idea de este libro se gestó  en la mente fértil de George Miller, mientras la tarea de moldear mi indomable inglés y convertirlo en algo más asequible y preciso correspondió a Bella Shand..…“ Este comentario se ajusta totalmente a la realidad. Su estilo literario – si se le puede llamar así – enrevesado y oscuro, resulta pesado y, a ratos, intratable  . Pero hay que leerlo.

Yo suelo adquirir las ediciones en su versión original pues debo admitir que disfruto de ellas más que con cualquier traducción, por buena que ésta sea, excepto en muy contadas ocasiones. Siento que me identifico más con el autor; como si participase, de alguna forma, en sus experiencias, o compartiese sus juicios. No me consta que esta segunda edición haya sido traducida al español, pero creo que la primera lo fue en 1992 y que estuvo a cargo de Mónica Tusell.

Mientras esto ocurría, mi bibliografía iba engrosando a un ritmo acelerado y, por medios varios, fui adquiriendo ejemplares, publicaciones, copias de textos y alguna que otra obra magna como el "Denkmäler" de Lepsius completo, con sus trece volúmenes de láminas maravillosas y las notas de campo manuscritas por el propio autor, también completas, producto de su  larga estancia en Egipto de 1842 a 1845; o los "Textos de las Pirámides", copiados de los originales por el propio Sethe y publicados en Leipzig en 1908; o los cinco volúmenes de la obra magna de Breasted titulada “Ancient Records of Egypt”, fruto de la recopilación y traducción al inglés de todos sus documentos históricos del Antiguo Egipto y los jeroglíficos que los componían, y que ya estaban disponibles a la vuelta del siglo XX. Su publicación tendría lugar entre 1906 y 1907.

Así, a una velocidad de vértigo, he ido adquiriendo y/o leyendo trabajos de destacados especialistas en el Antiguo Egipto, tanto modernos como antiguos, entre cuya pléyade veremos los nombres de Cyril Aldred, Nicholas Reeves, Michael Grant, Joyce Tyldesley, F. Max Müller, E.A. Wallis Budge, Dominique Vivan Denon, Christine El Mahdy, Barry J. Kemp, Bob Brier, James Henry Breasted, Molefi Kete Asante, Erik Hornung, Naguib Mahfouz, Kurt Mendelssohn, Donald B. Redford, Alan Gardiner, Belzoni, Howard Carter, Champollion, Zahi Hawass, Mark Lehner, Karl Richard Lepsius, Francois Auguste Mariette, Maspero, Naville, Flinders Petrie, Reisner, Kurl Sethe, Raymond Faulkner, A.B. Mercer, Ian Shaw, Paul Nicholson, y un largo etcétera que se pierde y que el tiempo será testigo de su crecimiento. 

He hurgado en los entresijos de esta maraña de personajes y sus obras de forma diversa y dispersa, buscando a veces la simple lectura a modo informativo, mientras que otras me han servido para constatar temas, hechos o personajes desde perspectivas diferentes, como podría ser el caso del Período Amarna y sus consecuencias posteriores, y muy específicamente, del propio "Faraón Hereje", Amenhotep IV, Amenofis IV o Akenatón, sin duda el personaje del Antiguo Egipto más denostado y controvertido que supo imponer, en un brevísimo espacio de tiempo, un nuevo concepto filosófico de la Vida y la Muerte, que cambiaría por un breve espacio de tiempo la vida cotidiana, el culto religioso y el propio estatus del faraón. Detestado aún por unos y aclamado por otros, es para mí, sin duda, el personaje más enigmático, la figura más atractiva del período, y la más estudiada del Antiguo Egipto por su misticismo, y por sentar las bases y el fundamento de posteriores religiones monoteístas; entre ellas el Cristianismo y el Islam. El pueblo egipcio pasó del politeísmo a un henoteísmo, o monolatría, que pronto se convertiría en monoteísmo. Recuerdo, que conforme abandonábamos el Museo de Luxor, le comenté a un compañero de viaje refiriéndome a las grandes esculturas expuestas: “Sólo hay cuatro que hablan; que parecen querer decir algo. Las demás, todas muertas, frías, mudas". Las cuatro eran de Akenatón.

He disfrutado enormemente con las fabulosas láminas de Lepsius de su famoso Denkmäler con maravillosas ilustraciones de elementos de obeliscos, estelas, murales y toda suerte de inscripciones en jeroglíficos, muchos de ellos ya desaparecidos o totalmente deteriorados por la erosión del tiempo, los elementos externos y, sobretodo, por el sistemático y no menos erosivo espolio y saqueo a gran escala de individuos y/o sus gobiernos, como parte y síntoma de un evidente desenfreno especulativo de las obras de arte.

Y en este punto, me viene a la memoria la excepcional labor llevada a cabo por la famosa escritora inglesa Amelia Anne Blanford Edwards, desde su llegada al cálido y soleado Egipto en 1873, huyendo de la fría y húmeda Europa. Con un grupo de amigos alquila una dahabiyeh, embarcación flotante que les llevará en brazos del Nilo, de El Cairo a Abu Simbel, donde permanecerá seis semanas en un inolvidable viaje, pleno de experiencias y anécdotas, que Miss Edwards describirá en su libro titulado “A Thousand Miles up the Nile” que alcanzaría un éxito editorial sin precedentes. Durante la última etapa de su viaje acomete una improvisada excavación en el Templo de Rameses II en la que saldrá a la luz un santuario desconocido que durante algún tiempo llevaría su nombre.

Consciente de los peligros a que estaban expuestas las maravillas de un mundo casi irreal frente al turismo, los avances del mundo moderno, y el evidente desenfreno especulativo de las obras de arte, se convierte en una incansable defensora y mecenas de la investigación, preservación y conservación de los tesoros artísticos egipcios.

En el año 1882 propone a Reginald Stuart Poole, Director del Departamento de Monedas y Condecoraciones del Museo Británico, la puesta en marcha de un proyecto encaminado a explorar, inspeccionar y excavar en zonas de Egipto y Sudán, y publicar sus resultados. Y es así como en 1882 nace el aún hoy famoso Egypt Exploration Fund, precursor de la actual Egypt Exploration Society (EES) a la que me enorgullece pertenecer en mi calidad de "Full Member" (Socio Numerario), (Ver entrada de fecha 8 de diciembre de 2008 en este blog, dicada a la EES), en el que Edwards permanecerá como Secretaria General Honoraria hasta su fallecimiento 10 años más tarde. Hubiera sido feliz de saber que a su muerte su puesto sería ocupado por su amigo y colega Flinders Petrie, para mí, y para muchos otros más cualificados que yo, el omnipresente, indiscutible, y omnipotente Padre de la Auténtica Egiptología.

Y me cuesta hablar de Lepsius y su Denkmäler sin hablar a la vez de Breasted y su “Ancient Records of Egypt”. Ya que la lectura concatenada y simultánea de fragmentos de ambas obras nos puede llevar a un divertimento egipcio con perfiles pedagógicos. Digamos que una especie de solitario didáctico egipcio con el que, por poco tiempo, debo admitir, he disfrutado en un incipiente y precipitado deseo por mi parte de aprender a interpretar jeroglíficos antes que nada. Tarea ésta que, ahora me consta, ocuparía una buena parte, si no completa, de la vida profesional de cualquier individuo para adquirir un dudoso dominio de la compleja y variada escritura jerogífica cuyo origen y evolución bien merece un inciso antes de seguir con mis flirteos literarios con el binomio Lepsius/Breasted.

El término actual de "escritura jeroglífica" proviene del griego hieroglífica grammáta, "escritura de los grabados sagrados o divinos". Los egipcios la llamaban "escritura de las palabras de los dioses" y atribuían su invención al dios Thot. Para escribir la lengua egipcia se utilizaban cuatro sistemas de escrituras:

Jeroglífico

Usado desde finales del Período Predinástico (3.100 a.C.) hasta el siglo IV d.C., fue el sistema más empleado para escribir sobre los muros de los templos, tumbas y palacios.

Hierático

Del griego hieraticós, "sacerdotal", tuvo su origen en las formas cursivas y abreviadas de los caracteres jeroglíficos (jeroglífico cursivo) al escribirlos sobre papiros. También se conoce su utilización desde el Imperio Antiguo (3.000 a. C.) hasta el 470 d.C. Se usó, además, sobre otros soportes como cerámica, madera, telas y papiro; este último fue el soporte más utilizado. 

Demótico 

Del griego demoticós, "popular", también conocida por los primeros egiptólogos como "encorial", del griego egjoórios "indígena, autóctono". Los egipcios la denominaban "escritura de documentos" (o documental). El Demótico es una forma abreviada y modificada de la escritura hierática que al parecer comenzó a utilizarse a partir de la Dinastía Etiópica. En los tiempos de Ptolomeo fue usado como escritura para los asuntos de la vida cotidiana. Ocasionalmente, se encuentra en estelas de piedras y estatuas, como en la célebre Piedra de Rosseta.

Copto

Del el árabe gubti, siendo ésta una corrupción del griego Aiguptios "egipcio" (según W.V. Davies, 1993). El sistema de escritura copto deriva fundamentalmente del griego, salvo algunos signos que son adaptaciones de jeroglíficos egipcios, hieráticos y demóticos. La escritura cóptica solamente se utilizó para escribir el egipcio de la época cristiana.

(Opus interruptus.- Un problema ocular, del que llevo sufriendo hace tiempo, y que hacía del uso de Internet una tarea incómoda, se ha subsanado con una loable y brillante intervención quirúrgica que me permite tomar el relato donde lo dejé semanas atrás, por lo que pido disculpas a cualquier despistado que se haya armado de paciencia y valor, o que se haya sentido iluminado por algún extraño interés para seguirlo).

Volviendo a mis escarceos con el mencionado binomio Lepsius/Breasted,   la obra de este último titulada “Ancient Records of Egypt” consta de cinco volúmenes, con un total de unas dos mil páginas; los cuatro primeros cubren las dinastías I a la XXVI con páginas abarrotadas de notas a pié de página que enriquecen y abren puertas al investigador nato, mientras el quinto y último de ellos, titulado “Supplementary Bibliographies and Indices”, como su título indica, consta de dos partes: una, breve, sobre bibliografías suplementarias de la que es autor el Profesor Peter A. Piccione, junto a una Introducción que sitúa los comentarios históricos de Breasted  dentro de una perspectiva moderna. Estas bibliografías constituyen una valiosa guía para las traducciones posteriores y nuevos enfoques de las inscripciones que aparecen en el “Ancient Records of Egypt”. La segunda parte, mucho más amplía, consta de índices anexos sobre tópicos diversos tales como nombres de dioses, templos, faraones de Egipto, personajes, titulaturas, cargos, y rangos, índices geográficos, índices varios, índices generales en lengua egipcia, hebrea y árabe.

Finalmente, el último índice, Anexo XI que se titula “El Denkmäler de Lepsius y el Texto” (de Breasted) consiste en dos columnas: la de la izquierda nos ofrece un listado de las láminas del Denkmäler desde el Band III (o Tomo III) al Band XI (o Tomo XI) debidamente identificadas; la de la derecha nos ofrece un listado de sus correspondientes textos de las inscripciones traducidos al inglés, con su número de localización del tema e indicación numérica del volumen del  “Ancient Records of Egypt” en el que se encuentra. Por ejemplo, en uno se lee: Taf. 65, a, y frente a él, en la columna derecha, aparece: II 791-97. Su lectura es como sigue: Lámina 65 (ubicada en el Band V (Tomo V) del Denkmäler), elemento “a” (pues puede haber más de un elemento en la misma lámina), su texto jeroglífico traducido al inglés aparece en el Volumen II de Breasted, en los temas 791 y 792.
 
Pensando, ingenuamente por mi parte, que el aprendizaje de la escritura jeroglífica sería una tarea menor, empecé un curso básico de Egipcio Medio que pronto  dejaría a un lado, pero que, al menos, me alertó del volumen de la tarea que pretendía acometer y me permitió, con mis descritos cotejos Breasted/Lepsius,  identificar alguna que otra frase común y repetitiva, lo que me ilusionaba y me servía de preámbulo y acicate para seguir “picoteando” en el campo infinito de la Egiptología.

Tengo que recalcar, como comenta el Profesor Piccione que, dado los niveles restrictivos actuales de utilidad y fiabilidad, las traducciones de Breasted pueden aún utilizarse como lectura general y consulta improvisada, pero no para un estudio serio o un correcto análisis de los textos. Es, no obstante, en mi opinión, una obra magna por su extensión y su valioso y oportuno contenido en el tiempo, que se merece poseer como lo es la monumental obra de Richard Lepsius (1.810-1.884), ya mencionada, que se considera "la referencia más importante que se haya escrito sobre Egiptología".

Con respecto a la gramática egipcia, el referente sigue siendo la monumental obra de Sir Alan Gardiner “Egyptian Grammar. Como una introducción al estudio de los jeroglíficos", cuya Primera edición fue publicada en 1927, la Segunda en 1950, y la Tercera en sucesivas tiradas a lo largo de los años 1957, 1964, 1966, 1969, 1973, 1976, 1978, 1988, 1979, 1982, 1988, 1994. Difícil de encontrar, compre un ejemplar de esta Tercera Edición en uno de mis últimos viajes a Londres. Impresionante y de enorme interés para el estudio filológico de la lengua egipcia.Injusto sería pasar por alto una obra, pequeña de formato y gigante de contenido, como es “The Book of the Dead” de Sir E.A. Wallis Budge, publicada en 1899 en el Reino Unido, que he “picoteado” profusamente y me ha causado un gran placer y distracción. Consta de tres volúmenes en un solo tomo con traducciones de himnos y  textos religiosos que forman una colección de composiciones variadas que los egipcios tallaban en los muros de tumbas y sarcófagos, ataúdes y estelas funerarias, papiros y amuletos, etc., con el fin de asegurarse el buen estado de sus difuntos en el mundo del Más Allá de su tumba. Son traducciones de papiros y otros documentos que se encontraron principalmente en Tebas y, como conjunto, se les conoce como “La Recensión Tebana del Libro de los Muertos”; digamos que constituye la recensión de la gran obra funeral nacional que habría sido copiada por los escribas para ellos mismos, o para los faraones egipcios, reinas, sacerdotes y nobles, gentiles o no, ricos o pobres, desde 1.600 a.C. a 900 a.C., según se cita en el Prólogo de su obra. Estas traducciones habrían aparecido ya a finales del año 1897 en un tercer volumen que entonces se publicó bajo el título de “The Chapters of the Coming Forth by Day“(Los Capítulos de la Entrada del Día). El Volumen I incluye los capítulos I al XV; el Volumen II los capítulos XV al CXXXV; y el Volumen III los capítulos CXXXVI al CXC. Es pues, en mi opinión, una obra para un honroso lugar dentro de la bibliografía egipcia. Se trata de un ejemplar muy manejable por su formato, muy ilustrativo y didáctico, que facilita la labor del lector de familiarizarse con un elemento inportante: las viñetas, y sus significados, teniendo siempre en cuenta que los capítulos pueden no estar ligados entre sí y sirven a un objetivo propio, por lo que deben de considerarse como un corpus con alguna interrelación de sus elementos, o sin ella.

Es también interesante cotejar en paralelo las traducciones de Wallis Budge con las del Doctor Raymond Faulkner, estas últimas consideradas  hoy como la mejor hasta la fecha. Su lenguaje es ligeramente menos arcaico que el de Wallis Budge, lo que hace su lectura más fácil y agradable al lector al utilizar expresiones más próximas al inglés actual, a la vez que trata de dotarlo de ese sabor rancio propio de los diálogos con los dioses, de los himnos y de los rezos. Será por eso que, en cierto modo, y sin evaluar la debida fidelidad de la traducción a su original, o la falta de ella, en muchos casos me gusta el estilo y las expresiones que usa Wallis Budge más que las de Faulkner, con el riesgo de que esta opinión personal pudiera ser objeto de anatema por parte de algún egiptólogo integrista radical. Es posible que ese inglés más rancio y arcaico que utiliza Wallis Budge le haga a uno sentirse más cerca de los dioses que de los humanos. De cualquier forma, el trabajo de Faulkner es exquisito.

Y, mencionando al Doctor Raymond Faulkner, no puedo pasar por alto la impresionante labor de equipo y el uso de tecnología punta de la obra editada en 1994, en edición de lujo, por James Wasserman cuyo título original lee: "The Egyptian Book of the Dead" (The Book of Going Forth By Day), que incluye el "Papiro de Ani", escrito e ilustrado por escribas y artistas hacia el año 1250 a.C., a todo color, traducido por Faulkner, el mejor ejemplo existente de los textos conocidos colectivamente, como “The Book of the Dead”. El original lo adquirió el Dr. E.A.Wallis Budge en 1888 quien, para evitar problemas aduaneros, cortó el original en 37 trozos de igual longitud y al parecer los ocultó en los más insospechados lugares de su equipaje personal , de lo que se arrepentiría cinco años más tarde al darse cuenta que el burdo sistema de trocearlo había destruido la secuencia y relación entre texto e imagen.

Con la utilización de la más reciente tecnología de imagen por ordenador, y un cuidadoso análisis de su contenido, el Papiro de Ani quedó restaurado en su estado original, y presentado en forma de libro, con dobles páginas desplegadas para mostrar las figuras que adornaban los bordes, tal y como aparecían en un principio, conservando a su vez el concepto original que el milenario rollo de papiro tenía sobre "significado" y "movimiento".

“The Egyptian Book of the Dead”, del que el Papiro de Ani es sólo uno, consta de unos 200 “capítulos” que nos aportan los escritos espirituales más antiguos de la Humanidad; una colección de hechizos, encantos, himnos, oraciones e invocaciones.

La traducción de Faulkner incluye también capítulos que no aparecían en la traducción de Wallis Budge, así como una traducción del  significativo Capítulo 64 por el  Doctor Ogden Goelet, quien también proporciona un utilísimo Comentario lámina-a-lámina. Por vez primera en casi 3500 años el corpus del papiro se muestra completo, con 74 páginas de imágenes y textos en suntuoso color que incorporan tanto los últimos avances en Egiptología y Filología como en tecnología informática. Por primera vez en su publicación, estas imágenes atemporales y exquisitas han sido presentadas junto a una traducción al inglés en la misma página. Tenemos, pues, en nuestras manos, una reproducción facsímil al 59% (36 x 25 cm) del primer facsímil de Walis Budge, que es el que se aproxima más a lo que el original habría sido cuando se creó por vez primera. Su confección y contenido son impresionantes; como lo son la calidad y colorido de sus láminas. La obra es, pues, digna de un lugar privilegiado en cualquier bibliotecade lujo.

La valiosa aportación del Doctor Raymond Faulkner ha sido, pues, reconocida de forma unánime, y su obra en cuestión ha ocupado un vacío por largo tiempo añorado. Su traducción tiene necesariamente que  haber subsanado y rectificado antiguos errores, erratas u omisiones, puesto al día las actualizaciones, incorporado la información y los datos adicionales que hayan surgido de las numerosas investigaciones y análisis llevados a cabo a lo largo del siglo transcurrido desde la aparición, en 1888, de la traducción de Wallis Budge que, en mi modesta opinión, tiene el valioso mérito de haber mantenido su vigencia durante el tiempo necesario y retenido su encanto durante más de de un siglo.

El "Papiro de Ani" es el ejemplo más completo y ornado del pensamiento filosófico, religioso y espiritual egipcio descubierto hasta ahora, y supone una interpretación artística de los misterios de la Vida y la Muerte.

Y, a poco de despedirme, no quisiera olvidarme sin mencionar al notable egiptólogo y filólogo berlinés Kurt Heinrich Sethe (30/06/1869-06/07/1934) - discípulo de Adolf Erman, y de quien más adelante serían pupilos suyos, Polotski y Gardiner - y la tremenda importancia y atractivo de sus "Textos de las Pirámides", publicados en dos volúmenes en los años 1908 y 1910, con centenares de páginas repletas de jeroglíficos de inscripciones - tomadas a mano por el propio Sethe - que, como en los casos de Lepsius y Breasted, de las que muchas de ellas han desaparecido por completo debido, en parte, a la dureza de los agentes externos del país, y en buena medida, al total abandono por parte de las propias autoridades locales, el pillaje local, el saqueo indiscriminado, y la voraz especulación con estas obras de arte que, visto el estado actual de lo que aún queda en el país, uno no ceja en preguntase si lo que hoy nos permiten apreciar y disfrutar los prestigiosos museos británicos, franceses o germanos, donde a las obras de arte se les trata con exquisito mimo, justifica o no, en cierta medida, una gran parte de los espolios de llevados a cabo por grupos o estamentos paraestatales u “oficiales” a nivel internacional. Este ha sido y será siempre un tema controvertido.
Esto me hace reflexionar, y me trae a colación una cita de Carlos Marx en referencia al Canciller Bismark, artífice de la unión de Austria y Alemania: “……fue para Alemania lo que un par de gafas para un miope, que son una suerte el tenerlas y una desgracia el necesitarlas”.

Rodeado de esta maraña de nombres, lugares, personajes, miles de textos y libros para leer sobre temas tan diversos y dispersos, y sintiéndome en cierto modo desorientado, vino a caer en mis manos una historia del Antiguo Egipto que, al leer el Prólogo del que es autor su propio editor y contribuidor, Ian Shaw, con cuya obra estaba ya familiarizado – y a quien tendría el placer de conocer personalmente, junto al no menos conocido colega suyo, Paul Nicholson, más adelante, en Londres, durante la primera Junta General de la  EES (Egypt Exploration Society) a la que asistí como Full Member - comprendí que se trataba de un enfoque, totalmente distinto del de cualquier otra historia del Antiguo Egipto a las que había tenido acceso, que me atrajo por razones que a continuación expongo.

La obra está estructurada de forma que cubre por vez primera en un solo volumen 700.000 años del Antiguo Egipto, hasta la conquista romana.

El corpus de la obra se compone de quince secciones o capítulos numerados que abarcan otras tantas fases particulares de la historia del Antiguo Egipto.

Cada capítulo fue responsabilidad de un erudito en el tema que iba tratar, con la excepción de Ian Show y Alan B. Lloyd que se ocuparían del 1 y el 11, el primero, y el 13 y 14, el segundo. Es decir, la autoría recae sobre trece  profesionales de diferentes nacionalidades especializados en el tópico a desarrollar, lo que, de alguna forma, parece dotar a la obra de cierta variedad de criterios o enfoques propios de personajes diferentes que bebieron su formación y experiencia de fuentes diferentes .

Y finalmente, su más atractiva faceta consiste, como su propio autor expresa al principio de su Prámbulo:

“Este libro describe el nacimiento y evolución de la distintiva civilización de los antiguos egipcios, desde sus orígenes prehistóricos hasta su incorporación al Imperio Romano. En 1961, la obra de Alan Gardiner “The Egypt of the Pharaos”, ofrecía una visión fresca y detallada de la historia egipcia basada en los datos documentales y arqueológicos que se disponían en el momento. La historia de Gardiner se ocupaba, en especial, de las actividades de los faraones, los gobiernos y los altos cargos durante siglos, desde el comienzo del período faraónico hasta la llegada de los Ptolomeos. "The Oxford History of Ancient Egypt” (pues es ésta la obra objeto del Proyecto que nos ocupa y que acabo de terminar) sin embargo, se interesa no sólo de los cambios políticos, sino también del desarrollo social y económico, los procesos de cambio religioso e ideológico, y las tendencias en la cultura del material, ya sean en forma de estilos arquitectónicos, técnicas de momificación, o fabricación de cerámica. Esta visión histórica, de más amplio alcance, recurre a los nuevos tipos de evidencia que han estado disponibles desde que los arqueólogos han empezado a inspeccionar y excavar tipos de yacimientos que anteriormente habían sido abandonados”.

Bueno, después de esta contundente manifestación, más que un mero comentario, me pareció suficiente para apreciar que tenía ante mí el tipo de historia que buscaba; aquella que se basase en los verdaderos elementos que hicieron del Gran Egipto lo que fue: la economía, la administración, la religión, la cultura y, por supuesto, la propia sociedad y los ciudadanos que la componían. Poco se me apetecía entrar en divagaciones tanto sobre los amores de Cleopatra VII y Marco Antonio, como en los de la Reina/Faraón Hatshepsut con Senenmut, o en útópicas conjeturas sobre sus consecuencias en el desarrollo del país. Para eso, siempre nos queda Hollywood.

Todos estos argumentos me hicieron pensar de entrada en simplemente leerlo; pero luego pensé que podría intentar un resumen capítulo-a-capítulo de la obra completa; unas 500 páginas de texto en letra menuda, con enormes párrafos, escueto y duro, carente de estilo o fluidez, que se hacía pesado y aburrido y, a veces, se dejaba ver que algunos de los textos procedían de unos originales en idiomas distintos del inglés que habrían sido traducidos finalmente a esta lengua.

Hice un primer intento con el Capítulo 1, “Introducción: Cronologías y Cambio Cultural en Egipto” sin problemas, al tratarse de una mera introducción de consideraciones generales que podían ser resumidas, sin menoscabo del original, en un texto de inferior volumen al del original.

Pero en el Capítulo 2, “Prehistoria: Desde el Paleolítico a la Cultura Badariense”, nos enfrentamos con el verdadero problema. Esta vez no se trata de entelequias sino de hechos, fechas, períodos, acontecimientos, que no se podían resumir o postergar sin “matar” al mensajero. La versión o transcripción al español tenía que ser veraz y fiel en todos los sentidos a los textos originales, y considerar a éstos como un todo indivisible, obra de un sólo autor, eliminando así posibles diferencias de estilo. Y para acometer este reto tenía que estar preparado para ello, y aspirar a nota; y a nota alta. El trabajo de investigación se presentaba duro, y empecé por familiarizarme, mientras progresaba en mi trabajajo, con una terminológía peculiar, expresiones y nombres poco frecuentes, tanto de personajes como de herramientas o utensilios, con las que  el lector profano, pero iteresado, no tenía porqué esta familiarizado. Y ese ha sido el papel que he asumido en este Proyecto, en beneficio propio y de otros. Había casos en los que los autores daban por conocidos hechos, nombres, eventos, personajes o lugares que había que definir, interpretar e incluso ubicar.

Mi trabajo tendría que estar impregnado de mí y de mi forma de expresar algo, utilizando un lenguaje propio, directo, culto y fluido, distendido y fácil de asimilar para que la lectura de un tema técnico no resultase cansina. Los párrafos, más cortos, debían reducirse a unas diez líneas para evitar el hastío.

Seguí en esta línea con progresivas innovaciones como la introducción de preámbulos propios, impresiones personales, aclaraciones, definiciones de términos, conceptos y utensilios de uso poco común, identificaciones de ejemplares de la fauna y flora, explicaciones etimológicas de palabras poco comunes, identificación de personajes o lugares desconocidos para profanos, pero no así para los autores de los textos, y un largo etcétera de adiciones que engrosan el volumen final del trabajo en un proceso que he dado en definir como “aprender enseñando” o “enseñar aprendiendo”. Mi intención pues fue clara desde un principio: mi objetivo era que los lectores aprendiesen de mi trabajo a la vez que lo hacía yo que me estaba esforzando para mí mismo y para otros, de ahí que cualquier nombre, término o concepto que no me era familiar, lo investigaba a fondo, y lo compartía con unos lectores virtuales que esperaba que algún día se convirtiesen en reales.

Estoy, pues, satisfecho, pues con el enfoque de la obra original y del mío propio en la versión española, ya que su lectura te permite apreciar el cómo, el cuándo, el dónde y el porqué de lo acaecido en el Antiguo Egipto a lo largo de tres mil años; analizar las causas y extrapolarlas al mundo en que vivimos, que sigue siendo el mismo de entonces, ya que la Humanidad sigue teniendo las mismas carencias, las mismas apetencias, las mismas necesidades, las mismas ansias de poder y riquezas; y las resuelven de formas idénticas, si bien es cierto que se ajustan a las circunstancias que las rodean y a los medios de que se disponen.

A lo largo de esta confesión de razones e intenciones, es obvio que, debido a mi edad, al reducido tiempo que puedo dedicar a este mi último hoby como Cuidador que soy de mi esposa, y al inmenso panorama que se presenta al estudiante, al graduado, al licenciado y al doctor en materia de trabajo de investigación, sea en un despacho, o in situ con los pertrechos para el desierto, mis miras son cortas, y con este trabajo al que he dedicado tanto tiempo, siento haber cubierto mi expediente como mero aficionado, y nunca erudito, en este mundo de la Egiptología.

Dicho esto, volveré a mis añoradas lecturas pues con el volumen de material de que dispongo, tendré para mucho tiempo, e irán enfocadas más hacia los orígenes que a la evolución de la Egiptología, que me atrae en menor manera. Obvio decir que hay casos que desde luego me interesan, como ocurrió ante el aparente consenso sobre la K55 de que la moma encontrada pertenecía ciertamente a Akenatón, o la controvertida teoría desarrollada por el destacado egiptólogo norteamericano, Bob Briar Ph.D.,  paleopatólgo especializado en enfermedades de la Antigúedad y autor de numerosas autopsias en momias, quien en su libro titulado "The Murder of Tutankhamen" (Edición revisada en 2005), apoyado en pruebas científicas realizadas por reconocidos centros, puso a cabilar a medio mundo con pruebas avaladas científicamente sobre el probable asesinato del Faraón Niño, y el nombre de su autor; posibilidad que ya había sido considerada en más de una ocasión desde su primer ensayo con rayos X años atrás.

Para los iniciados, les podría interesar saber que mi primera Historia del Antiguo Egipto fue auditiva, y me pareció muy fácil de seguir en un inglés no muy americano, agradable y ameno, que de alguna forma bajé de Internet en la época en que se utilizaba el programa “emule” para bajar películas. El curso lo dirige el propio Bob Brier, y consta de 48 sesiones de audio de 30 minutos cada una; es decir, 24 horas lectivas que realmente valen la pena. Si alguien está interesado, creo que no debería haber complicaciones en conseguir una copia y cederla para fines puramente didácticos.

He encontrado un gran apoyo con el Museo Británico como socio que soy del grupo conocido como “The British Museum” Friends” utilizando su Base de Datos que me ha permitido incluir esos encabezamientos que aparecen en cada una de las llamadas Hojas Sueltas o Entradas, con ejemplares recibidos directamente del Museo, a los que se acompaña su correspondiente leyenda en inglés que en un principio empecé a traducir personalmente pero finalmente me pareció más apropiado su inserción original pensando que así ayudaría al lector a mejorar sus conocimientos de la terminología en lengua inglesa. Generalmente están relacionadas con la época del texto que encabezan; en otros casos, se trata de temas curiosos que pueden hacer la lectura más colorida y amena.

En resumen, nos encontramos ante una versión en español que reproduce de forma fidedigna los quince capítulos de que consta la obra original de Ian Shaw titulada “The Oxford History of Ancient Egypt”, reiteradamente mencionada como tal, en la que se ha utilizado un lenguaje acorde con el tema: veraz, correcto, fidedigno y fiel a su original, si bien más fluido, fácil de seguir y ameno que suaviza de alguna forma la ocasional dureza de un texto sobre un tema ya de por sí árido para el que el lector, si es profano en la materia, puede no estar preparado.

Se han incluido comentarios o reflexiones personales propias, notas aclaratorias, citas cuando ha procedido, definiciones de términos poco conocidos, étimos de vocablos poco comunes, listas pormenorizadas de faraones por períodos específicos, equivalencias o identificación de ejemplares de fauna o flora foráneos, localización de lugares, ciudades y estados de la época con sus equivalentes actuales, etc.

Pienso que la presentación de la obra en el blog invita a una lectura pausada y relajante, con párrafos no excesivamente largos ni frases o conceptos reiterativos. Y el listado, que encontrarán al final del Capítulo 15 que precede, les será de gran utilidad para la localización por fechas, dentro del corpus del blog, de las entradas de que consta cada uno de los quince capítulos del Proyecto.

No quisiera dejar mi blog de forma definitiva – a no ser en caso de force majeure  -  pues he tenido abandonada mi lectura desde hace, al menos, un par de años, y la añoro. Quizás podría publicar algunos artículos de actualidad de los que aparecen en el excelente boletín semestral de la EES titulado “Egyptian Archaeology” que recibo como socio. La EES nos envía también, una vez al año, un grueso volumen titulado “The Journal of Egyptian Archaeology” que viene publicando anualmente desde su fundación en 1882, que incluye artículos y/comunicados - yo diría que encaminados más bien a investigadores - sobre acontecimientos cotidianos, esporádicos descubrimientos in situ, comentarios sobre excavaciones en marcha, etc., cuyo contenido se escapa totalmente de mi experiencia de campo e interés actual pero son verdaderas joyas para investigadores interesados. EES dispone de una base de datos informatizada on-line que te permite visionar cualquier documento de su amplia biblioteca; como podría ser el primer número del mencionado volumen (Vol.1, No.1 Enero 1914).

Y quizás un último inciso para comunicar a aquellos que están en su inicio o poco más, que existe una editorial que publica unos libros de formato pequeño y unas 60 páginas de media, con ilustraciones en blanco y negro y color, de temas monográficos escritos por prestigiosos egiptólogos, como puede ser el titulado “Egyptian Faience y Glass”´del que es autor, Paul Nicholson, sin duda el mejor especialista del vidrio y la fayenza del momento.

Que yo sepa, deben tener en catálogo una treintena de títulos que yo adquirí en tandas, todos ellos monográficos, sobre temas todos de interés, tales como: Barcos y Embarcaciones, Fayenza y Vidrio, Alimentos y Bebidas, Animales de Hogar, Dioses y Mitos, Maquetas, Modelos y Escenas, Momias, Cerámicas, Shabtis, Templos, Textiles, Tumbas Cavadas en Roca, Ciudades y Pueblos, Carpintería y Muebles, Guerra y Armas, Medicina, Trabajos en Metal y Herramientas, etc. En mi opinión son de un valor didáctico enorme, y a unos precios asequibles que variaban entonces entre 4€ y 7€. Shire Publications Ltd. es la editorial, y podrán encontrarles en shire@shirebooks.co.uk

Aquellos que se hayan familiarizado con mi blog se habrán percatado que desde mi primera entrada de fecha 08/11/08 titulada  “El Vidrio en Egipto” la de fecha 08/12/12 titulada “Una Visita a la Egypt Exploration Society” (EES), hay un total de doce entradas de las que sólo una titulada “Cronología del Antiguo Egipto según Shaw” forma parte como Capítulo 1 del total de 15 de que se compone el corpus objeto del Proyecto. El resto, unas once, son artículos específicos de Egiptología con la excepción de una de carácter personal, titulada “No quiero...” Llanto por la muerte de un ser querido, por lo que quedan diez a las que hay que sumar tres más adelante, que también pertenecen a este grupo, lo que hace un total de trece las no relacionadas con el corpus de la obra.

Y de estas trece, las más leídas han sido: “La Cuadrícula en el Arte Egipcio” (05-03-09) y  “El ba, el ka, el akh, el Nombre y la Sombra” (14-11-08).Yo recomendaría, además, la titulada “Visita a la Egyptian Exploration Society….y algo más” (08-12-08) por el peso que lleva y ha ido llevando desde el año de su fundacón en 1882 en mantener la Egiptología a la altura que merece y seguir allí, en los yacimientos, con más ahínco e ilusión cada día. Me consta que de ellos se puede aprender mucho y su autoridad en esta materia es internacionalmente reconocida. Y, finalmente, la titulada “Solidaridad en el Nilo” (15-11-08), que idealiza nuestra visita a tierras faraónicas, donde vivimos días de vino y rosas a miles de años de distancia de nuestro hogar, perdidos como un grupo de escolares en un mundo irreal y lejano, con la tangible sensación de que lo que nos rodeaba no era el Egipto actual sino el de cualquiera de los milenios pasados.

Y sin más que contarles que pueda ser de vuestro interés, me retiro. Espero que mi trabajo haya aportado algo a algunos, pues conmigo lo ha conseguido. Y lo que voy a hacer ahora, lo crean o no, es leerlo. Y espero disfrutarlo. Habrá que hacer alguna que otra poda de erratas y limpieza de errores, omisiones, dudas, correcciones, que culminará con la consiguiente insatisfacción final. Y ordenar y racionalizar esa la Bibliografía que he dejado desatendida. Todo ello me mantendrá mi trabajo vivo.

Un cordial saludo y un fuerte abrazo para vosotros, compañeros, reales y virtuales, con el deseo de que mi trabajo os haya podido aportar algo que, por su enfoque y estructuración, pienso que puede gozar de una larga vida.

 
RAFAEL CANALES DE MENDOZA

Benalmádena-Costa, a 24 de diciembre de 2012 





















sábado, 7 de julio de 2012

El Período Romano (30 a.C.–395 d.C.) Administración, el Ejército, la Economía, Religión, Artesanía y Oficios, Demografía, Naturaleza del Egipto romano. Epílogo



Máscara de momia de cartonage dorado
Período greco-romano egipcio
Finales siglo I a.C.- Principios siglo II a.C.
 (Pinchar)
Mummy masks are a depiction of the head and chest of the dead and were worn over the wrapped head of the mummy. They were principally used to protect the deceased's face but could also act as substitutes for the mummified head should it be damaged or lost.
Egyptians believed that the spirit or ba survived death and could leave the confines of a tomb. The mummy mask therefore provided the means for the returning ba to recognize its host - whose face was hidden by layers of bandage - and it is therefore odd that mummy masks were rarely particularized portraits. Accordingly, this example has idealized features.
The use of gold was connected to the belief that the sun god Re, with whom the mummy hoped to be united, had flesh of pure gold. The mask was created from layers of wet linen gummed together, usually shaped over a mould and then given a thin outer coating of plaster. Once it had hardened, it could then be gilded or painted. The broad collar with its strings of beads and inscribed headband was applied in slightly raised relief. The latter is inscribed with a funerary text and the top of the mask is decorated with a winged scarab beetle to associate it with the sun god. The back of the wig is decorated in polychrome with a row of deities, a ba and falcon with outstretched wings and seven short columns of near unintelligible hieroglyphs. (Base de Datos del Museo Británico)
A modo de preámbulo ex profeso

Con esta nueva “Hoja Suelta", estamos iniciando un período que cubre más de cuatro siglos de la historia del Antiguo Egipto como provincia romana, a la vez que ponemos “un punto y final” a este mi Proyecto - que inicié en noviembre de 2008 - de transcribir al español la tan reiteradamente mencionada obra del Profesor Ian Shaw, “Oxford History of Ancient Egypt”; la única historia que proporciona una cobertura histórica detallada de Egipto desde principios de la Edad de Piedra  hasta su incorporación al Imperio Romano.

Los autores de cada uno de los quince capítulos de que consta el corpus de la obra, resaltan la principal secuencia de los más destacados eventos políticos, sociales y culturales, sin olvidar un minucioso examen de los tres períodos llamados “intermedios”, conocidos en épocas más lejanas como las “Edades Oscuras”.

El Proyecto, no obstante, además de ajustarse fielmente al original en inglés, se ha ampliado de forma significativa con la adición de citas, aclaraciones de conceptos de dudosa interpretación, reflexiones y comentarios personales, definiciones de términos ajenos al lector profano, tanto de la flora y la fauna como de la propia arqueología, así como documentos gráficos con sus correspondientes leyendas procedentes de fuentes solventes, en su gran mayoría de la prestigiosa Base de Datos del Museo Británico en Londres.

El trabajo  original que constituye este último capítulo ha estado a cargo del Profesor David Peacock, de la Universidad de Southampton, famoso por sus trabajos en el análisis de la cerámica y la piedra.

Está particularmente interesado en el mundo clásico y las formas en que un estudio de las sociedades modernas puede ayudarnos a entenderlo mejor.

Actualmente dirige las excavaciones de Quseir al-Qadim (Myos Hormos), en la costa egipcia del Mar Rojo, y anteriormente lo hizo en Mons Porphyrites y Mons Claudianus, también en Egipto. Ha publicado numerosos libros incluyendo "Pottery in the Roman World: an Ethnoarchaeological Approach"; "Amphorae and the Roman Economy" (con DF Williams); "Survey and Excavations at Mons Claudianus" (dos volúmenes con V.A. Maxfield) y "The Archaeology of Stone".

Introducción

Habrá muy pocos eventos históricos que sean más conocidos que el idilio amoroso entre Marco Antonio, triunviro de Roma, y la bella y talentosa Reina Cleopatra VII de Egipto. Su asociación con Cleopatra puede que no hubiese carecido de motivos políticos, ya que Roma tenía mucho que ganar fomentando las buenas relaciones con Egipto cuya riqueza era proverbial. A la larga, sin embargo, esta relación le supondría un conflicto con su astuto, decidido, cuñado Octavio. El problema se resolvió finalmente en la batalla de Actium, librada en septiembre de 31 a. C., y un año después, Octavio, que en 27 a. C. cambió su nombre por el de Augusto, entraría por primera y última vez en Egipto. Egipto, tierra de faraones y de sus sucesores helénicos, los Ptolomeos, era ahora parte del Imperio Romano.

Egipto era un mundo aparte; un exótico y distante lugar del Imperio, quizás más extraño que cualquier otra provincia. Allí, la cultura faraónica florecía y el visitante del Egipto romano se habría sentido como dentro de una cápsula del tiempo; las vistas, los sonidos, y las costumbres del Egipto romano habrían tenido más en común con la civilización faraónica que con la Roma contemporánea. Los templos, aún se construían en su estilo original. La escritura jeroglífica, continuaba usándose, y el egipcio lo hablaba el pueblo, si bien la lengua franca era el griego.

Cleopatra fue, que se sepa, el único gobernante greco-romano de Egipto que aprendió egipcio, y era, además,  una de las muchas lenguas que dominaba. Otro indicio de la profundidad de la ampliamente difundida cultura faraónica es la persistencia de la momificación como rito funerario y la continua veneración a los dioses. La especial naturaleza del Egipto romano es innegable. Existe un creciente cuerpo de eruditos que consideran que la “Romanidad” de Egipto constituye su aspecto más significativo.

Si este es el caso o no, las diferencias culturales existen, y no deja de sorprender que Roma adoptase una actitud con Egipto  más bien hostil y sospechosa. A  los senadores romanos se les prohibía entrar al país, y a los egipcios nativos se les excluía de la Administración. Es significativo que la única ciudad egipcia fundada por Roma fuese Antinoopolis, en el Egipto Medio, junto a El Nilo. La fuerza que impulsó tal fundación fue Adriano, uno de los pocos emperadores que alguna vez visitaron el país. Su idilio amoroso con Egipto se ve reflejado en la gran villa que  creó en el siglo II a.C., en Tibur (actual Tívoli), como lugar de retiro de Roma, donde pasó los últimos años de su vida y desde donde gobernó el Imperio. Conocida comúnmente como “Villa Adriana”, en ella intentó recrear los jardines de Canopus, ciudad costera egipcia situada en el Delta de El Nilo, a unos 25 km de la actual Alejandía. La villa fue el más grande ejemplo romano de un jardín tipo alejandrino, recreando un paisaje sagrado. Era como una pequeña ciudad con palacios, fuentes y varias termas, bibliotecas, teatro, templos, salas para ceremonias oficiales, y habitaciones para cortesanos, pretorianos y esclavos.

Apesar de su apariencia inusual, Egipto ha asumido un role especial en nuestra forma de entender el  imperio romano. El clima seco le había facilitado la conservación de una riqueza en testimonios de la que carecen otras regiones más atemperadas. Es, por ejemplo, un repositorio de evidencias escritas tal que raras veces se encuentra en ninguna otra parte. Las más conocidas son los papiros, que ofrecen una visión interior sin parangón de los de los negocios y de la vida cotidiana del Egipto romano. Uno de los lugares más famosos y productivos es la localidad de Oxyrhynchus, cerca de El Nilo, a unos 200 km al sur de El Cairo. En 1897 dos eruditos de Oxford, Grenfell and Hunt, comenzaron a buscar información en los escombros de la vieja ciudad (sebakh en árabe) con la esperanza de encontrar papiros. Su trabajo resultó ser un regalo para la papirología ya que los documentos publicados hasta ahora ocupan casi sesenta volúmenes y hay casi la misma cantidad que espera su estudio.

Egipto es también el país más importante para las ostracas, documentos escritos en cascotes en lugar de papiros. Entre 1987 y 1993 las excavaciones en el fuerte de Mons Claudianus, en el Desierto Oriental, depararon más de 9.000 ostracas, la mayor colección de cualquier otro lugar del mundo antiguo. Por vez primera, se documentaron operaciones de cantería, y se nos ofrece una visión interior única de las provisiones y logística de una importante operación romana en el desierto.

Pruebas documentales aparte, los yacimientos de las ciudades egipcias y sus tumbas con frecuencia aportaron material orgánico que rara vez se encuentra disponible en cualquier otro lugar. Los textiles suelen estar bellamente conservados, junto a la cestería y el cuero, además de cuantiosos restos de alimento. Desgraciadamente, el potencial de este material tiene aún que ser totalmente evaluado, ya que con demasiada frecuencia ha sido desechado en favor de la evidencia escrita. Así pues, parece que Grenfell y Hunt apartaron este material para su uso como fertilizante para el fellahin (campesino o labrador en un país árabe, como Siria o Egipto). Recientes excavaciones, tales como las de Mons Claudianus, están empezando a rectificar esta incoherencia de criterios.

Administración

El Egipto romano estaba dividido en una treintena de unidades administrativas llamadas “nomes”, sistema heredado de la precedente era Ptolemaica. Cada unidad tenía un gobernador  o strategos, nombrado por, y responsable a, el Prefecto o gobernador de Egipto, vía uno de cuatro epistrategoi: los administradores regionales. El Prefecto estaba asistido por procuradores, responsables de las finanzas, y por otros funcionarios.

Cada nome tenía su propia capital o metrópolis donde estaba ubicada la sede del gobierno. Desgraciadamente poco se sabe sobre todo esto ya que la topografía del Egipto romano ha sido poco estudiada. Los dos que mejor se conocen son Oxyyrhynchus y Arsinoe, y por consiguiente la evidencia se deriva de papiros. Parece que se trataba de lugares de cierta sofisticación y riqueza. En consecuencia, Oxyyrhynchus tenía un pabellón de deportes, baños públicos, un teatro, y unos veinte templos, mientras Arsinoe tenía agua corriente suministrada por dos embalses a los que se bombeaba agua desde uno de los brazos del Nilo.

Durante los dos primeros siglos d. C., los nomes y sus metrópolis disfrutaron poco de autogobierno, pero en 200 d. C., Septimio Severo ordenó la creación de los concejos urbanos en cada nome, un paso para ascender a las metrópolis de su categoría a la de municipia (siendo un municipium, en esencia, una ciudad con autogobierno). Esto, sin embargo, provocaría un resentimiento considerable, ya que el aumento de responsabilidades venía acompañado de un incremento de las cargas financieras para los titulares con cargos públicos.

Bajo dominio romano, todos los varones entre la edad de 14 y 60 años estaban obligados a pagar anualmente un impuesto al sufragio. Los ciudadanos romanos estaban exentos, si bien es probable que representasen sólo una parte menor de la población. Las clases alta, los ‘metropolites’, pagaban a un nivel reducido. En consecuencia, la clase, era un tema con ciertas consecuencias y a la edad de 14 años, a un joven ‘metropolite’ se le requeriría presentar sus credenciales.

El Ejército

Como en otras provincias, el principal agente de control era el ejército. La evidencia epigráfica y papirológica que Egipto nos proporciona completa un cuadro sin par del funcionamiento de un ejército de provincia, a lo que podría añadirse la evidencia arqueológica de las fortalezas desde las que el ejército solía operar. Muchas, conservadas por el desierto, aún se alzan hasta el remate de sus muros.

Una de las destacadas fuentes históricas más antiguas sobre la disposición de tropas era Estrabón (17.I.12), quien, en un pasaje muy citado, manifiesta:

“Hay tres legiones de soldados, una en la ciudad y las otras en la ‘chora’. Además hay nueve cohortes romanas, tres en la ciudad, tres en la frontera con Etiopía, en Syene, como guardianes de aquellos lugares, y tres en otros lugares de la ‘chora’. Hay tres unidades de caballería que igualmente están localizadas en lugares estratégicos”.

(N.B. La chora o khora (en griego χώρα, khōra) designaba, en la Antigua Grecia, el territorio de una polis. Esta se componía de la propia ciudad (asty) y de la chora. No obstante, los dos términos no se oponían como en el caso de ciudad y campo de nuestros días. La chora no estaba sometida a la ciudad; era complementaria: los que vivían en la ciudad lo hacía a menudo de sus tierras en la chora, e inversamente, mucha gente poderosa habitaba en la chora.

Era una zona predominantemente rural, con pequeñas ciudades y aldeas, incluso pequeñas poblaciones que no tenían el estatus de ciudad y que dependían de otra más importante).
(N.B. Una cohorte romana era una unidad táctica constituida en general de un solo tipo de soldados en el ejército romano, y fue creada con las reformas de Mario. Más tarde, antes del Principado, este término adquirió un sentido más amplio y definió a una unidad militar).

La ciudad es, por supuesto, Alejandría, donde el fuerte de Nikopolis, a unos 5 km al este del centro, se mantuvo en pie hasta finales del siglo diecinueve. Hoy sólo quedan unos pocos fragmentos en el palacio de Khedival  construido en el lugar, y todo lo demás, arrasado. Parece que hubo otra legión destacada en la fortaleza de Babilonia (cuyos fragmentos pueden aún verse en los terrenos del Museo Copto, en El Cairo), mientras que la tercera tenía el cometido de proteger a Thebaid. Las legiones desplegadas incluían a la XXII Deiotariana, la III Cirenaica, la II Traiana, y la XV Apollinaris.

Estrabón es bastante menos explícito con las unidades auxiliares, pero aquí sí es posible completarlas en detalle mediante una variedad de fuentes tanto de dentro de Egipto como de fuera. Esta evidencia incluye dedicatorias, diplomas, lápidas funerarias, y otras inscripciones, así como papiros y ostracas, estas dos últimas más o menos limitadas al propio Egipto. Durante los tres primeros siglos d. C., parece que habrían sido, de media, entre tres y cuatro alae (unidades de caballería) las destacadas en el país, así como ocho cohortes lo que coincide extraordinariamente bien con la exposición de Estrabón.

Las unidades se movían desde una parte del imperio a otra, y entre diferentes lugares dentro del propio Egipto, y hay casos en los que es posible reconstruir su historia. Así pues, el ala Vocontorium es una de las primeras y mejor avalada unidad auxiliar en Egipto. Parece ser que antes de 60 d. C., habría estado ubicada en el área de Koptos y también hay evidencia de su presencia en el fuerte de Babilonia en 59 d. C. Durante el período flaviano pudo haber prestado servicio en la frontera alemana, regresando a Egipto hacia 105 d. C. Más tarde sería desplegada en el Desierto Oriental, en Mons Porphyrites (116 d. C.), luego de nuevo en el Valle del Nilo, hasta que desaparece de los registros en 179 d. C.

Otro ejemplo es la cohorte II Ituraeorum, que confirmada en Syne (Aswan) en 28 d. C. y 75 d. C. y más tarde en varios otros lugares en la zona de Syne, antes de ir a parar en Mons Claudianus en 223-5 d. C.

(N.B. Una "cohorte romana" era una unidad táctica constituida en general de un solo tipo de soldados en el ejército romano, y fue creada con las reformas de Mario. Más tarde, antes del Principado, este término adquirió un sentido más amplio y definió a una unidad militar. Una legión romana constaba de 10 cohortes numeradas del I al X. Una cohorte (en latín: Cohors) estaba compuesta de 3 manípulos; cada manípulo estaba formado por 2 centurias. En cambio, la cohorte I estaba compuesta de 5 centurias dobles).

Las tareas que el ejército tenía que llevar a cabo eran variadísimas. La defensa del Imperio era, obviamente, importante. Según Estrabón, las zonas al sur y al este Egipto estaban pobladas por tribus que eran en su mayoría identificadas por su alimentación. Hay pocas dudas de que las tropas destacadas en Syene /Aswan) habrían sido cambiadas para protección de los límites del estado en el sur. De igual manera, la seguridad del desierto bien pudo haber sido, en alguna medida,  responsabilidad de las unidades con base a todo lo largo del Nilo, en el Alto y Medio Egipto. Ciertamente había fuertes tanto en el Desierto Oriental como en el Occidental, pero parecen que estaban relacionados tanto con las explotaciones mineras y la promoción del comercio como con la seguridad.

Por otra parte, el ejercito destacado en Egipto asumió un importante role en la mayoría de las campañas militares del este, tales como la anexión de Arabia en 106 d. C., y en la Guerra Partiana de Trajano (de Partia, región al nordeste de Irán). También se le requirió para reprimir las revueltas judías en el primero y segundo siglo d. C. Aquí, las legiones de Nikopolis, y las unidades destacadas en Pelusium en el norte del Sinaí, habrían jugado un papel significativo pues podían desplazarse con relativa rapidez a los puntos conflictivos del este. Alejandría fue, sin duda alguna, la base militar clave. A las legiones con base cercana, les habrían sido asignadas el control de la indomable muchedumbre alejandrina, protegiendo a esta joya de ciudad de cualquier posible ataque, ejerciendo una función policial en el campo, y asumiendo una función en problemas del imperio de mayor envergadura.

(N.B. Las Guerras Romano-Partianas (66 a. C.–217 d. C.) fueron una serie de conflictos entre el Imperio Partiano y los Romanos. Fue la primera serie de conflictos en lo que serían 719 años de guerras romano-persas).

De hecho, el role más importante del ejército en todas partes era actuar como una fuerza policial. Hay un número respetable de ostracas, principalmente con referencias al Desierto Oriental, que especifican servicios de vigilancia y de manipular las skopeloi o torres vigía. Parece ser que los guardias estaban organizados en dekanoi, que eran controlados por curatores, quienes, a su vez eran responsables ante los centuriones. Al parecer, el movimiento por las carreras del desierto habría estado estrictamente controlado, necesitándose autorizaciones escritas en ostracas o quizás algunas veces en papiros. Indudablemente esto era una medida encaminada a limitar el bandidaje por el que Egipto era notorio.

Este imperecedero problema tuvo que haber sido una preocupación mayor para el ejército, con unidades de soldados bajo el mando de los strategos a la caza tanto de bandidos como de simpatizantes del pueblo en general. El bandidaje habría sido particularmente prevalente en las zonas montañosas del Desierto Oriental, donde habría tenido suficiente oportunidad para ocultarse, y para desvalijar las lujosas caravanas orientales  que viajaban de Bernice o Myos Hormos (Quseir el-Qadim) en la costa del Mar Rojo de El Nilo. Esto, indudablemente, da cuenta de la cadena de fuertes   entre Bernice y Koptos, y en particular, de las fortalezas y torres vigía  en la carretera  entre Quseir el-Qadim y Koptos.

Parece que el ejército estuvo involucrado en muchas otras actividades, como en la supervisión de los botes de grano que viajaban Nilo abajo a Alejandría, protegiendo a los siempre impopulares recaudadores de impuesto mientras hacían sus tareas, y suministrando y supervisando las actividades en canteras y minas en el desierto. Aquí, la evidencia de Mons Claudianus sugiere que vivían junto a los ciudadanos y eran parte integrante del sistema de extracción. Estaban a cargo, entre otras cosas, de la supervisión de los skopeloi, del cuidado de los enseres tales como herramientas de hierro, y, quizás, con el mantenimiento de las estructuras.

La Economía

Hay tres aspectos de la economía del Egipto romano relacionados entre sí. El más importante es la producción agrícola del Valle del Nilo y del Delta. La fecundidad de Egipto era bien conocida y la ciudad de Roma dependía fuertemente de los barcos de trigo alejandrino para alimentar a su abundante población. Una segunda faceta es la extracción de mineral, enfocada mayoritariamente, pero no exclusivamente, en el Desierto Oriental. Aquí, el oro se había explotado desde los tiempos faraónicos, pero durante el Período Romano también era una fuente de piedras exóticas tales como el granito del foro y el pórfido imperial. El granito rojo de Aswan tiene una larga historia de explotación y no sorprende que fuese también una de las piedras más decorativas usadas por los romanos.

El tercer aspecto de la economía es el role que Egipto asumió en la articulación del comercio romano. Alejandría era, por supuesto, una de las ciudades comerciales del mundo antiguo, pero Egipto goza de una ubicación privilegiada con acceso tanto al Mediterráneo como al Mar Rojo, que a su vez nos lleva al Océano Índico, y aún más allá. Así que el país jugó un destacadísimo papel en el comercio de Roma con el Oriente: con India en particular y posiblemente incuso con China.

Para la gente de hoy Egipto forma una cinta de tierra que finalmente se expande en un triángulo en forma de Delta. Aquí es donde la población vive y trabaja, y es aquí donde el alimento se cría. Hoy en día, como en el pasado, la tierra fértil produce un excedente. La causa de esta fertilidad no es, por supuesto, el clima, ya que las precipitaciones son inapreciables, sino por el río Nilo. Antes de la construcción de la primera presa de Aswan, El Nilo haría reventar sus bancos año tras año depositando una fresca capa de rico limo en la superficie de los campos. Tan importantes eran estas crecidas que sus alturas se medías unos nilómetros  especialmente construido, cuyos ejemplos romanos pueden verse en, por ejemplo, Aswan y Luxor, con uno muy bello, medieval, en El Cairo. El nivel de impuestos se ajustaba según la altura del agua: una buena crecida prometía una buena cosecha, y la población podría tolerar impuestos más altos. Plinio, en su (Historia Naturalis,5.58) es bien específico acerca de la importancia del alimento:

“Una crecida media es de siete metros. Un volumen de agua inferior, no alcanza a regar todas las localidades, y una mayor, al retirarse muy lentamente, retrasa la agricultura; ésta consume el tiempo para la siembra a causa de la humedad del suelo, mientras aquella no deja tiempo para la siembra porque el suelo está seco. La provincia toma cuidadosamente nota de ambos extremos: en una crecida de cinco metros y medio, se percibe la hambruna, e incluso en una de seis metros se empieza a sentir el hambre, pero seis metros y medio trae alegría, seis y tres cuartos, confianza total, y siete metros, placer".(transcripción de A. Bowman). 

La dependencia de Roma del grano egipcio tiene una larga historia que se remonta a los Ptolomeos, cuando, ya a principios de 211 o 210 a. C., Roma requirió de Ptolomeo IV  un cargamento de grano. La llegada de los barcos de grano alejandrinos se convirtió en un importante elemento en la economía de Roma sobre la que el destino de los emperadores pudiera depender. Bajo Augusto, puede que llegase a 20 millones  de modii (muy por encima del millón de toneladas). El comercio del maíz formaba parte de la annona, el impuesto en especie que Roma recaudaba de las provincias productoras. Existe alguna evidencia que sugiere que incluso el coste del transporte del estado al Nilo tenían que soportarlo los propios productores. 

El suministro de grano desde las zonas de cultivo a los almacenes de Alejandría era una operación cuidadosamente regulada. La carga la supervisaba el sitologos (funcionario del maíz) asistido por el antigrapheus (administrativo) y por un ayudante financiero.

Una muestra sellada o deigma se le confiaba al capitán del barco para su entrega junto el envío. Esto era un cheque contra una posible adulteración o sustitución de la carga por otra de más baja calidad durante el viaje. En cualquier caso, parece que constituía una práctica normal la presencia de un soldado a bordo durante la travesía. A su llegada a los grandes graneros de Alejandría, el maíz quedaría bajo la custodia de procuradores romanos especiales quienes, con su equipo, se harían responsables de su seguridad y condiciones.

Los barcos de maíz generalmente solían dejar Alejandría en mayo o junio y el viaje a Roma, en contra de los vientos predominantes del norte, podría durar un mes y quizás dos. La ruta sería a lo largo de la costa africana norte o al corte de Chipre, luego acariciando la costa sur de Turquía. El regreso, con viento de cola, tardaba unos quince días, con los barcos viajando “a la velocidad de un caballo de carrera”, como el emperador Cayo pretendía. En ambos casos, la travesía no estuvo nunca exenta de riesgos, como vívidamente ilustra el naufragio de la Saint Paul en Malta.

Arqueológicamente, sabemos muy pocos de los centros rurales productores de este maíz, pero los papiros conocidos como Heroninos permiten una reconstrucción detallada de la operativa de uno de ellos durante el siglo tercero d. C., el centro rural de Appianus, en el-Faiyum. Al parecer, su propietario, Aurelius Appianus, era un terrateniente de cierta posición, con bienes comparables a los de los senadores romanos. Sus administradores centrales, obligados mediante mecenazgo, eran reclutados de entre los concejales municipales y terratenientes del nome, y por debajo de ellos estaban los phrontistai, o gerentes de producción, probablemente reclutados de familias rurales ricas, que quizás trabajaban para varios centros rurales simultáneamente. La mano de obra provenía de un núcleo de trabajadores a tiempo completo suplementada por obreros extras cuando se necesitasen. Parece ser que el suministro de mano de obra pagada procedente de las clases más pobres del Egipto rural resultase innecesario y poco rentable buscar mano de obra esclava.

Había tres categorías de trabajadores a jornada completa: los paidaria, los oiketai, y los metrematiaioi. Al parecer, a los de las dos primeras categorías se les contrataba por vida y quizás se les proporcionaba vivienda gratis, mientras que los metrematiaioi eran aldeanos independientes contratados para trabajar un cierto número variable de años. Los trabajadores eventuales procedían de diferentes ambientes, con frecuencia de fuera del lugar.

El principal objetivo de la unidad era la producción de vino para su vente exterior. Los otros cultivos se realizaban para proporcionar alimento para los empleados, pienso para los animales de tiro, y grano para los impuestos. Todos ellos eran necesarios para permitir el funcionamiento económico del estado. Parece, pues, el grano por el que Egipto era conocido se producía como parte de un complejo y sofisticado sistema de cultivo que obtenía beneficios de otras maneras. 

Los recursos minerales del Desierto Oriental eran conocidos y explotados en los tiempos faraónicos, Por ejemplo, las minas de amatistas de Wadi el-Hudi dieron lugar a una estela que deja constancia del uso del ejército en minas operadas bajo Senusret I del Imperio Medio. Más aún, el templo de Sety I en Abydos se le concedió privilegios en las minas de oro del Desierto Oriental, una cuadrilla de trabajadores para llevarse el oro, y un acuerdo en las propias minas. Éstas pueden muy bien ser las minas de Umm el-Fawakhir en el Wadi Hammamat, todavía en uso a finales del siglo XX. Un impresionante papiro en el Museo Egipcio de Turín muestra un mapa que supuestamente representa la zona.

El interés en los recursos minerales, en particular el oro, persistió todo el Período Ptolemaico y continuó en tiempos romanos. Hallazgos de cerámica de brillo negra en yacimientos tales como Abu Zawal, a unos 20 km al oeste de Mons Claudianus, sugieren que ésta, y probablemente otras minas, se establecieron antes de la conquista romana, si bien, indudablemente, continuarían operando después. 

Los yacimientos de oro han sido poco estudiados, pero su aspecto es bien distintivo. Normalmente hay un grupo de pequeños cobertizos rodeado de cúmulos de piedras, y hay evidencia por todas partes de herramientas utilizadas para triturar la cuarcita de la que se extraerá la mena. La herramienta principal parece ser un antiguo dispositivo para moler el grano, tipo “quem silla de montar” curvado, muy bien elaborado, con una pesada piedra superior con forma del gorro de Napoleón, cuyas alas servirían de asideras. Se necesitaría agua en abundancia para separar la veta de la ganga, y algunos yacimientos, de los que Abu Zawal es característico, tenían un pozo considerable que era el centro del complejo. En otros casos, la roca triturada se llevaba a otro lugar donde se separaba.

El geógrafo griego Agatharchides pudo ser testigo del método utilizado para extraer el oro en sus visitas a las minas en el siglo segundo d. C. Su trabajo original se ha perdido, pero por fortuna su descripción se ha conservado en los escritos de Diodoro Sículo. Él nos cuenta que la roca se partía mediante calentamiento al fuego  y el uso de martillos. Entonces, se trituraba con grandes morteros de piedra al tamaño  un guisante, después de lo cual se machacaba hasta obtener un polvo fino en molinillos de mano antes de su lavado con agua sobre una superficie inclinada, para separar así el oro de la roca. Presumiblemente, los “quem  silla de montar”, ya mencionados y ahora tan evidentes en estos yacimientos, se utilizaban para la  molienda final.

La cantería tiene también una ascendencia ancestral en Egipto. El más célebre ejemplo debe ser el del complejo de Aswan, ahora muy alterado y edificado por la expansión de la nueva ciudad. Aswan produjo una variedad de rocas graníticas, siendo la más conocida el granito rojo o rosa. Durante el período faraónico se usaban para la fabricación de sarcófagos, obeliscos, y para los remates (Piramidión) de las grandes pirámides de Giza, quizás porque el color rojizo sugiere El Sol.

(N.B. Piramidión o piramidón, pieza pétrea de forma piramidal que se situaba en la parte más alta de los obeliscos y pirámides, o cúspide; simbolizaba el lugar donde se posaba el dios solar Ra o Amón-Ra, en la cúspide del monumento como punto de unión entre el Cielo y la Tierra).

Durante el Período Romano, las canteras continuaron sin disminuir, y las columnas talladas en granito de Aswan se encuentran en cantidad cercanas a las orillas del Mediterráneo. Es, de hecho, una de las “tres grandes” rocas decorativas del mundo romano, a la par con el granito violetto de el Troad (nombre histórico de la península de Biga, moderna Turkish) y  el Cipollino de Grecia.

El éxito de Aswan es claramente el resultado de su ubicación a orillas de El Nilo. Los productos se podían cargar fácilmente en las barcazas e ir flotando hasta Alejandría, donde serían transferidas a los lapidariae naves, barcos de piedra especiales usados para el transporte de cargas muy pesadas al otro lado del Mediterráneo. Otras canteras de reconocido éxito como las de arenisca en Gebel el-Silsila, o aquellas para el “alabastro egipcio” (o alabastro de calcita) en el Egipto Medio, estaban también situadas muy próximas a El Nilo (aunque las principales canteras de alabastro de calcita en Hatnub estaban al menos a día y medio de viaje, y posiblemente incluso más cuando se transportaban grandes bloques). En Aswan, parece que habrían tenido una vida más larga, pues los romanos continuarían con la tradición  milenaria de la cantería. Por razones logísticas obvias, la cantería a gran escala de la piedra del desierto remoto (para su uso en construcciones o escultura) la evitaron los faraones, con la excepción del bekhen, una arenisca “greywacke” (variedad caracterizada por su dureza) procedente de Wadi Hammamat, e incluso aún más sorprendentemente, la llamada “diorita Kefrén”, una anortosita gneis (roca metamórfica) de Gebel el-Asr en el Desierto Occidental, a unos 200 km suroeste de Aswan. Durante el Período Romano, sin embargo, hubo un intento más exhaustivo de explotar los considerables recursos líticos del desierto, orientado al Desierto Oriental, donde una serie de rocas de basamento, duras, se explotó, en su mayoría pórfido y variedades de diorita.

El centro que articuló la mayoría de esta actividad parece haber sido Mons Porphyrites (Gebel Dokhan), a unos 70 km noroeste de Hurgada. Las ostracas de Mons Claudianus exponen que los hombres que trabajaban allí formaban parte del numerus de Porphyrites y del arithmos de Claudianus. De forma similar, los trabajadores del cercano Tiberiane (Barud), la fuente del granito bianco e nero, parece que procedían del numerus de Porphyrites y del  arithmos de Tiberiane. A esto habría que añadir la dispersión de diminutos fragmentos de pórfido encontrados en la mayoría de los emplazamientos de canteras del Desierto Oriental, lo que sugeriría que a los hombres que habían trabajado el pórfido se les enviaría a otras canteras. 

Una inscripción recientemente descubierta documenta el descubrimiento de esta zona de una forma sorprendente. Nos dice que las fuentes las encontró Caius Cominius Leugas, quien tuvo que haber sido el equivalente romano de un geólogo de campo, el 23 de julio de 18 d. C. Parece que había descubierto pórfido, pórfido negro, piedras multicolores, y knekites (“piedra cártamo”), que aún no ha sido geológicamente definida.

La datación de la cantera más antigua de Mons Porphirites se remonta al reinado de Tiberio (14-37 d. C.) y así lo confirma de nuevo una inscripción y, al parecer, habría persistido hasta finales del cuarto o posiblemente principios del quinto siglo d. C., si la datación de la cerámica es correcta. El color púrpura se había llevad como señal de nobleza en la región mediterránea durante muchos miles de años y sin duda el descubrimiento de una roca púrpura habría sido un acontecimiento mayor de considerable interés para el emperador personalmente. La propia operación ha sido descrita, con cierta justificación, como la más extraordinaria manifestación de la actividad romana que pudiera verse en cualquier lugar del Imperio.

Era necesario suministrar las canteras de alimento, excavar pozos, espitar el agua fósil que contrariamente a la creencia popular abunda en el desierto, y construir fortalezas para los militares y pueblos para los trabajadores. Mientras ambos podrían hasta cierto punto cohabitar, las canteras están en la cima de las montañas por lo que era aconsejable apostar a los trabajadores lo más cerca posible de su lugar de trabajo. El yacimiento aparenta haber empezado como una serie de disgregadas aldeas de montaña que, más tarde, en el siglo segundo d. C., sería controlado por un fuerte a nivel del wadi.

(N.B. Uadi o Wadi (el-uadi, الوادي, uad واد que significa “valle”), es un vocablo de origen árabe utilizado para denominar los cauces secos o estacionales de ríos que discurren por regiones cálidas y áridas o desérticas. Hay numerosos uadis en la península Arábiga y en el norte del continente africano. Estos cauces pueden tener hasta más de cien metros de anchura; generalmente, sólo encauzan agua durante breves temporadas lluviosas – de horas, días o a lo sumo semanas de duración - que pueden ser de periodicidad anual o esporádicas e impredecibles, tanto en la época del año en que ocurren como en la cantidad de pluviosidad).

A finales del Período Romano puede que se hubiesen utilizados convictos, y un pasaje en los escritos de Eusebio hace referencia a un grupo de cristianos (casi con toda seguridad cabuqueros, picapedreros, entalladores, canteros, tallistas, o labrantes) cuyos ojos habrían sido vaciados con nubia y los tendones de la corva cortados antes de deportarlos a Palestina: presumiblemente por intentar convertir a la guarnición. No obstante, durante la mayor parte del tiempo, es probable que la operación se hiciese funcionar gracias a la colaboración entre civiles y soldados al unísono, como ciertamente fue el caso de Mons Claudianus. Incluso el Cristianismo era generalmente tolerado, como así atestigua un cierto número de inscripciones.

Mons Claudianus, a unos 50 km al sur de Mons Porphyrites, era la fuente de una gris granodiorita utilizada mayoritariamente para columnas. Éste es ahora el emplazamiento de canteras romano más intensamente estudiado en el Desierto Oriental. El complejo consta de un fuerte de los tiempos de Domiciano, y uno anterior que ha producido un ostracón de Nerón, con 130 pequeñas canteras diseminadas dentro de un radio de alrededor de 1 km; cada una estaba conectada a la cama del wadi principal por una rampa que terminaba en una rampa de carga; el lugar donde se transferirían los productos de los rodillos o trineos a los carretones para el viaje de 120 km, cruzando el desierto, hasta El Nilo. Algunos de estos carretones tienen que haber sido de gran tamaño, ya que una columna pesaría unas 200 toneladas. Aquí es pertinente tomar nota que un ostracón hace referencia a un carretón de doce ruedas, en la planicie de Nac el Teir, y caminos con hasta tres metros de ancho.

Se suele pensar que la roca de Mons Claudianus, también conocida como el granito del foro por su frecuente presencia en el Foro Romano, gozaba de una distribución pan- mediterránea. Sin embargo, un programa de análisis químico y petrográfico durante los años 90 pasados, ha demostrado que su distribución está virtualmente restringida a algunos de los monumentos más bellos de Roma. Parece ser  que Mons Claudianus se encuentra fuera de la órbita normal del comercio romano y puede haber sido más o menos propiedad personal del emperador.

Es interesante mencionar que otras rocas grises de apariencia similar se explotaban en afloramientos más accesibles en las islas de Elba y Giglio, y también en la Turquía occidental. La roca de Mons Claudianus era especial no por sus propiedades, sino por su procedencia. Era un producto del extremo más lejano del imperio y sólo podía extraerse tras extraordinarios esfuerzos. Este podría ser el secreto de toda esa iniciativa de canteras en el Desierto Oriental, que tiene poco sentido en términos económicos racionales.

La importancia de Egipto para la economía romana estaba más allá de la producción. Quizás, uno de los más extraños y estrafalarios aspectos del gusto entre la nobleza romana era su predilección por el lujo oriental: perlas, pimienta, seda, incienso y mirra, además de otras especias varias y medicamentos exóticos. Egipto articulaba este comercio, ya que estos productos se transportaban en barcos cruzando el Océano Índico y, por tanto, a la orilla occidental del Mar Rojo. Aquí se descargaban y arrastraban 150 km a través del desierto hasta El Nilo,  donde se flotaban hasta Alejandría, y de allí a Roma. La India se beneficiaba de este comercio, ya que a cambio recibía, vidrio, textiles, vino, grano, cerámica fina, y metales preciosos además de cargamento humano tales como niños cantores y doncellas para el placer de los potentados indios. 

Puede que se considerase ventajoso para los barcos hacerse a la mar remontando el Mar Rojo y cruzar luego el istmo que ocupa ahora el Canal de Suez. En efecto, hubo un proyecto que inició Ptolomeo II y mejoraron varios de sus sucesores, particularmente Trajano y Adriano, que conectaba El Nilo con Bitter Lakes (Lagos Amargos). Sin embargo, no se utilizó ampliamente, al menos en los primeros siglos a. C y d. C. principalmente por el severo viento del norte que sopla hacia el sur en el Mar Rojo durante el 80% del año. Esto habría significado un peligro mayor para la flota romana y era preferible hacer una recalada más al sur y transportar la mercancía por tierra al Nilo. Loa dos puertos establecidos por Ptolomeo II Philadelphus (285-246 a. C.) para facilitar l comercio eran Bernice, el nombre de su esposa, y Myos Hormos.

Parece ser que Myos Hormos fue preeminente durante el segundo siglo a. C. y que el de Bernice empezó a crecer en importancia durante el primer siglo a. C. convirtiéndose en dominante en el primer siglo d. C., si bien Myos Hormos continuaría en uso. Así es que el comercio indio se desarrolló en tiempos Ptolemaicos y los romanos meramente tomaron posesión y quizás ampliaron una empresa bien consolidada ya. El Mar Rojo también había sido bien conocido por los comerciantes faraónicos ya que sin lugar a duda daba acceso a la misteriosa tierra oriental africana del Punt (Véase el Capítulo II) de donde procedían las plantas y los animales exóticos.

El yacimiento de Bernice está bien establecido y se le ha relacionado con las ruinas próximas a Ras Banas, en el sur de Egipto, desde su descubrimiento por Belzoni en 1818. Myos Hormos ha sido objeto de un extenso debate; la mayoría de los escritores lo sitúan en Abu Sha’ar, 20 km al norte de Hurghada, ya que esto coincide con la latitud and longitud que dadas en la Geography de Ptolomeo. Sin embargo, las excavaciones de los 1990 del pequeño fuerte del yacimiento demostraron que su cimentación es romana tardía o bizantina, sin evidencia alguna de asentamiento.

No obstante, al yacimiento de Myos Hormos se le describe con cierto detalle en la literatura clásica, y el estudio de imágenes de satélite sugiere que su correspondiente más cercano es el yacimiento de Quseir el-Qadim al final de la carretera fortificada de Koptos, en El Nilo. Este diagnóstico se ha visto confirmado recientemente con excavaciones en el-Zerqa, a medio camino de la ruta, ya que han producido ostraca que demuestran más allá de ninguna razonable que el puerto al final de la carretera fue, con toda certeza, Myos Hormos.

La naturaleza de este comercio se puede acrecentar a través de fuentes tanto literarias como arqueológicas. El principal documento es el Periplus Maris Erythrae, una guía náutica para el Mar Rojo, el Golfo de Aden, y el Océano Índico occidental, compilado en el primer siglo a. C. Se puede complementar con referencias de poemas escritos en el idioma tamil (de Tamil, pueblo al sur de la India) tales como: ‘la fresca fragancia de vinos traídos por el Yavana en sus barcos’; o, de nuevo: ‘la próspera ciudad de Muziris, a donde atracan las bellas y grandes naves del Yavana repletas de oro, pintando de blanco las aguas con su espuma, y a donde regresan cargadas de pimienta’. Parece ser que la mejor época para salir de Egipto era el mes de julio, cuando el monzón del suroeste conduciría a las naves a través del Golfo de Aden y el Océano Índico, mientras que el regreso se vería retrasado hasta noviembre aprovechando el monzón del nordeste.

Los monzones del suroeste son de los vientos más feroces del planeta, y los barcos tenían que ser inmensamente grandes y sólidos para resistir tal travesía; quizás semejantes a los del trayecto Alejandría-Roma, que tenían 60m de largo y un desplazamiento de unas 1.000 toneladas. Cierto es, que los beneficios habrían valido la pena correr tales riesgos; un papiro recientemente publicado nos describe un cargamento de nardo (planta exótica), marfil, y textiles de Muziris, en la India, a Alejandría; este envío tenía un valor de 131 talentos, suficiente para comprar 2.400 acres de la mejor tierra de cultivo de Egipto. 

(N.B. El aceite de nardo era un perfume sumamente valorado. Se fabrica a partir de los rizomas de la planta homónima, originaria del Himalaya y produce un óleo sumamente oloroso). 

La Arqueología también puede ayudar a entender este comercio. Hace mucho tiempo, Sir Mortimer Wheeler excavó el asentamiento romano de Arikamedu, en la costa Coromandel de la India, donde encontró un ánfora que había contenido el mejor vino de Campania, y cerámica roja fina de la época de Tiberio, producida en los talleres de Lyons, Pozzuoli, and Pisa. En Egipto, un proyecto de excavación realizado durante los años 90 del siglo pasado, en Berenice, promete revelar información equivalente del lado egipcio. A finales de los 70 y principios de los 80, excavaciones a pequeña escala en Quseir el-Qadim, que se creía entonces que se trataba del puerto de Leucos Limen, produjeron material interesante, incluyendo un fragmento con una inscripción escrita en tamil. 

Las rutas terrestres de Berenice y Myos Hormos a través del desierto han sido estudiadas en conciencia. La de Bernice corre en dirección noroeste unos 330 km y está equipada con hydreumata (puntos hídricos) cada 20-30 km. Su destino es Koptos, pero a mitad de camino, hay un ramal hacia el oeste que lleva a Apollinopolis Magna (Edfu). La ruta de Myos Hormos también llega a Koptos, y Estrabón nos cuenta que el trayecto duraba de seis a siete días, estando la ruta provista de hydreumata enterrados a gran profundidad. Dos de éstos (el-Mweih y el-Zerqa) se excavaron en los años 90, produciendo nueva evidencia documental en forma de ostracas, cuya publicación está pendiente.

La etapa final del comercio de Alejandría a Roma, puede que estuviese íntimamente ligado con el annona (el impuesto en especia ya mencionado más arriba), puesto que los transportistas que trabajaban para el estado podían llevar parte de sus propias mercancías libre de cargas. Sin embargo, ésta, bajo ningún concepto, es la historia completa. Alejandría ha producido muchos más ejemplos de ánforas de aceite bético que cualquier otra importante ciudad  en el Mediterráneo oriental, un solo ejemplo para enfatizar su role como puerto clave para el comercio interregional de toda clase y en todas direcciones. Para Estrabón, era el más destacado puerto del mundo, y, por supuesto, su Pharos, o faro, era una de las Maravillas del Mundo Antiguo.

La Religión

No puede haber ningún aspecto más complejo o más difícil de entender que la religión. Roma heredó la religión faraónica, sobre la que se habría superpuesto un barniz clásico, en gran parte durante los años que precedieron al Período Ptolemaico. Los visitantes de los antiguos templos de Egipto suelen pensar que se hallan ante obras maestras de la era dinástica, pero en muchos casos – Dendera, Edfu, Kom Ombo, Esna y Philae, por ejemplo – las estructuras existentes son substancialmente ptolemaicas y romanas.

Aunque el primer aspecto y el más llamativo es el politeísmo, había un número de predominantes creencias (para una más amplia discusión, véase la sección sobre la religión en el Imperio Nuevo a comienzos del Capítulo 10).

Así pues, dioses tales como Ra, el Sol, Geb, la Tierra, y Nut, el firmamento, al parecer habían sido adorados en casi todos los lugares de Egipto. Había también, eso sí, una tendencia hacia el monoteísmo. Ra era el origen de todo. A Pat se le describe como ‘el corazón y la lengua de los dioses’, y a mediados del siglo catorce a. C. Akenatón decretó que Atón era el dios que debería adorarse. Otra característica que rápidamente se aprecia era la parcialidad por el culto a los animales.

Por ejemplo, Horus se representaba como un halcón y Hathor como una vaca. Sin embargo, no eran los propios animales el foco de la adoración, sino los dioses los que escogieron tomar sus formas. De aquí surgió la costumbre de momificar a los animales, con frecuencia a miles: cocodrilos, mandriles, gatos, el pez Oxyrnchus, mandriles, y así sucesivamente.

Cada una de esta plétora de dioses tenía que asumir su propio role, Pero la situación está lejos de ser simple, ya que sus papeles cambiarían con el tiempo, y los dioses podían emerger juntos de forma que serían indistinguibles unos de otros. Así, Horus, el halcón, mostrando un disco solar es, a veces, imposible de distinguir del Dios-Sol, Ra. Amón era originalmente el dios del agua y del aire, pero más adelante se convirtió en el dios de la reproducción física, el dador de la vida.

Después de la conquista de Alejandro en 332 a. C., la cultura griega se implantó la cultura griega, no sólo en las ciudades griegas de Alejandría, Naukratis, y Ptolemais, pero también en las comunidades griegas diseminadas por el país. Los griegos identificaban sus propios dioses dentro del espectro romano. Así que, a Horus se le equiparaba con Apolo, Thot con Hermes, Amón con Zeus, Hathor con Afrodita, y así sucesivamente. Cómo habría reaccionado la bella ciudad de Atenas al ser equiparada con la diosa hipopótamo Tawaret, no sabemos.

Un buen ejemplo del proceso de helenización es el dios Pan. A él se le igualó con Amón-Min, el dios de la reproducción sexual, que tenía un importante santuario en Koptos. La ciudad está al final de las carreteras que llevan al este. Así pues, Amón-Min se convirtió en el dios del este, y se mostraba con un quemador de incienso, quizás simbolizando las especias y perfumes del Oriente. Desde estos inicios, durante el Período Romano, Pan se convertiría en el dios del Desierto Oriental, el caprichoso guardián de las rutas del desierto. A él se le muestra no como el Pan de la mitología griega sino como el Min del falo erecto, su erección claramente heredada de su anterior vida.

Durante los tiempos ptolemaicos, se inventó un nuevo dios llamado Serapis con el fin de dar un grado mayor de unidad política y religiosa. Contrariamente a la deidad Osirapis del período faraónico tradicional, de donde proviene, se le muestra no como un animal sino como un hombre barbudo, no diferente a Zeus: de todos los dioses egipcios él es el más parecido a un dios grecorromano. Serapis llegó a ser un dios inmensamente popular en Menfis, la vieja capital de Egipto, y después en Alejandría, cuando la sede del gobierno se trasladó allí.

Otro dios muy popular en el Egipto romano fue Isis, a veces identificada con Hathor. Ella era esposa y hermana de Osiris, que era juez y soberano de los muertos y dios supremo del culto funerario. Su role era el de prototipo de la maternidad y de la esposa fiel. Era muy adorada por las mujeres  de las que era reina del cielo y de la tierra, de la vida y de la muerte. Ella miraba de forma favorable a todas las actividades femeninas hasta el punto de que en un cierto tiempo era también la diosa de las prostitutas. Como en el caso de Serapis, los fieles de Isis se extendían por todo el imperio, particularmente en España. Los rituales asociados a su culto cambiaron poco desde los tiempos faraónicos: al amanecer, su estatua se descubría y adornaba con joyas mientras el fuego sagrado se encendía - todo acompañado de música sacra.

Al igual que los dioses del Egipto romano eran esencialmente dioses egipcios, la arquitectura de los templos forma una continuación de los templos dinásticos y ptolemaicos. . La excepción es Paneion, que por el especial role de Pan en el desierto se situaba en lugares lejanos no preparados para su habitabilidad. Con frecuencia se trataba sólo de una roca en la que los viajeros inscribían sus dedicatorias. Un ejemplo claro de esto se puede ver en el Wadi Hammamat.

El templo de Hathor en Dendera nos da una buena idea de la apariencia de un templo Ptolemaico romano tardío. El ante-pilono (entrada norte) es obra de Domiciano y Trajano, pero el foco principal del complejo, el bellamente conservado templo de Hathor, fue construido entre 125 a. C. y 60 d. C. El frontal del edificio tiene una fachada masiva marcada por seis columnas con capiteles encabezados por Hathor rematada con una cornisa. La entrada da paso a una sala hipóstila, construida en el vigésimo primer año de Tiberio por Aulus Evilius Flaccus, con la ayuda de los habitantes de la ciudad y del distrito, y su techo está apoyado en columnas coronadas por Hathor. La sala te lleva a través de una sala hipóstila interior y dos vestíbulos; el de más adentro, contiene el santuario, rodeado de un número de capillas. La ornamentación es típicamente egipcia, pero muchos de los motivos son emperadores romanos. Así es que vemos a un Tiberio ante los dioses, Claudio haciendo una ofrenda a Hathor e Ihy, y representaciones de Augusto y Nerón. Todo el complejo resulta una experiencia extraña para el estudiante de formación erudita clásica.

Otro excelente ejemplo de un templo romano es el quiosco de Philae, que se conserva en una isla entre Aswan y la Gran Presa. Este edificio, tan elegante y bellamente proporcionado, tiene catorce columnas con capiteles de campana y muros de pantalla, dos de ellos decorados con escenas representando a Trajano haciendo ofrendas a Isis, Osiris, y Horus. El simbolismo de todos estos templos tiene que haber escondido un mensaje especial para la población del Egipto romano. Aquí no es la cuestión del emperador como dios: a él se le ve como un suplicante ante los grandes dioses del viejo Egipto.  

No obstante, desde la primera mitad del siglo primero d. C. en adelante, un nuevo fenómeno aparece en la escena religiosa: el Cristianismo. Parece que había echado raíces en Alejandría desde donde se extendería al resto del país. No hay duda de que con tantos cultos en existencia uno más podía aceptarse y absorberse. Pero, el Cristianismo era una religión intransigente que no se consideraba a sí misma a la par con las otras y buscó ganarse conversos del paganismo. El viejo orden se vio amenazado, y desde mediados del tercer siglo en adelante la persecución se puso en marcha de una forma esporádica hasta su culminación en las grandes purgas de Diocleciano en 303 d. C.

En el tercer siglo d. C., emerge una nueva tendencia religiosa que iba a barrer el mundo. El desierto es un terreno de pruebas religiosas, lejos del alboroto de la vida cotidiana donde la supervivencia depende de la confianza en Dios. Cristo había ya fijar la escena cuando pasó cuarenta días en el desierto sometido a las tentaciones del demonio. A finales del siglo tercero, según la tradición, dos jóvenes ricos, Pablo, el primer ermitaño, y Antonio, el primer moje, ambos separadamente, abandonaron sus cómodos hogares en el Valle del Nilo para vivir en la soledad del remoto desierto. Cómo sobrevivieron no es en realidad ningún misterio, ya que a los santones se les trata en todas partes con respeto y les alimenta la propia gente con la que se encuentran.

Puesto que ambos se asentaron en manantiales, sin duda les habrían visitado beduinos que habrían tenido conocimiento de la procedencia del agua, y de la que disfrutarían de algún derecho. Eventualmente, a pesar de su aislamiento, la fama de Antonio se extendió, e incluso el emperador Constantino le escribiría pidiéndole rezos. Le visitaron sus viejos discípulos, algunos dignatarios, peregrinos, y, por supuesto, curiosos viandantes. Las idas y venidas de visitantes condujo al establecimiento de un caravasar, que eventualmente se convertiría en un monasterio – el más significativo monasterio de la Cristiandad, del se derivan todos los otros.

(N.B. Un caravasar estaba diseñado para albergar y dar reposo y alimento a los viajeros y sus animales, después de una jornada. Los caravasares fueron piezas clave en el desarrollo de las rutas de comercio a través de Asia, el norte de África y la Europa suroriental. En Turquía, Persia (Irán) y Armenia, los caravasares se colocaban a unos 30 km uno de otro, a lo largo de las diferentes rutas que unían los diversos puertos y ciudades importantes de la península. Ya que en la época seléucida, la famosa ruta de la seda no transcurría por su península, fueron utilizados para potenciar el mercado y la economía interior. Uno de los mejor conservados en Turquía, fue construido en 1.229 por los turcos seléucida, conocida como caravasar de Agzikarahan).

Las costumbres funerarias están, por supuesto, íntimamente ligadas con las prácticas religiosas. No sorprende, pues, que la práctica de la momificación persistió junto al paganismo – en algunos casos hasta entrado el siglo cuarto d. C. El pobre podía recibir el enterramiento más sencillo como momias con simple vendaje., pero al rico se le proporcionaba un elaborado ataúd, como dictaba la tradición faraónica. Durante el Período Romano, se fijaba en la cabeza del ataúd de la momia, retratos encáusticos pintados en una tabla.

Estas obras de arte menores son algunas de las más vívidas y realistas que se puedan ver en cualquier lugar del mundo romano. No hay duda de que habrían sido encargadas a un artista altamente cualificado y, puesto que gozan de un grado de realismo casi fotográfico, dan la impresión de haber sido ejecutadas cuando el individuo aún estaba vivo. Se ha sugerido que se pintaron en la flor de la vida y del éxito y después se guardaron para su eventual uso funerario.

En Alejandría, hay evidencia de un alternativo estilo de enterramiento, quizás como reflejo de un gusto diferente entre los adinerados habitantes de origen griego. En el Kom el-Shugafa (la colina de los tiestos) hay complejo de catacumbas que datan del siglo segundo d. C. Consiste en una escaleras circular que lleva a un complejo de cámaras de enterramiento y una sala de banquetes donde los dolientes que visitaban la tumba podían comer en íntima proximidad con el finado. Aunque originalmente fue diseñado para los ricos, parece que se había extendido a las clases más pobres, ya que hay muchos nichos pequeños para acomodar a enterramientos sin pretensiones. Desde un punto de vista artístico, la decoración entraña un cierto interés ya que derivan elementos tanto de los cánones griegos como de los egipcios. Hay falsos sarcófagos decorados con máscaras, cráneos de buey, y guirnaldas, pero en otras partes hay relieves que representan a deidades tales como Anubis o Thoth. 

Artesanía y Oficios

Las artes menores y la artesanía ofrecen abundantes evidencias en el Egipto romano. Casi todos los yacimientos de este período se ven cubiertos de desperdicios de cerámica, vidrio, y fayenza, así como materiales orgánicos que normalmente no se ven en climas más temperados, tales como cestería, textiles, y cuero. Debido a la richesse de Egipto y la riqueza de evidencia escrita, la artesanía recibía cada día menos atención de lo que merecía. Su potencial para el análisis del comercio, cronología, y tecnología tiene aún que ser reconocido, pero desde los años 80 en particular ha comenzado y está empezando a ofrecer resultados muy interesantes. 

Está ampliamente aceptado que la cerámica juega un role vital en muchos aspectos del conocimiento arqueológico. Las importaciones al Egipto romano tales como garrafas con el resto del Mediterráneo tales como vino de Italia y Francia, garrafas de aceite de España, cerámica fina roja de África del Norte o lámparas de Italia que pueden identificarse y datarse. Su importancia es innegable y está empezando a arrojar luz sobre los contactos comerciales con el resto del Mediterráneo. Sin embargo, nuestros conocimientos de los recipientes egipcios locales son todavía relativamente limitados. Las mayorías de las colecciones están dominadas por jarras hechas de limo del Nilo, una arcilla marrón oscuro característica de las llanuras del Nilo propensas a inundaciones.

Hay fundadas razones para creer que éstas se producían en muchas alfarerías que existían a lo largo del Valle del Nilo y en el Delta, pero hay una marcada arqueológica lacuna y se conocen sólo unos pocos emplazamientos de hornos, todos ellos situados en la orilla sur  del Lago Mareotis, cerca de Alejandría y todos descubiertos gracias a las investigaciones de un hombre, Jean-Yves Empereur. Estos hornos de Alejandría parecen que habrían estado fabricando un tipo de ánfora que no es fácilmente de datar y que aparece en una mayoría de los yacimientos romanos en Egipto. En el tercer siglo, los hornos puede que hubiesen estado produciendo imitaciones de Koan amphorae, probablemente porque estaban destinadas a contener el vino tipo Koan, que era una variedad medicinal hecha de agua de mar.

En el otro extremo de Egipto, se estaba haciendo cerámica con un cordón o baño rojo en Aswan y, de nuevo, se encuentra ampliamente  extendido por todo el país, particularmente en contextos de los siglos primero y segundo. No obstante, esto es, con certeza, sólo parte de la historia y tiene que haber habido muchos otros establecimientos a lo largo del Valle del Nilo produciendo jarras o recipientes de mesa finos tales como ‘el recipiente de cordón rojo’ definido por vez primera por John Hayes. Entre los pairos de Oxyrhnchus hay tres que son contratos de arriendo para cerámica. Parece ser que la producción estaba muy estrechamente ligada al estado.

El arrendador, probablemente el propietario estatal, acepta proporcionar el edificio de la cerámica, el almacén, la rueda, el horno, la arcilla, y el combustible para el fuego,, a cambio de lo cual el arrendatario se compromete a proveer su propia mano de obra y suministrar al arrendador un gran números jarras, en un caso más de 15.000, que tenían que estar destinadas a contener el producto del estado Desgraciadamente que no se pueda vincular esta fascinante evidencia documental de producción estatal a la propia cerámica, o incluso al tipo de tiestos producidos.

Durante la mayor parte del mundo romano, los recipientes de mesa finos toman la forma de recipientes rojos con brillo, producidos en Gaul, Italia, o el Este. Mientras que éstos se encuentran también en Egipto, su lugar para a ocuparlo los recipientes de fayenza azul brillante o verde. La fayenza no es cerámica sino una ‘frita de cuarzo’ vidriada formada por cuarzo molido mezclado con una sal  alcalina y un colorante como puede ser una sal de cobre. Hay varias maneras de hacer fayenza, todas ellas producen más o menos el mismo resultado: por ejemplo: un núcleo de cuarzo de alta calidad unido a un álcali se hacina en una mezcla vidriada de cenizas de plantas, óxido de cobre, y cal, o la frita puede prepararse o pintarse sobre el núcleo formado.

(N.B. En palabras sencillas, las “fritas” son un material vítreo que resulta de un proceso de fundido de una mezcla de materias primas a alta temperatura - Temperatura de fusión: 1350- 1550ºC) - en un horno de fusión. Simplificando aún más, una frita es una composición de arena y sosa para fabricar vidrio.
Una ‘frita de cuarzo’ se define como un filtro poroso compuesto de granos de cristal de cuarzo unidos. Algunas aplicaciones de los discos fritados incluyen la filtración de líquidos o gases corrosivos, la difusión de calor, la regulación del caudal, y otras aplicaciones químicamente inertes de alta pureza).
Alternativamente, conforme el cuarzo se seca, se le echa el colorante de forma que, con el fuego, se funde, produciendo así el característico vidriado. La fayenza no puede moldearse por lo que se solía dar forma con moldes: es, por tanto, más apropiada para la producción de cuentas y figurillas, pero en el Período Romano se usaba para platos, fuentes, y copas para beber. Se sabe poco sobre la producción de fayenza romana y es mala suerte que el único horno conocido, en Menfis, se excavase a principios del pasado siglo antes que las técnicas de observación y registro se hubiesen desarrollado.
El vidrio es también otro componente de los depósitos de desechos romanos. Mucho de su contenido es de una sorprendente alta calidad, con frecuencia de paredes muy finas y, sin duda, bien conseguido. Incluso en los yacimientos del desierto, los recipientes pueden ser de vidrio soplado, moldeo por soplado, o con ornamentos multicolores, o vidrio cortado con decoración. Hasta el momento no está claro cuánto era importado de las casas del cristal de Siria o cuánto era de producción local. Alejandría la describe Estrabón y otros escritores posteriores como un gran centro de fabricación del vidrio, quizás responsable de los más bellos recipientes, pero arqueológicamente sabemos muy poco sobre ello. Ciertamente existieron otras casas del vidrio, a juzgar por el gremio de trabajadores del vidrio que se menciona en los papiros de Oxyrhnchus.
La producción de harina era un comercio importante relacionado con la subsistencia. Se utilizaban, por supuesto, molinillos rotatorios, pero el tipo de molino que con más frecuencia nos encontramos es el molino de palanca o molino ‘Olynthia’. Se compone de una losa de piedra de unos 50cm² con una muesca, que forma la tolva, en el centro. Se fija una palanca que cruza la piedra en su cara superior y se hace oscilar de un lado a otro alrededor del pivote. Se han encontrado ejemplos en el asentamiento de griego de Naukratis, pero también en Tanis, el-Faiyum, en Quseir el-Qadim, y en los fuertes de Tiberiane (Barud) y Mons Porphyrites.
Es casi seguro que este tipo de molino fue introducido por los griegos, donde este tipo continuó en uso hasta al menos el siglo tercero a. C. De todos modos, en Egipto, ciertamente persistió en el Período Romano y el ejemplo de Quseir pertenece al siglo primero d. C., mientras que los de los fuertes son ciertamente de fechas del primero o segundo siglo d. C. El fuerte de Badia, en el complejo de Mons Porphyrites, ha producido los componentes de los hornos segmentados en lava probablemente de la isla de Nisyros. El tipo es conocido de Delos, aunque los ejemplos de Badia podrían ser de una fecha posterior romana.
En el antiguo mundo parece que Egipto gozaba de un renombre en textiles, y colecciones significativas, en su mayoría del posterior período romano, se han recuperado en las ciudades de Antinoopolis y Panopolis, donde podrían haber existido molinos de lana. De nuevo Alejandría parece haber sido importante, sustentando un comercio de lino y la re-elaboración de sedas orientales. Otras artesanías que deberían mencionarse son la creciente manufactura de papiros, la fabricación de drogas y medicinas, la producción de joyas, el trabajo en cuero y en metal, todas ellas están aún estudiadas inadecuadamente.
Demografía
La demografía del Egipto Romano durante los tres primeros siglos d. C., está bien documentada ya que se dispone de más de 300 papiros que registran resultados del censo. Estos resultados ofrecen detalles de miembros de familias en el Valle del Nilo sino también sus inquilinos y esclavos.
La estimación de la población del Egipto romano está llena de dificultades, no en particular porque las dos principales fuentes históricas se contradicen entre sí. Diodoro Sículos pone la población en el primer siglo a. C. en 3 millones, mientras Josephus, escribiendo en el siglo primero d. C. da una cifra de 7’5 millones sin incluir a Alejandría. En total, los eruditos modernos encuentran la cifra dada por Diodoro más creíble.
Alejandría, una de las ciudades más pobladas del antiguo Mediterráneo tenía, según Diodoro, una población de 300.000 habitantes, que no está lejos de las estimaciones modernas de unos 500.000. Se puede argumentar que la población rural estaba distribuida en unos 2.000  3.000 pueblos, cada uno con una media de población de alrededor de 1.000-1.500, lo que nos daría un total de 3 millones, que concuerda bien con la población rural probable antes del siglo diecinueve. Tales cálculos realizados por eruditos modernos nos lleva a una población de 4’75 millones, de los que 1’75 vivirían en las ciudades.
El resultado de los censos nos permite dar más cuerpo a estas escuetas cifras. Al parecer que alrededor de dos tercios de los hogares lo formaban familias conyugales (con sus hermanos), o familias múltiples ligadas por parentesco, mientras que la mayoría de los restantes hogares estaban ocupados por personas solitarias o por familias ampliadas por la presencia de algún pariente. Parece que los inquilinos habrían sido comparativamente nada frecuentes. Los esclavos, por el contrario, constituyen alrededor del 11 por ciento del total de la población. Ya que los resultados proporcionan edades, es posible la tasa de fallecimientos.
Entre las mujeres, parece que pocas vivían más de sesenta, y la esperanza de vida de la mujer al nacer estaba probablemente entre principio y mediado de los veinte años. Por otra parte, la esperanza de vida para el hombre en su nacimiento era de al menos veinticinco. El ratio de sexos de las 1.022 personas cuyo sexo puede aducir era de 540 hombres por 482 mujeres, pero entre los esclavos es lo contrario, (treinta y cuatro varones frente a sesenta y ocho mujeres.
El matrimonio en el Egipto romano tenía un estatus legal que tenía consecuencias en los hijos, pero los casamientos y los divorcios eran temas privados en los que el estado no intervenía. La esposa casi siempre vivía en el hogar del marido, con frecuencia con su familia ampliada. Alrededor de una sexta parte de todos los matrimonios eran entre hermanos y hermanas. La mayoría de las mujeres se habrían casado entre los diecisiete y los diecinueve años y prácticamente todas en los tardíos veinte, pero sólo la mitad de los hombres se habrían casado a los 25 de edad. La edad media de mujeres en su maternidad era de alrededor de los 27 años. La imagen demográfica  del Egipto Romano corresponde así muy cercanamente con la de una típica población pre-industrial Mediterránea.
La Naturaleza del Egipto Romano 
Todas las provincias romanas no eran sino una mera amalgama de la influencia procedente de Roma y la cultura autóctona. En la mayoría de los casos, aquella, más o menos, abarcaba algo de ésta. Así que, en la Bretaña romana o Gaul, por ejemplo, persisten rastros de la pre-existente Edad de Hierro, pero el aspecto más marcado es el cambio a un estilo de vida Mediterráneo. Sólo en Egipto, y quizás hasta cierto punto en las tierras griegas del nordeste Mediterráneo, el Período Romano no es más que un ensayo en continuidad con lo que había antes.
Al menos, una de las razones de esto tiene que descansar en la arquitectura faraónica. La creación de un paisaje dominado por edificaciones hechas de masivos bloque de piedra, que no eran fáciles de arramblar, tuvo que haber sido un factor mayor. Ellos sirvieron exactamente para lo que fueron creados: hacer recordar al pueblo la grandeza de la civilización faraónica y ser testigo perpetuo de las creencias y valores de aquel período de grandeza egipcia. Puede que no fuese ésta la única razón, pero tuvo que haber sido un factor contribuyente.
Sería inadecuado sugerir que la era romana fue una de estancamiento o que no hubo cambio alguno durante los siete siglos que separan la muerte de Cleopatra el 12 de agosto de 30 a. C, y la conquista árabe de 642 d. C. No obstante, el mayor cambio cultural echó raíces en el siglo tercero d. C., cuando la Cristiandad consiguió una amplia aceptación, como lo hizo generalmente por todo el imperio.
El monaquismo  tiene sus raíces en el desierto egipcio, liderado por personajes como San Pablo y San Antonio. Incluso en esto la cultura egipcia no escapó a su influencia, ya que Antonio inició su vida religiosa viviendo en una vieja tumba próxima a su pueblo, en el Nilo, y fue aquí donde luchó con los demonios y animales salvajes antes de iniciar su viaje que le adentraría en el desierto profundo.
E  P  Í  L O  G  O
En el Libro de las Puertas (una serie de textos funerarios e imágenes utilizados para decorar las tumbas del Imperio Nuevo), los egipcios representaban lo infinito del tiempo con una serpiente aparentemente sin fin, o con una cuerda doblemente entrelazada que se prolonga desde la boca de una deidad (las estrellas que figuran por encima del lazo de la cuerda, sirven de indicación del paso de las unidades de tiempo). En esta imagen, el tiempo está evidentemente concebido como un fenómeno que surge de las profundidades originales de la creación, y eventualmente cae de nuevo en las mismas profundidades. Es esta misma naturaleza del tiempo, universal y cíclica, la que impregna el sentido de los antiguos egipcios de su propia historia.
En esta historia, hemos desenredado algunos de los enredos, y hemos tenido atisbos de eventos que se esfuman según vuelven a la boca de la serpiente pero, a la larga, sólo llegamos a alcanzar un conocimiento real de la historia egipcia si integramos tanto la evidencia textual como la arqueológica a  lo que sería un trabajo completo de retazos de cultura del material y de políticas, que es lo que los contribuidores de este volumen han intentado conseguir.
Toda historia antigua tiende a ser, en mayor o menor medida, fragmentaria y elusiva, pero la mera diversidad de las fuentes egipcias nos permite, de vez en cuando, que ciertos episodios históricos, o formas de vida, broten de forma repentina y vívida.
                                                                                           
              
RAFAEL CANALES

En Benalmádena-Costa, a 28 de agosto de 2012

Bibliografía: