viernes, 30 de abril de 2010

El Segundo Período Intermedio (c.1.650-1.550 A.C.) Avaris y Tebas, en Guerra 4/5

Estatua de granito rojo del Faraón Sobekemzaf. Probablemente de Karnak, Dinastía XVII, hacia 1.650 A.C. ("Pinchar" y ampliar)

Esta impresionante escultura representa un inusual ejemplo de estatua real de la Dinastía XVII (hacia 1.650 A.C.) y, de hecho, la mayor pieza de escultura real conocida de la época. Poco se conoce del faraón Sobekemzaf, aunque con se sabe con certeza que llevó a cabo proyectos de construcción en el templo de Madamud. La inscripción que aparece en la estatua, menciona a Amun-Re, lo que hace pensar que la estatua fue erigida en Karnak.
La figura muestra una interesante mezcla de estilos esculturales; mientras la cara ha sido modelada muy cuidadosamente, y es naturalista, el torso está tallado de una forma muy estilizada. El vaciado de los ojos es muy impactante, aunque la escultura original habría tenidos los ojos incrustados.
Un examen a más corta distancia ha revelado cómo los habrían fijado. Aunque normalmente esto se haría con yeso, se aprecia un par de pequeños taladros que atraviesan los párpado en los que se podían introducir unas pequeñas clavijas que los mantendrían en posición. Es evidente que este método tuvo éxito; el daño ocasionado alrededor de los ojos da idea de la fuerza considerable que se tuvo que aplicar para desprender el taraceado completo.

AVARIS Y TEBAS, EN GUERRA

El escenario estaba ya preparado para la guerra; los reyes tebanos dominaban su región; Kamose había reconquistado Buhen, con lo que la ruta a las minas de oro quedaba expedita; a los nubios de Kerma se les había hecho retroceder hacia el sur; y una armada se tenía ya preparada para la guerra. Tal como lo pone Kamose: “Me enfrentaré a él y puede que le abra el vientre en canal; pues es mi deseo rescatar a Egipto y expulsar a los Asiáticos”.

La mayoría de nuestras fuentes bélicas proceden del lado tebano y, como era de suponer, muestran a los tebanos como los protagonistas más fuertes y beligerantes. La guerra debe de haber durado al menos treinta años, ya que sabemos que el faraón Seqenenra Taa, el padre de Ahmose, luchó contra los Hyksos, pero que Avaris no fue tomada hasta los años de reinado entre el 18 y el 22 de Ahmose. Después del saqueo de la ciudad, inmediatamente o no, Ahmose partió con su armada hacia Palestina en una campaña que culminaría en un asedio de tres años, cerca de Gaza. Se suele dar por hecho que Sharuhen fue el último baluarte de los Hyksos, pero sobre este punto, las fuentes permanecen mudas.

Esta guerra no se libró de forma continuada: las campañas eran de corta duración y los ejércitos, comparados con los modernos, eran reducidos. Ahmose, hijo de Ibana, un importante oficial militar que sería enterrado en Elkab, en una tumba cavada en roca, describe cómo dio muerte a dos hombres y capturó a otro - en batallas en las inmediaciones de Avaris - que para él eran lo suficientemente valiosos como para poder optar a las recompensas en oro prometidas por propio faraón.

Se sabe de un primer incidente que tuvo lugar durante el reinado de Seqenenra Taa, que ahora se piensa que Senakhtenra Taa y él eran la misma persona. Un papiro escrito durante el reinado del soberano de la Dinastía XIX, Merenptah (1.213-1.203 A.C.), unos 350 años más tarde, conserva fragmentos de una supuesta historia sobre el primer altercado entre Seqenenra y Apepi. Se dice que se inició con una protesta de Apepi de que el ronquido de los hipopótamos de Tebas lo mantenían despierto. A Seqenenra se le describe como el “Príncipe de la Ciudad del Sur”, mientras que Apepi es "Rey" (nesu), a quien todo Egipto pagaba tributo. La historia se interrumpe cuando Seqenenra convoca a sus consejeros, pero la estructura de la narrativa es tan cercana a la de los textos de Kamose, que parece como si este incidente fuese el preludio de la batalla.

Deir el-Ballas, yacimiento de un asentamiento construido sobre tierra virgen al borde del desierto, a unos 40 km de Tebas, nos ofrece alguna evidencia adicional de la actividad militar desplegada durante el reinado de Seqenenra. La interpretación del Arqueólogo norteamericano George Reisner (1867-1942) en 1900, y más recientemente estudiada (1980-86) por el Dr. Peter Lacovara, Director de Arte Egipcio, Nubio y Oriente Próximo, del Museo “Michael C. Carlos”, no es clara, pero la fecha de la primera fase del yacimiento, los reinados de Seqenenra Taa, Kamose y Ahmose, no presentan dudas.

Durante el reinado del propio Seqenenra, se construyó un palacio dentro de un enorme recinto amurallado. Como el resto de edificios de Ballas que han sobrevivido, estaba hecho de adobe, con los marcos de la puerta y las columnas de piedra caliza. Estaba formado por una serie de patios y un largo corredor de entrada alrededor de una zona central elevada donde, se supone, se alzaban los apartamentos privados reales. Las paredes iban pintadas en un estilo burdo, con escenas que mostraban escenas de hombres y armas, decoradas con baldosas de fayenza. Hacia el oeste, había un recinto con grandes corrales.

Al otro lado del muro del recinto amurallado, había grupos de grandes casas privadas muy dispersas ; un grupo de casas más pequeñas dispuestas de modo aleatorio para los trabajadores; una zona abierta para preparar los alimentos; y un taller textil. En el extremo sur más alejado, en una colina que dominaba el río y rodeaba el desierto, había una plataforma que servía de soporte a un edificio, ahora destruido, al que se tenía acceso mediante una monumental escalera. Parece muy probable que se tratase de un puesto de observación militar.

Entre la cerámica de Ballas había una gran cantidad de productos “Kerma”; especialmente los tipos utilizados para cocinar y para la conservación de alimento. No existen dudas de que gran cantidad nubios de Kerma vivían allí junto a los egipcios. Parece difícil evitar llegar a la conclusión de que el propósito de este asentamiento, construido deliberadamente en un lugar remoto, fue militar; quizás con la intención de reunir un ejército que estuviese compuesto de un gran contingente de nubios.

El examen de la momia de Seqenenra muestra que falleció de forma violenta. La frente presenta un corte de hacha horizontal; los pómulos están hechos añicos ,y la parte posterior del cuello muestra la huella de una puñalada. Se ha argumentado que la forma de la herida de la frente sólo coincide con la de un hacha del tipo de las de la Edad de Broce Medio, similar a las encontradas en Tell el-Dab’a. Las hachas egipcias, como las que se ven representadas en las paredes del palacio de Ballas, tienen forma diferente.

Ésta evidencia representa, hasta ahora, la que más nos cuenta de una importante batalla contra los Hyksos que habría tenido lugar durante el reinado del faraón; una en la que el propio rey sería brutalmente aniquilado. El ángulo de la puñalada sugiere que el faraón ya estaba boca abajo cuando fue sacrificado.

Kamose sucedió a Seqenenra Taa. Se suele afirmar que era hijo del faraón, hermano mayor de Ahmose, pero en realidad no se sabe quiénes eran sus padres, y su ataúd no lleva ningún uraous, el emblema real. Sólo hay testimonio del tercer año de reinado de Kamose en la estela de Karnak y en la inscripción de Buhen. Ambas expediciones a Buhen y a Avaris tuvieron lugar antes o durante el tercer año de reinado; el primero precediendo al segundo.

Kamose fue un guerrero; “Kamose el Bravo” era uno de sus más usados epítetos, aunque es probable que muriese poco después del año 3. Sin embargo, su culto funerario, asociado con el de Seqenenra Taa, perduró hasta la era ramésida; al menos una de sus estelas en Karnak permaneció en pie durante más de 200 años después de su muerte.

Utilizando los textos de las dos estelas de Kamose y la copia casi contemporánea encontrada en una tabla para escribir en una tumba de Tebas, podemos reconstruir su expedición a Avaris. Hipérbole aparte, esta campaña fue lejos de ser definitiva – quizás no dejó de ser algo más que una incursión – porque que la destrucción final de Avaris no tuvo lugar hasta más de veinte años más tarde, y porque el oponente de Kamose era Aauserra Apepi, el más poderoso y longevo de los reyes Hyksos.

Kamose partió primero de Tebas hacia el norte, con su ejército y su armada, habiendo enviado antes una avanzadilla de exploradores con objeto de reconocer la posición de las guarniciones enemigas. El saqueo de Nefrosis, al norte de Cusae, está descrito gráficamente: “como leones con su presa, así fue mi ejército con los sirvientes, con su ganado, con su leche, con su manteca y su miel, repartiendo sus posesiones con el corazón pleno de júbilo”.

Conforme avanzaba hacia el norte, interceptó en Sake (el-Mes) un mensajero enviado por Apepi al rey de Kush, lo que hizo que enviase soldados al Oasis Vaharina para que cortasen las comunicaciones y para “prevenir que el enemigo se posicionase a mis espaldas”. Le sigue un espacio en blanco hasta que Kamose alcanza Avaris, donde despliega su flota por los accesos hídricos que rodean la ciudad a fin de conseguir un bloqueo, mientras patrulla las riberas del río para prevenir un contraataque.

Nos describe cómo las mujeres de palacio observaban detenidamente desde el baluarte a los egipcios como “pequeñas lagartijas saliendo de sus escondrijos”. Luego le sigue la tradicional perorata jactanciosa a Apepi: “Cuidado, estoy bebiendo el vino de tus viñas… Estoy arrasando tu residencia palaciega, talando tus árboles”, y una lista del pillaje que estaba llevando a cabo. A pesar de la rimbombancia, está claro que Avaris no fue atacada, y Apepi se negó a atacarle. Los textos de Kamose terminan con el feliz regreso del rey: “todos los rostros brillaban de alegría, la tierra era rica, la ribera del río estaba emocionada, y Tebas estaba de fiesta”.

Desde nuestra actual perspectiva es difícil juzgar cuál fue el daño infringido a los Hyksos por la campaña de Kamose. Todos sus logros tuvieron que repetirlos su sucesor, y el almirante, Ahmose, hijo de Ibana, no hace mención alguna a Kamose, aunque su padre y él mismo sirvieron sucesivamente en las flotas de batalla de Seqenenra Taa y Ahmose. No hubo ningún inmediato seguimiento por parte tebana y pasaron al menos once años hasta que un ejército bajo Ahmose se abrirse camino luchando hacia el norte.

La razón de esta tregua fue que, tanto Kamose como su oponente Aauserra, habrían fallecido. Le sucedieron Ahmose y Khamudi, respectivamente. Ahmose era un muchacho, y el reino lo mantuvo unido la Reina Madre, Ahhotep. Los epítetos que se les dedican son únicos: “la que ama a Egipto; y cuida de sus soldados… ha hecho regresar a los fugitivos, y recogió a los desertores; ella pacificó el Alto Egipto, y arrojó a los rebeldes”.

La última fase de la guerra fue en el undécimo año de reinado de un faraón desconocido, a veces identificado como Ahmose, otras como Khamudi. La evidencia consiste en fragmentos de notas que aparecen en el reverso del Papiro Matemático de Rhind. El anverso se copió en el año 33 del reinado de Aauserra Apepi, en una región donde los acontecimientos se dataron por los años de reinado de los reyes Hyksos; la alta especialización del tema y la alta calidad del papiro hacen sugerir que fuese Menfis su lugar de origen. En el reverso aparecen unas notas: “Año 11 de reinado, segundo mes del shemu – se entró en Heliópolis; primer mes del akhet, día 23 – el Príncipe del Sur penetró en Tjaru. Día 25 – se rumorea que se habría entrado en Tjara”. Tjaru puede ser identificada como la fortaleza de Tell el-Habua, y – en opinión del que escribe – el “Príncipe del Sur” se debe identificar con Ahmose, mientras que el año 11 pertenece a Khamudi, cuyo nombre, sin años de reinado, aparece en el Canon de Turín.

La estrategia de Ahmose parece que consistía en evitar Menfis y atacar Heliópolis, y, luego, tres meses más tarde, a mediados de octubre, cuando el nivel del agua de la inundación hubiese empezado a bajar, sus hombres y sus carros de combate podrían penetrar de nuevo en el valle y atacar Tell el-Habua, lo que produciría el efecto de cortar a los Hyksos de una retirada hacia Palestina, atravesando el norte del Sinaí.

Disponemos de tres fuentes contemporáneas de la campaña: una, la biografía de Ahmose, hijo de Ibana; dos, la evidencia física de Tell el-Dab’a; y tres, fragmentos de un relieve narrativo procedente del templo de Ahmose en Abydos. Ahmose, hijo de Ibana, lógicamente se centra más en su propio rol, lo que hace que su perspectiva sea más subjetiva y, por tanto, limitada pero, por otra parte, totalmente libre de la postura grandilocuente de los textos Kamose. Los relieves de Abydos sobre Ahmose, descubiertos en 1993, por otra parte, nos invitan a una fugaz mirada a sus protagonistas: los caballos de los carros de guerra de los egipcios; la flota de guerra real; los soldados destruyendo las cosechas; un cautivo Hyksos que muestra una cabeza totalmente rapada, barba de varios días, y una soga alrededor del cuello; un guerrero Hyksos con el brazo levantado, vestido con una prenda plisada, de mangas largas; y un caos de cuerpos que luchaban y caían. El relieve puede incluir episodios de las últimas campañas del faraón en Siria y Palestina, pero el centro de la narrativa nos habla de una flota de guerra, y esto sólo se puede referir al asedio de Avaris.

Ahmose, hijo de Ibana describe una serie de episodios en Avaris y, puesto que desconocemos la duración de las campañas desde el asedio al saqueo, su relato puede contener eventos que se extienden a lo largo de varios años. Su estilo narrativo directo sugiere de forma contundente que los acontecimientos que se reseñan guardan un orden cronológico. Si se acepta este razonamiento, se puede reconstruir la campaña de la siguiente forma:

Ahmose, hijo de Ibana, forma parte de la tropa de soldados de la nave “Nothern” – quizás la nave real – que capitanea la flota de guerra. Llegan a Avaris y, después de una batalla, el faraón comienza el asedio. Mientras esto ocurre, el ejército lucha para pacificar las zonas colindantes. Ahmose, hijo de Ibana, es designado a una nueva nave, muy apropiadamente bautizada como “El Levantamiento de Menfis”, que lucharía en las aguas de Avaris, aniquilando al enemigo. Le quedaba aún por luchar en dos frentes: uno, “de nuevo en este lugar – presumiblemente Avaris – y otro al sur de la ciudad”. Sólo después de estas escaramuzas, informa de forma lacónica: “Avaris fue saqueada y de alli me traje yo mi recompensa: tres mujeres… Su Majestad me las dio como esclavas".

El historiador judío Josephus consideraba a los Hyksos como los fundadores de Jerusalén, de ahí que su versión de Manetón incluya una detallada información de los acontecimientos una vez que fueran expulsados de Egipto por Ahmose. Sobre el asedio de Avaris dice: “Ellos (los Hyksos) cercaron (Avis) con un alto y grueso muro que protegía posesiones y recompensas. El faraón egipcio intentó mediante el asedio que se rindiesen bloqueando la fortaleza con un ejército de 480.000 hombres. Finalmente, desesperado, levantó el sitio y acabó firmando un tratado mediante el cual los Hyksos se comprometían a abandonar Egipto”.

La evidencia del propio Avaris tiende a confirmar esta imagen de éxodo masivo más que la de una matanza posterior a la victoria de Ahmose. Se aprecia una ruptura en todo el yacimiento entre los últimos estratos Hyksos y los de principios de la Dinastía XVIII, en su mayor parte por la aparición de un nuevo repertorio cerámico. El mismo fenómeno aparece igualmente en Menfis, como ya hemos podido ver. Después de esta ruptura, no hay evidencia alguna de ninguna otra ocupación por pueblos con mezcla de las culturas egipcia y de la Edad de Bronce Medio mientras que en algunas partes del yacimiento, la ocupación cesó de forma repentina.

Por otra parte, el culto a Seth, reteniendo los atributos de un dios-de-la-tormenta sirio, continuó, y se extendió durante el Imperio Nuevo. Los últimos estratos Hyksos, como hemos podido ver, fueron testigos de la mayor expansión de la ciudad, y de la construcción de inmensas fortificaciones defensivas. Puede que éstas hubiesen sido ejecutadas durante el reinado del faraón Khamudi, pero no habrían sido suficientes.

Es posible encontrar alguna explicación de la derrota por una pista que nos inclina a pensar que, cuando el asalto final tebano se llevó a cabo, el guerrero ideal de élite para los Hyksos no se correspondía en nada con la realidad. Las hachas y dagas de guerra del estrato D/3 eran de cobre sin aleación, mientras que las de los estratos anteriores eran de una aleación de bronce y latón, lo que redundaría en un arma con un filo cortante de calidad muy superior. Se ha llegado a sugerir que la interrupción del suministro de latón debe descartarse, y que la explicación se encuentra más bien en un cambio en las funciones de las armas; de un uso práctico a uno de estatus y representación. En contraste, las armas del mismo período del Alto Egipto estaban fabricadas con una aleación de bronce y latón lo que habría dado a los tebanos una clara ventaja en los combates cuerpo-a-cuerpo.

Generalmente se da por hecho que los Hyksos introdujeron el caballo y el carro de combate, al no haber evidencia de lo contrario durante el Imperio Medio, mientras que aparecen a principios de la Dinastía XVIII. En Tell el-Dab’a, tampoco hay evidencia de carros de combate, y la evidencia de presencia de restos óseos de caballos es ambigua. Sin embargo, en Tell el-Habua, un esqueleto completo encontrado en un contexto de finales del Segundo Período Intermedio, ha sido identificado positivamente como el de un caballo. Los textos de Kamose hablan de los caballos del enemigo y los equipos de carros de combate de Avaris, como parte del botín de Kamose, lo que podría explicar su introducción en el Alto Egipto. En los relieves de Ahmose, en Abydos, aparecen caballos, y caballos enganchados a carros de combate; aún más, los carros de combate no son simples prototipos, sino que son exactamente comparables a los que aparecen en el templo mortuorio de Tutmosis II.

A pesar de la derrota de los Hyksos, la baladronada de la Reina Hatshepsut “He expulsado la abominación de los dioses, y la tierra ha borrado sus huellas”, ha sido refutada gracias al esmerado trabajo realizado por el Profesor Manfred Bietak, Arqueólogo austriaco, y su equipo en Tell el-Dab’a. El Profesor Bietak es actualmente Profesor de Egiptología en la Universidad de Viena, y Director del Instituto Austriaco de Arqueología en El Cairo. Se le conoce principalmente por su labor como director de dos excavaciones en el Delta de El Nilo: Tell el-Dab’a y Piramesse. Es responsable del descubrimiento de la enorme tumba de Ankh-Hor, Mayordomo Mayor de la Divina Esposa de Amun Nitokris I (Dinastía XXVI).


RAFAEL CANALES

En Londres, a 13 de mayo de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.

miércoles, 21 de abril de 2010

El Segundo Período Intermedio (c.1.650-1.550 A.C.) Tebas. Elefantina. El Reino de Kush 3/5





Ataud del Faraón Nubkheperra. Procedente de la tumba de Nubkheperra Intef, Dra Abu el-Naga, Tebas, Dinastía XVII, hacia 1.600 A.C. ("Pinchar" y ampliar)

El ataud del faraón Nubkheperra Intef es un bello ejemplar del nuevo tipo de ataud que apareció duante el Segundo Peíodo Intermedio. Se les conoce con el nombre de ataudes rishi, de la palabra árabe "pluma", ya que la supericie del cuerpo iba decorada con un par de alas de buitre que protegían a la momia. Los ataudes rishi eran antropoides - de forma humana - y muestraban los tocados reales nemes, hubiesen sido confeccionados o no para un rey.
Las proporciones masivas y el enome tocado de este ejemplar son típicos. La superficie de la tapa va dorada, con los detalles de las plumas incrustados. Los ojos van taraceados, y originalmente llevaban adheiridos a la cabeza un uraeus y una falsa barba. El interior del ataud iba recubierto de resina, bajo la que aparecía atrapado un escarabajo.
El ataud, encontrado en 1827, se supone que estaba dentro de un sarcófago ya usado, cavado y extraido de la roca que lo rodeaba, en lo podría haber sido la tumba original del faraón. Una reciente investiació de esta zona tebana ha revelado la existencia de otras amplias tumbas que podrían pertenecer a los faraones de la Dinastía XVII, hacia 1.650-1.550 A.C.


TEBAS, LA CIUDAD DEL SUR: LAS EMERGENTES DINASTÍAS XVI Y XVII

Basándose en la reconstrucción del Canon de Turín de Ryholt, se pueden ahora identificar hasta 15 nombres de faraones – Dinastía XVI de Menatón – como predecesores de los faraones de la Dinastía XVII; cinco de ellos aparecen en fuentes contemporáneas indican que el centro del poder se concentraba en el Alto Egipto. No se sabe a ciencia cierta si todos ellos gobernaron desde Tebas, y algunos pueden haber sido gobernantes locales de ciudades importantes, como Abydos, Elkab y Edfu. El faraón Wepwawetemsaf, que no aparece en el listado del Canon de Turín, dejó su modesta estela en Abydos y pudo haber sido uno de estos gobernantes locales; la estela lo muestra haciendo ofrendas a Wepwawet, el dios local cuyo nombre adoptó. El estilo de su escritura, diseño y ropaje la sitúa en una línea de desarrollo entre las estelas reales de la Dinastía XIII y la XVII.

El faraón Iykhernefert Neferhotep, que definitivamente gobernó desde Tebas, dejó atrás estelas mucho más impresionantes, en las que se describe a sí mismo como un faraón victorioso, querido por su ejército, que alimenta a su ciudad, vence a los rebeldes y reconcilia las tierras extranjeras rebeldes. A Neferhotep se le representa protegido por los dioses Amun y Montu, y por una diosa que personifica la propia ciudad de Tebas. Aparece armada de cimitarra, arco y flechas. El lenguaje del elogio formal es familiar desde los antiguos himnos compuestos para faraones, pero también para nomarcas y grandes señores de la guerra que, en el Primer Período Intermedio ,gobernaron como reyes locales.

La estela, como la de Kamose, fue erigida para conmemorar un acontecimiento preciso, que pudo haber sido el levantamiento de un bloqueo de la ciudad de Tebas. No se sabe si Neferhotep llegó a enfrentarse a los Hyksos, a sus vasallos egipcios, o a los gobernantes rivales locales, pero el Egiptólogo canadiense Donald Redford se ha percatado de una capa de destrucción que aparece, pasado el nivel de la Dinastía XIII, en parte de la ciudad bajo el Karnak Oriental. El nombre de Neferhotep se conoce también por los monumentos contemporáneos de Elkab y Gebelein. En épocas tan inciertas, el rol del faraón, como Comandante en Jefe del ejército, va siendo cada vez más prominente y, como tal, incorporado a las letanías reales. Tanto la ideología como algo de la fraseología acaban sobreviviendo hasta adentrarse en la Dinastía XVIII.

Pueden faltarfaraones, pero los funcionarios que les servían tenían sus propios monumentos, y de las genealogías registradas en ellos se ha construido una cronología. El hijo suele seguir al padre en su servicio real, y los faraones tomaban esposa de las grandes familias de funcionarios, de forma que los faraones se veían gradualmente ligados por una red de interdependencia a las ciudades donde residían sus funcionarios, tanto en Elkab como en Tebas. Las evidencias genealógicas sugieren que, sólo tres generaciones separaban el abandono de Itjtawy del reinado del faraón Nebererau I, sexto faraón de la Dinastía XVII, y que la transición del grupo de faraones de la Dinastía XIII y la XVI, pasó inadvertida oficialmente para los funcionarios que les sirvieron.

Se sabe mucho de los nueve faraones asignados por Ryholt a la Dinastía XVII, pero, hasta ahora, sólo consta que dos de ellos estaban emparentados: los hermanos Nubkheperra Intef VI y Sekhemra Intef VII. Es posible, aunque no seguro, que su padre fuese Sobekemsaf I. Sus nombres no aparecen en el Canon de Turín, cuya sección conexa se habría cortado y sutraido en la antigüedad, pero aparecen en otras listas de reyes de Tebas; muchas estelas han sobrevivido después de ser reusadas en otros edificios posteriores, y las excavaciones han proporcionado valiosos objetos procedentes de los enterramientos.

Los cuerpos del faraón Seqenenra Taa (hacia 1.560 A.C.) y de su esposa Anhotep y, posiblemente, de la madre de él, la Reina Tetisheri, se encontraron en el escondrijo de momias reales de Deir el-Bahri y, lo más curioso de todo, es que tenemos una descripción de los saqueadores del enterramiento del faraón Sobekemsaf II y su esposa, aún intactos, 600 años más tarde, en la Dinastía XX. Los nombres de faraones también aparecen en las tumbas privadas, además de los ajuares. Se cree que estos reyes tebanos habrían gobernado a la vez que los Hyksos de la Dinastía XV, pero no existe un referencia fija que nos permita datar el comienzo de la Dinastía XVII, sólo el final, marcado por el fallecimiento de Kamose en algún momento antes o después de su tercer año de reinado. La fortuna de los reyes parece que fluctuaron: a Nebkheperra Intef se le menciona en más de una veintena de monumentos contemporáneos, mientras que a Intef VII sólo se le conoce por su ataúd, ahora en el Louvre.

El continuo rasgo distintivo militar de la época viene ilustrado por los propios títulos militares, tales como “comandante del equipo del soberano” y “comandante del regimiento de la ciudad”. Ellos nos muestran a una agrupación defensiva de fuentes militares alrededor del faraón ,y nos confirman la importancia de las milicias locales con base en las ciudades. La inestabilidad continuó siendo característica del Alto Egipto para el resto del Segundo Período Intermedio.

Rahotep, primer faraón de la Dinastía XVII, hace gala de las restauraciones de templos en Abydos y Koptos, mientras que una inscripción de Sobekemsaf II muestra que envió una expedición de 130 hombres a las canteras de Wadi Hammamat. Estas canteras, no obstante, estaban bien adentradas en territorio tebano, y el número de canteros no es comparable con los miles de hombres enviados al “wadi” durante la Dinastía XII. Por otra parte, la confianza iba en aumento, y tanto el territorio como las actividades del faraón iban creciendo. La expedición de Sobekemsaf tiene un distintivo aire ad hoc: solamente un hombre ostenta el título idóneo d “supervisor de los trabajos”, mientras que el resto ostentan títulos honoríficos, o cargos relacionados con el aprovisionamiento.

El escriba no mantiene la estricta jerarquía de estatus en su listado, y utiliza una mezcla de signos jeroglíficos e hieráticos. Parece que las habilidades tradicionales y los protocolos se estaban teniendo que reaprender después de una quiebra decisiva. En las minas de galena de Gebel Zeit, que dominan el Mar Rojo, se encontraron dos modestas estelas que registraban expediciones durante los reinados de Nubkheperra Intef VII y Swaserenra Bebiankh, de la Dinastía XVI; esta última era poco conocida más allá del listado del Canon de Turín. También se encontró un gran número de “sepulturas-sartén”, lo que sugeriría otra razón por la que los reyes tebanos habrían utilizado mercenarios nubios.

Tebas fue aislada de todo contacto con el Bajo Egipto, y se le negó acceso a los centros de enseñanza de escribas de Menfis. Dichos centros, junto con sus archivos, no se destruyeron, y puede incluso que floreciesen durante los Hyksos, pero a los tebanos se les habría negado el acceso a ellos para realizar sus consultas, de ahí la necesidad, quizás, de crear una nueva compilación de aquellos textos necesarios para los rituales funerarios, tan importante para todos.

Una de las primeras colecciones de ensalmos que se conocen es el “El Libro de los Muertos”, que data de la Dinastía XVI, y aparece en un ataúd de la Reina Mentuhotep, esposa del faraón Djehuty. La cultura funeraria de Tebas también evolucionó en otros aspectos en respuesta al empobrecimiento de las fuentes. Los grandes ataúdes rectangulares de madera de cedro, se sustituyeron por ataúdes antropoides, de vastas formas, en madera de sicomoro decorada con dibujos de plumas, pero en un estilo tan crudo y particular, que no había dos iguales. Esta característica delata una falta de formación en las otrora rígidas convenciones del arte funerario para el que, quizás, había menos demanda. No obstante, unos cuantos ataúdes demuestran que, en algunos talleres tebanos, la tradición del Imperio Medio en la fabricación de ataúdes, sobrevivió hasta bien entrada la Dinastía XVIII.

En el Papiro de Abbot, que contiene el acta de una investigación judicial llevada a cabo por el alcalde de Tebas, durante la Dinastía XX, sobre el robo de una tumba, se describe la localización de cinco tumbas reales de la Dinastía XVII pertenecientes a: Nubkheperra Intef VI, Sekhemra Intef, Sobekemsaf II, Seqenenra, y Kamose. En 1923, Herbert Winlock se dispuso a relocalizar las tumbas utilizando el itinerario de los inspectores que aparecían en el papiro. También se inspiró en que muchos de los objetos procedentes de tumbas reales del mismo período, habían aparecido para su venta de excavaciones ilícitas de 1820 y entre 1859-1860. Los ladrones de la Dinastía XX describían así cómo encontraron el enterramiento de Sobekemsaf II:

“Él iba provisto de una espada y había ….. un juego de amuletos y ornamentos de oro alrededor del cuello; la corona y diadema de oro descansaban en la cabeza y la …. momia del faraón estaba cubierta de oro por todas partes. Su ataúd era forjado en oro y plata, por dentro y por fuera, e iba incrustado con toda clase de espléndidas y valiosas piedras …. nos llevamos todos los objetos que había consistentes en vasijas de oro, plata y bronce”.

Los faraones y sus funcionarios gastaron su creciente fortuna al final de la dinastía en obtener nuevos objetos para sus tumbas, más que en las estructuras de las propias tumbas; en vez de ello, con frecuencia se apropiaban de tumbas antiguas que volvían a utilizar. Para entender de donde procedía tanta riqueza, basta con mirar hacia el sur, a Elefantina, a las fortalezas que custodiaban la 2ª Catarata de El Nilo y, finalmente, a Kerma, capital del reino de Kush, a más de 800 km al sur de Tebas.

ELEFANTINA Y LAS FORTALEZAS DE LAS CATARATAS

Elefantina, una isla frente a la moderna ciudad de Aswan, ofrece una interesante y ventajosa situación desde donde poder estudiar el Segundo Período Intermedio. Como ciudad provincial, representa una contrapartida a las fuentes tebanas, y ofrece una serie de ininterrumpidas dedicaciones, privadas y reales, que datan de finales de la Dinastía XII a la Dinastía XVI. El estratificado emplazamiento de la ciudad, y los cementerios del mismo período, están siendo excavados por el Instituto Alemán de Arqueología.

La fortuna de Elefantina está ligada de forma inseparable a la de Nubia. Durante la mayor parte del Imperio Medio no marcó frontera alguna con el sur; lo hizo el faraón Senusret III, en Semna, a 400 km al sur. Sin embargo, en la etapa más baja de poder de los reyes tebanos, es posible que Elefantina estuviese gobernada independientemente e, incluso, que los nubios, de forma esporádica, arrasasen la ciudad. El botín, producto de una redada en Elefantina, o en las fortalezas, parece ser la explicación más favorable al hecho de que una tumba real, en Kerma, de finales del Segundo Período Intermedio, albergase estatuas de un nomarca de Asyut y su esposa, que vivieron en el reinado del faraón Senusret I (1.956-1.911 A.C.).

El valor de la Baja Nubia reside en sus canteras, en especial las de diorita, granito y amatista; en sus accesos a las minas de oro y plata; y en su estratégica situación en términos de control del desierto y de las rutas a lo largo del río. Un funcionario local de Elefantina, de la Dinastía XVI, Heqaib, fue deificado tras su muerte, y se ha encontrado una serie de estelas votivas y estatuas en una capilla. Las Dinastías XIII a XVI están particularmente bien representadas y, como en Menfis, la continuidad sólo se rompe con la llegada de la Dinastía XVIII. Las genealogías que aparecen en las inscripciones, muestran que las mismas familias servían, tanto a los últimos reyes de finales de la Dinastía XIII, como a los de la XVI.

La estatua del alcalde de Elefantina evidentemente cambió, de ser una de gran significación local, a otra típicamente militar, como parte del cortejo del faraón de Tebas. Tal personaje fue Neferhotep, que era responsable al faraón de todo el territorio que se extiendía de Tebas a Elefantina. Pasado su tiempo – durante la Dinastía XVI, a juzgar por la ortografía de la estela – las dedicaciones en la capilla de Heqaib cesaron, y quizás no sea coincidencia que fuese en este período cuando el Príncipe del Kush fuese más poderoso, y que incluso las fortificaciones de las cataratas estuviesen bajo control suyo.

La suerte de una de las fortalezas, Buhen, puede reconstruirse a partir de evidencias que aún no han sido publicadas en su totalidad. Después de finales de la Dinastía XII, a los soldados se les enterraba con su familia en el Cementerio K de Buhen; estos enterramientos se caracterizaban por la cerámica de la región de Menfis, lo que confirmaría que los suministros del fuerte aún procedían de los talleres de la Residencia. El Cementerio K sugiere una ocupación continuada hasta bien entrado el Segundo Período Intermedio, y hay al menos dos grupos de enterramientos múltiples, intactos, que contienen pequeñas jarras de Tell el-Dab’a, incluyendo un tipo que no aparece en Tel el-Dab’a hasta el estrato E/I, muy probablemente de principios de la Dinastía XV. Uno de los cuerpos lleva en el cuello una pepita de oro grande, lo que sugeriría que los colonos permanecían en Buhen principalmente por su proximidad a las minas de oro de la región.

Para entonces, la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto ya existía, así que los suministros desde el Bajo Egipto sólo podían llegar a Buhen utilizando la ruta de los oasis que sabemos estaba en uso durante el reinado de Apepi. ¿Quién – se pregunta uno - era el responsable de la organización de este comercio en el extremo norte? Se puede especular que funcionarios todavía trabajaban en Itjtawy bajo el soberano Hyksos, y sabemos que el cementerio de Lisht aún estaba en uso. El mismo Avaris era el centro de producción y distribución de las jarritas de Tell el-Yahudiya, cuyo contenido aún no ha sido identificado pero eran muy apreciadas.

Los colonos de las fortalezas tienen que haberse sentido cada vez más aislados y vulnerables, a pesar de sus conexiones con el Bajo Egipto, por lo que tendrían que amoldarse al poder militar local, que no era ni de los Hyksos ni de los reyes de Tebas, sino del Rey del Kush. Una familia, cinco generaciones atrás, dejaron inscripciones en Buhen que muestran que las dos últimas sirvieron al Rey del Kush, y que incluso llevaron a cabo campañas locales en su nombre; este período viene marcado arqueológicamente por la presencia de cerámica importada del Alto Egipto, de la zona de Tebas, en vez de cerámica procedente del Bajo Egipto. El río permanecía abierto entre Tebas y las fortalezas, pero solamente, como denuncian los textos de Kamose, si se pagaba al amo del Nilo Sur, el Rey del Kush. Buhen sería eventualmente saqueada – hay restos de un gran incendio – pero más probablemente por el ejército de Kamose que por los nubios.

Otras fortalezas como Mirgissa y Askut nos cuentan con una historia parecida de continua invasión por egipcios - pero paralelamente a la de nubios - hasta finales del Segundo Período Intermedio. Llegó un momento en que el control de la región de las cataratas por el rey de Kerma se haría tan insoportable para los soberanos tebanos que se hacía necesario retomar los fuertes antes de proceder con seguridad contra los Hyksos. Tenemos una primera prueba de que en el tercer año del reinado de Kamose, la región estaba de nuevo bajo control tebano. En Buhen, hay evidencias de la construcción de un muro; probablemente se trataría de una renovación de las fortificaciones después de la exitosa campaña que se menciona en una carta de los Hyksos al rey del Kush.

EL REINO DE KUSH

Rey de Kush, es el nombre que las fuentes egipcias dan al rey, de cuyo reino, la capital era Kerma. Los arqueólogos utilizan Kerma como un adjetivo que describe la cultura de los kushitas, y la distinguen de otras culturas nubias contemporáneas, tales como la del Grupo “C” y la de “sepultura sartén”. Kerma está situada al sur de la 3ª Catarata, al final de las rutas occidentales de los oasis, y está siendo excavada por Charles Bonnet, de la Universidad de Ginebra.

La población de Kerma no dejó referencias escritas, aunque sabemos que su cultura, extendida por toda Nubia, se remonta a principios del Imperio Antiguo. El rey alcanzó su poder máximo durante la fase de la llamada Kerma Clásica, que coincide, aproximadamente, con el Segundo Período Intermedio. Puede que el faraón Kamose hubiese conseguido reconquistar Buhen con éxito, pero no fue hasta mucho más adelante, durante la Dinastía XVIII, después de, al menos, tres largas campañas, que Kerma fue finalmente reconquistada.

La destrucción que le siguió fue tan drástica que, actualmente, es muy difícil reconstruir cómo era la ciudad durante los reinados de los últimos gobernantes independientes. Sí sabemos, que las grandes tumbas de túmulo donde se enterraban a los reyes, contienen sirvientes ejecutados y gran cantidad de provisiones, en su mayoría, importadas del Alto Egipto, que puede que se tratarsen de impuestos pagados por aquellos que querrían pasar al sur, más allá de Elefantina. Hasta por lo menos mediados de la Dinastía XIII, el rey habría estado comerciando, tanto con el Alto como con el Bajo Egipto, comercio que estaría administrado desde las propias fortalezas.

Los nubios de Kerma eran ganaderos y guerreros, particularmente famosos por sus arqueros. Los arcos y flechas encontrados en sus sepulturas, y las masivas fortificaciones de Buhen diseñadas para defenderse de los ballesteros, confirman esta reputación. En el centro de la ciudad, había una enorme cabaña, dentro de un recinto de estacas, que se utilizaba en las ceremonias reales. Un amplio programa de construcción y reconstrucción durante la fase de la Kerma Clásica, da testimonio de la inmensa fuente de material y mano de obra que el rey tenía a su total disposición.

La presencia de nubios de Kerma en los ejércitos de Kamose y Ahmose está fuera de toda discusión, si bien no está claro si eran reclutados voluntaria o forzosamente durante la campaña de Kamose. Parece probable que los nubios de Kerma constituyesen una federación de tribus de las que no todas aceptarían necesariamente la autoridad del Rey de Kerma, y con ello, ni la política de hostilidad hacia los reyes tebanos. En cualquier caso, fuese la que fuese la política real, el comercio entre Kerma y Tebas floreció durante el Segundo Período Intermedio. La gente viajaba al igual que la mercancía: artesanos egipcios a Kerma, quizás, y, por supuesto, nubios de Kerma a Egipto.

Se han encontrado esparcidos entre Tebas y Abydos, los enterramientos de un puñado de individuos. Un rico enterramiento, encontrado intacto en Tebas, es de tiempos de Kamose, y pertenecía a una mujer y su pequeño. Es de estilo totalmente egipcio, y la mujer lleva un obsequio real, “el oro del honor”, un collar con muchas cuentas de aros de oro. Además, en su ataúd había una barra portadora de la que colgaban redes con seis jarras de cerámica, hechas en un estilo tan típico de la cultura Kerma que se conoce como “producto Kerma.

El oro unió a los Tebanos y a los Nubios de Kerma; primero, como aliados; pero, final e inexorablemente, como enemigos.


RAFAEL CANALES

En Banlamádena-Costa, a 1 de mayo de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.

jueves, 15 de abril de 2010

El Segundo Período Intermedio (c.1650-1550 A.C.) Menfis: La Mansión de Ptah. Cusae 2/5

Barras espaciadoras de oro con gatos en relieve, para un brazalete. Probablemente procedente de Edfu, Dinastía XVII, hacia 1.650 A.C. ("Pinchar" y ampliar")

Con el nombre de Sobekemsaf incrito - esposa del faraón Nubkheperre Inyotef - estos espaciadores originalmente sujetaban un brazalete compuesto de doce tiras trenzadas de cuentas - quizás cornalina o lapizlásuli - que se han perdido. Los brazaletes egipcios era típico llevarlos en parejas, y estos espaciadores es lo que queda de un par de brazaletes idénticos. Pertenecieron a la Reina Sobekemsaf, cuyo nombre, junto al de su esposo, aparece grabado en la cara inferior de cada barra. Algunas mujeres de la familia real de principios del Imperio Nuevo poseían joyas con elementos felinos. Por ejemplo, tres esposas menores de Tutmosis III fueron enterradas con brazaletes que tenían espaciadores con gatos. El gato estaba consagrado a la Diosa Bastet, asociada con la fertilidad femenina, y las cuentas con forma de gato las utilizaban las mujeres como amuletos para asegurarse la fertilidad y la concepción. Es probable que los elementos felinos en las joyas de las damas reales se utilizasen con la misma intención. La fertilidad era de tremenda importancia para las esposas reales ya que uno de los deberes primordiales de la reina era proporcionar al Faraón un heredero. Esto aseguraría la continuidad de la Realeza y, por tanto, el continuo orden del Universo.


MENFIS: LA MANSIÓN DE PTAH

Josephus afirma estar citando la descripción de la conquista y ocupación de Egipto por los Hyksos directamente de la historia de Menatón, que es como sigue:

“La tomaron por la fuerza, sin ninguna dificultad, sin siquiera pegar un golpe, sobreponiéndose a los gobernantes del territorio; después, prendieron fugo y asolaron nuestras ciudades de forma despiadada, derribaron los templos de los dioses....Finalmente, eligieron rey a uno de ellos cuyo nombre era Salitis. Él residía en Menfis desde donde recaudaba los tributos del Alto y Bajo Egipto dejando siempre tras de sí una guarnición en las posiciones más ventajosos”.

Esta imagen que tenemos del dominio Hyksos se confirma por el simple hecho de que el gobernante tebano Kamose se negase a aceptar el estatus de vasallo suyo. El estricto control de la frontera de Cusae, la imposición de tributos sobre el tráfico de El Nilo, y la existencia de guarniciones de Asiáticos lideradas por comandantes egipcios, todo ello, se menciona en los textos de Kamose. Al parecer, los reyes Hyksos seguirían el modelo establecido por los reyes de la Dinastía XII durante su dominio en Nubia, por lo que las instituciones militares y burocráticas seguirían aún activas en el lugar.

El rol del faraón de Menfis también resulta claro en la versión de Kamose; Avaris era la ciudad residencia y hogar del rey de los Hyksos, el centro de su poder, pero Egipto, incluso su parte norte, no podía gobernarse desde el Delta Oriental. El dominio de Egipto pasaba por el control del Nilo, y todos los gobernantes lo habían hecho así desde el vértice del Delta, la región de Menfis y el moderno Cairo.

La existencia de pruebas de la supuesta capacidad de destrucción y saqueo de los Hyksos es escasa. En Tanis, se han encontrado cuatro esfinges colosales del faraón Amenemhat III, de la Dinastía XII, y dos estatuas del Smenkhera, de la Dinastía XIII, con el nombre Aqenenra Apepi inscrito (otro nombre para Aauserra Apepi). Las inscripciones originales de dedicación a Ptah indican que fueron primero instaladas en Menfis. Se suele dar por hecho que fueron saqueadas por Apepi, llevadas a Avaris, y eventualmente trasladadas a Tanis en la era ramésida, pero sólo se sabe a ciencia cierta que Apepi las reclamó escribiendo su nombre sobre ellas, y puede que nunca abandonasen Menfis, para nada, hasta la era ramésida. Por otra parte, al menos un monumento real de un faraón de la Dinastía XIII fue violado: el piramidión del vértice de la pirámide del faraón Merneferra Ay’s, probablemente construida en Saqqara, apareció en Faqus, cerca de Tell el-Dab’a.

Al día de hoy, no hay nada que indique que los reyes Hyksos encargasen monumentos funerarios siguiendo la tradición menfita en el Desierto Occidental, dominando la ciudad. Sin embargo, conviene recordar la sistemática demolición llevada a cabo en Tell el-Dab’a por el victorioso Ahmose y las ansias de faraones posteriores de construir en piedra, antes de aceptar como válido un argumento ex silentio. Por ejemplo, en el templo de Hathor, en Gebelein, se han encontrado dos bloques, uno de caliza y otro de granito, con los nombres inscritos de Khyan (c.1.600 A.C.) y Aauserra Apepi. Al no existir evidencia inequívoca de que los Hyksos hubiesen controlado esta parte de Egipto, y menos construido monumentos tan al sur, lo más probable es que ambos bloques tuviesen su origen e Menfis, y hubiesen sido traídos a Gebelein durante el Imperio Nuevo.

Durante los años 80, como parte de la inspección del vasto campo de ruinas de Menfis realizada por la Egypt Exploration Society, se excavó una pequeña zona de la ciudad que sacó a la luz estratos del Segundo Período Intermedio. La cultura de esta comunidad, revelada por la cerámica, la arquitectura doméstica, los sellados de barro con impresiones de escarabeos, objetos de metal y cuentas, es totalmente egipcia, en especial si se la compara con la de Tell el-Dab’a, y muestra un desarrollo cultural sin ruptura desde la Dinastía XIII.

Las similitudes en las cerámicas egipcias permiten relacionar los estratos de Menfis con los de Tell el-Dab’a, y esto revela una ruptura mayor en ambos lugares después del último estrato Hyksos en Tell el-Dab’a D/2. En Menfis le sigue una secuencia de depósitos arenosos sobre los que no se habrían construido estructuras permanentes, y en los que las cerámicas contienen cantidades cada vez mayor de los tipos del Alto Egipto que datan de principios de la Dinastía XVIII. La siguiente fase muestra edificios alineados de forma diferente y cerámicas de un pronunciado estilo de la Dinastía XVIII. Se estima que los depósitos arenosos coinciden con el período de las guerras entre Hyksos y Tebanos.

Lo que no hay en Menfis es la presencia de restos del Bronce Medio, tales como los que se pueden ver en Tell el-Dab’a, de finales de la Dinastía XII en adelante. Piezas importadas y copias egipcias de cerámica palestina están presentes en ambos lugares, pero en Menfis representan menos del 2 por ciento, mientras que en Tell el-Dab’a alcanza entre el 20 y el 40 por ciento del repertorio total. No se aprecia ninguna ruptura cultural en los primeros estratos excavados que datan de mediados de la Dinastía XIII hasta finales del Segundo Período Intermedio. ¿Se observa este mismo patrón en alguno de los principales centros de la región?

En Saqqara, la necrópolis más cercana a Menfis, el foco de actividad del pasado Imperio Medio era el templo mortuorio del Faraón Teti (2.345-2.323 A.C.). Allí se encuentran tumbas privadas y pruebas de haber tenido lugar una continua celebración del culto al rey hasta la primera mitad de la Dinastía XIII. En lo que se refiere a la última Dinastía XIII y al Segundo Período Intermedio, sólo hay hasta ahora un único enterramiento aislado de un hombre dentro de un ataúd rectangular. Su nombre, Abdu, sugiere que fuese un Asiático, e iba provisto de una daga con el nombre de Nahman, un seguidor del faraón Apepi. Puesto que la daga resulta ser el único elemento del hallazgo al que hasta hoy se ha dado publicidad, no se sabe si la sepultura es comparable o no con aquellas de similar datación de Tell el-Dab’a, pero el ataúd rectangular sugiere que no lo es. Ni tampoco sabemos si es contemporánea con el enterramiento, o se trata de una reliquia, o un mero legado. Aparte de este ambiguo hallazgo, sí existen evidencias claras en la misma zona de un amplio cementerio de ricas sepulturas de superficie que pertenecen a los reinados de los primeros faraones de la Dinastía XVIII Ahmose y Amenhotep I.

En Dahshur, yacimiento de los complejos de dos grandes reyes de la Dinastía XII, Senusret III y Amenemhat III, la actividad ritual tiene que haber continuado al menos hasta principios de la Dinastía XIII ya que el faraón Awibra Hor fue enterrado allí en esa época. En una fecha posterior se construyeron grandes silos de adobe dentro del complejo mortuorio de Amenemhat III. Cuando los silos estaban ya en mal estado se utilizaron como basureros para la cerámica desechada procedente de un asentamiento cercano. Una cerámica similar aparece en los estratos de Menfis, debajo de los depósitos de arena, y en Tell el-Dab’a, en los estratos G/4 en adelante. Su carácter es enfáticamente del Imperio Medio y egipcio.

Parece ser que se levantaron edificios en el espacio sagrado de Dahshur algún tiempo después de la temprana Dinastía XIII; estas estructuras se asociaron a un asentamiento que se continuó ocupando, aunque aún no está claro cuánto tiempo duraría esta ocupación, excepto en términos relativos. Más adelante, no hay evidencia alguna de actividad hasta el período ramésida. La cerámica “de silo” está también presente en Lahun, en el asentamiento que creció cerca del complejo mortuorio de Senusret II. A partir de entonces, en Lahun, hay un vacío hasta que aparece la cerámica de mediados de la Dinastía XVIII.

En Lisht, la necrópolis más cercana a Itjtawy, residencia real de faraones de las Dinastías XII y XIII, la escena es más compleja. Un amplio cementerio privado creció alrededor de la pirámide de Amenemhat I que acabaría invadiendo el propio complejo funerario real. Entre las sepulturas más tardías había unas cuantas bastante suntuosas que contenían recipientes de cerámica tipo “Tell el-Yahudiya”, que se dan tanto en la propia Tell el-Yahudiya como en Tell el-Dab’a, en sepulturas de los estratos D/3 y D/2; es decir, aquellos estratos que datan de finales del período Hyksos. Estos últimos enterramientos en Lisht son de carácter totalmente egipcios.

Un asentamiento de trabajadores conectados con la necrópolis creció durante la Dinastía XIII en esa zona, y cavaron pozos de enterramiento dentro de complejos domésticos, antes y después de su ocupación. Este atípico estilo de enterramiento egipcio tiene paralelismo en Tell el-Dab’a, pero no hay ninguna evidencia más que sugiera que los habitantes no fuesen egipcios. En los escombros procedentes de la excavación de viviendas se encontraron dos escarabeo con el nombre del soberano de la Dinastía XVI, Swadjenta Nebererau I (c. 1.615-1.595 A.C.). Sus fechas, aunque tentativas, caen dentro del ámbito de los asignados por Bietak a D/3. No hay evidencia de la Dinastía XVIII en Lisht hasta el reinado de Tutmosis III.

Incluso esta evidencia, tanto del uso de la necrópolis en Lisht como de la continuidad de la cultura del Imperio Medio en el lugar hasta bien entrado el Segundo Período Intermedio, no contesta a la pregunta de cuándo el faraón y su corte se trasladaron de Itjtawy a Tebas. El último faraón conocido de la Dinastía XIII que se sabe que tuvo monumentos en la zona es Merneferra Ay (c.1.695-1.685 A.C.). También está el testimonio deL funcionario llamado Horemkhauef, Inspector Jefe de Sacerdotes, que fue enviado para recoger las estatuas del templo de Horus de Nekhen – la deidad local de Elkab – y de la diosa Isis. Su estela funeraria, encontrada en el patio de su tumba en Elkab, describe la visita a Itjtawy en el curso de su misión:

Horus, vengador de su padre, me encomendó una misión de la Residencia, traer (de allí) a Horus de Nekhen y a su madre, Isis…..Me nombró capitán de una nave y de su tripulación, pues me consideraba un funcionario competente de su templo, vigilante alerta en cuanto a sus encargos. Entonces, partí enseguida río abajo, y tomé en mis manos a Horus de Nekhen junto a su madre, la diosa, con los buenos oficios de Itjtawy, en presencia del propio faraón”.

Las divinas imágenes recogidas por Horemkhauef eran recién hechas, o estatuillas restauradas, que quizás habrían sido usadas en algún festival relacionado con la realeza. Así que, es significativo que la Residencia aparezca esta vez como el único lugar donde los artesanos, escribas y sacerdotes lectores, podían confeccionar esas imágenes. Esto explicaría la necesidad de Horemkhauef de realizar tan largo viaje y su merecido orgullo por el éxito. Desgraciadamente para nosotros, nunca se supo la identidad del faraón que le dio el encargo. El hacer dichas estatuas fue uno de los actos más significativos del soberano egipcio, que le sirvió para validar su propio estatus divino.

Las referencias a la creación, por parte de los faraones, de dichas imágenes, aparecen en todos los anales reales que han sobrevivido, si retrocedemos a los principios del Imperio Antiguo. Esta tradición de artesanía sagrada, de la que el faraón era guardián, evidentemente se rompió cuando la Residencia fue abandonada y los lazos con Menfis rotos.

Una consecuencia de la pérdida de esta tradición artística, fue una ruptura en lo que ha sido descrito como la “tradición jeroglífica”. La escritura con las fórmulas utilizadas en las inscripciones funerarias cambió al hacerse estas bajo la influencia de escribas instruidos en la escritura hierática cursiva – utilizada en los documentos administrativos – mientras que antes, las creaban aquellos escribas específicamente formados en el arte de la talla en monumentos de piedra. Este cambio en la escritura de la fórmula funeraria puede utilizarse como método de datación de inscripciones del período anterior o posterior al final del Imperio Medio.

La escritura de la estela de Horemkhauef es del tipo post-Imperio Medio, lo que quizás sugiera que la fragmentación política pudo haber tenido lugar durante este tiempo. A partir de las genealogías de funcionarios de Elkab registradas en las inscripciones, se ha llegado a elaborar una cronología que, basándose en ella, se ha llegado a sugerir que la tumba de Horemkhauef pudo haberse construido entre 1.650 y 1.630. Si la visita a la Residencia tuvo lugar a principios del período medio de permanencia en un alto puesto que se establece en veinticinco años, se podría datar entre 1.670 y 1.650; es decir, al menos quince años después del reinado del faraón Merneferra Ay en 1.685.

Estos pequeños cementerios ubicados en la misma boca del Oasis Faiyum (Maiyana, Abusir el-Melek y Gurob), datan del período de las guerras entre Hyksos y Tebanos que, por cierto, sólo se ve representado en Menfis. Estos enterramientos del el-Faiyum son de carácter egipcio, con cuerpos que reposan extendidos en ataúdes rectangulares. En Gurob, dos enterramientos contienen cerámica de alfarería Kerma, lo que indicaría que podrían pertenecer a nubios de Kerma que servían en el ejército tebano, como veremos más adelante. En un enterramiento intacto, en Abusir, se encontró un escarabeo del soberano de los Hyksos, Khyan, lo que hace del enterramiento un terminus post quem.

La cerámica de Maiyana, un pequeño cementerio para hombres, mujeres y niños, situado cerca de Sedment el-Gebel, incluye unas jarritas de cerámica peinada cilíndricas de Tell el-Yahudiya, como las aparecidas en los estratos D/2 de Tell el-Dab’a, así como jarritas de base circular chipriotas, como las encontradas en los estratos más antiguos de la Dinastía XVIII, tanto en Tell el-Dab’a como en Menfis. No hay armas, aparte de lanzaderas de palo, pero el uso de pieles de carnero y la decoración de los muertos con plumas y flores no son prácticas típicamente egipcias. Este pequeño cementerio parece recoger la corta existencia de una colonia extranjera, pero una distinta de la que florecía en Avaris.

Un pequeño grupo de sepulturas de los grandes cementerios del Imperio Nuevo de el-Haraga y el-Riqqa, muestran paralelismo con el corpus de cerámica de Maiyana-Gurob-Abusir el-Melek-Menfis, y confirman que hay una fase arqueológica de corta vida, pero distintiva, que marca la transición entre la fase final del Segundo Período Intermedio, y el comienzo de la Dinastía XVIII en esta región. A groso modo, unos 130 años antes de este período de transición, el faraón cambió su Residencia de Itjtawy a Tebas. Incluso antes de que este significativo evento tuviese lugar, los espacios sagrados de los complejos mortuorios de los reyes de la Dinastía XII, empezaron a ser invadidos una vez que los cultos a los antecesores reales dejaron de celebrarse. En Lisht, no obstante, el cementerio, y posiblemente su asentamiento, continuaron en uso hasta finales del Segundo Período Intermedio. Si la vida de la necrópolis llegó a tener algún paralelismo con la de la Residencia, entonces de alguna forma también continuaría allí.

CUSAE: LA FRONTERA ENTRE EL NILO EGIPCIO Y EL ASIÁTICO

Al soberano tebano Kamose le dijeron sus asesores: “La parte central del país está con nosotros hasta Cusae”, y los textos del reinado de Kamose siguen siendo nuestra mejor evidencia escrita sobre la historia del Egipto Medio del Segundo Período Intermedio. Una inscripción de la Reina Hatshepsut (1.473-1.458 A.C.) en el Speos Artemidos, 100 km al norte de Cusae (el-Qusiya), registra una intensa restauración y re-consagración de templos en la zona: “He levantado lo que permanecía desmembrado desde la primera vez que los Asiáticos pisaron el Avaris de la Tierra Norte, mientras las hordas vagaban en medio de ellos derribando todo lo que estaba hecho…. El templo de la Señora de Cusae…. caía fulminado, la tierra se tragaba su noble santuario, y los niños bailaban en el techo”.

Esta pieza de propaganda real estaba diseñada para mostrar a Hatshepsut en el tradicional rol real como restaurador del orden después del caos. Su escriba tomaría estas notas más de ochenta años después de las guerras entre Hyksos y Tebanos, y es probable que las “hordas” fuesen tanto los ejércitos de Tebas como los de Avaris. Es interesante que, tanto tiempo después del evento, Egipto aún alardease de la expulsión de los Hyksos.

Cusae está a unos 40 km al sur de Hermópolis (el-Ashmunein), que era el centro administrativo de la zona durante el Imperio Medio. Cuando Horemkhauef visitó la Residencia en Lisht, posiblemente entre 1.670 y 1.650 A.C., el río permanecía todavía abierto, pero muy poco después, Cusae marcó el punto fronterizo donde cualquier viajero procedente del sur tenía que pagar una tasa al soberano de Avaris si quería continuar su camino.

A juzgar por lo que nos cuenta Kamose del arresto de un mensajero con una carta del rey Apepi al rey del Kush, parece ser que los Hyksos tenían controlada la ruta de “Sako” – probablemente el moderno el-Qes – vía los oasis del Desierto Occidental, el emplazamiento nubio de Tumas, a mitad de camino entre la 1ª y la 2ª Catarata de El Nilo. Esta ruta proporcionaba al rey de Avaris acceso a sus aliados – los temidos reyes del Kush – y al oro. Al menos tres de las fortalezas de las cataratas (Buhen, Mirgassa y Uronarti) aún funcionaban, si bien aún se debate sobre si estarían sujetas al dominio de Egipto, o al del Kush; de cualquier forma, aún existía la organización que permitía el control de la ruta del oasis, desde el extremo sur, y el envío de expediciones a las minas de oro.

Esto resulta claro de los hallazgos de cerámica y sellos de barro, tanto en las fortalezas de las cataratas, como en la capital kushita, Kerma. Más aún, al menos en Buhen, parece ser que continuaron los contactos sin ruptura desde la Dinastía XIII hasta principios de la Dinastía XV de los Hyksos, como veremos más adelante.

Se puede ampliar la imagen del Egipto Medio examinando un grupo de cementerios excavados a unos 50 km al sur de Cusae, en Deir Rifa, Mostagedda y Qau. El cementerio “S” de Deir Rifa contiene los enterramientos de un grupo de nubios llamado gente de “sepultura-sartén” - por la forma oval característica, con poco fondo, de sus enterramientos - que eran medio nómadas, recolectores de ganado, y que vivían al borde del desierto. Sus cementerios y asentamientos aparecen en Egipto durante la Dinastía XIII, y han sido identificados en los textos de Kamose como los Medjay, que habrían sido enviados a reconocer el terreno antes de que la flota de Kamose avanzase.

Su característica cerámica, hecha a mano, es ubicua de todos los cementerios del Egipto Medio, y se extiende hacia el norte hasta el propio Menfis. En Deir Rifa, sus sepulturas contenían recipientes del tipo Tell el-Yahudiya, comparables a los del nivel E/I de Tell el-Dab’a, que pueden datar de mediados de la Dinastía XV. La cerámica asociada egipcia pertenece al estilo del Imperio Medio de la región de Menfis, y sugiere que el cementerio se remonta a principios de la Dinastía XIII.

Mostagedda, casi frente a Deir Rifa, en la orilla derecha del río Nilo, también contiene enterramientos de la gente de “sepultura-satén”, que pueden encajar en una secuencia cronológica, según el grado en que sigan las costumbres funerarias nubias, mientras que, del cementerio de Deir Rifa, lo publicado es muy escaso para que esto pueda aplicarse. En Mostagedda, hay presentes dos fases anteriores al comienzo de la Dinastía XVIII, y ambas contienen cerámica egipcia, claramente diferente a la de Deir Rifa. Estas dos fases, junto a otras más tempranas, también se han encontrado en el amplio cementerio de Qau, a 15km al sur de Mostagedda y Deir Rifa. La cerámica se caracteriza por su elaborada decoración incisiva, el uso de arcillas arenosas de margas (un carbonato cálcico rico en lodo), jarras para conservas de cuello estrecho, y jarras estriadas. Este cuerpo de cerámica pertenece muy claramente a la tradición del Alto Egipcio, y proporciona prototipos para los recipientes que aparecen en Menfis y Tell el-Dab’a de forma completamente desarrollada, en los estratos de principios de la Dinastía XVIII.

Los cementerios de Deir Rifa y Mostagedda, al lado opuesto del río, pertenecían al mismo grupo cultural nubio; las diferencias en el equipo funerario muestran que Deir Rifa estuvo en contacto con la región de Menfis, mientras que Mostagedda se encontraba más ligada al Alto Egipto. Los artefactos nubios eran, en ambos casos, lo suficientemente similares como para sugerir que la diferencia entre ellos no es de tiempo, sino de riqueza, de estatus - siendo Mostagedda, generalmente, más rica – y, sobretodo, de asociaciones regionales. Su situación sugiere que la región de Cusae, sin duda, como confirman los textos, marca la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto, y que los límites existían, al menos, desde principios de la Dinastía XIII.

Todo ello nos hace pensar que quizás es posible especular que aquí nos encontramos con terrenos funerarios de dos grupos de mercenarios Mejday patrullando la región fronteriza: quizás, un grupo destacado en Deir Rifa protegía el margen occidental para los Hyksos, mientras el otro vigilaba el margen oriental para los reyes tebanos.


RAFAEL CANALES

En Benalmádena-Costa, a 20 de abril de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.

domingo, 4 de abril de 2010

El Segundo Período Intermedio (c.1650-1550 A.C.) 1/5.- El Territorio de Avaris

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Escarabeo de corazón del Faraón Sobekemsaf procedente de su tumba en Tebas, Dinastía XVII, hacia 1590 A.C. Se trata de una pieza única por ser una de las más antiguas de su género y ser el primer escarabajo de corazón conocido como perteneciente a un faraón. Se trata de un escarabajo de jaspe verde con cabeza humana, montado en oro. Puede que sea una de las piezas del botín que los ladrones de tumbas que, durante el juicio celebrado hacia el año 1109 A.C., se confesaron autores del desvalijo de la momia de la tumba del faraón Sobekemsaf II, según consta en el papiro depositado en el Musèe Cinquantenaire, Bruselas y la Pierpont Morgan Library, Nueva York. El amuleto se colocaba en el pecho de la momia para asegurarse así que su corazón, asiento de la inteligencia y la personalidad del finado, permanecería intacto. Alrededor de la base aparece inscrito un verso del ensalmo 30B del "Libro de los Muertos". El aspecto del escarabeo coincide con exactitud con la descripción que se impone en el ensalmo: "...hecho de piedra verde montado sobre oro fino". El ensalmo 30B, muy antiguo, puede datar del Imperio Antiguo (hacia 2.613-2.160 A.C.). Un escarabajo de corazón de la Dinastía XIII (hacia 1.795-1.650 A.C.) sugiere que su producción tiene su origen en el Imperio Medio; es decir, unos 400 años después de que supuestamente se compusiese el ensalmo, si bien su mera mención favorecería al pedigree del amuleto, aparentando ser más viejo de lo que realmente era. La ilusión de antiguedad también se utiliza para dar validez a la "Teología Menfita" de la Piedra Shabako, reliquia de la Dinastía XXV, que ha propiciado una nueva persepción de la cultura y doctrinas religiosas de los antiguos egipcios. Mientras el faraón Shabako realizaba una inspección en el Templo de Ptah, en Menfis, contempló horrorizado cómo un viejo papiro estaba siendo devorado por los gusanos. No queriendo perder lo que aún quedaba de la información, hizo grabar lo que pudo en una piedra de 66 cm de alta por 137 cm de ancha. Posteriormente su deterioro iría a más al ser utilizada como piedra de molino, afectando muy en particular a los jeroglíficos que sufrirían así un nuevo y posterior deterioro. Acualmente, la Piedra Shabako se encuentra expuesta en el Museo Británico.

A MODO DE PREÁMBULO

Después de un período semisabático que me he generosamente concedido, vaga y subconscientemente iniciado a modo de respiro y desintoxicación egipcia poco antes de nuestras últimas Pascuas – Navidad para otros muchos – y al que sin intención ni premeditación previa pongo fin hoy - Domingo de Resurrección de nuestra Semana Santa - me veo en la antesala de un nuevo capítulo que titularemos “El Segundo Período Intermedio”.

El Capítulo 8º del Proyecto que nos ocupa, pasará a formar parte del eventual corpus de esta mi versión en castellano que, a excepción de mis esporádicas y ya familiares reflexiones, comentarios, anotaciones y/o aclaraciones adicionales, pretende fielmente ajustarse - con sus eventuales quince capítulos - a los correspondientes y homónimos quince de la versión original en inglés del Profesor Ian Shaw, “The Oxford History of Ancient Egypt”, a la que reiteradamente aludo.

Por otra parte, los elementos gráficos que encabezan cada "Hoja Suelta", han sido seleccionados por mí; en la mayoría de los casos en razón de su relación con el tema que encabezan y el período que éste abarca; todos ellos proceden de la inagotable fuente de la Base de Datos del Museo Británico, Londres.

La leyenda que, con mayor o menor extensión, aparece a su pie en caracteres menores, supone también un elemento adicional - ajeno a la obra original - que describe la pieza a la que acompaña e informa de sus orígenes.

Esta vez la autoría del ensayo monográfico recae sobre la Profesora Janine D. Bourriau MA, FSA, Honorary and Emeritus Fellow, Darwin College, University of Cambridge, autora de numerosos libros y ensayos sobre Arte, Ciencia, Cerámica, y otros muchos tópicos de la varias veces milenaria Historia del Antiguo Egipto, entre los que cabría destacar, por su proximidad en el tiempo con el período que acabamos de dejar atrás, “Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Cambridge University Press, 1988.

INTRODUCCIÓN

El Segundo Período Intermedio viene definido por la división de Egipto; la fragmentación de las Dos Tierras. “¿Cómo puedo pensar en mi propia fortaleza mientras existe un Gran Hombre en Avaris y otro en Kush, ligados a un Asiático y a un Nubio, que se reparten un trozo de Egipto?” Este era el lamento del faraón Kamose (1.555-1.550 A.C.) a finales de la Dinastía XVII.

El inicio del Segundo Período Intermedio viene marcado por el abandono de la residencia real de Lisht, a 32 km al sur de Menfis, y el establecimiento de la corte real y sede del gobierno en Tebas, la Ciudad del Sur. El fin acaece con la conquista de la capital de los Hyksos, Avaris, en la región del Delta, por Ahmose, Rey de Tebas.

El tiempo transcurrido entre ambos eventos sería de unos 150 años y la reunificación de Egipto conseguida por Ahmose no se rompería en los siguientes 400. Es probable que el último faraón de Lisht fuese Merneferra Ay (c.1.695-1.685 A.C.) al ser éste el último dirigente de la Dinastía XIII, según se desprende de la secuencia del Canon de Turín que hace referencia a monumentos en el Alto y Bajo Egipto. La caída de Avaris se puede datar de forma más ajustada entre los años 18 y 22 del reinado de Ahmose; 1.532-1.528 A.C. según la cronología en él usada.

En el curso de apenas seis generaciones - cada una calculada como un período de veinticinco años - tuvieron lugar profundos cambios culturales y políticos, si bien la desunión de Egipto propició que estos se desarrollasen de forma diferente, con pautas variables, en regiones diversas. Es así que, más allá de presentar la historia de este período como una sola narración, parecería aconsejable y ventajoso hacerlo desde la óptica más propicia que nos ofrece cada una de las principales regiones del país de norte a sur.

Pero estas regiones sólo pueden definirse a partir de las fuentes de que disponemos y, dadas las lagunas que presentan, es más que probable que el país estuviese aún más fraccionado de lo que normalmente se piensa. Y no es hasta el inicio de las hostilidades entre los Hyksos y los faraones tebanos que una única narrativa histórica podría considerarse apropiada.

Las fuentes escritas suelen presentar problemas peculiares, más por su abundancia que por su escasez, ya que la dificultad de integrar lo que nos cuentan con la evidencias arqueológicas disponibles sigue siendo profunda.

De alguna forma, su estudio se facilita si las agrupamos en seis categorías: Primera, las "Listas de Reyes", de las que destaca por su mayor profusión de detalles el papiro en hierático conocido como el "Canon de Turín"; recopilación de listas ya existentes durante el reinado del faraón Rameses II. Segunda, la Aegyptiaca de Manetón, narración escrita durante el siglo tercero A.C. de la que han sobrevivido sólo fragmentos introducidos por posteriores cronistas. Tercera, inscripciones reales escritas, contemporáneas y no contemporáneas, que cumplían a la perfección su papel “propagandístico” pero que, por dicha razón, dan lugar a una vívida y dramática mise-en-scène. Cuarta, inscripciones privadas particulares y, en especial, las “biografías funerarias”. Quinta, los registros de la Administración; tanto públicos como privados. Y, finalmente, Sexta, los textos literarios y científicos, tales como el "Papiro de Sallier I" y el "Papiro Matemático Rhind", encontrado en el siglo XIX en las ruinas de un edificio en Luxor y adquirido por A.H. Rhind en torno a 1860.

Estos textos son siempre valiosos, pero pueden dar origen a ambigüedades ya que incluso los más representativos, las inscripciones reales, han sido con frecuencia movidas fuera de su entorno original. La mayoría de las estelas tebanas se encontraron rotas y vueltas a usar en edificaciones posteriores, mientras que en Avaris, ninguno de los elementos inscritos en piedra en los monumentales edificios de adobe de los reyes Hyksos fue hallado en el estrato sedimentario al que originalmente pertenecía.

Las fuentes arqueológicas también presentan escollos propios; en especial vacíos o lagunas en el registro, producto de una pobre conservación o una excavación irregular. No se ha excavado ningún yacimiento del período en el Delta del Nilo central u occidental, o en el Egipto Medio entre Maiyana y Deir Rifa. Las fortalezas de adobe de la región de la 2ª Catarata, en la Baja Nubia, nos cuentan la historia de las relaciones entre Egipto y el Kush pero, después de la excavación parcial de la campaña de UNESCO en los años 60, se perdieron en las aguas del Lago Nasser. Lo que queda son retazos de información.

La adopción de un enfoque regional frente a las evidencias a las que se enfrentan los analistas, sirve para dar realce a un tema recurrente en la historia de Egipto: la rivalidad entre el Alto y el Bajo Egipto, que alcanzó su punto álgido en la batalla entre Tebas y Avaris al final del período.

EL TERRITORIO DE AVARIS

La cuestión que yace en el propio corazón del Segundo Período Intermedio es la de quiénes eran los Hyksos. La mayoría de los historiadores se apoyan en las fuentes escritas y, con raras excepciones como es el caso del Papiro de Rhind, ya mencionado, estas emanan de fuentes egipcias. No existe ninguna contrapartida de los Hyksos a los textos de Kamose. Lo que se tiene en su lugar es evidencia de la sistemática excavación de su capital, Avaris, hoy Tell el-Dab’a. Ahora sabemos el aspecto que tenían sus palacios, sus templos, sus casas y sus sepulturas, y podemos apreciar cómo su cultura fue evolucionando con el tiempo, si bien los Hyksos no constituían de por sí un solo y simple fenómeno.

El apelativo Aamu era el término contemporáneo que se aplicaba para distinguir a la población de Avaris de la población egipcia. Se utilizaba ya mucho antes del Segundo Período Intermedio, y continuó en uso por mucho tiempo - Rameses II, por ejemplo, lo utilizaba para referirse a sus oponentes de Kadesh – para denotar, en un sentido general, los habitantes de Siria-Palestina.

Los egiptólogos, convencionalmente traducen Aamu como “Asiáticos”; es decir, “habitantes de Asia Occidental”. El término “Hyksos”, por otra parte, viene, vía Grecia, del epíteto egipcio hekau khasut, o “gobernantes de países extranjeros”, literalmente de “países montañosos”, y sólo se aplicaba a los gobernantes de los Asiáticos. En sí mismo, carece de significado peyorativo, excepto que denota un estatus inferior al del faraón egipcio, y se utilizaba tanto por los egipcios como por los propios reyes de los Hyksos.

Cuando se consigue establecer su etimología, todos los nombres de los Asiáticos de Egipto de la época, tanto privados como reales, se derivan de las lenguas semíticas occidentales. Aquellas primeras sugerencias de que algunos eran urrianos - pueblo que vivía al norte de Mesopotamia – e incluso Hititas, no han sido confirmadas. Las referencias a los Asiáticos son numerosas durante el Imperio Medio; sus ocupaciones eran varias, a veces adoptando nombres egipcios mientras conservaban la designación de “Asiático” (aamu).

Los inmigrantes representaban una mano de obra económica, pero una inscripción del faraón de la Dinastía XII, Amenemhat II, hace reseña de una campaña marítima en la costa libanesa que resultó en un botín que incluía 1.554 Asiáticos. Tales campañas encajan en la existente evidencia arqueológica de Tell el-Habua que muestra la frontera oriental de Egipto tan fuertemente fortificada como la del sur.

Tell el-Habua es un amplio yacimiento situado al este de Tell el-Dab’a que data del Imperio Medio en adelante. Su excavador, Mohammed Maksoud, encontró restos de instalaciones mayores - con toda probabilidad un fuerte - a juzgar por el grosor de sus muros, bajo estratos de sedimentos del Segundo Período Intermedio. Por analogía con las fortalezas de la 2ª Catarata, las patrullas sin duda salían al desierto que les rodeaba y tomaban notas de los movimientos de gentes que pretendían “introducirse en Egipto”, notas que posteriormente remitirían, en forma de despachos, a la capital.

Existe evidencia de Tell el-Dab’a de que una comunidad de Asiáticos - si bien muy “egiptizada” - existía ya allí desde principios de la Dinastía XIII. No obstante, al día de hoy, es la única prueba arqueológica convincente de la existencia de una población de Asiáticos dentro del país durante el Imperio Medio, aunque con una forma de vida diferente a la de los egipcios. También tenemos textos contemporáneos que hacen referencia a “campos de trabajadoras Asiáticas”.

Es probable que el asentamiento más antiguo de Tell el-Dab’a - que data del Primer Período Intermedio - fuese deliberadamente concebido como parte del sistema defensivo construido para defender la frontera oriental. Durante el período que abarca finales de la Dinastía XII y principios de la XIII, el asentamiento creció enormemente a la vez que surgía en paralelo un asentamiento compuesto por una población de Asiáticos. El carácter no-egipcio de la comunidad es obvio por la distribución de las casas – que aparentemente seguían el modelo sirio – y por el hecho de que las tumbas eran parte integrante de las zonas habitadas, más que elementos situados fuera del asentamiento.

Las diferencias no se limitaban sólo a la cultura del material, definida por los tipos de cerámica y de armas, sino por la naturaleza de los enterramientos, que muestran una mezcla de tendencias egipcias y palestinas. En un pozo de ladrones cavado en la capilla de una tumba se han encontrado fragmentos de una estatua, de un tamaño mayor al natural, de un hombre sentado sosteniendo una lanzadera de madera; su estilo artístico y su ropaje no son egipcios, pero su tamaño sugiere una persona de alto rango. Irónicamente, su mejor paralelismo lo encontramos en una diminuta estatuilla de madera de una tumba del Imperio Medio, en Beni Hasan, que representa a una mujer Asiática con su bebé.

En el siguiente estrato (d/I), la cultura del Bronce Medio es más evidente, y las tumbas incluyen enterramientos de asnos, a veces en parejas. Otros hallazgos incluyen la impresión de un sello cilíndrico de estilo sirio nórdico, fragmentos de la excelente cerámica minoica polícroma de Kamares (Creta), y un pectoral de oro de dos perros de presa encarados; también supuestamente minoico. Tales objetos, junto con el testamento que supone la cerámica importada del Bronce Medio y las imitaciones egipcias, confirman el carácter mixto del asentamiento.

El origen de estos Asiáticos, si es que, en verdad, tienen un único origen, no es tarea fácil de determinar. La cultura Asiática fue, sin duda, adulterada por el enorme peso de la egipcia que subyacía, el grueso de la cerámica era egipcio – si bien en declive, de un 80% a un 60% en el estrato d/I – y su administración, a juzgar por los títulos de funcionarios que aparecen en los escarabeos, se aplicó siguiendo el modelo egipcio. Paralelismos con rasgos distintivos foráneos se han encontrado en yacimientos al sur de Palestina, tales como el de Tell el-Ajjul, en el yacimiento sirio de Ebla, y en Byblos, en el actual Líbano.

En un estudio de la cerámica no-egipcia de Tell el-Dab’a, Patrick McGovern, arqueólogo, Director Científico del Laboratorio de Arqueología Biomolecular, Universidad de Pensilvania, ha postulado que, en su mayoría, proceden de ciudades del sur de Palestina. Puesto que la riqueza de la ciudad del pasado Imperio Medio de Tell el-Dab’a se centraba en el comercio marítimo a lo largo de la costa del Levante Oriental, en la ruta de las caravanas a Palestina que atravesaban el Sinaí por el norte, e incluso en las posibles expediciones a las minas de turquesa, no debería sorprender la idiosincrasia de la cultura de sus habitantes.

La cultura de la población de Tell el-Dab’a, por lo tanto, no permanece estática, sino que rápidamente desarrolla nuevos rasgos y peculiaridades propias, y desecha las antiguas. Esto hace que la caracterización de cada estrato, en términos de su arquitectura, costumbres funerarias, cerámica, metal y de otros artefactos, sea suficientemente clara, si bien deja sin respuesta la cuestión de por qué y cómo tuvo lugar tanta mezcla cultural, y fue tan rápido su desarrollo.

Una hipótesis plantea que la población básica de egipcios recibiría, esporádicamente, una afluencia de colonos; en principio de regiones del Líbano y Siria y, con posterioridad, de Palestina y Chipre. De entre ellos, la élite se casaría con mujeres locales, sugerencia que respalda un estudio preliminar de restos óseos humanos, cuyo estado de conservación, desgraciadamente, estaba muy lejos de ser óptimo.

Tell el-Dab’a ha proporcionado cientos de objetos que pueden ser reconocidos como pertenecientes al bien conocido período del Bronce Medio II A-C de Siria-Palestina. Este material ha aparecido en nueve capas (H-D/2), cuyos extremos, ambos superior e inferior, han sido relacionados por el excavador austríaco Manfred Bietak con los reinados de dos faraones egipcios: Amenemhat IV (1.786-1.777 A.C.) y Ahmose (1.550-1.525 A.C.) El Profesor Bietak, cuyo proyecto más famoso es el de Tell el-Dab’a, ostenta la cátedra de Egiptología de la Universidad de Viena ,y es Director del Instituto de Ciencias Arqueológicas de dicha capital. Lleva dirigiendo excavaciones en Tell el-Dab’a desde 1966, y formó parte del equipo creador de la rama del mencionado Instituto austríaco en El Cairo a principio de los años 70.

Bietak, divide el período resultante por nueve, asignando treinta años aproximadamente a cada estrato, con lo que obtiene un marco de fechas absolutas para desarrollar su “secuencia relativa”. No obstante, cuando estas fechas se importan a los yacimientos de Siria-Palestina, donde se han encontrado objetos similares a los de Tell el-Dab’a, a veces trastocan la cronología existente. Una vez que se resuelvan los encarnizados debates a que han dado lugar, habrá que pensar seriamente en llevar a cabo revisiones radicales; no sólo en la datación de los estratos de Tell el-Dab’a, sino incluso en la metodología utilizada para la datación del Bronce Medio de toda la región Mediterránea oriental.

La expansión inicial de Tell el-Dab’a ha sido comprobada temporalmente por una epidemia. En varios lugares del yacimiento, Bietak ha encontrado sepulturas en fosas comunes en las que los cuerpos se habrían depositado sin ningún tipo de ceremonia. Más adelante, a partir del estrato F, los patrones de asentamientos y cementerios sugieren una sociedad menos igualitaria que antes. Casas grandes con pequeñas se acoplan a su alrededor, con edificios más elaborados en el centro que en los extremos, sirvientes enterrados frente a las tumbas de sus amos: todo ello sugiere el dominio social de un grupo acaudalado de élite.

Hasta este punto de su historia, la identificación de la ciudad con la documentalmente autenticada como capital de los Hyksos, Avaris, parece clara. Dos jambas de puertas de piedra caliza se han encontrado con una leyenda labrada que dice: “buen Dios, Señor de las Dos Tierras, Hijo de Ra, de su cuerpo, Nehesy”. Otros fragmentos de Tell el-Habua, Tanis y Tell el-Muqdam, proporcionan más títulos y epítetos de este personaje, “amado por Seth, Señor de Avaris, el mayor de los hijos del faraón”. Este último epíteto es un título que implica un alto rango militar, pero no significa que su titular fuese literalmente “hijo del faraón”. La referencia al dios Seth muestra que su culto estaba ya establecido, y que él era el dios local de Avaris, al igual que Amun era el Dios-Patrón de Tebas. El culto a Seth puede que hubiese evolucionado a partir de una mezcla de un culto preexistente en Heliópolis, con el culto al Dios del Tiempo (meteorológico) del norte de Siria, Baal Zephon, que habría sido introducido por los Asiáticos.

Nehesy aparece listado en el Canon de Turín, en el grupo generalmente identificado como de la Dinastía XIV, cuya capital, según Manetón, era Xois, en el Delta Occidental. Nehesy fue un alto cargo que durante un corto período asumió estatus real en Avaris, aunque sus años de reinado se desconocen. Es probable que Nehesy fuese un egipcio, o quizás nubio, por ser éste el significado literal de su nombre, al no haber nada que sugiera lo contrario en sus inscripciones. El faraón al que originalmente sirvió aún estaría reinando desde la ciudad de Itjtawy, cerca de Lisht, que no se abandonaría hasta 1.685 A.C., si bien Sobekhotep IV (c.1.725 A.C.) fue el último faraón realmente poderoso de la Dinastía XIII. Después del reinado de Sobekhotep, es probable que la unidad de Egipto empezase a resquebrajarse, y un claro candidato para su elevación al rango de reino independiente era, sin duda, la región que rodeaba a la rica y poderosa Avaris.

¿Hasta dónde se extendía la autoridad del faraón Nehesy? A juzgar por los yacimientos donde su nombre aparece, su territorio podría haber abarcado el Delta Oriental desde Tell el-Muqdam hasta Tell el-Habua, pero la práctica universal de usurpación y desmantelamiento de antiguos monumentos complica el panorama. Dado que los únicos ejemplos que en efecto se encontraron en los lugares donde originalmente se habían alzado eran Tell el-Habua y Tell el-Dab’a, su reino debe haber sido mucho más reducido.

Uno de los enterramientos del Segundo Período Intermedio parece confirmar que la estructura de la burocracia egipcia todavía era patente en Avaris. Al propietario de la tumba se le identifica por un escarabeo que lleva en el dedo de la mano, como Tesorero Adjunto, Aamu (el Asiático). Su enterramiento era de una enorme riqueza pero se caracterizaba por ciertos rasgos no egipcios: el cuerpo descansaba contraído en vez de yacente, como es normal en las sepulturas egipcias; las armas y la cerámica eran del tipo sirio-palestino; y, ante la tumba, se habían enterrado cinco o seis asnos. Un alto cargo habría sido enterrado junto a su rey esperando así pasar su vida cerca de la residencia real y sede del gobierno que, para él, era Avaris.

Si se acepta la reconstrucción del Canon de Turín del Egiptólogo danés K.S.B. Ryholt, en las columnas asignadas a los grupos de faraones que incluyen a Nehesy, hay 32 nombres, 17 nombres perdidos y dos espacios en blanco; uno que cubre los cinco predecesores de Nehesy, y uno de longitud desconocida en el que el escriba había indicado como existente en el antiguo manuscrito del que el Canon de Turín habría sido copiado.

En todos, con excepción de los cinco reyes nombrados, falta la duración del reinado, o figura como inferior a un año. Aparte de Nehesy, sólo tres de ellos aparecen en otro lugar: los faraones Nebsenra y Sekheperenra en una jarra y en un escarabeo, respectivamente, y el faraón Merdjedefra en una estela contemporánea acompañado del “Portador del Sello Real, el Tesorero, Renisobet”. El “punto de hallazgo” se desconoce, si bien se ha sugerido como probable el Delta Oriental; más exactamente en Saft el-Hinna, a unos 30 km al norte de Tell el-Yahudiya. Muestra al faraón como oferente ante Soped, "Señor del Este", un dios cuya esfera abarcaba las rutas desérticas al Mar Rojo y las minas de turquesa del Sinaí. Su centro de culto, durante la Dinastía XXII, era Saft el-Hinna. La estela de Merdjedefra es de una significancia que trasciende la de confirmar la existencia de un faraón menor, pues además confirma que los nombres de los faraones de la Dinastía XIV no son ficticios, si bien, es más que improbable que representen una única línea de reyes que gobernasen uno tras otro desde el mismo lugar.

La inscripción de Nehesy es la primera evidencia contemporánea de la fragmentación del reino egipcio. Según el Profesor Bietak, Nehesy encaja en la relativa cronología de Tell-el-Dab’a, estrato F (o b/3), que corresponde a la pasada Dinastía XIII. A partir de entonces, ningún faraón fue capaz de controlar todo Egipto hasta la conquista de Avaris. Más de 105 nombres reales se conservan de este período, su mayoría en el Canon de Turín. La implicación resultante es que los nombres de todos estos reyes se guardaban en registros que se conservaban en Menfis, por muy cortos que fuesen sus reinados, y por muy localizados que fuesen su dominios.

Por muy concienzuda y meticulosa que haya sido la reconstrucción llevada a cabo por Ryholt de los papiros dañados, la utilización de la coincidencia de fibras y el análisis de textos ha dado como resultado un registro mucho más coherente. Los nombres reales se distribuyen ahora en cuatro grupos que corresponden a las Dinastías XIV y XVII de Manetón. Las Dinastía XIV y XV se ubican en el Delta Oriental, con su capital en Avaris - si bien la Dinastía XV también controlaba parte de Egipto, al sur de Menfis, como se verá más adelante – y las Dinastías XVI y XVII se centraban en Tebas, en el Alto Egipto.

El estado incompleto y fragmentario del papiro se brinda a más de una interpretación; incluso si se acepta la reconstrucción física del papiro por el Profesor Ryholt. Una de las ideas más debatidas y de mayor trascendencia consiste en asignar el grupo más antiguo de reyes de Tebas a la Dinastía XVI de Manetón. Publio Cornelio Escipión Africano Mayor, conocido como “Escipión Africano” (236-183 A.C.), cuyos extractos son famosos por su especial pulcritud y exquisita corrección, describe la Dinastía XVI como “Reyes Pastores (Hyksos)”, mientras que Eusebio de Cesarea, conocido como “Eusebius Pamphili”, se refiere a ellos como tebanos. Ahora pasaremos a ver qué interpretación hace el Profesor Ryholt.

Hay unos cuantos reyes cuyos nombres aparecen en monumentos, pero no pueden identificarse en el Canon de Turín; quizás por aparecer en alguno de los trozos que faltan. Uno de ellos es Sekerher, que ostenta una titulatura egipcia completa – se han conservado tres de los cinco nombres – pero se describe a sí mismo como un heka khasut, es decir, “soberano de países extranjeros”; su inscripción se conserva en la jamba de una puerta que se ha encontrado, vuelta a usar en un edificio de la Dinastía XVIII en Tell el-Dab’a. Bietak lo identifica con Salitis, cuyo nombre se ha conservado en la versión del historiador judío Flavius Josephus (37-c.100 D.C.) de la historia de Manetón, como el conquistador de Menfis.

Hay, sin embargo, también un grupo grande de unos quince nombres reales que aparecen sólo en los escarabeos. Estos nombres personales son a veces egipcios, otras semitas occidentales, y van precedidos de epítetos tales como “Hijo de Ra”, y “El Soberano de Países Extranjeros”. Los dos primeros epítetos los habrían ostentado los faraones egipcios durante cientos de años, haciendo referencia, en términos muy amplios, al estatus del faraón. El término nesu (rey), usado en fuentes egipcias tales como el Canon de Turín, nunca se utilizó para describir a un soberano. Estilísticamente, los escarabeos pertenecen a una serie de tipos definidos que se fabricaban tanto en Egipto como en Palestina. Sus contextos arqueológicos muestran que pertenecen al período que sigue a la Dinastía XIII, y su estilo los enlaza con los escarabeos que llevaban inscrito el nombre de los faraones de la Dinastías XIV y XV. Es posible que tengamos aquí más ejemplos de funcionarios con una autoridad meramente local que se auto otorgaban epítetos reales que acabarían apareciendo en sus sellos, en tiempo y lugar, cuándo y dónde los rígidos protocolos no eran ya ejecutables.

Ante la inexistencia de confirmación procedente de otras fuentes, no parece ofrecer suficiente seguridad utilizar la distribución de escarabeos como indicador del alcance de la autoridad de tales “reyes”, o argumentar los cambios en su diseño o forma para colocarlos dentro de una secuencia cronológica. Al día de hoy, los hallazgos de Tell el-Dab’a no nos ayudan a ubicar ninguno de ellos, excepto de una forma indirecta. Es probable, dado el modelo del Bronce Medio IIB palestino, y una interpretación literal de los nombres adoptados por Sekerher, que él fuese el Gran Señor a quien los reyes menores pagarían los impuestos y rendirían pleitesía. De ser así, ello explicaría la utilización del título de “soberano de países extranjeros”, tanto en los escarabeos propiedad de individuos desconocidos, como en las inscripciones de los propios soberanos de Avaris.

El Profesor Manfred Bietak, asocia la fase final de los Hyksos en Tell el-Dab’a – estratos b/I-a/2; E/2-D/2; VI-V – con la Dinastía XV de Mantón, y un fragmento del Canon de Turín reserva “6 soberanos de países extranjeros en 108 años”. Sólo se puede leer el nombre del último, Khamudi. Sekerher, Apepi y Yanassi, el hijo de Khyan, aparecen registrados en Tell el-Dab’a y el primero y el último pueden identificarse con el Salitis y el Iannan de Manetón. Todas las evidencias, escritas y arqueológicas, sugieren que la autoridad de estos gobernantes era bastante mayor que la de sus predecesores. La sucesión de padre-a-hijo de dos de ellos, y el excepcionalmente largo reinado de Apepi – al menos cuarenta años – muestran que ahora sí existía una auténtica dinastía que gobernaba desde Avaris; en el sentido de, por ejemplo, la Dinastía XII.

La ciudad en sí misma cubría un área de casi 4km², lo que la haría dos veces mayor de lo que habría sido en la Dinastía XIII y tres veces más grande que Hazor, el emplazamiento más grande del Bronce Medio IIA-C en Palestina. En el último estrato de los Hyksos, el D/2, se habría levantado una ciudadela en un terreno aún sin asentar, en el borde occidental de la ciudad, que dominaba el río, y una torre vigía a unos 200 m al sureste que protegía una posible aproximación por tierra. Se construyó un enorme recinto amurallado que las rodeaba, con muros que medían 6’2 metros de ancho, que se aumentarían hasta 8’5 m más adelante, con contrafuertes a intervalos. Estas fortificaciones se levantaron sobre amplios jardines que originalmente habían formado parte gran complejo palaciego.

El período de los Hyksos llega a su zénit durante el reinado de Aauserra Apepi (c.1.555-A.C.), a pesar del hecho de que dos reyes tebanos liderasen campañas en su contra. Hay ya signos de un resurgimiento consciente de las tradiciones escribanas egipcias, indispensable para la creación y control de la compleja burocracia que se requería para gobernar al modo egipcio. En la paleta de un escriba llamado Atu, se describe a Auserra como “escriba de Ra, discípulo del propio Thoth… con numerosos logros en el día en que nos lee difíciles pasajes de los escritos, mientras El Nilo fluye”.

Fue durante el trigésimo-tercer año de su reinado que el Papiro Matemático de Rhind se copió; tarea que sólo podría acometer un escriba entrenado al máximo nivel y con acceso a un archivo de textos matemáticos que difícilmente habría existido fuera del Templo de Ptah, en Menfis. Una estela de Menfis, posterior al Imperio Nuevo, recoge la genealogía de una serie de sacerdotes que se remonta a la Dinastía XI. También conserva los nombres de faraones reinantes y hacen referencia a Apepi y Sharek, en un período anterior a Ahmose. Se han encontrado, en Tell el-Dab’a, restos de una ermita erigida en conmemoración de Apepi y su hermana Tany, por iniciativa de dos Asiáticos cuyos escribas habrían adaptado sus nombres semíticos occidentales a la escritura jeroglífica egipcia. También se encontró una placa para la hija de Apepi, Herit, inscrita en finos jeroglíficos, en la tumba del faraón de la Dinastía XVIII Amenhotep I (1.525-1504 A.C.).

Como fenómeno cultural, los Hyksos han sido descritos como “egipcios peculiares”. La mezcla de rasgos egipcios y sirio-palestinos, según se aprecian en objetos procedentes de los estratos D/3 y D/2 del reinado de Apepi, se pueden reconocen en una amplia zona del Delta, de Occidente a Oriente: Tel Fauzilla y Tell Geziret el-Faras, al oeste de la rama tanita del Nilo, incluyendo Farasha, Tell el-Yahudiya, Tell el-Maskhuta, y Tell el-Habua, en su lado este. Todos estos lugares son mucho más pequeños que Tell el-Dab’a, y el principal período de ocupación coincide, en cada caso, con los últimos estratos Hyksos. Pero dos de ellos, Tell el-Maskhuta y Tell el-Yahudiya habrían llegado a su fin antes del período representado por el último estrato Hyksos (D/2) en Tell el-Dab’a.

Tell el-Maskhuta y sus yacimientos satélites están ubicados en el Wadi Tumilat, que conducía a una de las principales rutas a Palestina atravesando el norte del Sinaí. Se trataba de un pequeño asentamiento ocupado, quizás, de forma estacional. La riqueza de Avaris provenía de su comercio no sólo con Palestina y el Levante Oriental sino también, en su fase final, especialmente con Chipre. La estela de Kamose enumera una lista de artículos importados por los Hyksos tales como cuadrigas y caballos, barcos, madera, oro, lapislázuli, plata, turquesas, bronce, innumerables hachas, grasa y miel, pero poca evidencia ha quedado de la mercancía que los Hyksos proporcionarían a cambio.

El soberano de Avaris reclamaba para sí el título de Rey del Alto y Bajo Egipto, aunque por la estela de Kamose sabemos que Hermópolis marcaba la teórica frontera del sur, y Cusae, algo más al sur, el específico punto fronterizo. Esta región incluye a Menfis y Itjtawy, las dos capitales de los respectivos faraones de las Dinastías XII y XIII.

¿Cómo ejercía su autoridad el faraón de Avaris en esta región, y cómo podremos reconocer allí la característica y particular cultura del Delta Oriental? Pues, vamos a verlo.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 16 de abril de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.