martes, 3 de agosto de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 3/9.- Tutmosis I, Tutmosis II




Rostro de madera que se fijaba al ataud; los ojos y cejas iban originalmente taraceados. 22'8 cm de altura. Adquirida en 1843. Dinastía XVIII. (Base de Datos del Museo Británico. (Pinchar y Ampliar).


EL FARAÓN TUTMOSIS I Y SU FAMILIA

La primera sucesión de la Dinastía XVIII que no descendía por línea directa de padre a hijo, no dio como fruto un largo reinado. En 1987, un estudio sobre la cronología de los reinados de Tutmosis I y Tutmosis II, publicado por el Egiptólogo francés Luc Gabolde - nacido en Nantes el 30 de mayo de 1957, doctorado en la Universidad de Lyon en 1987, y responsable de Investigación del CNRS en Karnak (1993- 2003, y después de 2003 en la Universidad de Montpellier – lo estima en unos once años para el primero y tres para el segundo.

La corta duración del reinado de Tutmosis I va en relación inversa al de su impacto en el posterior carácter de la realeza de la Dinastía XVIII. Puede que el interés militar y económico de Tutmosis I en la exploración de Nubia se sustentase en los esfuerzos de Amenhotep I, pero su expedición a Siria abrió nuevos horizontes que llevó más adelante a Egipto a ejercer su importante rol en los terrenos diplomático y comercial del Tardío Bronce en Oriente Próximo.

El resultado de los esfuerzos de Tutmosis I en el material cultural es bien visible en Nubia y en Tebas, pero la importancia de Menfis y las regiones nórdicas es también evidente.

Se desconoce quién era el padre de Tutmosis I, pero su madre se llamaba Seniseneb; un nombre bastante común en el Segundo Período Intermedio y principios de la Dinastía XVIII. Las familias de Ineni y Hapuseneb – Gran Sacerdote de Amun bajo Hatshepsut – tenían miembros femeninos con este nombre. En la copia de la estela de la coronación del Wadi Halfa, del primer año de reinado de Tutmosis I, Seniseneb aparece detrás de Tutmosis I y frente a Ahmose-Nefertari.

También se desconoce el linaje de Seniseneb, y el único título que se sabe que ostentaba durante el reinado de su hijo era el de “madre del faraón". El Egiptólogo belga Claude Vanderleyen (Bruselas, 1927), Profesor de la Universidad Católica de Lovaina, da por supuesto que era hija del propio Tutmosis I; principalmente por carecer del título de “Hija del faraón”. El faraón habría intentado recrear la situación de los dos reinados precedentes, con hermano y hermana de soberanos. Su nombre puede sugerir, no obstante, que Ahmose fue un miembro de la familia de Amenhotep I, quizás por parte del Príncipe Ahmose-ankh, y que fue esta importante conexión con la familia Ahmose la que facilitó la ascensión de Tutmosis I al Trono. Por el momento, no se dispone de otra explicación a los orígenes de Ahmose y la sucesión de Tutmosis I.

Y fue a Ahmose a quien Tutmosis I debe la paternidad de la futura Reina Hatshepsut y probablemente de una princesa de nombre Nefrubity, a juzgar por su posterior aparición con ellos en escenas del Templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahri.

La “Esposa de Amun”, Ahmose-Nefertari, falleció durante el reinado de Tutmosis I, siendo sustituida por Hatshepsut. Tutmosis I fue padre del futuro Faraón Tutmosis II (1.492-1.479 A.C.), de una esposa no real; el linaje femenino de sus otros dos hijos, Amenmose y Wadjmose, es incierto, pero a este último se le rinde honor junto a Tutmosis I en una estatua de Mutnefret dedicada a Tutmosis II en la capilla del lado sur del Rameseum. De hecho, se ha sugerido que esta capilla fue un templo funerario familiar; habría sido, por lo tanto, más específicamente un templo familiar de Mutnefret para los herederos de Tutmosis I.

LOS MONUMENTOS DE TUTMOSIS I

Tutmosis I y su virrey Turi dejaron monumentos e inscripciones en algunos lugares de la Alta y Baja Nuria. Varias instalaciones de ladrillo pueden datar de su reinado en la región de Kenisa, en la 4ª Catarata, y en Napata. Han sobrevivido bloques, o fragmentos de bloques, en la Isla de Sai, que retuvieron desde, por lo menos, el reinado de Ahmose, y quedan restos en Semna, Buhen, Aniba, Quban, y Qast Ibrim. Es probable que, además de la estela, los monumentos fuesen pequeños de tamaño y estuviesen compuestos de elementos de piedra dentro de estructuras de ladrillo. Puede que Tutmosis III y Hatshepsut hubiesen reconstruido edificios de ladrillo de este tipo en arenisca; especialmente en Semna y Buhen.

Dentro de las fronteras tradicionales de Egipto, Tutmosis I dejó muestras de edificaciones en Elefantina; probablemente en Edfu, Armant, Tebas, Ombos – cerca del centro del palacio de finales de la Dinastía XVII y principios de la XVIII – Abydos, el-Hiba, Menfis, y Giza. En el Sinaí, en el templo de Serabit el-Khadim, se han encontrado objetos votivos dedicados en su nombre.

El material de Tebas, Abydos, y Giza despiertan un interés particular. Giza se convertiría en un lugar mayor de peregrinaje durante el Imperio Nuevo, como ubicación de las tumbas de Khufu y Khafra, y lugar de culto para el dios identificado con la Gran Esfinge, Horemakhet (“Horus en el horizonte”). No es casualidad que los monumentos de Giza, como los de Abydos y Karnak, ensalcen la veneración a los soberanos. Al igual que Ahmose y Amenhotep I antes que él, así como los cuatro monarcas siguientes, Tutmosis I escogió embellecer los lugares de culto que estimulaban las relaciones entre el faraón y el dios, y entre faraón y faraón. No obstante, parece que él se había asociado a sí mismo con lejanos precursores reales más que con los inmediatos.

En Abydos, Tutmosis I dejó una estela en la que se registraban, sus contribuciones al templo de Osiris. En vez de hacer honor a sus predecesores directamente, donó objetos de culto y estatuas. Según la estela, entonces los sacerdotes le proclamaron Hijo de Osiris, cuyo rol consistía en restaurar los santuarios divinos con la enorme riqueza que había recibido de los dioses terrenales, Geb y Tatjenen.

Tutmosis I no escogió reverenciar a sus dos predecesores; quizás porque sus monumentos acentuaban la línea sucesoria de la familia Ahmose de la que él no era parte; en lugar de ello, quiso reclamar su realeza directamente de los propios grandes dioses. Como ideología real, la descendencia divina fue común entre los soberanos de la Dinastía XVIII, pero puede que recibiese el primer empuje durante el reinado de Tutmosis I, siendo explotada en delante de forma consistente en las inscripciones reales desde Hatshepsut (1.473-1.458 A.C.) hasta Amenhotep III (1.390-1.352 A.C.).

En Karnak, Tutmosis I dejó una huella indeleble. Agrandó y terminó un paseo en el que había trabajado Amenhotep I alrededor del patio del Imperio Medio, y amplió sus muros hacia el oeste para unir así a dos nuevos pilonos de entrada – el Cuarto y el Quinto – que construyó como la entrada al templo. Después, terminó el espacio del patio entre las dos entradas. También acabó la decoración de la capilla de alabastro de Amenhotep I en Karnak, que parece ser su única reivindicación como conexión directa con su predecesor
. Al norte de Karnak, sustituyó un monumento de Ahmose con su “tesoro”, pero parece haber conservado un bloque de la primitiva estructura y construido dentro del suyo propio.

LA POLÍTICA DE TUTMOSIS I EN NUBIA Y EN SIRIA-PALESTINA

La campaña de Tutmosis I en Nubia fue probablemente el toque de difuntos para el Kush y su capital Kerma. Las tumbas de tres de sus oficiales, Turi (virrey del faraón en el sur), Ahmose, hijo de Ibana, y Ahmose Pennekhbet, todas contienen descripciones de esta campaña, que probablemente tuvo lugar durante los años segundo y tercero de su reinado. La descripción más larga de la principal batalla, sin embargo, aparece inscrita en el afloramiento rocoso de Tombos, en la 3ª Catarata, a un tiro de piedra de la entrada a Kerma. La descripción del faraón describe los éxitos de la campaña en las regiones de la 3ª y 4ª Catarata, en términos vívidos muy violentos:

“Los arqueros nubios caen bajo la espada y sus restos se arrojan y esparcen fuera de sus tierras; su hedor invade los valles… Los trozos cortados son demasiado para los pájaros, que se llevan la presa a otros lugares”.

Los ejércitos de Tutmosis, como los de Amenhotep I antes que él, atacan por el este lejos de Valle del Nilo y se adentran en el desierto detrás de Kerma, eventualmente alcanzando la zona de la 4ª Catarata, alrededor de Kurgus y Kenisa. Puesto que el río hace una gran curva entre la 3ª y la 4ª Catarata, una ruta terrestre oeste-este conectaba las dos cataratas. Tutmosis I dejó entonces una inscripción en Kenisa. Según Ahmose, hijo de Ibana, a su vuelta de Kerma a Tebas, “Su Majestad navegó hacia el norte, todas las tierras a su alcance, con aquel arquero vencido – probablemente el gobernante de Kush – colgado con la cabeza hacia abajo, en la proa de la embarcación de Su Majestad, y desembarcó en Karnak”.

Después de este éxito Tutmosis I dirigió su ejército a Siria para una primera campaña en eta región. Sin duda consciente de la presencia de los señores de Mitanni en la vecindad, el faraón se mantuvo lejos de una confrontación directa con ellos y, después de algunos esporádicos éxitos locales, partió hacia Niy, al sur, donde pudo haber cazado elefantes. La descripción de esta expedición proviene sólo de las tumbas de Ahmose Pennekhbet y Ahmose, hijo de Ibana, ambas construidas y decoradas en el reinado de Tutmosis III, y a más tarde.

En ellas aparece Siria como el agresor de Mitanni con epítetos, por otra parte desconocidos hasta bien entrada la cuarta década del reinado de Tutmosis III. Ningún documento contemporáneo con el reinado de Tutmosis I menciona esta campaña.

El choque con Mitanni fue extremadamente limitado durante la Dinastía XVIII. Las escaramuzas con vasallos de Mitanni se remontan al reinado de Tutmosis I, pero la conquista de las regiones del nordeste no tuvo lugar hasta al menos treinta y seis años más tarde cuando Tutmosis III inició su expedición siria. Quizás Tutmosis I, en su breve expedición a Siria se encontró con enemigos y con una tecnología que sobrepasaban la capacidad de los ejércitos egipcios que ciertamente disponía entonces de muchos menos carros de combate que Mitanni.

No obstante, fragmentos de relieve encontrados recientemente en Abydos del tiempo de Ahmose muestran que los carros ya se representaban muy al principio de la Dinastía XVIII. Si Tutmosis I hubiese obtenido ganancias territoriales o materiales, parece difícil creer que no habrían sido frecuentemente mencionadas en los monumentos que se conservan de Tutmosis I, Tutmosis II, o Hatshepsut. Mucho más probable es que Tutmosis I simplemente fuese consciente de que los vasallos de Mitanni constituían fuerzas militares superiores y abandonase dejando tras de sí una inscripción e iniciase una caza de elefantes en la región de Niy que se sitúa al sur de las ciudades dominadas por Mitanni.

Una breve referencia a la expedición sirio-palestina de Tutmosis I se ha conservado en un fragmento de inscripción en Deir el-Bahri asociada a la descripción de la expedición de Hatshepsut a Punt. Este texto, que en esencia celebra la fama de Tutmosis I, habla de elefantes y caballos, asi como de la región de Niy, sugiere que, en tiempos de Hatshepsut, Tutmosis I alardeaba, principalmente, de haberse traído de Niy una colección de objetos exóticos más que de haber conquistado Mitanni.

LA TUMBA DE TUTMOSIS I Y LA “ADORACIÓN AL ANCESTRO” REAL

La ubicación del enterramiento de original de Tutmosis I sigue siendo objeto de debate. Su nombre aparece indistintamente en sarcófagos de dos tumbas del Valle de los Reyes (KV 20 y KV 38), pero no hay acuerdo sobre cuál de ellas es más antigua, o si originalmente ambas fueron excavadas para Tutmosis. El cuerpo del faraón podría estar entre aquellos del conjunto real, pero esto tampoco se sabe. Dos ataúdes usurpados por Pinudjem – uno de los grandes sacerdotes de Amun en Tebas durante la Dinastía XXI – contienen una momia sin identificar, que posiblemente puede ser la del propio faraón.

Uno de sus altos funcionarios, Ineni, describe su supervisión del trabajo en la tumba de Tutmosis: “Yo inspeccioné la excavación de la tumba de Su Majestad en el acantilado, en privado; no se veía ni se oía a nadie”. Su vaga descripción de la tumba como heret, que normalmente se interpreta como tumba- “acantilado”, puede indicar su situación en el Valle de los Reyes, pero el tema sigue sin estar cerrado.

No se conoce ningún templo funerario de Tutmosis I; ladrillos con su nombre – algunos con el de él y el de Hatshepsut juntos – dan testimonio de algunos sitios cerca del “templo del valle” de Deir el-Bahri. Hatshepsut incluyó en su templo una capilla en honor a Tutmosis I, lo que no quiere decir necesariamente que no tuviese culto funerario antes del reinado de Hatshepsut.

Más bien se diría que ella veneraba su línea ancestral dentro de su propio templo, ya que tales templos constituían mausoleos “familiares” y templos en honor a la unión del dios Amun y el faraón. Esta “adoración ancestral” era ya evidente en los monumentos de Ahmose y Amenhotep I en Abydos, mientras las capillas de las tumbas no reales contemporáneas y de mediados de la Dinastía XVIII frecuentemente incluían nichos o escenas que veneraban a los miembros de la familia vivos y fallecidos.

EL BREVE REINADO DE TUTMOSIS II

La fecha del año más significativo que se conserva del reinado de Tutmosis II es su primer año, y los estudiosos de los años 80 y 90 sugieren que su reinado no duró más de tres años. Hatshepsut, la media-hermana de Tutmosis, sirvió como “gran esposa real de Amun”. Como Ahmose-Nefertari, de la que heredó su rol religioso, Hatshepsut fue casi siempre representada en los relieves que decoraban los monumentos tebanos de su esposo, a modo de esposa del dios.

El breve mandato de Tutmosis II ha dejado poca información de sus actividades exteriores, pero el ejército egipcio continuó sofocando sublevaciones en Nubia y consiguió la desaparición final del reino de Kush, en Kerma.

La casi efímera naturaleza del mandato de Tutmosis II se ve subrayada por la escasez de sus monumentos en general, y su ausencia en el norte de Egipto. Tutmosis II no dejó ninguna tumba identificable – poco corriente en la Dinastía XVIII – o algún templo funerario. Existen indicios de que el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri se empezó originalmente en el reinado de Tutmosis II, quizás incluso bajo la dirección de la propia reina. No obstante, puede que la intención fuese la de lugar de culto funerario para ambos. Tutmosis III levantaría un pequeño templo en Medinet Abu para él; quizás ejecutando un plan ya contemplado por Tutmosis II.

Los monumentos más importantes de Tutmosis II son los de Karnak: una entrada de arenisca con forma de pilono frente al patio del Cuarto Pilono. La entrada y otra estructura de un tipo desconocido, serían posteriormente derrumbadas y los bloques se usarían en los cimientos del Tercer Pilono. La entrada ha sido reproducida en el “Museo al Aire Libre” de Karnak. La estructura, con escenas en relieve alzado con preponderancia de escenas del faraón, que en algunas lo muestran con Hatshepsut, y en otras, a ella sola. Este edificio se terminó en los primeros años de Tutmosis III, durante la regencia de Hatshepsut; tras su ascensión, los agentes de la reina sustituirían el nombre del pequeño rey-niño en algunos sitios por los propios cartuchos de ella.

En una de las cuatro caras de un fragmento de un pilar, Tutmosis II aparece recibiendo coronas, mientras que otras dos caras soportan relieves de su hija Nefrura y de Hatshepsut recibiendo vida del dios. Puede que este monumento se construyese después del fallecimiento de Tutmosis II, aunque lo que parece innegable es que Hatshepsut gozaba ya de una gran influencia sobre el monarca antes de la muerte de su hermano.

Se conocen otras construcciones en nombre de Tutmosis II en Napata donde Tutmosis I puede que dejase restos de construcciones. En Semna y Kumma, como en Elefantina, quedan bloques procedentes de edificios de Tutmosis II. Además, recientes excavaciones en Elefantina han revelado una estatua que fue dedicada por otro soberano – presumiblemente Hatshepsut – en nombre de su hermano (de ella); el Profesor Claude Vandersleyen señala que hay también un torso real idéntico sin inscripción en el Museo de Elefantina.

La única expedición militar conocida del reinado de Tutmosis II aparece registrada en una estela cortada en la roca en Sehel, al sur de Aswan. Está fechada en el primer año de su reinado y describe una sublevación local en el Kush que fue castigada con la muerte de todos sus componentes, excepto un hijo del gobernante que fue tomado como rehén, con lo que, evidentemente, se logró la paz. Parece claro que se trató de una pequeña rebelión pero la familia del rey local de Kerma estaba aún activa por lo que la acción fue brutal y rápida. Con ello evidentemente se terminó el principal problema con el Kush. A la población de la región se le persiguió por todo el desierto desde una fortaleza egipcia en el río.

Ahmose Pennekhbet señala en sus inscripciones funerarias que se llevaron un gran número de Shasu como prisioneros para Tutmosis II, durante una batalla que ni siquiera está confirmada. Puesto que el término “Shasu” podría referirse a pueblos bien de Palestina o de Nubia, esta breve entrada se refería a la expedición nubia del año 1. No obstante, es importante puntualizar de nuevo que estas autobiografías fueron talladas en los muros pasadas varias décadas después que los eventos que relatan. Los efectos de crear una sola narrativa puede hacer de una sola entrada todo menos completa.

La madre de Tutmosis II, Mutnefret, aún vivía durante su reinado, a juzgar por la estatua de ella de la capilla d Wadjmose, en Tebas, antes mencionada. Aunque se desconoce la edad de ascensión y fallecimiento del faraón, es muy posible que fuese más joven que su hermana y esposa Hatshepsut. Ella era hija de Tutmosis I y de Ahmose, oficialmente reconocida reina en el reinado anterior. Una estela del reinado de Tutmosis II muestra al faraón seguido de Ahmose y de Hatshepsut. Aparentemente esta última era ya “esposa del dios Amun” en el reinado de Tutmosis I, después de la muerte de Ahmose-Nefertari. No obstante, Tutmosis II no era tan joven como para no poder tener un hijo ya que Nefrura aparece representada en Karnak con él y Hatshepsut.

Dejamos, pues, esta “Hoja Suelta” para adentrarnos en el reinado de Hatshepsut de la mano, claro está, de nuestro maestro y guía, Profesor Vandersleyen.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 12 de agosto de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

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