martes, 30 de junio de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 6/8.- Invención y Utilización de la Escritura.




Algunas de las 173 etiquetas de hueso y marfil encontradas junto a un cetro ceremonial de marfil en la Tumba U-j de Abydos mostrando jeroglíficos primitivos (c. 3200 A.C.)

PREÁMBULO

De su propia escritura se deduce que no había en Egipto mejor trabajo ni más importante que el de escriba.

Esto no debería sorprendernos de una cultura cuya estructura administrativa parece haber sido más bien compleja. Ya en los comienzos de su historia, Egipto disponía de una serie de departamentos gubernamentales cuyo cometido consistía en gestionar y proporcionar alimento, mano de obra, crear y ejecutar proyectos de construcción, finanzas, asuntos legales, así como un departamento separado, exclusivamente dedicado a la administración del trabajo generado por el escriba.

Cualquier ciudadano con capacidad económica suficiente se construía su propio monumento funerario amplio y lujoso. Y de la documentación recuperada en el pueblo ocupado por los trabajadores responsables de las tumbas del Valle de los Reyes, se puede apreciar la enorme importancia que se daba al escriba en estos proyectos.

Por otra parte, hacen justicia los arqueólogos en estar agradecidos a los escribas. En muchos casos, y gracias a su trabajo, se ha podido disponer de una visión de la vida del pueblo con la que sólo habríamos podido especular con lo que se desprende de algunos informes arqueológicos.

Es por ello por lo que a la hora de interpretar el contenido de un escrito hay que actuar con una exquisita prudencia, ya que podríamos estar intentado utilizar algo para lo que quizás no habría sido creado.

Por ejemplo, las inscripciones de los templos y monumentos no tenían como objetivo proporcionar información, sino lograr un objetivo, como pudo haber sido asegurarse de que los rituales funerarios continuarían; incluso si no había nadie presente para realizarlos; o bien para dejar constancia del responsable del proyecto de construcción de una parte específica de un templo.

Prácticamente, desde el momento en se que empezaron a descifrar los jeroglíficos, el hierático y el demótico, la Egiptología se convirtió en una continua lucha por reconciliar la evidencia socio-económica procedente de los informes arqueológicos, con la información histórica más específica contenida en los antiguos textos.

Mientras que el nuevo conocimiento proporcionado por los textos aportaba el potencial para revivir los propios pensamientos y emociones de los antiguos egipcios, también abría una puerta a la tentación de dar por hecho que las respuestas a las incógnitas de la civilización egipcia deberían encontrarse en la palabra escrita, más que en el propio terreno del arqueólogo.

La visión puramente arqueológica de la cultura egipcia, al haber permanecido conservada en forma de muros soterrados, artefactos y material orgánico, siempre había sido considera
da en el contexto de un corpus de textos escritos, ricamente realizados sobre piedra o papiro.

La ausencia de textos escritos de la Prehistoria puede ser bastante frustrante pero, sin duda alguna, ha proporcionado a los prehistoriadores una mayor libertad para plantear nuevas teorías e hipótesis basadas puramente en la cultura del material que ha sobrevivido.

En la arqueología egipcia, como en otras disciplinas históricas, la palabra escrita, con todo su potencial de subjetividad y persuasión, está dotada de una paradójica tendencia a oscurecer, y a veces eclipsar, la evidencia arqueológica.

Desde el punto de vista de la dicotomía entre textos y arqueología, resulta interesante comparar la historia de la arqueología egipcia con la de los recientes estudios de la cultura Maya.

Los estudiosos de la cultura Maya parecen haber experimentado la situación inversa: Su disciplina solía ser mayoritariamente antropológica y arqueológica hasta que comenzaron a interpretarse los jeroglíficos mayas en los años 80, lo que produjo una auténtica avalancha de textos en lengua maya que ha alterado de forma substancial la percepción de su cultura.

El recelo con el que los arqueólogos recibieron la información histórica procedente de sus colegas filólogos, es la imagen invertida de la reacción de muchos egiptólogos de tradición textual al análisis antropológico de base científica del Egipto faraónico, en aumento en los años recientes.

Especialistas en la cultura Maya y egiptólogos continúan su reticensia a llegar a un compromiso ante el hecho real de que la escritura tiende a ser el producto de una reducida élite social, mientras que el grueso de la documentación arqueológica se deriva de la analfabeta mayoría de la población .

La solución radica, pues, en la satisfactoria integración de ambos tipos de evidencia, de forma que nos depare una visión de la sociedad en un único todo.

En el pasado, han sabido convivir muchas síntesis de material textual y arqueológico del Antiguo Egipto, pero ante el rápido y continuo aumento del volumen de datos procedentes de ambas fuentes, los estudios egiptológicos tienden a repartirse entre lingüistas y arqueólogos.

La exposición hecha por Barry Kemp sobre la administración de Nubia durante el Imperio Medio, indica que las fuentes textuales, normalmente sólo pueden revelar fragmentos de sistemas, mientras que la Arqueología pude sugerir, de forma amplia, las líneas estructurales de una sociedad.

La evidencia textual, por otra parte, con frecuencia nos puede proporcionar los detalles individuales que ayudan a transformar los procesos socio-económicos abstractos en algo más cercano a la Historia convencional.

El presente análisis esclarece de forma contundente la actual situación de la Egiptología en cuanto al papel que desempeñan en ella los pilares profesionales sobre los que se sustenta.

Es en base a este enfoque que la Egiptología ha avanzado de forma vertiginosa durante las últimas décadas, de lo que son responsables, de forma meritoria y por igual, egiptólogos, arqueólogos, antropólogos y filólogos.

Estas reflexiones, ya expresadas por el Profesor Shaw en una de sus referencias bibliográficas que se reseñan al pie de esta “Hoja Suelta”, me hacen, de nuevo, retrotraerme en el tiempo ante la constante y reiterada mención del "personaje" en todos estos ensayos.

Se trata, claro está del omnipresente Petrie, cuyo corto nombre no consigue ocultar la grandeza de su figura.

Me refiero, entre otras importantísimas ya mencionadas, a su extraordinaria aportación, en su mayoría aún vigente, al conocimiento o aproximación a la vida cotidiana del pueblo llano egipcio, producto de sus, a veces consideradas, “minucias arqueológicas”. Y muy en especial, a su merecido apelativo, entre otros, de ”Padre de la Prehistoria Egipcia”.

Y con esto termino este mi amplio Preámbulo con el que doy paso de nuevo a la Profesora Bard en su siguiente y sexto tema de su ensayo base que titula:

INVENCIÓN Y UTILIZACIÓN DE LA ESCRITURA

Dependiendo de cuándo emerge el primitivo estado egipcio, la primera utilización conocida de la escritura que sugieren los hallazgos de la Tumba U-j de Abydos podría adelantar la fecha de la unificación política del norte y sur de Egipto.

Es un hecho, que durante la Dinastía 0 la escritura la practicaban los escribas y artesanos del estado egipcio, y aunque muchos especialistas consideran que el sistema de escritura se inventó en el cuarto milenio A.C., quizás estimulado por Mesopotamia, donde aparece la escritura más antigua conocida, los sistemas son tan dispares que es más que probable que ambos fuesen el resultado de invenciones independientes.

Es probable que la codificación de signos más temprana tuviese lugar en Naqada II/Dinastía 0. Estos primitivos jeroglíficos, como ocurre con la escritura egipcia del Período Dinástico, representan ideogramas y fonogramas, aunque hay aún muchas primitivas inscripciones dinásticas cuyo correcto desciframiento es incierto.

El uso de la escritura por el primitivo estado egipcio tiene un contexto real, y una innovación trascendental para el estado. Al igual que la unificación fue seguida del desarrolló de un estilo real de arte como institución centrada en la Corte, lo mismo ocurrió con la escritura.

El primitivo estado utilizó la escritura en dos contextos: Para fines económicos y administrativos, y para el arte real.

La función económica de la escritura se iría desarrollando conforme aumentaban los recursos estatales bajo control real. Los jeroglíficos aparecen en impresiones de sellos reales, etiquetas y marcas que identificaban la mercancía para su almacenamiento por y para el estado, así como en los sellos de los funcionarios. También servían para identificar al propietario de los productos y, a veces, su procedencia.

A principios de la Dinastía 0 aparecen por vez primera los sereks. El serek representa el formato más antiguo del nombre del rey en jeroglífico, y está compuesto de signos fonéticos que aparecen dentro de una “fachada de palacio”, diseño que va coronado de la imagen de un halcón. Los sereks aparecen grabados o pintados en jarras y etiquetas, e impresos en los sellos de las vasijas.

Tales recipientes eran tinajas u orzas de almacenamiento para productos agrícolas recolectados por el estado, quizás en concepto de impuesto, y algunas para su eventual comercialización o exportación al sur de Palestina a través del Sinaí.

De la utilización de la escritura para fines económicos se puede inferir que ya existía un sistema administrativo en funcionamiento durante la Dinastía 0.

A principios de la Dinastía I surge un nuevo método de identificación más complejo mediante una combinación de jeroglífico y arte gráfico que aparece en las etiquetas. Ante la inexistencia de textos compuestos de signos ordenados en formato gramatical, que no aparecerían hasta más adelante, la información reflejada en las etiquetas, especialmente las dispuestas en registros, probablemente podría leerse como un texto con el nombre del año que contiene información histórica.

El Profesor y egiptólogo canadiense Donald Redford sugiere que el contexto de la información de estas etiquetas reales supone un registro anual. La aparición del signo del año para mediados de la Dinastía I representa un sistema más específico para registrar los años de reinado que el de las etiquetas más tempranas.

Y el segundo uso de la primitiva escritura era en el arte conmemorativo real, como es el caso de la Paleta de Narmer. Los jeroglíficos reflejan personas específicas y posiblemente lugares mediante escenas representativas que simbolizan la legitimidad del rey para gobernar. En estas escenas, al rey se le representa en un doble rol, real y simbólico, basado en una nueva ideología: El establecimiento de la realeza egipcia.

Los signos numéricos, como los que aparecen en la maza de Narmer, representan el botín y los prisioneros capturados; con toda probabilidad, sensiblemente exagerados, como suele ocurrir con los textos egipcios posteriores.

La iconografía del poder se puede apreciar dentro del contexto de dicho arte real, que incluye el uso de varias convenciones importantes. Al rey y a sus gobernantes se les muestra con su atuendo oficial, mientras que el enemigo apenas lleva ropa.

Se hace obvia la existencia de una jerarquía social a partir de la figura engrandecida del rey, seguido de un cortejo de seguidores calzados con sandalias, de sus cargos oficiales aún más pequeños, y de las aún más pequeñas figuras de enemigos capturados, campesinos y sirvientes. Al rey se le suele representar abatiendo a golpes a su enemigo.

Los primitivos signos no reproducían exactamente la información que trasmitían las escenas, pero en cambio servían como etiquetas nominativas de lugares y personas.

Parte del problema de saber cómo se desarrolló la escritura a principios del período dinástico en Egipto radica, por una parte en los tipos de artefactos en los que la primitiva escritura aparece, y por otra, en sus contextos arqueológicos.

La mayoría de los ejemplos de escritura primitiva van asociados al culto funerario, y no a registros de actividades económicas procedentes de asentamientos. Es así que aquellas primitivas etiquetas inscritas con jeroglíficos se han encontrado en tumbas reales y de élite.

En el Cementerio Real de Abydos hay estelas con nombres de reyes en sereks junto a otras más pequeñas, también inscritas, asociadas con enterramientos subsidiarios.

La estela funeraria con el texto más largo, procedente de la tumba de Merka, Dinastía I, en Saqqara, es sólo una lista de sus títulos.

Es probable que el primitivo estado guardase algún tipo de registro para facilitar el control económico y administrativo, pero de ello sólo existe evidencia indirecta en forma de etiquetas inscritas.

COMENTARIO EX PROFESO

No ha dejado de extrañarme que, casi al inicio de este tema, su autora, la Profesora Katryn A. Bard manifestase que: “El primitivo estado utilizó la escritura en dos contextos: Para fines económicos y administrativos, y para el arte real”.

Sin ánimo de crítica, que no procede, yo diría que se debería haber incluido un tercer contexto que es el funerario, por su enorme importancia y el extenso campo que abarca. Sólo se hace una somera mención, muy a mediados del último párrafo de su versión original en inglés.

Esta omisión me hace recordar “Los Textos de las Pirámides”, “Los Textos de los Sarcófagos”, “El Libro de los Muertos”, “La Letanía de Re”, “El Libro de las Puertas”, “El Libro de las Cavernas”, y todo un largo etcétera de Libros, Himnos, Poemas y Cantos funerarios en escritura egipcia, sobre muros, piedras, papiros y madera.

Y con ellos, a Sethe, Lepsius, Budge, Breasted, Gardiner, Mariette, Erman y tantos otros tan directamente relacionados con la escritura egipcia, en cualquiera de sus facetas, incluida, como no podría ser de otra forma, la funeraria.

Capítulo aparte merecería la inclusión de un cuarto contexto, como sería el de la utilización de la escritura egipcia para la propaganda real, tan evidente en sus monumentos, y tan raras veces considerada.

Sólo ya casi finalizando el tema, y de forma escueta pero, hay que admitir, rotunda, afirma: “La mayoría de los ejemplos de escritura primitiva van asociados al culto funerario, y no a registros de actividades económicas procedentes de asentamientos”.

La falta de énfasis en la utilización de la primitiva escritura egipcia en el culto funerario puede estar perfectamente justificada por el enfoque preferentemente socio-económico de los ensayos que componen el corpus de la obra base de Ian Shaw, ya referenciada, objeto de lo que he dado en llamar "Mi Proyecto".

Y con este comentario personal, doy por concluido el presente tema, y paso a un penúltimo y séptimo, de nuevo bajo la tutela de la Doctora Bard, titulado: “Los Centros de Culto de Principios del Período Dinástico”


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 4 de julio de 2009

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
British Museum Database.

lunes, 29 de junio de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 5/8.- Expansión del Primitivo Estado en el sur de Palestina y en Nubia


George Reisner (1867-1942) arqueólogo norteamericano, estudioso de la Antigua Nubia, encontró la tumba de la Reina Hetesphere, madre del rey egipcio Khufu

EXPANSIÓN DEL PRIMITIVO ESTADO EN EL SUR DE PALESTINA Y EN NUBIA

Existen pruebas de la expansión egipcia en la Baja Nubia durante la Dinastía 0 y principios de la Dinastía II, así como de una presencia continuada en el norte del Sinaí y el sur de Palestina. Su presencia en este último país no se alargó hasta el final del Período Protodinástico, pero con la penetración de Egipto en Nubia, la cultura autóctona A-Group acabó desapareciendo en tiempos de la Dinastía I. Con la unificación de Egipto y su constitución en un gran estado territorial, la Corona estaría deseosa de hacerse con el control directo de este mercado, lo que dio lugar a incursiones militares en la Baja Nubia.

Una escena, esculpida en la roca, en Gebel Sheikh Suliman, cerca de Wadi Halfa, sugiere algún tipo de victoria militar egipcia y, posiblemente, también represente una campaña nubia lo que aparece en una etiqueta de ébano encontrada en Abydos.

Es más que posible que, ante el despliegue de fuerza de los egipcios, pueblos del A-Group simplemente abandonasen la Baja Nubia y marchasen a cualquier otra parte – al sur o a las regiones más desérticas – ya que no se tiene evidencia de pueblos autóctonos que viviesen en la Baja Nubia hasta la cultura C-Group que comenzó hacia finales del Imperio Antiguo.

Cómo pudo Egipto materializar su control sobre la Baja Nubia, es una incógnita. Se ha encontrado evidencia de asentamientos egipcios en Buhen Norte, con estratos tan antiguos como de la Dinastía II. Sin embargo, dataciones más fiables en Buhen, procedentes de sellos reales de la Dinastía IV y de la V, nos hacen dudar si se trataban de fortalezas egipcias permanentes, o de centros administrativo-comerciales en Nubia durante el Período Protodinástico.

Las ciudades fortificadas encontradas en el norte y sur de Palestina han sido datadas en el período EBA II (Era del Bronce Antigua II) que corresponde a la Dinastía 0, conexión basada en evidencias excavadas por Petrie en dos tumbas reales de Abydos; las de Den y Semerkhet.

Petrie encontró trozos de vasijas importadas con diseños pintados que interpretó como egeos. Esta cerámica ha recibido el nombre de “Cerámica de Abydos” y ahora se sabe que procede de la cultura EBA II, del sur de Palestina.

En el estrato III del yacimiento de Ain Besor, también al sur de Palestina, se han encontrado noventa fragmentos con impresiones de sellos reales egipcios asociados a un pequeño edificio de adobe, y cerámicas en su mayoría egipcias, incluyendo innumerables fragmentos de moldes de pan. Las impresiones de sellos están hechas de arcilla local y evidentemente pertenecen a altos cargos reales de la Dinastía I.

Aparecen testificados los nombres de cuatro reyes – Djer, Den, Anedjib y, probablemente, Semerhet –, y la cerámica y las impresiones de sello sugieren la existencia de un comercio de organización estatal, dirigido y controlado por funcionarios egipcios residentes en este asentamiento durante la mayor parte de la Dinastía I.

El Profesor Alan Shulman, Catedrático de Historia Antigua en el Queen’s College de Nueva York, ya fallecido, que identificó las impresiones de sellos, era de la opinión de que el lugar funcionaba como un puesto de control fronterizo, precedente o prototipo de los descritos en dos papiros datados en el Período Ramésida.

Evidencias de este tipo no han aparecido en el sur de Palestina durante la Dinastía I y II, por lo que podría ser que para entonces se hubiese roto el contacto terrestre activo mientras se intensificaba el comercio por mar con el Líbano.

Puesto que las materias primas de esta región, tales como madera, aceites, resinas y coníferas se importaban desde allí en grandes cantidades - que probablemente sólo se podrían transportar por mar - es posoble que la ruta terrestre a Palestina se fue evitando de forma gradual.

Parece significativo que la prueba inscrita más antigua de un rey en el yacimiento libanés de Byblos pertenezca al reino de Khasekhemwy, el último rey egipcio de la Dinastía II.

Y con esta "Hoja Suelta, terminamos este tema, brevemente tratado, y damos paso a un sexto que nos vuelve a exponer la Doctora Bard y que titula “Invención y Utilización de la Escritura”.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, 1 de julio de 2009

Bibliografía:

“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum Database.

domingo, 28 de junio de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 4/8.- Las Tumbas de los Altos Cargos en Saqqara Norte y en Otros Lugares


Cabeza de Maza de Piedra Caliza (Dinastía I)

LAS TUMBAS DE LOS ALTOS CARGOS EN SAQQARA NORTE Y EN OTROS LUGARES

En Saqqara Norte existen unas impresionantes tumbas de altos cargos de la Administración de la Dinastía I, aunque no a una escala comparable con los monumentos combinados – tumba y recinto funerario – que los reyes de la Dinastía I edificaron en Abydos.

Algunas de estas tumbas eran importantes, pero lo que realmente impresiona son las superestructuras de hornacina hechas de adobe de las que carecen los enterramientos reales de Abydos.

Las tumbas de Saqqara Norte están en mucho mejor estado de conservación que las tumbas reales de Abydos. Cuando se excavaron, algunas de las fachadas de hornacina todavía conservaban restos de diseños geométricos pintados, y las cámaras funerarias todavía conservaban su suelo tarimado.

Algunas de ellas también iban acompañadas de hileras de enterramientos subsidiarios; pero de éstos hay menos que en el Cementerio Real de Abydos.

Es posible que las tumbas del Saqqara Norte combinasen, en una única estructura, los dos símbolos monumentales de estatus en Abydos: Una tumba subterránea, y un recinto de hornacina en la superficie. Por ejemplo, la Tumba 3357, que data del reinado de Aha, a principios de la Dinastía I, consiste en una muy elaborada superestructura de hornacina, rodeada de dos muros de adobe de 48’2 x 22’00 metros de superficie de suelo.

La subestructura se encuentra dividida por muros en cinco grandes cámaras, con techo de madera, mientras que la superestructura dispone de veintisiete cámaras adicionales para más objetos funerarios. En su lado norte, hay lo que se conoce como “estado modelo” con habitáculos de menor tamaño, tres estructuras de tipo granero, un enterramiento de barco en adobe, y restos de un jardín.

Los cientos de recipientes encontrados en esta tumba vienen inscritos con el nombre del rey e información sobre su contenido. Aunque se desconoce el nombre del propietario de la tumba, tiene que haberse tratado de uno de los personajes más destacados del reino, como se puede apreciar no sólo por el tamaño de la superestructura y su contenido, sino también por las estructuras adicionales y el enterramiento del barco.

Con el paso del tiempo, el diseño de estas tumbas en Saqqara fue cada vez más elaborado, con una distribución de las cámaras más compleja, tanto en la subestructura como en la superestructura, o en los muros de cerramiento. Al igual que en Abydos, se incorporaron escaleras de acceso a la tumba en Saqqara Norte.

Más adelante, a finales de las Dinastía I, se construyeron dos tumbas diseñadas con superestructuras escalonadas rectangulares bajas, hechas de adobe, que posteriormente serían rodeadas por muros de hornacina.

Emery creyó que la Pirámide Escalonada de Djoser habría evolucionado a partir de estas dos estructuras escalonadas, pero es más probable que los elementos del primer complejo piramidal derivasen de los recintos funerarios y las tumbas reales de Abydos.

Aunque se han registrado grandes tumbas con fachadas de hornacina en otros yacimientos, tales como Tarkhan, Giza y Naqada, el mayor número, y también las de mayor tamaño, se concentran en Saqqara Norte.

Lo que se ha encontrado en Saqqara Norte de la Dinastía I prueba la existencia de una clase oficial dentro un estado grande. Estas tumbas habrían sido también los monumentos más importantes del estado en el norte y, por lo tanto, serían el símbolo de un estado centralizado, gobernado muy eficazmente por el rey y sus administradores.

Esas enormes cantidades de mercancía artesanal que se desviaban de la economía hacia las tumbas, es indicativo de la enorme riqueza de este primitivo estado que se repartían un puñado de altos cargos.

Evidentemente, el culto mortuorio era también de gran importancia para los plebeyos, por lo que se tendía a emular la parafernalia que rodeaba los enterramientos reales, con matices de modestia, en el exclusivo cementerio de Saqqara Norte.

Quitando los enterramientos subsidiarios de quienes podrían ser criados, sirvientes o simples seguidores del rey, no hay evidencia de la existencia de enterramientos más pequeños de funcionarios de rango medio o bajo de la Dinastía I en Saqqara Norte; a éstos se les enterraba en otros lugares, como es el caso del cementerio cercano al pueblo de Abusir.

El cementerio de Saqqara Norte está situado en una prominente cresta de caliza que domina el valle, y la presencia de unas superestructuras de hornacina tan elaboradas, deberían de haber sido vistas por otra clase de funcionarios como impresionantes símbolos de un estatus.

Por todo Egipto se han encontrado tumbas más pequeñas y sencillas sepulturas en fosas que apuntan, no sólo a una estratificación social, sino a la importancia que tenía el culto mortuorio para cualquier clase social.

Los enterramientos más sencillos de este período se reducen a simples hoyos excavados en la arena del bajo desierto, como el de “Fort Cemetery”, en Hierakonpolis. Estas sepulturas carecían de ataúdes y el ajuar funerario consistía mayoritariamente en unas cuantas vasijas.

Los de un estatus superior eran más amplios e iban provistos de una gran cantidad y variedad de objetos funerarios. A veces, estaban guarnecidos de madera o ladrillo de barro, y provistos de techo, como es el caso de las tumbas excavadas por Petrie en Tarkhan.

En Abu Omar, en el Delta, se descubrió un enterramiento de este tipo, muy elaborado, en el que la fosa estaba dividida en dos o tres habitáculos que contenían un conjunto funerario de hasta 125 elementos, y en el que la sepultura mayor medía 4’9 x 3’25 metros.

Tumbas con superestructuras de adobe, como las que el arqueólogo norteamericano George Andrew Reisner (1867-1942) excavó en el Cementerio 1500 en Nag el-Deir, se han encontrado en el Alto y el Bajo Egipto.

Este tipo de superestructuras, a veces de hornacina, solían cubrir una sencilla fosa o subestructuras más elaboradas de entre uno y cinco habitáculos. En estas tumbas, el cuerpo contraído se encontraba dentro de un ataúd de madera, o de cerámica, acompañado de un respetable ajuar compuesto de una gran variedad de objetos funerarios.

Dado que la mayoría de la evidencia arqueológica de que disponemos es mortuoria, las conclusiones sobre la organización socio-política y económica provienen, en su gran mayoría, de los datos aquí aportados. Puesto que en el Delta se continúan excavando montañas de escombros, es posible que, eventualmente, se pueda disponer de más datos sobre asentamientos de este período.

Con las pruebas de que se dispone, se puede discernir un patrón que apunta al establecimiento de muchos asentamientos nuevos, con sus cementerios asociados, en ambas orillas de El Nilo, en la región de Menfis, como centro socio-económico desplazado hacia el norte por la Dinastía I. Nuevos yacimientos vieron la luz en el Delta oriental, sin duda relacionados con el incremento del comercio y otras incursiones de ultramar.

Y terminamos con este esclarecedor tema que nos ha deparado la ya familiar Doctora Bard, compañera y guía en este cuarto tramo de su ensayo sobre el Período Protodinástico, y pasamos al siguiente tema suyo que titula “Expansión del Primitivo Estado en el sur de Palestina y en Nubia”.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 30 de junio de 2009

Bibliografía:

“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum Database.

viernes, 19 de junio de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 3/8.- El Cementerio Real de Abydos

Estatuilla de marfil de un rey protodinástico con manto ceremonial Heb-Sed y tocado con la Corona Blanca del Alto Egpto (Dinastía I)

EL CEMENTERIO REAL DE ABYDOS

La naturaleza de la primitiva civilización egipcia se ve expresada, principalmente, a través de la arquitectura monumental; en especial, en las tumbas reales y en los recintos funerarios de Abydos, así como en las grandes tumbas de altos cargos en el norte de Saqqara.

Los estilos formales característicos del arte egipcio ya surgieron en los períodos Naqada III/Dinastía 0 y a principios del Período Dinástico. Lo que es auténticamente egipcio de la arquitectura monumental y del arte conmemorativo - como es el caso de la Paleta de Narmer – es su reflejo del incondicional apoyo de la Corona a artífices y artesanos de plena dedicación.

Los objetos encontrados en tumbas reales y en las de élite nos hacen pensar en una artesanía de altísima calidad. Como ejemplos, podemos citar un disco de esteatita con una escena incrustada de alabastro, que representa a dos perros sabuesos cazando gacelas, procedente de la tumba 3035, en Saqqara, y brazaletes hechos con cuentas de oro, turquesa, amatista y lapislázuli, procedentes de la tumba del Rey Djer en Abydos.

De forma similar se observa un alto nivel de artesanía en los objetos de marfil y ébano, así como en los útiles de cobre y recipientes encontrados en tumbas de élite, reflejo todo ello del mecenazgo de la Corte. La presencia de artefactos de cobre en tumbas quizás pudo haber sido el resultado de incursiones reales a minas de cobre en el Desierto Oriental, junto a un incremento del comercio con regiones mineras de ese mineral en el Negev/Sinaí, aparte de la expansión del trabajo en cobre por todo Egipto.

Aunque en un principio se pensó que los gobernantes de la Dinastía I habían sido enterrados en Saqqara Norte, donde el antropólogo británico Bryan Emery había excavado grandes superestructuras de ladrillos de barro crudo con elaboradas fachadas de hornacina, ahora la mayoría de eruditos cree que dichas tumbas pertenecían a altos funcionarios de la Dinastía I y Dinastía II, y que el cementerio real de la zona de Umm el-Qa’ab es el verdadero lugar de enterramiento de sus reyes.

Solamente en Abydos existe un reducido grupo de tumbas grandes que corresponden a reyes y a una reina de esta dinastía, y sólo en Abydos se encuentran restos de recintos funerarios de todos los gobernantes de esta dinastía, menos uno, lo que quedó demostrado por el Egiptólogo australiano Doctor David O’Connor, Profesor en la Universidad de Nueva York - homenajeado en 2007 por el Consejo Superior de Antigüedades de Egipto - con sus excavaciones durante los años 80 y 90.

Lo que es de una evidencia cristalina en el Cementerio Real de Abydos es cómo se encuentra simbolizada la ideología de la realeza en el culto funerario. El desarrollo de la arquitectura monumental simboliza un ordenamiento político de otras dimensiones, con una religión estatal encabezada por un dios-rey que legitima el nuevo orden político.

A través de la ideología, y su material forma simbólica presente en las tumbas, las creencias relacionadas con la Muerte nos reflejan una organización social jerarquizada de las personas, y un estado controlado por el rey; una transformación - motivada políticamente - de un sistema basado en la creencia de consecuencias directas en el sistema socio-económico.

Al rey se le dispensaba el enterramiento más ostentoso y refinado, como correspondía a su rol simbólico de mediador entre los poderes del Más Allá y sus súbditos fallecidos que, junto a la creencia en un orden terrenal y cósmico, habrían dotado al primitivo estado dinástico de una cierta cohesión social.

Durante los años 90, Émile Amélineau excavó siete complejos de tumbas - que más adelante serían re-excavados por Petrie - que correspondían a otros tantos monarcas: Djer, Djet, Den, Anedjib, Semerkhet, Qa’a, y a la reina Merneith que podría haber sido madre de Den, e incluso ejercer como regente a principios del reinado. Estas tumbas no sólo fueron saqueadas sino también destruidas por el fuego de forma intencionada. Durante el Imperio Medio, las tumbas se re-excavaron y reconstruyeron para el culto de Osiris, y la tumba de Djer fue reconvertida en un cenotafio del dios.

Con esta historia como marco, impresiona que sólo el trabajo de Petrie de 1899-1901, y las posteriores excavaciones llevadas a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán a partir de 1970, hayan hecho posible la reconstrucción de estas primitivas tumbas.

Aunque de estas tumbas sólo quedan cámaras subterráneas hechas de ladrillo de barro crudo, las tumbas estuvieron originalmente techadas, y probablemente cubiertas con un montículo de arena frente al que habrían sido colocadas estelas de piedra con el nombre real esculpido, de las que quedan algunas muestras. Cada tumba real estaba rodeada de filas de tumbas subsidiarias.

En la zona nordeste del Cementerio Real, conocida como Cementerio B, se encuentra el complejo del rey Aha, convencionalmente considerado en la actualidad como el primer rey de esta Dinastía I.

En el Cementerio B, también hay tumbas que han sido identificadas por Werner Kaiser como las de los tres últimos reyes de la Dinastía 0: Iri-Hor, Ka y Narmer. Estas tumbas están formadas por cámaras dobles, mientras que las del complejo de Aha están formadas por varias cámaras separadas, construidas en tres fases, con un cierto número de enterramientos subsidiarios al nordeste.

Aunque saqueada, en la tumba de Aha se puede apreciar una nueva dimensión en los enterramientos. Hay restos de grandes capillas de madera en tres cámaras, y treinta y tres enterramientos subsidiarios, con restos de varones jóvenes de entre 20 y 25 años que, muy probablemente, habrían sido sacrificados cuando su rey fue enterrado. Cerca de estas tumbas subsidiarias, se han encontrado restos de enterramientos de, al menos, siete leones de corta edad.

Todos los demás enterramientos reales de la Dinastía I de Abydos tienen tumbas subsidiarias con ataúdes de madera, si bien este período es el único del Antiguo Egipto en que se sacrificaron seres humanos para los enterramientos reales.

COMENTARIO Ex profeso

La afirmación de la autora de este ensayo, Profesora Kathryn A.Bard, de que el período que nos concierne, es decir la Dinastía I, “es el único del Antiguo Egipto en que se sacrificaron seres humanos para los enterramientos reales” parece implicar que estos hechos sólo ocurrieron durante la Dinastía I, y nunca antes.

Esto, dicho así, no parece encajar con lo que la Profesora Béatrix Midant-Reynes, en el tercer ensayo titulado “El Período Naqada”, objeto de nuestra “Hoja Suelta” del mismo nombre, dentro del tema titulado “Naqada II (Gerzeense)”, nos comenta:

“Ya Petrie apuntó la posibilidad de la existencia de sacrificios humanos, y tenemos dos casos identificados en Adaïma con clara evidencia de gargantas seccionadas y decapitación. Aunque escasa y dispersa, esta posible evidencia de sacrificio auto-infringido podría representar el preludio de los sacrificios humanos masivos alrededor de las tumbas reales de principios del Período Dinástico, en Abydos, que marcaron el punto de inflexión en el nacimiento de la realeza egipcia en el Período Dinástico”.

A menos que, en efecto, los sacrificios humanos masivos alrededor de las tumbas reales sólo se practicasen en la Dinastía I. Este es el punto que, en mi humilde opinión, queda algo impreciso.

Y, terminado el inciso, la Doctora Nancy Lovell, antropóloga biológica norteamericana, Catedrática de Antropología de la Universidad de Alberta, que ha examinado los esqueletos de algunas de estas tumbas subsidiarias, sugiere que sus dientes muestran señales de muerte por estrangulamiento. Es posible que altos cargos, sacerdotes, criados y domésticas fuesen todos sacrificados para servir al rey en la otra vida.

Toscas estelas grabadas con los nombres de los difuntos, acompañaban a muchos de estos enterramientos en los que se encuentran cacharros, vasijas de piedra, útiles de cobre y objetos de marfil.

También se han encontrado en estas tumbas, enanos - probablemente contratados para divertir al rey - y perros de caza o animales de compañía.

La tumba de Djer es la que contiene el mayor número de tumbas subsidiarias (unas 338) mientras que, en general, en las tumbas posteriores, sólo aparecen unas cuantas, por lo que al parecer, por razones que se desconocen, esta práctica se extinguió después de la Dinastía I. Más adelante se aceptaron como substitutos válidos a pequeñas estatuas de sirvientes a las que siguieron los shabtis, figurillas funerarias que acompañaban al difunto en su viaje.

Todas las tumbas de la Dinastía I tenían una capilla de madera en el lugar del enterramiento. La mayor es la de Djer, con una superficie de unos 70 x 40 metros, incluyendo los enterramientos subsidiarios dispuestos en filas.

La sepultura real estaba colocada en el centro de una cámara revestida de ladrillo de barro crudo de 18 x 17 metros (306 m² de superficie de suelo) y 2’6 m de profundidad, con muretes bajos perpendiculares a sus tres lados, formando cámaras de almacenamiento separadas.

Aunque esta tumba acabó convirtiéndose en una capilla para el dios Osiris, Petrie aún pudo encontrar un brazo envuelto en lino con brazaletes que, aparentemente, procedían del entierro original. El brazo acabó desapareciendo, pero los brazaletes se conservan en el Museo de El Cairo.

Para el reinado del rey Den, a mediados de la Dinastía I, ya se observa una innovación importante en el diseño de tumbas reales: El acoplamiento de una escalera de acceso, lo que hacía posible su construcción, incluyendo el techado, mientras el monarca permanecía vivo, facilitando, además, su ejecución dentro de hoyos de gran profundidad.

A mitad de camino de la escalera, había una puerta de madera y, tras ella, justo a la entrada de la cámara sepulcral, una compuerta bloqueaba la entrada a los posibles saqueadores de tumbas.

La tumba y los 136 enterramientos subsidiarios ocupaban una superficie de 53 x 40 m, y la propia cámara sepulcral cubría unos 15 x 9 metros de superficie de suelo y tenía una profundidad de 6 m.

El diseño y la decoración de la tumba son los más exquisitos de Abydos; los suelos estaban pavimentados con planchas de granito rojo y negro de Aswan, siendo éste el primer caso conocido del uso de esta durísima piedra a gran escala.

Un pequeño habitáculo al sureste, con su propia escalera de acceso, pudo haber sido un antiguo serdab; cámara donde se colocaban estatuas del finado.

Las excavaciones llevadas a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán en zonas de escombros de anteriores excavaciones, indican que entre los objetos funerarios encontrados se halla una multitud de recipientes con impresiones de sellos, vasijas de piedra, etiquetas con inscripciones y otros artefactos tallados de marfil y ébano, así como incrustaciones procedentes de cajas o muebles.

Al sur de la cámara funeraria, las cámaras subsidiarias, inusualmente largas, contenían jarras que, probablemente, en su día, habrían contenido vino.

En un enterramiento posterior, perteneciente al rey Semerkhet, Petrie descubrió la rampa de acceso – no una escalera como en el caso de la tumba de Den – completamente saturada de un aceite aromático hasta una altura de tres pies. Casi 5.000 años después del enterramiento, el perfume era tan intenso que impregnaba toda la tumba.

En la tumba perteneciente al último rey de la Dinastía I, Qa’a, y durante la re-excavación realizada por el mencionado Instituto alemán, se encontraron treinta etiquetas cuyas inscripciones describían la entrega del aceite. Lo más probable es que este aceite fuese importado de Siria o Palestina, y que hubiese sido obtenido de frutos o resinas de árboles locales.

La presencia de tan enorme cantidad de aceite en la tumba de Semerkhet – quizás durante la ceremonia funeraria – ciertamente parece sugerir la existencia de un comercio exterior a gran escala, totalmente controlado por la Corona, así como la enorme importancia que tan lujosa mercancía tenía en los entierros reales.

Las tumbas reales de Abydos están ubicadas en el bajo desierto (Umm el-Qa’ab). Al nordeste, junto al borde del cultivo, se encuentran unos recintos funerarios, llamados “fortalezas” por los antiguos excavadores, donde el culto de cada rey podría haber sido perpetuado por sacerdotes u otro personal después de su enterramiento en la tumba real, como se acostumbraba a hacer en posteriores complejos mortuorios reales.

El recinto funerario mejor conservado, conocido actualmente como Shunet el-Zebib, perteneció al rey Khasekhemwy, de la Dinastía II. Sus muros de hornacina interiores se siguen conservando hasta una altura de entre 10 y 11 metros, cubriendo una superficie de alrededor de 124 m x 56 m.

En 1988, O’Connor descubrió un gran túmulo de arena y grava cubierto con adobe, de planta más o menos cuadrada, dentro del recinto. Este túmulo se encontraba situado cerca de la misma zona donde se alzaba la Pirámide Escalonada del complejo funerario del Rey Djoser, en Saqqara, de la Dinastía III, que empezó como una mastaba de estructura baja y no fue hasta la cuarta etapa cuando se convirtió en una estructura escalonada. Los dos complejos de Khasekhemwy y Djoser estaban rodeados de enormes muros de cerramiento de hornacina con sólo una entrada en el sureste.

El complejo del Rey Djoser se construyó unos 40 o 50 años después del de Khasekhemwy, y el túmulo de Shunet el-Zebib podría evidenciar una estructura o túmulo “proto-pirámide”.

No se sabe si los túmulos de Abydos se construyeron en los recintos funerarios de principios de la Dinastía I, pero es muy posible que ocurriese así. En consecuencia, la evolución del culto mortuorio real y su aspecto monumental se pueden claramente apreciar en Abydos.

Para la Dinastía III, el culto funerario real ya daba muestras de la existencia de un nuevo ordenamiento del poder real, con un despliegue de recursos y mano de obra para su utilización en la construcción de los primeros monumentos del mundo construidos con piedra.

A principio de los años 90, el Profesor O’Connor descubrió, al sureste del recinto funerario de Djer y justo fuera del muro exterior nordeste del de Khasekhemwy, doce enterramientos de barcos que consistían en profundas zanjas que contenían cascos de barco de madera de entre 18 y 21 metros de largo pero sólo unos 50 cm de alto.

Dentro y alrededor de los cascos, se habían colocado ladrillos formando una estructura de hasta 27’4 metros de longitud. La cerámica asociada con las embarcaciones toda ella data de principios del Período Dinástico, pero al día de hoy no se sabe si los barcos son de la Dinastía I, o de la II. Todos parecen ser de la misma época, y es posible que vayan apareciendo más conforme se amplía la excavación en la zona.

Se han encontrado enterramientos de embarcaciones más pequeños asociados con las tumbas de altos cargos, en Saqqara y Helwan, de principios del Período Dinástico. Los ejemplos más conocidos del Imperio Antiguo los tenemos en dos barcos, en condiciones de conservación óptimas, relacionados con la pirámide Khufu en Giza.

El significado de estos enterramientos de barcos se desconoce; es posible que estas embarcaciones se utilizasen en ceremonias funerarias, o que fuesen enterradas simbólicamente para el viaje final al Más Allá. Los de Abydos constituyen la evidencia más temprana de una asociación entre los barcos y el culto mortuorio real.

La evidencia de Abydos nos descubre el enorme gasto del Estado en los complejos mortuorios de los reyes de la Dinastía I, tanto en tumbas como en recintos funerarios.

Estos gobernantes ejercían un control absoluto sobre enormes activos que incluían la producción artesanal desde tiendas reales, productos exóticos y materias primas importadas de forma masiva del extranjero; e incluso sobre el reclutamiento de mano de obra, así como el de los individuos que podían ser sacrificados para los entierros reales.

El rol supremo del rey ciertamente se ve expresado en estos monumentos, y los símbolos del culto mortuorio real - tan evidentes en Abydos - acabarían evolucionando hacia los exquisitos complejos piramidales de los imperios Antiguo y Medio.

Llegado a su fin este apasionante tema, la Profesora Katheryn Bard nos va a llevar de nuevo de la mano, esta vez por “Las Tumbas de los Altos Cargos al Norte de Saqqara y en otros lugares”, como así titula su autora el tema que sigue.


Rafael Canales


En Benalmádena-Costa, a 28 de junio de 2009

Bibliografía:

“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum Database.


martes, 16 de junio de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 2/8.- El Primitivo Estado de la Dinastía I

Nombre del faraón Aha (Menes) sobre fragmento de fayenza (o mayólica) vidriada (Dinastía I)

EL PRIMITIVO ESTADO DE LA DINASTÍA I

Hacia 3.000 A.C., el primitivo estado dinástico que había surgido en Egipto controlaba ya la mayor parte del Valle de El Nilo desde el Delta hasta la 1ª catarata en Aswan; una distancia de más de 1.000 kilómetros a lo largo del río.

Mientras que la presencia de la cultura Naqada es más que evidente en el Delta durante los tiempos de Naqada II y Naqada III, la extensión del control político hacia el sur durante la Dinastía I se conoce por los restos de una fortaleza situada en el punto más alto de la costa de la isla de Elefantina, región que había estado ocupada por pueblos del A-Group en tiempos predinásticos.

Con la Dinastía I, el foco de desarrollo se desplazó de sur a norte, el primitivo estado egipcio estaba centralizado, y su control y gobierno estaban en manos de un rey-dios procedente de la región de Menfis.

Lo que resulta único en este primitivo estado es el dominio integral sobre tan extensa región geográfica, en comparación con otros estados contemporáneos en Nubia, Mesopotamia y Siria-Palestina.

Aunque, sin duda, no falta evidencia de contactos foráneos durante el cuarto milenio A.C., el primitivo estado dinástico que emerge en Egipto fue único y autóctono en carácter. Es probable que una lengua común, o dialecto derivado de ella, facilitase la unificación, pero la realidad es que nada se sabe sobre el idioma hablado, y la primitiva escritura abriga una información especializada y de naturaleza muy superficial sobre este momento de desarrollo cultural.

Uno de los resultados de la expansión de la cultura Naqada por todo el norte de Egipto habría sido el de la existencia de una avanzada Administración estatal que para principios de la Dinastía I estaría, en parte, gestionada por la escritura primitiva utilizada en sellos y etiquetas de control adosadas a las mercancías estatales.

Encontramos pruebas arqueológicas del control estatal en los nombres de reyes de la Dinastía I (serekhs) que aparecen estampados en vasijas, sellos, etiquetas - originalmente atadas a los recipientes - y otros artefactos, encontrados en la gran mayoría de los yacimientos de Egipto. Tales evidencias también permiten sugerir la existencia, en las primeras dinastías, de un sistema tributario estatal.

En Menfis, los estratos más antiguos hasta ahora excavados datan del Primer Período Intermedio, mientras que los correspondientes a la ciudad dinástica primitiva deben yacer enterrados bajo tanto aluvión.

Más al oeste, el Doctor David Jeffreys, del "Institute of Archaeology", UCL, ha obtenido catas de perforación que han revelado la existencia de restos de alfarería procedentes del Imperio Antiguo y de las primeras dinastías.

Por otra parte, en esta región se han encontrado sepulturas y tumbas de la Dinastía I en adelante, por lo que es probable que la ciudad se fundase por esta época.

Se han descubierto tumbas de altos cargos en las proximidades del norte de Saqqara, mientras que en otros yacimientos de la región de Menfis aparecieron enterramientos de funcionarios de diverso rango. Esta evidencia funeraria sugiere que la región de Menfis constituía el centro administrativo del estado, y también que el primitivo estado egipcio estaba altamente estratificado en su organización social.

En el sur, Abydos continuaba siendo el centro de culto más importante, e incluso se ha llegado a sugerir que en la Dinastía I, los asentamientos predinásticos más pequeños con evidencia arqueológica más efímera, habrían sido reemplazados por una única ciudad construida de adobe en Abydos.

Los reyes de la Dinastía I se enterraban en Abydos, otra indicación del Alto Egipto como origen del incipiente estado.

Desde el mismo comienzo del Período Dinástico, la institución real fue fuerte y poderosa, y así permanecería a lo largo de los principales períodos históricos de Egipto. En ningún otro lugar del antiguo Oriente Próximo hubo en tan tempranas fechas una realeza tan importante y tan centralizada, capaz de ejercer tan amplio control de tan temprano estado.

A lo largo y ancho de Egipto tienen que haberse creado y desarrollado centros administrativos estatales, pero la organización espacial de comunidades no era como la de la contemporánea Mesopotamia del sur, donde ciudades enormes se organizaban alrededor de grandes centros de culto.

Pero, por otra parte, tampoco el Antiguo Egipto fue una “civilización sin ciudades”, como ha llegado a sugerirse. Puede que los pueblos y ciudades egipcios hubiesen estado espacialmente organizados más libremente que los de Mesopotamia; y también sabemos que la residencia real cambiaba de ubicación. Así que, debido a una serie de factores, los pueblos y las ciudades del Antiguo Egipto no se han conservado bien, o se encuentran enterradas bajo el aluvión, o bajo modernos asentamientos que no pueden excavarse.

Sin embargo, algunas pruebas arqueológicas de las primitivas ciudades han perdurado. En Hierakonpolis, una elaborada fachada de hornacina hecha de adobe, dentro de la propia ciudad (Kom el-Ahmar), ha sido interpretada como el pórtico de un “palacio”; posiblemente se trataba de un centro administrativo del temprano estado.

En Buto, en el Delta, una construcción rectangular de adobe datada a principios de la Dinastía I, levantada sobre edificios de adobe más tempranos de Naqada II, Naqada III y Dinastía 0, podrían ser restos de un templo construido dentro de la ciudad.

La mayoría de los antiguos egipcios de principios del Período Dinástico y períodos posteriores, la formaban agricultores que vivían en pequeñas aldeas. La base económica del antiguo estado egipcio era la agricultura del cereal. Durante todo el cuarto milenio A.C., los pueblos dependían cada vez más del cultivo de la espelta o trigo Emmer (Triticum diccocum), y de la cebada, lo que redundaba en un impresionante beneficio para el entorno de las llanuras susceptibles de inundación de El Nilo en Egipto.

Para principios del Período Dinástico, ya se habría puesto en práctica algún tipo sencillo de riego por superficie, extendiendo así la superficie de tierra de cultivo e incrementando la cosecha. Contrariamente a lo que ocurre con prácticamente cualquier otro sistema de riego en el mundo, la salinización nunca fue un problema para Egipto, ya que las anuales crecidas de El Nilo limpiaban la tierra de sales.

Dado que las precipitaciones en esta época eran insignificantes, las inundaciones anuales se encargaban de proporcionar la humedad necesaria en el momento adecuado del año – julio y agosto – de forma que el trigo se podía sembrar en septiembre una vez que las inundaciones hubiesen remitido.

Las distintas especies de trigo traídos a Egipto maduraban durante los meses de invierno y podían ser recolectadas antes de la primavera, cuando la llegada de las altas temperaturas y de la sequía habrían aniquilado la cosecha. El entorno favorecía así una enorme acumulación de excedentes que controlados por el estado servían de sostén de la floreciente civilización egipcia que se aprecia en el Dinastía I.

CONCLUSIÓN

Pienso que con este tema hemos cubierto de forma concisa pero con claridad meridiana la Dinastía I en su faceta político-económico-social.

En cuanto a la brevedad de la exposición, que soy el primero en agradecer, no debemos olvidar que la Dinastía I con frecuencia se presenta para su estudio combinada con la II, constituyendo lo que se conoce como Período Protodinástico. Por otra parte, la información de que se dispone es escasa y proviene sólo de unos cuantos monumentos y objetos entre los que destaca, como hemos visto, la Paleta de Narmer.

No existe documentación alguna sobre estas dos primeras dinastías, con la excepción de la Piedra de Palermo. Los jeroglíficos se desarrollaron completamente por entonces, y sus siluetas sufrirían escasos cambios durante más de tres mil años. Sí parece evidente la puesta en práctica del sacrificio humano - más adelante suspendido - de carácter funerario, durante esta primera dinastía.

Pasamos, pues, al siguiente tema que su autora, Katheryn Bard, ha titulado “El Cementerio Real de Abydos”.

ADENDA

Pero antes me ha parecido útil y oportuno, y siguiendo el ejemplo del Profesor Barry J.Kemp en su más reciente publicación, reseñar los nombres de los faraones que componen la Dinastía I de acuerdo con el recomendado Cuadro Cronológico del Profesor Ian Shaw que aparece en la obra que nos concierne, “The Oxford History of Ancient Egypt”, Oxford, 2000, páginas 479 a 483. Para las fechas absolutas, también se ha utilizado el mencionado Cuadro Cronológico.

Reyes de la Dinastía I:

Aha, Djer, Djet, Den, Queen Merneith, Anedjib, Semerkhet, Qa’a.

Los documentos historiográficos egipcios señalan como unificador de las Dos Tierras al rey Menes, identificado con el rey Narmer de la Dinastía 0, y más recientemente con el rey Aha, el Combatiente, fundador de la Dinastía I. A él se debió también la fundación de Menfis, construida en el punto de contacto entre el Delta y el Valle como demostración de su unión. La Piedra de Palermo habla de una victoria suya en Nubia y alude a embarcaciones de madera de cedro, que darían testimonio del comercio con la zona sirio-palestina.

Su sucesor, Djer, edificó un palacio en Menfis y organizó expediciones a Nubia y, quizás, a Libia y la Península de Sinaí.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 20 de junio de 2009

Bibliografía:

“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
"The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys, UNED, 2001.
"The Enciclopedia of Ancient Egypt". Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
"Antico Egitto". Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum.