lunes, 6 de septiembre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 6/9.- Amenhotep II

Papiro del "Libro de los Muertos" de Nakht, finales de la Dinastía XVIII, 1.350-1.300 A.C. Escenas agrícolas.
(Pinchar y Ampliar).

Nakht was a royal scribe and overseer of the army (general) at the end of the Eighteenth Dynasty (about 1.550-1.295 BC). His Book of the Dead is a beautifully illustrated example. This papyrus shows Spell 110, a series of addresses to deities who dwell in the 'next world', specifically in the Field of Offering and the Field of Rushes. The deceased was expected to undertake agricultural work in the Field of Rushes. The vignette evolved from a map of the Field in the earlier Coffin Texts. It shows areas of land surrounded by water. Nakht is shown with Thoth at top right, with the balance and feather of Maat (referring to the Judgement Scene). He then paddles his boat across the Lake of Offerings where two mummiform deities stand before a table of offerings. Nakht is also shown worshipping the Heron of Plenty. He is shown pulling flax, reaping, and ploughing below. The boat of Wennefer (a name for the god Osiris), shown with a head of a snake, is moored in a channel of the water at the bottom. Three deities of the ennead (group of nine gods) are shown bottom right. (Base de Datos, Museo Británico).

AMENHOTEP II

No se sabe si algún miembro de la rama de la familia Hatshepsut descendiente de la reina Ahmose aún vivía a finales del reinado de Tutmosis III. No obstante, el faraón, tomó a su hijo Amenhotep como corregente en el año 51 de su reinado, y luego compartió la monarquía con él durante algo más de dos años. El llamado “descrédito de Hatshepsut”, que habría empezado alrededor del año 46 o 47, pudo haber allanado el camino para un gobierno compartido, ya que fue el propio Amenhotep II quien completó la profanación de los monumentos de la mujer-faraón.

Con objeto de eliminar las pretensiones de Hatshepsut y de su familia, sus monumentos fueron sometidos a un reajuste sistemático: algunos se oscurecieron con los nuevos trabajos adicionales; otros, serían mutilados para eliminar así cualquier rastro de su nombre; y otros, sufrieron tales alteraciones que los nombres de Tutmosis III o Tutmosis II sustituyeron al de Hatshepsut.

Puesto que Tutmosis buscó la destrucción del recuerdo de Hatshepsut veinticinco años después de su desaparición, parece improbable que se tratase de una mera venganza contra su madrastra; especialmente cuando el faraón había retenido para sí un cierto número de altos funcionarios de Hatshepsut que completaron sus carreras y construyeron tumbas con el nombre de Tutmosis III prominentemente resaltado en ellas.

Es posible que la muerte de hombres que fielmente sirvieron a ambos soberanos, tales como Puyemra, segundo sacerdote de Amun, e Itef, Alcalde de Thinis en la región de Abydos, y Gobernador de Oasis, también influyese en los reparos a la execración de Hatshepsut.

El reinado de Amenhotep II representa un pivote en el temprano Imperio Nuevo, si bien hoy día se ve empequeñecido por la amplia sombra de sus dos predecesores, y por la de sus sucesores hacia finales de la Dinastía XVIII. Durante un largo reinado de casi treinta años - con el año 26 como el más alto que se le conoce – el faraón tuvo éxitos militares en el Levante Oriental; llevó la paz a Egipto con sus consiguientes beneficios económicos; y, fielmente, amplió los monumentos a los dioses.

En su época, Amenhotep II contó con el reconocimiento - muy en particular - por su atletismo, y sus monumentos aluden a sus grandes aptitudes. De joven el faraón vivió en la región menfita done entrenaba caballos en los establos de su padre, si damos crédito a las inscripciones que dejó en una estela en el templo de la Esfinge, en Gaza. Su mayor logro atlético lo obtuvo cuando disparó una flecha que atravesaría una diana de cobre, mientras conducía un carro de guerra con las riendas atadas a su cintura. La fama de esta acción fue monumentalizada en escarabeos encontrados en el Levante Oriental.

La historiadora de Arte, Sara Morris, sugiere que el éxito del tiro a la diana de cobre de Amenhotep II constituyó la base, cientos de años más tarde, del episodio de La Ilíada, donde se describe cómo Aquiles dispara flechas que atraviesan una serie de dianas colocadas en una zanja.

El reinado de Amenhotep II fue en su mayoría pacífico propiciando así un largo período de estabilidad. Varios papiros administrativos de su reinado corroboran la existencia, en varias zonas de Egipto, de florecientes organizaciones agrícolas e industriales. Una burocracia bien desarrollada estaba en funcionamiento y, al parecer, Amenhotep II estaba haciendo un buen uso del servicio de los administradores. Él animaba a los hombres que habían servido a su padre a quedarse, y colocó a amigos íntimos en puestos claves.

Algunas composiciones literarias del Imperio Medio se volvieron a copiar en esa época, lo que parece sugerir la existencia de un interés creciente por un refinamiento cultural más que por el valor militar. Aunque el arte real seguiría idealizado y altamente formal como lo había sido en el reinado de Tutmosis III, el estilo pictórico en contextos no reales comenzó a revelar un individualismo artístico que se acentuaría con el tiempo.

EL PROGRAMA DE CONSTRUCCIÓN DE AMENHOTEP II

Amenhotep II dejó tras de sí edificios o ampliaciones en casi todos los principales lugares donde su padre había trabajado. En los tres primeros años de su reinado, se levantaron construcciones en nombre de los dos soberanos; muy especialmente en Amada, en la Baja Nubia, donde se construyó un templo a la memoria de ambos, en honor a Amun and Ra-Horakhty, y en Karnak, donde ambos soberanos participaron en la eliminación de vestigios de los monumentos de Hatshepsut ocultándolos con los suyos propios.

En el patio, entre los pilonos Tercero y Cuarto, en las columnas que se añadieron y en la mampostería alrededor de los obeliscos de la reina, unas veces aparece el nombre de un soberano y otras el del otro. Pero sigue siendo imposible distinguir si los cambios se hicieron de forma simultánea, durante la corregencia, o consecutivamente.

Dejó monumentos en la Isla de Pnubs on Argo, en Sai, Uronarti, Kumma, Buhen, Qasr Ibrim, Amada, Sehel, Elefantina, Gebel Tingar (una capilla cerca de la cantera de cuarcita en la ribera oeste de Aswan), Gebel el-Silsila, Elkab, Tod (una capilla para la barca funeraria de la corregencia), Armant, Karnak, Tebas (incluyendo su tumba, KV35, en el Valle de Los Reyes, y un templo funerario destruido en la actualidad), Medanud, Dendera, Giza, y Heliópolis. La construcción de un templo de caliza fue el objeto de la reapertura de las canteras de Tura en el año 4 del reinado, si bien la ubicación del templo es incierta; no se trataba del templo funerario real de Tebas, ya que aquella estructura se construyó con arenisca y ladrillo.

Los yacimientos donde los esfuerzos de construcción de Amenhotep II dejaron su impronta más profunda fueron Giza y Karnak, a pesar del hecho de que el trabajo del faraón en Giza no fuese particularmente ambicioso. Aún así, mandó construir un templo al dios Horemkahet, el dios-sol identificado con la Gran Esfinge. Se ha podido apreciar que la zona alrededor de la Esfinge era frecuentada por príncipes y peregrinos que visitaban los complejos de las grandes pirámides de Khufu y Khafra. La Esfinge y el anfiteatro se convirtieron en el lugar de culto a los ancestros reales, incluyendo al propio Amenhotep II y a su hijo, Tutmosis IV, que levantó la Estela de la Esfinge entre las garras del gran león.

El culto a Horemakhet y la veneración real continuaron hasta los tiempos romanos, de forma que los peregrinos dejaban ofrendas votivas en el muro del recinto del anfiteatro cuando era posible, o en la capilla. La dedicación de Amenhotep II de un pequeño templo a Horemakhet (descrito también como Hauron en el "depósito de cimentación" real del lugar) supuso, pues, un suceso importante en la historia de la Esfinge como foco de adoración.

Sus propios hijos dejaron estelas en su templo, algunas con representaciones que indican que una estatua de Amenhotep II, en un tiempo se alzaba apoyada contra el pecho de la Esfinge. El Profesor Mark Lehner, Arqueólogo y Egiptólogo norteamericano, ha reconstruido el aspecto de la Esfinge con esta estatua de la Dinastía XVIII en la posición descrita.

Una vez que Amenhotep II acabó su programa de borrado en los monumentos de Hatshepsut en Karnak, pudo concentrarse en los preparativos para el jubileo real en este templo. Al igual que Tutmosis III había construido un templo para el festival, conocido como “Effective of Monuments”, en el recinto de Amun, en Karnak, de igual forma Amenhotep II construyó un edificio para su festival-sed. Su pabellón, según la reconstrucción de Charles Van Siclen, consistía en un patio con pilares cuadrados esculpidos con relieves, y muros decorados a los lados. Datado hacia finales de su reinado, tanto por sus inscripciones como por su estilo artístico, encabezaba la entrada sur del templo en el Octavo Pilono, creando de forma efectiva una nueva entrada principal al complejo, tal y como habría hecho Hatshepsut antes que él.

Frente a este patio del festival-sed, habría parcelas de Amun, o huertos donde se criarían verduras y otras plantas comestibles. Los pilares mostraban de forma inusual la primera conmemoración de un festival-sed, o su repetición, lo que implicaría que el faraón podría haber celebrado ya un jubileo antes de construir el patio. Todo esto es difícil de interpretar y bien pudo tratarse de deseos expresados por el faraón para posteriores jubileos.

Siguiendo una vieja tradición, la decoración a base de relieves del pabellón del festival, incluía insignias reales para el faraón que claramente hacían resaltar sus condiciones solares; por ejemplo, aparecían múltiples discos solares sobre coronas, y pequeños halcones posando sobre los discos, creando así una identidad con el Ra-Horakhty de cabeza de halcón.

El pequeño templo de Tutmosis III en Deir el-Bahri, había ya usado, de forma parecida, un extravagante simbolismo solar, datado en un período posterior a cuando se hicieron los preparativos para el jubileo real. El edificio del festival de Amenhotep II incluía escenas de su madre, Merytra, que jerció como reina y, lo que es más importante, como “esposa del dios Amun”. El edificio sería desmantelado a finales de la Dinastía XVIII para acomodar ciertas modificaciones del cuadrante, por Horemheb (1.323-1.295 A.C.), y reconstruido más tarde, en un estilo arquitectónico diferente, por Sety I (1.294-1.279 A.C.) a principios de la Dinastía XIX.

Amenhotep II también construyó un templo a Amun al norte de Karnak; un recinto que más adelante se dedicaría a Montu, de Tebas. No obstante, los bloques del edificio forman parte de las cimentaciones de un templo construido bajo el mandato de Amenhotep II y posteriormente adaptado en el Período Tolemaico. Su función original se desconoce. Otros pórticos y bloques en Karnak Norte, no obstante, indican que el faraón estaba interesado en desarrollar el sector, quizás por su situación a fin de extender el eje norte-sur de la zona central de Karnak.

Se han encontrado elementos de una puerta de piedra de un palacio del faraón, al norte del propio templo, quizás indicando la situación de una residencia ceremonial para Amenhotep II. El interés del faraón en el templo de Montu en Medamud, a unos 8 km al norte, es también notable, ya que más adelante, en efecto existía un camino procesional entre el norte de Karnak y Medamud.

AMENHOTEP II EN EL LAVANTE ORIENTAL

Amenhotep II llevó a cabo dos campañas en Siria; la primera, probablemente en el año 7, y la segunda en el 9. Se describen en unas estelas encontradas en Amada, Menfis y Karnak. La primera campaña se concentró en la derrota de los jefes no alineados y en las rebeliones entre los nuevos vasallos. Entre las segundas, la región de Takhsy, mencionada en la tumba tebana de Amenemheb (TT85), fue un objetivo primordial y un éxito. Los siete cabecillas derrotados de esa región fueron devueltos a Tebas cabeza abajo en la barcaza real, donde seis de ellos serían colgados en los muros del templo. El séptimo sería trasladado hasta la lejana Napata, en el Sudán, donde sería colgado, sin duda para ejemplo de la población local.

Según las estelas, el botín conseguido de esta primera campaña de Amenhotep consistió en la impresionante cantidad de 6.800 deben de oro y 500.000 deben de cobre (745 kg y 54.809 kg, respectivamente), además de 550 cautivos mariannu, 210 caballos, y 300 carros de combate. La segunda campaña en el año 9 tuvo lugar, en su mayoría, en Palestina.

Aparte de los topónimos estándar que aparecen en los “anillos de nombre”, ninguno de los textos de Amenhotep II contiene referencias hostiles a Mitanni o Nahrin - a pesar del hecho de que las inscripciones narraban las campañas sirias – y esto es, probablemente, intencionado. En vez del calificativo usado por Tutmosis III: “ese enemigo de Nahrin”, Amenhotep II utiliza varias veces el arcaico término genérico egipcio de setjetyu (Asiáticos).

El lenguaje de las estelas utilizado una vez terminados los conflictos, en el año 9, o más tarde, refleja que la paz con Mitanni estaba ya al alcance de la mano. De hecho, la estela de Menfis contiene un añadido al final informando que los jefes de Nahrin, Hatti, y Sangar (Babilonia) llegaron antes que el faraón, llevando presentes y solicitando, a cambio, regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que rogaban por el aliento de la vida. Este fue pues, de hecho, la primera noticia de la creación de un acuerdo de paz con Mitanni; si bien durante el reinado de Tutmosis III ya existían buenas relaciones con Babilonia y otros estados.

La importancia que tuvo la nueva alianza de Amenhotep II con Nahrin se pretendió destacar al hacerla figurar en la inscripción de una columna del wadyt (o sala de columnas) de Tutmosis, entre los Pilonos 4º y 5º, en Karnak. La ubicación fue muy significativa ya que la sala se veneraba como el lugar donde Tutmosis III recibiría el oráculo divino proclamando su futuro reinado. Además, la asociación de la sala con la línea familiar de los Tutmosis, retrocediendo hasta Tutmosis I, el primer faraón que se aventuró en Siria, la hacía el lugar idóneo para estar orgulloso de las relaciones con Mitanni. La inscripción singulariza a Siria manifestando: “Los jefes (weru) de Mitanni (My-tn) vienen a él, con obsequios a sus espaldas, a cambio de regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que solicitan de Su Majestad el aliento de la vida”.

Para finales del reinado de Amenhotep II, el cuadro de Mitanni, hasta hacía poco el de un vil enemigo, se dibuja ya en línea con el de otros aliados de Egipto. En los monumentos del Valle del Nilo, estos reyes “hermanos” de Babilonia, Hatti, y Nahrin, se representan siempre suplicando por su vida al faraón de Egipto. La dura paz alcanzada con Siria, no obstante, se verá traicionada por el entusiasmo de Amenhotep II. Está claro que para éste la alianza, tanto en casa como fuera de ella, fue una bendición.

LAS ESPOSAS REALES A MEDIADOS DE LA DINASTÍA XVIII

El número de príncipes que pueden ser documentados durante el reinado de Amenhotep II es como sigue: Amenhotep, Tutmosis, Khaemwast (?), Amenemopet, Ahmose, Webensenu, y Nedjem, así como los príncipes A y B, sin nombre, que se conocen por las estelas de Giza. Quizás, otro llamado Aakheperura, también nacería hacia finales del reinado de Amenhotep II, o a principios del de Tutmosis IV.

Contrastando de forma llamativa con los anteriores reinados, las princesas son difíciles de documentar. La pluralidad de jóvenes varones reales contrasta con la primera fase de la dinastía cuando los príncipes adultos escaseaban; quizás porque pereciesen en campañas militares, o por enfermedades infantiles. La escasez de príncipes, debida en parte a la preferencia dinástica por princesas hermanas como reinas, pudo haber inspirado a los soberanos a tener reinas menores, además de sus grandes esposas reales.

Estas “grandes esposas reales”, tales como Nebetta, y las tres reinas levantinas de Tutmosis III, todas mencionadas anteriormente, eran probablemente diferentes a las damas de la Corte de rango desconocido con las que los soberanos tenían relaciones sexuales. Estas últimas, tales como Mutnofret, Isis, Tias, y Mutemwiya, trajeron hijos que llegaro a ser faraón que promocionarían a sus madres como reinas. No obstante, se desconoce qué mujeres, aparte de Tiaa, madre de Tutmosis IV, fueron las madres de los numerosos críos de Amenhotep II.

Y no fue sólo sus más que capacitados poderes de procreación lo que distinguía a Amenhotep II de sus predecesores. Contrariamente a los anteriores a él, este faraón nunca reconoció públicamente una esposa que no fuese su madre, Merytra, que serviría como “gran esposa real” durante la mayoría del reinado de Amenhotep II. La ausencia de esposas podría considerarse como un rechazo consciente del papel jugado por las princesas como “esposas del dios Amun”, desde el establecimiento de la dinastía hasta el reinado de Hatshepsut.

Quizás fuese ahora cuando Tutmosis III y Amenhotep se percatasen que las reinas como Hatshepsut, que representaba la dinastía familiar, podían ser peligrosas si eran demasiado ricas y poderosas. Aún más, la usurpación del trono por parte de la reina-convertida-en-faraón, pudo haber servido de incentivo a Tutmosis III y al Amenhotep II para tener varones. Esta conclusión les motivaría, además, a escoger como “gran esposa real” a mujeres fuera de la principal línea real, como fue el caso con Tutmosis III al escoger a Sitiah y Merytra.

Y volvemos de nuevo a tener un respiro que nos va a permitir releer, repasar, digerir y asimilar este sub-capítulo, e iniciar, en otra “Hoja Suelta”, una nueva andadura; esta vez con el faraón Tutmosis IV y su conocida legitimación al Trono.

RAFAEL CANALES

En Benalmádna-Costa, a 22 de septiembre de 2010

Bibliografía:

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