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Estela de caliza de Tjetji, Tesorero de Inyotef II y III. Tebas (c.2.070 A.C.) Durante el Primer Período Intermedio, en muchos yacimientos de todo Egipto, se fabricó un gran número de estelas, particularmente en Tebas. Sus textos son de gran importancia para historiadores, ya que ayudan a documentar el progreso de los gobernantes tebanos en sus campañas para dominar el Alto y el Bajo Egipto. La estela de Tjetji es una de las mayores y mejor talladas de dichos textos. Aunque en una sóla pieza, se muestran aquí detalles separados de sus partes superior e inferior para facilitar su estudio. El texto vertical es una oración para ofrendas. El texto superior, en registros horizontales, es una inscripción autobiográfica. Este género literario consiste en un relato idealizado del carácter y carrera del funcionario, no necesariamente fiable como evidencia histórica.
COMPETENCIA Y CONFLICTOS ARMADOS
Durante el Imperio Antiguo, los administradores locales se veían obligados a organizar el servicio militar del pueblo bajo su jurisdicción, y a liderar las tropas en las misiones - tanto agresivas como pacíficas - en las regiones contiguas al Valle del Nilo.
Ya en la Dinastía VI, se reclutaban en el ejército egipcio mercenarios extranjeros, en su mayoría nubios. Durante el Primer Período Intermedio, el uso de tropas locales y la experiencia de los gobernadores locales aparecen como fuerzas decisivas en su lucha por el poder. Es así que Ankhtifi declara:
“Yo, que encontré una solución, cuando no existía, gracias a mis sólidos planes; que habló con palabras de mando y mente clara cuando los nomes se aliaron para hacer la guerra. Yo, soy el héroe sin par; el que habló libremente mientras el pueblo guardaba silencio el día en que el miedo se extendió y el Alto Egipto no se atrevió a pronunciar palabra…. Mientras este ejército de Hefat esté en calma, todo el territorio lo estará; pero si alguien pisa su cola de cocodrilo, entonces el norte y el sur de todo el territorio temblará de pánico….Yo, navego rio abajo con mis fieles tropas y echo amarras en la orilla oeste del nome tebano…. y mis fieles tropas buscan batalla por todo el nome tebano, pero nadie se atreve a salir por miedo a ellas. Entonces, Yo, navego de nuevo rio abajo, y echo amarras en la orilla este del nome tebano….y sus murallas (probablemente las del enemigo de Ankhtifi) acaban siendo asediadas al encontrar sus puertas cerradas por miedo a mis poderosas y fieles tropas que, sin descanso, buscan batalla por todo el oeste y el este del nome tebano, sin que nadie se atreva, por miedo, a hacerles frente”.
En realidad, no era nada nuevo que algún funcionario reclamase para sí autoridad para más de un nome. Hacia finales de la Dinastía V, por ejemplo, ya los faraones habían creado el puesto de “Supervisor del Alto Egipto” con la misión de supervisar a los administradores de los nomes individuales del Alto Egipto. Durante el Primer Período Intermedio, hay también pruebas documentadas de funcionarios que eran responsables de un territorio mayor, como es el caso de Abihu, que gobernó los nomes de Abydos, Diospolis Parva, y Dendera durante principios del período de Heracleópolis. Por lo que no hay nada de inusual en el doble “nomarcado” de Ankhtifi, o incluso en sus pretensiones de supremacía militar tan lejos al sur como Elefantina.
La narración de las guerras de Ankhtifi, por otra parte, deja claro que, por entonces, al faraón no se le nombraba, ni siquiera nominalmente, como autoridad capaz de controlar la distribución de poder entre los gobernantes locales. Es importante entender que dicha situación implica un cambio radical de mentalidad. En el cercano sistema político del Antiguo Imperio, el faraón había sido la única fuente legal de autoridad. Todas las acciones de los funcionarios dependían de su mando, y era él quien juzgaba y premiaba sus méritos.
Cuando el poder de la realeza se desvaneció, salió a la luz una situación más abierta. Ahora, los dirigentes locales podían ya actuar según sus propios criterios; tenían que depender de sus propias bases de poder; tenían que defender sus posiciones en competencia con otros; pero también tomaron nueva conciencia de sus propios logros, característica prominente de las inscripciones de Ankhtifi.
DIOSES, POLÍTICAS, Y RETÓRICA DEL PODER
En las inscripciones de las paredes de la tumba de Ankhtifi, al faraón se le nombra sólo una vez en una pequeña etiqueta adosada a uno de los murales: “Permita Horus conceder a su Hijo Neferkara un buen caudal del Nilo”. Es muy significativo que en este caso se apela al faraón en su sagrado rol de mediador entre la sociedad humana y las fuerzas de la Naturaleza. Su rol político, sin embargo, ha sido asumido por otras autoridades:
“El dios Horus me eligió a mí para el nome de Edfu, para restablecer la prosperidad y la salud. Yo encontré el dominio de su administrador, Khuu, en un estado como el de un territorio pantanoso abandonado por su guardián, en unas condiciones de contienda civil, bajo el control de un desgraciado. Yo hice incluso que un hombre abrazase a los que habían matado a su padre o hermano con el fin de reestablecer el orden en Edfu”.
En los textos de Ankhtifi, no es el faraón sino Horus, el dios de Edfu quien aparece como la autoridad suprema guiando la acción política. Este concepto no es único en las inscripciones del Primer Período Intermedio. Incluso la reunificación de Egipto bajo el faraón Mentuhotep II (2.055-2.004 A.C.) se describió en términos similares como resultado de la intervención de Montu, el gran dios del nome tebano: “Y fue un buen comienzo cuando Montu dio ambas tierras al Faraón Nebhepetra (Mentuhotep II)". Según consta en una estela de Abydos, de un Supervisor del Tesoro, Meru, en tiempos de Mentuhotep II.
La ideología descansaba en cimientos sólidos, dado que los dirigentes locales actuaban como “supervisores de sacerdotes”, lo que les aseguraba un rol privilegiado en el culto a los dioses. Al propio Ankhtifi se le representa, en una escena en su tumba, supervisando uno de los grandes festivales de su dios local, Hemen, y la mención más antigua del templo de Amun en Karnak proviene de una estela de un supervisor de sacerdotes tebano que reivindica haber sido responsable de su cuidado durante los años de hambruna.
Desde tiempos remotos, los templos provinciales eran centros administrativos y a la vez focos de lealtad popular local y parece probable que los sacerdocios ligados a estos templos formasen el grupo central de una élite provincial anterior. En cierto modo, los cultos provinciales pueden ser considerados como representaciones simbólicas de una identidad colectiva.
Por lo tanto, durante el Primer Período Intermedio, el dios y la ciudad con frecuencia aparecen de forma paralela en frases relativas al enclavamiento social. La gente dice: “Yo fui de los amados por su ciudad y enaltecidos por su dios”, y las maldiciones dirigidas a sus agresores, amenazan con que: “su dios local le despreciará y sus conciudadanos (a veces “su grupo familiar”) le despreciarán”. Así es que con la integración de su autoridad personal con la que ya ejercían en los cultos locales, los magnates provinciales conseguían vincular su poder con uno de los cimientos morales de la sociedad local.
El fascinante tema de la inscripción de Ankhtifi no debería, por otra parte, eclipsar sus méritos literarios. Se trata de una composición de una brillantez inusual, con abundancia de originales e impresionantes expresiones. Cualidades similares se pueden encontrar en las pinturas que decoran su tumba y, ciertamente, en general en el arte del Alto Egipto durante todo el Primer Período Intermedio.
Por entonces, los pintores del Alto Egipto ya no se ajustaban a los modelos impuestos por la Corte del Antiguo Imperio. Su estilo es angular, incluso a veces extraño, y descaradamente expresivo. Habiéndose liberado ellos mismos de modelos desfasados, crearon una serie completa de escenas nuevas: Filas de soldados y cazadores, mercenarios enfrascados en la batalla, y festivales religiosos.
Además, introdujeron nuevas imágenes de labores cotidianas, tales como hilar y tejer, y actualizaron escenas muy antiguas para que conjugasen con los más recientes desarrollos culturales y tecnológicos. Lejos de representar un período de decadencia cultural, estos turbulentos años fueron testigos de un brote de creatividad excepcional, adaptando y desarrollando los medios de expresión literarios y pictóricos para su correspondencia con la nueva serie de experiencias sociales.
El proceso de cambio también indica que la élite del Primer Período Intermedio sintió la necesidad de hacer saber los nuevos desarrollos sociales; cuando el gobierno no pudo por más tiempo confiar en la simple imposición del poder, sus fundamentos tendrían que hacerse explícitos. Así que, el texto de Ankhtifi puede leerse como un discurso relativo a la necesidad de gobierno y los beneficios de una autoridad fuerte. También es notable lo cercanamente que estas ideas – a las que de forma tan persuasiva Ankhtifi apela – coinciden con los sistemas de organización social local y las tradiciones provinciales.
EL “DOMINIO TEBANO” Y LA NECRÓPOLIS DE EL-TARIF
Durante el Imperio Antiguo, Tebas, la capital del 4º nome del Alto Egipto, había sido una ciudad de provincia de tercera categoría. Sin embargo, a principios del período de Heracleópolis, se sabe, por una estela funeraria recuperada del extenso cementerio de el-Tarif, en la orilla izquierda, justo frente al templo de Karnak, de un grupo de supervisores de sacerdotes a cargo de los asuntos locales.
A este grupo de funcionarios le sucedió un nomarca, Intef, que combinaba - como había ocurrido con Ankhtifi – el cargo de “Jefe Supremo del nome de Tebas” con el de “Supervisor de Sacerdotes”. Además, reclamaba para sí los títulos de “Confidente del Faraón de la estrecha puerta del Sur” (Elefantina), y “Jefe Supremo del Alto Egipto”.
Puesto que esta inscripción referente a Intef se encontró en el cementerio de Dendera, la capital del 6º nome del Alto Egipto, parece justo dar por hecho que su autoridad fue reconocida mucho más allá de los confines de su propia provincia.
Este nomarca, Intef, es con toda probabilidad el mismo que el tal “Intef el Grande, nacido de Iku”, que aparece en las inscripciones contemporáneas, y al que el propio faraón Senusret I (1.956-1.911 A.C.), de principios del Imperio Medio, dedicó una estatua en el templo de Karnak. Y aún más, a este personaje se le describe como “conde Intef”, antepasado de la Dinastía XI tebana en la lista-real que aparece inscrita en las paredes de la “capilla de antepasados reales” de Tutmosis III, en Karnak.
No obstante, sólo su inmediato sucesor, Mentuhotep I, fue considerado faraón en la tradición posterior, aunque el nombre de Horus que se le asignó, a saber Tepy-a – literalmente “el antepasado” – lo delata como ficción póstuma. Las fuentes epigráficas posteriores carecen de información sobre Mentuhotep I y su hijo Sehertawy Intef (2.125-2.112 A.C.), si bien la tumba de éste último sigue siendo la referencia más prominente de la necrópolis de el-Tarif, y sigue sirviendo como único monumento que sobrevive del poder y grandiosidad de los primitivos faraones tebanos.
Durante el Primer Período Intermedio, en la necrópolis de el-Tarif, se desarrolló un nuevo tipo de tumba rupestre; aparentemente para su adaptación a la topografía local. En las tumbas pequeñas del personal privado, se empezaba excavando un amplio patio en el estrato de grava y marga de la baja terraza del desierto. En la cara trasera de este patio, un pórtico con una fila de pesados pilares cuadrados formaban la fachada de la tumba; y es esta fila de pilares la que dio nombre a la designación moderna del tipo de arquitectura conocido como tumba-saff (del árabe saff o “fila”). Un corto y estrecho corredor situado en el centro de la fachada, conducía a la capilla de la tumba, en la que también se encontraba el pozo funerario que daba acceso a la tumba.
El Faraón Intef I decidió construir para él una tumba-saff de dimensiones gigantes. El “Patio de Saff Dawaba”, como así se le conoce hoy, se excavó en la tierra como un gigantesco rectángulo de 300 m de largo y 54 m de ancho; de él se sacaron 400.000 metros cúbicos de grava y roca blanda, que apilados, formaban dos cúmulos bajos a ambos lados del patio.
Su parte frontal, donde antaño se habría alzado algún tipo de capilla de entrada, desgraciadamente se ha perdido, pero la trasera, con su amplia fachada formada por una doble fila de pilares cortados en roca, y tres capillas – una para el faraón y dos, probablemente, para sus esposas – aún permanece relativamente bien conservada. Como la superficie de las paredes está totalmente desconchada, no se puede apreciar si originalmente estuvieron pintadas. No obstante, la Saff Dawaba parece haber sido una impresionante pieza de arquitectura que revela algunos de los fundamentos de la recién constituida realeza.
Sobre todo, no hay el mínimo intento de emular a la arquitectura funeraria del Imperio Antiguo. Más bien se diría que los faraones tebanos crearon un tipo explícito de tumba real tebana tomada del repertorio de la tradición local. Aún más, contrariamente a lo que hicieron muchos de los faraones del Imperio Antiguo, no lucharon por imponer la exclusividad de su localización; las tumbas reales continuaron situadas en el cementerio principal de Tebas, justo en frente de la ciudad y sus templos, al otro lado del río.
Aquí, el lugar de enterramiento del faraón estaba rodeado, no sólo de tumbas de un reducido círculo de cortesanos, sino por el cementerio de la población local. Además, las capillas de las pequeñas tumbas colocadas a los lados del patio de la tumba real, proporcionaban espacio para eventuales enterramientos de algunos de sus seguidores. El mensaje, pues, que transmitía esta arquitectura, estaba enfocado no sólo a engrandecer la posición del faraón, sino también resaltar el hecho de que estos gobernantes estaban arraigados en el entorno tebano y en la sociedad local.
Los sucesores inmediatos de Intef I – Wahankh Intef II y Nakht-Nebtepnefer Intef III – continuaron construyéndose tumbas-saff muy similares en la necrópolis de el-Tarif, en paralelo a la Saff Dawaba. Cuando Mentuhotep II se trasladó al nuevo yacimiento de Deir el-Bahri es probable que sólo fuese porque el terreno apropiado para la arquitectura monumental se habría ya agotado en el-Tarif .
Y hacemos aquí un nuevo alto en el camino que nos va a permitir analizar y digerir este tramo andado, para luego seguir nuestro recorrido por este Primer Período Intermedio – con el Doctor Seidlmayer, claro está - en otra “Hoja Suelta”, en la que tocaremos temas como: “El Faraón Wahankh Intef II”, “Los Hombres del Faraón”, “Monumentos y Arte” y “El Reino de Heracleópolis”.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 8 septiembre de 2009.
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.
Durante el Imperio Antiguo, los administradores locales se veían obligados a organizar el servicio militar del pueblo bajo su jurisdicción, y a liderar las tropas en las misiones - tanto agresivas como pacíficas - en las regiones contiguas al Valle del Nilo.
Ya en la Dinastía VI, se reclutaban en el ejército egipcio mercenarios extranjeros, en su mayoría nubios. Durante el Primer Período Intermedio, el uso de tropas locales y la experiencia de los gobernadores locales aparecen como fuerzas decisivas en su lucha por el poder. Es así que Ankhtifi declara:
“Yo, que encontré una solución, cuando no existía, gracias a mis sólidos planes; que habló con palabras de mando y mente clara cuando los nomes se aliaron para hacer la guerra. Yo, soy el héroe sin par; el que habló libremente mientras el pueblo guardaba silencio el día en que el miedo se extendió y el Alto Egipto no se atrevió a pronunciar palabra…. Mientras este ejército de Hefat esté en calma, todo el territorio lo estará; pero si alguien pisa su cola de cocodrilo, entonces el norte y el sur de todo el territorio temblará de pánico….Yo, navego rio abajo con mis fieles tropas y echo amarras en la orilla oeste del nome tebano…. y mis fieles tropas buscan batalla por todo el nome tebano, pero nadie se atreve a salir por miedo a ellas. Entonces, Yo, navego de nuevo rio abajo, y echo amarras en la orilla este del nome tebano….y sus murallas (probablemente las del enemigo de Ankhtifi) acaban siendo asediadas al encontrar sus puertas cerradas por miedo a mis poderosas y fieles tropas que, sin descanso, buscan batalla por todo el oeste y el este del nome tebano, sin que nadie se atreva, por miedo, a hacerles frente”.
En realidad, no era nada nuevo que algún funcionario reclamase para sí autoridad para más de un nome. Hacia finales de la Dinastía V, por ejemplo, ya los faraones habían creado el puesto de “Supervisor del Alto Egipto” con la misión de supervisar a los administradores de los nomes individuales del Alto Egipto. Durante el Primer Período Intermedio, hay también pruebas documentadas de funcionarios que eran responsables de un territorio mayor, como es el caso de Abihu, que gobernó los nomes de Abydos, Diospolis Parva, y Dendera durante principios del período de Heracleópolis. Por lo que no hay nada de inusual en el doble “nomarcado” de Ankhtifi, o incluso en sus pretensiones de supremacía militar tan lejos al sur como Elefantina.
La narración de las guerras de Ankhtifi, por otra parte, deja claro que, por entonces, al faraón no se le nombraba, ni siquiera nominalmente, como autoridad capaz de controlar la distribución de poder entre los gobernantes locales. Es importante entender que dicha situación implica un cambio radical de mentalidad. En el cercano sistema político del Antiguo Imperio, el faraón había sido la única fuente legal de autoridad. Todas las acciones de los funcionarios dependían de su mando, y era él quien juzgaba y premiaba sus méritos.
Cuando el poder de la realeza se desvaneció, salió a la luz una situación más abierta. Ahora, los dirigentes locales podían ya actuar según sus propios criterios; tenían que depender de sus propias bases de poder; tenían que defender sus posiciones en competencia con otros; pero también tomaron nueva conciencia de sus propios logros, característica prominente de las inscripciones de Ankhtifi.
DIOSES, POLÍTICAS, Y RETÓRICA DEL PODER
En las inscripciones de las paredes de la tumba de Ankhtifi, al faraón se le nombra sólo una vez en una pequeña etiqueta adosada a uno de los murales: “Permita Horus conceder a su Hijo Neferkara un buen caudal del Nilo”. Es muy significativo que en este caso se apela al faraón en su sagrado rol de mediador entre la sociedad humana y las fuerzas de la Naturaleza. Su rol político, sin embargo, ha sido asumido por otras autoridades:
“El dios Horus me eligió a mí para el nome de Edfu, para restablecer la prosperidad y la salud. Yo encontré el dominio de su administrador, Khuu, en un estado como el de un territorio pantanoso abandonado por su guardián, en unas condiciones de contienda civil, bajo el control de un desgraciado. Yo hice incluso que un hombre abrazase a los que habían matado a su padre o hermano con el fin de reestablecer el orden en Edfu”.
En los textos de Ankhtifi, no es el faraón sino Horus, el dios de Edfu quien aparece como la autoridad suprema guiando la acción política. Este concepto no es único en las inscripciones del Primer Período Intermedio. Incluso la reunificación de Egipto bajo el faraón Mentuhotep II (2.055-2.004 A.C.) se describió en términos similares como resultado de la intervención de Montu, el gran dios del nome tebano: “Y fue un buen comienzo cuando Montu dio ambas tierras al Faraón Nebhepetra (Mentuhotep II)". Según consta en una estela de Abydos, de un Supervisor del Tesoro, Meru, en tiempos de Mentuhotep II.
La ideología descansaba en cimientos sólidos, dado que los dirigentes locales actuaban como “supervisores de sacerdotes”, lo que les aseguraba un rol privilegiado en el culto a los dioses. Al propio Ankhtifi se le representa, en una escena en su tumba, supervisando uno de los grandes festivales de su dios local, Hemen, y la mención más antigua del templo de Amun en Karnak proviene de una estela de un supervisor de sacerdotes tebano que reivindica haber sido responsable de su cuidado durante los años de hambruna.
Desde tiempos remotos, los templos provinciales eran centros administrativos y a la vez focos de lealtad popular local y parece probable que los sacerdocios ligados a estos templos formasen el grupo central de una élite provincial anterior. En cierto modo, los cultos provinciales pueden ser considerados como representaciones simbólicas de una identidad colectiva.
Por lo tanto, durante el Primer Período Intermedio, el dios y la ciudad con frecuencia aparecen de forma paralela en frases relativas al enclavamiento social. La gente dice: “Yo fui de los amados por su ciudad y enaltecidos por su dios”, y las maldiciones dirigidas a sus agresores, amenazan con que: “su dios local le despreciará y sus conciudadanos (a veces “su grupo familiar”) le despreciarán”. Así es que con la integración de su autoridad personal con la que ya ejercían en los cultos locales, los magnates provinciales conseguían vincular su poder con uno de los cimientos morales de la sociedad local.
El fascinante tema de la inscripción de Ankhtifi no debería, por otra parte, eclipsar sus méritos literarios. Se trata de una composición de una brillantez inusual, con abundancia de originales e impresionantes expresiones. Cualidades similares se pueden encontrar en las pinturas que decoran su tumba y, ciertamente, en general en el arte del Alto Egipto durante todo el Primer Período Intermedio.
Por entonces, los pintores del Alto Egipto ya no se ajustaban a los modelos impuestos por la Corte del Antiguo Imperio. Su estilo es angular, incluso a veces extraño, y descaradamente expresivo. Habiéndose liberado ellos mismos de modelos desfasados, crearon una serie completa de escenas nuevas: Filas de soldados y cazadores, mercenarios enfrascados en la batalla, y festivales religiosos.
Además, introdujeron nuevas imágenes de labores cotidianas, tales como hilar y tejer, y actualizaron escenas muy antiguas para que conjugasen con los más recientes desarrollos culturales y tecnológicos. Lejos de representar un período de decadencia cultural, estos turbulentos años fueron testigos de un brote de creatividad excepcional, adaptando y desarrollando los medios de expresión literarios y pictóricos para su correspondencia con la nueva serie de experiencias sociales.
El proceso de cambio también indica que la élite del Primer Período Intermedio sintió la necesidad de hacer saber los nuevos desarrollos sociales; cuando el gobierno no pudo por más tiempo confiar en la simple imposición del poder, sus fundamentos tendrían que hacerse explícitos. Así que, el texto de Ankhtifi puede leerse como un discurso relativo a la necesidad de gobierno y los beneficios de una autoridad fuerte. También es notable lo cercanamente que estas ideas – a las que de forma tan persuasiva Ankhtifi apela – coinciden con los sistemas de organización social local y las tradiciones provinciales.
EL “DOMINIO TEBANO” Y LA NECRÓPOLIS DE EL-TARIF
Durante el Imperio Antiguo, Tebas, la capital del 4º nome del Alto Egipto, había sido una ciudad de provincia de tercera categoría. Sin embargo, a principios del período de Heracleópolis, se sabe, por una estela funeraria recuperada del extenso cementerio de el-Tarif, en la orilla izquierda, justo frente al templo de Karnak, de un grupo de supervisores de sacerdotes a cargo de los asuntos locales.
A este grupo de funcionarios le sucedió un nomarca, Intef, que combinaba - como había ocurrido con Ankhtifi – el cargo de “Jefe Supremo del nome de Tebas” con el de “Supervisor de Sacerdotes”. Además, reclamaba para sí los títulos de “Confidente del Faraón de la estrecha puerta del Sur” (Elefantina), y “Jefe Supremo del Alto Egipto”.
Puesto que esta inscripción referente a Intef se encontró en el cementerio de Dendera, la capital del 6º nome del Alto Egipto, parece justo dar por hecho que su autoridad fue reconocida mucho más allá de los confines de su propia provincia.
Este nomarca, Intef, es con toda probabilidad el mismo que el tal “Intef el Grande, nacido de Iku”, que aparece en las inscripciones contemporáneas, y al que el propio faraón Senusret I (1.956-1.911 A.C.), de principios del Imperio Medio, dedicó una estatua en el templo de Karnak. Y aún más, a este personaje se le describe como “conde Intef”, antepasado de la Dinastía XI tebana en la lista-real que aparece inscrita en las paredes de la “capilla de antepasados reales” de Tutmosis III, en Karnak.
No obstante, sólo su inmediato sucesor, Mentuhotep I, fue considerado faraón en la tradición posterior, aunque el nombre de Horus que se le asignó, a saber Tepy-a – literalmente “el antepasado” – lo delata como ficción póstuma. Las fuentes epigráficas posteriores carecen de información sobre Mentuhotep I y su hijo Sehertawy Intef (2.125-2.112 A.C.), si bien la tumba de éste último sigue siendo la referencia más prominente de la necrópolis de el-Tarif, y sigue sirviendo como único monumento que sobrevive del poder y grandiosidad de los primitivos faraones tebanos.
Durante el Primer Período Intermedio, en la necrópolis de el-Tarif, se desarrolló un nuevo tipo de tumba rupestre; aparentemente para su adaptación a la topografía local. En las tumbas pequeñas del personal privado, se empezaba excavando un amplio patio en el estrato de grava y marga de la baja terraza del desierto. En la cara trasera de este patio, un pórtico con una fila de pesados pilares cuadrados formaban la fachada de la tumba; y es esta fila de pilares la que dio nombre a la designación moderna del tipo de arquitectura conocido como tumba-saff (del árabe saff o “fila”). Un corto y estrecho corredor situado en el centro de la fachada, conducía a la capilla de la tumba, en la que también se encontraba el pozo funerario que daba acceso a la tumba.
El Faraón Intef I decidió construir para él una tumba-saff de dimensiones gigantes. El “Patio de Saff Dawaba”, como así se le conoce hoy, se excavó en la tierra como un gigantesco rectángulo de 300 m de largo y 54 m de ancho; de él se sacaron 400.000 metros cúbicos de grava y roca blanda, que apilados, formaban dos cúmulos bajos a ambos lados del patio.
Su parte frontal, donde antaño se habría alzado algún tipo de capilla de entrada, desgraciadamente se ha perdido, pero la trasera, con su amplia fachada formada por una doble fila de pilares cortados en roca, y tres capillas – una para el faraón y dos, probablemente, para sus esposas – aún permanece relativamente bien conservada. Como la superficie de las paredes está totalmente desconchada, no se puede apreciar si originalmente estuvieron pintadas. No obstante, la Saff Dawaba parece haber sido una impresionante pieza de arquitectura que revela algunos de los fundamentos de la recién constituida realeza.
Sobre todo, no hay el mínimo intento de emular a la arquitectura funeraria del Imperio Antiguo. Más bien se diría que los faraones tebanos crearon un tipo explícito de tumba real tebana tomada del repertorio de la tradición local. Aún más, contrariamente a lo que hicieron muchos de los faraones del Imperio Antiguo, no lucharon por imponer la exclusividad de su localización; las tumbas reales continuaron situadas en el cementerio principal de Tebas, justo en frente de la ciudad y sus templos, al otro lado del río.
Aquí, el lugar de enterramiento del faraón estaba rodeado, no sólo de tumbas de un reducido círculo de cortesanos, sino por el cementerio de la población local. Además, las capillas de las pequeñas tumbas colocadas a los lados del patio de la tumba real, proporcionaban espacio para eventuales enterramientos de algunos de sus seguidores. El mensaje, pues, que transmitía esta arquitectura, estaba enfocado no sólo a engrandecer la posición del faraón, sino también resaltar el hecho de que estos gobernantes estaban arraigados en el entorno tebano y en la sociedad local.
Los sucesores inmediatos de Intef I – Wahankh Intef II y Nakht-Nebtepnefer Intef III – continuaron construyéndose tumbas-saff muy similares en la necrópolis de el-Tarif, en paralelo a la Saff Dawaba. Cuando Mentuhotep II se trasladó al nuevo yacimiento de Deir el-Bahri es probable que sólo fuese porque el terreno apropiado para la arquitectura monumental se habría ya agotado en el-Tarif .
Y hacemos aquí un nuevo alto en el camino que nos va a permitir analizar y digerir este tramo andado, para luego seguir nuestro recorrido por este Primer Período Intermedio – con el Doctor Seidlmayer, claro está - en otra “Hoja Suelta”, en la que tocaremos temas como: “El Faraón Wahankh Intef II”, “Los Hombres del Faraón”, “Monumentos y Arte” y “El Reino de Heracleópolis”.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 8 septiembre de 2009.
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.
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