Relieve de caliza mostrando a Mentuhotep II abrazado por Montu. Templo de Mentuhotep II, Deir el-Bahari, Dinastia XI, hacia 2.050 A.C. El dios Montu probablemente era la deidad suprema local de la región tebana, con su centro de culto en Armant. Su culto llegó a ser más prominente con la subida al poder de la familia de la Dinastía XI (hacia 2.125-1.985 A.C.) en el Alto Egipto. El nombre de Mentuhotep significa "Montu está satisfecho". El relieve fue restaurado en algún momento durante la Dinastía XIX, hacia 1.250 A.C.
LA ERA DE HERACLEÓPOLIS EN LA HISTORIA SOCIAL Y CULTURAL DE EGIPTO
Ante la ausencia de datos relativos a la historia dinástica de los gobernantes de Heracleópolis, parece que lo más lógico sería investigar primero si el reino de Heracleópolis se puede considerar como una entidad social y cultural característica. Y, volviendo a las evidencias arqueológicas, deberíamos prestar atención al corazón del reino heracleopolitano: Las regiones de Menfis y el-Faiyum. Desde el punto de vista puramente arqueológico, el sur del Medio Egipto era, en esencia, una región del Alto Egipto.
Al norte, sin embargo, nos enfrentamos a un problema doble. Las fuentes de evidencia de que se dispone, no constituyen un marco histórico rico y coherente como son los datos del Alto Egipto. Por lo que es extremadamente difícil establecer una secuencia arqueológica sólida. Además, no disponemos de ningún grupo de material específico que nos permita una datación fiable en términos dinásticos. Así que, con frecuencia, no se sabe a qué monumentos se les puede asignar el período heracleopolitano apropiado, y qué otros son posteriores, de hecho, a la unificación del país, e incluso de principios del Imperio Medio.
En muchos aspectos, el desarrollo del material arqueológico en el norte sigue el mismo curso que en el Alto Egipto. Por ejemplo, las maquetas de madera de sirvientes y de talleres, máscaras de cartonnage, y tumbas de “familias ampliadas”, todas aparecen en ambas zonas, y las costumbres funerarias son, en su mayoría, las mismas. Para algunas clases de artefactos, tales como vasijas de piedra y amuletos de botón para sellados, es evidente que tanto el norte como el sur recurrían a los mismos modelos. Y, a juzgar por el material arqueológico, parece que las comunidades heracleopolitanas habrían estado sujetas a patrones similares de desarrollo social y cultural que el resto del país.
Hay diferencias importantes, sin embargo, que no se pueden pasar por alto. La evolución de la forma de la vasija de cerámica, por ejemplo, siguió un sendero totalmente diferente en el norte. Aquí, el antiguo patrón ovoideo no se abandonó, como ocurrió en el sur. Más bien se diría que surgió una serie de tipos muy especiales de jarras ovoideas, muy estilizadas, con frecuencia de bases puntiagudas, cuellos con forma cilíndrica o de embudo, bastante peculiares. Los patrones morfológicos que se desarrollaron en el norte durante el Primer Período Intermedio, evidentemente se aproximan mucho más a la tradición del Imperio Antiguo.
Sin embargo, incluso en el reino de Heracleópolis, la cultura de élite al estilo de la aristocracia del Antiguo Egipto, no sobrevivió. El perfil social de los ocupantes de los cementerios de la antigua Corte de la región menfita, por lo tanto, cambió de forma radical. Sin embargo, para los primitivos egiptólogos, que solían basar sus elementos de juicio totalmente en la comparación con la cultura de la Corte del Antiguo Imperio, esto les parecería indicativo de sucesos dramáticos.
No obstante, una vez situados en un fondo más amplio, está claro que estamos presenciando el paso de un período de condiciones excepcionales, a otro de comparativa normalidad, en el que la necrópolis menfita llegó a ser similar a los cementerios de las ciudades de provincia.
Cierto, que la pérdida del estatus de dominio de Menfis a finales del Imperio Antiguo habría dado lugar, sin duda alguna, a cambios drásticos en las condiciones de vida de sus habitantes. Pero los datos arqueológicos procedentes de los cementerios menfitas no pueden interpretarse como testimonio de una revolución social, o una guerra civil, una vez desaparecido el Imperio Antiguo.
Varios yacimientos importantes, tales como Saqqara, Heliópolis y Heracleópolis Magna, dan testimonio de la existencia de pequeñas tumbas-mastaba que incorporan capillas de ofrendas decoradas y falsas-puertas que permiten valorar el estilo del arte de Heracleópolis. La tradición del Imperio Antiguo domina. Las escenas de rituales y de la vida cotidiana, la disposición de la decoración y el estilo de la talla, se ajustan a los patrones del Imperio Antiguo; pero todo en miniatura. Aquí, en la región menfita y en sus alrededores, donde los monumentos del glorioso pasado de Egipto estaban disponibles para una inmediata inspección, y donde sus tradicionales talleres habrían estado atrincherados durante siglos, el legado del Imperio Antiguo no se iba a olvidar.
El abanico total de situaciones en las que se ponían en práctica estas tradiciones durante el Primer Período Intermedio, es muy probable que se nos escape debido al estado en que se encontraba la investigación arqueológica a finales del siglo veinte.
No obstante, inmediatamente después de la reunificación del país, el faraón de la Dinastía XI Nebhepetra Mentuhotep II, supo aprovecharse de la yacente experiencia, y de los artistas y albañiles menfitas, a la hora de construir y embellecer su templo funerario de Deir el-Bahri. Y es en su reinado que presenciamos la repentina reaparición de un nivel de pericia y habilidad que no se conocían desde los tiempos de las pirámides del Antiguo Imperio.
LA ORGANIZACIÓN INTERNA DEL REINO DE HERACLEÓPOLIS
Durante el inicio del período heracleopolitano, el sur del Alto Egipto consiguió escabullirse del control real, pero… ¿qué ocurrió con aquellas zonas del país que permanecieron bajo el dominio de Heracleópolis hasta el final? Entre las fuentes principales disponibles se encuentran los registros prosopográficos e inscripciones biográficas del sur del Egipto Medio. Entre éstos, el puesto de honor recae sobre las tumbas de los supervisores de sacerdotes de Asyut.
Durante la última fase del período heracleopolitano, Asyut emerge como el baluarte militar más importante del Alto Egipto que permanecería leal a los faraones heracleopolitanos durante su lucha contra los rebeldes tebanos. Las inscripciones biográficas de tres sucesivos titulares de cargo público, proporcionan información crucial, no sólo del curso de los acontecimientos políticos, sino también de las opiniones del momento sobre la ideología del gobierno.
También se puede obtener información adicional de un grupo de grafiti inscrito en las paredes de la cantera de travertino (o Sinter), en Hatnub, por emisarios del nomarca Neheri, del nome el-Ashmunein, cuya tumba rupestre se le conoce por “el-Bersha”. La datación de estos textos como inmediatamente posterior a la terminación del período heracleopolitano, parece la correcta (aunque algunos estarían dispuestos a cuestionarla) y, no obstante, es un hecho que sus puntos de vista están firmemente arraigados a la tradición de Heracleópolis.
Los tópicos tratados en estos textos de Asyut y Hatnub son similares, en muchos aspectos, a los de los textos hallados más al sur. De nuevo, las reinvicaciones de los dirigentes locales por haber cuidado de sus ciudades en situaciones críticas, constan de forma destacada. La inscripción biográfica del más antiguo supervisor de sacerdotes de Asyut, incluso proporciona una descripción detallada de las medidas tomadas por él para la mejora de un sistema de regadío que asegurarse suficientes cosechas en los años malos.
Además, se recalcan las proezas militares de los nomarcas. Se hace hincapié tanto en sus éxitos en su lucha contra el enemigo extranjero (el dirigente tebano), como en la constitución de un sistema de seguridad pública. Y, finalmente, el cuidado por parte de los magnates de los templos locales de sus propias ciudades, no se olvida: Las obras de construcción en los templos y las previsiones para cubrir las necesidades asociadas con el culto, no dejan de mencionarse.
En total contraste con el texto de Ankhtifi, sin embargo, el mantenimiento de estrechas conexiones con el faraón, juega un importante papel en los textos de los magnates de Asyut. Son ellos mismos quienes reivindican su descendencia de un venerable tronco aristocrático, y sus cercanos lazos personales que, al parecer, les unía con la casa heracleopolitana de gobernantes. Por ejemplo, uno de ellos menciona que, en su niñez, recibía lecciones de natación con los hijos del faraón. Además, se menciona la intervención del ejército heracleopolitano en el Alto Egipto. Así que, el dominio de Heracleópolis fue algo muy real para los gobernantes locales del sur del Egipto Medio.
En cuanto a nuestras fuentes para la estructura interna del Reino de Heracleópolis, éstas siguen siendo muy vagas. Con todo, el material disponible parece sugerir que los monarcas heracleopolitanos podrían haberse apoyado en una clase de aristócratas provinciales que permanecían fieles a la Corona; especialmente, en aquellos casos donde existiesen fuertes vínculos personales; ya fuese mediante parentesco, matrimonio o amistad. No obstante, estos aristócratas habrían, a la vez, considerado sus propias ciudades de crucial importancia para ellos; quizás incluso considerándolas sus principales objetos de lealtad. En este sentido, el Reino de Heracleópolis parece haber heredado una de las características del Antiguo Imperio: Y puede, también, que haya compartido una de sus debilidades estructurales.
KOM DARA
En este contexto, un importante monumento, aunque algo enigmático, puede ser significativo. En el cementerio de Dara, a unos 27 km río abajo de Asyut, en el Egipto Medio, una gigantesca tumba-mastaba de adobe, conocida como “Kom Dara”, ocupa una posición de mando. El edificio no ha sido aún debidamente investigado. En sus condiciones actuales, un área de 138 x 144 m, es decir 19.872 m², está delimitada por unos masivos muros exteriores que originalmente debieron alcanzar una altura de unos 20 m.
Los restos de la capilla mortuoria, que en algún momento necesariamente tuvieron que formar parte del complejo, aún no se han encontrado. Al interior, sin embargo, se pudo tener acceso a través de un inclinado corredor que penetraba en el edificio en el centro de su lado norte, y que bajaba hasta una cámara funeraria subterránea sencilla, construida con grandes planchas de piedra caliza.
El enorme tamaño de esta tumba, junto a su planta cuadrada y la situación de su cámara funeraria, son reminiscencias de una pirámide. Un análisis más cuidadoso de su construcción revela, sin embargo, sin lugar a dudas, que el edificio nunca estuvo pensado como una pirámide. De hecho, el acceso a la cámara mortuoria por el norte, constituye una característica muy común en la arquitectura de tumbas privadas de finales del Imperio Antiguo, mientras que la planta cuadrada de la superestructura, corre pareja con tumbas menores del propio cementerio de Dara.
Así que, Kom Dara se puede entender como una tumba monumental derivada de un prototipo local, muy en línea con las tumbas-saff de Tebas, que evolucionaron de sencillos tipos de tumbas-saff, construidas para los cultos funerarios de la gente corriente.
Basándose en la cerámica, Kom Dara puede datarse hacia la primera mitad del Primer Período Intermedio. Su dueño sigue siendo desconocido, y aún carecemos de prueba alguna que apoye su identificación, tan frecuentemente repetida, con un tal Faraón Khuy, cuyo nombre aparece en un fragmento de relieve reusado, encontrado en otro edificio del yacimiento. La propia tumba da testimonio inequívoco de las aspiraciones de su dueño a un rol político que excede, con mucho, al de un mero nomarca; aún en el caso de que osase asumir los títulos de realeza.
No existen documentos históricos que nos puedan dilucidar lo que en realidad pasó en este yacimiento, pero el contexto global deja bien claro que el dueño de la tumba de Kom Dara, en realidad nunca llegó a conseguir el establecimiento de un centro de poder independiente como hicieron los tebanos poco más tarde.
Pero resulta tentador seguir especulando un poco más. En las fértiles y amplias llanuras del Egipto Medio, cualquier dinastía local ambiciosa era propensa a verse rodeada de una veintena de poderosos competidores. Por consiguiente, la propia situación geográfica pudo haber ayudado a estabilizar el equilibrio de poder entre un número de gobernantes locales del Egipto Medio, quienes, a su vez, habrían jugado un papel fundamental en el mantenimiento de la jefatura suprema real.
Además, no parece ir demasiado lejos el dar por hecho que, en este lugar, una de las zonas agrícolas más productivas del país, la Corona viese importantes intereses en juego y, en consecuencia, se sintiese menos inclinada a tolerar ninguna aventura política de los gobernantes provinciales que no fuese en partes remotas de la “Cabeza del Sur”; es decir, de la región de Tebas.
Hacemos una nueva pausa para dejar paso a una nueva “Hoja Suelta” con la que finalmente concluiremos este Capítulo 6º, y con él, el Primer Período Intermedio.
Ante la ausencia de datos relativos a la historia dinástica de los gobernantes de Heracleópolis, parece que lo más lógico sería investigar primero si el reino de Heracleópolis se puede considerar como una entidad social y cultural característica. Y, volviendo a las evidencias arqueológicas, deberíamos prestar atención al corazón del reino heracleopolitano: Las regiones de Menfis y el-Faiyum. Desde el punto de vista puramente arqueológico, el sur del Medio Egipto era, en esencia, una región del Alto Egipto.
Al norte, sin embargo, nos enfrentamos a un problema doble. Las fuentes de evidencia de que se dispone, no constituyen un marco histórico rico y coherente como son los datos del Alto Egipto. Por lo que es extremadamente difícil establecer una secuencia arqueológica sólida. Además, no disponemos de ningún grupo de material específico que nos permita una datación fiable en términos dinásticos. Así que, con frecuencia, no se sabe a qué monumentos se les puede asignar el período heracleopolitano apropiado, y qué otros son posteriores, de hecho, a la unificación del país, e incluso de principios del Imperio Medio.
En muchos aspectos, el desarrollo del material arqueológico en el norte sigue el mismo curso que en el Alto Egipto. Por ejemplo, las maquetas de madera de sirvientes y de talleres, máscaras de cartonnage, y tumbas de “familias ampliadas”, todas aparecen en ambas zonas, y las costumbres funerarias son, en su mayoría, las mismas. Para algunas clases de artefactos, tales como vasijas de piedra y amuletos de botón para sellados, es evidente que tanto el norte como el sur recurrían a los mismos modelos. Y, a juzgar por el material arqueológico, parece que las comunidades heracleopolitanas habrían estado sujetas a patrones similares de desarrollo social y cultural que el resto del país.
Hay diferencias importantes, sin embargo, que no se pueden pasar por alto. La evolución de la forma de la vasija de cerámica, por ejemplo, siguió un sendero totalmente diferente en el norte. Aquí, el antiguo patrón ovoideo no se abandonó, como ocurrió en el sur. Más bien se diría que surgió una serie de tipos muy especiales de jarras ovoideas, muy estilizadas, con frecuencia de bases puntiagudas, cuellos con forma cilíndrica o de embudo, bastante peculiares. Los patrones morfológicos que se desarrollaron en el norte durante el Primer Período Intermedio, evidentemente se aproximan mucho más a la tradición del Imperio Antiguo.
Sin embargo, incluso en el reino de Heracleópolis, la cultura de élite al estilo de la aristocracia del Antiguo Egipto, no sobrevivió. El perfil social de los ocupantes de los cementerios de la antigua Corte de la región menfita, por lo tanto, cambió de forma radical. Sin embargo, para los primitivos egiptólogos, que solían basar sus elementos de juicio totalmente en la comparación con la cultura de la Corte del Antiguo Imperio, esto les parecería indicativo de sucesos dramáticos.
No obstante, una vez situados en un fondo más amplio, está claro que estamos presenciando el paso de un período de condiciones excepcionales, a otro de comparativa normalidad, en el que la necrópolis menfita llegó a ser similar a los cementerios de las ciudades de provincia.
Cierto, que la pérdida del estatus de dominio de Menfis a finales del Imperio Antiguo habría dado lugar, sin duda alguna, a cambios drásticos en las condiciones de vida de sus habitantes. Pero los datos arqueológicos procedentes de los cementerios menfitas no pueden interpretarse como testimonio de una revolución social, o una guerra civil, una vez desaparecido el Imperio Antiguo.
Varios yacimientos importantes, tales como Saqqara, Heliópolis y Heracleópolis Magna, dan testimonio de la existencia de pequeñas tumbas-mastaba que incorporan capillas de ofrendas decoradas y falsas-puertas que permiten valorar el estilo del arte de Heracleópolis. La tradición del Imperio Antiguo domina. Las escenas de rituales y de la vida cotidiana, la disposición de la decoración y el estilo de la talla, se ajustan a los patrones del Imperio Antiguo; pero todo en miniatura. Aquí, en la región menfita y en sus alrededores, donde los monumentos del glorioso pasado de Egipto estaban disponibles para una inmediata inspección, y donde sus tradicionales talleres habrían estado atrincherados durante siglos, el legado del Imperio Antiguo no se iba a olvidar.
El abanico total de situaciones en las que se ponían en práctica estas tradiciones durante el Primer Período Intermedio, es muy probable que se nos escape debido al estado en que se encontraba la investigación arqueológica a finales del siglo veinte.
No obstante, inmediatamente después de la reunificación del país, el faraón de la Dinastía XI Nebhepetra Mentuhotep II, supo aprovecharse de la yacente experiencia, y de los artistas y albañiles menfitas, a la hora de construir y embellecer su templo funerario de Deir el-Bahri. Y es en su reinado que presenciamos la repentina reaparición de un nivel de pericia y habilidad que no se conocían desde los tiempos de las pirámides del Antiguo Imperio.
LA ORGANIZACIÓN INTERNA DEL REINO DE HERACLEÓPOLIS
Durante el inicio del período heracleopolitano, el sur del Alto Egipto consiguió escabullirse del control real, pero… ¿qué ocurrió con aquellas zonas del país que permanecieron bajo el dominio de Heracleópolis hasta el final? Entre las fuentes principales disponibles se encuentran los registros prosopográficos e inscripciones biográficas del sur del Egipto Medio. Entre éstos, el puesto de honor recae sobre las tumbas de los supervisores de sacerdotes de Asyut.
Durante la última fase del período heracleopolitano, Asyut emerge como el baluarte militar más importante del Alto Egipto que permanecería leal a los faraones heracleopolitanos durante su lucha contra los rebeldes tebanos. Las inscripciones biográficas de tres sucesivos titulares de cargo público, proporcionan información crucial, no sólo del curso de los acontecimientos políticos, sino también de las opiniones del momento sobre la ideología del gobierno.
También se puede obtener información adicional de un grupo de grafiti inscrito en las paredes de la cantera de travertino (o Sinter), en Hatnub, por emisarios del nomarca Neheri, del nome el-Ashmunein, cuya tumba rupestre se le conoce por “el-Bersha”. La datación de estos textos como inmediatamente posterior a la terminación del período heracleopolitano, parece la correcta (aunque algunos estarían dispuestos a cuestionarla) y, no obstante, es un hecho que sus puntos de vista están firmemente arraigados a la tradición de Heracleópolis.
Los tópicos tratados en estos textos de Asyut y Hatnub son similares, en muchos aspectos, a los de los textos hallados más al sur. De nuevo, las reinvicaciones de los dirigentes locales por haber cuidado de sus ciudades en situaciones críticas, constan de forma destacada. La inscripción biográfica del más antiguo supervisor de sacerdotes de Asyut, incluso proporciona una descripción detallada de las medidas tomadas por él para la mejora de un sistema de regadío que asegurarse suficientes cosechas en los años malos.
Además, se recalcan las proezas militares de los nomarcas. Se hace hincapié tanto en sus éxitos en su lucha contra el enemigo extranjero (el dirigente tebano), como en la constitución de un sistema de seguridad pública. Y, finalmente, el cuidado por parte de los magnates de los templos locales de sus propias ciudades, no se olvida: Las obras de construcción en los templos y las previsiones para cubrir las necesidades asociadas con el culto, no dejan de mencionarse.
En total contraste con el texto de Ankhtifi, sin embargo, el mantenimiento de estrechas conexiones con el faraón, juega un importante papel en los textos de los magnates de Asyut. Son ellos mismos quienes reivindican su descendencia de un venerable tronco aristocrático, y sus cercanos lazos personales que, al parecer, les unía con la casa heracleopolitana de gobernantes. Por ejemplo, uno de ellos menciona que, en su niñez, recibía lecciones de natación con los hijos del faraón. Además, se menciona la intervención del ejército heracleopolitano en el Alto Egipto. Así que, el dominio de Heracleópolis fue algo muy real para los gobernantes locales del sur del Egipto Medio.
En cuanto a nuestras fuentes para la estructura interna del Reino de Heracleópolis, éstas siguen siendo muy vagas. Con todo, el material disponible parece sugerir que los monarcas heracleopolitanos podrían haberse apoyado en una clase de aristócratas provinciales que permanecían fieles a la Corona; especialmente, en aquellos casos donde existiesen fuertes vínculos personales; ya fuese mediante parentesco, matrimonio o amistad. No obstante, estos aristócratas habrían, a la vez, considerado sus propias ciudades de crucial importancia para ellos; quizás incluso considerándolas sus principales objetos de lealtad. En este sentido, el Reino de Heracleópolis parece haber heredado una de las características del Antiguo Imperio: Y puede, también, que haya compartido una de sus debilidades estructurales.
KOM DARA
En este contexto, un importante monumento, aunque algo enigmático, puede ser significativo. En el cementerio de Dara, a unos 27 km río abajo de Asyut, en el Egipto Medio, una gigantesca tumba-mastaba de adobe, conocida como “Kom Dara”, ocupa una posición de mando. El edificio no ha sido aún debidamente investigado. En sus condiciones actuales, un área de 138 x 144 m, es decir 19.872 m², está delimitada por unos masivos muros exteriores que originalmente debieron alcanzar una altura de unos 20 m.
Los restos de la capilla mortuoria, que en algún momento necesariamente tuvieron que formar parte del complejo, aún no se han encontrado. Al interior, sin embargo, se pudo tener acceso a través de un inclinado corredor que penetraba en el edificio en el centro de su lado norte, y que bajaba hasta una cámara funeraria subterránea sencilla, construida con grandes planchas de piedra caliza.
El enorme tamaño de esta tumba, junto a su planta cuadrada y la situación de su cámara funeraria, son reminiscencias de una pirámide. Un análisis más cuidadoso de su construcción revela, sin embargo, sin lugar a dudas, que el edificio nunca estuvo pensado como una pirámide. De hecho, el acceso a la cámara mortuoria por el norte, constituye una característica muy común en la arquitectura de tumbas privadas de finales del Imperio Antiguo, mientras que la planta cuadrada de la superestructura, corre pareja con tumbas menores del propio cementerio de Dara.
Así que, Kom Dara se puede entender como una tumba monumental derivada de un prototipo local, muy en línea con las tumbas-saff de Tebas, que evolucionaron de sencillos tipos de tumbas-saff, construidas para los cultos funerarios de la gente corriente.
Basándose en la cerámica, Kom Dara puede datarse hacia la primera mitad del Primer Período Intermedio. Su dueño sigue siendo desconocido, y aún carecemos de prueba alguna que apoye su identificación, tan frecuentemente repetida, con un tal Faraón Khuy, cuyo nombre aparece en un fragmento de relieve reusado, encontrado en otro edificio del yacimiento. La propia tumba da testimonio inequívoco de las aspiraciones de su dueño a un rol político que excede, con mucho, al de un mero nomarca; aún en el caso de que osase asumir los títulos de realeza.
No existen documentos históricos que nos puedan dilucidar lo que en realidad pasó en este yacimiento, pero el contexto global deja bien claro que el dueño de la tumba de Kom Dara, en realidad nunca llegó a conseguir el establecimiento de un centro de poder independiente como hicieron los tebanos poco más tarde.
Pero resulta tentador seguir especulando un poco más. En las fértiles y amplias llanuras del Egipto Medio, cualquier dinastía local ambiciosa era propensa a verse rodeada de una veintena de poderosos competidores. Por consiguiente, la propia situación geográfica pudo haber ayudado a estabilizar el equilibrio de poder entre un número de gobernantes locales del Egipto Medio, quienes, a su vez, habrían jugado un papel fundamental en el mantenimiento de la jefatura suprema real.
Además, no parece ir demasiado lejos el dar por hecho que, en este lugar, una de las zonas agrícolas más productivas del país, la Corona viese importantes intereses en juego y, en consecuencia, se sintiese menos inclinada a tolerar ninguna aventura política de los gobernantes provinciales que no fuese en partes remotas de la “Cabeza del Sur”; es decir, de la región de Tebas.
Hacemos una nueva pausa para dejar paso a una nueva “Hoja Suelta” con la que finalmente concluiremos este Capítulo 6º, y con él, el Primer Período Intermedio.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 16 de septiembre de 2009
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.
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