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El modelo, procedente de la tumba de Nebhepetre Mentuhotep II (2.055-2.004 A.C.), es una maqueta que muestra el proceso de horneado que aseguraría pan durante toda la eternidad. El modelo hace ver las diferentes etapas del horneado del pan. Es puramente esquemático, más que representativo, de una panadería real. El pan constituía el elemento básico del Antiguo Egipto, y de tal importancia en la vida cotidiana, que varios signos jeroglíficos se refieren a diferentes tipos de pan, y el símbolo de "ofrenda" viene representado por una hogaza de pan sobre una esterilla. Formaba parte de las ofrendas para el sustento del fallecido en la Otra Vida, ya se tratase de un humilde granjero o del propio faraón. Deir el-Bahari, Dinastía XI, hacia 2.000 A.C.
Las cosas alcanzaron su clímax cuando Wahankh Intef II atacó el nome de Thinis, ciudad cercana a Abydos, y se adentró en el norte, donde fue frenado por los nomarcas de Asyut. Al menos un contraataque de las fuerzas heracleopolitanas ha sobrevivido en forma de inscripción, muy deteriorada, en la tumba de Ity-yeb – el segundo de una serie de Inspectores de Sacerdotes de Asyut – que aporta información sobre operaciones militares con éxito contra los “nomes del sur”.
Además, en la narración de “Enseñanzas para Merykara”, se reivindica que el padre del Faraón Merykara habría reconquistado Abydos. Si estos hechos tienen o no alguna conexión con la “rebelión de Thinis”, rememorada en la estela conmemorativa del decimocuarto año de reinado del faraón Mentuhotep II, el hecho es que el tema sigue siendo objeto de controversia.
No obstante, es evidente que este éxito militar de Heracleópolis no tuvo ningún efecto duradero en el desenlace final, ya que la tumba del hijo de Ity-yeb, Khety II, de la época del Faraón Merykara, contiene un informe relativo a un conflicto posterior con los agresores tebanos. No existen datos sobre la secuencia de sucesos de esta fase final de la guerra, pero pocas dudas puede haber de que Asyut fue tomada por la fuerza y de que la familia gobernante de Asyut no sobrevivió a la victoria tebana.
Tampoco hay pista alguna de los avances del faraón Mentuhotep II más al norte, pero parece poco probable que hubiese tenido que luchar personalmente por cada palmo de terreno; más bien, es probable que la red bajo dominio heracleopolitano colapsase después de la caída de Asyut, y que los dirigentes locales estuviesen ansiosos por ponerse del lado de la parte victoriosa antes de que fuese demasiado tarde, con la esperanza así de salvarse ellos y evitar a sus ciudades el “terror que desplegó la casa real tebana”.
No se conoce la suerte del último faraón de Heracleópolis, ni se tiene detalle alguno de la caida de la ciudad, pero las recientes excavaciones del yacimiento de Ihnasya el-Medina muestran que sus monumentos funerarios fueron literalmente reducidos a escombros en algún momento de principios del Imperio Medio. Esta observación arqueológica se nos presenta tentadora como posible evidencia del eventual saqueo y pillaje de la capital del norte de Egipto.
Los egiptólogos modernos, en su mayoría aún siguen presentando una imagen negativa del Primer Período Intermedio al que consideran un período de caos, decadencia, pobreza y tinieblas social y política: Una “era oscura" que separa dos épocas de gloria y de poder. Esta imagen, no obstante, sólo está parcialmente basada en una evaluación de fuentes contemporáneas. En la mayoría de los casos reproduce, a veces con sorprendente ingenuidad, el tema literario desarrollado en un grupo de textos del Imperio Medio.
Los textos “Consejos de un Sabio Egipcio” y “Profecía de Nefertiti” forman el corazón de este género, pero algunos otros textos “pesimistas”, como “Quejas de Khakheperraseneb” y “Diálogo entre un Hombre Cansado de la Vida y su ba” podrían añadirse a esta línea. En este tipo de texto, se lamenta el estado de desorden y se compara con el estado en el que las cosas deberían de estar.
"El orden social está cabeza abajo; el rico es pobre, y el pobre rico; el malestar político y la inseguridad prevalecen en todo el país; los documentos administrativos se hacen pedazos; hay numerosos y diferentes gobernantes en el poder al mismo tiempo; el país se ve invadido de extranjeros; la base moral de la vida cotidiana se destruye; la gente se desprecia y se odia; y las sagradas escrituras se ven profanadas".
Este estado de disturbios generalizados no está confinado al mundo social, sino que realmente alcanza dimensiones cósmicas en las que, a veces, incluso se llega a decir que el río ya no fluye como debería hacerlo, y que hasta el sol parece haber perdido su antiguo resplandor.
Conviene mencionar que estos textos en realidad no pretenden ser del Primer Período Intermedio; ni mencionan detalles históricos. En la “Profecía de Nefertiti”, se vaticina que el advenimiento de Amenemhat I (1.985-1.956 A.C.) traería consigo sociego en un caótico estado que, cronológicamente, se sitúa a finales de la Dinastía XI y no en el Primer Período Intermedio.
Así es que, se requiere un escrutinio muy cuidadoso si lo que se pretende es determinar si estos textos tienen alguna relación con la historia del Primer Período Intermedio, e incluso, si la tubiesen, se habría de investigar de forma cuidadosa cómo se relacionan con los sucesos históricos reales.
Los textos que proceden del mismo Primer Período Intermedio, carecen por completo de esa nota de desesperación y sello de autenticidad de la literatura “pesimista” del Imperio Medio. Ellos hablan de crisis, sí, pero de crisis brillantemente superada; la fuerza, la confianza en sí mismo, el orgullo, y la autoestima, caracterizan el estado de ánimo del momento.
Por supuesto que hay un número impresionante de similitudes en las biografías del Primer Período Intermedio, y los “pesimistas” textos del Imperio Medio (tales como la irregularidad de El Nilo, la hambruna, el malestar social, la guerra, y una crisis que hacía temblar los propios cimientos del estado), pero estas similitudes son pruebas, para empezar, de las conexiones literarias entre ambas.
Hay otro aspecto de la evidencia que se sustrae de los textos que podría ser incluso más importante. En el Primer Período Intermedio, las historias de crisis servían para legitimar el poder de los gobernantes locales. De igual forma, la imagen altamente elaborada de un determinado período de caos aportada por una literatura “pesimista”, proporcionaría un oscuro fondo sobre el que la dura política represiva de ley y orden impuesta por los faraones del Imperio Medio, podría llegar a justificarse, e incluso hacerse ver como beneficiosa. De cualquier forma, los cimientos de la ideología de gobierno llevada a la práctica por la monarquía del Imperio Medio descansan, sólidamente afianzados, sobre lo que conocemos del pensamiento del Primer Período Intermedio.
Estas comparaciones entre la literatura que hemos dado en llamar “pesimista” del Imperio Medio, y los textos contemporáneos del Primer Período Intermedio, revelan hasta qué punto la experiencia del Primer Período Intermedio llegó a afectar a la conciencia colectiva de los egipcios del Imperio Medio y a su visión de las relaciones sociales y políticas.
Por otra parte, resultaría extremadamente engañoso pretender utilizar los textos literarios del Imperio Medio como auténticas fuentes a la hora de considerar la Historia del Primer Período Intermedio.
El panorama del Primer Período Intermedio que se expone en este Capítulo 6º, está basado, en su totalidad, en fuentes contemporáneas fidedignas. Esta determinación de evaluar la documentación que ha sobrevivido en todos sus aspectos, hace mucho más difícil estar de acuerdo con la visión negativa tradicional del período. Como contraste, hay que decir que uno se siente impresionado por el dinamismo y la creatividad del período.
Cuando Sunusrest I donó una estatua del “conde” Intef, el antepasado de la dinastía XI, al templo de Karnak, lo hizo reconociendo los orígenes de la realeza del Imperio Medio en las batallas que libraron los gobernantes locales por el poder, y la ascendencia durante el Primer Período Intermedio. Independientemente de su importancia política, el impacto que el Primer Período Intermedio tuvo en la historia cultural egipcia, no se puede negar. Un abanico completo de nuevos tipos morfológicos se desarrolló en prácticamente cada esfera de la cultura del material, que incluye nuevos inventos tan singulares como el sello con forma de escarabajo.
Y por encima de todo, a la cultura popular se le dio la oportunidad de florecer en un momento en el que la agobiante influencia de la cultura cortesana se había disipado, y cuando se vivían tiempos de un gran debilitamiento del gobierno central que ya antes, durante el Imperio Antiguo, habría impuesto duras sanciones y exigencias a las comunidades provinciales.
En el Primer Período Intermedio, las poblaciones locales de todo el país disfrutaron de una visible, si bien modesta, riqueza. También adquirieron nuevas formas de expresión cultural y de comunicación, y supieron adecuar sus vidas, dentro de un reducido horizonte, a sus cometidos inmediatos.
COMENTARIO ex profeso
Pecaría de injusto, ingenuo e insolidario, si no confesase abiertamente el satisfactorio impacto que ha supuesto para mí la exposición tan profesional, tan pausada y tan eruditamente razonada de este ensayo que termina ahora, dedicado al Primer Período Intermedio del Antiguo Egipto, tan brillantemente expuesto para delicia de lectores todos, por el Profesor Stephen Seidlmayer, de la Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften.
Basta sólo con leer los últimos párrafos de esa “Retrospección” que acabamos de dejar atrás, para entender la reflexión con la que inicio mi Comentario. Debo, pues, aceptar mi ignorancia debida, quizás en parte, a una laguna en la actualización de temas de gran calado como el que nos ocupa, y a una falta de perseverancia en el seguimiento de los mismos. Tarea ardua, por otra parte, ante la aparente inexistencia de un cuerpo de publicaciones que aune, acoja y resuma, de forma periódica y con relativa puntualidad, los acontecimientos arqueológios más destacados de efecto inmediato en la Egiptología.
Debo, pues, admitir con cierta humildad, que el Primer Período Intermedio que acabo de descubrir difiere, felizmente y con mucho, del período de casi total oscurantismo con el que la Egiptología tradicional nos tenía acostumbrados.
No es mi intención, y mucho menos mi labor, incidir en los cómos y porqués de tan diferente panorama que han quedado perfectamente resumidos en el ya mencionado apartado precedente, titulado “El Primer Período Intermedio en Retrospección”.
Doy paso así, en una nueva “Hoja Suelta”, a un próximo capítulo, el 7º, titulado “El Renaissance Egipcio en el Imperio Medio” que nos adentrará en uno de los períodos dinásticos más significativos e interesantes de la Historia del Antiguo Egipto.
Faraones de la Dinastías IX y la Dinastía X (Heracleópolis):
Khety (Nebkaura)
Khety (Wahkara)
Merykara.
Faraones de la Dinastía XI (Sólo Tebas):
Intef I (Sehertawy)
Intef II (Wahankh)
Intef III (Nakhtnebtepnefer)
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 20 septiembre de 2009.
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.
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