Estatuilla de bronce de Imhotep. Visir y Arquitecto del Faraón Djoser hacia el 2700 A.C. Se le acredita como responsable del diseño y construcción del primer edificio monumental en piedra del mundo, la Pirámide Escalonada de Saqqara, donde debe de encotrarse su tumba, aún no hallada. Arquetipo del aprendizaje, se le asocia principalmente con la escritura y la medicina. En el Imperio Tardío se le adoró como dios, hijo de Ptah.
LA DINASTÍA VI
Según Manetón, con el reinado de Unas se cerró la Dinastía V y el faraón siguiente, Teti, Horus Seheteptawy, (2.345-2.323 A.C.) dio entrada a la Dinastía VI. No disponemos de una información fiable sobre la relación entre Teti y sus predecesores, pero es probable que su primera esposa Iput fuese hija de Unas. El visir de Teti, Kagemni, comenzó su carrera bajo el reinado de Djedkara y de Unas. No obstante, el Canon de Turín también muestra una ruptura en este punto seguida de una cifra total de reyes entre Menes, primer faraón de la Dinastía I, y Unas, cifra que ahora se ha perdido. Esto nos da que pensar, ya que el criterio en el que el Canon de Turín se basó para dicha división era, ciertamente, el cambio de lugar de la capital y de la residencia real.
Es probable que la primitiva capital de White Wall (Muro Blanco), fundada a principios de la Dinastía I, se fuese reemplazando en importancia de forma gradual por suburbios más poblados, más hacia el sur; aproximadamente al este de la pirámide de Teti. Djed-isut, el nombre de esta parte de la ciudad, se deriva del nombre de la pirámide de Teti y de su ciudad piramidal. Es probable que los palacios reales de los faraones Djedkara y Pepy I, y probablemente también el de Unas, hubiesen sido ya trasladados más al sur, lejos de la miseria, el ruido y el olor de una ciudad atestada de gente, a otros lugares en el valle este de la actual Saqqara Sur y separada de Djed-isut por un lago. Al menos esto explicaría la elección de Saqqara Sur como lugar para la construcción de las pirámides de Djedkara y Pepy I.
En un desarrollo que iba creciendo en paralelo con el de la cercana pirámide de Teti, el asentamiento anejo tomó el nombre de Mennefer (Menphis, en griego ) del nombre de la pirámide de Pepy I y de su ciudad piramidal. Más adelante, durante el segundo milenio, acabó físicamente unido a otros asentamientos alrededor del Templo del Dios Ptah, más hacia el este, y la ciudad fue conocida en su totalidad como Mennefer.
Así que, hasta cierto punto, el lugar de la residencia real puede que cambiase a finales de la Dinastía V, o principios de la Dinastía VI, lo que explicaría la división del Canon de Turín, más adelante reflejada en la cuenta de Manetón, en la que el padre de Pepy I, Teti, se incluyó en la nueva línea de soberanos. Pero aquí entramos en un mundo de especulación, y sólo futuros trabajos de campo en la región menfita nos podrán justificar su alcance.
A Teti puede que le sucediera el Faraón Userkara (2.323-2.321 A.C.), aunque su existencia parece estar cuestionada. La confusión puede que venga del hecho de que a Pepy I, Horus Merytawi (2.321-2.287 A.C.), hijo del faraón Teti y de su esposa Iput, se le conociese como Nefersahor durante la primera parte de su reinado. Éste era su prenomen o “nombre del trono”, recibido durante su coronación, que iba precedido del título de nesu-bit (“el del junco y la abeja”), y encerrado en un cartucho oval. Más adelante, lo cambiaría por el de Meryra. El nomen o “nombre de nacimiento”, Pepy, - cuyo número romano convencional que le sigue es de aplicación moderna - precedió al de su ascensión al trono, y se adoptó a raíz del título de sa Ra (“Hijo del Dios Ra”), y también se escribía dentro de un cartucho.
La situación de Egipto por entonces comenzó a cambiar. La posición del faraón permanecía teóricamente inalterada, pero no hay dudas de que surgieron dificultades. Esta impresión sólo puede explicarse parcialmente gracias al incremento y fiabilidad de una información que nos ha permitido ahondar aún más profundamente en la sociedad egipcia de lo que permitría la fachada de un edificio, formal y monolíticamente monumental, de los períodos anteriores. La persona del faraón dejó de ser intocable. En un texto biográfico de Weni, un alto cargo de la Corte, se habla de un fracasado complot para derrocar al faraón Pepy I inspirado por una de sus esposas hacia finales de su reinado. Su nombre se desconoce, pero no así sus andanzas matrimoniales: En sus años de declive, el faraón se casó con dos hermanas, ambas llamadas Ankhnes-meryra (“El Faraón Meryra [Pepy I] vive para ella”). El padre era un alto cargo con influencia en Abydos.
Estos eventos eran sin duda dramáticos, pero el hecho real es que, el aumento de poder e influencia de los administradores locales, muy especialmente en el Alto Egipto, lejos de la capital, y el progresivo debilitamiento de la autoridad real, con ser menos dramático, eran potencialmente de consecuencias más graves. A finales de la dinastía se crearía así un nuevo cargo en la Administración: "Inspector del Alto Egipto”.
Los faraones de la Dinastía VI construyeron de forma extensa, edificando capillas para deidades locales por todo Egipto, pero muchas acabarían siendo víctimas de reconstrucciones posteriores, y otras aún no han sido excavadas.
Los templos del Alto Egipto, como los de Khenti-amentiu, en Abydos, Min, en Koptos, Hathor, en Dendera, Horus, en Hierakonpolis y Satet, en Elefantina, fueron especialmente favorecidos. Las donaciones hechas a estos templos, y las exenciones fiscales y de servicios forzosos, se multiplicaron.
Los templos piramidales de las Dinastías V y VI muestran escenas tan convincentes que uno se siente tentado a tomarlas por lo que aparentan ser. Es así que, por ejemplo, una escena que muestra la sumisión de jefes libios durante el reinado de Pepy II, es una copia casi exacta de la misma representación que aparece en los templos de Sahura, Nyuserra y Pepy I; y que se repetiría unos 1500 años más tarde en el templo del faraón Taharqo, en Kawa, Sudán. Estas escenas constituyen expresiones estándar de triunfos de un faraón idealizado que poco tendrían que ver con la realidad. Su inclusión en templos garantizaría su continuidad en el tiempo.
La misma explicación podría darse a las escenas de barcos a su regreso de una expedición a Asia, o a alguna correría contra nómadas en Palestina, reproducidas en la calzada elevada del complejo de Unas. Por otra parte, otras fuentes muestran que acontecimientos parecidos habían realmente acaecidos.
El ya mencionado testimonio de Weni describe acciones militares repetidas a gran escala contra los Aamu de la región sirio-palestina. A pesar de la forma que se presentaban, en realidad consistían en ataques preventivos o punitivos más que en auténticas campañas defensivas.
La explotación de recursos minerales en los desiertos fuera de Egipto, continuó. La turquesa y el cobre se seguían obteniendo de las minas de Wadi Maghara, en el Sinaí, en la época de los faraones Djedkara, Pepy I y II; el alabastro, en Hatnub, en los reinados de Teti, Merenra, Pepy I y II; el greywacke y la arenisca fina, en el Wadi Hammamat, durante los mandatos de Pepy I y Merenra, en el Desierto Oriental; el gneiss, en las canteras del nordeste de Abu Simbel, durante el reinado de Djedkara.
Se enviaron expediciones al Punt, bajo el reinado de Djedkara, y se mantuvieron los contactos comerciales y diplomáticos con Byblos, durante los reinados de Djedkara, Unas, Teti, Pepy I y II, y Merenra, y también con Ebla, en tiempos de Pepy I.
Nubia llegó a crecer en importancia durante la reciente Dinastía VI, y se hicieron intentos para mejorar la navegación en la región de la 1ª Catarata bajo el reinado de Merenra. La zona empezó a recibir un flujo de nuevos colonos que procedían de más al sur, entre la 3ª y 4ª Cataratas, conocidos como Grupo C Nubio, con centro en Kerma.
Eran frecuentes los ocasionales incidentes con estas gentes, ya que Egipto intentaba prevenir cualquier amenaza potencial a sus intereses económicos y a su seguridad. Las caravanas a través de territorio nubio – en tierras de Wawat, Irtjet, Satju y Iam – las organizaban administradores del nome egipcio más al sur de Elefantina, tales como Harkhuf, Pepynakht Heqaib y Sabni.
Las mercancías de lujo africanas que llegaban a Egipto por este medio, incluían incienso, ébano, pieles de animales y marfil, pero también enanos danzarines y animales exóticos. El empleo de nubios, especialmente para las unidades de policía de frontera, y como mercenarios en las expediciones militares, data de este período en adelante.
El Desierto Occidental era un entrelazado de rutas de caravanas. Una de ellas dejaba El Nilo en la región de Abydos con dirección al Oasis Kharga, y luego proseguía hacia el sur a lo largo de un camino conocido hoy como Darb el-Arbain, o “ruta de los cuarenta días” en árabe, hasta el Oasis Selima. Otra partía de Kharga hacia el oeste hasta el Oasis Dakhla, donde un importante asentamiento prosperaba en Ayn Asil, cerca de la moderna Balat, especialmente durante el reinado del faraón Pepy II.
DECADENCIA Y CAÍDA DEL IMPERIO ANTIGUO
A Pepy I le sucedieron dos de sus hijos; primero Merenra, Merenra-nemtyemsaf, Horus Ankh-Khau (2.287-2.278 A.C.), y después Pepy II, Horus Netjerkhau (2.278-2.184 A.C.). Ambos ascendieron al trono muy joven, y ambos construyeron sus pirámides en Saqqara Sur. Pepy II reinó durante unos noventa y cuatro años, habiendo heredado el trono a los seis, lo que le convierte en el faraón más longevo de la Historia de Egipto. Sin embargo, es probable que la segunda parte de su mandado fuese de alguna manera poco efectivo, ya que las fuerzas que habían ido insidiosamente erosionando los teóricos cimientos del estado egipcio se hicieron patente.
La crisis que se implantó era inevitable, pues la semilla germinaba ya dentro del propio sistema. Primero, era ideológica, ya que el faraón, cuyo poder económico se encontraba sensiblemente debilitado, era incapaz de representar el rol que le había sido asignado por la propia doctrina de la Realeza. Las consecuencias para la totalidad de la sociedad egipcia fueron tremendas; el sistema de remuneración ex officio hacía tiempo que había dejado de funcionar satisfactoriamente, y el sistema fiscal estaría por entonces al borde del colapso.
Algunos puestos de la Administración se habían convertido en hereditarios y permanecían dentro de la misma familia durante generaciones. En el Medio y Alto Egipto, las tumbas cavadas en roca de yacimientos como, Sedment, Dishasha, Kom el-Ahmar Sawaris, Sheikh Said, Meir, Deir el-Grebrawi, Akhmim (el-Hawawish), el-Hagarsa, el-Qasr wa ‘l-Saiyad, Elkab y Aswan (Qubbet el-Hawa), dan testimonio de las aspiraciones de los gobernantes locales, para entonces semiindependientes soberanos.
Menos conocemos de los correspondientes cementerios del Delta, aunque sabemos que los yacimientos de Heliópolis y Mendes existían. La proximidad de la capital puede que hiciese más difícil cualquier intento de autonomía, pero la razón principal de la falta de evidencia radica en su propia geografía y geología. Los niveles del Imperio Antiguo están hoy cerca o por debajo de la capa freática, lo que dificulta las excavaciones. Mucho más se sabe de los administradores del Oasis Dakhla, que vivían en el asentamiento de Ayn Asil y fueron enterrados en grandes tumbas-mastabas en el cementerio local de Qilat el-Dabba.
El gobierno central prácticamente dejó de existir, y las ventajas de un estado unificado se perdieron. La situación se vio agravada aún más debido a factores climáticos; muy especialmente a una sensible disminución del caudal del río regulador de las crecidas, unida a un declive en las precipitaciones, que afectaron a zonas colindantes del Valle del Nilo, con la consiguiente presión en las zonas fronterizas por parte de tribus nómadas. El hecho de que muchos sucesores en potencia esperasen bajo las protectoras alas del faraón Pepy II que terminase el excepcionalmente largo reinado del faraón, probablemente propició la caótica situación que acabó instalándose.
A Pepy II le sucedió Merenra II (Nemtyemsaf), la Reina Nitiqret (2.184-2.181), y unos diecisiete o más faraones efímeros que representan a las Dinastías VII y VIII de Manetón. Sus separaciones dinásticas, de nuevo, son difíciles de explicar; excepto como meras divisiones accidentales de las listas. La mayoría de los gobernantes son poco más que nombres para nosotros, aunque a algunos de ellos se les conoce por los decretos proteccionistas expedidos para el templo de Min en Koptos.
Qakara Iby es el único faraón cuya pirámide de 31’59 m de lado se ha encontrado en Saqqara Sur. Por lo que, lo único que asemejaba a estos pequeños reyezuelos con los faraones gigantes del primitivo Imperio Antiguo, eran la propia ubicación de la residencia real en Menfis, y la teórica reclamación de dominio sobre todo Egipto.
El Gran Total que nos da el “Canon de Turín” de 955 años que separan al faraón Menes, al principio de la Dinastía I, del último de estos efímeros gobernantes, pone fin a la línea de faraones menfitas y al período que se ha denominado Imperio Antiguo.
CONCLUSIÓN
Y con esta “Hoja Suelta” terminamos uno de los períodos más significativos de la Historia del Antiguo Egipto, si no el que más, ya que muestra los cimientos consolidados de un imperio en cierne que duraría milenios.
Este período, de más de quinientos años (2.680-2.160 A.C.), fue el más rico y creativo de su historia. Se mantuvo así durante cuatro dinastías – de la III a la VI - y fue durante esta última que se inició y confirmó su evidente declive y caída final.
Las periódicas crecidas del rio Nilo que regaban los campos y hacía brotar su rico limo, se interrumpieron de forma precipitada; las altas capas sociales alcanzaron las cotas más altas de influencia y poder, y se convirtieron en un pesado lastre para el país; los gastos sociales y la rémora de un largo reinado superaban a los cada vez más disminuidos ingresos; las incursiones en ultramar para obtener recursos no eran suficientes para inclinar favorablemente la balanza económica; el comercio exterior era aún una actividad incipiente; la descentralización fue nefasta, resquebrajando la unidad del imperio al igual que lo haría dos milenios más tarde con el de Roma; el creciente poder de ciertos núcleos religiosos desgastaba la autoridad real; y el reinado casi centenario de su último soberano, tuvo que haber sumido al país en un estado letárgico, falto de liderazgo, carente de proyectos, y muy probablemente, corrompido, sin una mano fuerte, joven y dispuesta a mantener la ilusión de un pueblo, por otra parte, totalmente entregado.
Y, continuando - mientras así se me permita - con el Proyecto de recorrer todo el camino ya andado por otros, estaré de vuelta, sine die, con otra “Hoja Suelta”, para, juntos, iniciarnos en el Capítulo 6 que, incuestionablemente, habremos de dedicar, de nuevo de la mano de alguien más docto, al Primer Período Intermedio (c.2.160-2.055 A.C.)
El enfoque, como ya somos conscientes, será el ya utilizado durante el camino ya caminado: El antropológico, más que el puramente arqueológico; o si se quiere, el holístico, analizando los eventos desde el punto de vista de las múltiple interacciones que los caracterizan; estudiando al Hombre en el marco de la sociedad y cultura a la que pertenece y, al mismo tiempo, como producto de éstas.
Reyes de la Dinastía VI:
Teti, Userkara (Usurpador), Pepy I (Meryra), Merenra, Pepy II (Neferkara), Nitiqret.
Reyes de las Dinastías VII y VIII:
Numerosos faraones llamados Neferkara, presumiblemente en imitación al faraón Pepy II.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 5 de agosto de 2009
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
British Muaeum Database.