Nombre del faraón Aha (Menes) sobre fragmento de fayenza (o mayólica) vidriada (Dinastía I)
ADENDA
Pero antes me ha parecido útil y oportuno, y siguiendo el ejemplo del Profesor Barry J.Kemp en su más reciente publicación, reseñar los nombres de los faraones que componen la Dinastía I de acuerdo con el recomendado Cuadro Cronológico del Profesor Ian Shaw que aparece en la obra que nos concierne, “The Oxford History of Ancient Egypt”, Oxford, 2000, páginas 479 a 483. Para las fechas absolutas, también se ha utilizado el mencionado Cuadro Cronológico.
Reyes de la Dinastía I:
Aha, Djer, Djet, Den, Queen Merneith, Anedjib, Semerkhet, Qa’a.
Los documentos historiográficos egipcios señalan como unificador de las Dos Tierras al rey Menes, identificado con el rey Narmer de la Dinastía 0, y más recientemente con el rey Aha, el Combatiente, fundador de la Dinastía I. A él se debió también la fundación de Menfis, construida en el punto de contacto entre el Delta y el Valle como demostración de su unión. La Piedra de Palermo habla de una victoria suya en Nubia y alude a embarcaciones de madera de cedro, que darían testimonio del comercio con la zona sirio-palestina.
Su sucesor, Djer, edificó un palacio en Menfis y organizó expediciones a Nubia y, quizás, a Libia y la Península de Sinaí.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 20 de junio de 2009
Bibliografía:
“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
EL PRIMITIVO ESTADO DE LA DINASTÍA I
Hacia 3.000 A.C., el primitivo estado dinástico que había surgido en Egipto controlaba ya la mayor parte del Valle de El Nilo desde el Delta hasta la 1ª catarata en Aswan; una distancia de más de 1.000 kilómetros a lo largo del río.
Mientras que la presencia de la cultura Naqada es más que evidente en el Delta durante los tiempos de Naqada II y Naqada III, la extensión del control político hacia el sur durante la Dinastía I se conoce por los restos de una fortaleza situada en el punto más alto de la costa de la isla de Elefantina, región que había estado ocupada por pueblos del A-Group en tiempos predinásticos.
Con la Dinastía I, el foco de desarrollo se desplazó de sur a norte, el primitivo estado egipcio estaba centralizado, y su control y gobierno estaban en manos de un rey-dios procedente de la región de Menfis.
Lo que resulta único en este primitivo estado es el dominio integral sobre tan extensa región geográfica, en comparación con otros estados contemporáneos en Nubia, Mesopotamia y Siria-Palestina.
Aunque, sin duda, no falta evidencia de contactos foráneos durante el cuarto milenio A.C., el primitivo estado dinástico que emerge en Egipto fue único y autóctono en carácter. Es probable que una lengua común, o dialecto derivado de ella, facilitase la unificación, pero la realidad es que nada se sabe sobre el idioma hablado, y la primitiva escritura abriga una información especializada y de naturaleza muy superficial sobre este momento de desarrollo cultural.
Uno de los resultados de la expansión de la cultura Naqada por todo el norte de Egipto habría sido el de la existencia de una avanzada Administración estatal que para principios de la Dinastía I estaría, en parte, gestionada por la escritura primitiva utilizada en sellos y etiquetas de control adosadas a las mercancías estatales.
Encontramos pruebas arqueológicas del control estatal en los nombres de reyes de la Dinastía I (serekhs) que aparecen estampados en vasijas, sellos, etiquetas - originalmente atadas a los recipientes - y otros artefactos, encontrados en la gran mayoría de los yacimientos de Egipto. Tales evidencias también permiten sugerir la existencia, en las primeras dinastías, de un sistema tributario estatal.
En Menfis, los estratos más antiguos hasta ahora excavados datan del Primer Período Intermedio, mientras que los correspondientes a la ciudad dinástica primitiva deben yacer enterrados bajo tanto aluvión.
Más al oeste, el Doctor David Jeffreys, del "Institute of Archaeology", UCL, ha obtenido catas de perforación que han revelado la existencia de restos de alfarería procedentes del Imperio Antiguo y de las primeras dinastías.
Por otra parte, en esta región se han encontrado sepulturas y tumbas de la Dinastía I en adelante, por lo que es probable que la ciudad se fundase por esta época.
Se han descubierto tumbas de altos cargos en las proximidades del norte de Saqqara, mientras que en otros yacimientos de la región de Menfis aparecieron enterramientos de funcionarios de diverso rango. Esta evidencia funeraria sugiere que la región de Menfis constituía el centro administrativo del estado, y también que el primitivo estado egipcio estaba altamente estratificado en su organización social.
En el sur, Abydos continuaba siendo el centro de culto más importante, e incluso se ha llegado a sugerir que en la Dinastía I, los asentamientos predinásticos más pequeños con evidencia arqueológica más efímera, habrían sido reemplazados por una única ciudad construida de adobe en Abydos.
Los reyes de la Dinastía I se enterraban en Abydos, otra indicación del Alto Egipto como origen del incipiente estado.
Desde el mismo comienzo del Período Dinástico, la institución real fue fuerte y poderosa, y así permanecería a lo largo de los principales períodos históricos de Egipto. En ningún otro lugar del antiguo Oriente Próximo hubo en tan tempranas fechas una realeza tan importante y tan centralizada, capaz de ejercer tan amplio control de tan temprano estado.
A lo largo y ancho de Egipto tienen que haberse creado y desarrollado centros administrativos estatales, pero la organización espacial de comunidades no era como la de la contemporánea Mesopotamia del sur, donde ciudades enormes se organizaban alrededor de grandes centros de culto.
Pero, por otra parte, tampoco el Antiguo Egipto fue una “civilización sin ciudades”, como ha llegado a sugerirse. Puede que los pueblos y ciudades egipcios hubiesen estado espacialmente organizados más libremente que los de Mesopotamia; y también sabemos que la residencia real cambiaba de ubicación. Así que, debido a una serie de factores, los pueblos y las ciudades del Antiguo Egipto no se han conservado bien, o se encuentran enterradas bajo el aluvión, o bajo modernos asentamientos que no pueden excavarse.
Sin embargo, algunas pruebas arqueológicas de las primitivas ciudades han perdurado. En Hierakonpolis, una elaborada fachada de hornacina hecha de adobe, dentro de la propia ciudad (Kom el-Ahmar), ha sido interpretada como el pórtico de un “palacio”; posiblemente se trataba de un centro administrativo del temprano estado.
En Buto, en el Delta, una construcción rectangular de adobe datada a principios de la Dinastía I, levantada sobre edificios de adobe más tempranos de Naqada II, Naqada III y Dinastía 0, podrían ser restos de un templo construido dentro de la ciudad.
La mayoría de los antiguos egipcios de principios del Período Dinástico y períodos posteriores, la formaban agricultores que vivían en pequeñas aldeas. La base económica del antiguo estado egipcio era la agricultura del cereal. Durante todo el cuarto milenio A.C., los pueblos dependían cada vez más del cultivo de la espelta o trigo Emmer (Triticum diccocum), y de la cebada, lo que redundaba en un impresionante beneficio para el entorno de las llanuras susceptibles de inundación de El Nilo en Egipto.
Para principios del Período Dinástico, ya se habría puesto en práctica algún tipo sencillo de riego por superficie, extendiendo así la superficie de tierra de cultivo e incrementando la cosecha. Contrariamente a lo que ocurre con prácticamente cualquier otro sistema de riego en el mundo, la salinización nunca fue un problema para Egipto, ya que las anuales crecidas de El Nilo limpiaban la tierra de sales.
Dado que las precipitaciones en esta época eran insignificantes, las inundaciones anuales se encargaban de proporcionar la humedad necesaria en el momento adecuado del año – julio y agosto – de forma que el trigo se podía sembrar en septiembre una vez que las inundaciones hubiesen remitido.
Las distintas especies de trigo traídos a Egipto maduraban durante los meses de invierno y podían ser recolectadas antes de la primavera, cuando la llegada de las altas temperaturas y de la sequía habrían aniquilado la cosecha. El entorno favorecía así una enorme acumulación de excedentes que controlados por el estado servían de sostén de la floreciente civilización egipcia que se aprecia en el Dinastía I.
CONCLUSIÓN
Pienso que con este tema hemos cubierto de forma concisa pero con claridad meridiana la Dinastía I en su faceta político-económico-social.
En cuanto a la brevedad de la exposición, que soy el primero en agradecer, no debemos olvidar que la Dinastía I con frecuencia se presenta para su estudio combinada con la II, constituyendo lo que se conoce como Período Protodinástico. Por otra parte, la información de que se dispone es escasa y proviene sólo de unos cuantos monumentos y objetos entre los que destaca, como hemos visto, la Paleta de Narmer.
No existe documentación alguna sobre estas dos primeras dinastías, con la excepción de la Piedra de Palermo. Los jeroglíficos se desarrollaron completamente por entonces, y sus siluetas sufrirían escasos cambios durante más de tres mil años. Sí parece evidente la puesta en práctica del sacrificio humano - más adelante suspendido - de carácter funerario, durante esta primera dinastía.
Pasamos, pues, al siguiente tema que su autora, Katheryn Bard, ha titulado “El Cementerio Real de Abydos”.
Hacia 3.000 A.C., el primitivo estado dinástico que había surgido en Egipto controlaba ya la mayor parte del Valle de El Nilo desde el Delta hasta la 1ª catarata en Aswan; una distancia de más de 1.000 kilómetros a lo largo del río.
Mientras que la presencia de la cultura Naqada es más que evidente en el Delta durante los tiempos de Naqada II y Naqada III, la extensión del control político hacia el sur durante la Dinastía I se conoce por los restos de una fortaleza situada en el punto más alto de la costa de la isla de Elefantina, región que había estado ocupada por pueblos del A-Group en tiempos predinásticos.
Con la Dinastía I, el foco de desarrollo se desplazó de sur a norte, el primitivo estado egipcio estaba centralizado, y su control y gobierno estaban en manos de un rey-dios procedente de la región de Menfis.
Lo que resulta único en este primitivo estado es el dominio integral sobre tan extensa región geográfica, en comparación con otros estados contemporáneos en Nubia, Mesopotamia y Siria-Palestina.
Aunque, sin duda, no falta evidencia de contactos foráneos durante el cuarto milenio A.C., el primitivo estado dinástico que emerge en Egipto fue único y autóctono en carácter. Es probable que una lengua común, o dialecto derivado de ella, facilitase la unificación, pero la realidad es que nada se sabe sobre el idioma hablado, y la primitiva escritura abriga una información especializada y de naturaleza muy superficial sobre este momento de desarrollo cultural.
Uno de los resultados de la expansión de la cultura Naqada por todo el norte de Egipto habría sido el de la existencia de una avanzada Administración estatal que para principios de la Dinastía I estaría, en parte, gestionada por la escritura primitiva utilizada en sellos y etiquetas de control adosadas a las mercancías estatales.
Encontramos pruebas arqueológicas del control estatal en los nombres de reyes de la Dinastía I (serekhs) que aparecen estampados en vasijas, sellos, etiquetas - originalmente atadas a los recipientes - y otros artefactos, encontrados en la gran mayoría de los yacimientos de Egipto. Tales evidencias también permiten sugerir la existencia, en las primeras dinastías, de un sistema tributario estatal.
En Menfis, los estratos más antiguos hasta ahora excavados datan del Primer Período Intermedio, mientras que los correspondientes a la ciudad dinástica primitiva deben yacer enterrados bajo tanto aluvión.
Más al oeste, el Doctor David Jeffreys, del "Institute of Archaeology", UCL, ha obtenido catas de perforación que han revelado la existencia de restos de alfarería procedentes del Imperio Antiguo y de las primeras dinastías.
Por otra parte, en esta región se han encontrado sepulturas y tumbas de la Dinastía I en adelante, por lo que es probable que la ciudad se fundase por esta época.
Se han descubierto tumbas de altos cargos en las proximidades del norte de Saqqara, mientras que en otros yacimientos de la región de Menfis aparecieron enterramientos de funcionarios de diverso rango. Esta evidencia funeraria sugiere que la región de Menfis constituía el centro administrativo del estado, y también que el primitivo estado egipcio estaba altamente estratificado en su organización social.
En el sur, Abydos continuaba siendo el centro de culto más importante, e incluso se ha llegado a sugerir que en la Dinastía I, los asentamientos predinásticos más pequeños con evidencia arqueológica más efímera, habrían sido reemplazados por una única ciudad construida de adobe en Abydos.
Los reyes de la Dinastía I se enterraban en Abydos, otra indicación del Alto Egipto como origen del incipiente estado.
Desde el mismo comienzo del Período Dinástico, la institución real fue fuerte y poderosa, y así permanecería a lo largo de los principales períodos históricos de Egipto. En ningún otro lugar del antiguo Oriente Próximo hubo en tan tempranas fechas una realeza tan importante y tan centralizada, capaz de ejercer tan amplio control de tan temprano estado.
A lo largo y ancho de Egipto tienen que haberse creado y desarrollado centros administrativos estatales, pero la organización espacial de comunidades no era como la de la contemporánea Mesopotamia del sur, donde ciudades enormes se organizaban alrededor de grandes centros de culto.
Pero, por otra parte, tampoco el Antiguo Egipto fue una “civilización sin ciudades”, como ha llegado a sugerirse. Puede que los pueblos y ciudades egipcios hubiesen estado espacialmente organizados más libremente que los de Mesopotamia; y también sabemos que la residencia real cambiaba de ubicación. Así que, debido a una serie de factores, los pueblos y las ciudades del Antiguo Egipto no se han conservado bien, o se encuentran enterradas bajo el aluvión, o bajo modernos asentamientos que no pueden excavarse.
Sin embargo, algunas pruebas arqueológicas de las primitivas ciudades han perdurado. En Hierakonpolis, una elaborada fachada de hornacina hecha de adobe, dentro de la propia ciudad (Kom el-Ahmar), ha sido interpretada como el pórtico de un “palacio”; posiblemente se trataba de un centro administrativo del temprano estado.
En Buto, en el Delta, una construcción rectangular de adobe datada a principios de la Dinastía I, levantada sobre edificios de adobe más tempranos de Naqada II, Naqada III y Dinastía 0, podrían ser restos de un templo construido dentro de la ciudad.
La mayoría de los antiguos egipcios de principios del Período Dinástico y períodos posteriores, la formaban agricultores que vivían en pequeñas aldeas. La base económica del antiguo estado egipcio era la agricultura del cereal. Durante todo el cuarto milenio A.C., los pueblos dependían cada vez más del cultivo de la espelta o trigo Emmer (Triticum diccocum), y de la cebada, lo que redundaba en un impresionante beneficio para el entorno de las llanuras susceptibles de inundación de El Nilo en Egipto.
Para principios del Período Dinástico, ya se habría puesto en práctica algún tipo sencillo de riego por superficie, extendiendo así la superficie de tierra de cultivo e incrementando la cosecha. Contrariamente a lo que ocurre con prácticamente cualquier otro sistema de riego en el mundo, la salinización nunca fue un problema para Egipto, ya que las anuales crecidas de El Nilo limpiaban la tierra de sales.
Dado que las precipitaciones en esta época eran insignificantes, las inundaciones anuales se encargaban de proporcionar la humedad necesaria en el momento adecuado del año – julio y agosto – de forma que el trigo se podía sembrar en septiembre una vez que las inundaciones hubiesen remitido.
Las distintas especies de trigo traídos a Egipto maduraban durante los meses de invierno y podían ser recolectadas antes de la primavera, cuando la llegada de las altas temperaturas y de la sequía habrían aniquilado la cosecha. El entorno favorecía así una enorme acumulación de excedentes que controlados por el estado servían de sostén de la floreciente civilización egipcia que se aprecia en el Dinastía I.
CONCLUSIÓN
Pienso que con este tema hemos cubierto de forma concisa pero con claridad meridiana la Dinastía I en su faceta político-económico-social.
En cuanto a la brevedad de la exposición, que soy el primero en agradecer, no debemos olvidar que la Dinastía I con frecuencia se presenta para su estudio combinada con la II, constituyendo lo que se conoce como Período Protodinástico. Por otra parte, la información de que se dispone es escasa y proviene sólo de unos cuantos monumentos y objetos entre los que destaca, como hemos visto, la Paleta de Narmer.
No existe documentación alguna sobre estas dos primeras dinastías, con la excepción de la Piedra de Palermo. Los jeroglíficos se desarrollaron completamente por entonces, y sus siluetas sufrirían escasos cambios durante más de tres mil años. Sí parece evidente la puesta en práctica del sacrificio humano - más adelante suspendido - de carácter funerario, durante esta primera dinastía.
Pasamos, pues, al siguiente tema que su autora, Katheryn Bard, ha titulado “El Cementerio Real de Abydos”.
ADENDA
Pero antes me ha parecido útil y oportuno, y siguiendo el ejemplo del Profesor Barry J.Kemp en su más reciente publicación, reseñar los nombres de los faraones que componen la Dinastía I de acuerdo con el recomendado Cuadro Cronológico del Profesor Ian Shaw que aparece en la obra que nos concierne, “The Oxford History of Ancient Egypt”, Oxford, 2000, páginas 479 a 483. Para las fechas absolutas, también se ha utilizado el mencionado Cuadro Cronológico.
Reyes de la Dinastía I:
Aha, Djer, Djet, Den, Queen Merneith, Anedjib, Semerkhet, Qa’a.
Los documentos historiográficos egipcios señalan como unificador de las Dos Tierras al rey Menes, identificado con el rey Narmer de la Dinastía 0, y más recientemente con el rey Aha, el Combatiente, fundador de la Dinastía I. A él se debió también la fundación de Menfis, construida en el punto de contacto entre el Delta y el Valle como demostración de su unión. La Piedra de Palermo habla de una victoria suya en Nubia y alude a embarcaciones de madera de cedro, que darían testimonio del comercio con la zona sirio-palestina.
Su sucesor, Djer, edificó un palacio en Menfis y organizó expediciones a Nubia y, quizás, a Libia y la Península de Sinaí.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 20 de junio de 2009
Bibliografía:
“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
"The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys, UNED, 2001.
"The Enciclopedia of Ancient Egypt". Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
"Antico Egitto". Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys, UNED, 2001.
"The Enciclopedia of Ancient Egypt". Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
"Antico Egitto". Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum.
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