Cerámica Neolítica de Faiyum
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A MODO DE PREÁMBULO
Y seguimos, dentro del segundo ensayo que nos ocupa, de nuevo de la mano de nuestros maestros belgas, en esta quinta “Hoja Suelta” a modo de entrega, cada vez menos “hoja” y menos “suelta”, en la que, de nuevo, nos veremos obligados a ceñirnos fielmente al ya de por sí denso, árido y escueto texto original.
Debo, sin embargo, admitir mis ansias porque estos cuantos miles de años que me quedan de semi-oscuridad hasta ver la luz del Período Dinástico pasen fugazmente y entremos así en tópicos más afines a nuestros intereses y más asequibles a nuestras mentes mundanas.
Espero, eso sí, tener, o en su defecto, buscar, la oportunidad de animar el texto con las aportaciones, aclaraciones y/o comentarios pertinentes que nos faciliten el camino.
Voy a empezar, a modo de introducción, haciendo referencia a un artículo publicado en la “African Archaeological Review” de fecha 15 de septiembre de 2005, titulado “The east African Neolithic: An alternative view”.
Este artículo, como su título indica, ofrece una interpretación alternativa al fenómeno del Neolítico africano que tradicionalmente ha sido atribuido a la migración de la población productora de alimentos desde Sudán y Etiopía vía norte de Kenia.
Han sido muchos los intentos por reconstruir las rutas, e incluso por establecer su identidad lingüística y/o étnica; intentos que han considerado la cerámica neolítica o "wares" como unas puras y discretas entidades culturales correlacionadas con específicos grupos lingüísticos y/o étnicos.
El principal problema, se argumenta, es que con este enfoque simplista se minimiza el impacto que el contacto y el intercambio comercial haya tenido en el cambio cultural. E incluso, se niega a los grupos en cuestión el dinamismo que parece haber caracterizado las relaciones entre ellos mismos, y de ellos con su entorno.
La alternativa que se ofrece aquí consiste en considerar que las similitudes y diferencias que se esgrimen al definir los “wares”, o la cerámica en cuestión, son reflejos de la dinámicas relaciones existentes entre la población responsable de la producción y la del consumo. Producción y consumo que, de cualquier modo, habría existido entre individuos que viviesen en una misma zona, o en poblados diferentes, e incluso en comunidades tan distantes como el Rift Central o el Lago Victoria.
Y tomado esto como entrada o aperitivo que nos abra nuestro voraz e inquisitivo apetito mientras meditamos, pasamos ahora al plato fuerte de este menú prehistórico: El Neolítico Sahariano o "Cultura Cerámica".
EL NEOLÍTICO SAHARIANO O "CULTURA CERÁMICA"
Debo, sin embargo, admitir mis ansias porque estos cuantos miles de años que me quedan de semi-oscuridad hasta ver la luz del Período Dinástico pasen fugazmente y entremos así en tópicos más afines a nuestros intereses y más asequibles a nuestras mentes mundanas.
Espero, eso sí, tener, o en su defecto, buscar, la oportunidad de animar el texto con las aportaciones, aclaraciones y/o comentarios pertinentes que nos faciliten el camino.
Voy a empezar, a modo de introducción, haciendo referencia a un artículo publicado en la “African Archaeological Review” de fecha 15 de septiembre de 2005, titulado “The east African Neolithic: An alternative view”.
Este artículo, como su título indica, ofrece una interpretación alternativa al fenómeno del Neolítico africano que tradicionalmente ha sido atribuido a la migración de la población productora de alimentos desde Sudán y Etiopía vía norte de Kenia.
Han sido muchos los intentos por reconstruir las rutas, e incluso por establecer su identidad lingüística y/o étnica; intentos que han considerado la cerámica neolítica o "wares" como unas puras y discretas entidades culturales correlacionadas con específicos grupos lingüísticos y/o étnicos.
El principal problema, se argumenta, es que con este enfoque simplista se minimiza el impacto que el contacto y el intercambio comercial haya tenido en el cambio cultural. E incluso, se niega a los grupos en cuestión el dinamismo que parece haber caracterizado las relaciones entre ellos mismos, y de ellos con su entorno.
La alternativa que se ofrece aquí consiste en considerar que las similitudes y diferencias que se esgrimen al definir los “wares”, o la cerámica en cuestión, son reflejos de la dinámicas relaciones existentes entre la población responsable de la producción y la del consumo. Producción y consumo que, de cualquier modo, habría existido entre individuos que viviesen en una misma zona, o en poblados diferentes, e incluso en comunidades tan distantes como el Rift Central o el Lago Victoria.
Y tomado esto como entrada o aperitivo que nos abra nuestro voraz e inquisitivo apetito mientras meditamos, pasamos ahora al plato fuerte de este menú prehistórico: El Neolítico Sahariano o "Cultura Cerámica".
EL NEOLÍTICO SAHARIANO O "CULTURA CERÁMICA"
Hacia finales del Paleolítico Medio, el Desierto Occidental se abandona y la población no regresa hasta alrededor de 9.300 B.C. coincidiendo con la fase húmeda del Holoceno lo que, en cierto modo, acaba favoreciendo las condiciones arqueológicas de conservación ante la inexistencia de presencia humana justo antes del Neolítico Superior e, incluso, después de este período.
El promedio anual de lluvia a comienzos del Holoceno sólo alcanzaba entre 100 y 200 mm. y esto, muy posiblemente, sólo durante una corta temporada estival, por lo que es probable que sólo animales adaptados a las condiciones del desierto, como era el caso de la liebre y la gacela, pudiesen vivir.
Sin embargo, todo ello representó una considerable mejora en las condiciones de vida en comparación con las correspondientes del Paleolítico Superior y del Paleolítico Final.
Aunque la lluvia no representaba un fenómeno continuado, los intervalos de aridez son de gran importancia para la diferenciación cronológica. La pluviosidad venía originada por el desplazamiento hacia el norte del cinturón monzónico; así que la repoblación del desierto occidental tuvo que venir del sur. Es probable que los colonos procediesen del Valle del Nilo, dada la ausencia de otras posibilidades, pero también por similitudes con la tecnología lítica de otros yacimientos del Valle del Nilo nubio.
En Egipto, las culturas “neolíticas” más tempranas emergen en el Desierto Occidental, si bien habría que dejar bien claro desde un principio que aún no existen testimonios de algún tipo de agricultura en el Neolítico sahariano. Su identificación como “neolítica” ha sido basada puramente en la evidencia de rebaños de ganado.
Así que, el Neolítico Sahariano es, por lo tanto, totalmente diferente de la cultura neolítica que emerge aproximadamente en la misma época en Israel, donde la expresión “Economía Neolítica” es sinónimo del proceso por el que se introduce la agricultura, a la que más tarde se unió la domesticación animal; muy probablemente, el proceso de “neolitización” que tuvo lugar en Egipto fue completamente independiente del de Israel.
Y, precisamente, por la ausencia de algún vestigio de agricultura y la presencia de algo de cerámica, se ha acuñado el término “Cultura Cerámica” aplicado a esta cultura sahariana frente al de “Neolítico Sahariano”.
El promedio anual de lluvia a comienzos del Holoceno sólo alcanzaba entre 100 y 200 mm. y esto, muy posiblemente, sólo durante una corta temporada estival, por lo que es probable que sólo animales adaptados a las condiciones del desierto, como era el caso de la liebre y la gacela, pudiesen vivir.
Sin embargo, todo ello representó una considerable mejora en las condiciones de vida en comparación con las correspondientes del Paleolítico Superior y del Paleolítico Final.
Aunque la lluvia no representaba un fenómeno continuado, los intervalos de aridez son de gran importancia para la diferenciación cronológica. La pluviosidad venía originada por el desplazamiento hacia el norte del cinturón monzónico; así que la repoblación del desierto occidental tuvo que venir del sur. Es probable que los colonos procediesen del Valle del Nilo, dada la ausencia de otras posibilidades, pero también por similitudes con la tecnología lítica de otros yacimientos del Valle del Nilo nubio.
En Egipto, las culturas “neolíticas” más tempranas emergen en el Desierto Occidental, si bien habría que dejar bien claro desde un principio que aún no existen testimonios de algún tipo de agricultura en el Neolítico sahariano. Su identificación como “neolítica” ha sido basada puramente en la evidencia de rebaños de ganado.
Así que, el Neolítico Sahariano es, por lo tanto, totalmente diferente de la cultura neolítica que emerge aproximadamente en la misma época en Israel, donde la expresión “Economía Neolítica” es sinónimo del proceso por el que se introduce la agricultura, a la que más tarde se unió la domesticación animal; muy probablemente, el proceso de “neolitización” que tuvo lugar en Egipto fue completamente independiente del de Israel.
Y, precisamente, por la ausencia de algún vestigio de agricultura y la presencia de algo de cerámica, se ha acuñado el término “Cultura Cerámica” aplicado a esta cultura sahariana frente al de “Neolítico Sahariano”.
INCISO EX PROFESO
Y esta dicotomía agricultura-cerámica me revierte a unos párrafos de la Doctora Vázquez Hoys (Historia Antigua Universal, Tomo I, 1ª Parte, páginas 83-84) que, a modo de inciso, me voy a permitir comentar.
En referencia a la cerámica, dice: “Nunca se conocerán las etapas más antiguas de esta conquista, pero se puede pensar que las primeras cocciones ocurrieron en el hogar familiar y que consistieron en pequeñas figurillas de tierra, o pequeños objetos groseramente modelados como los que se encuentran en Mereybet”.
El párrafo que le sigue es muy esclarecedor:
“Hasta hace poco tiempo, cerámica y agricultura definían el Neolítico. Pero las excavaciones de K. Kenyon en Jericó han evidenciado, hace ya cuarenta años, que la cerámica no apareció hasta el año 6.000 aproximadamente, mientras que las técnicas alimentarias de producción eran habituales desde hacía tiempo. Se introdujo entonces la expresión "Neolítico Precerámico" para designar al primer período (PPN A o B, correspondiente a Pre-Pottery Neolithic A o B)”. Estas dos fases, A y B, se conocen también como Sultaniense y Tahuniense, respectivamente".
"Pero posteriores excavaciones hicieron la realidad aún más compleja ya que, al parecer, una larga fase precedió a la adopción de esta técnica en todo el Oriente Próximo al principio del VI milenio, con tímidas apariciones que desaparecían después, como en Mureybet, lo que hizo que, entre arqueólogos, se hable, a veces, de “Cerámica Intermitente”.
Y agotado el inciso, vamos a distinguir ahora dos fases o períodos importantes del Neolítico: Una primera que correspondería a un Neolítico Temprano (8.800 -6.800 B.C.) y otra segunda, más reciente, en la que tendrían cabida un Neolítico Medio (6.500-5.100 B.C.) y un Neolítico Tardío (5.000-4.700 B.C.).
Sobre el primero, la información más completa procede de yacimientos próximos a Nabta Playa y Bir Kiseiba; en su mayoría pequeños, y utilizados esporádicamente por cazadores-recolectores. Los de mayores tamaños, estarían siempre ubicados en las zonas bajas de lagunas temporales. Aunque estos yacimientos al parecer se utilizaban durante períodos más largos; también eran abandonados, ya que las partes bajas de las lagunas también sufrían inundaciones estacionales. El sedentarismo era aún desconocido.
Los productos líticos se caracterizan por sus numerosas hojillas de filo despuntado, con frecuencia terminadas en punta, y algunos geométricos poco comunes, así como útiles fabricados con la técnica del microburil.
Prácticamente, en cualquier conjunto fáunico del tamaño que sea, aparecen algunos huesos de ganado que, según sus excavadores, habrían sido domesticados (teoría generalmente no aceptada), ya que parece improbable que sin la ayuda humana hubiesen podido sobrevivir en un entorno árido en el que sólo los animales adaptados al desierto lo conseguían. Es especialmente significativo que los vestigios de fauna no incluyan ningún resto del antílope, animal que con frecuencia se da en los mismos nichos ecológicos que el ganado salvaje.
Parece, sin embargo, más admisible que personas que practicaban el pastoreo criasen ganado en gran escala, manteniéndolos en grandes reservas, al amparo de un entorno donde por sí mismo no hubiesen podido sobrevivir.
Antes de 7.5000 B.C., es posible que población y ganado llegasen al desierto sólo durante las lluvias estivales e inmediatamente después, lo que coincidiría con el período de inundaciones del Valle del Nilo, durante el cual habría sido difícil ejercer cualquier tipo de pastoreo.
Después de 7.500 B.C., la existencia de excavaciones de pozos se ve testimoniada en Bir Kiseiba, y en otros yacimientos. Algunos pozos presentan unos abrevaderos laterales para dar de beber al ganado.
La escasez de restos óseos de animales parece indicar que los animales no se utilizaban para la producción de carne sino más bien como proteínas procedentes de su leche o su sangre.
De esta forma, mientras la población ayudaba al ganado a sobrevivir en el Desierto Occidental, los animales garantizaban al ser humano la posibilidad de sobrevivir ellos mismos en tan duro entorno.
Además de la recolección de ganado, la población practicaba también la caza local de animales salvajes; predominantemente la liebre y la gacela dorca.
Prácticamente en todos los yacimientos del Neolítico Temprano se han encontrado equipos para su utilización con piedras de moler que se supone se usaban para el proceso de producción de alimentos a partir de plantas silvestres, pero de éstas sólo se han encontrados restos en el yacimiento E-75-6 en Nabta Playa; entre ellos, pasto silvestre, fruta Ziziphus y sorgo.
Para los menos botánicos y más matemáticos, como yo, despejémosles estas dos incógnitas:
La Ziziphus zizyphus es una de 40 especies relacionadas, y en España se le conoce como "jinjolero" o "azufaifo". Se la supone originaria del norte de África y Siria, e introducida posteriormente a la India y China donde se conoce desde hace más de 4.000 años. Es un arbusto o arbolito frutal caducifolio de la familia de las Rhamnacae.
El Sorghum, o "sorgo", es un género botánico de unas 20 especies de gramíneas oriundas de las regiones tropicales y subtropicales de África oriental. El sorgo tiene un hábito y una fisiología vegetal similar al del maíz (Zea mays) pero con un valor energético algo inferior al de éste.
Todos los yacimientos del Neolítico Temprano, incluyendo los más antiguos, nos han deparado restos de vasijas de cerámica, si bien en pequeñas cantidades. De formas muy simples, todos mostraban una delicada fabricación y cocción; y todos estaban decorados. En su mayoría, la superficie de la vasija estaba totalmente cubierta de incisiones en forma de líneas y puntos trazados, con frecuencia, bien con un peine o con trozos de cuerda que le daban un aspecto de cestería.
El uso de huevos de avestruz como recipiente de agua era más corriente que la vasija de cerámica, de ahí la escasez de cascos, lo que parece sugerir que la cerámica no se utilizaba regularmente en la vida cotidiana.
No es posible, pues, determinar cuál era la función real de la cerámica, aunque sí parece obvia su importancia social y, a la vista del tipo de decoración, su simbolismo. Sí parece fuera de toda duda que esta cerámica era una invención africana independiente.
El yacimiento E-75-6 constituye una de las localidades del Neolítico Temprano más interesantes de Nabta Playa. Esta cuenca de drenaje recibía agua suficiente para almacenar grandes cantidades subterráneas, fácilmente obtenibles para su consumo mediante pozos durante la temporada de sequía.
El yacimiento se componía de tres o cuatro filas de cabañas que posiblemente marcaban líneas de costa del lago, junto a zanjas y pozos de almacenaje. No es posible hacer una estimación del número de cabañas que en un momento dado estaban en uso. A pesar de sus dimensiones, no parece representar un lugar de asentamiento permanente.
Fue durante los dos períodos siguientes, el Medio (6.600-51.00 B.C.) y el Tardío (5.000-4.700 B.C.) cuando la ocupación humana del Desierto Occidental alcanzó su punto más alto. Ejemplos de sus yacimientos hay muchos, y los hay de grandes dimensiones y pequeños, siendo éstos una mayoría. Van siendo ya mucho más frecuentes las estructuras de pozos y viviendas, y la evidencia de construcciones a base de zarzos y barro.
Los asentamientos mayores se ubicaban bordeando el lago, y es posible que fuesen asentamientos permanentes, mientras que los pequeños fuesen sólo estancias temporales utilizadas por pastores que se dedicaban a la recolección de animales por todo el territorio, una vez pasadas las lluvias estivales.
La presencia de conchas prueba la existencia de contactos con el Valle del Nilo, así como con el Mar Rojo, aunque lo más probable es que la población permaneciese en el desierto durante todo el año.
Como ocurría en el Neolítico Temprano, el ganado doméstico se guardaba como fuente viviente de proteínas, y a pesar del hecho de que la oveja y la cabra también aparecen por vez primera durante este período (hacia 5.600 B.C.), la mayoría de la carne animal se obtenía de animales salvajes. Así que, de nuevo, se da por hecho que en esta época se consumía una gran cantidad de plantas silvestres.
En el Neolítico Medio, hubo un cambio drástico en la técnica lítica. Dejó de prevalecer la producción de láminas para ir adoptándose gradualmente la introducción de la foliación bifacial para foliaciones y puntas de flecha de base cóncava. Los geométricos, con la excepción de los de perfil de segmento de círculo, eran poco comunes.
En los yacimientos del Neolítico Tardío es frecuente encontrar conjuntos formados por piedras de amolar, espátulas y paletas de piedra amolada o pulimentada, u ornamentos que, junto a láminas con la técnica “side-blow”, son consideradas características del período.
La cerámica anterior a 5.100 B.C. cae dentro de la tradición “Saharo-Sudanesa” o “Kartumesa” similar a la cerámica del Neolítico Temprano, si bien la decoración tiende a diseños más complejos.
De alguna manera, antes de 4.900 B.C. este tipo de cerámica desaparece de forma abrupta, siendo reemplazada por cerámica quemada y pulida, ocasionalmente rematadas en negro, en Nabta Playa y Bir Kiseiba. La explicación a esta repentina transición no es tan evidente, pero su presencia en el Desierto Occidental es, no obstante, de una enorme importancia a la hora de entender el origen de las culturas predinásticas en el Valle del Nilo.
En Nabta Playa se ha descubierto un impresionante complejo megalítico, junto a un yacimiento del Neolítico Tardío, de excepcionales dimensiones. Consta de tres partes: Un alineamiento de diez grandes piedras, de 2 x 3 metros; un círculo de unos 4 metros de diámetro formado por pequeñas planchas en vertical; y dos túmulos cubiertos, coronados por una losa, uno de ellos provisto de una cámara en la parte de abajo, con restos de un toro de largas astas.
También se han encontrado otros alineamientos de megalitos de menor tamaño en otra parte de Nabta Basin. Aunque sus funciones no son evidentes, estas construcciones megalíticas vienen a representar un tipo de arquitectura pública que apuntan a una complejidad social en aumento.
En el Dakhla Oasis se han distinguido varias unidades arqueológicas cuyas fases principales se conocen como Masara, Bashendi y Sheikh. La fase Masara es contemporánea y similar al Neolítico Temprano de Nabta Playa y Bir Kiseiba. Las culturas Bashendi y Sheikh Muftah del Neolítico Medio y Tardío continuaron hasta los tiempos dinásticos. Ambas se caracterizan por el contraste de sus tipos de asentamiento con los yacimientos de Sheikh Muftah situados en correlación próxima a los sedimentos del lago, y los de Bashendi ubicados justo fuera del propio oasis, por lo que se ha sugerido que bien pueden representar dos tipos diferentes de ocupación. Así, los yacimientos de Sheikh Muftah podrían representar a moradores permanentes del oasis, mientras que los de Bashendi representarían a aquellos de corta y esporádicas estancias; muy probablemente, aquellos que ejercían el pastoreo.
A partir de 5.400 B.C., la población empieza a depender cada vez más de sus rebaños de animales domesticados, en su mayoría cabras importadas de las tierras del Levante Mediterráneo, mientras seguían practicando alguna caza.
Por Levante Mediterráneo se entiende un conjunto de países (Siria, Palestina, Líbano y Jordania) que representaban una unidad más cultural que geográfica, y cuyo significado se mueve sutilmente entre la referencia histórica y la cultural.
La tecnología lítica de la cultura Bashendi es similar a la del Neolítico Medio y Tardío con la adición de una variedad de puntas de flecha que con frecuencia presentan retoques bifaciales.
Poco antes de 4.900 B.C. se produjo en los yacimientos de Bashendi, cerámica quemada y pulida similar a fragmentos de vasija encontrados en Nabta Playa y Bir Kiseiba, mientras que la cerámica rematada de negro aparece sólo ocasionalmente en los yacimientos de Dakhla Oasis.
En el extremo sureste de Dakhla, existen algunas estructuras de piedra, pero aún no está claro hasta qué punto este oasis fue típico del Desierto Occidental, aunque su paralelismo cultural con el Valle del Nilo es evidente.
Después de 4.900 B.C., y especialmente a partir de 4.400 B.C., el desierto se fue haciendo cada vez menos inhabitable debido al inicio de un clima árido que prevalece hasta nuestros días. No obstante, ciertas zonas permanecerían ocupadas hasta tiempos históricos.
Y concluimos ya esta importante y significativa etapa con lo que nos aproximamos más al Período Predinástico. Pero no antes de dedicarle un par de “Hojas” más al Valle del Nilo, y una tercera a la Cultura Badariense.
Rafael Canales
En Benamádena-Costa, a 20 de febrero de 2009
Bibliografía:
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2003.
“Prehistoria”, Tomos I y II. Dra. Ana María Amilibia y otros. UNED 2001
“Historia Antigua Universal Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp. Routledge, 2006.
“The Prehistoric Egypt”, W.M. Flinders Petrie, British School of Archaeology in Egypt and Egyptian Research Account, Twenty-Third Year, 1917. London, 1920.
“Diccionario de Prehistoria”, Mario Menéndez, Alfredo Jimeno y Víctor M. Fernández, Alianza Editoral. 2001.
"The British Museum"
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