martes, 1 de diciembre de 2009

El Renaissance Egipcio en el Imperio Medio (c.2055-1650 A.C.) 3/3 Dinastía XIII

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Shabti del escolta Renseneb. Abydos. Dinastía XIII, hacia 1.730-1.720 A.C. Aunque enterrados en su ciudad natal, algunos antiguos egipcios, como Renseneb, tenían un “enterramiento sustitutivo” en Abydos, la ciudad del dios Osiris. Estos enterramientos incluirían objetos que se colocarían dentro de la verdadera tumba, como es el caso de las figurillas shabti. El shabti más antiguo data del Imperio Medio, hacia 2.040-1.750 A.C. Solían ser de madera pero se podían alternar con el barro o la piedra. Algunos llevaban inscripciones con un ensalmo del Textos de los Sarcófagos mediante el que el shabti realizaría todas las tareas que habrían correspondido al dueño de la tumba en el “Más Allá”. El texto de la figura que se muestra da instrucciones para que “te dediques todo el tiempo a regar y cultivar las tierras y transportar arena del Este al Oeste”. El ensalmo del shabti se podía activar sin necesidad de leerlo en voz alta; su presencia en la tumba era suficiente. Esto explicaría el miedo a que las criaturas malas representadas en los jeroglíficos se tornasen en reales. Los jeroglíficos que en esta inscripción representan a criaturas vivientes aparecen deliberadamente inacabados. Algunas de estas imágenes, como las serpientes, podrían suponer una amenaza para el fallecido. Otras, como algunos pájaros, representan a criaturas protectoras que podrían abandonar la tumba llevándose consigo su protección. Renseneb lleva en una mano el ankh, o signo de la Vida; y en la otra, un florero cuya lectura puede ser la de “protección”.


LA DINASTÍA XIII

Los gobernantes de la Dinastía XIII continuaron usando Itjtawy como capital y siguieron las mismas políticas que la Dinastía XII, si bien la nueva dinastía estaba formada por diferentes linajes, por lo que la cuestión de cómo se escogía al nuevo faraón está aún sin resolver. El Doctor Stephen Quirke ha sugerido una “sucesión rotativa” entre las principales familias lo que explicaría la escasa duración de la mayoría de los reinados.

Sin embargo, la burocracia continuaba funcionando de la misma forma que lo había estado haciendo durante toda la Dinastía XII. Los egipcios seguían controlando la zona alrededor de la 2ª Catarata, seguían midiendo las crecidas del río, el comercio florecía y los monumentos reales continuaban su escalada de construcción, si bien no eran tan impresionantes como los de los faraones de la Dinastía XII.

Las artes visuales, por otra parte, no muestran la mínima alteración de su “finesse” o del estilo de las mejores piezas de la dinastía precedente. Esta continuidad, a veces rota, se mantuvo hasta el reinado de Neferhotep.

Aunque muchos de los nombres de la Dinastía XIII se encuentran registrados en el Canon de Turín, poco se sabe de los soberanos de forma individualizada. Wegaf Khutawyra fue el primero, seguido de Sekhemra-Khutawy Sobekhotep II. Después del reinado del tercer faraón, Sankhtawy-Sekhemra Iykhernefert-Neferhotep, los registros no se guardaron por algún tiempo, y es posible que esto ocurriese durante un período de conflictividad política; es significativo, también, la escasez de registros en las minas de turquesa del Sinaí.

Por otra parte, los contactos comerciales continuaron, y el gobernante de Byblos aún se definía como “servidor de Egipto”. Sellos procedentes de las fortalezas nubias muestran que los asuntos con el sur seguían como siempre. El faraón Awibra Hor perteneció a este período. Su enterramiento, un simple pozo vertical, fue descubierto por Jaques de Morgan en el complejo mortuorio de Amenemhat III, en Dahshur. A pesar de la continuidad cultural que se ha subrayado antes, nada expresa más claramente las disminuidas circunstancias en las que se encontraban los soberanos en esta época como se aprecia en la empobrecida apariencia de la tumba de Awibra Hor.

Después de este breve e inestable período, surge una serie de efímeros soberanos, que incluye a Sekhemra-khutawy Sobekhotep II, en cuyo reinado se ha datado un interesante papiro que revela detalles de la vida cortesana de Tebas para un período de doce días. El análisis de este documento por el Dr. Stephen Quirke (Papiro Bulaq 18) ha revelado muchísimo sobre la estructura jerárquica de palacio en la Dinastía XIII y su modus operandi.

Unos cuatro reinados posteriores, hacia 1.744 A.C., Sekhemra-Sewadjtawy Sobekhotep III fue proclamado faraón, y durante algún tiempo parece que habría habido un resurgimiento de las fortunas de los soberanos egipcios. Un relieve esculpido en un acantilado más arriba de Nag Hammadi, en el Egipto Medio, proporciona una información muy específica sobre los miembros de la familia real. La fecha más alta de su reinado fue el año 5, aunque el Canon de Turín le da sólo tres años y dos meses. A pesar de tal brevedad, dejó inscripciones en monumentos que se extendieron desde el yacimiento de Bubastis en el Delta, hasta Elefantina en el sur.

El sucesor de Sobekhotep III, Khasekhemra Neferhotep I (c. 1.740-1.729 A.C.), es evidente que tampoco era de estirpe real, pero también él dejó muchos registros monumentales, lo que sugiere un vigoroso reinado. Fue reconocido como Jefe Supremo por Inten, soberano de Byblos, y sus inscripciones se han encontrado tan lejos al sur como la isla de Konosso, justo al sur de la 1ª Catarata en Nubia.

A pesar de estas muestras de fortaleza, sin embargo, nunca estuvo en control de la totalidad del Reino Egipcio, a juzgar por la evidencia de dirigentes que gobernaban de forma independiente lugares como Xois y Avaris, en el Delta.

El Trono pasó a los dos hermanos de Neferhotep I, Sahathor y Sobekhotep IV, seguidos del breve reinado del hijo de Sobekhotep IV. Esta mini-dinastía terminó con Sobekhotep V, hacia 1.723 A.C. Aún así, ha sobrevivido suficiente información del reinado de Sobekhotep IV para sugerir que poseía todos los requisitos de un faraón fuerte, y que continuaba teniendo algún control sobre Nubia donde se encontraron dos estatuas del faraón al sur de la 3ª Catarata, y otras más que fueron reusadas en Tanis.

Fue, sin embargo, durante el reinado de Sobekhotep IV cundo aparecen los primeros indicios de revolución en Nubia, que eventualmente acabaría escapando del control egipcio para ser gobernada por una línea de soberanos nubios con base en Kerma, como se verá más adelante en el Capítulo 8º. Para entonces, el Egipto del Imperio Medio se habría roto y disgregado en aquellas esferas de interés que eventualmente se convertirían en la base de gobierno del Segundo Período Intermedio.

PROCESOS DEL CAMBIO POLÍTICO EN EL IMPERIO MEDIO

El gobierno en el Imperio Medio estaba basado básicamente en la estructura creada bajo el Imperio Antiguo, pero había variaciones significativas. La burocracia y la Corona estaban sustentadas por el sistema tributario, si bien poca información directa ha sobrevivido sobre este último tema procedente de fuentes del Imperio Medio. El sistema fiscal se basaba esencialmente en apreciaciones del rendimiento de las tierras y los acuíferos, y el pago en especias.

Los templos y otras fundaciones piadosas estaban, con frecuencia, parcialmente exentos de impuestos, e incluso en su totalidad, como ya se verá más adelante. Además, existía un sistema de trabajo obligatorio mediante el que hombres y mujeres de clases media y baja eran seleccionados para acometer específicas tareas físicas, incluyendo el servicio militar. Este “sistema corvée” se implementaba a través de los funcionarios locales, pero su control estaba a cargo de una oficina de organización laboral.

El sistema típico "corvée" consiste, básicamente, en trabajar un día sin paga. Aunque se podía escapar legítimamente a esta carga laboral pagando a otra persona para que la realizase en su nombre; a aquellos que eludían el pago se les castigaba muy severamente, al igual que a sus familiares, o a quienes ayudasen en dicho incumplimiento. Los registros rescatados en la fortaleza de Askut, en la Baja Nubia, muestran que había un lugar a donde se podía enviar a los defraudadores del "corvée".

Esta práctica continuaría hasta la Dinastía XVII y, al parecer, la población de Nubia fue uno de los lugares exentos de impuestos y de la imposión del "corvée". Por su parte, el gobierno mantenía la paz en casa y patrullaba las fronteras al norte de la 2ª Catarata y al oeste del “Muro del Príncipe”. Mediante redadas en Palestina e incursiones en Nubia, los soberanos del Imperio Medio pudieron extender la influencia y prosperidad de Egipto más allá de sus fronteras. El comercio se convirtió en monopolio del faraón, con la correspondiente supervisión de funcionarios estatales, y en Nubia la recompensa fue extremadamente substanciosa.

Muchos de los títulos de funcionarios del Imperio Medio fueron los ya usados durante el Imperio Antiguo, aunque se crearon algunos cargos adicionales. Una de las características más notables del Imperio Medio fue la distinción de los cargos oficiales en puestos y tareas más específicos, lo que puede haber sido consecuencia de un crecimiento general de la burocracia, si bien el campo de actividades de cada puesto se habría restringido.

Una excepción en esta disminución de las actividades fue la de “Portador del Sello Real” que incorporaba tareas de supervisión; especialmente bajo el faraón Mentuhotep II. El visir, cuyas responsabilidades aparecen enumeradas en un texto funerario del Imperio Nuevo procedente de la tumba de Rekhmira ("Los Deberes del Visir"), aún era primer ministro bajo el soberano, aunque ya de forma menos prominente en los registros posteriores a la Dinastía XI. La práctica de tener dos visires es incierta para el Imperio Medio, aunque bajo Senusret I sí parece que eran dos los visires, Antefoker y Mentuhotep, los que servían al mismo tiempo.

Las escasas fuentes informativas de finales del Imperio Medio sugieren que hubo otros cambios políticos entre el Imperio Antiguo y el Medio; la centralización del gobierno fue mucho más generalizada en las zonas regionales durante el Imperio Medio, mientras apenas hay evidencia de ello en el Imperio Antiguo. También había un mayor control sobre los individuos y la obligación que cada uno se considerase en deuda con su gobierno. Esta mayor intrusión en la vida privada puede atribuirse parcialmente a la costumbre en el Imperio Medio de delegar tanto control a los alcaldes de las ciudades. Pero, a su vez, tiene lugar un cambio significativo al poner a las provincias en línea con los estilos y prácticas de la capital. El trabajo artístico es el mayor exponente visible de este fenómeno.

Fue, no obstante, el cargo de nomarca el que experimentó la fluctuación más acentuada de todos durante el Imperio Medio. Debido a su distancia de Menfis, los antiguos nomarcas siempre habían disfrutado de un cierto grado de independencia durante el Imperio Antiguo. Esta independencia acabó reforzada por el hundimiento del gobierno de Menfis, por lo que uno de los mayores éxitos de los dirigentes del Imperio Medio fue minimizarla, para lo que cada soberano eventualmente emplearía diferentes estrategias para implementar y hacer efectiva esta política.

Bajo Mentuhotep I, a los nomarcas se les retenía en muchas zonas de las que aún se conservan registros, (aunque no ha sobrevivido mucha evidencia de este tipo) pero, según parece, aquellos nomarcas considerados de escasa utilidad para los tebanos habrían perdido su puestos de forma automática. Durante la Dinastía XI, los nomarcas asumieron sus roles tradicionales, pero sin la supervisión de los funcionarios del faraón. Muchos de los que retuvieron el poder, exhibían y hacían gala de aires de grandeza: El conde Nehry del nome de Hermópolis, por ejemplo, dató las inscripciones de su propio “reinado” en tiempos del faraón Mentuhotep IV, y sus enunciados que aparecen en la cantera de Hatnub sugieren, de forma contundente, desafíos al propio faraón.

El plan básico adoptado por Amenemhat I consistía en hacer de cada ciudad un foco de administración autonómica. Cada ciudad estaba controlada por un alcalde, y sólo el funcionario jefe de las ciudades más importantes heredaba el puesto de nomarca. Con esta consideración de la ciudad como unidad básica de gobierno, el impacto político del resto de los territorios del nome se debilitó.

Los nomarcas de Amenemhat I ostentaban los títulos de “Gran Jefe Supremo", "Alcalde" y "Supervisor de Sacerdotes”, y residían principalmente en las zonas central y fronterizas de Egipto. El factor principal que propiciaba el control real sobre estos hombres parece que era el hecho de que, al menos en los dos primeros reinados de la Dinastía XII, habrían sido nombrados personalmente por el faraón; aunque ya para el reinado de Amenemhat II, el cargo volvería a ser de nuevo hereditario.

Estos nomarcas aprovechaban al máximo sus puestos para beneficico propio o de los suyos; algunos llegaban a adaptar títulos a su personal de confianza paralelamente a lo que se hacía en la Corte Real: de forma que uno se topa, aquí y allá, con un “tesorero”, un “canciller”, e incluso un capitán del ejército como parte del séquito doméstico. Pretensiones aparte, a los Supervisores de Sacerdotes no se les permitía que se olvidasen de su benefactor, el faraón, que era quien los había organizado de forma casi feudal: a él se le debía lealtad y vasallaje directo a cambio de prebendas reales; ellos estaban obligados a proteger las fronteras de Egipto; a hacerse cargo de las expediciones reales; y, probablemente, a actuar como diputado real en las recepciones oficiales a delegaciones extranjeras, como la llegada de mercaderes beduinos al nome de Oryx, representada en la tumba de Khnumhotep, en Beni Hasan (BH3), durante el reinado de Amenemhat II.

Hacia el reinado de Senusret III, desaparecería el título más importante del nomarca, “Gran Jefe Supremo”, y la opinión convencional es que debe haber sido decisión del faraón por causa de force majeure. No obstante, la causa real pudo haber sido algo diferente: hacia el reinado de Senusret III, sólo los nomarcas de el-Bersha y Elefantina aparecen todavía registrados de forma clara como “grandes jefes supremos”; otras zonas estaban controladas por alcaldes, pero al no existir registros de muchas ciudades, no se puede asegurar con certeza.

El egiptólogo alemán Detlef Franke, ha demostrado que la práctica durante el reinado de Senusret II era que correspondía al faraón la educación en la capital de los hijos de los nomarcas, a los que posteriormente les concedería puestos; bien en la propia capital, o en cualquier otra zona. Con los vástagos de la familia diseminados así, el puesto de nomarca acabaría siendo eclipsado por el de los alcaldes de las ciudades quienes, inevitablemente, no gozarían de la misma riqueza material y el poder de los gobernadores de provincia. Esto explicaría porqué la era de las tumbas provinciales ricamente decoradas llegó a su fin.

Así pues, es muy improbable que el faraón Senusret III hubiese sido el instrumento de la desaparición de los nomarcas, ya que los registros nos dicen que, aunque el puesto eventualmente desapareciese bajo Senusret III, había estado ya en declive desde al menos los tiempos de Amenemhat II.

No obstante, Senusret III nombraría otros funcionarios, con base en la Corte Real, como gobernadores de amplios sectores del país, lo que supuso una brusca ruptura con las prácticas del pasado. Se crearon también dos oficinas (waret), una para cada una de las zonas norte y sur, cuya operatividad estaba en manos de una jerarquía de funcionarios. Se inauguraron otros departamentos, como el de “tesorería”, la “oficina de donaciones del pueblo”, y el de “organización laboral”.

El sector militar estaba organizado bajo el mando de un General Jefe y se creó una nueva “oficina del visir”. Además de estos departamentos estatales existía una administración separada para Palacio. Como resultado de esta nueva jerarquización, aparecieron títulos nuevos, con el consiguiente aumento de la burocracia, que se vería reflejada en un mayor número de estelas funerarias para este período, visible indicador de una mayor riqueza de la clase media.

Fuera de las fronteras gubernamentales, estaban los bienes del templo y sus dependencias. Como revelan los contratos del edil de Asyut, Djefahapy, éste constituía en sí un mundo igual de burocrático. Los diez contratos de Djefahapy, que han sobrevivido al estar inscritos en el propio muro del templo, se alcanzaron para asegurarse el culto mortuorio.

Aparte de las implicaciones legales, los contratos también revelan algunas de las otras condiciones aplicables al templo; como puede ser el hecho de que cada persona del distrito estaba obligada a proporcional al templo un hekat (casi cinco litros) de grano de cada parcela de su propiedad, con ocasión de la primera cosecha del año. Los contratos son muy específicos, e indican que los templos eran autosuficientes y que ellos también tenían que pagar impuestos a la Corona, a menos que recibiesen un decreto de excepción del propio faraón. La política de Senusret I para la construcción de templos provinciales por todo el país, de hecho redujo las bases locales de poder.

LA CORTE REAL

Pocas han sido las manifestaciones que nos han llegado referentes al rol del faraón durante el Imperio Antiguo, pero se dispone de algunos textos del Imperio Medio que arrojan alguna luz sobre la naturaleza de la Realeza, tales como “Enseñanzas para Merykara”, “La Enseñanza de Amenemhat I” y los “Himnos a Senusret III”.

Algunos registros privados también aportan algunas pistas; como es el caso de un largo poema que aparece en la estela de Sehetepibra, en Abydos (Museo Egipcio de El Cairo) que describe la importancia del faraón para su pueblo.

Los episodios finales de “La Historia de Sinuhe”, que nos describe el regreso de un cortesano egipcio del exilio, proporciona detalles sobre la vida durante la Dinastía XII, si bien es el Papiro Bulaq 18 de la Dinastía XIII el que nos proporciona la evidencia más reveladora sobre la jerarquía social de la familia real y el número de raciones diarias que se distribuían, lo que indicaría la relativa importancia de esta y de otras dependencias de palacio. Este papiro, nos habla de la fluidez de movimientos de gente diferente, con sus estancias lejos del propio palacio.

En cuanto al propio complejo palaciego, el papiro nos indica que había tres divisiones interiores dentro del propio recinto. En orden descendiente de importancia, éstas eran: la kap, o guardería, que era dominio de la familia real, de sus sirvientes personales y de aquellos niños seleccionados cuya educación dependía del faraón; la wahy, zona de audiencia del patio de columnas, donde se celebraban los banquetes; y el khenty, o palacio exterior, lugar donde se trataban los asuntos de la Corte.

Estos tres grupos de edificios se situaban dentro de una zona menos majestuosa, conocida como la shena, donde se distribuían provisiones a los dependientes de fuera de palacio. El visir y los funcionarios mayores ocupaban el khenty, mientras que el personal de servicio estaba restringido al shena. El supervisor interior de la kap parece que habría sido el único funcionario que podía operar en ambas partes del palacio: la exterior y la interior. Sin la información procedente del Papiro Bulaq 18, nuestro conocimiento de la organización palaciega no iría más allá de los planos arquitectónicos de un palacio de la Dinastía XII, en Tell Basa, y otro de principios de la Dinastía XIII, en Tell el-Dab’a, en el Delta.

LA VIDA URBANA: LA CIUDAD PIRAMIDAL DE LAHUN

La vida de la gente ordinaria nos llega vía la ciudad de Hetep-Senusret, junto al complejo piramidal de Senusret II en el lugar de Lahun. Erróneamente llamada Kahun por Flinders Petrie, que excavó allí en 1888-9, se la asoció de forma muy cercana al culto de Senusret II.

Trazada en un solo plano arquitectónico, al estilo de los pueblos amurallados, mucho más pequeños, del Imperio Nuevo, de Amarna y Deir el-Medina – como veremos en los capítulos 9 y 10 que siguen - Hetep-Senusret se fundó para acomodar a los trabajadores reales y a sus familias. Es muy probable, sin embargo, que incluyese entre sus habitantes muchos que no tenían conexión alguna con el culto funerario. Se ha estimado, basándose en la capacidad de todos los silos de grano de la ciudad, que podría haber albergado a una población de hasta 5.000 personas. No obstante, el emplazamiento actual difícilmente se distingue del desierto que lo envuelve, habiendo desaparecido cualquier rastro de ladrillos de barro, quedando sólo restos de cimientos y las partes bajas de algunos edificios.

El material de Lahun es particularmente valioso en cuanto que proviene de un mundo vivo más que de una necrópolis. No obstante, excavaciones más recientes han puesto al descubierto asentamientos del Imperio Medio en Abydos, Menfis, y Elefantina, que nos hacen empezar a considerar el material de Lahun en un contexto geográfico y social más amplio.

Por desgracia, la mayoría del material que queda en Lahun, abandonada por vez primera durante la Dinastía XIII, fue a parar a enormes fosas de basura propiciadas por los ocupantes del lugar una vez pasado el Imperio Medio. Es así que la gran mayoría del preciado contexto del material fue destruido mucho antes de que el emplazamiento fuese excavado.

Sin embargo, algunas casas quedaron comparativamente en buen estado, y nos ofrecen el potencial que nos permite echar una ojeada a las vidas de la clase de individuos que no suelen aparecer en el material textual y funerario que ha sobrevivido.

Gracias a la colección del egiptólogo británico Percy Edward Newberry (1.869-1.949) de diferentes tipos de semilla procedentes de la expedición de Petrie, ha sido incluso posible recrear la vegetación de la zona, si bien con cierta contaminación con material botánico grecorromano. Había amapolas, altramuces, resedas, heliotropos, y lirios; y también yerbajos; y verduras como guisantes, alubias, rábanos, y pepinos.

El material de Lahun también incluye curiosos hallazgos, como un “palillo de fuego” utilizado para hacer fuego (probablemente el único que ha sobrevivido); un juego de utensilios médicos; y muchas otras herramientas de labranza y de artesanos profesionales. También hay una rica variedad de cerámica, y un gran número de papiros – algunos aún sin publicar – cuyos contenidos arrojan luz sobre temas de religión y de la vida cotidiana. Entre los textos más interesantes de Lahun está el llamado Papiro Ginecológico que, como sugiere su nombre, representa la colección más antigua que existe de remedios para las enfermedades de la Mujer.


COMERCIO EXTERIOR

De los contactos comerciales entre el Egipto del Imperio Medio y el Egeo se sabe gracias a unos pocos restos de cerámica minoica de la fase del asentamiento de Lahun, durante la Dinastía XII, así como por la tapa de un “pyxis” - pastillero utilizado por los antiguos griegos para sus medicinas - y por fragmentos de cerámica local egipcia que claramente imitaban a los modelos minoicos. No obstante, al haberse encontrado estos fragmentos en depósitos de deshechos, es difícil estar seguro de su datación, como igualmente los son los contextos estratigráficos originales.

Curiosamente, tienen la apariencia de haber sido recipientes corrientes, usados por los obreros, más que objetos de lujo importados; incluso, quizás indicativos de la presencia de mano de obra extranjera procedente de Creta entre la población urbana. De la Dinastía XII también existen unos cuantos depósitos de cascotes de “cerámica de Kamares, o Camares” minoica, en lugares tales como Lahun, el-Haraga y Abydos, y en una tumba de la Dinastía XII, y tan lejos al sur como Elefantina.

Numerosos objetos de esta época revelan la presencia de una red comercial de intercambio artístico e iconográfico: se pueden encontrar motivos egipcios en objetos raros, como en escarabeos dedicatorios de barro utilizados como ofrendas en santuarios importantes en ciertos lugares de Creta. Los jarrones de piedra egipcios encontraron su propio camino a Creta, mientras sus estilos eran imitados por artesanos minoicos. Aunque estas imitaciones locales de los estilos egipcios, y de su iconografía, con frecuencia provienen de contextos sin datación, son importantes en cuanto que sugieren contactos frecuentes que redundaban en un intercambio de "ideas", así como de productos y materiales.

En Lahun y Lisht, hay también una temprana evidencia de la distintiva cerámica de Tell el-Yahudiya (ver Capítulo 8) consistente en jarras que quizás una vez guardaron aceite del Cercano Oriente. Los faraones egipcios promocionaron activamente la importación de madera, aceite, vino, plata, y quizá marfil de Siria-Palestina. Ambas cerámicas, la chipriota y la minoica, aparecen también testimoniadas en hallazgos ocasionales en Egipto.

Los artículos egipcios, tales como escarabeos, estatuas, jarrones, joyas, e incluso esfinges, se han encontrado en yacimientos tan lejanos entre sí como Byblos, Ras Shamra, y Creta. Se iniciaron nuevos contactos con Chipre y Babilonia, pero muy poco de este material procede de contextos correctamente datados.

Un aumento de los contactos con el Cercano Oriente parece deducirse del hecho de que los pesos asiáticos llegan a superar numéricamente a los egipcios en Lahun. Además, uno de los hallazgos más ricos del Imperio Medio lo forma una colección de material asiático, o quizás minoico, de oro y plata, descubierto en cuatro cofres de bronce bajo el templo de Montu, en Tod.

A la inversa, el arqueólogo francés Pierre Montet (1.885-1.966), famoso por sus descubrimientos en Tanis en 1939, descubrió un acopio de más de 1.000 objetos egipcios enterrados en una tinaja en la ciudad siria de Byblos, que incluía joyas de un asombroso parecido con el “tesoro” de las tumbas de las princesas de la Dinastía XII, en la necrópolis de Lahun.

Neferhotep y otros gobernantes egipcios eran reconocidos como grandes jefes supremos por los gobernantes locales de Byblos quienes, no sólo copiaban la insignia y los títulos, sino que también imitaban las inscripciones de jeroglíficos egipcias.

Había también estrechos contactos con la zona sur de Egipto. Aparte de sus actividades en Nubia, muchos de los soberanos del Imperio Medio, en particular Mentuhotep III y Senusret I, mantenían relaciones comerciales con la región africana del Punt; probablemente situada en algún lugar vecino de la moderna Eritrea. El puerto de la Dinastía XII de Sa’waw ha sido descubierto en el extremo Este de Wadi Gawasis, en la costa del Mar Rojo – a corta distancia de la moderna Quseir – y algunas estelas encontradas a lo largo del wadi, y en el propio puerto, proporcionan registros de expediciones a el Punt durante la Dinastía XII.

PRÁCTICAS RELIGIOSAS Y FUNERARIAS

Las novedades más importantes de la religión en el Imperio Medio están relacionadas con el culto a Osiris que se había convertido en el Gran Dios de todas las necrópolis. Una de las razones del crecimiento de este culto parece ser que fue el sofisticado patronazgo ejercido por los gobernantes del Imperio Medio; especialmente en Abydos durante la Dinastía XII. Éste llegó a su clímax durante el reinado de Senusret III, cuyo cenotafio de Abydos fue el primer monumento real que se construyó en el lugar durante el Imperio Medio.

Un decreto de los tiempos del faraón Wegaf, perteneciente a la Dinastía XIII - usurpado por Neferhotep - prohíbía la construcción de tumbas en el camino procesional de Abydos. Sobekhotep III ya había levantado allí estelas para algunos miembros de su familia, y Neferhotep I viajó a Abydos para participar en los "misterios de Osiris" en el segundo año de su mandato, erigiendo una estela en conmemoración del evento.

Dado el poder de Osiris y de Abydos en términos de capacidad de legitimación real, puede que el interés de los soberanos de la Dinastía XIII se debiese, principalmente, a su carencia de ascendencia real, cosa que no se puede decir de los soberanos de la Dinastía XII.

La creciente influencia de Osiris debe tener su origen, en parte, en la activa promoción de Abydos y en los llamados “misterios de Osiris”. Algunos detalles de este conjunto de ritos se mencionan en una estela de la Dinastía XII – actualmente en el Museo Británico – que fue inaugurada en Abydos por Ikhernofret, el organizador del festival anual, durante el reinado del faraón Senusret III.

La expansión del culto a Osiris estuvo acompañada de un fenómeno cultural descrito a veces como la “democratización del Más Allá”: una extensión de los privilegios reales de antaño al pueblo llano. Un gran número de estelas, en particular en Abydos, muestran que cada vez era más normal participar en los ritos de Osiris, recibiendo así sus bendiciones que en un tiempo estaban restringidas a los faraones.

Como resultado de esta evolución, las creencias funerarias y los ritos de toda la población empezaron a cambiar. Uno de los primeros cambios fue la práctica de decorar los ataúdes privados con los "Textos de los Sarcófagos"; una combinación de extractos de los "Textos de las Pirámides" con nuevas composiciones literarias que surgieron durante el Primer Período Intermedio (Ver Capítulo 6).

No obstante, a mediados de la Dinastía XII, la utilización de estos textos repentinamente cesó; en principio a consecuencia de nuevos cambios funerarios, tales como la introducción del ataúd con silueta de momia que, por su forma más irregular, era menos apropiado para acoger largas inscripciones de textos religiosos.

Otra novedad religiosa del Imperio Medio fue la idea de que todo el mundo – no sólo el faraón – poseía un ba, o fuerza espiritual. La prueba más evocadora de ello es el texto literario titulado “Diálogo entre un Hombre cansado de vivir y su Ba” que debe ser el texto literario sobre el suicidio más antiguo del mundo; un profundo y auténtico tratado filosófico. Se solía poner gran énfasis en la “piedad personal”; es decir, el acceso directo y personal a los dioses, más que a través del faraón o de los sacerdotes; un concepto religioso que llegó a aumentar aún más su popularidad durante el Imperio Nuevo.

Las estelas del Imperio Medio hacen hincapie en la piedad de los titulares fallecidos, y de aquí surge el concepto de “confesión negativa”: listas rituales de ofensas que el finado asegura no haber cometido. Las propias estelas se convirtieron en monumentos conmemorativos; en especial aquellas decoradas con "el ojo wedjat", símbolo de protección por excelencia, si bien otras insignias, como puede ser el círculo shen y el disco solar alado – que muestran las estelas reales – también aparecen durante este período.

Los complejos mortuorios de la Dinastía XI y la Dinastía XII, también experimentaron cambios considerables en su diseño, como así lo requerían los faraones para que la formas arquitectónicas reflejasen sus creencias religiosas. Ingenieros y arquitectos alcanzaron niveles de verdadera maestría, y los albañiles gozaron de habilidades que excedían las de sus homólogos del Imperio Antiguo; habilidades que pondrían en práctica no sólo en los complejos reales sino también en la creación de templos de mayor tamaño y de un mejor acabado.

En este período se va apreciando la compleja ingeniería interior de las pirámides reales, y la experimentación estructural en la arquitectura en construcciones, tales como los paseos con terrazas de Mentuhotep II, en Deir el-Bahri, los pilonos y la cripta triple de Mentuhotep II en la “Colina de Thoth”, en Tebas, y las galerías de Senusret II en su pirámide de Lahun. Las tallas en relieve, que ya encontramos con anterioridad en los complejos mortuorios del Antiguo Imperio, decoran ahora, para dioses y faraones por igual, las paredes de los templos del Imperio Medio. Fue también en este período que se inauguró el vasto complejo de Karnak, y se construyeron los otrora imponentes templos de el-Faiyum, .

También se vislumbra la experimentación en las tumbas regionales de los nomarcas desde la Dinastía XI en adelante. Ellas nos muestran el lado de la vida más mundano de estos funcionarios, con sus aficiones a la caza, la pesca y la lucha libre; así como su fascinación por el mundo exótico de los Asiáticos.

Las grandes y ricamente decoradas tumbas rupestres, con frecuencia exhibían fachadas con pilares, y las propias tumbas estaban elevadas por encima de los enterramientos de miembros de su “corte” personal, que aparecían dispersos por toda la ladera.

Los ataúdes de los nomarcas - especialmente los de Deir el-Bersha – lucen las obras de arte más bellas de todas las que han sobrevivido. En muchos casos, están decorados con copias antiguas del “Libro de los Dos Caminos”, que consistía en un conjunto de instrucciones para alcanzar de forma segura el Más Allá. Sin embargo, conforme el cargo de nomarca fue perdiendo importancia, el carácter de la necrópolis de provincia cambió: el tamaño y número de tumbas pequeñas aumentó, y ya no parecía tan evidente la discriminación jerárquica basada en los niveles de posicionamiento de las sepulturas.

Por el contrario, en la capital, las cosas eran más bien diferentes: las tumbas de funcionarios se ubicaban en las necrópolis reales, más que en los cementerios familiares de la localidad; la tumba-mastaba se convirtió en el estilo preferido de tumba privada, y la posesión de un monumento conmemorativo privado se hizo imperativa para todos.

Ya en el Imperio Medio, la momificación se había extendido mucho más, aunque no era muy efectiva. Si bien la evisceración se practicaba con más frecuencia, los cuerpos estaban mal momificados, y la carne residual raras veces sobrevivía, a pesar del hecho de que el vendaje exterior era, con frecuencia, de lujo. A las momias se les dotaba de máscaras de cartonnage, con frecuencia bellamente pintadas, los cuerpos yacían colocados en los lados dentro de ataúdes rectangulares, orientados según los puntos cardinales y los textos que aparecían escritos en las paredes de la tumba.

Otro cambio importante en las prácticas funerarias consistió en la introducción del shabti, palabra que algunas veces se la conoce como ushabti, o shawabti, que quiere decir “palo”, o “el que responde”, o quizás ambos. Los shabtis eran estatuillas hechas de variados materiales (cera, barro, cerámica, fayenza, madera o piedra) de los que se esperaba que actuarían como substitutos mágicos cuando el propietario de la tumba tuviese que realizar algún trabajo para Osiris.

Los ejemplares más antiguos datan de los tiempos de Mentuhotep II, y solían tener la forma de pequeñas figuras desnudas, sin ninguna fórmula escrita sobre ellas, mientras que otras tenían la forma de una momia. Estas figurillas eran, claro está, simples recordatorios tridimensionales del texto número 472 del los "Textos de los Sarcófagos" que aparecían dentro de algunos ataúdes del Imperio Medio.

No obstante, para finales de la Dinastía XII, el texto empezó a aparecer escrito en el propio shabti. Se cree que el rol del shabti puede haber estado ligado al “sistema corvée" por el que cada individuo se veía obligado a trabajar para el faraón, o al trabajo que la gente corriente se veía obligada a realizar para el mantenimiento de las vías fluviales. Como los trabajadores humanos, los shabtis posteriores portaban azadas y bolsas de semilla con las que hacer el trabajo.


La fotografía que encabeza esta Hoja Suelta - procedente de la Base de Datos del Museo Británico - nos muestra el shabti del escolta Renseneb, de la Dinastía XIII, datado hacia 1.730-1.720 A.C. y nos ofrece, al pie, una detallada descripción de la pieza junto a las características, uso y significado de este particular amuleto.

LOS LOGROS CULTURALES DEL IMPERIO MEDIO

El Imperio Medio fue un tiempo en el que el arte, la arquitectura y la religión alcanzaron nuevas cumbres; sobre todo, fue una edad de confianza en la escritura, sin duda estimulada por el crecimiento de la “clase media” y del colectivo de escribas de la sociedad que, a su vez se debió, en no poca medida, a la expansión de la burocracia bajo el faraón Senusret III.

Florecieron formas variadas de literatura, de forma que, según parece, los propios egipcios antiguos llegaron a considerarla como la era “clásica” de la Literatura Egipcia. Narrativas tales como “La Historia de Sinue” - cuya popularidad viene marcada por el gran número de copias que nos han llegado – “El Marinero Naufragado”, y los episodios fantásticos del “Papiro Westcar” fueron todos compuestos en el Imperio Medio, mientras que las obras filosóficas tales como El Himno de Hapy”, la “Sátira de los Comercios”, y el “Diálogo entre un Hombre Cansado de vivir y su Ba”, fueron también muy populares.

Además, una amplia variedad de documentos oficiales han sobrevivido, incluyendo informes, cartas y cuentas que no sólo ayudan a retocar el cuadro general del período de que disponemos, sino que también nos indican que el alfabetismo estaba más extendido que lo había estado durante el Imperio Antiguo.

Bajo la dirección de los gobernantes del Imperio Medio, Egipto tuvo sus ojos abiertos al más amplio mundo de Nubia, de Asia y del Egeo, beneficiándose así del intercambio de materiales, productos e ideas. El Imperio Medio fue una era de tremenda invención, enorme visión y proyectos colosales, pero también se prestó atención de forma cuidada y elegante al detalle en la creación de pequeños objetos de uso cotidiano y decorativos.

Este nivel más humano está presente al haberse convertido el ser humano en algo más destacado en términos cósmicos; ya fuese como resultado de sus obligaciones frente al estado a través de los impuestos o del sistema corvée, de sus previsiones para el entierro, o de su presencia, cada vez mayor, en la literatura de su tiempo. Ni Sinué, ni el “marinero naufragado”, habrían sido personajes de cuento en el Imperio Antiguo, pero, con ser así, estos individuos aparecen sentados cómodamente en el prestigioso y amplio sillón de la Literatura del Imperio Medio, al amparo de este período de mayor humanidad.

COMENTARIO EX PROFESO

Con esta última e interesantísima reflexión, llegamos al final de este largo recorrido por el Imperio Medio, con lo que damos por terminado el Capítulo 7º del corpus de la obra de Ian Shaw, “The Oxford History of Ancient Egypt”, tan brillantemente desarrollado de la mano de su autor, el prestigioso erudito australiano Profesor V. Gae Callender, de la Macquarie University, Australia.

A través de esta mano virtual, a veces he creído sentir cómo corría por mis vasos capilares todo un flujo de fechas, hechos, incidentes, juicios y consideraciones de todo un período que han dejado, finalmente, en mí, el sedimento del conocimiento; y con él, la posibilidad y, porqué no, el derecho de juicio, opinión y reflexión profana sobre su naturaleza, a la espera del expectante recorrido por otros períodos posteriores, otros tiempos, otras eras, de este Antiguo Egipto, que me hagan reconfirmar o, por el contrario, rectificar, lo que ha quedado dentro de mí de este Imperio Medio que nos deja y que a continuación resumo.

Se trata, ante todo, de un período de total creatividad y avance en el campo tecnológico, artístico, cultural, comercial, político, legal, literario, filosófico, lingüístico, social, económico, fiscal, docente, religioso, funerario y, sobretodo, humano.

Pienso en el Imperio Medio como “Piedra Angular” del Antiguo Egipto, sobre la que se va a edificar un inmenso imperio allende las aguas mediterráneas, una impresionante cultura varias veces milenaria, una sofisticada escritura, una filosofía y una religión complejas, con cabida incluso, más adelante, para una primera tentativa monoteísta, base y origen de las actuales grandes religiones, y un arte imperecedero, semilla de posteriores civilizaciones.

Y sin más odas ni lisonjas, termino.

Faraones de la Dinastía XI (todo Egipto): (2055-1985):

Mentuhotep II (Nebhepetra)
Mentuhotep III (Sankhkara)
Mentuhotep IV (Nebtawyra)

Faraones de la Dinastía XII (1985-1773):

Amenemhat I (Sehetepibra)
Senusret I (Kheperkara)
Amenemhat II (Nubkaura)
Senusret II (Khakheperra)
Senusret III (Khakaura)
Amenemhat III (Nimaatra)
Amenemhat IV (Maakherura)
Reina Sobekneferu (Sobekkara)

Faraones de la Dinastía XIII (1773-después de 1650):

Wegaf (Khutawyra)
Sobekhotep (Sekhemra-khutawy)
Iykhernefer Neferhotep (Sankhtawy-sekhmra)
Ameny-intef-amenemhat (Sankhibra)
Hor (Awibra)
Khendjer (Userkara)
Sobekhotep III (Sekhemra-sewadjtawy)
Neferhotep I (Khasekhemra)
Sahathor
Sobekhotep IV (Khaneferra)
Sobekhotep V
Ay (Mernefarra)

Faraones de la Dinastía XIV (1773-1650):

Diversos gobernantes menores, probablemente contemporáneos con la Dinastía XIII o Dinastía XV.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 5 de febrero de 2010.

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

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