domingo, 4 de abril de 2010

El Segundo Período Intermedio (c.1650-1550 A.C.) 1/5.- El Territorio de Avaris

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Escarabeo de corazón del Faraón Sobekemsaf procedente de su tumba en Tebas, Dinastía XVII, hacia 1590 A.C. Se trata de una pieza única por ser una de las más antiguas de su género y ser el primer escarabajo de corazón conocido como perteneciente a un faraón. Se trata de un escarabajo de jaspe verde con cabeza humana, montado en oro. Puede que sea una de las piezas del botín que los ladrones de tumbas que, durante el juicio celebrado hacia el año 1109 A.C., se confesaron autores del desvalijo de la momia de la tumba del faraón Sobekemsaf II, según consta en el papiro depositado en el Musèe Cinquantenaire, Bruselas y la Pierpont Morgan Library, Nueva York. El amuleto se colocaba en el pecho de la momia para asegurarse así que su corazón, asiento de la inteligencia y la personalidad del finado, permanecería intacto. Alrededor de la base aparece inscrito un verso del ensalmo 30B del "Libro de los Muertos". El aspecto del escarabeo coincide con exactitud con la descripción que se impone en el ensalmo: "...hecho de piedra verde montado sobre oro fino". El ensalmo 30B, muy antiguo, puede datar del Imperio Antiguo (hacia 2.613-2.160 A.C.). Un escarabajo de corazón de la Dinastía XIII (hacia 1.795-1.650 A.C.) sugiere que su producción tiene su origen en el Imperio Medio; es decir, unos 400 años después de que supuestamente se compusiese el ensalmo, si bien su mera mención favorecería al pedigree del amuleto, aparentando ser más viejo de lo que realmente era. La ilusión de antiguedad también se utiliza para dar validez a la "Teología Menfita" de la Piedra Shabako, reliquia de la Dinastía XXV, que ha propiciado una nueva persepción de la cultura y doctrinas religiosas de los antiguos egipcios. Mientras el faraón Shabako realizaba una inspección en el Templo de Ptah, en Menfis, contempló horrorizado cómo un viejo papiro estaba siendo devorado por los gusanos. No queriendo perder lo que aún quedaba de la información, hizo grabar lo que pudo en una piedra de 66 cm de alta por 137 cm de ancha. Posteriormente su deterioro iría a más al ser utilizada como piedra de molino, afectando muy en particular a los jeroglíficos que sufrirían así un nuevo y posterior deterioro. Acualmente, la Piedra Shabako se encuentra expuesta en el Museo Británico.

A MODO DE PREÁMBULO

Después de un período semisabático que me he generosamente concedido, vaga y subconscientemente iniciado a modo de respiro y desintoxicación egipcia poco antes de nuestras últimas Pascuas – Navidad para otros muchos – y al que sin intención ni premeditación previa pongo fin hoy - Domingo de Resurrección de nuestra Semana Santa - me veo en la antesala de un nuevo capítulo que titularemos “El Segundo Período Intermedio”.

El Capítulo 8º del Proyecto que nos ocupa, pasará a formar parte del eventual corpus de esta mi versión en castellano que, a excepción de mis esporádicas y ya familiares reflexiones, comentarios, anotaciones y/o aclaraciones adicionales, pretende fielmente ajustarse - con sus eventuales quince capítulos - a los correspondientes y homónimos quince de la versión original en inglés del Profesor Ian Shaw, “The Oxford History of Ancient Egypt”, a la que reiteradamente aludo.

Por otra parte, los elementos gráficos que encabezan cada "Hoja Suelta", han sido seleccionados por mí; en la mayoría de los casos en razón de su relación con el tema que encabezan y el período que éste abarca; todos ellos proceden de la inagotable fuente de la Base de Datos del Museo Británico, Londres.

La leyenda que, con mayor o menor extensión, aparece a su pie en caracteres menores, supone también un elemento adicional - ajeno a la obra original - que describe la pieza a la que acompaña e informa de sus orígenes.

Esta vez la autoría del ensayo monográfico recae sobre la Profesora Janine D. Bourriau MA, FSA, Honorary and Emeritus Fellow, Darwin College, University of Cambridge, autora de numerosos libros y ensayos sobre Arte, Ciencia, Cerámica, y otros muchos tópicos de la varias veces milenaria Historia del Antiguo Egipto, entre los que cabría destacar, por su proximidad en el tiempo con el período que acabamos de dejar atrás, “Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Cambridge University Press, 1988.

INTRODUCCIÓN

El Segundo Período Intermedio viene definido por la división de Egipto; la fragmentación de las Dos Tierras. “¿Cómo puedo pensar en mi propia fortaleza mientras existe un Gran Hombre en Avaris y otro en Kush, ligados a un Asiático y a un Nubio, que se reparten un trozo de Egipto?” Este era el lamento del faraón Kamose (1.555-1.550 A.C.) a finales de la Dinastía XVII.

El inicio del Segundo Período Intermedio viene marcado por el abandono de la residencia real de Lisht, a 32 km al sur de Menfis, y el establecimiento de la corte real y sede del gobierno en Tebas, la Ciudad del Sur. El fin acaece con la conquista de la capital de los Hyksos, Avaris, en la región del Delta, por Ahmose, Rey de Tebas.

El tiempo transcurrido entre ambos eventos sería de unos 150 años y la reunificación de Egipto conseguida por Ahmose no se rompería en los siguientes 400. Es probable que el último faraón de Lisht fuese Merneferra Ay (c.1.695-1.685 A.C.) al ser éste el último dirigente de la Dinastía XIII, según se desprende de la secuencia del Canon de Turín que hace referencia a monumentos en el Alto y Bajo Egipto. La caída de Avaris se puede datar de forma más ajustada entre los años 18 y 22 del reinado de Ahmose; 1.532-1.528 A.C. según la cronología en él usada.

En el curso de apenas seis generaciones - cada una calculada como un período de veinticinco años - tuvieron lugar profundos cambios culturales y políticos, si bien la desunión de Egipto propició que estos se desarrollasen de forma diferente, con pautas variables, en regiones diversas. Es así que, más allá de presentar la historia de este período como una sola narración, parecería aconsejable y ventajoso hacerlo desde la óptica más propicia que nos ofrece cada una de las principales regiones del país de norte a sur.

Pero estas regiones sólo pueden definirse a partir de las fuentes de que disponemos y, dadas las lagunas que presentan, es más que probable que el país estuviese aún más fraccionado de lo que normalmente se piensa. Y no es hasta el inicio de las hostilidades entre los Hyksos y los faraones tebanos que una única narrativa histórica podría considerarse apropiada.

Las fuentes escritas suelen presentar problemas peculiares, más por su abundancia que por su escasez, ya que la dificultad de integrar lo que nos cuentan con la evidencias arqueológicas disponibles sigue siendo profunda.

De alguna forma, su estudio se facilita si las agrupamos en seis categorías: Primera, las "Listas de Reyes", de las que destaca por su mayor profusión de detalles el papiro en hierático conocido como el "Canon de Turín"; recopilación de listas ya existentes durante el reinado del faraón Rameses II. Segunda, la Aegyptiaca de Manetón, narración escrita durante el siglo tercero A.C. de la que han sobrevivido sólo fragmentos introducidos por posteriores cronistas. Tercera, inscripciones reales escritas, contemporáneas y no contemporáneas, que cumplían a la perfección su papel “propagandístico” pero que, por dicha razón, dan lugar a una vívida y dramática mise-en-scène. Cuarta, inscripciones privadas particulares y, en especial, las “biografías funerarias”. Quinta, los registros de la Administración; tanto públicos como privados. Y, finalmente, Sexta, los textos literarios y científicos, tales como el "Papiro de Sallier I" y el "Papiro Matemático Rhind", encontrado en el siglo XIX en las ruinas de un edificio en Luxor y adquirido por A.H. Rhind en torno a 1860.

Estos textos son siempre valiosos, pero pueden dar origen a ambigüedades ya que incluso los más representativos, las inscripciones reales, han sido con frecuencia movidas fuera de su entorno original. La mayoría de las estelas tebanas se encontraron rotas y vueltas a usar en edificaciones posteriores, mientras que en Avaris, ninguno de los elementos inscritos en piedra en los monumentales edificios de adobe de los reyes Hyksos fue hallado en el estrato sedimentario al que originalmente pertenecía.

Las fuentes arqueológicas también presentan escollos propios; en especial vacíos o lagunas en el registro, producto de una pobre conservación o una excavación irregular. No se ha excavado ningún yacimiento del período en el Delta del Nilo central u occidental, o en el Egipto Medio entre Maiyana y Deir Rifa. Las fortalezas de adobe de la región de la 2ª Catarata, en la Baja Nubia, nos cuentan la historia de las relaciones entre Egipto y el Kush pero, después de la excavación parcial de la campaña de UNESCO en los años 60, se perdieron en las aguas del Lago Nasser. Lo que queda son retazos de información.

La adopción de un enfoque regional frente a las evidencias a las que se enfrentan los analistas, sirve para dar realce a un tema recurrente en la historia de Egipto: la rivalidad entre el Alto y el Bajo Egipto, que alcanzó su punto álgido en la batalla entre Tebas y Avaris al final del período.

EL TERRITORIO DE AVARIS

La cuestión que yace en el propio corazón del Segundo Período Intermedio es la de quiénes eran los Hyksos. La mayoría de los historiadores se apoyan en las fuentes escritas y, con raras excepciones como es el caso del Papiro de Rhind, ya mencionado, estas emanan de fuentes egipcias. No existe ninguna contrapartida de los Hyksos a los textos de Kamose. Lo que se tiene en su lugar es evidencia de la sistemática excavación de su capital, Avaris, hoy Tell el-Dab’a. Ahora sabemos el aspecto que tenían sus palacios, sus templos, sus casas y sus sepulturas, y podemos apreciar cómo su cultura fue evolucionando con el tiempo, si bien los Hyksos no constituían de por sí un solo y simple fenómeno.

El apelativo Aamu era el término contemporáneo que se aplicaba para distinguir a la población de Avaris de la población egipcia. Se utilizaba ya mucho antes del Segundo Período Intermedio, y continuó en uso por mucho tiempo - Rameses II, por ejemplo, lo utilizaba para referirse a sus oponentes de Kadesh – para denotar, en un sentido general, los habitantes de Siria-Palestina.

Los egiptólogos, convencionalmente traducen Aamu como “Asiáticos”; es decir, “habitantes de Asia Occidental”. El término “Hyksos”, por otra parte, viene, vía Grecia, del epíteto egipcio hekau khasut, o “gobernantes de países extranjeros”, literalmente de “países montañosos”, y sólo se aplicaba a los gobernantes de los Asiáticos. En sí mismo, carece de significado peyorativo, excepto que denota un estatus inferior al del faraón egipcio, y se utilizaba tanto por los egipcios como por los propios reyes de los Hyksos.

Cuando se consigue establecer su etimología, todos los nombres de los Asiáticos de Egipto de la época, tanto privados como reales, se derivan de las lenguas semíticas occidentales. Aquellas primeras sugerencias de que algunos eran urrianos - pueblo que vivía al norte de Mesopotamia – e incluso Hititas, no han sido confirmadas. Las referencias a los Asiáticos son numerosas durante el Imperio Medio; sus ocupaciones eran varias, a veces adoptando nombres egipcios mientras conservaban la designación de “Asiático” (aamu).

Los inmigrantes representaban una mano de obra económica, pero una inscripción del faraón de la Dinastía XII, Amenemhat II, hace reseña de una campaña marítima en la costa libanesa que resultó en un botín que incluía 1.554 Asiáticos. Tales campañas encajan en la existente evidencia arqueológica de Tell el-Habua que muestra la frontera oriental de Egipto tan fuertemente fortificada como la del sur.

Tell el-Habua es un amplio yacimiento situado al este de Tell el-Dab’a que data del Imperio Medio en adelante. Su excavador, Mohammed Maksoud, encontró restos de instalaciones mayores - con toda probabilidad un fuerte - a juzgar por el grosor de sus muros, bajo estratos de sedimentos del Segundo Período Intermedio. Por analogía con las fortalezas de la 2ª Catarata, las patrullas sin duda salían al desierto que les rodeaba y tomaban notas de los movimientos de gentes que pretendían “introducirse en Egipto”, notas que posteriormente remitirían, en forma de despachos, a la capital.

Existe evidencia de Tell el-Dab’a de que una comunidad de Asiáticos - si bien muy “egiptizada” - existía ya allí desde principios de la Dinastía XIII. No obstante, al día de hoy, es la única prueba arqueológica convincente de la existencia de una población de Asiáticos dentro del país durante el Imperio Medio, aunque con una forma de vida diferente a la de los egipcios. También tenemos textos contemporáneos que hacen referencia a “campos de trabajadoras Asiáticas”.

Es probable que el asentamiento más antiguo de Tell el-Dab’a - que data del Primer Período Intermedio - fuese deliberadamente concebido como parte del sistema defensivo construido para defender la frontera oriental. Durante el período que abarca finales de la Dinastía XII y principios de la XIII, el asentamiento creció enormemente a la vez que surgía en paralelo un asentamiento compuesto por una población de Asiáticos. El carácter no-egipcio de la comunidad es obvio por la distribución de las casas – que aparentemente seguían el modelo sirio – y por el hecho de que las tumbas eran parte integrante de las zonas habitadas, más que elementos situados fuera del asentamiento.

Las diferencias no se limitaban sólo a la cultura del material, definida por los tipos de cerámica y de armas, sino por la naturaleza de los enterramientos, que muestran una mezcla de tendencias egipcias y palestinas. En un pozo de ladrones cavado en la capilla de una tumba se han encontrado fragmentos de una estatua, de un tamaño mayor al natural, de un hombre sentado sosteniendo una lanzadera de madera; su estilo artístico y su ropaje no son egipcios, pero su tamaño sugiere una persona de alto rango. Irónicamente, su mejor paralelismo lo encontramos en una diminuta estatuilla de madera de una tumba del Imperio Medio, en Beni Hasan, que representa a una mujer Asiática con su bebé.

En el siguiente estrato (d/I), la cultura del Bronce Medio es más evidente, y las tumbas incluyen enterramientos de asnos, a veces en parejas. Otros hallazgos incluyen la impresión de un sello cilíndrico de estilo sirio nórdico, fragmentos de la excelente cerámica minoica polícroma de Kamares (Creta), y un pectoral de oro de dos perros de presa encarados; también supuestamente minoico. Tales objetos, junto con el testamento que supone la cerámica importada del Bronce Medio y las imitaciones egipcias, confirman el carácter mixto del asentamiento.

El origen de estos Asiáticos, si es que, en verdad, tienen un único origen, no es tarea fácil de determinar. La cultura Asiática fue, sin duda, adulterada por el enorme peso de la egipcia que subyacía, el grueso de la cerámica era egipcio – si bien en declive, de un 80% a un 60% en el estrato d/I – y su administración, a juzgar por los títulos de funcionarios que aparecen en los escarabeos, se aplicó siguiendo el modelo egipcio. Paralelismos con rasgos distintivos foráneos se han encontrado en yacimientos al sur de Palestina, tales como el de Tell el-Ajjul, en el yacimiento sirio de Ebla, y en Byblos, en el actual Líbano.

En un estudio de la cerámica no-egipcia de Tell el-Dab’a, Patrick McGovern, arqueólogo, Director Científico del Laboratorio de Arqueología Biomolecular, Universidad de Pensilvania, ha postulado que, en su mayoría, proceden de ciudades del sur de Palestina. Puesto que la riqueza de la ciudad del pasado Imperio Medio de Tell el-Dab’a se centraba en el comercio marítimo a lo largo de la costa del Levante Oriental, en la ruta de las caravanas a Palestina que atravesaban el Sinaí por el norte, e incluso en las posibles expediciones a las minas de turquesa, no debería sorprender la idiosincrasia de la cultura de sus habitantes.

La cultura de la población de Tell el-Dab’a, por lo tanto, no permanece estática, sino que rápidamente desarrolla nuevos rasgos y peculiaridades propias, y desecha las antiguas. Esto hace que la caracterización de cada estrato, en términos de su arquitectura, costumbres funerarias, cerámica, metal y de otros artefactos, sea suficientemente clara, si bien deja sin respuesta la cuestión de por qué y cómo tuvo lugar tanta mezcla cultural, y fue tan rápido su desarrollo.

Una hipótesis plantea que la población básica de egipcios recibiría, esporádicamente, una afluencia de colonos; en principio de regiones del Líbano y Siria y, con posterioridad, de Palestina y Chipre. De entre ellos, la élite se casaría con mujeres locales, sugerencia que respalda un estudio preliminar de restos óseos humanos, cuyo estado de conservación, desgraciadamente, estaba muy lejos de ser óptimo.

Tell el-Dab’a ha proporcionado cientos de objetos que pueden ser reconocidos como pertenecientes al bien conocido período del Bronce Medio II A-C de Siria-Palestina. Este material ha aparecido en nueve capas (H-D/2), cuyos extremos, ambos superior e inferior, han sido relacionados por el excavador austríaco Manfred Bietak con los reinados de dos faraones egipcios: Amenemhat IV (1.786-1.777 A.C.) y Ahmose (1.550-1.525 A.C.) El Profesor Bietak, cuyo proyecto más famoso es el de Tell el-Dab’a, ostenta la cátedra de Egiptología de la Universidad de Viena ,y es Director del Instituto de Ciencias Arqueológicas de dicha capital. Lleva dirigiendo excavaciones en Tell el-Dab’a desde 1966, y formó parte del equipo creador de la rama del mencionado Instituto austríaco en El Cairo a principio de los años 70.

Bietak, divide el período resultante por nueve, asignando treinta años aproximadamente a cada estrato, con lo que obtiene un marco de fechas absolutas para desarrollar su “secuencia relativa”. No obstante, cuando estas fechas se importan a los yacimientos de Siria-Palestina, donde se han encontrado objetos similares a los de Tell el-Dab’a, a veces trastocan la cronología existente. Una vez que se resuelvan los encarnizados debates a que han dado lugar, habrá que pensar seriamente en llevar a cabo revisiones radicales; no sólo en la datación de los estratos de Tell el-Dab’a, sino incluso en la metodología utilizada para la datación del Bronce Medio de toda la región Mediterránea oriental.

La expansión inicial de Tell el-Dab’a ha sido comprobada temporalmente por una epidemia. En varios lugares del yacimiento, Bietak ha encontrado sepulturas en fosas comunes en las que los cuerpos se habrían depositado sin ningún tipo de ceremonia. Más adelante, a partir del estrato F, los patrones de asentamientos y cementerios sugieren una sociedad menos igualitaria que antes. Casas grandes con pequeñas se acoplan a su alrededor, con edificios más elaborados en el centro que en los extremos, sirvientes enterrados frente a las tumbas de sus amos: todo ello sugiere el dominio social de un grupo acaudalado de élite.

Hasta este punto de su historia, la identificación de la ciudad con la documentalmente autenticada como capital de los Hyksos, Avaris, parece clara. Dos jambas de puertas de piedra caliza se han encontrado con una leyenda labrada que dice: “buen Dios, Señor de las Dos Tierras, Hijo de Ra, de su cuerpo, Nehesy”. Otros fragmentos de Tell el-Habua, Tanis y Tell el-Muqdam, proporcionan más títulos y epítetos de este personaje, “amado por Seth, Señor de Avaris, el mayor de los hijos del faraón”. Este último epíteto es un título que implica un alto rango militar, pero no significa que su titular fuese literalmente “hijo del faraón”. La referencia al dios Seth muestra que su culto estaba ya establecido, y que él era el dios local de Avaris, al igual que Amun era el Dios-Patrón de Tebas. El culto a Seth puede que hubiese evolucionado a partir de una mezcla de un culto preexistente en Heliópolis, con el culto al Dios del Tiempo (meteorológico) del norte de Siria, Baal Zephon, que habría sido introducido por los Asiáticos.

Nehesy aparece listado en el Canon de Turín, en el grupo generalmente identificado como de la Dinastía XIV, cuya capital, según Manetón, era Xois, en el Delta Occidental. Nehesy fue un alto cargo que durante un corto período asumió estatus real en Avaris, aunque sus años de reinado se desconocen. Es probable que Nehesy fuese un egipcio, o quizás nubio, por ser éste el significado literal de su nombre, al no haber nada que sugiera lo contrario en sus inscripciones. El faraón al que originalmente sirvió aún estaría reinando desde la ciudad de Itjtawy, cerca de Lisht, que no se abandonaría hasta 1.685 A.C., si bien Sobekhotep IV (c.1.725 A.C.) fue el último faraón realmente poderoso de la Dinastía XIII. Después del reinado de Sobekhotep, es probable que la unidad de Egipto empezase a resquebrajarse, y un claro candidato para su elevación al rango de reino independiente era, sin duda, la región que rodeaba a la rica y poderosa Avaris.

¿Hasta dónde se extendía la autoridad del faraón Nehesy? A juzgar por los yacimientos donde su nombre aparece, su territorio podría haber abarcado el Delta Oriental desde Tell el-Muqdam hasta Tell el-Habua, pero la práctica universal de usurpación y desmantelamiento de antiguos monumentos complica el panorama. Dado que los únicos ejemplos que en efecto se encontraron en los lugares donde originalmente se habían alzado eran Tell el-Habua y Tell el-Dab’a, su reino debe haber sido mucho más reducido.

Uno de los enterramientos del Segundo Período Intermedio parece confirmar que la estructura de la burocracia egipcia todavía era patente en Avaris. Al propietario de la tumba se le identifica por un escarabeo que lleva en el dedo de la mano, como Tesorero Adjunto, Aamu (el Asiático). Su enterramiento era de una enorme riqueza pero se caracterizaba por ciertos rasgos no egipcios: el cuerpo descansaba contraído en vez de yacente, como es normal en las sepulturas egipcias; las armas y la cerámica eran del tipo sirio-palestino; y, ante la tumba, se habían enterrado cinco o seis asnos. Un alto cargo habría sido enterrado junto a su rey esperando así pasar su vida cerca de la residencia real y sede del gobierno que, para él, era Avaris.

Si se acepta la reconstrucción del Canon de Turín del Egiptólogo danés K.S.B. Ryholt, en las columnas asignadas a los grupos de faraones que incluyen a Nehesy, hay 32 nombres, 17 nombres perdidos y dos espacios en blanco; uno que cubre los cinco predecesores de Nehesy, y uno de longitud desconocida en el que el escriba había indicado como existente en el antiguo manuscrito del que el Canon de Turín habría sido copiado.

En todos, con excepción de los cinco reyes nombrados, falta la duración del reinado, o figura como inferior a un año. Aparte de Nehesy, sólo tres de ellos aparecen en otro lugar: los faraones Nebsenra y Sekheperenra en una jarra y en un escarabeo, respectivamente, y el faraón Merdjedefra en una estela contemporánea acompañado del “Portador del Sello Real, el Tesorero, Renisobet”. El “punto de hallazgo” se desconoce, si bien se ha sugerido como probable el Delta Oriental; más exactamente en Saft el-Hinna, a unos 30 km al norte de Tell el-Yahudiya. Muestra al faraón como oferente ante Soped, "Señor del Este", un dios cuya esfera abarcaba las rutas desérticas al Mar Rojo y las minas de turquesa del Sinaí. Su centro de culto, durante la Dinastía XXII, era Saft el-Hinna. La estela de Merdjedefra es de una significancia que trasciende la de confirmar la existencia de un faraón menor, pues además confirma que los nombres de los faraones de la Dinastía XIV no son ficticios, si bien, es más que improbable que representen una única línea de reyes que gobernasen uno tras otro desde el mismo lugar.

La inscripción de Nehesy es la primera evidencia contemporánea de la fragmentación del reino egipcio. Según el Profesor Bietak, Nehesy encaja en la relativa cronología de Tell-el-Dab’a, estrato F (o b/3), que corresponde a la pasada Dinastía XIII. A partir de entonces, ningún faraón fue capaz de controlar todo Egipto hasta la conquista de Avaris. Más de 105 nombres reales se conservan de este período, su mayoría en el Canon de Turín. La implicación resultante es que los nombres de todos estos reyes se guardaban en registros que se conservaban en Menfis, por muy cortos que fuesen sus reinados, y por muy localizados que fuesen su dominios.

Por muy concienzuda y meticulosa que haya sido la reconstrucción llevada a cabo por Ryholt de los papiros dañados, la utilización de la coincidencia de fibras y el análisis de textos ha dado como resultado un registro mucho más coherente. Los nombres reales se distribuyen ahora en cuatro grupos que corresponden a las Dinastías XIV y XVII de Manetón. Las Dinastía XIV y XV se ubican en el Delta Oriental, con su capital en Avaris - si bien la Dinastía XV también controlaba parte de Egipto, al sur de Menfis, como se verá más adelante – y las Dinastías XVI y XVII se centraban en Tebas, en el Alto Egipto.

El estado incompleto y fragmentario del papiro se brinda a más de una interpretación; incluso si se acepta la reconstrucción física del papiro por el Profesor Ryholt. Una de las ideas más debatidas y de mayor trascendencia consiste en asignar el grupo más antiguo de reyes de Tebas a la Dinastía XVI de Manetón. Publio Cornelio Escipión Africano Mayor, conocido como “Escipión Africano” (236-183 A.C.), cuyos extractos son famosos por su especial pulcritud y exquisita corrección, describe la Dinastía XVI como “Reyes Pastores (Hyksos)”, mientras que Eusebio de Cesarea, conocido como “Eusebius Pamphili”, se refiere a ellos como tebanos. Ahora pasaremos a ver qué interpretación hace el Profesor Ryholt.

Hay unos cuantos reyes cuyos nombres aparecen en monumentos, pero no pueden identificarse en el Canon de Turín; quizás por aparecer en alguno de los trozos que faltan. Uno de ellos es Sekerher, que ostenta una titulatura egipcia completa – se han conservado tres de los cinco nombres – pero se describe a sí mismo como un heka khasut, es decir, “soberano de países extranjeros”; su inscripción se conserva en la jamba de una puerta que se ha encontrado, vuelta a usar en un edificio de la Dinastía XVIII en Tell el-Dab’a. Bietak lo identifica con Salitis, cuyo nombre se ha conservado en la versión del historiador judío Flavius Josephus (37-c.100 D.C.) de la historia de Manetón, como el conquistador de Menfis.

Hay, sin embargo, también un grupo grande de unos quince nombres reales que aparecen sólo en los escarabeos. Estos nombres personales son a veces egipcios, otras semitas occidentales, y van precedidos de epítetos tales como “Hijo de Ra”, y “El Soberano de Países Extranjeros”. Los dos primeros epítetos los habrían ostentado los faraones egipcios durante cientos de años, haciendo referencia, en términos muy amplios, al estatus del faraón. El término nesu (rey), usado en fuentes egipcias tales como el Canon de Turín, nunca se utilizó para describir a un soberano. Estilísticamente, los escarabeos pertenecen a una serie de tipos definidos que se fabricaban tanto en Egipto como en Palestina. Sus contextos arqueológicos muestran que pertenecen al período que sigue a la Dinastía XIII, y su estilo los enlaza con los escarabeos que llevaban inscrito el nombre de los faraones de la Dinastías XIV y XV. Es posible que tengamos aquí más ejemplos de funcionarios con una autoridad meramente local que se auto otorgaban epítetos reales que acabarían apareciendo en sus sellos, en tiempo y lugar, cuándo y dónde los rígidos protocolos no eran ya ejecutables.

Ante la inexistencia de confirmación procedente de otras fuentes, no parece ofrecer suficiente seguridad utilizar la distribución de escarabeos como indicador del alcance de la autoridad de tales “reyes”, o argumentar los cambios en su diseño o forma para colocarlos dentro de una secuencia cronológica. Al día de hoy, los hallazgos de Tell el-Dab’a no nos ayudan a ubicar ninguno de ellos, excepto de una forma indirecta. Es probable, dado el modelo del Bronce Medio IIB palestino, y una interpretación literal de los nombres adoptados por Sekerher, que él fuese el Gran Señor a quien los reyes menores pagarían los impuestos y rendirían pleitesía. De ser así, ello explicaría la utilización del título de “soberano de países extranjeros”, tanto en los escarabeos propiedad de individuos desconocidos, como en las inscripciones de los propios soberanos de Avaris.

El Profesor Manfred Bietak, asocia la fase final de los Hyksos en Tell el-Dab’a – estratos b/I-a/2; E/2-D/2; VI-V – con la Dinastía XV de Mantón, y un fragmento del Canon de Turín reserva “6 soberanos de países extranjeros en 108 años”. Sólo se puede leer el nombre del último, Khamudi. Sekerher, Apepi y Yanassi, el hijo de Khyan, aparecen registrados en Tell el-Dab’a y el primero y el último pueden identificarse con el Salitis y el Iannan de Manetón. Todas las evidencias, escritas y arqueológicas, sugieren que la autoridad de estos gobernantes era bastante mayor que la de sus predecesores. La sucesión de padre-a-hijo de dos de ellos, y el excepcionalmente largo reinado de Apepi – al menos cuarenta años – muestran que ahora sí existía una auténtica dinastía que gobernaba desde Avaris; en el sentido de, por ejemplo, la Dinastía XII.

La ciudad en sí misma cubría un área de casi 4km², lo que la haría dos veces mayor de lo que habría sido en la Dinastía XIII y tres veces más grande que Hazor, el emplazamiento más grande del Bronce Medio IIA-C en Palestina. En el último estrato de los Hyksos, el D/2, se habría levantado una ciudadela en un terreno aún sin asentar, en el borde occidental de la ciudad, que dominaba el río, y una torre vigía a unos 200 m al sureste que protegía una posible aproximación por tierra. Se construyó un enorme recinto amurallado que las rodeaba, con muros que medían 6’2 metros de ancho, que se aumentarían hasta 8’5 m más adelante, con contrafuertes a intervalos. Estas fortificaciones se levantaron sobre amplios jardines que originalmente habían formado parte gran complejo palaciego.

El período de los Hyksos llega a su zénit durante el reinado de Aauserra Apepi (c.1.555-A.C.), a pesar del hecho de que dos reyes tebanos liderasen campañas en su contra. Hay ya signos de un resurgimiento consciente de las tradiciones escribanas egipcias, indispensable para la creación y control de la compleja burocracia que se requería para gobernar al modo egipcio. En la paleta de un escriba llamado Atu, se describe a Auserra como “escriba de Ra, discípulo del propio Thoth… con numerosos logros en el día en que nos lee difíciles pasajes de los escritos, mientras El Nilo fluye”.

Fue durante el trigésimo-tercer año de su reinado que el Papiro Matemático de Rhind se copió; tarea que sólo podría acometer un escriba entrenado al máximo nivel y con acceso a un archivo de textos matemáticos que difícilmente habría existido fuera del Templo de Ptah, en Menfis. Una estela de Menfis, posterior al Imperio Nuevo, recoge la genealogía de una serie de sacerdotes que se remonta a la Dinastía XI. También conserva los nombres de faraones reinantes y hacen referencia a Apepi y Sharek, en un período anterior a Ahmose. Se han encontrado, en Tell el-Dab’a, restos de una ermita erigida en conmemoración de Apepi y su hermana Tany, por iniciativa de dos Asiáticos cuyos escribas habrían adaptado sus nombres semíticos occidentales a la escritura jeroglífica egipcia. También se encontró una placa para la hija de Apepi, Herit, inscrita en finos jeroglíficos, en la tumba del faraón de la Dinastía XVIII Amenhotep I (1.525-1504 A.C.).

Como fenómeno cultural, los Hyksos han sido descritos como “egipcios peculiares”. La mezcla de rasgos egipcios y sirio-palestinos, según se aprecian en objetos procedentes de los estratos D/3 y D/2 del reinado de Apepi, se pueden reconocen en una amplia zona del Delta, de Occidente a Oriente: Tel Fauzilla y Tell Geziret el-Faras, al oeste de la rama tanita del Nilo, incluyendo Farasha, Tell el-Yahudiya, Tell el-Maskhuta, y Tell el-Habua, en su lado este. Todos estos lugares son mucho más pequeños que Tell el-Dab’a, y el principal período de ocupación coincide, en cada caso, con los últimos estratos Hyksos. Pero dos de ellos, Tell el-Maskhuta y Tell el-Yahudiya habrían llegado a su fin antes del período representado por el último estrato Hyksos (D/2) en Tell el-Dab’a.

Tell el-Maskhuta y sus yacimientos satélites están ubicados en el Wadi Tumilat, que conducía a una de las principales rutas a Palestina atravesando el norte del Sinaí. Se trataba de un pequeño asentamiento ocupado, quizás, de forma estacional. La riqueza de Avaris provenía de su comercio no sólo con Palestina y el Levante Oriental sino también, en su fase final, especialmente con Chipre. La estela de Kamose enumera una lista de artículos importados por los Hyksos tales como cuadrigas y caballos, barcos, madera, oro, lapislázuli, plata, turquesas, bronce, innumerables hachas, grasa y miel, pero poca evidencia ha quedado de la mercancía que los Hyksos proporcionarían a cambio.

El soberano de Avaris reclamaba para sí el título de Rey del Alto y Bajo Egipto, aunque por la estela de Kamose sabemos que Hermópolis marcaba la teórica frontera del sur, y Cusae, algo más al sur, el específico punto fronterizo. Esta región incluye a Menfis y Itjtawy, las dos capitales de los respectivos faraones de las Dinastías XII y XIII.

¿Cómo ejercía su autoridad el faraón de Avaris en esta región, y cómo podremos reconocer allí la característica y particular cultura del Delta Oriental? Pues, vamos a verlo.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 16 de abril de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.

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