Ataud del Faraón Nubkheperra. Procedente de la tumba de Nubkheperra Intef, Dra Abu el-Naga, Tebas, Dinastía XVII, hacia 1.600 A.C. ("Pinchar" y ampliar)
El ataud del faraón Nubkheperra Intef es un bello ejemplar del nuevo tipo de ataud que apareció duante el Segundo Peíodo Intermedio. Se les conoce con el nombre de ataudes rishi, de la palabra árabe "pluma", ya que la supericie del cuerpo iba decorada con un par de alas de buitre que protegían a la momia. Los ataudes rishi eran antropoides - de forma humana - y muestraban los tocados reales nemes, hubiesen sido confeccionados o no para un rey.
Las proporciones masivas y el enome tocado de este ejemplar son típicos. La superficie de la tapa va dorada, con los detalles de las plumas incrustados. Los ojos van taraceados, y originalmente llevaban adheiridos a la cabeza un uraeus y una falsa barba. El interior del ataud iba recubierto de resina, bajo la que aparecía atrapado un escarabajo.
El ataud, encontrado en 1827, se supone que estaba dentro de un sarcófago ya usado, cavado y extraido de la roca que lo rodeaba, en lo podría haber sido la tumba original del faraón. Una reciente investiació de esta zona tebana ha revelado la existencia de otras amplias tumbas que podrían pertenecer a los faraones de la Dinastía XVII, hacia 1.650-1.550 A.C.
TEBAS, LA CIUDAD DEL SUR: LAS EMERGENTES DINASTÍAS XVI Y XVII
Basándose en la reconstrucción del Canon de Turín de Ryholt, se pueden ahora identificar hasta 15 nombres de faraones – Dinastía XVI de Menatón – como predecesores de los faraones de la Dinastía XVII; cinco de ellos aparecen en fuentes contemporáneas indican que el centro del poder se concentraba en el Alto Egipto. No se sabe a ciencia cierta si todos ellos gobernaron desde Tebas, y algunos pueden haber sido gobernantes locales de ciudades importantes, como Abydos, Elkab y Edfu. El faraón Wepwawetemsaf, que no aparece en el listado del Canon de Turín, dejó su modesta estela en Abydos y pudo haber sido uno de estos gobernantes locales; la estela lo muestra haciendo ofrendas a Wepwawet, el dios local cuyo nombre adoptó. El estilo de su escritura, diseño y ropaje la sitúa en una línea de desarrollo entre las estelas reales de la Dinastía XIII y la XVII.
El faraón Iykhernefert Neferhotep, que definitivamente gobernó desde Tebas, dejó atrás estelas mucho más impresionantes, en las que se describe a sí mismo como un faraón victorioso, querido por su ejército, que alimenta a su ciudad, vence a los rebeldes y reconcilia las tierras extranjeras rebeldes. A Neferhotep se le representa protegido por los dioses Amun y Montu, y por una diosa que personifica la propia ciudad de Tebas. Aparece armada de cimitarra, arco y flechas. El lenguaje del elogio formal es familiar desde los antiguos himnos compuestos para faraones, pero también para nomarcas y grandes señores de la guerra que, en el Primer Período Intermedio ,gobernaron como reyes locales.
La estela, como la de Kamose, fue erigida para conmemorar un acontecimiento preciso, que pudo haber sido el levantamiento de un bloqueo de la ciudad de Tebas. No se sabe si Neferhotep llegó a enfrentarse a los Hyksos, a sus vasallos egipcios, o a los gobernantes rivales locales, pero el Egiptólogo canadiense Donald Redford se ha percatado de una capa de destrucción que aparece, pasado el nivel de la Dinastía XIII, en parte de la ciudad bajo el Karnak Oriental. El nombre de Neferhotep se conoce también por los monumentos contemporáneos de Elkab y Gebelein. En épocas tan inciertas, el rol del faraón, como Comandante en Jefe del ejército, va siendo cada vez más prominente y, como tal, incorporado a las letanías reales. Tanto la ideología como algo de la fraseología acaban sobreviviendo hasta adentrarse en la Dinastía XVIII.
Pueden faltarfaraones, pero los funcionarios que les servían tenían sus propios monumentos, y de las genealogías registradas en ellos se ha construido una cronología. El hijo suele seguir al padre en su servicio real, y los faraones tomaban esposa de las grandes familias de funcionarios, de forma que los faraones se veían gradualmente ligados por una red de interdependencia a las ciudades donde residían sus funcionarios, tanto en Elkab como en Tebas. Las evidencias genealógicas sugieren que, sólo tres generaciones separaban el abandono de Itjtawy del reinado del faraón Nebererau I, sexto faraón de la Dinastía XVII, y que la transición del grupo de faraones de la Dinastía XIII y la XVI, pasó inadvertida oficialmente para los funcionarios que les sirvieron.
Se sabe mucho de los nueve faraones asignados por Ryholt a la Dinastía XVII, pero, hasta ahora, sólo consta que dos de ellos estaban emparentados: los hermanos Nubkheperra Intef VI y Sekhemra Intef VII. Es posible, aunque no seguro, que su padre fuese Sobekemsaf I. Sus nombres no aparecen en el Canon de Turín, cuya sección conexa se habría cortado y sutraido en la antigüedad, pero aparecen en otras listas de reyes de Tebas; muchas estelas han sobrevivido después de ser reusadas en otros edificios posteriores, y las excavaciones han proporcionado valiosos objetos procedentes de los enterramientos.
Los cuerpos del faraón Seqenenra Taa (hacia 1.560 A.C.) y de su esposa Anhotep y, posiblemente, de la madre de él, la Reina Tetisheri, se encontraron en el escondrijo de momias reales de Deir el-Bahri y, lo más curioso de todo, es que tenemos una descripción de los saqueadores del enterramiento del faraón Sobekemsaf II y su esposa, aún intactos, 600 años más tarde, en la Dinastía XX. Los nombres de faraones también aparecen en las tumbas privadas, además de los ajuares. Se cree que estos reyes tebanos habrían gobernado a la vez que los Hyksos de la Dinastía XV, pero no existe un referencia fija que nos permita datar el comienzo de la Dinastía XVII, sólo el final, marcado por el fallecimiento de Kamose en algún momento antes o después de su tercer año de reinado. La fortuna de los reyes parece que fluctuaron: a Nebkheperra Intef se le menciona en más de una veintena de monumentos contemporáneos, mientras que a Intef VII sólo se le conoce por su ataúd, ahora en el Louvre.
El continuo rasgo distintivo militar de la época viene ilustrado por los propios títulos militares, tales como “comandante del equipo del soberano” y “comandante del regimiento de la ciudad”. Ellos nos muestran a una agrupación defensiva de fuentes militares alrededor del faraón ,y nos confirman la importancia de las milicias locales con base en las ciudades. La inestabilidad continuó siendo característica del Alto Egipto para el resto del Segundo Período Intermedio.
Rahotep, primer faraón de la Dinastía XVII, hace gala de las restauraciones de templos en Abydos y Koptos, mientras que una inscripción de Sobekemsaf II muestra que envió una expedición de 130 hombres a las canteras de Wadi Hammamat. Estas canteras, no obstante, estaban bien adentradas en territorio tebano, y el número de canteros no es comparable con los miles de hombres enviados al “wadi” durante la Dinastía XII. Por otra parte, la confianza iba en aumento, y tanto el territorio como las actividades del faraón iban creciendo. La expedición de Sobekemsaf tiene un distintivo aire ad hoc: solamente un hombre ostenta el título idóneo d “supervisor de los trabajos”, mientras que el resto ostentan títulos honoríficos, o cargos relacionados con el aprovisionamiento.
El escriba no mantiene la estricta jerarquía de estatus en su listado, y utiliza una mezcla de signos jeroglíficos e hieráticos. Parece que las habilidades tradicionales y los protocolos se estaban teniendo que reaprender después de una quiebra decisiva. En las minas de galena de Gebel Zeit, que dominan el Mar Rojo, se encontraron dos modestas estelas que registraban expediciones durante los reinados de Nubkheperra Intef VII y Swaserenra Bebiankh, de la Dinastía XVI; esta última era poco conocida más allá del listado del Canon de Turín. También se encontró un gran número de “sepulturas-sartén”, lo que sugeriría otra razón por la que los reyes tebanos habrían utilizado mercenarios nubios.
Tebas fue aislada de todo contacto con el Bajo Egipto, y se le negó acceso a los centros de enseñanza de escribas de Menfis. Dichos centros, junto con sus archivos, no se destruyeron, y puede incluso que floreciesen durante los Hyksos, pero a los tebanos se les habría negado el acceso a ellos para realizar sus consultas, de ahí la necesidad, quizás, de crear una nueva compilación de aquellos textos necesarios para los rituales funerarios, tan importante para todos.
Una de las primeras colecciones de ensalmos que se conocen es el “El Libro de los Muertos”, que data de la Dinastía XVI, y aparece en un ataúd de la Reina Mentuhotep, esposa del faraón Djehuty. La cultura funeraria de Tebas también evolucionó en otros aspectos en respuesta al empobrecimiento de las fuentes. Los grandes ataúdes rectangulares de madera de cedro, se sustituyeron por ataúdes antropoides, de vastas formas, en madera de sicomoro decorada con dibujos de plumas, pero en un estilo tan crudo y particular, que no había dos iguales. Esta característica delata una falta de formación en las otrora rígidas convenciones del arte funerario para el que, quizás, había menos demanda. No obstante, unos cuantos ataúdes demuestran que, en algunos talleres tebanos, la tradición del Imperio Medio en la fabricación de ataúdes, sobrevivió hasta bien entrada la Dinastía XVIII.
En el Papiro de Abbot, que contiene el acta de una investigación judicial llevada a cabo por el alcalde de Tebas, durante la Dinastía XX, sobre el robo de una tumba, se describe la localización de cinco tumbas reales de la Dinastía XVII pertenecientes a: Nubkheperra Intef VI, Sekhemra Intef, Sobekemsaf II, Seqenenra, y Kamose. En 1923, Herbert Winlock se dispuso a relocalizar las tumbas utilizando el itinerario de los inspectores que aparecían en el papiro. También se inspiró en que muchos de los objetos procedentes de tumbas reales del mismo período, habían aparecido para su venta de excavaciones ilícitas de 1820 y entre 1859-1860. Los ladrones de la Dinastía XX describían así cómo encontraron el enterramiento de Sobekemsaf II:
“Él iba provisto de una espada y había ….. un juego de amuletos y ornamentos de oro alrededor del cuello; la corona y diadema de oro descansaban en la cabeza y la …. momia del faraón estaba cubierta de oro por todas partes. Su ataúd era forjado en oro y plata, por dentro y por fuera, e iba incrustado con toda clase de espléndidas y valiosas piedras …. nos llevamos todos los objetos que había consistentes en vasijas de oro, plata y bronce”.
Los faraones y sus funcionarios gastaron su creciente fortuna al final de la dinastía en obtener nuevos objetos para sus tumbas, más que en las estructuras de las propias tumbas; en vez de ello, con frecuencia se apropiaban de tumbas antiguas que volvían a utilizar. Para entender de donde procedía tanta riqueza, basta con mirar hacia el sur, a Elefantina, a las fortalezas que custodiaban la 2ª Catarata de El Nilo y, finalmente, a Kerma, capital del reino de Kush, a más de 800 km al sur de Tebas.
ELEFANTINA Y LAS FORTALEZAS DE LAS CATARATAS
Elefantina, una isla frente a la moderna ciudad de Aswan, ofrece una interesante y ventajosa situación desde donde poder estudiar el Segundo Período Intermedio. Como ciudad provincial, representa una contrapartida a las fuentes tebanas, y ofrece una serie de ininterrumpidas dedicaciones, privadas y reales, que datan de finales de la Dinastía XII a la Dinastía XVI. El estratificado emplazamiento de la ciudad, y los cementerios del mismo período, están siendo excavados por el Instituto Alemán de Arqueología.
La fortuna de Elefantina está ligada de forma inseparable a la de Nubia. Durante la mayor parte del Imperio Medio no marcó frontera alguna con el sur; lo hizo el faraón Senusret III, en Semna, a 400 km al sur. Sin embargo, en la etapa más baja de poder de los reyes tebanos, es posible que Elefantina estuviese gobernada independientemente e, incluso, que los nubios, de forma esporádica, arrasasen la ciudad. El botín, producto de una redada en Elefantina, o en las fortalezas, parece ser la explicación más favorable al hecho de que una tumba real, en Kerma, de finales del Segundo Período Intermedio, albergase estatuas de un nomarca de Asyut y su esposa, que vivieron en el reinado del faraón Senusret I (1.956-1.911 A.C.).
El valor de la Baja Nubia reside en sus canteras, en especial las de diorita, granito y amatista; en sus accesos a las minas de oro y plata; y en su estratégica situación en términos de control del desierto y de las rutas a lo largo del río. Un funcionario local de Elefantina, de la Dinastía XVI, Heqaib, fue deificado tras su muerte, y se ha encontrado una serie de estelas votivas y estatuas en una capilla. Las Dinastías XIII a XVI están particularmente bien representadas y, como en Menfis, la continuidad sólo se rompe con la llegada de la Dinastía XVIII. Las genealogías que aparecen en las inscripciones, muestran que las mismas familias servían, tanto a los últimos reyes de finales de la Dinastía XIII, como a los de la XVI.
La estatua del alcalde de Elefantina evidentemente cambió, de ser una de gran significación local, a otra típicamente militar, como parte del cortejo del faraón de Tebas. Tal personaje fue Neferhotep, que era responsable al faraón de todo el territorio que se extiendía de Tebas a Elefantina. Pasado su tiempo – durante la Dinastía XVI, a juzgar por la ortografía de la estela – las dedicaciones en la capilla de Heqaib cesaron, y quizás no sea coincidencia que fuese en este período cuando el Príncipe del Kush fuese más poderoso, y que incluso las fortificaciones de las cataratas estuviesen bajo control suyo.
La suerte de una de las fortalezas, Buhen, puede reconstruirse a partir de evidencias que aún no han sido publicadas en su totalidad. Después de finales de la Dinastía XII, a los soldados se les enterraba con su familia en el Cementerio K de Buhen; estos enterramientos se caracterizaban por la cerámica de la región de Menfis, lo que confirmaría que los suministros del fuerte aún procedían de los talleres de la Residencia. El Cementerio K sugiere una ocupación continuada hasta bien entrado el Segundo Período Intermedio, y hay al menos dos grupos de enterramientos múltiples, intactos, que contienen pequeñas jarras de Tell el-Dab’a, incluyendo un tipo que no aparece en Tel el-Dab’a hasta el estrato E/I, muy probablemente de principios de la Dinastía XV. Uno de los cuerpos lleva en el cuello una pepita de oro grande, lo que sugeriría que los colonos permanecían en Buhen principalmente por su proximidad a las minas de oro de la región.
Para entonces, la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto ya existía, así que los suministros desde el Bajo Egipto sólo podían llegar a Buhen utilizando la ruta de los oasis que sabemos estaba en uso durante el reinado de Apepi. ¿Quién – se pregunta uno - era el responsable de la organización de este comercio en el extremo norte? Se puede especular que funcionarios todavía trabajaban en Itjtawy bajo el soberano Hyksos, y sabemos que el cementerio de Lisht aún estaba en uso. El mismo Avaris era el centro de producción y distribución de las jarritas de Tell el-Yahudiya, cuyo contenido aún no ha sido identificado pero eran muy apreciadas.
Los colonos de las fortalezas tienen que haberse sentido cada vez más aislados y vulnerables, a pesar de sus conexiones con el Bajo Egipto, por lo que tendrían que amoldarse al poder militar local, que no era ni de los Hyksos ni de los reyes de Tebas, sino del Rey del Kush. Una familia, cinco generaciones atrás, dejaron inscripciones en Buhen que muestran que las dos últimas sirvieron al Rey del Kush, y que incluso llevaron a cabo campañas locales en su nombre; este período viene marcado arqueológicamente por la presencia de cerámica importada del Alto Egipto, de la zona de Tebas, en vez de cerámica procedente del Bajo Egipto. El río permanecía abierto entre Tebas y las fortalezas, pero solamente, como denuncian los textos de Kamose, si se pagaba al amo del Nilo Sur, el Rey del Kush. Buhen sería eventualmente saqueada – hay restos de un gran incendio – pero más probablemente por el ejército de Kamose que por los nubios.
Otras fortalezas como Mirgissa y Askut nos cuentan con una historia parecida de continua invasión por egipcios - pero paralelamente a la de nubios - hasta finales del Segundo Período Intermedio. Llegó un momento en que el control de la región de las cataratas por el rey de Kerma se haría tan insoportable para los soberanos tebanos que se hacía necesario retomar los fuertes antes de proceder con seguridad contra los Hyksos. Tenemos una primera prueba de que en el tercer año del reinado de Kamose, la región estaba de nuevo bajo control tebano. En Buhen, hay evidencias de la construcción de un muro; probablemente se trataría de una renovación de las fortificaciones después de la exitosa campaña que se menciona en una carta de los Hyksos al rey del Kush.
EL REINO DE KUSH
Rey de Kush, es el nombre que las fuentes egipcias dan al rey, de cuyo reino, la capital era Kerma. Los arqueólogos utilizan Kerma como un adjetivo que describe la cultura de los kushitas, y la distinguen de otras culturas nubias contemporáneas, tales como la del Grupo “C” y la de “sepultura sartén”. Kerma está situada al sur de la 3ª Catarata, al final de las rutas occidentales de los oasis, y está siendo excavada por Charles Bonnet, de la Universidad de Ginebra.
La población de Kerma no dejó referencias escritas, aunque sabemos que su cultura, extendida por toda Nubia, se remonta a principios del Imperio Antiguo. El rey alcanzó su poder máximo durante la fase de la llamada Kerma Clásica, que coincide, aproximadamente, con el Segundo Período Intermedio. Puede que el faraón Kamose hubiese conseguido reconquistar Buhen con éxito, pero no fue hasta mucho más adelante, durante la Dinastía XVIII, después de, al menos, tres largas campañas, que Kerma fue finalmente reconquistada.
La destrucción que le siguió fue tan drástica que, actualmente, es muy difícil reconstruir cómo era la ciudad durante los reinados de los últimos gobernantes independientes. Sí sabemos, que las grandes tumbas de túmulo donde se enterraban a los reyes, contienen sirvientes ejecutados y gran cantidad de provisiones, en su mayoría, importadas del Alto Egipto, que puede que se tratarsen de impuestos pagados por aquellos que querrían pasar al sur, más allá de Elefantina. Hasta por lo menos mediados de la Dinastía XIII, el rey habría estado comerciando, tanto con el Alto como con el Bajo Egipto, comercio que estaría administrado desde las propias fortalezas.
Los nubios de Kerma eran ganaderos y guerreros, particularmente famosos por sus arqueros. Los arcos y flechas encontrados en sus sepulturas, y las masivas fortificaciones de Buhen diseñadas para defenderse de los ballesteros, confirman esta reputación. En el centro de la ciudad, había una enorme cabaña, dentro de un recinto de estacas, que se utilizaba en las ceremonias reales. Un amplio programa de construcción y reconstrucción durante la fase de la Kerma Clásica, da testimonio de la inmensa fuente de material y mano de obra que el rey tenía a su total disposición.
La presencia de nubios de Kerma en los ejércitos de Kamose y Ahmose está fuera de toda discusión, si bien no está claro si eran reclutados voluntaria o forzosamente durante la campaña de Kamose. Parece probable que los nubios de Kerma constituyesen una federación de tribus de las que no todas aceptarían necesariamente la autoridad del Rey de Kerma, y con ello, ni la política de hostilidad hacia los reyes tebanos. En cualquier caso, fuese la que fuese la política real, el comercio entre Kerma y Tebas floreció durante el Segundo Período Intermedio. La gente viajaba al igual que la mercancía: artesanos egipcios a Kerma, quizás, y, por supuesto, nubios de Kerma a Egipto.
Se han encontrado esparcidos entre Tebas y Abydos, los enterramientos de un puñado de individuos. Un rico enterramiento, encontrado intacto en Tebas, es de tiempos de Kamose, y pertenecía a una mujer y su pequeño. Es de estilo totalmente egipcio, y la mujer lleva un obsequio real, “el oro del honor”, un collar con muchas cuentas de aros de oro. Además, en su ataúd había una barra portadora de la que colgaban redes con seis jarras de cerámica, hechas en un estilo tan típico de la cultura Kerma que se conoce como “producto Kerma.
El oro unió a los Tebanos y a los Nubios de Kerma; primero, como aliados; pero, final e inexorablemente, como enemigos.
Basándose en la reconstrucción del Canon de Turín de Ryholt, se pueden ahora identificar hasta 15 nombres de faraones – Dinastía XVI de Menatón – como predecesores de los faraones de la Dinastía XVII; cinco de ellos aparecen en fuentes contemporáneas indican que el centro del poder se concentraba en el Alto Egipto. No se sabe a ciencia cierta si todos ellos gobernaron desde Tebas, y algunos pueden haber sido gobernantes locales de ciudades importantes, como Abydos, Elkab y Edfu. El faraón Wepwawetemsaf, que no aparece en el listado del Canon de Turín, dejó su modesta estela en Abydos y pudo haber sido uno de estos gobernantes locales; la estela lo muestra haciendo ofrendas a Wepwawet, el dios local cuyo nombre adoptó. El estilo de su escritura, diseño y ropaje la sitúa en una línea de desarrollo entre las estelas reales de la Dinastía XIII y la XVII.
El faraón Iykhernefert Neferhotep, que definitivamente gobernó desde Tebas, dejó atrás estelas mucho más impresionantes, en las que se describe a sí mismo como un faraón victorioso, querido por su ejército, que alimenta a su ciudad, vence a los rebeldes y reconcilia las tierras extranjeras rebeldes. A Neferhotep se le representa protegido por los dioses Amun y Montu, y por una diosa que personifica la propia ciudad de Tebas. Aparece armada de cimitarra, arco y flechas. El lenguaje del elogio formal es familiar desde los antiguos himnos compuestos para faraones, pero también para nomarcas y grandes señores de la guerra que, en el Primer Período Intermedio ,gobernaron como reyes locales.
La estela, como la de Kamose, fue erigida para conmemorar un acontecimiento preciso, que pudo haber sido el levantamiento de un bloqueo de la ciudad de Tebas. No se sabe si Neferhotep llegó a enfrentarse a los Hyksos, a sus vasallos egipcios, o a los gobernantes rivales locales, pero el Egiptólogo canadiense Donald Redford se ha percatado de una capa de destrucción que aparece, pasado el nivel de la Dinastía XIII, en parte de la ciudad bajo el Karnak Oriental. El nombre de Neferhotep se conoce también por los monumentos contemporáneos de Elkab y Gebelein. En épocas tan inciertas, el rol del faraón, como Comandante en Jefe del ejército, va siendo cada vez más prominente y, como tal, incorporado a las letanías reales. Tanto la ideología como algo de la fraseología acaban sobreviviendo hasta adentrarse en la Dinastía XVIII.
Pueden faltarfaraones, pero los funcionarios que les servían tenían sus propios monumentos, y de las genealogías registradas en ellos se ha construido una cronología. El hijo suele seguir al padre en su servicio real, y los faraones tomaban esposa de las grandes familias de funcionarios, de forma que los faraones se veían gradualmente ligados por una red de interdependencia a las ciudades donde residían sus funcionarios, tanto en Elkab como en Tebas. Las evidencias genealógicas sugieren que, sólo tres generaciones separaban el abandono de Itjtawy del reinado del faraón Nebererau I, sexto faraón de la Dinastía XVII, y que la transición del grupo de faraones de la Dinastía XIII y la XVI, pasó inadvertida oficialmente para los funcionarios que les sirvieron.
Se sabe mucho de los nueve faraones asignados por Ryholt a la Dinastía XVII, pero, hasta ahora, sólo consta que dos de ellos estaban emparentados: los hermanos Nubkheperra Intef VI y Sekhemra Intef VII. Es posible, aunque no seguro, que su padre fuese Sobekemsaf I. Sus nombres no aparecen en el Canon de Turín, cuya sección conexa se habría cortado y sutraido en la antigüedad, pero aparecen en otras listas de reyes de Tebas; muchas estelas han sobrevivido después de ser reusadas en otros edificios posteriores, y las excavaciones han proporcionado valiosos objetos procedentes de los enterramientos.
Los cuerpos del faraón Seqenenra Taa (hacia 1.560 A.C.) y de su esposa Anhotep y, posiblemente, de la madre de él, la Reina Tetisheri, se encontraron en el escondrijo de momias reales de Deir el-Bahri y, lo más curioso de todo, es que tenemos una descripción de los saqueadores del enterramiento del faraón Sobekemsaf II y su esposa, aún intactos, 600 años más tarde, en la Dinastía XX. Los nombres de faraones también aparecen en las tumbas privadas, además de los ajuares. Se cree que estos reyes tebanos habrían gobernado a la vez que los Hyksos de la Dinastía XV, pero no existe un referencia fija que nos permita datar el comienzo de la Dinastía XVII, sólo el final, marcado por el fallecimiento de Kamose en algún momento antes o después de su tercer año de reinado. La fortuna de los reyes parece que fluctuaron: a Nebkheperra Intef se le menciona en más de una veintena de monumentos contemporáneos, mientras que a Intef VII sólo se le conoce por su ataúd, ahora en el Louvre.
El continuo rasgo distintivo militar de la época viene ilustrado por los propios títulos militares, tales como “comandante del equipo del soberano” y “comandante del regimiento de la ciudad”. Ellos nos muestran a una agrupación defensiva de fuentes militares alrededor del faraón ,y nos confirman la importancia de las milicias locales con base en las ciudades. La inestabilidad continuó siendo característica del Alto Egipto para el resto del Segundo Período Intermedio.
Rahotep, primer faraón de la Dinastía XVII, hace gala de las restauraciones de templos en Abydos y Koptos, mientras que una inscripción de Sobekemsaf II muestra que envió una expedición de 130 hombres a las canteras de Wadi Hammamat. Estas canteras, no obstante, estaban bien adentradas en territorio tebano, y el número de canteros no es comparable con los miles de hombres enviados al “wadi” durante la Dinastía XII. Por otra parte, la confianza iba en aumento, y tanto el territorio como las actividades del faraón iban creciendo. La expedición de Sobekemsaf tiene un distintivo aire ad hoc: solamente un hombre ostenta el título idóneo d “supervisor de los trabajos”, mientras que el resto ostentan títulos honoríficos, o cargos relacionados con el aprovisionamiento.
El escriba no mantiene la estricta jerarquía de estatus en su listado, y utiliza una mezcla de signos jeroglíficos e hieráticos. Parece que las habilidades tradicionales y los protocolos se estaban teniendo que reaprender después de una quiebra decisiva. En las minas de galena de Gebel Zeit, que dominan el Mar Rojo, se encontraron dos modestas estelas que registraban expediciones durante los reinados de Nubkheperra Intef VII y Swaserenra Bebiankh, de la Dinastía XVI; esta última era poco conocida más allá del listado del Canon de Turín. También se encontró un gran número de “sepulturas-sartén”, lo que sugeriría otra razón por la que los reyes tebanos habrían utilizado mercenarios nubios.
Tebas fue aislada de todo contacto con el Bajo Egipto, y se le negó acceso a los centros de enseñanza de escribas de Menfis. Dichos centros, junto con sus archivos, no se destruyeron, y puede incluso que floreciesen durante los Hyksos, pero a los tebanos se les habría negado el acceso a ellos para realizar sus consultas, de ahí la necesidad, quizás, de crear una nueva compilación de aquellos textos necesarios para los rituales funerarios, tan importante para todos.
Una de las primeras colecciones de ensalmos que se conocen es el “El Libro de los Muertos”, que data de la Dinastía XVI, y aparece en un ataúd de la Reina Mentuhotep, esposa del faraón Djehuty. La cultura funeraria de Tebas también evolucionó en otros aspectos en respuesta al empobrecimiento de las fuentes. Los grandes ataúdes rectangulares de madera de cedro, se sustituyeron por ataúdes antropoides, de vastas formas, en madera de sicomoro decorada con dibujos de plumas, pero en un estilo tan crudo y particular, que no había dos iguales. Esta característica delata una falta de formación en las otrora rígidas convenciones del arte funerario para el que, quizás, había menos demanda. No obstante, unos cuantos ataúdes demuestran que, en algunos talleres tebanos, la tradición del Imperio Medio en la fabricación de ataúdes, sobrevivió hasta bien entrada la Dinastía XVIII.
En el Papiro de Abbot, que contiene el acta de una investigación judicial llevada a cabo por el alcalde de Tebas, durante la Dinastía XX, sobre el robo de una tumba, se describe la localización de cinco tumbas reales de la Dinastía XVII pertenecientes a: Nubkheperra Intef VI, Sekhemra Intef, Sobekemsaf II, Seqenenra, y Kamose. En 1923, Herbert Winlock se dispuso a relocalizar las tumbas utilizando el itinerario de los inspectores que aparecían en el papiro. También se inspiró en que muchos de los objetos procedentes de tumbas reales del mismo período, habían aparecido para su venta de excavaciones ilícitas de 1820 y entre 1859-1860. Los ladrones de la Dinastía XX describían así cómo encontraron el enterramiento de Sobekemsaf II:
“Él iba provisto de una espada y había ….. un juego de amuletos y ornamentos de oro alrededor del cuello; la corona y diadema de oro descansaban en la cabeza y la …. momia del faraón estaba cubierta de oro por todas partes. Su ataúd era forjado en oro y plata, por dentro y por fuera, e iba incrustado con toda clase de espléndidas y valiosas piedras …. nos llevamos todos los objetos que había consistentes en vasijas de oro, plata y bronce”.
Los faraones y sus funcionarios gastaron su creciente fortuna al final de la dinastía en obtener nuevos objetos para sus tumbas, más que en las estructuras de las propias tumbas; en vez de ello, con frecuencia se apropiaban de tumbas antiguas que volvían a utilizar. Para entender de donde procedía tanta riqueza, basta con mirar hacia el sur, a Elefantina, a las fortalezas que custodiaban la 2ª Catarata de El Nilo y, finalmente, a Kerma, capital del reino de Kush, a más de 800 km al sur de Tebas.
ELEFANTINA Y LAS FORTALEZAS DE LAS CATARATAS
Elefantina, una isla frente a la moderna ciudad de Aswan, ofrece una interesante y ventajosa situación desde donde poder estudiar el Segundo Período Intermedio. Como ciudad provincial, representa una contrapartida a las fuentes tebanas, y ofrece una serie de ininterrumpidas dedicaciones, privadas y reales, que datan de finales de la Dinastía XII a la Dinastía XVI. El estratificado emplazamiento de la ciudad, y los cementerios del mismo período, están siendo excavados por el Instituto Alemán de Arqueología.
La fortuna de Elefantina está ligada de forma inseparable a la de Nubia. Durante la mayor parte del Imperio Medio no marcó frontera alguna con el sur; lo hizo el faraón Senusret III, en Semna, a 400 km al sur. Sin embargo, en la etapa más baja de poder de los reyes tebanos, es posible que Elefantina estuviese gobernada independientemente e, incluso, que los nubios, de forma esporádica, arrasasen la ciudad. El botín, producto de una redada en Elefantina, o en las fortalezas, parece ser la explicación más favorable al hecho de que una tumba real, en Kerma, de finales del Segundo Período Intermedio, albergase estatuas de un nomarca de Asyut y su esposa, que vivieron en el reinado del faraón Senusret I (1.956-1.911 A.C.).
El valor de la Baja Nubia reside en sus canteras, en especial las de diorita, granito y amatista; en sus accesos a las minas de oro y plata; y en su estratégica situación en términos de control del desierto y de las rutas a lo largo del río. Un funcionario local de Elefantina, de la Dinastía XVI, Heqaib, fue deificado tras su muerte, y se ha encontrado una serie de estelas votivas y estatuas en una capilla. Las Dinastías XIII a XVI están particularmente bien representadas y, como en Menfis, la continuidad sólo se rompe con la llegada de la Dinastía XVIII. Las genealogías que aparecen en las inscripciones, muestran que las mismas familias servían, tanto a los últimos reyes de finales de la Dinastía XIII, como a los de la XVI.
La estatua del alcalde de Elefantina evidentemente cambió, de ser una de gran significación local, a otra típicamente militar, como parte del cortejo del faraón de Tebas. Tal personaje fue Neferhotep, que era responsable al faraón de todo el territorio que se extiendía de Tebas a Elefantina. Pasado su tiempo – durante la Dinastía XVI, a juzgar por la ortografía de la estela – las dedicaciones en la capilla de Heqaib cesaron, y quizás no sea coincidencia que fuese en este período cuando el Príncipe del Kush fuese más poderoso, y que incluso las fortificaciones de las cataratas estuviesen bajo control suyo.
La suerte de una de las fortalezas, Buhen, puede reconstruirse a partir de evidencias que aún no han sido publicadas en su totalidad. Después de finales de la Dinastía XII, a los soldados se les enterraba con su familia en el Cementerio K de Buhen; estos enterramientos se caracterizaban por la cerámica de la región de Menfis, lo que confirmaría que los suministros del fuerte aún procedían de los talleres de la Residencia. El Cementerio K sugiere una ocupación continuada hasta bien entrado el Segundo Período Intermedio, y hay al menos dos grupos de enterramientos múltiples, intactos, que contienen pequeñas jarras de Tell el-Dab’a, incluyendo un tipo que no aparece en Tel el-Dab’a hasta el estrato E/I, muy probablemente de principios de la Dinastía XV. Uno de los cuerpos lleva en el cuello una pepita de oro grande, lo que sugeriría que los colonos permanecían en Buhen principalmente por su proximidad a las minas de oro de la región.
Para entonces, la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto ya existía, así que los suministros desde el Bajo Egipto sólo podían llegar a Buhen utilizando la ruta de los oasis que sabemos estaba en uso durante el reinado de Apepi. ¿Quién – se pregunta uno - era el responsable de la organización de este comercio en el extremo norte? Se puede especular que funcionarios todavía trabajaban en Itjtawy bajo el soberano Hyksos, y sabemos que el cementerio de Lisht aún estaba en uso. El mismo Avaris era el centro de producción y distribución de las jarritas de Tell el-Yahudiya, cuyo contenido aún no ha sido identificado pero eran muy apreciadas.
Los colonos de las fortalezas tienen que haberse sentido cada vez más aislados y vulnerables, a pesar de sus conexiones con el Bajo Egipto, por lo que tendrían que amoldarse al poder militar local, que no era ni de los Hyksos ni de los reyes de Tebas, sino del Rey del Kush. Una familia, cinco generaciones atrás, dejaron inscripciones en Buhen que muestran que las dos últimas sirvieron al Rey del Kush, y que incluso llevaron a cabo campañas locales en su nombre; este período viene marcado arqueológicamente por la presencia de cerámica importada del Alto Egipto, de la zona de Tebas, en vez de cerámica procedente del Bajo Egipto. El río permanecía abierto entre Tebas y las fortalezas, pero solamente, como denuncian los textos de Kamose, si se pagaba al amo del Nilo Sur, el Rey del Kush. Buhen sería eventualmente saqueada – hay restos de un gran incendio – pero más probablemente por el ejército de Kamose que por los nubios.
Otras fortalezas como Mirgissa y Askut nos cuentan con una historia parecida de continua invasión por egipcios - pero paralelamente a la de nubios - hasta finales del Segundo Período Intermedio. Llegó un momento en que el control de la región de las cataratas por el rey de Kerma se haría tan insoportable para los soberanos tebanos que se hacía necesario retomar los fuertes antes de proceder con seguridad contra los Hyksos. Tenemos una primera prueba de que en el tercer año del reinado de Kamose, la región estaba de nuevo bajo control tebano. En Buhen, hay evidencias de la construcción de un muro; probablemente se trataría de una renovación de las fortificaciones después de la exitosa campaña que se menciona en una carta de los Hyksos al rey del Kush.
EL REINO DE KUSH
Rey de Kush, es el nombre que las fuentes egipcias dan al rey, de cuyo reino, la capital era Kerma. Los arqueólogos utilizan Kerma como un adjetivo que describe la cultura de los kushitas, y la distinguen de otras culturas nubias contemporáneas, tales como la del Grupo “C” y la de “sepultura sartén”. Kerma está situada al sur de la 3ª Catarata, al final de las rutas occidentales de los oasis, y está siendo excavada por Charles Bonnet, de la Universidad de Ginebra.
La población de Kerma no dejó referencias escritas, aunque sabemos que su cultura, extendida por toda Nubia, se remonta a principios del Imperio Antiguo. El rey alcanzó su poder máximo durante la fase de la llamada Kerma Clásica, que coincide, aproximadamente, con el Segundo Período Intermedio. Puede que el faraón Kamose hubiese conseguido reconquistar Buhen con éxito, pero no fue hasta mucho más adelante, durante la Dinastía XVIII, después de, al menos, tres largas campañas, que Kerma fue finalmente reconquistada.
La destrucción que le siguió fue tan drástica que, actualmente, es muy difícil reconstruir cómo era la ciudad durante los reinados de los últimos gobernantes independientes. Sí sabemos, que las grandes tumbas de túmulo donde se enterraban a los reyes, contienen sirvientes ejecutados y gran cantidad de provisiones, en su mayoría, importadas del Alto Egipto, que puede que se tratarsen de impuestos pagados por aquellos que querrían pasar al sur, más allá de Elefantina. Hasta por lo menos mediados de la Dinastía XIII, el rey habría estado comerciando, tanto con el Alto como con el Bajo Egipto, comercio que estaría administrado desde las propias fortalezas.
Los nubios de Kerma eran ganaderos y guerreros, particularmente famosos por sus arqueros. Los arcos y flechas encontrados en sus sepulturas, y las masivas fortificaciones de Buhen diseñadas para defenderse de los ballesteros, confirman esta reputación. En el centro de la ciudad, había una enorme cabaña, dentro de un recinto de estacas, que se utilizaba en las ceremonias reales. Un amplio programa de construcción y reconstrucción durante la fase de la Kerma Clásica, da testimonio de la inmensa fuente de material y mano de obra que el rey tenía a su total disposición.
La presencia de nubios de Kerma en los ejércitos de Kamose y Ahmose está fuera de toda discusión, si bien no está claro si eran reclutados voluntaria o forzosamente durante la campaña de Kamose. Parece probable que los nubios de Kerma constituyesen una federación de tribus de las que no todas aceptarían necesariamente la autoridad del Rey de Kerma, y con ello, ni la política de hostilidad hacia los reyes tebanos. En cualquier caso, fuese la que fuese la política real, el comercio entre Kerma y Tebas floreció durante el Segundo Período Intermedio. La gente viajaba al igual que la mercancía: artesanos egipcios a Kerma, quizás, y, por supuesto, nubios de Kerma a Egipto.
Se han encontrado esparcidos entre Tebas y Abydos, los enterramientos de un puñado de individuos. Un rico enterramiento, encontrado intacto en Tebas, es de tiempos de Kamose, y pertenecía a una mujer y su pequeño. Es de estilo totalmente egipcio, y la mujer lleva un obsequio real, “el oro del honor”, un collar con muchas cuentas de aros de oro. Además, en su ataúd había una barra portadora de la que colgaban redes con seis jarras de cerámica, hechas en un estilo tan típico de la cultura Kerma que se conoce como “producto Kerma.
El oro unió a los Tebanos y a los Nubios de Kerma; primero, como aliados; pero, final e inexorablemente, como enemigos.
RAFAEL CANALES
En Banlamádena-Costa, a 1 de mayo de 2010
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.
En Banlamádena-Costa, a 1 de mayo de 2010
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.
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