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Ataud interior de madera pintada de Sebekhetepi, Beni Hasan, Imperio Medio, hacia 2.125-1.795 A.C. Como muchos individuos adinerados del Imperio Medio, Sebekhetepi fue enterrado en dos ataudes rectangulares. El interior estaba hecho de madera de cedro importada, de mucha más calidad que la madera local, lo que sugiere un alto estatus de su propietario. La decoración del exterior del ataud está embutida en la madera y pintada. Las inscripciones que aparecen a lo largo del centro de la tapa están escritas en azul sobre una banda blanca. Los bordes de la tapa y las esquinas de la caja están decoradas con bandas a rayas separadas por bandas perpendiculares cortas, en los mismos colores. El par de ojos "wedjat" en un lado, también en azul sobre blanco rodeado de un borde multicolor, facilita a la momia - colocada de lado de forma que tiene enfrente al wedjat - el que pueda ver fuera del ataud. El interior del ataud va decorado con representaciones de ofrendas. Se desconocen los títulos ostentados por Sebekhetepi pero, al igual que Gua, se sabe que fue servidor de un gobernador real y que ambos vivieron durante el Imperio Medio; hacia 2.040-1.750 A.C. Tamaño: Alto 45'8 cm; Ancho 40'6 cm; Largo 187'3 cm
LA DINASTÍA XII
A modo de Preámbulo
La sofisticación que se alcanza durante la Dinastía XII, muy superior en comparación con la de la Dinastía XI, ha sido, quizás, el factor que más ha contribuido a persuadir a tantos estudiosos de que el verdadero Imperio Medio comienza con la Dinastía XII.
Amenemhat I
Sehetepibra Amenemhat I (el Ammenemes de Manetón, c.1985-1956 A.C.) era hijo de un individuo llamado Senusret y una mujer llamada Nefret - que no pertenecían a la familia real – y los nombres de Amenemhat, Senusret y Nefret acabarían siendo muy populares entre los faraones de la Dinastía XII y sus esposas. Si el visir Amenemhat y Amenemhat I eran en realidad una misma persona, su informe sobre los dos mencionados presagios parece señalarle a él como la persona para quien los milagros se habían hecho. Sus contemporáneos tienen que haber entendido que este hombre habría obtenido así el favor de los dioses.
La Profecía de Neferti, cuyo texto posiblemente se compuso hacia principios del reinado de Amenemhat I, se inicia con una lista de problemas relacionados con el campo, y luego “predice” la aparición de un faraón poderoso:
La Profecía de Neferti, cuyo texto posiblemente se compuso hacia principios del reinado de Amenemhat I, se inicia con una lista de problemas relacionados con el campo, y luego “predice” la aparición de un faraón poderoso:
Entonces un rey vendrá del Sur,
De nombre Ameny, el justificado,
Hijo de una mujer de Ta-Seti, Hijo del Alto Egipto.
Él tomará la Corona Blanca,
Él llevará la Corona Roja,
Él unirá las Dos Poderosas (las dos Coronas)
Los Asiáticos caerán bajo su espada,
Los Libios perecerán bajo su fuego,
Los Rebeldes bajo su cólera,
Los Traidores bajo su poder,
Al igual que la serpiente desde su frente domina a los Rebeldes por él,
Él construirá el Muro-del-Príncipe,
Para impedir la entrada a Egipto de los Asiáticos……..
De nombre Ameny, el justificado,
Hijo de una mujer de Ta-Seti, Hijo del Alto Egipto.
Él tomará la Corona Blanca,
Él llevará la Corona Roja,
Él unirá las Dos Poderosas (las dos Coronas)
Los Asiáticos caerán bajo su espada,
Los Libios perecerán bajo su fuego,
Los Rebeldes bajo su cólera,
Los Traidores bajo su poder,
Al igual que la serpiente desde su frente domina a los Rebeldes por él,
Él construirá el Muro-del-Príncipe,
Para impedir la entrada a Egipto de los Asiáticos……..
Puesto que esta “profecía” de principios de la Dinastía XII - cuya datación, por cierto, es cuestionable - claramente se refiere al faraón Amenemhat, de nuevo nos encontramos ante una enunciación, de intervención divina, que nos advierte del estatus sobrenatural del faraón.
Hay otros muchos textos que se refieren al caos anterior a la llegada de los nuevos reyes; sin embargo, las referencias a los Asiáticos en La Profecía de Neferti son nuevas; así como la referencia al "Muro-del-Príncipe", un sistema de fortificaciones levantado por Amenemhat en el Delta Oriental. Fue durante su reinado cuando tuvieron lugar las primeras campañas militares del Imperio Medio contra el Cercano Oriente, debidamente atestadas.
Una de las acciones más significativas de Amenemhat fue trasladar la capital de Tebas a la nueva ciudad de Amenemhat-itj-tawy (“Amenemhat, el Ocupador de las Dos Tierras”), en ocasiones referida simplemente como Itjtawy, en la región de el-Faiyum - aún por descubrir - en las proximidades de la necrópolis de Lisht. El nombre de la ciudad sugiere ya un comienzo del reinado más bien violento, aunque se desconoce la fecha precisa del cambio de residencia real. La mayoría de los estudiosos la sitúan a principios del reinado de Amenemhat, pero Dorothea Arnold aboga por una fecha durante su reinado muy posterior; alrededor del año 20.
Aún en el caso de que Amenemhat hubiese residido algunos años en Tebas, el hecho de que los preparativos previos a la construcción de la plataforma en las inmediaciones de Deir el-Bahri, identificada como una posible tumba para Amenemhat I probablemente sólo durasen de tres a cinco años, sugiere que el traslado quizás no se hiciese tan tarde como el vigésimo año de su reinado. El escaso número de monumentos construidos en Tebas por Amenemhat, y la sospechosa ausencia de enterramientos oficiales después del de Meketra – un alto cargo enterrado cerca de la mencionada plataforma – hacen pensar que el traslado pudo tener lugar durante los primeros años de su reinado.
Por otro lado, las inscripciones en los bloques de la cimentación del templo mortuorio de Amenemhat en Lisht dejan ver, primero, que Amenemhat I habría celebrado ya su jubileo real; y segundo, que el año 1 de un rey cuyo nombre no se menciona – aunque se piensa que se trata del sucesor de Amenemhat, Senusret I - habría ya transcurrido, sugiere una fecha muy posterior para el complejo piramidal de Lisht. Con tales argumentos, la fecha del traslado de la capital a el-Faiyum sigue siendo aún objeto de debate.
Es probable que el emplazamiento de Itjtawy se escogiese por estar más cerca del lugar de procedencia de las incursiones de los Asiáticos de lo que había estado Tebas, pero, políticamente fue un acierto de Amenemhat fundar una nueva capital como signo de un nuevo amanecer político. También implicaba que los cargos bajo su mando dependerían por completo del faraón más que de sus propias bases de poder.
Este nuevo comienzo se celebró durante una segunda elección del Nombre de Horus del faraón, Wehemmesu (“el Renaissance” o, más literalmente, la “repetición de nacimientos”, quizás en alusión al primero de los “milagros”).
Ésta resultó no ser una frase vana: la Dinastía XII volvía su mirada hacia atrás, de forma retrospectiva, en busca de los modelos del Imperio Antiguo, como fue el caso con la tumba real de forma piramidal, y el uso de los estilos de decoración artística de aquel período. También se promocionó el culto al soberano.
Se volvió, de forma pausada pero inexorable, a una forma de gobierno más centralizada, con el consiguiente aumento de la burocracia. Se produjo un crecimiento exponencial en la riqueza mineral del faraón, puesta en evidencia por las joyas encontradas en los enterramientos reales de la Dinastía XII. Estos cambios dieron lugar a un aumento del nivel de vida para los egipcios de clase media cuyo nivel de riqueza era proporcional al de sus cargos oficiales.
Amenemhat utilizó los ejércitos feudales por vez primera contra los Asiáticos, en el Delta; el alcance de estas operaciones se desconoce. Después, fortaleció la región con construcciones del tipo del “Muro-del-Príncipe”, que tan importante papel jugó en la "Historia de Sinué", y fueron también mencionados en la "Profecía de Nefret". No se ha descubierto aún ninguna fortaleza de esta época en la frontera noroeste de Egipto, pero los vestigios de un gran canal pueden datar de este período. Se sabe de otras fortalezas construidas durante el reinado de Amenemhat en otros lugares, que incluye una llamada Rawaty, en Mendes, y las de los puestos avanzados de Semna y Quban, en Nubia.
Aunque el faraón y su ejército regular avanzaron hacia el sur llegando hasta Elefantina, muy al principio de su reinado, no parece que hubiesen estado tan activos más al sur hasta por lo menos el año 29. Para entonces, con la nueva política, Nubia habría dejado de ser la red imprecisa y esporádica de comercio y de incursiones en las canteras que caracterizaron al Imperio Antiguo, para iniciar una nueva estrategia de conquista y colonización con el objetivo principal de obtener materias primas, en especial oro.
Hay otros muchos textos que se refieren al caos anterior a la llegada de los nuevos reyes; sin embargo, las referencias a los Asiáticos en La Profecía de Neferti son nuevas; así como la referencia al "Muro-del-Príncipe", un sistema de fortificaciones levantado por Amenemhat en el Delta Oriental. Fue durante su reinado cuando tuvieron lugar las primeras campañas militares del Imperio Medio contra el Cercano Oriente, debidamente atestadas.
Una de las acciones más significativas de Amenemhat fue trasladar la capital de Tebas a la nueva ciudad de Amenemhat-itj-tawy (“Amenemhat, el Ocupador de las Dos Tierras”), en ocasiones referida simplemente como Itjtawy, en la región de el-Faiyum - aún por descubrir - en las proximidades de la necrópolis de Lisht. El nombre de la ciudad sugiere ya un comienzo del reinado más bien violento, aunque se desconoce la fecha precisa del cambio de residencia real. La mayoría de los estudiosos la sitúan a principios del reinado de Amenemhat, pero Dorothea Arnold aboga por una fecha durante su reinado muy posterior; alrededor del año 20.
Aún en el caso de que Amenemhat hubiese residido algunos años en Tebas, el hecho de que los preparativos previos a la construcción de la plataforma en las inmediaciones de Deir el-Bahri, identificada como una posible tumba para Amenemhat I probablemente sólo durasen de tres a cinco años, sugiere que el traslado quizás no se hiciese tan tarde como el vigésimo año de su reinado. El escaso número de monumentos construidos en Tebas por Amenemhat, y la sospechosa ausencia de enterramientos oficiales después del de Meketra – un alto cargo enterrado cerca de la mencionada plataforma – hacen pensar que el traslado pudo tener lugar durante los primeros años de su reinado.
Por otro lado, las inscripciones en los bloques de la cimentación del templo mortuorio de Amenemhat en Lisht dejan ver, primero, que Amenemhat I habría celebrado ya su jubileo real; y segundo, que el año 1 de un rey cuyo nombre no se menciona – aunque se piensa que se trata del sucesor de Amenemhat, Senusret I - habría ya transcurrido, sugiere una fecha muy posterior para el complejo piramidal de Lisht. Con tales argumentos, la fecha del traslado de la capital a el-Faiyum sigue siendo aún objeto de debate.
Es probable que el emplazamiento de Itjtawy se escogiese por estar más cerca del lugar de procedencia de las incursiones de los Asiáticos de lo que había estado Tebas, pero, políticamente fue un acierto de Amenemhat fundar una nueva capital como signo de un nuevo amanecer político. También implicaba que los cargos bajo su mando dependerían por completo del faraón más que de sus propias bases de poder.
Este nuevo comienzo se celebró durante una segunda elección del Nombre de Horus del faraón, Wehemmesu (“el Renaissance” o, más literalmente, la “repetición de nacimientos”, quizás en alusión al primero de los “milagros”).
Ésta resultó no ser una frase vana: la Dinastía XII volvía su mirada hacia atrás, de forma retrospectiva, en busca de los modelos del Imperio Antiguo, como fue el caso con la tumba real de forma piramidal, y el uso de los estilos de decoración artística de aquel período. También se promocionó el culto al soberano.
Se volvió, de forma pausada pero inexorable, a una forma de gobierno más centralizada, con el consiguiente aumento de la burocracia. Se produjo un crecimiento exponencial en la riqueza mineral del faraón, puesta en evidencia por las joyas encontradas en los enterramientos reales de la Dinastía XII. Estos cambios dieron lugar a un aumento del nivel de vida para los egipcios de clase media cuyo nivel de riqueza era proporcional al de sus cargos oficiales.
Amenemhat utilizó los ejércitos feudales por vez primera contra los Asiáticos, en el Delta; el alcance de estas operaciones se desconoce. Después, fortaleció la región con construcciones del tipo del “Muro-del-Príncipe”, que tan importante papel jugó en la "Historia de Sinué", y fueron también mencionados en la "Profecía de Nefret". No se ha descubierto aún ninguna fortaleza de esta época en la frontera noroeste de Egipto, pero los vestigios de un gran canal pueden datar de este período. Se sabe de otras fortalezas construidas durante el reinado de Amenemhat en otros lugares, que incluye una llamada Rawaty, en Mendes, y las de los puestos avanzados de Semna y Quban, en Nubia.
Aunque el faraón y su ejército regular avanzaron hacia el sur llegando hasta Elefantina, muy al principio de su reinado, no parece que hubiesen estado tan activos más al sur hasta por lo menos el año 29. Para entonces, con la nueva política, Nubia habría dejado de ser la red imprecisa y esporádica de comercio y de incursiones en las canteras que caracterizaron al Imperio Antiguo, para iniciar una nueva estrategia de conquista y colonización con el objetivo principal de obtener materias primas, en especial oro.
Una inscripción en el yacimiento de Korosko, en la Baja Nubia, a mitad de camino entre la primera y la segunda catarata de El Nilo, deja constancia de que la población de Wawat, en la Baja Nubia, fue derrotada en el año vigésimo noveno del reinado de Amenemhat. Sólo se reseña una incursión militar contra los libios que se dice tuvo lugar en el año 30, con el ejército bajo el mando del hijo del faraón, Senusret. Una vez finalizada la campaña libia, Amenemhat falleció.
Senusret I
Según el Fragmento 34 de la historia de Manetón, hacia finales del reinado de Amenemhat tuvo lugar una conspiración. “La Enseñanza de Amenemhat I” también apunta a una disputa sobre la sucesión ya que fue mientras Senusret estaba en la campaña de Libia cuando se le comunicó el fallecimiento de su padre. Es casi seguro que Amenemhat fue asesinado, y un texto de la época de Senusret I da constancia de ello en palabras de su propio padre supuestamente pronunciadas desde su propia tumba:
“Fue después de la cena, ya pasada la noche, y después de haber disfrutado una hora de felicidad. Estaba en la cama, pues me sentía cansado, cuando mi corazón empezó a caer en un sueño. Soñaba que se apoderaban de las armas, y que yo me convertía en una serpiente más de la necrópolis. Conforme volvía en sí me desperté luchando y vi que se trataba de mi propia guardia personal que me estaba atacando. ¡Si hubiese cogido mi arma rápidamente, con una carga habría hecho retroceder a los desgraciados! Pero nadie es fuerte en la noche, nadie puede luchar solo, el triunfo no llega sin una ayuda. Veras, el daño se hizo en tu ausencia, y mi séquito aún no había llegado a tener conocimiento de lo que te iba hacer entrega, al no haberme siquiera sentado contigo y trasmitido mis paternales consejos; pues yo no lo planeé así; yo no lo había previsto así, y mi corazón no pensó en la negligencia de mis siervos.”
Se piensa que el manuscrito del que se deriva este extracto tiene su origen en una antigua composición de la Dinastía XII, muy posiblemente inspirada por el propio faraón Senusret I como apoyo a su reclamación al Trono. Este escrito podría muy bien servir de “justificación” de cualquier medida punitiva que Senusret pudiese haber tomado una vez alcanzado el Trono.
La “Lista de Reyes” habla de un reinado de Kheperkara Senusret I (c.1956-1911 A.C.) de cuarenta y cinco años, situación respaldada por un texto de Amada, en Nubia, que le da 44 años. Hasta ahora, se ha aceptado que el reinado de Senusret I fue de treinta y cinco años en solitario, más diez de corregencia con su padre, pero este supuesto fue cuestionado por el Egiptólogo belga (1963, Tournai, Bélgica) Profesor Claude Obsomer en 1995. Si su hipótesis es correcta, por fin tendría sentido el final de “La Enseñanza de Amenemhat I” en el que el faraón solicita que sea su hijo quien le suceda. Esta petición poética sólo es válida si no existió una corregencia que asegurase la cesión del Trono de forma no traumática.
En el décimo año de su reinado, Senusret I envió una expedición a Nubia. Ocho años después, envió otro ejército más al sur, hasta la 2ª Catarata. Su general Mentuhotep fue aún más allá, pero sería el yacimiento de Buhen el que finalmente se convertiría en la frontera más avanzada del sur. Aquí, Senusret colocó una estela de la victoria y construyó un fuerte, convirtiendo de esta forma la Baja Nubia en provincia de Egipto.
Mientras Kush, en la Alta Nubia, se explotaba por su oro, los egipcios también se abastecían de amatista, turquesa, cobre y gneiss para joyería y esculturas. En el norte, las caravanas se movían entre Egipto y Siria intercambiando madera de cedro y marfil por productos egipcios. Estas expediciones, más prolíficas, muestran hasta qué punto la política exterior había cambiado entre la Dinastía XI y la Dinastía XII.
Los numerosos monumentos reales se distribuyeron desde la Baja Nubia, en el sur, hasta Heliópolis y Tanis, en el norte, y con objeto de obtener materia prima para la construcción, decoración y equipamiento, se enviaron funcionarios a explotar las canteras de piedra de Wadi Mammamat, Sinaí y Wadi el-Hudi. Sólo de una de estas expediciones se extrajo suficiente roca para hacer sesenta esfinges y 150 estatuas. El Museo Egipcio de El Cairo alberga una gran colección de estatuas de Senusret recuperadas de su templo mortuorio, pero otros muchos de sus monumentos y estatuas serían eventualmente remodelados, copiados y sustituidos por otros faraones posteriormente, de forma que sólo unos pocos originales han sobrevivido.
Según parece, en Tebas fundó el templo de Ipet sut (Karnak) y levantó una capilla de alabastro en celebración de su festival sed en el trigésimo primero aniversario de su reinado.
El trabajo en relieve durante su tiempo es particularmente bello, a juzgar por los fragmentos que han sobrevivido, como el de una figura dañada del faraón, en Koptos – actualmente en el Museo Petrie, University College London – pero su estatua carece de vivacidad y movimiento, y los retratos son impersonales. No obstante, el efecto de este frenesí de material gráfico tuvo resultados importantes: Debido al largo reinado de Senusret, el “estilo real” llegó hasta regiones con suficiente fuerza como para que se proyectase por todo Egipto y los estilos locales acabasen por darle paso y ceder terreno de forma gradual.
Senusret fue el primero en introducir un programa de construcción por el que se levantarían monumentos en cada uno de los principales lugares de culto por todo el país. Esta acción, que suponía una extensión de la política de los últimos faraones del Imperio Antiguo, tuvo el efecto de socavar las bases de poder de los templos y sacerdotes locales. Al día de hoy, sólo existen unos pocos vestigios de las principales esculturas y obras temáticas de estas regiones, lo que hace que se diluya nuestra impresión del impacto real del programa de Senusret.
Entre las medidas más importantes, Senusret remodeló el templo de Khenti-amentiu-Osiris, en Abydos. Siguiendo el ímpetu real, los funcionarios oficiales también levantaron numerosas estelas conmemorativas y pequeñas criptas, o cenotafios, en Abydos, iniciando así la práctica que se convertiría en habitual de los hombres piadosos con medios durante el Imperio Medio y en el Nuevo.
Y gracias a la atención que el faraón Senusret I prestó al culto de Osiris, florecerían nuevas creencias y prácticas en Egipto, así como un mayor equilibrio entre la creencia del faraón en el Mas Allá y la de sus súbditos. El egiptólogo John A. Wilson ha descrito el fenómeno como la “democratización del Más Allá”.
Los Papeles de Hekanakhte
Gracias a un golpe de suerte, una colección de cartas del Imperio Medio nos ha proporcionado muchos detalles de la vida agrícola de la época. Las cartas las escribió un anciano agricultor, llamado Hekanakhte, a su familia mientras se encontraba ausente por negocios durante bastante tiempo. Aunque hasta hace poco se pensaba que este material pertenecía al reinado de Mentuhotep III, el hecho de que el papiro se encontrase asociado a cerámica de principios de la Dinastía XII, sugiere que, en realidad, fueron escritas durante los primeros años del reinado de Senusret I.
La personalidad de Hekanakhte emerge de estas cartas en las que abundan órdenes tajantes a sus varios hijos para que cumplan su mandato, para que dejen de llorisquear sobre la escasez de víveres que les proporciona, y para que sean amables con su nueva esposa. Estas cartas nos proporcionan una visión muy íntima de la dinámica familiar de la Dinastía XII, a la vez que nos muestran la forma en que los ricos agricultores jugaban con sus compromisos y sus cosechas. Sugieren la existencia de hambruna en el Egipto de los postreros años de Hekanahkte, fenómeno que también se deduce de las inscripciones que aparecen en la tosca tumba temporal del nomarca Amenemhat, en Beni Hasan, tumba BH2.
Entre “Los Papeles de Hekanakhte” hay una carta que una mujer escribe a su madre, descubrimiento que nos hace preguntarnos hasta qué punto las mujeres egipcias podían leer y escribir. Por otra parte, y desgraciadamente, esto en sí no constituye una prueba, ya que la mujer en cuestión puede haber dictado la carta a un escriba varón – como muchos corresponsales analfabetos masculinos habrían hecho – y, por otra parte, el estilo de la caligrafía no da pista alguna. Ciertas referencias en alguna otra parte, acerca de dos escribas femeninas en el Imperio Medio, nos hace pensar que, no obstante, algunas mujeres de la época pueden no haber sido analfabetas.
Anales de la Realeza y el Reinado de Amenemhat II
De un juego de registros oficiales conocido como genut, o “libros del día” - parcialmente en buen estado de conservación - procedente del templo de Tod, nos llega información adicional sobre los acontecimientos históricos de la Dinastía XII. Las referencias del faraón a la construcción también contienen elementos sobre dichos anales. Por ejemplo, el Papiro Berlin 3029, describe el proceso mediante el cual el faraón construía un nuevo edificio. Forman parte de los textos más útiles que han sobrevivido al permitirnos conocer la rutina diaria en el palacio egipcio.
A su vez, en 1974, el Organismo Egipcio de Antigüedades descubrió una de las inscripciones genut más importantes en Mit Rahina (antiguo Menfis). Si bien la inscripción habla de Senusret I, está claro que pertenece al reinado de su hijo, Nubkaura Amenemhat II (c.1911-1877 A.C.). Contiene descripciones detalladas de donaciones hechas a varios templos, listas de estatuas y edificios, informes de expediciones militares y comerciales, y de actividades reales, tales como la Caza. Constituye, sin lugar a duda, el texto más importante de Amenemhat II, pero también hace referencias a otros faraones de la Dinastía XII; y, lo que es aún más importante, revela que la superficial “paz” que se decía existir entre Asia y Egipto en esta época era sólo selectiva, con una serie de tratados específicos existentes entre Egipto y algunas ciudades del Levante Oriental.
Las referencias de Herodoto a las guerras asiáticas, y la actitud de desprecio mantenida por “Sesostris” hacia los Asiáticos (Historias 2.106), están quizás más cerca de la realidad histórica de lo que modernos profesionales tienden a creer.
Los murales de la tumba del nomarca Khnumhotep, en Beni Hasan (BH 3), nos muestran la visita de un cacique beduino llamado Abisha, y se han encontrado también numerosas estatuillas egipcias y escarabeos en yacimientos del Oriente Próximo, reafirmando así los lazos con los Asiáticos. Ya existía desde hacía tiempo un comercio con Siria y Byblos en el que los gobernantes nativos escribían inscripciones cortas en jeroglíficos, continuaban utilizando los títulos egipcios de Conde y de Príncipe Heredero, hacían referencia a los dioses egipcios, y adquirían estatuas reales y privadas egipcias.
Por otra parte, las inscripciones ya mencionadas de Mit Rahina, de Amenemhat II, identifican la ciudad nórdica siria como socio comercial egipcio, mientras otros contactos asiáticos parecen provenir de enfrentamientos bélicos. Los anales hablan de un reducido grupo de egipcios entrando en territorio beduino – probablemente en alguna región del Sinaí – a fin de “trabajar la tierra”, y de dos operaciones más dirigidas contra ciudades amuralladas desconocidas. A las víctimas se las describe como Aamu (Asiáticos), y de 1554 de ellas se dice que fueron capturadas como prisioneros.
Estas elevadas cifras de cautivos extranjeros podrían muy bien explicar las extensas listas de esclavos asiáticos que trabajarían en casas tebanas en épocas posteriores. También hubo campañas en el sur por esta época. Así, la “biografía” de la tumba de Amenemhat, en Beni Hasan, nos dice que lideró una expedición al Kush (Alta Nubia), y que el reino africano oriental del Punt recibió la visita de un alto cargo del faraón, Khentykhetaywer, en el vigésimo octavo año de reinado de Amenemhat II.
A diferencia de los gobernantes de la Dinastía XII, Amenemhat II no parece disfrutar de un prolífico record de construcción; aunque esta impresión puede bien ser el resultado de posteriores saqueos. Su complejo piramidal, la llamada “Pirámide Blanca”, en Dahshur, mal conservada y aún sin trabajar a fondo, era única en cuanto a su ubicación sobre una plataforma.
Sus hijas fueron enterradas en el atrio, y una esposa real llamada Keminebu también fue enterrada en el complejo. Durante tiempo se pensó que Keminebu era esposa de Amenemhat, pero ahora se sabe que, basándose en el nombre y el estilo de sus inscripciones, en realidad se trata de una reina de la Dinastía XIII.
Senusret II y la inauguración del sistema de regadío de el-Faiyum.
El reinado del sucesor de Amenemhat II, Khakheperra Senusret II (1877-1870 A.C.) supuso un período de paz y prosperidad en el que el comercio con el Oriente Próximo fue particularmente prolífico. No existen indicios de campañas militares durante su reinado; en su lugar, el mayor logro parece haber sido la inauguración del esquema de regadío de el-Faiyum. Se construyó un dique y se abrieron canales para conectar el-Faiyum con la vía fluvial conocida ahora como el Bahr Yusef. Estos canales drenaban - por un efecto de sifón - algunas de las aguas que normalmente fluían en el Lago Moeris, resultando en una evaporación gradual del agua a las orillas del lago extendiendo así la superficie de tierra nueva; la tierra ganada al agua se dedicaba a la labranza.
Este sistema resultó ser precursor y único para su tiempo, de no haber sido porque un sistema similar de embalses y canales de drenaje para ganarle tierra al agua se habría utilizado en el Lago Copais (Kopais o Kopaida), en el centro de Boeotia, Grecia Central - actualmente una planicie, aún con el nombre Kopaida - durante el Período Heládico Medio, (c. 1900-1600 A.C.), Edad de Bronce del Egeo.
De hecho, no se sabe cuántos de estos sistemas de irrigación se pueden asignar al reinado de Senusret II, pero su conexión con la revitalización general de el-Faiyum quizás viene indicada por el hecho de que levantó monumentos religiosos en el propio margen de la zona.
La única capilla estatuaria de Qasr el-Sagha, en el desierto, en la punta nordeste de el-Faiyum, ha sido datada más o menos en su reinado a partir de la cerámica asociada. No obstante, como otros edificios de su reinado, éste se dejó sin decorar e incompleto, lo que ha fomentado la impresión de tratarse de un reinado efímero. El uso de varios lugares en el-Faiyum para la ubicación de los complejos piramidales reales desde ese momento en adelante puede ser indicativo de la importancia del sistema de regadío, ya que se suele dar por hecho que los palacios reales de cada soberano habrían sido construidos cerca de sus correspondientes monumentos funerarios.
Hay constancia de la existencia de un reducido grupo de estatuas de Senusret II de las que al menos dos fueron usurpadas por Rameses II (1279-1213 A.C.). Los hombros, anchos y musculosos, son reminiscencia de las estatuas de Senusret I, aunque se aprecia también la influencia de la estatuaria del Imperio Antiguo. Los rasgos faciales de Senusret II son más vigorosos y plásticos, carentes de la blandura que tipifica la estatuaria de sus predecesores de la Dinastía XII; sus grandes pómulos y boca pequeña son muy distintivos y, en toda probabilidad, indicativos del retrato realista, presagio de los sorprendentes primeros estudios de Senusret III (1870-1831 A.C.).
A consecuencia de todo ello, surge la consiguiente tendencia a imitar la moda real por parte de los miembros ricos de la sociedad, con algunos vívidos ejemplos de individualidad dentro de la estatuaria privada hacia finales de la Dinastía XII. El reinado de Senusret II quizás merezca, pues, ser considerado como la primera fase importante del retrato en la historia del Arte Egipcio.
Aún mejor conocida que la estatuaria del faraón sea, quizás, una pareja de estatuas de granito negro pulimentado de la Reina (?) Nefret, actualmente en el Museo de El Cairo. A escala mayor que la natural, muestra a una mujer de la realeza cuyo puesto en la Corte aún se desconoce. Aunque Nefret no ostentaba el título de “esposa real”, sí gozaba de otros que poseían las reinas. ¿Fue, acaso, la primera esposa de Senusret II, que podría haber fallecido antes de la tardía ascensión de su esposo al Trono, o fue quizás su propia hermana? Como con muchas otras reinas egipcias, los documentos relativos a Nefret son ambiguos e incompletos. En 1995, los restos de su Primera Esposa, Khnumetneferhedjetweret, se descubrieron en la pirámide de su hijo, Senusret III, en Dahshur, junto con algunos objetos personales de joyería.
Senusret II construyó su complejo piramidal en Lahun. La pirámide consistía en una mastodóntica estructura de ladrillo con un núcleo rocoso; los enormes muros servían de soporte a los sectores de ladrillo que después se cubrían con caliza.
Se plantaron árboles en el extremo sur del complejo, y la puerta de entrada a la pirámide también se colocó en el lado sur. La disposición de corredores y habitáculos dentro de la pirámide es singular, y puede ser reflejo de las creencias relacionadas con Osiris y el Más Allá. Se sospecha que otra tumba, muy bien construida y situada en el lado norte del complejo (Tumba 621), podría tratarse en realidad de un cenotafio, como aquellos que existían en los complejos reales del Imperio Antiguo.
Puede que los miembros femeninos de la familia real se representasen mediante ocho sólidas tumbas-mastaba y una pirámide satélite; todas ellas alineadas con el lado norte de la tumba real, pero, al parecer, eran más simbólicas que lugares reales de enterramiento.
En una tumba de pozo vertical situada en el extremo sur del recinto piramidal del faraón, Petrie y Brunton encontraron, en 1914, joyas y otros objetos personales de la Princesa Sathathoriunet; el excelente trabajo de estas piezas está entre lo mejor del repertorio global de la joyería egipcio.
La Conquista Nubia bajo Senusret III
Aunque el Canon de Turín le da a Khakaura Senusret III (c.1870-1831 A.C.) un reinado de más de treinta años, el último año de reinado registrado procedente de fuentes debidamente fechadas es el 19. Pero, por otra parte, descubrimientos realizados durante la década de los 90, podrían apoyar una fecha posterior, como ya se ha comentado en el apartado “Introducción”, de este Capítulo 7 (Ver “Hoja Suelta” anterior). Tampoco existe ninguna evidencia real de una corregencia con Senusret II que ayudaría a resolver algunas dificultades causadas por tan inusualmente largo reinado.
Senusret es, quizás, el monarca más “visible” del Imperio Medio; sus hazañas alcanzaron renombre a lo largo del tiempo, y supuso una substanciosa contribución al personaje de “Sesostris” (una especie de composición heroica sobre un gobernante del Imperio Medio) mencionado por Manetón y Herodoto.
El faraón llevó a cabo campañas en Nubia durante sus años de reinado 6, 8, 10, y 16; guerras que, al parecer, se caracterizaron por su brutalidad: Los nubios varones eran aniquilados, sus mujeres y niños esclavizados, sus campos arrasados y quemados, y sus pozos envenenados. Poco tardarían los egipcios en explotar de nuevo sus minas y traficar con sus habitantes, pero las condiciones ya no eran las mismas. En los años de reinado 8 y 18, se levantaron estelas en las fortalezas de Semna y Uronarti - en lo que parece haber sido la frontera sur - con inscripciones que recordaban a todos la conquista, y los castigos infligidos por Senusret. Esta región fronteriza quedó, pues, sellada con el refuerzo de las enormes fortalezas y el estacionamiento de vigilantes en servicio durante las 24 horas del día, a la espera de cualquier ruido o incidencia. La estela del año 8 en Semna advierte que ningún nubio está autorizado a llevar su ganado o sus barcos al norte, más allá de la frontera establecida.
Estas fortificaciones ponen claramente de manifiesto la precaria naturaleza del control egipcio sobre Nubia. Los así llamados “despachos de Semna” - un conjunto de misivas militares y cuentas enviadas de Semna a Tebas durante la Dinastía XIII - revelan hasta qué punto se ejercía sobre la población nativa un rígido control policial, y nos descubren, igualmente, el estrecho contacto que las fortalezas mantenían entre sí. Aunque la mayoría de ellas eran de tamaño similar, las funciones que realizaban variaban. Algunas, como la de Mirgissa, estaban más enfocadas hacia el comercio que otras – se intercambiaban pan y cerveza por productos locales - , mientras que otras, como la de Askut, al parecer se habrían utilizado como almacenes de suministro para las campañas dentro de la propia Nubia.
El intercambio de informes entre los fuertes y el visir era constante, de forma que el faraón estaba en continuo contacto con los más lejanos lugares de sus dominios. La última campaña de Senusret en Nubia, en el año 19, tuvo una larga duración y, finalmente, no resultó ser particularmente exitosa: El faraón tuvo que retirarse cuando el nivel del agua en el río bajó de forma tan alarmante que ponía en peligro el viaje de regreso.
Senusret III llevó a cabo al menos una campaña militar en Palestina; aparentemente, de forma muy similar a la realizada por Amenemhat II contra los Aamu, los Asiáticos, que, al parecer, vivián en gran número por esta época en Egipto; algunos habrían sido hechos prisioneros con anterioridad, pero la mención de La Biblia a los hermanos de José vendiéndole a un amo egipcio (Génesis 37:28-36) puede sugerir otra forma en la que algunos de estos inmigrantes habrían llegado al país.
La intolerancia hacia los “orientales” era ya evidente durante el reinado de Senusret I, a quien se le describía como “el rebana-cuellos de Asia”, y esta impresión general parece reforzada por los textos conocidos como “textos de execración”. Éstos consistían en unas listas de enemigos, grabadas en objetos de cerámica, y en figurillas, muchas de las cuales hacían mención de forma individualizada a Asiáticos y a gentes de Asia en general. La intención de estos textos parece que habría consistido en asegurar la destrucción mágica de los enemigos de Egipto enterrando o rompiendo las vasijas o figurillas en cuestión.
Senusret III también tomó una dirección diferente en sus reformas políticas. Si bien con frecuencia se le acredita con el desmantelamiento del sistema de nomarcas, no hay evidencia que confirme dicha creencia, como veremos más adelante en un apartado sobre el cambio político. Sin embargo, sus intentos por volver a una forma de gobierno más centralizada redundaron en un reajuste social y político significativo; en especial para las clases medias, y su reinado ha sido con justicia considerado como punto de inflexión en la historia del Imperio Medio.
La tumba de Senusret III, una pirámide de adobe de 60 m de altura, recubierta de bloques de caliza, estaba situada en Dahshur, como la de Amenemhat II. Se construyeron tumbas-mastaba para sus familiares más cercanos dentro del muro del temenos (del griego “recinto”, terreno delimitado y consagrado a un dios, excluido de usos seculares), pero sus enterramientos reales se realizaban en galerías subterráneas; un nivel para las reinas, y otro diferente para las princesas. Dieter Arnold considera que este complejo toma alguna de sus ideas de la Pirámide Escalonada de la Dinastía III, de Djoser, en Saqqara. La cámara funeraria tiene un techo abovedado y está construida en granito enlucido con yeso. Ni la cámara ni el sarcófago parecen haber sido usados.
Sin embargo, en el extremo sur de Abydos, se construyó un segundo complejo funerario que consistía en una tumba subterránea y un templo mortuorio donde el culto al faraón llegó a durar más de dos siglos. Algunos especialistas sospechan que el complejo de Abydos puede muy bien haber sido el lugar real de enterramiento, pero tampoco allí se han encontrado vestigios.
Amenemhat III: el clímax cultural del Imperio Medio
El único hijo conocido de Senusret era Nimaatra Amenemhat III (c.1831-1786 A.C.). Y, parece sostenible, que fuese alrededor de su largo y pacífico reinado cuando el Imperio Medio alcanzase su mayor esplendor cultural. Parece también que el auténtico sello de autenticidad de la forma de gobernar del faraón Amenemhat III habría consistido en la consolidación de lo que se había perdido del pasado. Reforzó la frontera en Semna, y amplió algunas otras fortificaciones. Numerosas capillas y templos, así como una enorme estructura en Biahmu al norte de el-Faiyum y, a destacar, dos colosales estatuas en el lago del faraón sentado, hechas de cuarcita que más tarde describiría Herodoto (2.149), forman parte de algunos de sus trabajos adicionales de construcción.
También dedicó un gran templo al dios Sobek, que construyó en otro lugar de el-Faiyum, Kiman Faras (Crocodilopolis), y amplió el templo a Ptah en Menfis. Las estatuas de Amenemhat III que le han sobrevivido son impresionantes, y se distinguen por su originalidad y por su elaborado trabajo, como ocurre con una pequeña cabeza del faraón, en la actualidad en la colección del Museo Fitzwilliam, Cambridge, que se considera como uno de los retratos más finos y sutiles del faraón de los muchos de que se dispone.
Sus llamadas "Esfinges de Hyksos" y partes de las capillas que se encontraron habrían sido reusadas en el Tercer Período Intermedio en Tanis, junto con las estatuas gemelas de granito negro que representaban al faraón a guisa del dios del Nilo, con ofrendas de pescado, flores del loto y gansos – diseño que más tarde sería imitado por soberanos del Imperio Nuevo, tales como Amenhotep III (1390-1352 A.C.).
Numerosas inscripciones registran las actividades mineras de Amenemhat III. Sólo en la región del Sinaí, donde el faraón solía trabajar las minas de turquesa y cobre de forma permanente, se han identificado cincuenta y nueve grafitis. También se trabajaron las canteras de Wadi Hammamat, Tura, Aswan, y varios lugares más en Nubia. Toda esta actividad constructora e industrial simboliza la prosperidad que Egipto disfrutó durante el reinado, pero es posible que a su vez agotase la economía, lo que unido a una serie de bajas inundaciones hacia finales del reinado, redundase en un declive político y económico.
Irónicamente, la gran absorción de Asiáticos que tuvo lugar, en gran parte para financiar tantas obras de construcción, puede haber animado a los llamados Hyksos a asentarse en el Delta, lo que generaría el eventual desmoronamiento total del dominio egipcio nativo.
Antes de la construcción de la moderna presa de Aswan y la creación del Lago Nasser, la inundación de El Nilo era crítica para el suministro de alimento de Egipto. Los registros de niveles de inundación de Amenemhat en Kumma y Semna, en Nubia, eran numerosos y frecuentes, y revelan niveles extremadamente altos del río durante parte de su reinado, siendo el más alto el correspondiente al año 30, cuando alcanzó 5’1 metros. Pero estos niveles empezaron a reducirse bruscamente, de forma que en el año 40 el nivel sólo alcanzó los 0’5 metros de altura.
Tales fluctuaciones tienen que haber tenido un efecto devastador en la economía del país. Y puesto que el-Faiyum es el único oasis de Egipto que depende de El Nilo, su sistema de regadío habría necesitado tomar algún agua adicional de las inundaciones anuales, lo que quizás explicaría el enorme interés del faraón en el control de los niveles del agua.
Alternativamente, es posible que la evolución de los “altos Nilos” fuese vigilada de forma cautelar a fin de evitar posibles daños en el norte a consecuencia de las inundaciones. Amenemhat III ciertamente mantuvo el esquema de regadío de el-Faiyum, lo que hizo que, eventualmente, la gente acabase adorándole como Lamares, el dios de el-Faiyum, pero, como en el caso de Senusret II, no está claro cuántos trabajos hídricos se realizaron durante su mandato. Su deificación puede que ocurriese tan tempranamente como principios del reinado de su sucesor, la Reina Soberneferu; y, más que probable, que a instancias suya, por ser la que más podía ganar al ensalzar y engrandecer al hombre que, probablemente, había sido su padre.
Amenemhat III construyó su primera pirámide en Dahshur, pero, como en el caso de la Pirámide Romboidal de Snefru, de la Dinastía IV, parece que durante su construcción aparecieron grietas. La pirámide terminada tenía un núcleo de adobe y estaba originalmente revestida de caliza, que acabaría siendo robada en su totalidad; su piramidión de piedra se encuentra ahora en el Museo Egipcio de El Cairo. Los restos de la Reina Aat y otra dama real fueron encontrados recientemente en dos corredores en la sección suroeste de la pirámide. Sus criptas probablemente disponían de entradas separadas fuera de la pirámide; una característica que habría permitido el acceso una vez sellada la entrada principal a la pirámide. El sarcófago de la Reina Aat es idéntico al del propio faraón.
Las cámaras funerarias de las dos reinas en Dahshur incluían, cada una de ellas, una “cámara ka” separada donde estaban colocados los vasos canopes. Esta consistía en un tipo de habitación funeraria que habría sido antes privilegio de faraones, lo que presumiblemente indicaría un aspecto específico de la llamada “democratización del Más Allá”, que veremos más adelante; es muy probable que dichas cámaras expresasen nuevas creencias sobre el Más Allá de las damas reales. Los corredores se encontraban conectados con los del faraón, y habrían compartido la tumba con él de no ser por las grietas estructurales que aparecieron.
El lugar de descanso final del faraón Amenemhat III sería en Hawara, en el sureste de el-Faiyum. Su monumento más famoso fue su templo mortuorio, adosado a esta pirámide, que puede haber sido reminiscencia del patio del Festival sed de Djoser adosado a su pirámide de Saqqara. El Templo de Hawara acabaría siendo conocido como "el Laberinto" por su amasijo de habitáculos y corredores.
Aunque descritos por seis escritores clásicos, incluyendo a Herodoto (2.148-9), Estrabón (17.I.3.37.42) y Plinio (Historia Natural 36.13), ninguno de los detalles de sus planos eran coherentes; incluso después de la cuidadosa inspección realizada por Petrie en 1888, por lo que todos los esfuerzos realizados para reconstruir su aspecto original han resultado baldíos.
En cuanto a la cámara funeraria de Amenemhat en Hawara, parece que la intención original habría sido que la compartiese con la Princesa Neferuptah - que probablemente era su hermana - pero posteriormente se le trasladó a una pequeña pirámide separada a sólo unos kilómetros; en la actualidad aparece totalmente destruida por el continuo saqueo de ladrones de piedra y los efectos devastadores del agua.
La prominencia de Neferuptah durante su reinado, e incluso después de su muerte, unida a los privilegios mortuorios otorgados a ella y a las dos reinas en Dahshur, sugieren un realce del estatus de las damas reales hacia finales de la Dinastía XII.
Amenemhat IV y Sobekneferu
Dado el largo reinado de Amenemhat III, hay una posibilidad de que Maakherura Amenemhat IV (1786-1777 A.C.) fuese su nieto; pero también es posible que este último faraón varón de la Dinastía XII fuese un hijo, ya mayor, cuya vida estaría aproximándose a su fin cuando alcanzó el Trono, ya que sólo reinó durante nueve años. Es probable también que estuviese casado con la Reina Sobekkara Sobekneferu (1777-1773 A.C.) que, según Manetón, era hermana suya.
Solo unos cuantos monumentos se han conservado, y pocos eventos se conocen de su reinado que pudo haber estado dedicado, principalmente, a terminar algunos de los templos iniciados por su predecesor; tales como el santuario de caliza a la diosa de la cosecha, Renenulet, en Medinet Maadi, al suroeste de el-Faiyum. Continuaron las expediciones a las minas de turquesa del Sinaí, y se mantuvo el comercio con el Levante Mediterráneo.
Hay sólo unos pocos informes relacionados con el soberano de la Dinastía XII, la Reina Sobekneferu, pero algunos ofrecen algunas pistas muy interesantes relativas a su reinado. Aparece en la lista del Canon de Turín; hay un grafiti en El Nilo, en la fortaleza nubia de Kumma, que indica la altura de la inundación de 1’83 m en el tercer año de su reinado; y hay un fino sello cilíndrico con su nombre y titulatura que se encuentra ahora en el Museo Británico.
Normalmente, la reina utiliza títulos femeninos si bien en ocasiones también usa algunos masculinos. En el-Faiyum se han encontrado tres estatuas sin cabeza y algunos otros objetos que llevan su nombre. Contribuyó al “Laberinto” de Amenemhat III, y construyó en Heracleópolis Magna.
Hay una estatua muy interesante de la reina, de origen desconocido, cuya vestimenta es única en cuanto a que combina elementos de trajes de mujer y de hombre, dando así eco a su esporádica utilización de títulos masculinos que aparecen en sus informes. Esta ambigüedad puede haber sido un intento deliberado de apaciguar las críticas a un soberano femenino. El Museo Metropolitano de Nueva York exhibe una estatuilla de la reina vestida con un manto de Festival sed y una curiosa corona que parece el resultado de combinar elementos iconográficos poco conocidos de soberanos masculinos y femeninos. Su reinado duró menos de cuatro años, y su tumba, como la de Amenemhat IV, aún no ha sido identificada.
Y con esto, concluimos la Dinastía XII, y nos damos un respiro antes de adentrarnos en la Dinastía XIII que continuará en una nueva “Hoja Suelta”, dentro de este Capítulo 7º en que nos encontramos, aún de la mano, claro está, del Profesor V. Gae Callender, de la Macquarie University.
Faraones de la Dinastía XI (Todo Egipto):
Mentuhotep II (Nebhepetra)
Mentuhotep III (Sankhkara)
Mentuhotep IV (Nebtawyra)
Faraones de la Dinastía XII:
Amenemhat I (Sehetepibra)
Senusret I (Kheperkara)
Amenemhat II (Nubkaura)
Senusret II (Khakheperra)
Senusret III (Khakaura)
Amenemhat III (Nimaatra
Amenemhat IV (Maakherura)
Reina Sobekneferu (Sobekkara)
Senusret I
Según el Fragmento 34 de la historia de Manetón, hacia finales del reinado de Amenemhat tuvo lugar una conspiración. “La Enseñanza de Amenemhat I” también apunta a una disputa sobre la sucesión ya que fue mientras Senusret estaba en la campaña de Libia cuando se le comunicó el fallecimiento de su padre. Es casi seguro que Amenemhat fue asesinado, y un texto de la época de Senusret I da constancia de ello en palabras de su propio padre supuestamente pronunciadas desde su propia tumba:
“Fue después de la cena, ya pasada la noche, y después de haber disfrutado una hora de felicidad. Estaba en la cama, pues me sentía cansado, cuando mi corazón empezó a caer en un sueño. Soñaba que se apoderaban de las armas, y que yo me convertía en una serpiente más de la necrópolis. Conforme volvía en sí me desperté luchando y vi que se trataba de mi propia guardia personal que me estaba atacando. ¡Si hubiese cogido mi arma rápidamente, con una carga habría hecho retroceder a los desgraciados! Pero nadie es fuerte en la noche, nadie puede luchar solo, el triunfo no llega sin una ayuda. Veras, el daño se hizo en tu ausencia, y mi séquito aún no había llegado a tener conocimiento de lo que te iba hacer entrega, al no haberme siquiera sentado contigo y trasmitido mis paternales consejos; pues yo no lo planeé así; yo no lo había previsto así, y mi corazón no pensó en la negligencia de mis siervos.”
Se piensa que el manuscrito del que se deriva este extracto tiene su origen en una antigua composición de la Dinastía XII, muy posiblemente inspirada por el propio faraón Senusret I como apoyo a su reclamación al Trono. Este escrito podría muy bien servir de “justificación” de cualquier medida punitiva que Senusret pudiese haber tomado una vez alcanzado el Trono.
La “Lista de Reyes” habla de un reinado de Kheperkara Senusret I (c.1956-1911 A.C.) de cuarenta y cinco años, situación respaldada por un texto de Amada, en Nubia, que le da 44 años. Hasta ahora, se ha aceptado que el reinado de Senusret I fue de treinta y cinco años en solitario, más diez de corregencia con su padre, pero este supuesto fue cuestionado por el Egiptólogo belga (1963, Tournai, Bélgica) Profesor Claude Obsomer en 1995. Si su hipótesis es correcta, por fin tendría sentido el final de “La Enseñanza de Amenemhat I” en el que el faraón solicita que sea su hijo quien le suceda. Esta petición poética sólo es válida si no existió una corregencia que asegurase la cesión del Trono de forma no traumática.
En el décimo año de su reinado, Senusret I envió una expedición a Nubia. Ocho años después, envió otro ejército más al sur, hasta la 2ª Catarata. Su general Mentuhotep fue aún más allá, pero sería el yacimiento de Buhen el que finalmente se convertiría en la frontera más avanzada del sur. Aquí, Senusret colocó una estela de la victoria y construyó un fuerte, convirtiendo de esta forma la Baja Nubia en provincia de Egipto.
Mientras Kush, en la Alta Nubia, se explotaba por su oro, los egipcios también se abastecían de amatista, turquesa, cobre y gneiss para joyería y esculturas. En el norte, las caravanas se movían entre Egipto y Siria intercambiando madera de cedro y marfil por productos egipcios. Estas expediciones, más prolíficas, muestran hasta qué punto la política exterior había cambiado entre la Dinastía XI y la Dinastía XII.
Los numerosos monumentos reales se distribuyeron desde la Baja Nubia, en el sur, hasta Heliópolis y Tanis, en el norte, y con objeto de obtener materia prima para la construcción, decoración y equipamiento, se enviaron funcionarios a explotar las canteras de piedra de Wadi Mammamat, Sinaí y Wadi el-Hudi. Sólo de una de estas expediciones se extrajo suficiente roca para hacer sesenta esfinges y 150 estatuas. El Museo Egipcio de El Cairo alberga una gran colección de estatuas de Senusret recuperadas de su templo mortuorio, pero otros muchos de sus monumentos y estatuas serían eventualmente remodelados, copiados y sustituidos por otros faraones posteriormente, de forma que sólo unos pocos originales han sobrevivido.
Según parece, en Tebas fundó el templo de Ipet sut (Karnak) y levantó una capilla de alabastro en celebración de su festival sed en el trigésimo primero aniversario de su reinado.
El trabajo en relieve durante su tiempo es particularmente bello, a juzgar por los fragmentos que han sobrevivido, como el de una figura dañada del faraón, en Koptos – actualmente en el Museo Petrie, University College London – pero su estatua carece de vivacidad y movimiento, y los retratos son impersonales. No obstante, el efecto de este frenesí de material gráfico tuvo resultados importantes: Debido al largo reinado de Senusret, el “estilo real” llegó hasta regiones con suficiente fuerza como para que se proyectase por todo Egipto y los estilos locales acabasen por darle paso y ceder terreno de forma gradual.
Senusret fue el primero en introducir un programa de construcción por el que se levantarían monumentos en cada uno de los principales lugares de culto por todo el país. Esta acción, que suponía una extensión de la política de los últimos faraones del Imperio Antiguo, tuvo el efecto de socavar las bases de poder de los templos y sacerdotes locales. Al día de hoy, sólo existen unos pocos vestigios de las principales esculturas y obras temáticas de estas regiones, lo que hace que se diluya nuestra impresión del impacto real del programa de Senusret.
Entre las medidas más importantes, Senusret remodeló el templo de Khenti-amentiu-Osiris, en Abydos. Siguiendo el ímpetu real, los funcionarios oficiales también levantaron numerosas estelas conmemorativas y pequeñas criptas, o cenotafios, en Abydos, iniciando así la práctica que se convertiría en habitual de los hombres piadosos con medios durante el Imperio Medio y en el Nuevo.
Y gracias a la atención que el faraón Senusret I prestó al culto de Osiris, florecerían nuevas creencias y prácticas en Egipto, así como un mayor equilibrio entre la creencia del faraón en el Mas Allá y la de sus súbditos. El egiptólogo John A. Wilson ha descrito el fenómeno como la “democratización del Más Allá”.
Los Papeles de Hekanakhte
Gracias a un golpe de suerte, una colección de cartas del Imperio Medio nos ha proporcionado muchos detalles de la vida agrícola de la época. Las cartas las escribió un anciano agricultor, llamado Hekanakhte, a su familia mientras se encontraba ausente por negocios durante bastante tiempo. Aunque hasta hace poco se pensaba que este material pertenecía al reinado de Mentuhotep III, el hecho de que el papiro se encontrase asociado a cerámica de principios de la Dinastía XII, sugiere que, en realidad, fueron escritas durante los primeros años del reinado de Senusret I.
La personalidad de Hekanakhte emerge de estas cartas en las que abundan órdenes tajantes a sus varios hijos para que cumplan su mandato, para que dejen de llorisquear sobre la escasez de víveres que les proporciona, y para que sean amables con su nueva esposa. Estas cartas nos proporcionan una visión muy íntima de la dinámica familiar de la Dinastía XII, a la vez que nos muestran la forma en que los ricos agricultores jugaban con sus compromisos y sus cosechas. Sugieren la existencia de hambruna en el Egipto de los postreros años de Hekanahkte, fenómeno que también se deduce de las inscripciones que aparecen en la tosca tumba temporal del nomarca Amenemhat, en Beni Hasan, tumba BH2.
Entre “Los Papeles de Hekanakhte” hay una carta que una mujer escribe a su madre, descubrimiento que nos hace preguntarnos hasta qué punto las mujeres egipcias podían leer y escribir. Por otra parte, y desgraciadamente, esto en sí no constituye una prueba, ya que la mujer en cuestión puede haber dictado la carta a un escriba varón – como muchos corresponsales analfabetos masculinos habrían hecho – y, por otra parte, el estilo de la caligrafía no da pista alguna. Ciertas referencias en alguna otra parte, acerca de dos escribas femeninas en el Imperio Medio, nos hace pensar que, no obstante, algunas mujeres de la época pueden no haber sido analfabetas.
Anales de la Realeza y el Reinado de Amenemhat II
De un juego de registros oficiales conocido como genut, o “libros del día” - parcialmente en buen estado de conservación - procedente del templo de Tod, nos llega información adicional sobre los acontecimientos históricos de la Dinastía XII. Las referencias del faraón a la construcción también contienen elementos sobre dichos anales. Por ejemplo, el Papiro Berlin 3029, describe el proceso mediante el cual el faraón construía un nuevo edificio. Forman parte de los textos más útiles que han sobrevivido al permitirnos conocer la rutina diaria en el palacio egipcio.
A su vez, en 1974, el Organismo Egipcio de Antigüedades descubrió una de las inscripciones genut más importantes en Mit Rahina (antiguo Menfis). Si bien la inscripción habla de Senusret I, está claro que pertenece al reinado de su hijo, Nubkaura Amenemhat II (c.1911-1877 A.C.). Contiene descripciones detalladas de donaciones hechas a varios templos, listas de estatuas y edificios, informes de expediciones militares y comerciales, y de actividades reales, tales como la Caza. Constituye, sin lugar a duda, el texto más importante de Amenemhat II, pero también hace referencias a otros faraones de la Dinastía XII; y, lo que es aún más importante, revela que la superficial “paz” que se decía existir entre Asia y Egipto en esta época era sólo selectiva, con una serie de tratados específicos existentes entre Egipto y algunas ciudades del Levante Oriental.
Las referencias de Herodoto a las guerras asiáticas, y la actitud de desprecio mantenida por “Sesostris” hacia los Asiáticos (Historias 2.106), están quizás más cerca de la realidad histórica de lo que modernos profesionales tienden a creer.
Los murales de la tumba del nomarca Khnumhotep, en Beni Hasan (BH 3), nos muestran la visita de un cacique beduino llamado Abisha, y se han encontrado también numerosas estatuillas egipcias y escarabeos en yacimientos del Oriente Próximo, reafirmando así los lazos con los Asiáticos. Ya existía desde hacía tiempo un comercio con Siria y Byblos en el que los gobernantes nativos escribían inscripciones cortas en jeroglíficos, continuaban utilizando los títulos egipcios de Conde y de Príncipe Heredero, hacían referencia a los dioses egipcios, y adquirían estatuas reales y privadas egipcias.
Por otra parte, las inscripciones ya mencionadas de Mit Rahina, de Amenemhat II, identifican la ciudad nórdica siria como socio comercial egipcio, mientras otros contactos asiáticos parecen provenir de enfrentamientos bélicos. Los anales hablan de un reducido grupo de egipcios entrando en territorio beduino – probablemente en alguna región del Sinaí – a fin de “trabajar la tierra”, y de dos operaciones más dirigidas contra ciudades amuralladas desconocidas. A las víctimas se las describe como Aamu (Asiáticos), y de 1554 de ellas se dice que fueron capturadas como prisioneros.
Estas elevadas cifras de cautivos extranjeros podrían muy bien explicar las extensas listas de esclavos asiáticos que trabajarían en casas tebanas en épocas posteriores. También hubo campañas en el sur por esta época. Así, la “biografía” de la tumba de Amenemhat, en Beni Hasan, nos dice que lideró una expedición al Kush (Alta Nubia), y que el reino africano oriental del Punt recibió la visita de un alto cargo del faraón, Khentykhetaywer, en el vigésimo octavo año de reinado de Amenemhat II.
A diferencia de los gobernantes de la Dinastía XII, Amenemhat II no parece disfrutar de un prolífico record de construcción; aunque esta impresión puede bien ser el resultado de posteriores saqueos. Su complejo piramidal, la llamada “Pirámide Blanca”, en Dahshur, mal conservada y aún sin trabajar a fondo, era única en cuanto a su ubicación sobre una plataforma.
Sus hijas fueron enterradas en el atrio, y una esposa real llamada Keminebu también fue enterrada en el complejo. Durante tiempo se pensó que Keminebu era esposa de Amenemhat, pero ahora se sabe que, basándose en el nombre y el estilo de sus inscripciones, en realidad se trata de una reina de la Dinastía XIII.
Senusret II y la inauguración del sistema de regadío de el-Faiyum.
El reinado del sucesor de Amenemhat II, Khakheperra Senusret II (1877-1870 A.C.) supuso un período de paz y prosperidad en el que el comercio con el Oriente Próximo fue particularmente prolífico. No existen indicios de campañas militares durante su reinado; en su lugar, el mayor logro parece haber sido la inauguración del esquema de regadío de el-Faiyum. Se construyó un dique y se abrieron canales para conectar el-Faiyum con la vía fluvial conocida ahora como el Bahr Yusef. Estos canales drenaban - por un efecto de sifón - algunas de las aguas que normalmente fluían en el Lago Moeris, resultando en una evaporación gradual del agua a las orillas del lago extendiendo así la superficie de tierra nueva; la tierra ganada al agua se dedicaba a la labranza.
Este sistema resultó ser precursor y único para su tiempo, de no haber sido porque un sistema similar de embalses y canales de drenaje para ganarle tierra al agua se habría utilizado en el Lago Copais (Kopais o Kopaida), en el centro de Boeotia, Grecia Central - actualmente una planicie, aún con el nombre Kopaida - durante el Período Heládico Medio, (c. 1900-1600 A.C.), Edad de Bronce del Egeo.
De hecho, no se sabe cuántos de estos sistemas de irrigación se pueden asignar al reinado de Senusret II, pero su conexión con la revitalización general de el-Faiyum quizás viene indicada por el hecho de que levantó monumentos religiosos en el propio margen de la zona.
La única capilla estatuaria de Qasr el-Sagha, en el desierto, en la punta nordeste de el-Faiyum, ha sido datada más o menos en su reinado a partir de la cerámica asociada. No obstante, como otros edificios de su reinado, éste se dejó sin decorar e incompleto, lo que ha fomentado la impresión de tratarse de un reinado efímero. El uso de varios lugares en el-Faiyum para la ubicación de los complejos piramidales reales desde ese momento en adelante puede ser indicativo de la importancia del sistema de regadío, ya que se suele dar por hecho que los palacios reales de cada soberano habrían sido construidos cerca de sus correspondientes monumentos funerarios.
Hay constancia de la existencia de un reducido grupo de estatuas de Senusret II de las que al menos dos fueron usurpadas por Rameses II (1279-1213 A.C.). Los hombros, anchos y musculosos, son reminiscencia de las estatuas de Senusret I, aunque se aprecia también la influencia de la estatuaria del Imperio Antiguo. Los rasgos faciales de Senusret II son más vigorosos y plásticos, carentes de la blandura que tipifica la estatuaria de sus predecesores de la Dinastía XII; sus grandes pómulos y boca pequeña son muy distintivos y, en toda probabilidad, indicativos del retrato realista, presagio de los sorprendentes primeros estudios de Senusret III (1870-1831 A.C.).
A consecuencia de todo ello, surge la consiguiente tendencia a imitar la moda real por parte de los miembros ricos de la sociedad, con algunos vívidos ejemplos de individualidad dentro de la estatuaria privada hacia finales de la Dinastía XII. El reinado de Senusret II quizás merezca, pues, ser considerado como la primera fase importante del retrato en la historia del Arte Egipcio.
Aún mejor conocida que la estatuaria del faraón sea, quizás, una pareja de estatuas de granito negro pulimentado de la Reina (?) Nefret, actualmente en el Museo de El Cairo. A escala mayor que la natural, muestra a una mujer de la realeza cuyo puesto en la Corte aún se desconoce. Aunque Nefret no ostentaba el título de “esposa real”, sí gozaba de otros que poseían las reinas. ¿Fue, acaso, la primera esposa de Senusret II, que podría haber fallecido antes de la tardía ascensión de su esposo al Trono, o fue quizás su propia hermana? Como con muchas otras reinas egipcias, los documentos relativos a Nefret son ambiguos e incompletos. En 1995, los restos de su Primera Esposa, Khnumetneferhedjetweret, se descubrieron en la pirámide de su hijo, Senusret III, en Dahshur, junto con algunos objetos personales de joyería.
Senusret II construyó su complejo piramidal en Lahun. La pirámide consistía en una mastodóntica estructura de ladrillo con un núcleo rocoso; los enormes muros servían de soporte a los sectores de ladrillo que después se cubrían con caliza.
Se plantaron árboles en el extremo sur del complejo, y la puerta de entrada a la pirámide también se colocó en el lado sur. La disposición de corredores y habitáculos dentro de la pirámide es singular, y puede ser reflejo de las creencias relacionadas con Osiris y el Más Allá. Se sospecha que otra tumba, muy bien construida y situada en el lado norte del complejo (Tumba 621), podría tratarse en realidad de un cenotafio, como aquellos que existían en los complejos reales del Imperio Antiguo.
Puede que los miembros femeninos de la familia real se representasen mediante ocho sólidas tumbas-mastaba y una pirámide satélite; todas ellas alineadas con el lado norte de la tumba real, pero, al parecer, eran más simbólicas que lugares reales de enterramiento.
En una tumba de pozo vertical situada en el extremo sur del recinto piramidal del faraón, Petrie y Brunton encontraron, en 1914, joyas y otros objetos personales de la Princesa Sathathoriunet; el excelente trabajo de estas piezas está entre lo mejor del repertorio global de la joyería egipcio.
La Conquista Nubia bajo Senusret III
Aunque el Canon de Turín le da a Khakaura Senusret III (c.1870-1831 A.C.) un reinado de más de treinta años, el último año de reinado registrado procedente de fuentes debidamente fechadas es el 19. Pero, por otra parte, descubrimientos realizados durante la década de los 90, podrían apoyar una fecha posterior, como ya se ha comentado en el apartado “Introducción”, de este Capítulo 7 (Ver “Hoja Suelta” anterior). Tampoco existe ninguna evidencia real de una corregencia con Senusret II que ayudaría a resolver algunas dificultades causadas por tan inusualmente largo reinado.
Senusret es, quizás, el monarca más “visible” del Imperio Medio; sus hazañas alcanzaron renombre a lo largo del tiempo, y supuso una substanciosa contribución al personaje de “Sesostris” (una especie de composición heroica sobre un gobernante del Imperio Medio) mencionado por Manetón y Herodoto.
El faraón llevó a cabo campañas en Nubia durante sus años de reinado 6, 8, 10, y 16; guerras que, al parecer, se caracterizaron por su brutalidad: Los nubios varones eran aniquilados, sus mujeres y niños esclavizados, sus campos arrasados y quemados, y sus pozos envenenados. Poco tardarían los egipcios en explotar de nuevo sus minas y traficar con sus habitantes, pero las condiciones ya no eran las mismas. En los años de reinado 8 y 18, se levantaron estelas en las fortalezas de Semna y Uronarti - en lo que parece haber sido la frontera sur - con inscripciones que recordaban a todos la conquista, y los castigos infligidos por Senusret. Esta región fronteriza quedó, pues, sellada con el refuerzo de las enormes fortalezas y el estacionamiento de vigilantes en servicio durante las 24 horas del día, a la espera de cualquier ruido o incidencia. La estela del año 8 en Semna advierte que ningún nubio está autorizado a llevar su ganado o sus barcos al norte, más allá de la frontera establecida.
Estas fortificaciones ponen claramente de manifiesto la precaria naturaleza del control egipcio sobre Nubia. Los así llamados “despachos de Semna” - un conjunto de misivas militares y cuentas enviadas de Semna a Tebas durante la Dinastía XIII - revelan hasta qué punto se ejercía sobre la población nativa un rígido control policial, y nos descubren, igualmente, el estrecho contacto que las fortalezas mantenían entre sí. Aunque la mayoría de ellas eran de tamaño similar, las funciones que realizaban variaban. Algunas, como la de Mirgissa, estaban más enfocadas hacia el comercio que otras – se intercambiaban pan y cerveza por productos locales - , mientras que otras, como la de Askut, al parecer se habrían utilizado como almacenes de suministro para las campañas dentro de la propia Nubia.
El intercambio de informes entre los fuertes y el visir era constante, de forma que el faraón estaba en continuo contacto con los más lejanos lugares de sus dominios. La última campaña de Senusret en Nubia, en el año 19, tuvo una larga duración y, finalmente, no resultó ser particularmente exitosa: El faraón tuvo que retirarse cuando el nivel del agua en el río bajó de forma tan alarmante que ponía en peligro el viaje de regreso.
Senusret III llevó a cabo al menos una campaña militar en Palestina; aparentemente, de forma muy similar a la realizada por Amenemhat II contra los Aamu, los Asiáticos, que, al parecer, vivián en gran número por esta época en Egipto; algunos habrían sido hechos prisioneros con anterioridad, pero la mención de La Biblia a los hermanos de José vendiéndole a un amo egipcio (Génesis 37:28-36) puede sugerir otra forma en la que algunos de estos inmigrantes habrían llegado al país.
La intolerancia hacia los “orientales” era ya evidente durante el reinado de Senusret I, a quien se le describía como “el rebana-cuellos de Asia”, y esta impresión general parece reforzada por los textos conocidos como “textos de execración”. Éstos consistían en unas listas de enemigos, grabadas en objetos de cerámica, y en figurillas, muchas de las cuales hacían mención de forma individualizada a Asiáticos y a gentes de Asia en general. La intención de estos textos parece que habría consistido en asegurar la destrucción mágica de los enemigos de Egipto enterrando o rompiendo las vasijas o figurillas en cuestión.
Senusret III también tomó una dirección diferente en sus reformas políticas. Si bien con frecuencia se le acredita con el desmantelamiento del sistema de nomarcas, no hay evidencia que confirme dicha creencia, como veremos más adelante en un apartado sobre el cambio político. Sin embargo, sus intentos por volver a una forma de gobierno más centralizada redundaron en un reajuste social y político significativo; en especial para las clases medias, y su reinado ha sido con justicia considerado como punto de inflexión en la historia del Imperio Medio.
La tumba de Senusret III, una pirámide de adobe de 60 m de altura, recubierta de bloques de caliza, estaba situada en Dahshur, como la de Amenemhat II. Se construyeron tumbas-mastaba para sus familiares más cercanos dentro del muro del temenos (del griego “recinto”, terreno delimitado y consagrado a un dios, excluido de usos seculares), pero sus enterramientos reales se realizaban en galerías subterráneas; un nivel para las reinas, y otro diferente para las princesas. Dieter Arnold considera que este complejo toma alguna de sus ideas de la Pirámide Escalonada de la Dinastía III, de Djoser, en Saqqara. La cámara funeraria tiene un techo abovedado y está construida en granito enlucido con yeso. Ni la cámara ni el sarcófago parecen haber sido usados.
Sin embargo, en el extremo sur de Abydos, se construyó un segundo complejo funerario que consistía en una tumba subterránea y un templo mortuorio donde el culto al faraón llegó a durar más de dos siglos. Algunos especialistas sospechan que el complejo de Abydos puede muy bien haber sido el lugar real de enterramiento, pero tampoco allí se han encontrado vestigios.
Amenemhat III: el clímax cultural del Imperio Medio
El único hijo conocido de Senusret era Nimaatra Amenemhat III (c.1831-1786 A.C.). Y, parece sostenible, que fuese alrededor de su largo y pacífico reinado cuando el Imperio Medio alcanzase su mayor esplendor cultural. Parece también que el auténtico sello de autenticidad de la forma de gobernar del faraón Amenemhat III habría consistido en la consolidación de lo que se había perdido del pasado. Reforzó la frontera en Semna, y amplió algunas otras fortificaciones. Numerosas capillas y templos, así como una enorme estructura en Biahmu al norte de el-Faiyum y, a destacar, dos colosales estatuas en el lago del faraón sentado, hechas de cuarcita que más tarde describiría Herodoto (2.149), forman parte de algunos de sus trabajos adicionales de construcción.
También dedicó un gran templo al dios Sobek, que construyó en otro lugar de el-Faiyum, Kiman Faras (Crocodilopolis), y amplió el templo a Ptah en Menfis. Las estatuas de Amenemhat III que le han sobrevivido son impresionantes, y se distinguen por su originalidad y por su elaborado trabajo, como ocurre con una pequeña cabeza del faraón, en la actualidad en la colección del Museo Fitzwilliam, Cambridge, que se considera como uno de los retratos más finos y sutiles del faraón de los muchos de que se dispone.
Sus llamadas "Esfinges de Hyksos" y partes de las capillas que se encontraron habrían sido reusadas en el Tercer Período Intermedio en Tanis, junto con las estatuas gemelas de granito negro que representaban al faraón a guisa del dios del Nilo, con ofrendas de pescado, flores del loto y gansos – diseño que más tarde sería imitado por soberanos del Imperio Nuevo, tales como Amenhotep III (1390-1352 A.C.).
Numerosas inscripciones registran las actividades mineras de Amenemhat III. Sólo en la región del Sinaí, donde el faraón solía trabajar las minas de turquesa y cobre de forma permanente, se han identificado cincuenta y nueve grafitis. También se trabajaron las canteras de Wadi Hammamat, Tura, Aswan, y varios lugares más en Nubia. Toda esta actividad constructora e industrial simboliza la prosperidad que Egipto disfrutó durante el reinado, pero es posible que a su vez agotase la economía, lo que unido a una serie de bajas inundaciones hacia finales del reinado, redundase en un declive político y económico.
Irónicamente, la gran absorción de Asiáticos que tuvo lugar, en gran parte para financiar tantas obras de construcción, puede haber animado a los llamados Hyksos a asentarse en el Delta, lo que generaría el eventual desmoronamiento total del dominio egipcio nativo.
Antes de la construcción de la moderna presa de Aswan y la creación del Lago Nasser, la inundación de El Nilo era crítica para el suministro de alimento de Egipto. Los registros de niveles de inundación de Amenemhat en Kumma y Semna, en Nubia, eran numerosos y frecuentes, y revelan niveles extremadamente altos del río durante parte de su reinado, siendo el más alto el correspondiente al año 30, cuando alcanzó 5’1 metros. Pero estos niveles empezaron a reducirse bruscamente, de forma que en el año 40 el nivel sólo alcanzó los 0’5 metros de altura.
Tales fluctuaciones tienen que haber tenido un efecto devastador en la economía del país. Y puesto que el-Faiyum es el único oasis de Egipto que depende de El Nilo, su sistema de regadío habría necesitado tomar algún agua adicional de las inundaciones anuales, lo que quizás explicaría el enorme interés del faraón en el control de los niveles del agua.
Alternativamente, es posible que la evolución de los “altos Nilos” fuese vigilada de forma cautelar a fin de evitar posibles daños en el norte a consecuencia de las inundaciones. Amenemhat III ciertamente mantuvo el esquema de regadío de el-Faiyum, lo que hizo que, eventualmente, la gente acabase adorándole como Lamares, el dios de el-Faiyum, pero, como en el caso de Senusret II, no está claro cuántos trabajos hídricos se realizaron durante su mandato. Su deificación puede que ocurriese tan tempranamente como principios del reinado de su sucesor, la Reina Soberneferu; y, más que probable, que a instancias suya, por ser la que más podía ganar al ensalzar y engrandecer al hombre que, probablemente, había sido su padre.
Amenemhat III construyó su primera pirámide en Dahshur, pero, como en el caso de la Pirámide Romboidal de Snefru, de la Dinastía IV, parece que durante su construcción aparecieron grietas. La pirámide terminada tenía un núcleo de adobe y estaba originalmente revestida de caliza, que acabaría siendo robada en su totalidad; su piramidión de piedra se encuentra ahora en el Museo Egipcio de El Cairo. Los restos de la Reina Aat y otra dama real fueron encontrados recientemente en dos corredores en la sección suroeste de la pirámide. Sus criptas probablemente disponían de entradas separadas fuera de la pirámide; una característica que habría permitido el acceso una vez sellada la entrada principal a la pirámide. El sarcófago de la Reina Aat es idéntico al del propio faraón.
Las cámaras funerarias de las dos reinas en Dahshur incluían, cada una de ellas, una “cámara ka” separada donde estaban colocados los vasos canopes. Esta consistía en un tipo de habitación funeraria que habría sido antes privilegio de faraones, lo que presumiblemente indicaría un aspecto específico de la llamada “democratización del Más Allá”, que veremos más adelante; es muy probable que dichas cámaras expresasen nuevas creencias sobre el Más Allá de las damas reales. Los corredores se encontraban conectados con los del faraón, y habrían compartido la tumba con él de no ser por las grietas estructurales que aparecieron.
El lugar de descanso final del faraón Amenemhat III sería en Hawara, en el sureste de el-Faiyum. Su monumento más famoso fue su templo mortuorio, adosado a esta pirámide, que puede haber sido reminiscencia del patio del Festival sed de Djoser adosado a su pirámide de Saqqara. El Templo de Hawara acabaría siendo conocido como "el Laberinto" por su amasijo de habitáculos y corredores.
Aunque descritos por seis escritores clásicos, incluyendo a Herodoto (2.148-9), Estrabón (17.I.3.37.42) y Plinio (Historia Natural 36.13), ninguno de los detalles de sus planos eran coherentes; incluso después de la cuidadosa inspección realizada por Petrie en 1888, por lo que todos los esfuerzos realizados para reconstruir su aspecto original han resultado baldíos.
En cuanto a la cámara funeraria de Amenemhat en Hawara, parece que la intención original habría sido que la compartiese con la Princesa Neferuptah - que probablemente era su hermana - pero posteriormente se le trasladó a una pequeña pirámide separada a sólo unos kilómetros; en la actualidad aparece totalmente destruida por el continuo saqueo de ladrones de piedra y los efectos devastadores del agua.
La prominencia de Neferuptah durante su reinado, e incluso después de su muerte, unida a los privilegios mortuorios otorgados a ella y a las dos reinas en Dahshur, sugieren un realce del estatus de las damas reales hacia finales de la Dinastía XII.
Amenemhat IV y Sobekneferu
Dado el largo reinado de Amenemhat III, hay una posibilidad de que Maakherura Amenemhat IV (1786-1777 A.C.) fuese su nieto; pero también es posible que este último faraón varón de la Dinastía XII fuese un hijo, ya mayor, cuya vida estaría aproximándose a su fin cuando alcanzó el Trono, ya que sólo reinó durante nueve años. Es probable también que estuviese casado con la Reina Sobekkara Sobekneferu (1777-1773 A.C.) que, según Manetón, era hermana suya.
Solo unos cuantos monumentos se han conservado, y pocos eventos se conocen de su reinado que pudo haber estado dedicado, principalmente, a terminar algunos de los templos iniciados por su predecesor; tales como el santuario de caliza a la diosa de la cosecha, Renenulet, en Medinet Maadi, al suroeste de el-Faiyum. Continuaron las expediciones a las minas de turquesa del Sinaí, y se mantuvo el comercio con el Levante Mediterráneo.
Hay sólo unos pocos informes relacionados con el soberano de la Dinastía XII, la Reina Sobekneferu, pero algunos ofrecen algunas pistas muy interesantes relativas a su reinado. Aparece en la lista del Canon de Turín; hay un grafiti en El Nilo, en la fortaleza nubia de Kumma, que indica la altura de la inundación de 1’83 m en el tercer año de su reinado; y hay un fino sello cilíndrico con su nombre y titulatura que se encuentra ahora en el Museo Británico.
Normalmente, la reina utiliza títulos femeninos si bien en ocasiones también usa algunos masculinos. En el-Faiyum se han encontrado tres estatuas sin cabeza y algunos otros objetos que llevan su nombre. Contribuyó al “Laberinto” de Amenemhat III, y construyó en Heracleópolis Magna.
Hay una estatua muy interesante de la reina, de origen desconocido, cuya vestimenta es única en cuanto a que combina elementos de trajes de mujer y de hombre, dando así eco a su esporádica utilización de títulos masculinos que aparecen en sus informes. Esta ambigüedad puede haber sido un intento deliberado de apaciguar las críticas a un soberano femenino. El Museo Metropolitano de Nueva York exhibe una estatuilla de la reina vestida con un manto de Festival sed y una curiosa corona que parece el resultado de combinar elementos iconográficos poco conocidos de soberanos masculinos y femeninos. Su reinado duró menos de cuatro años, y su tumba, como la de Amenemhat IV, aún no ha sido identificada.
Y con esto, concluimos la Dinastía XII, y nos damos un respiro antes de adentrarnos en la Dinastía XIII que continuará en una nueva “Hoja Suelta”, dentro de este Capítulo 7º en que nos encontramos, aún de la mano, claro está, del Profesor V. Gae Callender, de la Macquarie University.
Faraones de la Dinastía XI (Todo Egipto):
Mentuhotep II (Nebhepetra)
Mentuhotep III (Sankhkara)
Mentuhotep IV (Nebtawyra)
Faraones de la Dinastía XII:
Amenemhat I (Sehetepibra)
Senusret I (Kheperkara)
Amenemhat II (Nubkaura)
Senusret II (Khakheperra)
Senusret III (Khakaura)
Amenemhat III (Nimaatra
Amenemhat IV (Maakherura)
Reina Sobekneferu (Sobekkara)
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 2 de diciembre de 2009.
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.
En Benalmádena-Costa, a 2 de diciembre de 2009.
Bibliografía:
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“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
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“British Museum Database”.
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