Con el peso de una pérdida irreparable a cuestas y un dramático diagnóstico en el pensamiento, como flotando en una fría nube que me envuelve y a la vez me arropa, medio aturdido y despistado, llego a Barajas para engrosar un grupo variopinto de “valientes” que se embarcan en un viaje, mitad científico, mitad turístico, a tierras de faraones.
El viaje lo organiza el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE) y va encabezado por la propia Dirección. Van a ser quince días de convivencia en los que compartiremos todo menos cama y pareja. Yo, al viajar solo, tengo poco que compartir. Y el peso que llevo, es sólo mío.
El viaje lo organiza el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE) y va encabezado por la propia Dirección. Van a ser quince días de convivencia en los que compartiremos todo menos cama y pareja. Yo, al viajar solo, tengo poco que compartir. Y el peso que llevo, es sólo mío.
Quince días de Nubia al Delta en un inolvidable viaje que muchos calificaron de irrepetible. Exorcizante, lo llamaría alguien a su regreso en su intento de explicar sensaciones y sentimientos que afloraron dentro y fuera del grupo y que aún perduran.
Hubo sudor y cansancio; calor y hambre, a veces; risas, tarareos, suspiros y, porqué no, lágrimas; pocas, eso sí; y yo diría que sólo las provocadas por mis impulsivas palabras, objeto de esta “Hoja Suelta”.
Éramos: Jimena, “La Novia del Nilo”, inteligente, viva. Jacobo, su hermano, profundo y reflexivo; Martita, con ojos Azul Fayenza y mirada tierna; Lourdes, mi Ángel Guardián, cariñosa y vigilante; Vicente, mi hijo adoptivo, sabio y travieso, díscolo y divertido, que cubría mis espaldas y me hacía sentir protegido; Nuria, de ojos de largas pestañas y escultural figura, silenciosa a veces, espontánea otras; Raquel y Luis, la pareja perfecta, tranquilos, confidentes, amorosos, un alma con dos cabezas; Juan López del Toro, admirable compañero y admirador; María, recatada y dulce; y, no podría faltar Cristina, “La pequeña Miss”, la más joven, la muñeca de a bordo, siempre alegre y distendida; y así una larga lista de hasta más de una veintena con nuestro docto y polifacético amigo José Ignacio a la cabeza, y Gonzalo, Sonia, Blanca, Esperanza, Marina. Y, desde el Olimpo, vigilantes, una pareja de enamorados, cuyos nombres no divulgo por respeto a su justa intimidad, pero que sus íntimos los conocen con los seudónimos de Paco y Mayte. Y sería injusto, sino ingrato, no mencionar a Walid, el perfecto e ilustrado guía que nos enseñó mucho y bueno, y nos habló del uso del agua bendita para “loritos sagrados”. (Ahora veo que perdió una “s” en el camino. Y finalmente, yo.
Los menciono por lo mucho que su compañía aportó al rotundo éxito de la prueba - pues para algunos, eso es lo que fue - una prueba de ilusión, fortaleza y constancia; por su cariño, solidaridad, comprensión y compañerismo.
Y fue el momentáneo extravío de mi pasaporte lo que puso a prueba la solidaridad del grupo, ya que eran más de uno los que estaban dispuestos a permanecer en Egipto hasta su recuperación.
Así que una vez en el autocar, desde mi asiento al fondo, sentí la necesidad de compartir con ellos lo que sentía. Escribí algo en un papel y, armándome de valor y superando mi timidez radiofónica, cogí por vez primera en mi ya larga vida ese "lollipop" o “chupachup” electrónico, y poniéndolo ante mis labios, como si de un helado de cucurucho se tratase a punto de ser ingerido, y con voz entrecortada, leí lo que a continuación reproduzco:
Hubo sudor y cansancio; calor y hambre, a veces; risas, tarareos, suspiros y, porqué no, lágrimas; pocas, eso sí; y yo diría que sólo las provocadas por mis impulsivas palabras, objeto de esta “Hoja Suelta”.
Éramos: Jimena, “La Novia del Nilo”, inteligente, viva. Jacobo, su hermano, profundo y reflexivo; Martita, con ojos Azul Fayenza y mirada tierna; Lourdes, mi Ángel Guardián, cariñosa y vigilante; Vicente, mi hijo adoptivo, sabio y travieso, díscolo y divertido, que cubría mis espaldas y me hacía sentir protegido; Nuria, de ojos de largas pestañas y escultural figura, silenciosa a veces, espontánea otras; Raquel y Luis, la pareja perfecta, tranquilos, confidentes, amorosos, un alma con dos cabezas; Juan López del Toro, admirable compañero y admirador; María, recatada y dulce; y, no podría faltar Cristina, “La pequeña Miss”, la más joven, la muñeca de a bordo, siempre alegre y distendida; y así una larga lista de hasta más de una veintena con nuestro docto y polifacético amigo José Ignacio a la cabeza, y Gonzalo, Sonia, Blanca, Esperanza, Marina. Y, desde el Olimpo, vigilantes, una pareja de enamorados, cuyos nombres no divulgo por respeto a su justa intimidad, pero que sus íntimos los conocen con los seudónimos de Paco y Mayte. Y sería injusto, sino ingrato, no mencionar a Walid, el perfecto e ilustrado guía que nos enseñó mucho y bueno, y nos habló del uso del agua bendita para “loritos sagrados”. (Ahora veo que perdió una “s” en el camino. Y finalmente, yo.
Los menciono por lo mucho que su compañía aportó al rotundo éxito de la prueba - pues para algunos, eso es lo que fue - una prueba de ilusión, fortaleza y constancia; por su cariño, solidaridad, comprensión y compañerismo.
Y fue el momentáneo extravío de mi pasaporte lo que puso a prueba la solidaridad del grupo, ya que eran más de uno los que estaban dispuestos a permanecer en Egipto hasta su recuperación.
Así que una vez en el autocar, desde mi asiento al fondo, sentí la necesidad de compartir con ellos lo que sentía. Escribí algo en un papel y, armándome de valor y superando mi timidez radiofónica, cogí por vez primera en mi ya larga vida ese "lollipop" o “chupachup” electrónico, y poniéndolo ante mis labios, como si de un helado de cucurucho se tratase a punto de ser ingerido, y con voz entrecortada, leí lo que a continuación reproduzco:
“Soy yo, Rafael. Rafa para los amigos; Titi para mis allegados.
Una nueva semilla se ha plantado en el negro limo del Nilo.
La semilla de la amistad, que germinará con el calor de nuestros recuerdos
y dará flor con nuestro amor; ese nexo invisible que, sin notarlo,
nos va uniendo día a día, entre sudor y risa,
en ese nuestro caminar que nos aproxima a una diáspora no deseada.
Pero no es el fin; sólo el inicio de vivencias y recuerdos jocosos.
He vuelto a aprender de vosotros el apego a la vida
y vivido el amor compartido.
Voy a sentir dejaros con pocas esperanzas de un reencuentro deseado.
He sentido vuestro arrope sobre mis cansados hombros
y vuestra protectora mirada en estos mis ojos doloridos.
Habéis sido solaz y refugio de mis contenidas emociones;
aire fresco, soplo de vida sobre el rostro de un corazón cansado.
Y por todo ello:
¡OS QUIERO!
Una nueva semilla se ha plantado en el negro limo del Nilo.
La semilla de la amistad, que germinará con el calor de nuestros recuerdos
y dará flor con nuestro amor; ese nexo invisible que, sin notarlo,
nos va uniendo día a día, entre sudor y risa,
en ese nuestro caminar que nos aproxima a una diáspora no deseada.
Pero no es el fin; sólo el inicio de vivencias y recuerdos jocosos.
He vuelto a aprender de vosotros el apego a la vida
y vivido el amor compartido.
Voy a sentir dejaros con pocas esperanzas de un reencuentro deseado.
He sentido vuestro arrope sobre mis cansados hombros
y vuestra protectora mirada en estos mis ojos doloridos.
Habéis sido solaz y refugio de mis contenidas emociones;
aire fresco, soplo de vida sobre el rostro de un corazón cansado.
Y por todo ello:
¡OS QUIERO!
Y alguien lloró.
Rafael Canales
Benalmádena-Costa a 10 de noviembre de 2008
Rafael Canales
Benalmádena-Costa a 10 de noviembre de 2008
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