In Memoriam
No quiero que el recuerdo de Alfonso De Ramón, “el cuñadísimo”, caiga en la implacable espiral del olvido. No quiero que su imparable fuerza envolvente se lo lleve de nuestro entorno. No quiero que su arte, intuitivo, deje de sonar en el día de su muerte. Quiero hacer ruido. Quiero que todos los que le queremos participemos en un homenaje mudo que suene a gloria. Quiero que hoy se siente en el lugar reservado a los grandes. Sin aspavientos; sin populismo; como él habría querido.
Alfonso nació artista. Alfonso nació creador. Todo lo que sus manos trabajaban se volvía arte; sólo con su caricia; sólo con su don.
Ya Picasso lo vio; lo intuyó. En aquel ya manido, y a veces manipulado, viaje a París de 1957. Su obra tenía ese “algo”, ese “duende” que lo distinguía de los demás. No era la musa que desde la altura te inspira. Era ese“cosquilleo” que, como en el flamenco - decía el poeta - te empieza en la planta de los piés y trepa por las piernas hasta llegar al corazón. Y de ahí, al alma.
Alfonso De Ramón, Aries puro - también de un 19 de abril - cumplió como tal sus deberes de esposo y padre a la perfección. Infatigable trabajador, su inquebrantable sentido del deber hizo que la vida, cicatera y mezquina, le robase parte de ese tiempo, patrimonio íntimo, precioso e irrecuperable, que el creador y el artista necesitan.
Y sí quiero que hoy seamos conscientes del alto lugar que le corresponde entre los pintores malagueños. De esa silla, a veces vacía, en la que Alfonso de Ramón Monterde, por timidez enmascarada, nunca quiso sentarse.
Rafael Canales
En Málaga a 6 de noviembre de 2008
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