lunes, 18 de octubre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 7/9.- Tutmosis IV


Bronze statuette of Thutmose IV, 18th Dynasty, around 1.350 BC. (Pinchar y Ampliar).

THE KING KNEELING AND MAKING OFFERINGS

The posture of the king kneeling and holding two pots in offering to a deity first appears in the reign of Hatshepsut (about 1.450 BC). It then becomes a common pose during the New Kingdom (about 1.550-1.070 BC), and there are several such statues in the British Museum. In this example, the king's name, Thutmose IV, is written on his belt, although not in a cartouche. He wears the nemes head-dress and a conventional short royal kilt.
Very few metal statues survive that date from before the Late Period (661-332 BC), though the Egyptians did have the technology to make large copper statues as early as the Old Kingdom (about 2.613-2.160 BC), if not before. Perhaps the scarcity of metals meant that such statues were usually melted down and the material re-used. Egypt's increased wealth during the New Kingdom may be a reason why more examples survive from then than from earlier periods.
The eyelids and the cosmetic eyeline extending from the outside corner of the statuette's eyes are inlays of an alloy known in Ancient Egyptian as hesmen kem. This was intended to react with the air into a black colour and it imitates the effect of eye paint. The eyeball and its brown iris are a glass inlay.
(Base de Datos del Museo Británico).

LA LEGITIMACIÓN DE TUTMOSIS IV

La sucesión de Tutmosis IV no parece que hubiese sido reconocida por Amenhotep II, ni mediante una corregencia, ni por una anunciada intención por su parte. En una estatua dedicada al reinado de Amenhotep II por el Príncipe Tutmosis - en su día Tutmosis IV – en el Templo de Mut, en Karnak, el tutor que acompaña al príncipe, de nombre Hekareshu, fue designado simplemente como niñero de los niños reales; no obstante, después de la ascensión de Tutmosis, a Hekareshu se le daría de forma retrospectiva el apelativo de “padrino” y “niñero del hijo mayor del faraón”.

Aunque Merytra pudo haber aparecido en los últimos monumentos de Tutmosis III, a la madre de Tutmosis IV, Tiaa, no se le puede documentar en ningún monumento de Amenhotep II que no sea como un añadido posterior a cargo del propio Tutmosis. No hay evidencia anterior al reinado de su hijo de que la posición de Tiaa hubiese influido en la sucesión.

Los niñeros reales, hombres o mujeres, junto con los tutores de las filas de cortesanos retirados, criaron y educaron a los vástagos reales durante la Dinastía XVIII. La incipiente documentación para los príncipes de esta época es probable que no sea en absoluto un mero accidente. Después del cese de campañas militares en Asia, pasada la primera década del reinado de Amenhotep II, no es difícil imaginar la competencia entre las listas que engrosaban capacitados jóvenes príncipes. Y la competencia puede entrar en erupción de forma inesperada y tornarse en lucha entre juventudes ambiciosas.

La historia de la elevación de Tutmosis IV a la dignidad real que nos cuenta la inscripción de la Estela de la Esfinge de Giza, ha sido interpretada en el pasado como sugerente de que él no era el heredero legítimo, pero, en realidad, lo más que nos debe decir es que esa ideología real con frecuencia estuvo inspirada, durante todo el Imperio Nuevo, en la propia legitimación divina. El puro romance de la “Estela de la Esfinge” es quizás, suficiente razón para citar aquí una parte de ella:

“Ahora, la estatua del grandísimo Khepri (La Gran Esfinge) descansa en este lugar, de enorme gloria, de sagrado respeto, la sombra de Ra reposando sobre él. Menfis y todas las ciudades a ambos lados vinieron a él, sus brazos en alto en adoración de su rostro, portando grandes ofrendas para su ”ka”. Hace escasos días ocurrió que el príncipe Tutmosis llegó aquí en su viaje al tiempo del mediodía. Descansaba a la sombra del gran dios cuando el sueño y los sueños se apoderaron de él en el momento en que el Sol alcanzaba su zénit. Entonces se dio cuenta que el noble dios, en su majestad, le hablaba con su propia boca como lo haría un padre a su hijo y le dijo: Mírame, escúchame, Tutmosis, hijo mío. Soy yo, tu padre Horemakhet-Khepri-Ra-Atum. Te daré la dignidad real sobre la tierra frente a los vivos….Pero te advierto que mi condición es como la de en una enfermedad que me tiene las extremidades mutiladas. La arena del desierto sobre la que solía estar ahora me hace frente; por cuya causa procede que hagas lo que mi corazón me pide, y lo que llevo esperando”.

La petición dirigida a Tutmosis de excavar y librar La Esfinge de la arena tuvo respuesta, y el muro de contención del faraón alrededor del anfiteatro, así con un juego de estelas colocadas en la arena, documenta su tarea en la región. Posiblemente, sus esfuerzos en la construcción iban dirigidos a distraer la atención de los problemas relacionados con la sucesión. La sugerencia de una lucha por el trono puede apreciarse en varios monumentos dedicados por los hermanos de Tutmosis en el templo de la Esfinge de su padre Amenhotep II en Giza. Aparecieron rotas y mutiladas, y su desfiguración sugiere alguna forma de damnatio memoriae o “condena de la memoria”, si bien en la actualidad no hay forma de demostrar qué lo provocó.

El príncipe Webensenu es el hijo de Amenhotep II que con más probabilidad era el dueño de las estelas desfiguradas A y B. Los tarros canopes de Webensenu y shabtis se encontraron en la tumba de Amenhotep II (KV35) en el Valle de los Reyes, pero es difícil saber cuándo fueron colocadas allí. Se puede suponer que este príncipe tuviese cierta relevancia pero más que esto no es posible. Las estelas desfiguradas de Giza no deben, pues, ignorarse como evidencia de una lucha, si bien no se puede afirmar o negar que Tutmosis IV fuese un usurpador.

LOS MONUMENTOS DE TUTMOSIS IV

El reinado de Tutmosis IV de al menos ocho años fue breve pero activo. Es una observación frecuente la de que los soberanos egipcios construían numerosos monumentos en proporción directa con el grado de paz y de abundancia que disfrutaban. Como faraón, Tutmosis IV tenía riqueza y paz, pero aparentemente el tiempo se le quedó corto. Empezó a construir en la mayoría de los emplazamientos más importantes de Egipto y en cuatro de Nubia. El tamaño original de los monumentos y sus restos varían considerablemente pero, en general, agregó templos nuevos a los preexistentes.

La distribución de los monumentos de Tutmosis IV en el contexto de mediados de la Dinastía XVIII, es notable. Respetó los centros de culto establecidos y poco tuvo de iconoclasta. Por otra parte, en ciertos lugares fue precursor de cosas aún por venir. En efecto, se podría afirmar que deliberadamente siguió los pasos de su padre y de su abuelo llevando a cabo ampliaciones de sus templos, y que de forma similar sugeriría a su hijo nuevos emplazamientos y monumentos.

Se han encontrado monumentos de su reinado en los siguientes lugares: en el Delta, Alejandría, Seriakus, y Heliópolis (?); en la región menfita, Giza, Abusir, Saqqara, y la propia Menfis; en el-Faiyum, Crocodilopolis; en el Medio Egipto, Hermópolis y Amarna; en el Alto Egipto, Abydos (donde dejó una capilla de ladrillo con revestimiento de caliza), Dendera, Medamud, Karnak, Luxor, Tebas occidental (donde construyó un templo mortuorio y una tumba, KV43, en el Valle de los Reyes), Armant, Tod, Elkab, Edfu, Elefantina, y Konosso. En Nubia, dejó bloques en Faras (?) y Buhen. Decoró el patio peristilo en Amada, y empezó una construcción en Tabo (que sería terminado más adelante por Amenhotep III), y dejó un “depósito de cimentación” en Gebel Barkal. Además, se llevaron a cabo ciertas decoraciones en el templo de Hathor en las minas de turquesa de Serabit el-Kadim, en el Sinaí.

NOTA EXPLICATIVA ex profeso

La mayoría de los mejores monumentos de Egipto, los que aún podemos ver hoy, estaban de alguna forma relacionados con la religión, y toda construcción de edificios religiosos en el Antiguo Egipto se iniciaba con ceremonias de orígenes ancestrales. Este ritual, que hoy se le conoce como “ritual de cimentación”, se iniciaba habiendo dejado previamente un “depósito de cimentación” enterrado en las cimentaciones, no sólo en las esquinas de, por ejemplo, un templo, sino incluso, a veces, en su vértice, en las esquinas de salas individuales, patios, capillas, columnas y obeliscos, así como en pilotes subterráneos. Estos depósitos han supuesto valiosas fuentes de información para egiptólogos durante años.

Los “depósitos de cimentación” son unos hoyos forrados en su interior de ladrillos de barro, de carácter ritual, escavados en puntos específicos de los cimientos bajo los templos del Antiguo Egipto, que se llenan de objetos ceremoniales, normalmente amuletos, escarabeos, alimento, o instrumentos para el ritual en miniatura, que supuestamente prevenían que el edificio acabase en ruinas.

Los depósitos más conocidos son probablemente, los encontrados en el templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahri. El templo tenía catorce de estos hoyos, forrados con ladrillos, de aproximadamente un metro de diámetro y entre 1’5 y 1’8 metros de profundidad. Cada uno de ellos estaba situado en un entronque crucial de la planta del templo. El contenido incluía ofrendas de alimentos y materiales utilizados en la construcción del templo. También albergaban escarabeos, amuletos, jarras de travertino y modelos de instrumentos, tales como crisoles, mineral de cobre y de plomo, y carbón vegetal para fundición. La introducción de modelos de instrumentos y materiales de construcción dentro de los depósitos se suponía que serviría para mantener mágicamente el edificio por toda una eternidad.

El interés del faraón Tutmosis IV en los dioses solares se puede documentar a través de sus iniciativas de construcción así como en sus inscripciones. En Giza, se dedicó no a hacer una demostración de arte ecuestre y tiro al arco sino a mostrar su devoción al dios Horemakhet y al culto heliopolitano. No hizo referencia alguna a Amun-Ra en la Estela de la Esfinge permitiendo así que la deidad del norte, Horemakhet-Khepri, dominase como dios solar a la vez que como legitimador real. Dado que Amun, ya en la Estela de la Esfinge, era el creador primigenio y el dios que determinó la realeza, la omisión de Amun en su estela tuvo que ser deliberada, quizás reflejando tanto la creciente importancia de los dioses heliopolitanos y la influencia política del propio norte como centro administrativo de Egipto.

En Karnak, el faraón desplazó el eje principal de vuelta al este-oeste, disminuyendo con ello la importancia de la entrada norte-sur de Amenhotep II. Al colocar un porche y una puerta delante del 4º Pilono, Tutmosis IV probablemente evitó tocar el patio original y sólo cambió la monumental puerta de entrada. Levantó un porche para la entrada del 4º Pilono con columnas de madera – ébano y meru según una inscripción – probablemente dorada con electrum. Este porche habría representado un espacio protegido durante los rituales del patio, habiéndose conservado dos de dichas representaciones contemporáneas.

Unos años mas tardes, dio una nueva apariencia al patio de caliza del 4º Pilono construido por Tutmosis II. Sobre los primitivos muros de caliza, Tutmosis IV construyó un peristilo de caliza elaboradamente decorado con relieves que muestran tesoros donados por el faraón al dios Amun. Con esto se conmemoraba la celebración de un primer jubileo programado ya sin esperar que hubiesen pasado los treinta años de reinado, como en efecto también había sido el caso con Amenhotep II. El estilo de la escultura de Tutmosis en Karnak cambió en los últimos años de reinado, volviéndose más elaborado y expresivo.

El faraón también levantó un obelisco en el extremo oriental del recinto de Karnak. Se trataba de un producto de Tutmosis III pero permaneció en el taller de la piedra durante treinta y cinco años hasta que Tutmosis IV ordenó que se levantase. Se convirtió así en una referencia de lugar culto solar diseñado por Tutmosis III, y se colocó directamente en el eje del templo.

TUMOSIS IV EN SIRIA-PALESTNA Y NUBIA

Con relación a la política exterior con el Este, los contactos de Tutmosis IV con Mitanni hay que considerarlos en el contexto de la preexistente paz con esa potencia. Esta situación habría restringido la actividad militar a campañas o bien contra vasallos egipcios que se habrían levantado, o contra reyezuelos que ejerciesen presión sobre ciudades-estado egipcias. Tutmosis IV tomó por esposa a una hija del soberano de Mitanni, Artatama, con objeto de sellar así una relación diplomática entre ambos países.

La más conocida inscripción que hace referencia a la actividad militar de Tutmosis IV es un lacónico texto dedicatorio en una estatua en Karnak que consiste en una sola línea: “… del pillaje de Su Majestad de la derrotada […]na, en su primera campaña victoriosa”. El referido topónimo de esta dedicatoria de Karnak, y otra en la peana de una estatua del templo de Luxor, es probable que fuese en Siria, dada las varias referencias en las Cartas de Amarna al soberano de la región.

Las dos ciudades que más probablemente podrían completar la defectuosa dedicatoria de Karnak, serían Sidón (Zi-du-na), a donde se sabe que Tutmosis IV habría viajado, y donde Egipto careció de soporte en el período Amarna; o, Qatna, cerca de Tunip, en Nukhashshe (región amorfa al Este de Orontes). Fuese el correcto topónimo Qatna o Sidón, o cualquier otra ciudad, la zona norte del Levante Oriental sigue siendo el área más probable de la principal campaña. Eso es aún más evidente puesto que el rey de Mitanni, Artatama, habría quedado muy impresionado por el despliegue de fuerza ante sus puertas; más aún si estaba en pleno progreso la renovación del pacto diplomático.

Una escena en la tumba del portaestandarte Nebamun (TT90), registra la promoción del hombre en el año 6 y muestra a los jefes de Nahrin ante el faraón en su quiosco. Los prisioneros también aparecen en esta escena y son bastante raros después del reinado de Amenhotep II como para tomarlos en serio. No obstante, como cautivos tomados en una campaña contra vasallos de Mitanni y egipcios ciudades estado egipcias rebeldes, estos extranjeros declararon la obvia superioridad egipcia de Egipto sobre Mitanni. Tal afirmación de dominio habría sido apropiada en el momento d la renovación del tratado con Egipto con Washshukanni. Podría ser que más que ayudarnos en la datación de una guerra contra el soberano Mitanni, la escena nos informe de la fecha del matrimonio diplomático con la princesa siria.

En la región sur de Palestina, de Tutmosis sólo se puede decir que tomó acción punitiva contra Gezer; los temas bélicos reales no se pueden probar, pero parte de la población de esta ciudad fue transportada a Tebas. Es prácticamente imposible probar que las posesiones levantinas en Egipto a finales del reinado de Tutmosis no se parecían a los de Amenhotep II. E igual es imposible demostrar que Artatama I podía estar jugando desde una posición de fuerza cuando decidió formar una hermandad con Tutmosis IV. Tutmosis nunca luchó contra el soberano de Mitanni directamente, pero su poder en las más lejanas provincias del norte permanecía intacto.

Es así que Artatama pudo haber estado renovando una relación diplomática establecida ya bajo Amenhotep II, o pudo estar llegando a un acuerdo con para lograr estabilidad para toda la región; particularmente cuando la amenaza de una Asiria y Babilonia unidas ya parecía vislumbrarse. Los egipcios raramente aparentaban vergüenza o deshonra con esta paz. No parecía, haber renunciado a nada.

Volviendo a las zonas al sur de Egipto, no existe testimonio alguno de la actividad militar de Tutmosis IV en la propia Nubia.

La Estela Konosso tallada en roca al sur de Aswan, detalla un viaje de Tutmosis IV en las rutas de las minas de oro al este de Edfu, es muy probable que los nubios estuviesen interfiriendo con los transportes de oro, atacando desde escondrijos en el alto desierto donde las propias minas estaban ubicadas. Puesto que la expedición terminaba en Konosso, es posible que el faraón usase el Wadi el-Hudi para regresar habiendo tomado una ruta elíptica hacia el este a través del Wadi Mia, después al este, luego hacia el oeste regresando al Valle del Nilo. No obstante, hay poco en el texto que implique una confrontación mayor entre estos nubios. Mas bien, esto fue mas una acción policial que exigía atención ante la posible amenaza al transporte por el desierto.

REALEZA Y MUJERES REALES EN EL REINO DE TUTMOSIS IV

Tutmosis IV pudo haber iniciado un curso que Amenhotep III completaría; especialmente, en identificarse a sí mismo, de forma deliberada, con el Dios-Sol. En Giza, en una estela se mostraba llevando un collar-shebiu de oro. Estas joyas con frecuencia se muestran en representaciones del faraón en contextos funerarios, pero en esta estela – así como en un brazalete de marfil de Amarna, y en el carro de combate real – Tutmosis IV se muestra llevándolos como un soberano en vida.

Tutmosis IV dejó una estatua suya como rey-halcón en Karnak – actualmente en el Museo de El Cairo – y en un relieve de su patio de arenisca, en Karnak, aparece pintada una estatua suya, como un halcón, entre otras estatuas reales. En estas imágenes los aspectos divinos y solares de la realeza se entienden supremos.

La tendencia de elevar las asociaciones reales a la altura de los dioses mayores de Egipto – como se ha visto en la veneración de Tutmosis III de su propio reinado, y de otros que le precedieron, en su templo de jubileo, dentro del recinto de Amun – llegó a ser incluso más destacado durante el reinado de Tutmosis IV.

Si bien nunca se abandonó la noción de que la mejor manera de reforzar la línea dinástica era mediante el matrimonio del faraón con una hija suya, por razones tanto políticas como económicas, Tutmosis IV, como Amenhotep II, enfatizó de forma reiterativa las asociaciones divinas de mujeres de la realeza. Puso a su madre en el rol de “esposa del dios Amun”, como si ella fuese la propia diosa Mut. Este era su rol principal, aunque Tiaa también ostentó los títulos de “madre del faraón” y ”gran esposa real” durante la mayor parte del reinado de Tutmosis IV. Se encuentran monumentos con el nombre de ella en Gaza, el Faiyum, Luxor, Karnak y el Valle de los Reyes. La intencionada asociación con la Diosa Madre Mut estaba suplementada con inscripciones y conexiones iconográficas entre Tiaa y la diosas Isis y Hathor.

Parece que el faraón habría repartido los roles de sacerdotisa y reina entre Tiaa y otras dos esposas reales. Tiaa aparece en el patio de jubileo de Karnak de su hijo, sujetando una maza mientras presencia el “ritual de cimentación” del monumento. En el pabellón del jubileo de Amenhotep II, Merytra – nombre que más tarde se cambiaría por el de Tiaa – aparecía de la misma manera sosteniendo una maza, y un sistro en la otra mano. Las imágenes, en este caso, podrían dotar a estas reinas el estatus de “esposas del dios Amun”. La maza se convertiría, más adelante, en elemento iconográfico de “esposas del dios”.

Una esposa, no real, Nefertiry, de la que hay testimonio en Gaza y Luxor, fue “gran esposa real” junto a Tiaa durante los primeros años de reinado, y Tutmosis capitalizó esta triada madre-hijo-esposa – como ya lo haría más adelante Amenhotep II – para representar roles; por ejemplo, en el templo de Luxor, donde él, como dios y faraón acompañaba a su madre y a su esposa, diosas que representaban los roles de diosas madre, esposa y hermana. Años después, tras la aparente muerte o caída en desgracia de Nefertiry, seguiría la trayectoria familiar y se desposaría con una hermana, cuyo nombre podría leerse como Iaret. Es posible que tuviese que esperar a que Iaret alcanzase la edad casadera.

Tutmosis IV nunca reconocería a la madre de Amenhotep III, Mutemwiya; ni como esposa mayor ni como esposa menor, pero una estatua del canciller de la Corte de Amenhotep, el Tesorero Sobekhotep, enterrado en TT63, nos muestra al príncipe Amenhotep en una posición favorable ante la real de Amenhotep, Hekarnehhe, (TT64), también aparece el joven heredero pero, como la tumba se terminó durante el reinado de Tutmosis IV, Mutemwiya no aparece. En los textos de la tumba de Hekarnehhe también se mencionan a otros príncipes así como en grafitis rupestres, en Konosso, pero no se sabe si se trata de hijos de Amenhotep II o de Tutmosis IV.

Con el final de esta “Hoja Suelta”, estamos ya en las postrimerías del Capítulo 9º de este proyecto, que dará paso al esperado Período Amarniense. Pero antes, vamos a cubrir el reinado del faraón Amenhotep III, personaje de extraordinaria importancia y significado para entender, e incluso justificar, algunos aspectos del controvertido reinado de su hijo, Amenhotep IV, alias Amenofis IV, alias Akenatón.

El reinado de Amenhotep III representa, en mi modesto y personal criterio, el período de mayor esplendor del Antiguo Egipto; de mayor riqueza, estabilidad política y económica, paz social, respeto de países colindantes, sometidos o no al vasallaje, mediante la aplicación de una hábil e inteligente política diplomática basada en el diálogo, la negociación, la mediación y el pacto, con el aderezo de programados y útiles enlaces matrimoniales. Dicho esto, pasamos página.


Rafael Canales



En Benalmádena-Costa, a 19 de octubre de 2010


Bibliografía:

"Polychromy and Egyptian bronze: New evidence for artificial coloration". La Niece, Shearman, Taylor and Simpson, , Studies in Conservation-1, 47 (2003), 95-108, fig. 1
"Eternal Egypt: Masterworks of Ancient Art from the British Museum" Edna.R. Russmann, University of
California Press, 2001.
"The British Museum Book of Ancient Egypt”, S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 6/9.- Amenhotep II

Papiro del "Libro de los Muertos" de Nakht, finales de la Dinastía XVIII, 1.350-1.300 A.C. Escenas agrícolas.
(Pinchar y Ampliar).

Nakht was a royal scribe and overseer of the army (general) at the end of the Eighteenth Dynasty (about 1.550-1.295 BC). His Book of the Dead is a beautifully illustrated example. This papyrus shows Spell 110, a series of addresses to deities who dwell in the 'next world', specifically in the Field of Offering and the Field of Rushes. The deceased was expected to undertake agricultural work in the Field of Rushes. The vignette evolved from a map of the Field in the earlier Coffin Texts. It shows areas of land surrounded by water. Nakht is shown with Thoth at top right, with the balance and feather of Maat (referring to the Judgement Scene). He then paddles his boat across the Lake of Offerings where two mummiform deities stand before a table of offerings. Nakht is also shown worshipping the Heron of Plenty. He is shown pulling flax, reaping, and ploughing below. The boat of Wennefer (a name for the god Osiris), shown with a head of a snake, is moored in a channel of the water at the bottom. Three deities of the ennead (group of nine gods) are shown bottom right. (Base de Datos, Museo Británico).

AMENHOTEP II

No se sabe si algún miembro de la rama de la familia Hatshepsut descendiente de la reina Ahmose aún vivía a finales del reinado de Tutmosis III. No obstante, el faraón, tomó a su hijo Amenhotep como corregente en el año 51 de su reinado, y luego compartió la monarquía con él durante algo más de dos años. El llamado “descrédito de Hatshepsut”, que habría empezado alrededor del año 46 o 47, pudo haber allanado el camino para un gobierno compartido, ya que fue el propio Amenhotep II quien completó la profanación de los monumentos de la mujer-faraón.

Con objeto de eliminar las pretensiones de Hatshepsut y de su familia, sus monumentos fueron sometidos a un reajuste sistemático: algunos se oscurecieron con los nuevos trabajos adicionales; otros, serían mutilados para eliminar así cualquier rastro de su nombre; y otros, sufrieron tales alteraciones que los nombres de Tutmosis III o Tutmosis II sustituyeron al de Hatshepsut.

Puesto que Tutmosis buscó la destrucción del recuerdo de Hatshepsut veinticinco años después de su desaparición, parece improbable que se tratase de una mera venganza contra su madrastra; especialmente cuando el faraón había retenido para sí un cierto número de altos funcionarios de Hatshepsut que completaron sus carreras y construyeron tumbas con el nombre de Tutmosis III prominentemente resaltado en ellas.

Es posible que la muerte de hombres que fielmente sirvieron a ambos soberanos, tales como Puyemra, segundo sacerdote de Amun, e Itef, Alcalde de Thinis en la región de Abydos, y Gobernador de Oasis, también influyese en los reparos a la execración de Hatshepsut.

El reinado de Amenhotep II representa un pivote en el temprano Imperio Nuevo, si bien hoy día se ve empequeñecido por la amplia sombra de sus dos predecesores, y por la de sus sucesores hacia finales de la Dinastía XVIII. Durante un largo reinado de casi treinta años - con el año 26 como el más alto que se le conoce – el faraón tuvo éxitos militares en el Levante Oriental; llevó la paz a Egipto con sus consiguientes beneficios económicos; y, fielmente, amplió los monumentos a los dioses.

En su época, Amenhotep II contó con el reconocimiento - muy en particular - por su atletismo, y sus monumentos aluden a sus grandes aptitudes. De joven el faraón vivió en la región menfita done entrenaba caballos en los establos de su padre, si damos crédito a las inscripciones que dejó en una estela en el templo de la Esfinge, en Gaza. Su mayor logro atlético lo obtuvo cuando disparó una flecha que atravesaría una diana de cobre, mientras conducía un carro de guerra con las riendas atadas a su cintura. La fama de esta acción fue monumentalizada en escarabeos encontrados en el Levante Oriental.

La historiadora de Arte, Sara Morris, sugiere que el éxito del tiro a la diana de cobre de Amenhotep II constituyó la base, cientos de años más tarde, del episodio de La Ilíada, donde se describe cómo Aquiles dispara flechas que atraviesan una serie de dianas colocadas en una zanja.

El reinado de Amenhotep II fue en su mayoría pacífico propiciando así un largo período de estabilidad. Varios papiros administrativos de su reinado corroboran la existencia, en varias zonas de Egipto, de florecientes organizaciones agrícolas e industriales. Una burocracia bien desarrollada estaba en funcionamiento y, al parecer, Amenhotep II estaba haciendo un buen uso del servicio de los administradores. Él animaba a los hombres que habían servido a su padre a quedarse, y colocó a amigos íntimos en puestos claves.

Algunas composiciones literarias del Imperio Medio se volvieron a copiar en esa época, lo que parece sugerir la existencia de un interés creciente por un refinamiento cultural más que por el valor militar. Aunque el arte real seguiría idealizado y altamente formal como lo había sido en el reinado de Tutmosis III, el estilo pictórico en contextos no reales comenzó a revelar un individualismo artístico que se acentuaría con el tiempo.

EL PROGRAMA DE CONSTRUCCIÓN DE AMENHOTEP II

Amenhotep II dejó tras de sí edificios o ampliaciones en casi todos los principales lugares donde su padre había trabajado. En los tres primeros años de su reinado, se levantaron construcciones en nombre de los dos soberanos; muy especialmente en Amada, en la Baja Nubia, donde se construyó un templo a la memoria de ambos, en honor a Amun and Ra-Horakhty, y en Karnak, donde ambos soberanos participaron en la eliminación de vestigios de los monumentos de Hatshepsut ocultándolos con los suyos propios.

En el patio, entre los pilonos Tercero y Cuarto, en las columnas que se añadieron y en la mampostería alrededor de los obeliscos de la reina, unas veces aparece el nombre de un soberano y otras el del otro. Pero sigue siendo imposible distinguir si los cambios se hicieron de forma simultánea, durante la corregencia, o consecutivamente.

Dejó monumentos en la Isla de Pnubs on Argo, en Sai, Uronarti, Kumma, Buhen, Qasr Ibrim, Amada, Sehel, Elefantina, Gebel Tingar (una capilla cerca de la cantera de cuarcita en la ribera oeste de Aswan), Gebel el-Silsila, Elkab, Tod (una capilla para la barca funeraria de la corregencia), Armant, Karnak, Tebas (incluyendo su tumba, KV35, en el Valle de Los Reyes, y un templo funerario destruido en la actualidad), Medanud, Dendera, Giza, y Heliópolis. La construcción de un templo de caliza fue el objeto de la reapertura de las canteras de Tura en el año 4 del reinado, si bien la ubicación del templo es incierta; no se trataba del templo funerario real de Tebas, ya que aquella estructura se construyó con arenisca y ladrillo.

Los yacimientos donde los esfuerzos de construcción de Amenhotep II dejaron su impronta más profunda fueron Giza y Karnak, a pesar del hecho de que el trabajo del faraón en Giza no fuese particularmente ambicioso. Aún así, mandó construir un templo al dios Horemkahet, el dios-sol identificado con la Gran Esfinge. Se ha podido apreciar que la zona alrededor de la Esfinge era frecuentada por príncipes y peregrinos que visitaban los complejos de las grandes pirámides de Khufu y Khafra. La Esfinge y el anfiteatro se convirtieron en el lugar de culto a los ancestros reales, incluyendo al propio Amenhotep II y a su hijo, Tutmosis IV, que levantó la Estela de la Esfinge entre las garras del gran león.

El culto a Horemakhet y la veneración real continuaron hasta los tiempos romanos, de forma que los peregrinos dejaban ofrendas votivas en el muro del recinto del anfiteatro cuando era posible, o en la capilla. La dedicación de Amenhotep II de un pequeño templo a Horemakhet (descrito también como Hauron en el "depósito de cimentación" real del lugar) supuso, pues, un suceso importante en la historia de la Esfinge como foco de adoración.

Sus propios hijos dejaron estelas en su templo, algunas con representaciones que indican que una estatua de Amenhotep II, en un tiempo se alzaba apoyada contra el pecho de la Esfinge. El Profesor Mark Lehner, Arqueólogo y Egiptólogo norteamericano, ha reconstruido el aspecto de la Esfinge con esta estatua de la Dinastía XVIII en la posición descrita.

Una vez que Amenhotep II acabó su programa de borrado en los monumentos de Hatshepsut en Karnak, pudo concentrarse en los preparativos para el jubileo real en este templo. Al igual que Tutmosis III había construido un templo para el festival, conocido como “Effective of Monuments”, en el recinto de Amun, en Karnak, de igual forma Amenhotep II construyó un edificio para su festival-sed. Su pabellón, según la reconstrucción de Charles Van Siclen, consistía en un patio con pilares cuadrados esculpidos con relieves, y muros decorados a los lados. Datado hacia finales de su reinado, tanto por sus inscripciones como por su estilo artístico, encabezaba la entrada sur del templo en el Octavo Pilono, creando de forma efectiva una nueva entrada principal al complejo, tal y como habría hecho Hatshepsut antes que él.

Frente a este patio del festival-sed, habría parcelas de Amun, o huertos donde se criarían verduras y otras plantas comestibles. Los pilares mostraban de forma inusual la primera conmemoración de un festival-sed, o su repetición, lo que implicaría que el faraón podría haber celebrado ya un jubileo antes de construir el patio. Todo esto es difícil de interpretar y bien pudo tratarse de deseos expresados por el faraón para posteriores jubileos.

Siguiendo una vieja tradición, la decoración a base de relieves del pabellón del festival, incluía insignias reales para el faraón que claramente hacían resaltar sus condiciones solares; por ejemplo, aparecían múltiples discos solares sobre coronas, y pequeños halcones posando sobre los discos, creando así una identidad con el Ra-Horakhty de cabeza de halcón.

El pequeño templo de Tutmosis III en Deir el-Bahri, había ya usado, de forma parecida, un extravagante simbolismo solar, datado en un período posterior a cuando se hicieron los preparativos para el jubileo real. El edificio del festival de Amenhotep II incluía escenas de su madre, Merytra, que jerció como reina y, lo que es más importante, como “esposa del dios Amun”. El edificio sería desmantelado a finales de la Dinastía XVIII para acomodar ciertas modificaciones del cuadrante, por Horemheb (1.323-1.295 A.C.), y reconstruido más tarde, en un estilo arquitectónico diferente, por Sety I (1.294-1.279 A.C.) a principios de la Dinastía XIX.

Amenhotep II también construyó un templo a Amun al norte de Karnak; un recinto que más adelante se dedicaría a Montu, de Tebas. No obstante, los bloques del edificio forman parte de las cimentaciones de un templo construido bajo el mandato de Amenhotep II y posteriormente adaptado en el Período Tolemaico. Su función original se desconoce. Otros pórticos y bloques en Karnak Norte, no obstante, indican que el faraón estaba interesado en desarrollar el sector, quizás por su situación a fin de extender el eje norte-sur de la zona central de Karnak.

Se han encontrado elementos de una puerta de piedra de un palacio del faraón, al norte del propio templo, quizás indicando la situación de una residencia ceremonial para Amenhotep II. El interés del faraón en el templo de Montu en Medamud, a unos 8 km al norte, es también notable, ya que más adelante, en efecto existía un camino procesional entre el norte de Karnak y Medamud.

AMENHOTEP II EN EL LAVANTE ORIENTAL

Amenhotep II llevó a cabo dos campañas en Siria; la primera, probablemente en el año 7, y la segunda en el 9. Se describen en unas estelas encontradas en Amada, Menfis y Karnak. La primera campaña se concentró en la derrota de los jefes no alineados y en las rebeliones entre los nuevos vasallos. Entre las segundas, la región de Takhsy, mencionada en la tumba tebana de Amenemheb (TT85), fue un objetivo primordial y un éxito. Los siete cabecillas derrotados de esa región fueron devueltos a Tebas cabeza abajo en la barcaza real, donde seis de ellos serían colgados en los muros del templo. El séptimo sería trasladado hasta la lejana Napata, en el Sudán, donde sería colgado, sin duda para ejemplo de la población local.

Según las estelas, el botín conseguido de esta primera campaña de Amenhotep consistió en la impresionante cantidad de 6.800 deben de oro y 500.000 deben de cobre (745 kg y 54.809 kg, respectivamente), además de 550 cautivos mariannu, 210 caballos, y 300 carros de combate. La segunda campaña en el año 9 tuvo lugar, en su mayoría, en Palestina.

Aparte de los topónimos estándar que aparecen en los “anillos de nombre”, ninguno de los textos de Amenhotep II contiene referencias hostiles a Mitanni o Nahrin - a pesar del hecho de que las inscripciones narraban las campañas sirias – y esto es, probablemente, intencionado. En vez del calificativo usado por Tutmosis III: “ese enemigo de Nahrin”, Amenhotep II utiliza varias veces el arcaico término genérico egipcio de setjetyu (Asiáticos).

El lenguaje de las estelas utilizado una vez terminados los conflictos, en el año 9, o más tarde, refleja que la paz con Mitanni estaba ya al alcance de la mano. De hecho, la estela de Menfis contiene un añadido al final informando que los jefes de Nahrin, Hatti, y Sangar (Babilonia) llegaron antes que el faraón, llevando presentes y solicitando, a cambio, regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que rogaban por el aliento de la vida. Este fue pues, de hecho, la primera noticia de la creación de un acuerdo de paz con Mitanni; si bien durante el reinado de Tutmosis III ya existían buenas relaciones con Babilonia y otros estados.

La importancia que tuvo la nueva alianza de Amenhotep II con Nahrin se pretendió destacar al hacerla figurar en la inscripción de una columna del wadyt (o sala de columnas) de Tutmosis, entre los Pilonos 4º y 5º, en Karnak. La ubicación fue muy significativa ya que la sala se veneraba como el lugar donde Tutmosis III recibiría el oráculo divino proclamando su futuro reinado. Además, la asociación de la sala con la línea familiar de los Tutmosis, retrocediendo hasta Tutmosis I, el primer faraón que se aventuró en Siria, la hacía el lugar idóneo para estar orgulloso de las relaciones con Mitanni. La inscripción singulariza a Siria manifestando: “Los jefes (weru) de Mitanni (My-tn) vienen a él, con obsequios a sus espaldas, a cambio de regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que solicitan de Su Majestad el aliento de la vida”.

Para finales del reinado de Amenhotep II, el cuadro de Mitanni, hasta hacía poco el de un vil enemigo, se dibuja ya en línea con el de otros aliados de Egipto. En los monumentos del Valle del Nilo, estos reyes “hermanos” de Babilonia, Hatti, y Nahrin, se representan siempre suplicando por su vida al faraón de Egipto. La dura paz alcanzada con Siria, no obstante, se verá traicionada por el entusiasmo de Amenhotep II. Está claro que para éste la alianza, tanto en casa como fuera de ella, fue una bendición.

LAS ESPOSAS REALES A MEDIADOS DE LA DINASTÍA XVIII

El número de príncipes que pueden ser documentados durante el reinado de Amenhotep II es como sigue: Amenhotep, Tutmosis, Khaemwast (?), Amenemopet, Ahmose, Webensenu, y Nedjem, así como los príncipes A y B, sin nombre, que se conocen por las estelas de Giza. Quizás, otro llamado Aakheperura, también nacería hacia finales del reinado de Amenhotep II, o a principios del de Tutmosis IV.

Contrastando de forma llamativa con los anteriores reinados, las princesas son difíciles de documentar. La pluralidad de jóvenes varones reales contrasta con la primera fase de la dinastía cuando los príncipes adultos escaseaban; quizás porque pereciesen en campañas militares, o por enfermedades infantiles. La escasez de príncipes, debida en parte a la preferencia dinástica por princesas hermanas como reinas, pudo haber inspirado a los soberanos a tener reinas menores, además de sus grandes esposas reales.

Estas “grandes esposas reales”, tales como Nebetta, y las tres reinas levantinas de Tutmosis III, todas mencionadas anteriormente, eran probablemente diferentes a las damas de la Corte de rango desconocido con las que los soberanos tenían relaciones sexuales. Estas últimas, tales como Mutnofret, Isis, Tias, y Mutemwiya, trajeron hijos que llegaro a ser faraón que promocionarían a sus madres como reinas. No obstante, se desconoce qué mujeres, aparte de Tiaa, madre de Tutmosis IV, fueron las madres de los numerosos críos de Amenhotep II.

Y no fue sólo sus más que capacitados poderes de procreación lo que distinguía a Amenhotep II de sus predecesores. Contrariamente a los anteriores a él, este faraón nunca reconoció públicamente una esposa que no fuese su madre, Merytra, que serviría como “gran esposa real” durante la mayoría del reinado de Amenhotep II. La ausencia de esposas podría considerarse como un rechazo consciente del papel jugado por las princesas como “esposas del dios Amun”, desde el establecimiento de la dinastía hasta el reinado de Hatshepsut.

Quizás fuese ahora cuando Tutmosis III y Amenhotep se percatasen que las reinas como Hatshepsut, que representaba la dinastía familiar, podían ser peligrosas si eran demasiado ricas y poderosas. Aún más, la usurpación del trono por parte de la reina-convertida-en-faraón, pudo haber servido de incentivo a Tutmosis III y al Amenhotep II para tener varones. Esta conclusión les motivaría, además, a escoger como “gran esposa real” a mujeres fuera de la principal línea real, como fue el caso con Tutmosis III al escoger a Sitiah y Merytra.

Y volvemos de nuevo a tener un respiro que nos va a permitir releer, repasar, digerir y asimilar este sub-capítulo, e iniciar, en otra “Hoja Suelta”, una nueva andadura; esta vez con el faraón Tutmosis IV y su conocida legitimación al Trono.

RAFAEL CANALES

En Benalmádna-Costa, a 22 de septiembre de 2010

Bibliografía:

"The Ancient Egyptian Book of the Dead", R.O. Faulkner, revised ed., Carol R. Andrews, London, The British Museum Press, 1985.
"Papyrus", R.B. Parkinson and S. Quirke, Egyptian Bookshelf, London, The British Museum Press, 1995.
"Eternal Egypt: Masterworks of Ancient Art from the British Museum", E.R. Russmann, University of California Press, 2001.
"The British Museum Book of Ancient Egypt", S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

lunes, 23 de agosto de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 5/9.- Tutmosis III

Tablero de dibujo de madera con figura de Tutmosis III, Dinastía XVIII, hacia 1.450 A.C. (Pinchar y Ampliar).

Los artistas egipcios utilizaban diversos medios para la práctica de sus diseños. Los más conocidos son los ostraka, láminas de piedra o trozos de cerámica utilizados como soporte de la escritura; pero han sobrevivido algunos tableros de dibujo en madera como el que se muestra. La superficie se cubría de una capa de yeso blanco que luego se pulía y podía limpiarse, e incluso usarse de nuevo. La imagen de Tutmosis III que aparece en el tablero era, quizás, un boceto preliminar que después se transferiría a la tumba o a la pared del templo, mientras que el resto de dibujos serían meros ejercicios de práctica de jeroglíficos. Este objeto es muy ilustrativo pues su diseño está hecho sobre una cuadrícula. Ya a partir del Imperio Antiguo, entre 2.613 y 2.160 A.C., se utilizaba un sistema de líneas guías que, más adelante, se convirtierían en una cuadrícula que garantizaba las proporciones correctas de las figuras humanas. Antes del Período Tardío (664-332 A.C.), las figuras que aparecían de pie, se situaban sobre una cuadrícula vertical de dieciocho cuadrados, medidos hasta la línea del cabello, y las sentadas, sobre una de catorce. El regazo horizontal de la figura sentada da cuenta de los cuatro cuadrados que faltan. Las cuadrículas se dibujaban en las paredes e incluso, a veces, en la piedra de las propias estatuas. Una vez terminada la escena, se eliminaban las líneas o se cubrían con pintura. De ahí que encontrar paredes sin terminar, y ejemplos de prácticas de bocetos donde la cuadrícula aún permanece intacta, es de un valor incalculable.

Nota bene: Para una ampliación del tema, véanse los artículos publicados en este mismo Blog titulados: "La Cuadrícula en el Arte del Antiguo Egipto", de fecha 05/03/09, y "Los Principios de la Representación en el Arte Egipcio", de fecha 22/03/09, de los que es autor el propio titular del Blog, Rafael Canales.



GOBIERNO EN SOLITARIO DE TUTMOSIS III

El reinado revirtió a Tutmosis III en el vigésimo o vigésimo primer año del reinado de Hatshepsut. Tardó bien poco, el nuevo faraón, en establecer una reputación para sí mismo y para Egipto que aún se recordaría un milenio más tarde, si bien de forma imperfecta. Tutmosis III tuvo que sopesar la situación muy cuidadosamente como monarca ahora maduro pero inexperto, sin duda con los consejos de sus asociados y allegados colegas militares, e identificar el potencial de gloria y riqueza que se vislumbraba en el nordeste mediterráneo.

Las recompensas procedentes de la conquista de Nubia no podían atribuirse a Tutmosis III, y Hatshepsut ya había recogido el fruto de sus contactos con Punt. Un nuevo escenario para ganancias rápidas se vislumbraba en el Levante Oriental, donde Egipto podría conseguir el control de las rutas comerciales que hasta entonces habían estado dominadas por soberanos y comerciantes sirios, chipriotas, palestinos, y egeos.

Al final de los diecisiete años de campañas militares, Tutmosis III había establecido, con éxito, el dominio sobre Palestina, y había llevado a cabo importantes incursiones al sur de Siria. Su propia reputación estaba ya asegurada, y las ganancias se dilapidaron en nombre de los templos de Amun y otros dioses, así como en los hombres que siguieron al faraón en sus desplazamientos de búsqueda.

El faraón no deshonró ni el nombre ni los monumentos de Hatshepsut hasta el último año de su reinado, sino que en vez de ello intentó cubrir el paisaje del Valle del Nilo con recuerdos de su propio reinado. Es interesante señalar que el estilo artístico y el retrato de Tutmosis III son difíciles de diferenciar de los de Hatshepsut de sus últimos monumentos. Sólo en la silueta de su cuerpo quiso Tutmosis III que se le representase de alguna forma diferente, ya que sus imágenes aparecen de forma rutinaria con hombros más anchos, y parte superior del torso más contundente que los de Hatshepsut, tanto en relieve como en estatuas, y este tipo de torso más viril es el que más adelante usaría Amenhotep II. El rostro de Tutmosis III siguió el perfil de los Tutmosis que se conocía de Tutmosis I: nariz larga coronada con una ligera joroba, punta retraída hacia abajo, y ancha en su base; boca grande de labio superior prominente, debido a una caso clínico de “Mordida Profunda”, anomalía ortodóncica que corría en la familia.

Tutmosis III quiso asegurarse durante sus treinta y dos años de reinado en solitario que su nombre sería prominente en todo Egipto y Nubia. Estuvo activo en Gebel Barkal, en el punto más al sur de Nubia, en Sai, Pnubs, en la 3ª Catarata, Semna, Kumma, Uronarti, Buhen, Quban, Amada, Faras, y Ellesiya, así como también en otras cuantas localidades donde lo testimonian bloques con su nombre.

De sus monumentos más al norte, da también testimonio Elefantina - donde el faraón construyó un templo a la diosa de la región de la 1ª Catarata, Satet, en Kom Ombo - Edfu, Elkab, Tod, Armant, Tebas, Akhmim, Hermópolis, y Heliópolis. Una estatua del supervisor de trabajos, Minmose, en servicio activo hasta finales del reinado de Tutmosis III, muestra un listado de lugares de culto en los que trabajó. Enumera, además de los lugares ya mencionados, Medamud, Asyut, Atfih, y un número de localidades en el Delta, que incluye Buto, Busiris, y Chemmis. Aunque aún no se han identificado construcciones de Tutmosis III en el Delta, la inscripción de Minmose sugiere que tanto él como anteriores soberanos podrían haber estado activos en la zona.

Karnak continuó siendo un lugar favorecido. Tutmosis III, de forma más bien implacable, reestructuró las zonas centrales del templo, prescindió de las capillas de culto de caliza de Amenhotep I, sustituyéndolas por otras de arenisca. Poco después del inicio de su reinado en solitario, inauguró la construcción de su mayor edificio en Karnak:”(Tutmosis III es) Líder de los Monumentos” (akh menú). La temática global de las escenas en relieve del edificio estaba relacionada con la renovación del reinado de Tutmosis III; en pincipio, a través del Festival Sed que celebró por vez primera en el trigésimo año de su reinado. La veneración a la realeza, generalmente encajaba bien con el objetivo de la construcción, y la relacionaba con las capillas que rodeaban el patio central.

Más adelante en su reinado, Tutmosis III haría redecorar toda la parte central con escenas, y específicamente con inscripciones, detallando sus campañas en Asia. Estos Anales, inscritos en el año cuadragésimo segundo de su reinado, se han convertido en el principal registro histórico de las conquistas reales, al contener, como en efecto lo hace, episodios específicos de la guerra, así como listas de los botines obtenidos.

El enriquecimiento del templo de Amun fue enorme, según se describe en los Anales: “Ya de por sí los edificios eran numerosos. Los Pilonos Sexto y Séptimo los añadió el faraón; este último iba repleto de escenas e inscripciones que mencionaban aquello sobre lo que el faraón reclamaba dominio. Se levantó un templo a Ptah en el lado norte del recinto, así como una capilla de granito en el centro del templo para la barca funeraria, y una de alabastro egipcio, que más adelante acabaría uniéndose a otra de Tutmosis IV (1.400-1.390 A.C.) ubicada cerca del Cuarto Pilono".También se transformaron obras de Hatshepsut durante el reinado de Tutmosis III que serían terminadas posteriormente por su hijo Amenhotep III, pero incluso sin ellas, su actividad fue incesante.

Entre los altos sacerdotes de Amun del faraón se encontraba el energético Menkheperraseneb, propietario de la tumba tebana 86, su sobrino de igual nombre (TT112), y Amenemhat (TT97). Amenemhat fue, probablemente, el último Alto Sacerdote de Amun de Tutmosis III, y durante tiempo en servicio activo bajo Amenhotep II una vez que Menkheperraseneb pasase el cargo a su sobrino durante un breve período de tiempo.

Los altos sacerdotes eran responsables no sólo de Karnak sino también de los trabajos realizados en nombre de Amun a lo largo de la ribera occidental. Tutmosis III fue muy activo en Medinet Habu, donde terminó el pequeño templo a Amun, y también construyó un templo en memoria de su padre, justo al norte. Bien entrado su reinado, convirtió una capilla elevada, en Deil el-Bahri, en suya propia con el nombre de “Horizonte Sagrado” (djeser akhet). La tumba de Tutmosis III, en el Valle de los Reyes (KV34), fue cavada en profundidad en la cara misma de la roca, en lo alto de un acantilado. Los muros de la cámara funeraria están cubiertos de reproducciones en hierático, con pintura negra y roja, de los textos del Inframundo: la "Letanía de Ra", que invoca el nombre del Dios-Sol para que asista al faraón en sus viajes al Más Allá, y el “Libro de lo que hay en el Inframundo (Amduat)", que proporciona al faraón un mapa del Inframundo, y ensalmos que le ayuden a conseguir la “justificación” eterna.

Nota ex profeso: “justificado” es un epíteto que se otorga al difunto cuya conducta ha sido juzgada ante los dioses como justa, y se utiliza detrás de su nombre de la misma manera que nuestro R.I.P.

TUTMOSIS III EN EL LEVANTE ORIENTAL

Casi inmediatamente que Tutmosis III comenzó su gobierno en solitario, puso en marcha una expedición al Levante Oriental donde pretendería arrebatar el control de un número de ciudades-estados y poblaciones que reconocían como Jefe Supremo a un mitanio del nordeste de Siria. (Mitani o Mitanni, nombre de un antiguo reino ubicado al norte de la Actual Siria, también conocido como Naharina; los Mitanios eran sus pobladores).

Aparentemente, y tomando por excusa la necesidad de mediar en las disputas locales de Sharuhen y su vecindad, el faraón se desplazó a Gaza desde la fortaleza fronteriza egipcia de Tjaru. Gaza había estado bajo el dominio egipcio desde, al menos, los tiempos de Ahmose, y se piensa que la lealtad de Sharuhen se daría por hecho desde entonces. En los Anales, se registra que en esta primera campaña de su vigésimo-tercer año de reinado, Tutmosis III abandonó Gaza y planeó su ataque a Megiddo desde la ciudad de Yehem, una importante ciudad-estado entonces ocupada por el soberano de Kadesh.

Megiddo también estaba protegida por un grupo de cabecillas que representaban a regiones del Levante Oriental tan lejanas como Naharina (Mitani o la Siria dominada por Mitani). Las inscripciones de Tutmosis III indicaban que estos jefes tendrían haber sido leales a Egipto, y esto debió considerarse la verdadera amenaza. El acceso al cedro libanés, a las fuentes del cobre y del estaño, podían verse amenazadas por la Jefatura Suprema mitania en el norte de Palestina y el litoral.

Una vez en el campo de batalla, Tutmosis III descubrió las verdaderas recompensas de las guerras. Los trofeos eran evidentemente de tal cuantía que continuó sus campañas de forma intermitente hasta el cuadragésimo-segundo año de su reinado en las regiones del norte de Palestina, El Líbano, y parte de Siria. El botín procedente de la guerra de Maggido junto a las ofrendas de paz que puso fin a los siete meses de sitio de la ciudad, fue considerable, e incluía 894 carros de combate, de los que dos estaban recubiertos de oro, 200 trajes blindados, dos de ellos pertenecientes a los jefes de Megiddo y Kadesh, así como más de 2000 caballos, y 25000 animales diversos.

Después del sitio de Maggido, Tutmosis III sustituyó a los derrotados jefes locales y continuó hacia el norte camino del río Litani. Los lujosos objetos procedentes de las ciudades derrotadas se describen de forma meticulosa en los Anales, así como las diferentes clases de cautivos capturados. Las campañas de los años 24-32 dan detalle de cómo el faraón se centró en el litoral levantino con sus bosques y sus puertos, así como también en áreas al oeste de Siria.

Los trofeos egipcios incluían una gran variedad de materiales desde metales preciosos (oro, plata, cobre y plomo), a maderas, aceites, e incluso alimentos y cosechas de cereales. El faraón envió a los hijos de los gobernantes locales a Egipto para “egiptalizarlos”. Según los Anales para el año 30: “…cuando alguno de estos jefes moría, Su Majestad hacía que su hijo ocupase su puesto”.

Si aceptamos como cierto que del topónimo Naharina no hay constancia en las inscripciones egipcias antes de la 8ª Campaña de Tutmosis III - en el año 33 de su reinado - por la sencilla razón de que eran demasiado duras para que se mostrasen en los monumentos reales egipcios, entonces la victoria del faraón sobre los vasallos sirios fue, ciertamente, una hazaña memorable.

El hasta ahora tan pobremente testimoniado estado de Naharina, aparece, de repente, hacia finales del reinado de Tutmosis III en todo tipo de inscripción jeroglífica: además de en los Anales de Tutmosis III, el supuesto cruce del Éufrates del faraón aparece en la estela de Gebel Barkal, levantada en Nubia, en la 4ª Catarata; en un obelisco en Karnak; en la Estela Poética de Karnak; y en la Estela de Armant. También aparecen referencias a Naharina entre las listas de numerosos topónimos del reino.

El volumen del botín obtenido durante la campaña Siria era impresionante; tanto para el soberano como para la soldadesca. Con la excepción del resultado de la 8ª campaña en el año 33, los Anales asignaban sistemáticamente las ganancias procedentes de Naharina como botín de guerra: bien como saqueo del ejército, bien como fruto de las correrías reales. Aparentemente, en ese tiempo Naharina no hacía entregas anuales (inu), como claramente se indica en los Anales, contrastando así su “entrega única” después de la campaña del año 33, con la de otras zonas catalogadas como “a partir de este año”. Esto podría interpretarse como que sólo los vasallos mitanios vencidos constituían la fuente de ingresos de Egipto, no así el soberano mitanio en su capital, Washshukanni.

Si bien los objetos enumerados y seres humanos traídos de Naharina son considerables, las entregas anuales de Retenu y Djahy incluían muchos más objetos de materiales preciosos. Tutmosis III, pues, seguía aún su proceso bélico contra Mitani.

La participación en la conquista de Siria, incluyendo a Naharina, por una nueva élite militar egipcia se conmemora en al menos once tumbas tebanas del reinado de Tutmosis II y principios del de Amenhotep II, además de numerosas estatuas privadas e inscripciones de estelas (tumbas TT42, 74, 84, 85, 86, 88, 92, 100, 131, 155 y 200). En las capillas de estas tumbas, se ponía énfasis en los cautivos de las expediciones militares y en las guerras, o en los propios soldados, tanto como en los objetos de lujo obtenidos de las entregas del extranjero. Pero, el aspecto militar de los enfrentamientos egipcio-mitanios iba a tener una vida corta. Por lo contrario, el prestigio de los objetos sirios empezó a subir.

Las tumbas decoradas después de la primera década de gobierno de Amenhotep II, festejaban los ingresos como impuestos de ultramar - en particular los de naturaleza exótica - y el fruto de las conquistas se formalizaba con las procesiones festivas. Por ejemplo, en la tumba de Kenamun (TT93), decorada a finas del reinado de Amenhotep II, no hay ningún texto que describa las guerras sirias, ni que hable de botín, como en la capilla de Suemniwet (TT92), ni de la entrega de los hijos de los jefes extranjeros, como en la de Amenemheb (TT85). En su lugar, una pared muestra los regalos al faraón por el Nuevo Año. Entre ellos, numerosas armas y vestimenta blindada, así como dos carros de combate. En la etiqueta del carruaje, en el registro superior, se alardea de haber usado madera traída de un país extranjero, Naharina, mientras que otro, debajo de él, se le describe como diseñado para ser utilizado en la guerra contra nórdicos y sureños. Debajo del carro superior, aparecen apilados, cascos de diseño sirio, mientras que debajo del segundo, hay un montón de marfil, en clara alusión a las guerras en las dos regiones: Asia y Nubia, respectivamente.

También entre los regalos del Nuevo Año de la tumba de Kenamun hay un grupo de vasijas de vidrio que imitan al mármol. Esta clase de vidrio en particular, era muy característica del nordeste de Siria y norte de Iraq. En efecto, la introducción a gran escala del vidrio de núcleo duro en Egipto pudo muy bien haber sido resultado directo de las guerras con Mitani. Muy posiblemente desarrollado en centros de Mitani, como Tell Bark y Tell Rimah, estos recipientes de vidrio pronto se convirtieron en objetos preciados, copiados y, por qué no, francamente mejorados en Egipto.

Los recipientes de plata y oro, con frecuencia descritos como de “base plana” en las listas de botín, y asociados con el litoral mediterráneo – conocidos como trabajos “de ejecución Djahy” - también figuraban como ingresos de Naharina, en el año 33, y, como con el vidrio, las copias de estilo egipcio de estos recipientes sirios se pusieron de moda. El famoso recipiente de plata de “base-plana” inscrito para el soldado Djehury, en el reinado de Tutmosis III, es justo ese cuenco; un cuenco de oro de Djehury, también en el Louvre, puede ser una copia moderna del de plata, y existen numerosas representaciones de ellos en paredes de templos y tumbas en Tebas.

Junto a los objetos de estilo sirio, vinieron los productos de la propia región, y es durante el reinado de Amenhotep II cuando los cultos a las deidades asiáticas Reshef y Astarte se promocionaron de forma intensa en Egipto. Es significativo que la moda por elementos de Mitani sobrepasó la moda por la decoración militar. Un tipo de trofeo, consistente en un león de oro que se solía conceder a soldados en las campañas sirias, no aparecen después de iniciarse el reinado de Amenhotep II, mientras que las vasijas de metal de estilo sirio y de vidrio, siguieron considerándose símbolos de un estatus durante toda la Dinastía XVIII, y se copiaban en una variedad de formas en Egipto. De igual manera, las escenas de presentación de los prisioneros de guerra y del botín, dio paso, entrado ya el reinado de Amenhotep II, a la preferida escena de representantes extranjero ofreciendo sus preciados objetos de lujo en señal de homenaje al faraón.

En la transformación iconográfica de Mitani, de enemigo número uno, a fuente sumisa de prestigiosa mercancía de lujo, podemos ver el rastro del inicio de un sendero hacia una alianza con Naharina. No es cierto que la tres esposas de Tutmosis III enterradas en el Wadi Qubbanet el-Qirud, en la Tebas occidental, fuesen sirias, pero sus nombres eran definitivamente asiáticos, y su fortuna en oro, inmensa. Esto quizás pueda reflejar la cambiante visión egipcia del este. El mismo faraón que realizó campañas para conquistar Retenu y Naharina durante veinte años, acabó casándose con mujeres de la zona, y las colmó de riquezas. A pesar de las batallas que aún se librarían en Siria, el interés de Egipto por la paz era inminente cercano ya el final del reinado de Tutmosis III.

Las esposas de Tutmosis III incluían una mujer llamada Sitiah, hija de una nodriza real. Ella ostentaba los títulos de “gran esposa real”, y según un texto que se ha conservado, “esposa del dios”. Si ella, de hecho, reemplazó a Nefrura en la posición de “sacerdotisa”, sólo sería hasta que la hija de Tutmosis III, Merytamun, tuviese edad suficiente para tomar el rol. No se sabe si Sitiah habría tenido hijos, mientras que la madre de Amenhotep II había tenido varios: Merytra, hija de Huy, una adoratriz divina de Amun y Atum, y jefa de coristas de Ra, al parecer dio luz a Amenhotep, a la Princesa Mery(t)mun, al Príncipe Menkheperra, a la Princesa Isis y a otra Mery(t)mun, y a una pequeña Princesa Nebetiunet. Merytra, como reina, aparecía en el templo de Medinet Habu y en la tumba de Tutmosis III. Una tercera esposa, Nebetta, y una Princesa Nefertiry aparecen representadas en la tumba real.

Y con esta “Hoja Suelta”, nos despedimos de Tutmosis III, el “Napoleón egipcio”, para dar paso a una nueva en la que nos ocuparemos, sine die, de su hijo, Amenhotep II. Conocido como el "Rey Atleta", su reinado muestra una continuidad completa con el de su padre.
Prosiguió su política expansionista con excelentes resultados, ampliando y estabilizando los dominios de Egipto en Siria y Nubia, alcanzando el país su máxima extensión.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 10 de septiembre de 2010

Bibliografía:

“Proportion and Style in Ancient Egypt, G. Robins, London, Thames and Hudson, 1994.
“Drawings from Ancient Egypt”, W.H. Peck and J.G. Ross, London, Thames and Hudson, 1978.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
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“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

viernes, 13 de agosto de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 4/9.- Hatshepsut

Estatua de granito de Senenmut con Neferure en sus brazos. Dinastía XVIII, hacia 1.470 A.C. (Pinchar y Ampliar).

Senenmut, el personaje más importante del reinado de Hatshepsut, nació en el seno de una familia relativamente humilde, pero ascendió a una alta posición durante el reinado de Hatshepsut (1.491-1479 A.C.) y fue, posiblemente, su funcionario más leal. En la imagen, se le ve con la Princesa Neferure, única hija de Hatshepsut, sobre sus rodillas. Senenmut entra al servicio de la Casa Real durante el reinado de Tutmosis II (1.492-1.479 A.C.) que se casaría con su media-hermana Hatshepsut. La pareja no tuvo ningún heredero varón, y el único hijo y heredero, Tutmosis III, lo tuvo con una esposa menor. A la muerte de Tutmosis II, Hatshepsut fue nombrada regente de su joven sobrino, tomando, más adelante, los títulos de faraón. Mucho se ha especulado sobre el papel de Senenmut durante el reinado de Hatshepsut. Cuando Hatshepsut se convirtió en regente, Senenmut era ya el tutor de Neferure y habría encargado al menos siete estatuas suyas con Neferure, siendo la que encabeza esta "Hoja Suelta" la más bella. A Senenmut se le muestra arropando con su manto a la princesa, resaltando así la estrecha relación entre ambos. Senenmut claramente consideraba muy importante su rol de tutor que llevó a cabo con éxito, lo que debió de jugar un papel importante en conseguir, más adelante, el favor de Hatshepsut una vez convertida en faraón. Sus numerosos títulos y cargos también incluyen el de mayordomo de Amun. Supervisó los trabajos reales de construcciones en Tebas, y organizó el transporte y montaje de dos grandes obeliscos dedicados a Hatshepsut en el Templo de Amun, en Karnak. No hay evidencia de que hubiese estado casado, y sólo se le representa con sus padres o con Neferure, lo que ha dado lugar a sugerir, sin evidencia, que hubiese sido amante de Hatshepsut.

LA REGENCIA DE HATSHEPSUT

Los cincuenta y cuatro años de reinado de Tutmosis III empezaron en su temprana niñez con Hatshepsut, su tía y madrastra, actuando como Regente. Según Ineni, cuya “autobiografía” funeraria terminó justo antes que Hatshepsut se convirtiese en soberana: “su hijo (de Tutmosis II) ascendió en su lugar como rey de las Dos Tierras en el trono de quien le había engendrado. La hermana de él, la esposa del dios, Hatshepsut, se encargó de los asuntos de las Dos Tierras asesorada por sus consejeros. Egipto trabajó para ella, con la cabeza respetuosamente inclinada, semilla excelente del dios, de quien procedía…”. La inscripción de Ahmose Pennekhbet se refiere a la regencia de Hatshepsut de forma parecida, con términos desenfadados, describiéndola como “esposa del dios”, pero también llamándola Maatkara, que era su nombre escogido para su subida al Trono, o prenomen.

Se ha argumentado que Hatshepsut se vio a sí misma como heredera de Tutmosis I incluso antes de que su padre falleciese, implicando así que la datación del reinado de Tutmosis III puede haberse aplicado tanto a su propio reinado como al del rey-niño. Es también posible que capitalizase su rol de "esposa del dios Amun", sus tenencias económicas, y su conexión con la familia Ahmose-Nefertari – posiblemente su propio eslabón genealógico a través de su madre, Ahmose – como apoyo a su regencia de una forma similar a la de sus predecesoras femeninas, Ahhotep y Ahmose-Nefertari. Parece ser que también estuvo preparando a Nefrura para el mismo tipo de rol.

No obstante, una vez que Hatshepsut se dio a sí misma su propio nombre del Trono, y comenzó su transformación pública como faraón, sólo podía haber tenido un cierto precedente que seguir: Sobekkara Sobekneferu (1.777-1.773 A.C.), la mujer que gobernó a finales de la Dinastía XII. Hatshepsut no intentó legitimar su reinado argumentando haber gobernado con o para su esposo Tutmosis II. Prefirió realzar su línea sanguínea. Y ya en el período anterior a su toma del nombre de Trono, el mayordomo real, Senenmut dejó una inscripción en Aswan, en conmemoración de la extracción de la cantera de su primer obelisco, refiriéndose a ella como “hija del faraón”, “hermana del faraón”, “esposa del dios”, “gran esposa real”, Hatshepsut.

En Deir el-Bahri, las escenas y los textos de Hatshepsut contienen alegaciones de que Tutmosis I la habría proclamado heredera antes de su muerte, y que Ahmose habría sido escogida por el dios Amun para parir al nuevo soberano divino. Hatshepsut tenía la misma pureza genealógica que Ahmose-Nefertari, Ahhotep y Sobekneferu. Esta última nunca fue reina: fue “hija del faraón”, cuya personificación de la línea familiar pura, al parecer, fue suficiente para mantener su poder como faraón. Hatshepsut tiene que haber sentido que ella reunía los mismos condicionantes, y casi veinte años le dieron la razón.

El único hijo que se le conoce de Tutmosis II es Nefrura, a quien normalmente se le describe como “hija del faraón” y “esposa del dios”, y también, en más de una ocasión, como “ama de las dos tierras” y “señora del Alto y Bajo Egipto”.

El debate continúa sobre si era esposa de Tutmosis III durante el período de corregencia, aunque sí aparecía junto él como “esposa del dios” hasta el año veintiuno o veintidós de su reinado. En cierto momento Tutmosis III le cambió el nombre por el de Sitiah, con la que contraería matrimonio al inicio de su reinado en solitario. Si Nefrura alguna vez llegó a convertirse en “gran esposa” de Tutmosis III, el faraón tendría que haber puesto fin a aquella relación formal poco después de que Hatshepsut desapareciese en el vigésimo o vigesimoprimer año de su reinado. No se han identificado, de forma explícita, ningunos hijos nacidos de Nefrura, si bien se ha sugerido al príncipe Amenemhat como hijo suyo, por motivos puramente circunstanciales.

LOS ANBICIOSOS PROYECTOS DE CONSTRUCCIÓN DE HATSHEPSUT

Como gobernante, Hatshepsut realizó proyectos de construcción que superaron con mucho los de sus predecesores. La lista de emplazamientos que llegaron a abordar Tutmosis I y II se extendió en el Alto Egipto, incluyendo lugares que los gobernantes ahmósidas habrían favorecido: Kom Ombo, Nekhen (Hieracómpolis) y, en particular, Elkab, pero también Armant y Elefantina. Tanto Hatshepsut como Tutmosis III dejaron numerosos restos en Nubia: en Qasr Ibrim, en Sai, una estatua sentada de la reina que recuerda las de Ahmose y Amenhotep I; en Semna, Faras, Quban, y especialmente en Buhen, donde la reina construyó un templo peristilo (con columnas en todos los lados) en honor al Horus de Buhen, de un tipo común, a mediados de la Dinastía XVIII. El templo de Buhen, en la actualidad trasladado al Museo de Jartum, contiene escenas de la coronación de Hatshepsut, y de veneración a su padre.

Menfis puede que gozase de la atención de Hatshepsut como soberano. Se ha identificado un fragmento de una jarra de alabastro, en la región del templo de Ptah, pero, aún más significativo, la colosal esfinge de alabastro que reposa dentro del muro sur del recinto del templo ramésida pudo haber formado parte de una antigua aproximación al templo, y que estuviese acompañada de una segunda esfinge. Las canteras de Hatnub, fuente probable de la piedra de la esfinge, estaban ubicadas en el Egipto Medio, no muy lejos de otro de sus monumentos: la cripta labrada en roca de Beni Hassan, conocida ahora como Speos Artemidos.

Aparte de la evidencia de cantería en Hatnub, no existe otro rastro de construcción de los faraones de la Dinastía XVIII en el Egipto Medio anterior a Hatshepsut, y la larga inscripción de Speos Artemidos ha documentado que ella fue la primera en restaurar templos en la zona desde los destructivos años de guerra con los Hyksos. Durante estas guerras, el Egipto Medio constituía una región estratégica debido a que sus carreteras se adentraban en el Desierto Occidental hasta los oasis, y de allí, hasta Nubia.

Hatshepsut reivindicaba en sus inscripciones haber reconstruido templos en Hebenu, capital del nome Oryx, en Hermópolis, y en Cusae, y haber servido a la diosa-leona Pakhet, deidad sagrada para la región que rodeaba a la propia Speos. Esta tarea tiene que haberse llevado a cabo bajo la supervisión de Djeuty, Supervisor del Tesoro y también nomarca de Herwer, en el Egipto Medio, a la vez que Supervisor de Sacerdotes del dios Thoth, en Hermópolis. Las inscripciones de su tumba en Dra Abu el-Naga hablan de los numerosos trabajos supervisados por él en nombre de Hatshepsut, e invoca un número de deidades regionales, incluyendo a Hathor de Cusae. Los dioses de dichos centros de culto – Horus, Thoth, y Hathor, respectivamente, recibirían, como otras deidades de Nubia y Egipto, una nueva participación en las fuentes económicas de Egipto.

No obstante, ningún lugar recibió más atención de Hatshepsut que Tebas. El templo de Karnak volvió de nuevo a crecer bajo su supervisión, con los trabajos de construcción dirigidos por un número de funcionarios, que incluían a Hapuseneb, Alto Sacerdote de Amun, Djehuty, el Supervisor del Tesoro, ya mencionado. Con el país en paz durante la mayor parte de los veinte años de su reinado, Hatshepsut pudo explotar la riqueza de las fuentes naturales de Egipto, así como los de Nubia.

El oro fluía de los desiertos del este y del sur. Las canteras de piedras preciosas estaban operativas; en cuanto a la arenisca, se empezó a trabajar en serio en Gebel el-Silsila; el cedro se importaba del Levante Oriental; y el ébano venía de África, quizás vía Punt. En las inscripciones de la reina y de sus funcionarios, los monumentos y materiales usados para su construcción eran específica y escrupulosamente detallados. Hatshepsut estaba muy contenta con la cantidad y calidad de los productos de lujo que podía adquirir y donar en honor de Amun. Tanto es así que hizo tallar una escena en Deir el Bahri para mostrar la cantidad de mercancía exótica traída de Punk. Djehuty ofreció detalles de los regalos procedentes de Punt que Hatshepsut habría donado a Amun, y también se refirió al electrum de las minas del Desierto Oriental que se le había confiado para embellecer Karnak.

Djehuty, Hapuseneb, y Puyemra, todos describieron su participación en la fabricación de la capilla de ébano donada al templo de Mut de Isheru, en Karnak. La dirección del trabajo en el templo, por parte de Hatshepsut, estuvo a cargo de Senenmut, cuyo nombre aparece en una puerta escavada allí, pero Hatshepsut también dejó una estatua en el recinto.

En Karnak, Hatshepsut dejó, muy significativamente en términos de su contribución personal, el Octavo Pilono, una nueva entrada en el sur al recinto del templo. Situado a lo largo del camino procesional de norte a sur que conectaba el centro de Karnak con el recinto de Mut, el nuevo pilono de arenisca fue el primero de piedra de aquella ruta. Irónicamente, la prueba del interés de Hatshepsut en su construcción no es visible, ya que la cara inscrita del pilono fue borrada y redecorada en los primeros años del reinado de Amenhotep II (1.427-1.400 A.C.), hijo de Tutmosis III.

No obstante, el deseo de Hatshepsut de construir una nueva entrada formaba parte de un plan mucho mayor concebido para asegurarse que su vinculación con el templo no sería fácil de olvidar. Al conectar Karnak con el templo de Mut, la reina quizás estaba deliberadamente desviando la atención lejos de la entrada de Tutmosis II al Cuarto Pilono. Igualmente construyó un templo en el callejón norte-sur dedicado a Amun-Ra-Kamutef, una forma de creador del dios. Tomadas en su conjunto, sus construcciones en el templo de Luxor, al sur, que albergaban el festival anual de renovación real, el templo de Mut, donde la consorte de Amun residía, y el santuario a Kamutef, formaban un complejo de edificaciones donde Hatshepsut podía describir
y celebrar su descendencia de Amun, obtener el favor de las deidades para su reinado, y ampliar su reivindicación de divinidad para su propia realeza.

En otro lugar de Karnak central, Hatshepsut mandó levantar un palacio para sus actividades rituales, y construir una serie de habitáculos alrededor del mausoleo central de la barca fúnebre – originalmente construido por Tutmosis III - donde ella habría representado su purificación y aceptación por los dioses. Justamente dónde tenía ella situado el gran mausoleo de cuarcita de su barca fúnebre, sigue aún siendo objeto de debate, si bien actualmente se está reconstruyendo en el Museo al Aire Libre de Karnak. Este mausoleo muestra detalles de las procesiones asociadas con el Festival Opet - en el que Amun de Karnak visitaba el templo de Luxor – y con la Hermosa Fiesta del Valle. Durante ésta, Amun abandonaba Karnak para viajar hacia el oeste, hasta Deir el-Bahri, y hacia los templos de otros soberanos. Este festival acabaría convirtiéndose en el más preciado del margen oeste tebano durante el Imperio Nuevo.

Hatshepsut tenía una tumba escavada para ella en el Valle de Los Reyes como soberano. La Tumba KV20 parece ser la más antigua del Valle, y Hatshepsut la amplió para acomodar a su propio sarcófago y un segundo que habría sido tallado para ella pero vuelto a labrar para su padre Tutmosis I. Ambos habrían inicialmente descansado allí, pero Tutmosis III, más adelante, habría movido el cuerpo de Tutmosis I a la KV38, que había construido por parecidas razones.

La confusión de la multiplicidad de tumbas y sarcófagos para Hatshepsut no acaba ahí, pero la investigación llevada a cabo por el Profesor Luc Gabolde, nacido en Nantes (Francia) en 1987, Doctor en Egiptología por la Universidad de Lyon, y otros, ha contribuido a un mejor conocimiento de los primitivos trabajos en el Valle de los Reyes. La reina construyó también un templo a Amun en Medinet Abu, en el extremo sur de Tebas. Terminado por Tutmosis III, esta capilla albergaba un importante culto al dios del oeste, convirtiéndose en parte del ciclo procesional de festivales regulares que incluía a Deir el-Bahri y Karnak, y que más adelante incluiría a Osiris.

EL TEMPLO DE DEIR EL-BAHRI: UNA MANIFESTACIÓN DEL REINADO DE HATSHEPSUT

El Templo de Deir el-Bahri continúa siendo el monumento más perdurable de Hatshepsut. Hecho de piedra caliza y diseñado con una serie de terrazas acopladas a la pared del alto acantilado, en una bahía creada de forma natural por el río y la acción del viento, el templo, conocido como “Sagrado entre los Sagrados” (djeser djeseru), fue la manifestación más completa en forma material de su reinado. El diseño del templo sigue una línea ya conocida desde el Primer Período Intermedio, y particularmente inspirado en el templo de Mentuhotep II (2.055-2.004 A.C.) de la Dinastía XI, justo al sur.

Los templos aterrazados continuaron construyéndose durante todo el Segundo Período Intermedio y, más recientemente, a comienzos de la Dinastía XVIII, muy particularmente por Ahmose, en Abydos. Hatshepsut tomó formas desarrolladas por muchos de sus antepasados reales; por ejemplo, las colosales estatuas de Osiris adosadas a pilares cuadrados en sus columnatas, recuerdan de forma cercana a las estatuas de Senusret I. Por otra parte, la inspiración de Hatshepsut pudo haberle venido de su propio padre, Tutmosis I, ya que los colosos de Osiris, en Karnak, aunque de arenisca, eran similares a los de Deir el-Bahri.

Una vez terminado, el templo mostraba escenas e inscripciones que, de forma cuidadosa, describían un número de proyectos y eventos de la vida y gobierno de Hatshepsut. Las zonas más accesibles, las columnatas más bajas y medias, mostraban, por ejemplo, una campaña militar en Nubia, el transporte de obeliscos para el templo de Karnak, una expedición a Punc para traer árboles de resinas perfumadas, productos comerciales africanos, y el nacimiento divino del faraón.

A los funcionarios asociados con el trabajo se les mencionaba por su nombre en las inscripciones, incluyendo al Tesorero Nehesy y a Senenmut. Las inscripciones funerarias de Djehuty y Senenmut sugieren que ambos fueron activos en la construcción y embellecimiento del templo “Sagrado entre los Sagrados”, de Deir el-Bahri.

En el extremo sur de la terraza de en medio, se construyó una capilla para Hathor, la diosa del cementerio occidental que servía de fachada a un patio de columnas cuyos capiteles tomaban la forma de emblemas de la deidad con rostro de vaca. Escenas del faraón dando de comer a la vaca sagrada flanqueaban la entrada a la propia capilla. En la terraza superior, había una puerta central de entrada al patio peristilo detrás del que se encontraba el santuario principal del templo. Escenas de la procesión de la Hermosa Fiesta del Valle decoraban el lado norte del patio, mientras que el Festival Opet aparecía en el lado sur.

Hacia el norte, otro patio cercado contenía altares de hornacina para los dioses, incluido Amun, y un amplio altar de alabastro egipcio al aire libre, para el Dios-Sol, Ra-Horakhty. La característica de este templo solar constituyó un significativo aditamento al complejo que recordaba una antigua forma vista ya en la Pirámide Escalonada de la Dinastía III, en Saqqara. Su significado para el culto real se acentuaba con unas habitaciones al sur del patio central, donde el deseo del soberano de acompañar al Dios-Sol en su ruta diaria a través de los cielos y del mundo de los muertos se expresaba mediante escenas y textos.

Los himnos que describían las deidades que controlaban cada hora del día y de la noche, daban a Hatshepsut poder sobre el propio tiempo, de forma que ella podía fundirse con el Sol para toda la eternidad. En esta terraza había, también, capillas para la propia Hatshepsut y para su padre, Tutmosis I. Una inscripción acompañaba a una escena del faraón anunciando el futuro reinado de su hija.

Un grupo de frases diseñadas para comunicarse con los pocos que podían leer y que podían acceder a estas zonas privadas del templo, alude sutilmente, a la naturaleza poco usual del mandato de Hatshepsut. A sus altos funcionarios se le previene dos veces: “Aquel que le rinda homenaje, vivirá; aquel que hable con maldad y blasfemia de Su Majestad, morirá”. Es probable que esta fuese la postura oficial de la Corte de la época, y que la inscripción meramente fuese una declaración exagerada, con la que el círculo de élite del momento estaría más que familiarizado.

Hatshepsut fue muy generosa con los que le ayudaron, a juzgar por el significativo aumento del número de estatuas privadas dedicadas en templos tales como el de Karnak. La soberana parece haber forjado tal relación simbiótica con sus nobles, que tan importante era ella para ellos, como lo eran ellos para ella. Durante este período, por vez primera en las tumbas privadas tebanas, el soberano coronado aparece ataviado como el propio Dios-Sol, actuando como intermediario eterno del propietario de la tumba.

Las tumbas tebanas del Administrador Real, Amenhotep (TT73) y del Mayordomo Real, Djeuty (TT110) muestran a Hatshepsut de esta forma, y en algunas tumbas que datan del reinado en solitario de Tutmosis III, se continúa con esta práctica. Tales manifestaciones de lealtad recuerdan la estela inscrita de la élite del Imperio Medio que describía cómo los faraones de la Dinastía XII actuaban para el bien de Egipto.

RELACIONES CON EL EXTERIOR DURANTE EL REINADO DE HATSHEPSUT

La corregencia de Hatshepsut con Tutmosis III no fue un período prolongado de guerras. Hubo algunas expediciones militares a Nubia que parece que estuvieron encaminadas a sofocar algunas revultas locales, pero no hay nada que indique que la administración del sur por el virrey y el supervisor de los países del sur se interrumpiese. El virrey Seni dio paso a Amennakht durante el reinado de Hatshepsut, y este último a Nehy bajo el mandato de Tutmosis III en solitario. Al menos un virrey más estuvo en servicio al final del mandato de Hatshepsut, pero se desconoce su nombre. Cada uno de estos personajes, no sólo gobernaba Nubia sino que también supervisaba la construcción de proyectos. Supervisaba incluso la entrega de productos nubios en concepto de “tributo” al soberano, pero sin duda rara vez habrían sido testigos de acciones militares directas.

La misión comercial de Hatshepsut a Punt se promocionó en Egipto como un importante “golpe” diplomático. Los productos africanos que se trajeron junto al oro y el incienso – incluyendo los propios árboles de incienso – estimuló el interés en las mercancías exóticas de lujo. Pronto aparecerían los que soportaban los tributos representados en las pinturas de las tumbas privadas trayendo los mismos objetos: colmillos de marfil, pieles pintadas, elefantes vivos, y, por supuesto, oro.

No está totalmente claro cómo la misión de Punt conseguiría abrir un comercio más extenso en zonas de África al sur del control de Egipto, pero no fue hasta pasado este período, cuando se registraron, de forma consistente, informes relativos al tributo nubio en las regiones conquistadas, incluyendo listas de los materiales exóticos obtenidos.

Existe la posibilidad de que la conexión de Egipto con el Egeo, como atestiguan las pinturas minoicas de Tell el-Dab’a (Avaris), sufriese un cambio durante el reinado de Hatshepsut. Aunque Avaris seguiría ocupada hasta el reinado de Amenhotep II, no existe indicación de que Egipto estuviese en contacto con Creta después de la primera etapa de la Dinastía XVIII. El comercio se tiene que haber mantenido a través de Chipre y del Levante Oriental, por otra parte, ya que la cerámica importada aparece en grandes cantidades.

En el reinado de Hatshepsut, cuando las delegaciones de Keftiu – minoicos, a juzgar por las representaciones egipcias – aparecen en murales de capillas de tumbas privadas tebanas junto a otros emisarios extranjeros, puede que Egipto hubiese forjado su propia conexión comercial con la Creta minoica, o la Grecia micénica. La coherencia del contacto, no obstante, es dudosa. Pinturas parecidas de los reinos posteriores al de Hatshepsut muestran menos familiaridad con la indumentaria y objetos comerciales de Creta, de ahí que los especialistas hayan llegado a la conclusión de que el contacto comercial pudo haber sido a través de Siria-Palestina, más que de una forma directa.

Y vamos, por ahora, a hacer el consabido receso sine die, terminando esta “Hoja Suelta” para enlazar, en su momento, con otra en la que vamos a acometer el reinado en solitario de Tutmosis III, de la mano de nuestro asiduo guía, el Profesor Vandersleyen.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 22 de agosto de 2010

Bibliografía:

"Le prétendu 'sanctuaire de Karnak' selon Budge", T.G.H. James, , Bulletin de la société française, 75 (1976), pp. 7-30.
"Egyptian sculpture", T.G.H. James and W.V. Davies, London, The British Museum Press, 1983.
"Senenmut. Eine prosopographisc", C. Meyer, Hamburg, Borg, 1981.
"Eternal Egypt: Masterworks", E.R.Russmann, "University of California Press, 2001.
"The monuments of Senenmut", P.F. Dorman,
London, 1988.
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

martes, 3 de agosto de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 3/9.- Tutmosis I, Tutmosis II




Rostro de madera que se fijaba al ataud; los ojos y cejas iban originalmente taraceados. 22'8 cm de altura. Adquirida en 1843. Dinastía XVIII. (Base de Datos del Museo Británico. (Pinchar y Ampliar).


EL FARAÓN TUTMOSIS I Y SU FAMILIA

La primera sucesión de la Dinastía XVIII que no descendía por línea directa de padre a hijo, no dio como fruto un largo reinado. En 1987, un estudio sobre la cronología de los reinados de Tutmosis I y Tutmosis II, publicado por el Egiptólogo francés Luc Gabolde - nacido en Nantes el 30 de mayo de 1957, doctorado en la Universidad de Lyon en 1987, y responsable de Investigación del CNRS en Karnak (1993- 2003, y después de 2003 en la Universidad de Montpellier – lo estima en unos once años para el primero y tres para el segundo.

La corta duración del reinado de Tutmosis I va en relación inversa al de su impacto en el posterior carácter de la realeza de la Dinastía XVIII. Puede que el interés militar y económico de Tutmosis I en la exploración de Nubia se sustentase en los esfuerzos de Amenhotep I, pero su expedición a Siria abrió nuevos horizontes que llevó más adelante a Egipto a ejercer su importante rol en los terrenos diplomático y comercial del Tardío Bronce en Oriente Próximo.

El resultado de los esfuerzos de Tutmosis I en el material cultural es bien visible en Nubia y en Tebas, pero la importancia de Menfis y las regiones nórdicas es también evidente.

Se desconoce quién era el padre de Tutmosis I, pero su madre se llamaba Seniseneb; un nombre bastante común en el Segundo Período Intermedio y principios de la Dinastía XVIII. Las familias de Ineni y Hapuseneb – Gran Sacerdote de Amun bajo Hatshepsut – tenían miembros femeninos con este nombre. En la copia de la estela de la coronación del Wadi Halfa, del primer año de reinado de Tutmosis I, Seniseneb aparece detrás de Tutmosis I y frente a Ahmose-Nefertari.

También se desconoce el linaje de Seniseneb, y el único título que se sabe que ostentaba durante el reinado de su hijo era el de “madre del faraón". El Egiptólogo belga Claude Vanderleyen (Bruselas, 1927), Profesor de la Universidad Católica de Lovaina, da por supuesto que era hija del propio Tutmosis I; principalmente por carecer del título de “Hija del faraón”. El faraón habría intentado recrear la situación de los dos reinados precedentes, con hermano y hermana de soberanos. Su nombre puede sugerir, no obstante, que Ahmose fue un miembro de la familia de Amenhotep I, quizás por parte del Príncipe Ahmose-ankh, y que fue esta importante conexión con la familia Ahmose la que facilitó la ascensión de Tutmosis I al Trono. Por el momento, no se dispone de otra explicación a los orígenes de Ahmose y la sucesión de Tutmosis I.

Y fue a Ahmose a quien Tutmosis I debe la paternidad de la futura Reina Hatshepsut y probablemente de una princesa de nombre Nefrubity, a juzgar por su posterior aparición con ellos en escenas del Templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahri.

La “Esposa de Amun”, Ahmose-Nefertari, falleció durante el reinado de Tutmosis I, siendo sustituida por Hatshepsut. Tutmosis I fue padre del futuro Faraón Tutmosis II (1.492-1.479 A.C.), de una esposa no real; el linaje femenino de sus otros dos hijos, Amenmose y Wadjmose, es incierto, pero a este último se le rinde honor junto a Tutmosis I en una estatua de Mutnefret dedicada a Tutmosis II en la capilla del lado sur del Rameseum. De hecho, se ha sugerido que esta capilla fue un templo funerario familiar; habría sido, por lo tanto, más específicamente un templo familiar de Mutnefret para los herederos de Tutmosis I.

LOS MONUMENTOS DE TUTMOSIS I

Tutmosis I y su virrey Turi dejaron monumentos e inscripciones en algunos lugares de la Alta y Baja Nuria. Varias instalaciones de ladrillo pueden datar de su reinado en la región de Kenisa, en la 4ª Catarata, y en Napata. Han sobrevivido bloques, o fragmentos de bloques, en la Isla de Sai, que retuvieron desde, por lo menos, el reinado de Ahmose, y quedan restos en Semna, Buhen, Aniba, Quban, y Qast Ibrim. Es probable que, además de la estela, los monumentos fuesen pequeños de tamaño y estuviesen compuestos de elementos de piedra dentro de estructuras de ladrillo. Puede que Tutmosis III y Hatshepsut hubiesen reconstruido edificios de ladrillo de este tipo en arenisca; especialmente en Semna y Buhen.

Dentro de las fronteras tradicionales de Egipto, Tutmosis I dejó muestras de edificaciones en Elefantina; probablemente en Edfu, Armant, Tebas, Ombos – cerca del centro del palacio de finales de la Dinastía XVII y principios de la XVIII – Abydos, el-Hiba, Menfis, y Giza. En el Sinaí, en el templo de Serabit el-Khadim, se han encontrado objetos votivos dedicados en su nombre.

El material de Tebas, Abydos, y Giza despiertan un interés particular. Giza se convertiría en un lugar mayor de peregrinaje durante el Imperio Nuevo, como ubicación de las tumbas de Khufu y Khafra, y lugar de culto para el dios identificado con la Gran Esfinge, Horemakhet (“Horus en el horizonte”). No es casualidad que los monumentos de Giza, como los de Abydos y Karnak, ensalcen la veneración a los soberanos. Al igual que Ahmose y Amenhotep I antes que él, así como los cuatro monarcas siguientes, Tutmosis I escogió embellecer los lugares de culto que estimulaban las relaciones entre el faraón y el dios, y entre faraón y faraón. No obstante, parece que él se había asociado a sí mismo con lejanos precursores reales más que con los inmediatos.

En Abydos, Tutmosis I dejó una estela en la que se registraban, sus contribuciones al templo de Osiris. En vez de hacer honor a sus predecesores directamente, donó objetos de culto y estatuas. Según la estela, entonces los sacerdotes le proclamaron Hijo de Osiris, cuyo rol consistía en restaurar los santuarios divinos con la enorme riqueza que había recibido de los dioses terrenales, Geb y Tatjenen.

Tutmosis I no escogió reverenciar a sus dos predecesores; quizás porque sus monumentos acentuaban la línea sucesoria de la familia Ahmose de la que él no era parte; en lugar de ello, quiso reclamar su realeza directamente de los propios grandes dioses. Como ideología real, la descendencia divina fue común entre los soberanos de la Dinastía XVIII, pero puede que recibiese el primer empuje durante el reinado de Tutmosis I, siendo explotada en delante de forma consistente en las inscripciones reales desde Hatshepsut (1.473-1.458 A.C.) hasta Amenhotep III (1.390-1.352 A.C.).

En Karnak, Tutmosis I dejó una huella indeleble. Agrandó y terminó un paseo en el que había trabajado Amenhotep I alrededor del patio del Imperio Medio, y amplió sus muros hacia el oeste para unir así a dos nuevos pilonos de entrada – el Cuarto y el Quinto – que construyó como la entrada al templo. Después, terminó el espacio del patio entre las dos entradas. También acabó la decoración de la capilla de alabastro de Amenhotep I en Karnak, que parece ser su única reivindicación como conexión directa con su predecesor
. Al norte de Karnak, sustituyó un monumento de Ahmose con su “tesoro”, pero parece haber conservado un bloque de la primitiva estructura y construido dentro del suyo propio.

LA POLÍTICA DE TUTMOSIS I EN NUBIA Y EN SIRIA-PALESTINA

La campaña de Tutmosis I en Nubia fue probablemente el toque de difuntos para el Kush y su capital Kerma. Las tumbas de tres de sus oficiales, Turi (virrey del faraón en el sur), Ahmose, hijo de Ibana, y Ahmose Pennekhbet, todas contienen descripciones de esta campaña, que probablemente tuvo lugar durante los años segundo y tercero de su reinado. La descripción más larga de la principal batalla, sin embargo, aparece inscrita en el afloramiento rocoso de Tombos, en la 3ª Catarata, a un tiro de piedra de la entrada a Kerma. La descripción del faraón describe los éxitos de la campaña en las regiones de la 3ª y 4ª Catarata, en términos vívidos muy violentos:

“Los arqueros nubios caen bajo la espada y sus restos se arrojan y esparcen fuera de sus tierras; su hedor invade los valles… Los trozos cortados son demasiado para los pájaros, que se llevan la presa a otros lugares”.

Los ejércitos de Tutmosis, como los de Amenhotep I antes que él, atacan por el este lejos de Valle del Nilo y se adentran en el desierto detrás de Kerma, eventualmente alcanzando la zona de la 4ª Catarata, alrededor de Kurgus y Kenisa. Puesto que el río hace una gran curva entre la 3ª y la 4ª Catarata, una ruta terrestre oeste-este conectaba las dos cataratas. Tutmosis I dejó entonces una inscripción en Kenisa. Según Ahmose, hijo de Ibana, a su vuelta de Kerma a Tebas, “Su Majestad navegó hacia el norte, todas las tierras a su alcance, con aquel arquero vencido – probablemente el gobernante de Kush – colgado con la cabeza hacia abajo, en la proa de la embarcación de Su Majestad, y desembarcó en Karnak”.

Después de este éxito Tutmosis I dirigió su ejército a Siria para una primera campaña en eta región. Sin duda consciente de la presencia de los señores de Mitanni en la vecindad, el faraón se mantuvo lejos de una confrontación directa con ellos y, después de algunos esporádicos éxitos locales, partió hacia Niy, al sur, donde pudo haber cazado elefantes. La descripción de esta expedición proviene sólo de las tumbas de Ahmose Pennekhbet y Ahmose, hijo de Ibana, ambas construidas y decoradas en el reinado de Tutmosis III, y a más tarde.

En ellas aparece Siria como el agresor de Mitanni con epítetos, por otra parte desconocidos hasta bien entrada la cuarta década del reinado de Tutmosis III. Ningún documento contemporáneo con el reinado de Tutmosis I menciona esta campaña.

El choque con Mitanni fue extremadamente limitado durante la Dinastía XVIII. Las escaramuzas con vasallos de Mitanni se remontan al reinado de Tutmosis I, pero la conquista de las regiones del nordeste no tuvo lugar hasta al menos treinta y seis años más tarde cuando Tutmosis III inició su expedición siria. Quizás Tutmosis I, en su breve expedición a Siria se encontró con enemigos y con una tecnología que sobrepasaban la capacidad de los ejércitos egipcios que ciertamente disponía entonces de muchos menos carros de combate que Mitanni.

No obstante, fragmentos de relieve encontrados recientemente en Abydos del tiempo de Ahmose muestran que los carros ya se representaban muy al principio de la Dinastía XVIII. Si Tutmosis I hubiese obtenido ganancias territoriales o materiales, parece difícil creer que no habrían sido frecuentemente mencionadas en los monumentos que se conservan de Tutmosis I, Tutmosis II, o Hatshepsut. Mucho más probable es que Tutmosis I simplemente fuese consciente de que los vasallos de Mitanni constituían fuerzas militares superiores y abandonase dejando tras de sí una inscripción e iniciase una caza de elefantes en la región de Niy que se sitúa al sur de las ciudades dominadas por Mitanni.

Una breve referencia a la expedición sirio-palestina de Tutmosis I se ha conservado en un fragmento de inscripción en Deir el-Bahri asociada a la descripción de la expedición de Hatshepsut a Punt. Este texto, que en esencia celebra la fama de Tutmosis I, habla de elefantes y caballos, asi como de la región de Niy, sugiere que, en tiempos de Hatshepsut, Tutmosis I alardeaba, principalmente, de haberse traído de Niy una colección de objetos exóticos más que de haber conquistado Mitanni.

LA TUMBA DE TUTMOSIS I Y LA “ADORACIÓN AL ANCESTRO” REAL

La ubicación del enterramiento de original de Tutmosis I sigue siendo objeto de debate. Su nombre aparece indistintamente en sarcófagos de dos tumbas del Valle de los Reyes (KV 20 y KV 38), pero no hay acuerdo sobre cuál de ellas es más antigua, o si originalmente ambas fueron excavadas para Tutmosis. El cuerpo del faraón podría estar entre aquellos del conjunto real, pero esto tampoco se sabe. Dos ataúdes usurpados por Pinudjem – uno de los grandes sacerdotes de Amun en Tebas durante la Dinastía XXI – contienen una momia sin identificar, que posiblemente puede ser la del propio faraón.

Uno de sus altos funcionarios, Ineni, describe su supervisión del trabajo en la tumba de Tutmosis: “Yo inspeccioné la excavación de la tumba de Su Majestad en el acantilado, en privado; no se veía ni se oía a nadie”. Su vaga descripción de la tumba como heret, que normalmente se interpreta como tumba- “acantilado”, puede indicar su situación en el Valle de los Reyes, pero el tema sigue sin estar cerrado.

No se conoce ningún templo funerario de Tutmosis I; ladrillos con su nombre – algunos con el de él y el de Hatshepsut juntos – dan testimonio de algunos sitios cerca del “templo del valle” de Deir el-Bahri. Hatshepsut incluyó en su templo una capilla en honor a Tutmosis I, lo que no quiere decir necesariamente que no tuviese culto funerario antes del reinado de Hatshepsut.

Más bien se diría que ella veneraba su línea ancestral dentro de su propio templo, ya que tales templos constituían mausoleos “familiares” y templos en honor a la unión del dios Amun y el faraón. Esta “adoración ancestral” era ya evidente en los monumentos de Ahmose y Amenhotep I en Abydos, mientras las capillas de las tumbas no reales contemporáneas y de mediados de la Dinastía XVIII frecuentemente incluían nichos o escenas que veneraban a los miembros de la familia vivos y fallecidos.

EL BREVE REINADO DE TUTMOSIS II

La fecha del año más significativo que se conserva del reinado de Tutmosis II es su primer año, y los estudiosos de los años 80 y 90 sugieren que su reinado no duró más de tres años. Hatshepsut, la media-hermana de Tutmosis, sirvió como “gran esposa real de Amun”. Como Ahmose-Nefertari, de la que heredó su rol religioso, Hatshepsut fue casi siempre representada en los relieves que decoraban los monumentos tebanos de su esposo, a modo de esposa del dios.

El breve mandato de Tutmosis II ha dejado poca información de sus actividades exteriores, pero el ejército egipcio continuó sofocando sublevaciones en Nubia y consiguió la desaparición final del reino de Kush, en Kerma.

La casi efímera naturaleza del mandato de Tutmosis II se ve subrayada por la escasez de sus monumentos en general, y su ausencia en el norte de Egipto. Tutmosis II no dejó ninguna tumba identificable – poco corriente en la Dinastía XVIII – o algún templo funerario. Existen indicios de que el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri se empezó originalmente en el reinado de Tutmosis II, quizás incluso bajo la dirección de la propia reina. No obstante, puede que la intención fuese la de lugar de culto funerario para ambos. Tutmosis III levantaría un pequeño templo en Medinet Abu para él; quizás ejecutando un plan ya contemplado por Tutmosis II.

Los monumentos más importantes de Tutmosis II son los de Karnak: una entrada de arenisca con forma de pilono frente al patio del Cuarto Pilono. La entrada y otra estructura de un tipo desconocido, serían posteriormente derrumbadas y los bloques se usarían en los cimientos del Tercer Pilono. La entrada ha sido reproducida en el “Museo al Aire Libre” de Karnak. La estructura, con escenas en relieve alzado con preponderancia de escenas del faraón, que en algunas lo muestran con Hatshepsut, y en otras, a ella sola. Este edificio se terminó en los primeros años de Tutmosis III, durante la regencia de Hatshepsut; tras su ascensión, los agentes de la reina sustituirían el nombre del pequeño rey-niño en algunos sitios por los propios cartuchos de ella.

En una de las cuatro caras de un fragmento de un pilar, Tutmosis II aparece recibiendo coronas, mientras que otras dos caras soportan relieves de su hija Nefrura y de Hatshepsut recibiendo vida del dios. Puede que este monumento se construyese después del fallecimiento de Tutmosis II, aunque lo que parece innegable es que Hatshepsut gozaba ya de una gran influencia sobre el monarca antes de la muerte de su hermano.

Se conocen otras construcciones en nombre de Tutmosis II en Napata donde Tutmosis I puede que dejase restos de construcciones. En Semna y Kumma, como en Elefantina, quedan bloques procedentes de edificios de Tutmosis II. Además, recientes excavaciones en Elefantina han revelado una estatua que fue dedicada por otro soberano – presumiblemente Hatshepsut – en nombre de su hermano (de ella); el Profesor Claude Vandersleyen señala que hay también un torso real idéntico sin inscripción en el Museo de Elefantina.

La única expedición militar conocida del reinado de Tutmosis II aparece registrada en una estela cortada en la roca en Sehel, al sur de Aswan. Está fechada en el primer año de su reinado y describe una sublevación local en el Kush que fue castigada con la muerte de todos sus componentes, excepto un hijo del gobernante que fue tomado como rehén, con lo que, evidentemente, se logró la paz. Parece claro que se trató de una pequeña rebelión pero la familia del rey local de Kerma estaba aún activa por lo que la acción fue brutal y rápida. Con ello evidentemente se terminó el principal problema con el Kush. A la población de la región se le persiguió por todo el desierto desde una fortaleza egipcia en el río.

Ahmose Pennekhbet señala en sus inscripciones funerarias que se llevaron un gran número de Shasu como prisioneros para Tutmosis II, durante una batalla que ni siquiera está confirmada. Puesto que el término “Shasu” podría referirse a pueblos bien de Palestina o de Nubia, esta breve entrada se refería a la expedición nubia del año 1. No obstante, es importante puntualizar de nuevo que estas autobiografías fueron talladas en los muros pasadas varias décadas después que los eventos que relatan. Los efectos de crear una sola narrativa puede hacer de una sola entrada todo menos completa.

La madre de Tutmosis II, Mutnefret, aún vivía durante su reinado, a juzgar por la estatua de ella de la capilla d Wadjmose, en Tebas, antes mencionada. Aunque se desconoce la edad de ascensión y fallecimiento del faraón, es muy posible que fuese más joven que su hermana y esposa Hatshepsut. Ella era hija de Tutmosis I y de Ahmose, oficialmente reconocida reina en el reinado anterior. Una estela del reinado de Tutmosis II muestra al faraón seguido de Ahmose y de Hatshepsut. Aparentemente esta última era ya “esposa del dios Amun” en el reinado de Tutmosis I, después de la muerte de Ahmose-Nefertari. No obstante, Tutmosis II no era tan joven como para no poder tener un hijo ya que Nefrura aparece representada en Karnak con él y Hatshepsut.

Dejamos, pues, esta “Hoja Suelta” para adentrarnos en el reinado de Hatshepsut de la mano, claro está, de nuestro maestro y guía, Profesor Vandersleyen.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 12 de agosto de 2010

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.