jueves, 26 de enero de 2012

“La Fragmentación de Las Dos Tierras”: Tercer Período Intermedio (1.069-664 a.C.) 3/4.- El Dominio Kushita, Dinastía XXV, 747-664 a.C.


"Decíamos ayer ....."
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Ex professo

La famosa frase con la que Fray Luis de León retomó sus clases en la Universidad de Salamanca tras su encarcelamiento por la Inquisición, remedada luego por Unamuno cuando regresó de su dictado “descanso”, encabeza hoy, bajo una imagen mía actual, la “Hoja Suelta” con la que pretendo retomar este para mí ambicioso proyecto que con ilusión inicié a finales de 2008, congelado, hibernado y finalmente dado por muerto, y con escasas esperanzas de recuperación, tras unos dolorosos y dramáticos acontecimientos que han quebrado, con inusitada, inoportuna y despiadada simultaneidad, mi propia salud y, lo que es aún peor, la de mi esposa y compañera, novia eterna y amor de mi vida, durante 56 años, y a la que espero el tiempo me devuelva suficientemente recuperada.

Me he permitido esta reflexión y por ello pido disculpas a quienes la consideren fuera de lugar o de tono; e incluso impropia del foro en el que nos movemos. Con ello, sólo he querido agradecer a aquellos miles de visitantes de este modesto blog, y a sus elogiosos comentarios que con frecuencia he recibido. A ellos les debía una disculpa y una oportunidad de hacerles saber mis intenciones sobre la continuidad o no de este Proyecto. Sacando fuerzas de donde no las hay, he decidido proseguir, cuando y mientras mis circunstancias personales así me lo permitan; siempre con mi quizás utópica idea original de "aprender enseñando" o "enseñar aprendiendo". De nuevo, mil gracias por su tiempo, paciencia e interés de los que tan generosamente han hecho gala.

Mis más cordiales saludos

Rafael Canales de Mendoza

En Málaga, a 28 de enero de 2012

 

Pulseras de Nimlot - supuestamente de Sais, en el Delta del Nilo -  hjo del faraón Sheshonq I y fundador de la Dinastía XXII. (Pinchar)

The arhaeologist Perre Montet (1885-1966) found some remarkable jewellery in the burials of the Egyptian kings of the Twenty-first to Twenty-third Dynasties, in the royal cemetery at Tanis. Most of this material is now in the Cairo Museum, but The British Museum possesses this pair of bracelets, that almost certainly came from a mummy.

The bracelets were made in the Thi rd Intermediate Period. Each bracelet made of two segments of sheet gold, hinged together and fastened with a retractable pin. The principal decoration is a figure of the god Horus the child, usually known by his Greek name, Harpokrates. He is depicted as a royal child, squatting on a lotus flower and holding a sceptre. On his head is a moon disc, either side of which is a large gold serpent with a sun disc on its head (uraeus). The rest of the bracelet was probably inlaid with red or blue glass.(Base de Datos del Museo Británico)


INTRODUCCIÓN

De los hechos acaecidos en Nubia entre finales del Imperio Nuevo y principios del siglo octavo, se sabe poco, y las evidencias son escasas. Aunque se sugiere que la Baja Nubia permaneció despoblada durante este período, es probable que se exagere. La población pudo haber sido menos próspera que en tiempos anteriores y quizás revirtió hacia una economía semi-nómada, o emigró al más próspero Sur. Esporádicas referencias a algunos virreyes del Kush durante la Dinastía XXI a la XXIII, indican que se mantuvieron algunas de las pretensiones egipcias de autoridad en la zona, y se ha alegado que algunos elementos de titulaturas egipcias y epítetos formales procedentes de inscripciones en templos de Egipto son evidencias que apoyan la existencia de una agresiva política encaminada a recuperar la Alta Nubia; pero, de haber sido así, el efecto no fue duradero.

El Despertar del Kush

No hay evidencia alguna en la propia Nubia de que hubiese existido algún gobierno provincial o campaña en esta época. De hecho, ciertas inscripciones encontradas en Nubia parecen sugerir que después de la retirada de la autoridad egipcia hacia finales del Imperio Nuevo, surgirían, diversos grupos de poder que habrían aportado así un cierto grado de continuidad en las instalaciones religiosas y administrativas faraónicas. Es probable que dichos grupos fuesen responsables de un reducido número de inscripciones jeroglíficas y relieves siguiendo la tradición iconográfica egipcia aparentemente datadas en este período; los relieves de Queen Karimala, en el templo del Imperio Nuevo, en Semna, podrían ser el caso.

Lo más importante de estos gobiernos autóctonos surge en la zona rio debajo de la Cuarta Catarata. Los gobernantes más antiguos estarían enterrados en el-Kurru. Aunque se desconoce la secuencia exacta de estas tumbas, se aprecia una clara evolución en las disposiciones de los enterramientos. Las tumbas más antiguas tienen un carácter marcadamente nubio, con un túmulo circular o superestructura estilo-mastaba, sobre una fosa funeraria que contiene el cadáver en un camastro. Otras tumbas posteriores se caracterizan por tener características de inspiración más egipcia (superestructura mastaba) acompañadas de una capilla de ofrendas, todo dentro del muro del recinto.

El-Kurru pudo bien haber sido la base de poder de estos gobernantes ya que allí se han descubierto un asentamiento con muros de defensa, para finales del siglo octavo a.C., su centro político y religioso se habría trasladado a Napata, cerca del gran afloramiento rocoso de Gebel Barkal. Durante el Imperio Nuevo, éste habría sido el centro de culto a Amun en Nubia, y la adoración al Dios del estado de Egipto se convirtió en un rasgo que diferencia de la élite gobernante kushita. Para mediados del siglo octavo a.C., los caudillos de Napata se habrían convertido en jefes supremos de Nubia y estarían ya barajando sus pretensiones de llegar a gobernar también a Egipto en su totalidad.

La Toma del Poder por los kushitas en Egipto

Hacia el 750 a.C. se reanuda el contacto directo con Egipto. Kashta, el primer mandatario del Kush de quien han sobrevivido referencias parece que habría sido reconocido como rey en todo el territorio nubio, y al norte hasta Aswan, donde se levantó una estela en la que aparece como “Faraón del Alto y Bajo Egipto”. La naturaleza introvertida del gobierno egipcio probablemente facilitase este progreso. Bajo Piy, hijo de Kashta, quizás se alcanzase algún acuerdo con los gobernantes de la Dinastía XXIII reconocido en el área tebana. Se aceptó la autoridad de Piy y su hermana Amenirdis I fue adoptada por la “esposa divina del dios Amun” Shepenwetep I como sucesora de ésta.

A estas medidas preliminares les siguió, hacia 730 a.C., una demostración de poder más evidente en forma de expedición militar kushita. Según una vívida descripción que nos proporciona la estela triunfal de Piy de Gebel Barkal, la campaña fue acelerada por la rápida expansión territorial de Tefnakht en Sais. Una vez conseguido el control de la totalidad del Delta Occidental y la zona de Menfis, el poderoso príncipe fue extendiendo su influencia sobre las localidades y ciudades del norte del Alto Egipto. Nimlot, pequeño rey de Hermópolis, unió fuerzas con Tefnakht, pero otro rey, Peftjauawybast, habiéndose declarado leal a Piy, fue sitiado en Heracleópolis, su propia ciudad.

Las fuerzas de Piy avanzaron Nilo abajo, haciendo pausa en Tebas para homenajear a Amón, antes de socorrer a Peftjauawybast y capturar Hermópolis. La mayoría de las demás localidades y ciudades fueron conquistadas pero Menfis ofreció una terca resistencia y tuvo que ser tomada por asalto. Piy, sin embargo, con conspicuo acatamiento a las tradiciones religiosas de Egipto, se aseguró de que los templos estuviesen protegidos del saqueo y la profanación. Habiendo adorado a los dioses de Menfis y de Heliópolis, Piy recibió el homenaje de los gobernantes provinciales quienes reconocerían su autoridad sobre todo Egipto así como sobre el Kush.

Piy pasó el resto de su reinado en Nubia y a su muerte sería enterrado en el-Kurru, en una tumba de características marcadamente egipcias, con una superestructura piramidal y un ajuar que incluía figurillas shabtis. Sin embargo, lo que fue totalmente no egipcio fue el enterramiento próximo a un grupo de caballos de carros de combate, elemento éste también asociado a los enterramientos de los sucesores de Piy y, evidentemente, una distintiva práctica kushita. En los años siguientes, la situación en la zona de Tebas permaneció estable.

La elevación de Amenirdis al rango de “esposa divina del dios Amón” – indudablemente contando con el apoyo de una corte kushita – añadió peso a la influencia de los gobernantes nubios en la zona. En el norte, no obstante, las dinastías locales permanecieron en control de sus provincias, y bajo el reinado de Tefnakht de Sais, y de su sucesor Bakenrenef, la Dinastía XXIV se reanudaría su expansión territorial. Ante esta provocación, el nuevo caudillo kushita Shabaco, reconquistaría Egipto hacia 716 a.C. e impuso, por la fuerza, su autoridad sobre los gobernadores provinciales.

El Reinado de los Monarcas kushitas

La base fundamental del dominio kushita era su poder militar. Los estrechos lazos entre el faraón y su ejército parecen obvios durante la Dinastía XXV. La devoción de las tropas de Piy hacia su señor se pone constantemente de manifiesto en el texto de la estela, mientras que la habilidad física y el entrenamiento eran considerados de extrema importancia tanto para los propios jefes como para los soldados. De ahí que el joven Taharqo participó personalmente en la batalla de Elteke (701 a.C.), a la vez que una estela en Dahshur da cuenta detallada de un agotador ejercicio militar organizado por el propio faraón en el desierto entre Menfis y el Faiyum.

No obstante, y a pesar de la fortaleza de sus fuerzas armadas, los faraones kushitas se consideraron incapacitados para llevar a cabo la doble tarea de controlar su tierra nativa a la vez que conseguir un Egipto unificado. Esto pudo haber influenciado su tolerancia con una administración descentralizada dentro de Egipto, dado que los principados que habían disfrutado de una autonomía casi completa bajo los faraones libios, conservarían su individualidad durante todo el reinado kushita. De ahí que, a comienzos del siglo séptimo a.C., Tanis estuviese aún gobernada por príncipes locales, algunos de los cuales alardeaban de títulos reales situación ésta que se ve reflejada en el ciclo de relatos centrados en el Faraón Pedubast, de Tanis; qué conexión existía - si la hubo – entre estos gobernantes tanitas con la antigua línea dinástica de la Dinastía XXII, de desconoce.

El principiado de Saite también sobrevivió para reunificarse con Egipto bajo el mandato del Psamtek I. En Tebas, el puesto de “esposa divina de Amón” creció rápidamente en importancia para llegar a convertirse en un valioso apoyo de la autoridad real.; otros cargos tradicionalmente poderosos, tales como el de visir, continuaron, pero fueron desprovistos de un efectivo. El puesto de Sumo Sacerdote de Amón, tan frecuentemente semilla de tensión en años anteriores, que aparentemente permaneció vacante durante finales del siglo octavo sería ahora rehabilitado y asignado, una vez más, al hijo del faraón. Es, sin embargo, significativo que el titular tuviese escaso o ningún poder civil o militar. La influencia local en el Alto Egipto, poco a poco y una vez más, repondría en sus puestos a aquellos que habían ocupado el cargo de Gobernador de Tebas o pertenecían a la camarilla de la “esposa divina”.

En la fase inicial del mandato kushita, llegaron a nombrarse simpatizantes nubios de la Casa Real para ocupar algunos de estos altos cargos en la administración civil y religiosa en Tebas sólo para ser reemplazados años después por vástagos de familias locales. Bajo los kushitas, se modificaría la ideología de la realeza. Se hicieron pequeños pero significativos cambios en la iconografía real: con frecuencia, la cinta sobre la frente del faraón incorporaba un doble ureo; la corona azul dejó de mostrarse, mientras la corona de gorra llegó a ser normal en las representaciones, tanto en su versión básica como con adicionalescintas; tocado éste distintivamente kushita.

Las innovaciones son también aparentes en el modo de trasmitir la realeza; mientras en Egipto la sucesión real había sido por vía paterna, en el Kush al rey no le sucedía necesariamente un hijo, sino que, a veces, lo hacía un hermano. Este sistema estuvo operativo durante toda la Dinastía XXV, así es que tanto a Piy como a Shabitqo (702-690 a.C. les sucedieron sus hermanos. No obstante estas divergencias con las normas egipcias, los gobernantes kushitas buscaron fortalecer su legitimidad mostrándose como campeones de la antigua tradición. Es así que Menfis se convirtió en su principal residencia real; una estela de Kawa rememora que Taharqo fue coronado en Menfis, y se sabe que Shabaqo, Shabitqo, y Taharqo realizaron trabajos de edificación.

Todo esto tiene todo un marcado sentido político (Tanis, demasiado distante geográficamente para servir como corazón de un Egipto unido), pero existían también fundadas razones ideológicas para promocionar la importancia de la zona menfita ya que de esta forma los faraones kushitas podrían sentirse asociados con el Imperio Antiguo. Las tumbas reales en el Kush se construyeron con forma piramidal. Las escenas del templo de Kawa fueron copiadas por artistas menfitas de templos del Imperio Antiguo de Saqqara y Abusir. (La inclusión en Kawa de una escena de Taharqo en forma de esfinge derrotando al enemigo – aunque basada en modelos del Imperio Antiguo – muy bien puede que su intención fuese hacer resaltar la victoria kushita sobre los antiguos gobernantes egipcios.

Las verbosas y monótonas titulaturas del Período Libio fueron sustituidas por otras más sencillas que recordaban el estilo del Imperio Antiguo – con el prenomen de Taharco (Khunefertemra) también comparándose así el faraón con el dios menfita Nefertem. El alto estatus del dios Ptah fue también reafirmado mediante la preservación del texto cosmológico conocido como “Teoría Menfita de la Creación”. Esta inscripción, que se alega copiada de un deteriorado papiro por mandato de Shabaqo y esculpida en una plancha de basalto actualmente en el Museo Británico, su texto da primacía a Ptah como Creador del Universo.

Al mismo tiempo, la devoción a Amón que era una característica tan obvia de la monarquía kushita, se continuó fomentando con numerosas renovaciones y adiciones llevadas a cabo en los templos de Tebas, así como la promoción del rol de Amón como Dios-Creador, como se hace resaltar en la forma y en la decoración de destacadas estructuras levantadas por Taharqo cerca del lago sagrado, en Karnak.

Cruce de Vínculos culturales: Egipto y Kush

Los gobernantes kushitas habían ya absorbido en cierta medida la cultura egipcia antes de Piy, como se aprecia el diseño de las tumbas posteriores en el-Kurru. Se desconoce el origen de esta influencia en las etapas iniciales del reinado, pero los contactos comerciales junto con la supervivencia de ciertas prácticas de culto egipcias en Gebel Barkal pudieron haber sido determinantes. Estas tendencias se fueron desarrollando aún más conforme se intensificaban los contactos durante el siglo octavo, y para tiempos de Kashta la iconografía muestra ya la figura marcadamente "egipcializada" del faraón. Durante toda la Dinastía XXV se representaba a los gobernantes y su élite con ropa egipcia, realizaban prácticas de enterramiento egipcias, y profesaban devoción a los dioses egipcios. Esta aculturación permanecería como elemento clave de la cultura kushita durante siglos después de que los nubios hubiesen renunciado al control de Egipto.
 

La absorción kushita de la cultura del material es muy evidente en los monumentos reales, Tanto en Nubia como en Egipto, los monumentos se construían de acuerdo con las tradiciones arquitectónicas egipcias con un cuidadoso respeto a los cánones artísticos apropiados y el uso de la escritura jeroglífica y de la lengua egipcia en todas las inscripciones. Aunque enterrados en sus ciudades natales, sus gobernantes construían sus tumbas según el estilo egipcio, cada una de ellas con una superestructura piramidal, un altar para ofrendas mirando al este, y una cámara funeraria abovedada, adornada con escenas y textos del repertorio de “libros del submundo” del Imperio Nuevo. Los cuerpos, momificados, eran provistos de ataúdes antropoides, vasos canopes y figuras shabtis.

Como en el caso de los libios, los efectos de la aculturación probablemente encubrían el origen de muchos kushitas que vivían en Egipto en esta época no obstante ellos también conservaron características de su identidad étnica, aunque adoptasen nombre egipcios para el resto de sus titulaturas. Nombres tan distintivamente no egipcios (Irigadiganen, Kelbaske) también definen a algunos cargos del período kushita mientras algunos otros tomaron nombres egipcios a la vez que conservaron sus nombre nubios originales. Los rasgos étnicos kushitas, incluyendo las distintivas fisonomías sureñas, piel oscura y peinados femeninos de melena corta hasta los hombros con frecuencia se representan en esculturas y pinturas.
El intercambio cultural, sin embargo, fue casi en su totalidad un proceso unidireccional pues muy poco de lo que era kushita sería absorbido por la cultura egipcia del material, y ese poco no llegó a retenerse de forma permanente. El ropaje característico de los gobernantes kushitas desaparecería pasada la Dinastía XXV como ocurriría con otras innovaciones tales como la esporádica representación de las diosas Isis y Nephthys con un estilo de peinado de pelo cortado al rape.

La Dinastía XXV como período de renovación

Como parte de su impulso para obtener la legitimidad como faraones, mostraron un gran respeto por las tradiciones religiosas egipcias. Remodelaron la ideología del faraón – recabando información del distante pasado, como puede apreciarse en sus titulaturas reales, su estilo de enterramiento y la promoción de la ciudad de Menfis – haciendo referencias deliberadas al Imperio Antiguo. Estas asociaciones formaban parte de una revitalización de cosas profundamente arraigadas que afectarían a muchos aspectos de la cultura cortesana egipcia, la religión, la escritura, la literatura, el arte, la arquitectura y las práctica funerarias, durante el primer milenio a.C. Ese “arcaísmo” – una vuelta a los clásicos tiempos del pasado como fuente de una nueva energía creativa – no era algo nuevo, constituye un aspecto recurrente de la cultura egipcia. En este caso, sus orígenes se encuentran en el tardío período libio, habiéndose iniciado durante la primera mitad del siglo octavo a.C.

Ya en las pasadas dinastías XXII y XXIII las titulaturas reales muestran una progresiva simplificación, y la imitación de los modelos de los imperios Antiguo y Medio empezaban a ser aparentes en la iconografía real y en las prácticas funerarias. Los kushitas (quizás por la falta de tradiciones autóctonas apropiadas en su tierra natal) adoptaron esta tendencia de forma activa. Así es que el arcaísmo se aceleró durante el pasado siglo octavo y principios del séptimo, quedando totalmente sintetizado en la Dinastía XXVI, con cuyo período la tendencia normalmente se asocia.

Para la Dinastía XXV, los artistas habrían devuelto ya la vida al canon de proporciones para la representación bidimensional de las figuras, mediante la reducción del tamaño de los cuadrados que componen la cuadrícula utilizada por los dibujantes. Las estatuas, tanto reales como privadas, también imitaban a los antiguos modelos; es así que entre las muchas esculturas comisionadas para el gobernador de Tebas, Mentuemhat, son ejemplos que copian las figuras masculinas de paso largo del Imperio Antiguo y las estatuillas sentadas y cubiertas típicas del Imperio Medio. En las costumbres de enterramientos, el ensamblaje funerario, que había sido simplificado durante las dinastías XXI y XXII (ver más abajo) se enriquecería en la segunda mitad del siglo octavo, con el resurgimiento de características antiguas, y, de forma notable, la vuelta – de forma revisada – del Libro de los Muertos, así como la introducción de nuevos rasgos iconográficos (con frecuencia con la incorporación de elementos arcaicos) para ataúdes y tumbas.

Como ya se ha visto, la escalada de arcaísmo durante los siglos séptimo y octavo se deba en parte al propósito de los gobernante extranjeros de ser aceptados como egipcios, Un factor a añadir sería, no obstante, al deseo de preservar el pasado mediante la imitación de viejos monumentos. La referencia más explícita de ello es la introducción a la Teología Menfita de la Creación, en la “Piedra Shabaqo” que relata como el faraón encontró un papiro comido por los gusanos y ordeno que se transcribiese para la posteridad. Sea o no esta declaración literalmente fidedigna, la intención de conservar la integridad de un texto antiguo se refleja mediante la consciente imitación del formato, el estilo y ortografía de antiguos documentos.

La extensa reutilización de materiales más antiguos durante las dinastías XXI y XXII habría permitido a los artesanos estudiar y copiar modelos anteriores, y la mayor productividad en la construcción de templos y tumbas fomentada por todo Egipto por los gobernantes de la Dinastía XXV supuso una oportunidad de expresar estas nuevas tendencias por completo. Éste fue, sin duda, uno de los principales métodos por el cual se transmitieron modelos más antiguos, si bien existe la posibilidad de que “libros de patrones”, copiados de forma repetitiva durante siglos, hubiesen aportado su parte. La copia servil directa era, por otra parte, rara. Incluso cuando se compara un relieve de la Dinastía XXV con un viejo modelo del Imperio Antiguo, como en la escena de Taharqo, ya mencionada, se aprecian algunos elementos de innovación por lo que no se puede descartar el hipotético rol de copias intermediarias perdidas en la transmisión de tales escenas a lo largo de un largo espacio de tiempo.

Como el caso de las estatuas de Mentuemhat demuestra, la revitalización de la Dinastía XXV y períodos posteriores, se caracterizó por una aproximación ecléctica a las fuentes. Muchas obras de arte mezclan elementos extraídos de modelos de períodos diferentes, mostrando la Dinastía XXV una especial preferencia por los imperios Medio y Antiguo más que por el Imperio Nuevo. Esta combinación de influencias diferentes se aprecia incluso entre trabajos individuales: estatuas de Taharqo y Tanutamani (664-656 a.C.) procedentes de Gebel Barkal muestran cuerpos fuertemente modelados y ropas sencillas típicos del Imperio Antiguo, mientras que sus torsos enseñan la línea media característica de las esculturas creadas en el Imperio Medio.

El Kush y Asiria

Aunque los monarcas kushitas no habían restablecido un gobierno centralizado en Egipto, su autoridad como jefes supremos les permitió adoptar una política más activa con relación al Levante Oriental que los reyes libios desde Sheshonq I. Esto les llevaría a un conflicto con Asiria cuyas fuerzas se habían adueñado de Babilonia y sectores del Mediterráneo oriental a lo largo del siglo octavo a.C. Si bien la interferencia kushita en Palestina llevaría finalmente a la conquista asiria de Egipto, ciertamente existía una amenaza para la independencia del país. La lucha empezó cuando un ejército compuesto de egipcios y nubios penetró al sur de Palestina en ayuda de Hezekiah de Judea, y se toparon con las tropas de Sennacherib, en Eltekeh, en el año 701 a.C. El ejército egipcio fue derrotado pero esto no impidió que los gobernantes provinciales en Egipto apoyasen a otros príncipes extranjeros en su resistencia a Asiria.

Así provocado, el rey asirio Esarhaddon se planteó la conquista de Egipto. Un primer intento de invasión fue repelido en 674 a.C.; un segundo, liderado por Esarhaddon en persona, lo consiguió. Menfis fue capturada y Taharqo huyó a Nubia dejando atrás a su esposa e hijo como prisioneros en manos de los conquistadores. En lugar de intentar ellos gobernar el país, los asirios se retiraron habiendo antes exigido a los principados del Delta un juramento de fidelidad a la autoridad asiria e impedir cualquier intento por parte de los kushitas de recuperar el control de Egipto. Entre los vasallos estaba Nekau (Necho), de Sais, cuyo hijo Psamtek (futuro Psamtek I) sería conducido a Nineveh para recibir instrucción en las costumbres asirias antes de que se le hiciese regresar para actuar como gobernante de Athribis.

No obstante, Taharqo rápidamente recuperó el control de Egipto. Un resurgimiento del poder egipcio-kushita (con la posibilidad de una interferencia en Palestina) no podía ser tolerada por los asirios, y en 667 a.C. Ashurbanipal, e hijo y sucesor de Esarhaddon, invadiría Egipto. Taharqo, de nuevo huyó a Nubia y los dinastas egipcios se sometieron a los asirios. Un nuevo complot para reinstalar a Tharqo fracasó y los vasallos egipcios que habían estado involucrados en él fueron ejecutados. Nakau de Sais se abstuvo de apoyar a los kushitas y su posición se fortalecería con su nombramiento como gobernador de Menfis.

Taharqo muere en Nubia en 664a.C. y es enterrado bajo una tumba piramidal en Nuri, una nueva necrópolis situada frente a Gebel Barkal. Su sucesor, Tanutamani, rápidamente invadió Egipto y derrotó a los vasallos que apoyaban a Asiria. Esta acción trajo consigo durísimas represalias por parte de Nineveh. Un gran ejército fue enviado a Egipto; la totalidad de la parte norte del país fue rápidamente sometida, y los asirios avanzaron, llegando hasta Menfis que sería saqueada y sometida al pillaje. Tanutmani fue expulsado y regresó a Nubia.

Los gobernantes kushitas, aun manteniendo sus reivindicaciones nominales de autoridad sobre Egipto durante varias generaciones, nunca serían capaces después de hacerlas efectivas. Por otra parte, el derramamiento de sangre y la destrucción que se llevaron a cabo desde la oposición kushita demostró ser una nube con un revestimiento de plata: sacó a la luz la necesidad de una cooperación militar y civil por parte de los gobernantes de los principados si se quería recobrar la independencia, y llevó al poder a un individuo excepcional que poseía recursos y facultades para liberar a Egipto y encaminarlo hacia una nueva fase.

Psamtek I de Sais, hijo de Necho, se encontraba entre los gobernantes vasallos que los asirios habían dejado para controlar las provincias. Durante su largo reinado se desprendió del yugo asirio y tuvo éxito - donde los kushitas habían fallado – en reunificar todo Egipto bajo su único mando. Y sólo es en este momento donde se puede decir que el Tercer Período Intermedio llegó a su fin, con Egipto preparado una vez más para recoger los beneficios cosechados por un gobierno central controlado por un faraón fuerte.

Y con esta “Hoja Suelta” terminamos este tercer apartado o subcapítulo de los cuatro que componen el Capítulo 12, dedicado al Tercer Período Intermedio, también conocido como “La Fragmentación de Las Dos Tierras”, siempre de la mano del erudito Doctor John H. Taylor, del Museo Británico. A aquella, le seguirá otra dedicada a la religión y cultura del material de dicho período con lo que estaremos ya a las puertas del Período Tardío.


RAFAEL CANALES

En Benalmádena-Costa, a 26 de febrero de 2012


  Bibliografía:

"Eternal Egypt: masterworks of Art", E.R. Russmann, University of California Press, 2001.  
"Ancient Egyptian jewellery" C.A.R. Andrews, (London, The British Museum Press, 1996. 


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