Shabti de granito del faraón Taharqa
Pirámide de Taharqa en Nuri, Nubia, Dinastía XXV, 664 a.C.
(Pinchar)
Egypt was brought partially under Kushite domination by Piye (reigned about 747-716 BC). On his commemorative stela he claims that he was acting with the blessing of the god Amun to restore order to the country. At the time, Egypt was politically divided into small areas, governed by local dynasts who often styled themselves as kings.
It was the ambition of Piye and his successors to restore Egypt to greatness. Unfortunately, their intervention in political affairs in Palestine brought Egypt to the attention of the Assyrian empire. King Taharqa (690-664 BC) eventually lost Egypt to the Assyrians. The country was regained only briefly by his successor Tanutamun (664-656 BC).
The early Kushite kings were buried on beds placed on stone platforms within their pyramids. These structures were based on the pyramidia of Egyptian private tombs of the New Kingdom (about 1.550-1.070 BC), but the burials were entirely Kushite. Taharqa introduced more Egyptian elements to the burial, such as mummification, coffins and sarcophagi of Egyptian origin, as well as the provision of shabti figures. These figures were in the style of the Middle and New Kingdoms, the era that the Kushites considered as the height of Egyptian culture. The use of stone, an obsolete early shabti-formula and the rugged features of these large shabti are characteristic of early examples. (Base de Datos del Museo Británico)
La Religión y la Cultura del Material en el Tercer Período Intermedio
Durante todo el período faraónico se aprecia una considerable continuidad en la práctica del culto en los templos, si bien había dos factores que afectaban su forma de ejecución durante el Tercer Período Intermedio: la disminuida importancia del faraón, y la prominencia de las mujeres en las actividades del culto. Un aspecto a resaltar de la mencionada pérdida de estatus del faraón - esencial en la conservación del universo ordenado - era que la prerrogativa de la ejecución del ritual del templo dejó de ser únicamente del soberano; desde la postrimería del Imperio Nuevo, sería el clero el que, de forma progresiva, se iría encargando de este cometido. Este hecho junto al carácter hereditario de los cargos clericales durante todo este período, contribuyó, en gran medida, a la solidez de este estrato de la sociedad.
Los sacerdotes solían ejercer con dedicación plena, y su pluralismo les permitía acumular puestos lucrativos. La culminación de esta tendencia se alcanzaría con la prominencia, sin precedentes, del Sumo Sacerdote de Amón durante las dinastías XXI a XXIII, en cuyo período a su poder se añadiría la autoridad civil y militar. No obstante, como ya se ha mencionado, la excesiva influencia de este personaje acabaría generando un efecto desestabilizador en el país, y la primacía del puesto sería eclipsada en el siglo octavo a.C., en el que la autoridad religiosa en Tebas se fue cada vez más centrando en la “divina esposa de Amón”, mientras que los poderes civil y militar se distribuían entre otros.
El Culto del Templo y su Personal
La prominencia de las mujeres en el culto del templo estaba ya bien establecida en la Dinastía XXI, cuando varios puestos religiosos de importancia serían ocupados por las esposas e hijas de los sumos sacerdotes de Tebas. El más importante de estos puestos era el de “Primer Gran Jefe de la Troupe Musical de Amón”. Aunque el significado religioso preciso de este puesto aún no está claro, no es ninguna coincidencia que mujeres de alto rango social también ostentasen títulos que resaltaban la importancia de las diosas como fue el caso con Mut y Hathor, y a las que se les consideraba como instrumental para que Amón perpetuase su proceso creativo, asegurando así la continuidad del COSMOS.
El puesto de “Jefe de la Troupe Musical de Amón” desapareció durante la Dinastía XXII, y en su lugar, el puesto de “divina esposa del Dios Amón” (o divina adoratriz) evolucionó de forma significativa, siendo su principal cometido la estimulación de los instintos procreativos del Dios asegurando así la fertilidad de la tierra y la repetición cíclica de la Creación. En el Tercer Período Intermedio, este cargo lo ostentaba normalmente la hija del faraón, o de un sumo sacerdote, que se estableció en Tebas. En contraste con la situación en el Imperio Nuevo cuando el cargo lo podía ostentar las esposa del faraón, “las divinas esposas" del Tercer Período Intermedio se exigía que fuesen célibes, una innovación quizás asociada con el establecimiento de un estado tecnocrático. Como se ha puntualizado todo ello tiene, sin duda alguna, sus connotaciones políticas.
La elevación de las “divinas esposas ” coincidió con el declive de poder del Sumo Sacerdote de Amón, y pudo haber sido promovida como medida para resolver el “problema” del secesionismo tebano, ya que, mientras que la “divina esposa ” permitía a la distante Casa Real estar representada en Tebas, su celibato significaba que no podría dar origen a ninguna dinastía inferior con lo cual los sucesores serían adoptados. En consecuencia, el estatus de “divina esposas” continuó creciendo, y el sistema de adopción permaneció hasta el final de la Dinastía XXVI.
Es evidente el aumento en importancia de las “divina esposa” durante todo el Tercer Período Intermedio: a partir de la Dinastía XXIII su estatus empezó a aproximarse al del faraón, y en la XXV ya figura con mayor prominencia en los monumentos. La iconografía se extiende más allá de la mera representación tradicional de la “divina esposa” agitando el sistro (instrumento musical de percusión asociado con el Antiguo Irak y Egipto, considerado sagrado en este último - cuyo origen quizás se remonte a la adoración de la Diosa Bastet - se usaba en Egipto en ceremonias y bailes, particularmente durante la adoración de la Diosa Hathor).
En los relieves de las capillas de Osiris en Karnak y los de las propias “divinas esposas” en Medinet Habu, se representan en roles antes reservados al faraón: haciendo ofrendas a los dioses (incluyendo la presentación del maat); abrazadas por dioses; libando la imagen del dios; dirigiendo ceremonias de fundación; y recibiendo atributos reales de los propios dioses.
Así es que Amenirdis I recibe símbolos de jubileo de Thoth; Amón ajusta el tocado de Shepenwepet I ; es amamantada por una diosa; e incluso se representa llevando sobre su cabeza, simultaneamente, dos dobles coronas; una representación única. En unos relieves fraccionados procedentes de Karnak Norte se observa cómo, la “divina esposa” podía, incluso, celebrar el Festival-sed, por otra parte celebración exclusiva del soberano.
La “divina esposa” era la cabeza de un “dominio de la divina adoratriz” que disponía una numerosa plantilla que incluía: “cantantes procedentes de las capillas interiores del Dios Amón” que solían ser sacerdotisas célibes que a veces resultaban sel de un alto nivel social; las inscripciones mencionan una que era hija de Takelot II y otra cuyo padre era un jefe libio del Delta. El dominio también incluía a sacerdotes y escribas, y estaba encabezado por un “mayordomo jefe”. Debido al alza en importancia de la “divina esposa” y su entorno, estos mayordomos se convertirían en figuras poderosas e influyentes en Tebas hacia finales de la Dinastía XXV (como dan testimonio sus elaboradas tumbas en el Asasif), y tendrían un papel clave en la reintegración del sur en un Egipto unificado bajo la Dinastía XXVI.
Prácticas Funerarias
El desarrollo político y cultural que tuvo lugar en Egipto durante este período se ve ampliamente reflejado en la forma de tratar a los muertos. Son particularmente obvios los cambios en la ubicación de los enterramientos y en los tipos de tumbas. Para la élite, el antiguo aislamiento físico de la necrópolis fue sustituido por un enterramiento dentro del recinto de un templo de culto. Puesto que las tumbas reales de Tanis son los ejemplos más antiguos - y los más documentados – esta tendencia pudo haber sido una innovación de los faraones de la Dinastía XXI, y estuvo, quizás, motivada en parte por la intención de hacer de Tanis la contrapartida de Tebas en el norte.
Mientras la práctica es bien obvia en los faraones, también se extendió a personas de alto rango – los sumos sacerdotes de Menfis, cuyas tumbas se construyeron al borde del recinto del templo o de Ptah; la Reina Kama, enterrada en Leontópolis cerca de Bubastis; un alto cargo enterrado junto al muro del recinto del templo en Tell Balamun. Si la tendencia tiene o no su origen en el Delta pronto se puso de manifiesto en Tebas donde altos cargos empezaron a ser enterrados dentro del recinto de Medinet Habu y el Rameseum.
Estos lugares, además de ofrecer una mayor seguridad contra el robo, eran también una forma de estar más cerca de los dioses. La ubicación de los enterramientos del “Rey” Hasiese y de las posteriores “divinas esposas” en Medinet Habu, pudo haber estado influenciada por las actividades de culto locales: durante el Tercer Período Intermedio, al Pequeño Templo del lugar se le asoció con el Túmulo de Djeme, donde se celebraban rituales a los poderes creativos de Amón.
Las propias tumbas eran construcciones mucho más sencillas que las del Imperio Nuevo. El período fue testigo de una interrupción de la tradición de utilizar recursos substanciosos en elaboradas estructuras y sepulcros laberínticos cavados en la roca. Tanto las tumbas reales como las de la élite acabaron reducidas a pequeñas cámaras funerarias subterráneas con modestas capillas directamente encima. Las capillas de las tumbas privadas no están bien documentadas arqueológicamente, y parece que habrían sido poco corrientes. Sin duda algunas desaparecerían por mala conservación, sin embargo, hay poca evidencia de su existencia fuera de los principales centros de Tanis, Menfis, y Tebas.
La rareza de capillas individuales coincide con un aumento del número y tamaño de enterramientos comunales, normalmente utilizando viejas tumbas o estructuras religiosas en desuso. El acopio de momias reales y los ajuares en tumbas viejas de los sacerdotes durante las dinastías X y XI durante los siglos once y diez a.C., parecen marcar el comienzo de este patrón. Durante todo este período, personas de todas las escalas sociales serían enterradas en grupos en todos los lugares de Egipto (hay ejemplos en Saqqara, Heracleópolis, Akhmim, Tebas, y Aswan), y, donde existe información prosopográfica, como en Tebas, tales grupos con frecuencia han demostrado estar orientado hacia la familia.
Hubo una notable reducción en la cuantía y el alcance de la parafernalia que envolvía el enterramiento. Los complementos de la capilla del templo (tales como estatuas y mesas ofertorios) desaparecieron, como lo harían los enseres domésticos, muebles, ropa, herramientas y armas, así como equipos ocupacionales, instrumentos de música, juegos y recipientes de piedra o cerámica. Aparte de una pequeña estela, normalmente pintada sobre madera, el equipo para el enterramiento generalmente se limitaba a un reducido juego de objetos – ataúdes, vasos canopes (normalmente falsos), shabtis, y papiros funerarios, normalmente escondido dentro de una estatuilla de Osiris.
El período viene también marcado por un continuo declive y, eventualmente, de una ruptura de la tradición de producir textos funerarios. Mientras que en los enterramientos de la élite en Tebas durante la Dinastía XXI se seguía usando el Libro de los Muertos, e incluso se añadirían el Amduat y la Letanía de Ra al repertorio fuera de la realeza, estas tradiciones caerían en una especie de atrofia durante la siguiente Dinastía XXII. Los papiros funerarios dejarían de producirse y los textos de los ataúdes se reducirían a poco más que ofrendas repetitivas para fórmulas y discursos de los dioses con la correspondiente simplificación del repertorio iconográfico.
Estos factores parecen reflejar importantes cambios de actitudes ante la muerte y el enterramiento en el Período Libio. La ausencia de una superestructura en las tumbas (de forma que la más elaborada podría haberse construido rápidamente) nos indica que el enterramiento ya no se anticipaba ni preparaba tan cuidadosamente. La naturaleza ad hoc de la construcción de tumbas – con sus componentes toscamente ensamblados, consistentes en bloques ya usados en viejas construcciones – parece apoyar esto, y, de forma significativa, esta descripción es aplicable especialmente a las tumbas del norte, de dominio libio, y en el Egipto Medio: Tanis, Menfis, Leontópolis, y Heracleópolis.
Los componentes valiosos del equipo de enterramiento tales como los sarcófagos de piedra, estaban limitados a la realeza; incluso algunos de estos ejemplos habrían sido en su mayoría usados en períodos anteriores. Este reciclaje de objetos funerarios se extendió a objetos menos costosos, de forma muy evidente durante la Dinastía XXI cuando el uso generalizado de antiguos ataúdes tuvo lugar en Tebas. No obstante, Egipto no carecía de riqueza de material, y la descentralización de la tierra de ninguna forma originaría un declive de las aptitudes y destreza de los escultores, pintores y trabajadores del metal.
El cambio de actitud ante la muerte que podrían sugerir estos cambios puede que estuviese asociado más directamente con la presencia los libios en la sociedad egipcia. La construcción de un elaborado entorno físico para los muertos y de un centro para cultos mortuorios no era, sin duda, una característica a destacar y distintiva de una sociedad semi-nómada como era la suya. Es muy significativo que fue sólo con la imposición de autoridad de los gobernantes kushitas – cuya devoción a las antiguas tradiciones de Egipto era más bien purista – cuando tuvo lugar la revitalización de las prácticas funerarias siguiendo las pautas tradicionales.
Este desplazamiento del énfasis en el alojamiento físico de los muertos trajo consigo una mayor concentración de prácticas funerarias en el propio féretro y su mortaja inmediata. La momificación alcanzó su zénit en la Dinastía XXI, y durante el siguiente período la preparación alcanzaría un nivel muy alto. Entre las innovaciones estaba el uso de relleno subcutáneo para restaurar las facciones contraídas a su aspecto original en vida; un tratamiento cosmético más elaborado; el cabello cuidadosamente peinado; las uñas de los dedos celosamente cuidadas; y una preservación más cuidadosa de las vísceras que eran envueltas individualmente y vueltas a colocar en su espacio corporal (los vasos canopes seguirían apareciendo pero con frecuencia serían sólo meras reproducciones en madera).
Estas técnicas manifiestan el deseo de rehacer el cuerpo lo más completo y perfecto posible. Su estatus como imagen idealizada del transfigurado féretro, surge; y su seguridad postrera queda ya asegurada por un aumento del número de ataúdes por enterramiento: al menos dos y, a veces, hasta cuatro.
El declive de la producción de tumbas individuales decorados con elaborados murales llevó a la recolocación de imágenes funerarias esenciales y textos en las superficies de los ataúdes y en papiros. De ahí que los ataúdes de la Dinastía XXI estuvieran cubiertos, por fuera y por dentro, de una profusión de abarrotadas imágenes. Los sacerdotes de Tebas crearon un rico repertorio de iconografía funeraria, promocionando así el concepto de renacimiento mediante las mitologías combinadas de Osiris y el Dios Sol, y las imágenes se crearon con la intención de concentrar, en una sola y compleja escena, la época, el ataúd tomó múltiples niveles de significado.
Entre el escondite de los enterramientos y la general falta de permanencia del lugar final de reposo, el ataúd asumió las funciones de la tumba, como había acaecido ya en similares circunstancias durante el Primer Período Intermedio. Para finales del tercer Período Intermedio, la evolución de la imaginería de superficie habría dado aún mayor prominencia al concepto de ataúd como un universo en miniatura, con el fallecido en el centro, identificado, a través los textos e imaginería del ataúd, como dios-creador, y, por tanto, la fuente de su propia resurrección.
Pero las prácticas de enterramiento se brindan a apoyar la noción de una división norte-sur de la población y la cultura del material de Egipto durante este período. Aunque los emplazamientos del Delta (aparte de Tanis) habían aportado algunos enterramientos datados en estos siglos, evidencia de las zonas de Menfis y el-Faiyum puede útilmente compararse con el más abundante material del sur. De la limitada variedad de material funerario que proporcionan las sepulturas del Tercer Período Intermedio, sólo los ataúdes serían utilizados de forma consistente durante el período. Su estudio da indicios de una interacción entre norte y sur, de forma destacada al principio de la Dinastía XXII, cuando un cambio importante en el estilo del ataúd ha sido testimoniado en Tebas.
Esto es evidente en el abandono del estilo en boga en la Dinastía XXI, con su horror vacui (miedo al vacío) e imágenes de relleno, y el rápido establecimiento en su lugar de una nueva variedad de tipos; cajas de cartonnage policromo metidas en ataúdes de madera de diseño mucho más sencillo. Esto muestra un empobrecimiento del repertorio icono gráfico, con una mayor concentración en la disposición simétrica de los dioses, pero con un uso del color más atrevido. Ha indicaciones de que estas características procedían del norte, como dan testimonio los enterramientos de la necrópolis de Menfis y los cementerios alrededor de la entrada a el-Faiyum.
La evidente importación de las prácticas funerarias del norte al Alto Egipto parece coincidir con una i Imposición más dura de la autoridad real durante el reinado de Sheshonq I y sus sucesores. Pero, durante el período siguiente, parece que emergen estilos de ataúdes distintivamente procedentes del norte y del sur; probablemente reflejo de la progresiva descentralización de Egipto y, quizás también, de la división social de la que da indicio otra evidencia.
Hacia finales del Tercer Período Intermedio, hubo un marcado retorno a tradiciones establecidas más antiguas emparejadas con innovaciones. Se empezaron a construir una vez más elaboradas tumbas. La necrópolis de Tebas muestra la evolución de tumbas con superestructuras modestas en la postrimería del siglo octavo a gigantes complejos construidos para Mentuemhat y sus coetáneos hacia finales de la Dinastía XXV.
Estos estaban dotados de superestructuras autónomas y elaborados apartamentos subterráneos y la escala y artesanía de los monumentos indican que la preparación para la muerte se había de nuevo tomado seriamente. La variedad de elementos de enterramiento se incrementó; la evolución de los estilos de ataúdes produjo nuevos tipos que combinaban el despertar de las antiguas características con innovaciones: las cajas rectangulares exteriores representan un altar o la tumba de Osiris; los ataúdes de dentro proyectan una nueva imagen del transfigurado féretro, muy parecida a un columna, con pilar trasero y pedestal. Los shabtis siguieron una zenda de evolución paralela, y las estatuillas la deidad formada por Ptah-Sokar-Osiris, (también con esta forma) entraron a formar parte del montaje para finalmente convertirse en una de las características de los enterramiento del Período Tardío.
Los vasos canopes funcionales también regresaron y, lo que es más importante, la literatura funerarias gozaría de un renacimiento. Un revisado Libro de los Muertos, en su nueva versión conocida como la Recensión Saita (de hecho, un logro de la Dinastía XXV), se inscribió en papiro y ataúdes, mientras que el arcaizante fervor del período llevó a la copia de pasajes procedentes de los Textos de las Pirámides y a añadirlos al repertorio corriente. Excluido este último, Tebas parece haber sido un importante centro de estas innovaciones que se extendería hacia el norte durante el siglo séptimo a.C. Con esto no se pretende negar que hayan existido desarrollos comparables en otras áreas, pero la cronología local en emplazamientos como la de Menfis es menos clara.
A pesar de la descentralización de Egipto, el producto de los artesanos no muestra ninguna degradación de sus habilidades o experiencia. Cierto es que la escultura en piedra a gran escala continuaría siendo rara, pero el trabajo de inigualable exquisitez se siguió realizando aunque a una escala más modesta dando más énfasis a la artesanía en el viejo y poco desarrollado campo del metal y la fayenza. Todo parece indicar las progresivas y arcaizantes tendencias ya aludidas anteriormente, con la conclusión de que la influencia de los modelos de los imperios Antiguo, Medio y Nuevo serían más frecuentes con el paso del tiempo.
Desarrollo Artístico y tecnología
Los sacerdotes solían ejercer con dedicación plena, y su pluralismo les permitía acumular puestos lucrativos. La culminación de esta tendencia se alcanzaría con la prominencia, sin precedentes, del Sumo Sacerdote de Amón durante las dinastías XXI a XXIII, en cuyo período a su poder se añadiría la autoridad civil y militar. No obstante, como ya se ha mencionado, la excesiva influencia de este personaje acabaría generando un efecto desestabilizador en el país, y la primacía del puesto sería eclipsada en el siglo octavo a.C., en el que la autoridad religiosa en Tebas se fue cada vez más centrando en la “divina esposa de Amón”, mientras que los poderes civil y militar se distribuían entre otros.
El Culto del Templo y su Personal
La prominencia de las mujeres en el culto del templo estaba ya bien establecida en la Dinastía XXI, cuando varios puestos religiosos de importancia serían ocupados por las esposas e hijas de los sumos sacerdotes de Tebas. El más importante de estos puestos era el de “Primer Gran Jefe de la Troupe Musical de Amón”. Aunque el significado religioso preciso de este puesto aún no está claro, no es ninguna coincidencia que mujeres de alto rango social también ostentasen títulos que resaltaban la importancia de las diosas como fue el caso con Mut y Hathor, y a las que se les consideraba como instrumental para que Amón perpetuase su proceso creativo, asegurando así la continuidad del COSMOS.
El puesto de “Jefe de la Troupe Musical de Amón” desapareció durante la Dinastía XXII, y en su lugar, el puesto de “divina esposa del Dios Amón” (o divina adoratriz) evolucionó de forma significativa, siendo su principal cometido la estimulación de los instintos procreativos del Dios asegurando así la fertilidad de la tierra y la repetición cíclica de la Creación. En el Tercer Período Intermedio, este cargo lo ostentaba normalmente la hija del faraón, o de un sumo sacerdote, que se estableció en Tebas. En contraste con la situación en el Imperio Nuevo cuando el cargo lo podía ostentar las esposa del faraón, “las divinas esposas" del Tercer Período Intermedio se exigía que fuesen célibes, una innovación quizás asociada con el establecimiento de un estado tecnocrático. Como se ha puntualizado todo ello tiene, sin duda alguna, sus connotaciones políticas.
La elevación de las “divinas esposas ” coincidió con el declive de poder del Sumo Sacerdote de Amón, y pudo haber sido promovida como medida para resolver el “problema” del secesionismo tebano, ya que, mientras que la “divina esposa ” permitía a la distante Casa Real estar representada en Tebas, su celibato significaba que no podría dar origen a ninguna dinastía inferior con lo cual los sucesores serían adoptados. En consecuencia, el estatus de “divina esposas” continuó creciendo, y el sistema de adopción permaneció hasta el final de la Dinastía XXVI.
Es evidente el aumento en importancia de las “divina esposa” durante todo el Tercer Período Intermedio: a partir de la Dinastía XXIII su estatus empezó a aproximarse al del faraón, y en la XXV ya figura con mayor prominencia en los monumentos. La iconografía se extiende más allá de la mera representación tradicional de la “divina esposa” agitando el sistro (instrumento musical de percusión asociado con el Antiguo Irak y Egipto, considerado sagrado en este último - cuyo origen quizás se remonte a la adoración de la Diosa Bastet - se usaba en Egipto en ceremonias y bailes, particularmente durante la adoración de la Diosa Hathor).
En los relieves de las capillas de Osiris en Karnak y los de las propias “divinas esposas” en Medinet Habu, se representan en roles antes reservados al faraón: haciendo ofrendas a los dioses (incluyendo la presentación del maat); abrazadas por dioses; libando la imagen del dios; dirigiendo ceremonias de fundación; y recibiendo atributos reales de los propios dioses.
Así es que Amenirdis I recibe símbolos de jubileo de Thoth; Amón ajusta el tocado de Shepenwepet I ; es amamantada por una diosa; e incluso se representa llevando sobre su cabeza, simultaneamente, dos dobles coronas; una representación única. En unos relieves fraccionados procedentes de Karnak Norte se observa cómo, la “divina esposa” podía, incluso, celebrar el Festival-sed, por otra parte celebración exclusiva del soberano.
La “divina esposa” era la cabeza de un “dominio de la divina adoratriz” que disponía una numerosa plantilla que incluía: “cantantes procedentes de las capillas interiores del Dios Amón” que solían ser sacerdotisas célibes que a veces resultaban sel de un alto nivel social; las inscripciones mencionan una que era hija de Takelot II y otra cuyo padre era un jefe libio del Delta. El dominio también incluía a sacerdotes y escribas, y estaba encabezado por un “mayordomo jefe”. Debido al alza en importancia de la “divina esposa” y su entorno, estos mayordomos se convertirían en figuras poderosas e influyentes en Tebas hacia finales de la Dinastía XXV (como dan testimonio sus elaboradas tumbas en el Asasif), y tendrían un papel clave en la reintegración del sur en un Egipto unificado bajo la Dinastía XXVI.
Prácticas Funerarias
El desarrollo político y cultural que tuvo lugar en Egipto durante este período se ve ampliamente reflejado en la forma de tratar a los muertos. Son particularmente obvios los cambios en la ubicación de los enterramientos y en los tipos de tumbas. Para la élite, el antiguo aislamiento físico de la necrópolis fue sustituido por un enterramiento dentro del recinto de un templo de culto. Puesto que las tumbas reales de Tanis son los ejemplos más antiguos - y los más documentados – esta tendencia pudo haber sido una innovación de los faraones de la Dinastía XXI, y estuvo, quizás, motivada en parte por la intención de hacer de Tanis la contrapartida de Tebas en el norte.
Mientras la práctica es bien obvia en los faraones, también se extendió a personas de alto rango – los sumos sacerdotes de Menfis, cuyas tumbas se construyeron al borde del recinto del templo o de Ptah; la Reina Kama, enterrada en Leontópolis cerca de Bubastis; un alto cargo enterrado junto al muro del recinto del templo en Tell Balamun. Si la tendencia tiene o no su origen en el Delta pronto se puso de manifiesto en Tebas donde altos cargos empezaron a ser enterrados dentro del recinto de Medinet Habu y el Rameseum.
Estos lugares, además de ofrecer una mayor seguridad contra el robo, eran también una forma de estar más cerca de los dioses. La ubicación de los enterramientos del “Rey” Hasiese y de las posteriores “divinas esposas” en Medinet Habu, pudo haber estado influenciada por las actividades de culto locales: durante el Tercer Período Intermedio, al Pequeño Templo del lugar se le asoció con el Túmulo de Djeme, donde se celebraban rituales a los poderes creativos de Amón.
Las propias tumbas eran construcciones mucho más sencillas que las del Imperio Nuevo. El período fue testigo de una interrupción de la tradición de utilizar recursos substanciosos en elaboradas estructuras y sepulcros laberínticos cavados en la roca. Tanto las tumbas reales como las de la élite acabaron reducidas a pequeñas cámaras funerarias subterráneas con modestas capillas directamente encima. Las capillas de las tumbas privadas no están bien documentadas arqueológicamente, y parece que habrían sido poco corrientes. Sin duda algunas desaparecerían por mala conservación, sin embargo, hay poca evidencia de su existencia fuera de los principales centros de Tanis, Menfis, y Tebas.
La rareza de capillas individuales coincide con un aumento del número y tamaño de enterramientos comunales, normalmente utilizando viejas tumbas o estructuras religiosas en desuso. El acopio de momias reales y los ajuares en tumbas viejas de los sacerdotes durante las dinastías X y XI durante los siglos once y diez a.C., parecen marcar el comienzo de este patrón. Durante todo este período, personas de todas las escalas sociales serían enterradas en grupos en todos los lugares de Egipto (hay ejemplos en Saqqara, Heracleópolis, Akhmim, Tebas, y Aswan), y, donde existe información prosopográfica, como en Tebas, tales grupos con frecuencia han demostrado estar orientado hacia la familia.
Hubo una notable reducción en la cuantía y el alcance de la parafernalia que envolvía el enterramiento. Los complementos de la capilla del templo (tales como estatuas y mesas ofertorios) desaparecieron, como lo harían los enseres domésticos, muebles, ropa, herramientas y armas, así como equipos ocupacionales, instrumentos de música, juegos y recipientes de piedra o cerámica. Aparte de una pequeña estela, normalmente pintada sobre madera, el equipo para el enterramiento generalmente se limitaba a un reducido juego de objetos – ataúdes, vasos canopes (normalmente falsos), shabtis, y papiros funerarios, normalmente escondido dentro de una estatuilla de Osiris.
El período viene también marcado por un continuo declive y, eventualmente, de una ruptura de la tradición de producir textos funerarios. Mientras que en los enterramientos de la élite en Tebas durante la Dinastía XXI se seguía usando el Libro de los Muertos, e incluso se añadirían el Amduat y la Letanía de Ra al repertorio fuera de la realeza, estas tradiciones caerían en una especie de atrofia durante la siguiente Dinastía XXII. Los papiros funerarios dejarían de producirse y los textos de los ataúdes se reducirían a poco más que ofrendas repetitivas para fórmulas y discursos de los dioses con la correspondiente simplificación del repertorio iconográfico.
Estos factores parecen reflejar importantes cambios de actitudes ante la muerte y el enterramiento en el Período Libio. La ausencia de una superestructura en las tumbas (de forma que la más elaborada podría haberse construido rápidamente) nos indica que el enterramiento ya no se anticipaba ni preparaba tan cuidadosamente. La naturaleza ad hoc de la construcción de tumbas – con sus componentes toscamente ensamblados, consistentes en bloques ya usados en viejas construcciones – parece apoyar esto, y, de forma significativa, esta descripción es aplicable especialmente a las tumbas del norte, de dominio libio, y en el Egipto Medio: Tanis, Menfis, Leontópolis, y Heracleópolis.
Los componentes valiosos del equipo de enterramiento tales como los sarcófagos de piedra, estaban limitados a la realeza; incluso algunos de estos ejemplos habrían sido en su mayoría usados en períodos anteriores. Este reciclaje de objetos funerarios se extendió a objetos menos costosos, de forma muy evidente durante la Dinastía XXI cuando el uso generalizado de antiguos ataúdes tuvo lugar en Tebas. No obstante, Egipto no carecía de riqueza de material, y la descentralización de la tierra de ninguna forma originaría un declive de las aptitudes y destreza de los escultores, pintores y trabajadores del metal.
El cambio de actitud ante la muerte que podrían sugerir estos cambios puede que estuviese asociado más directamente con la presencia los libios en la sociedad egipcia. La construcción de un elaborado entorno físico para los muertos y de un centro para cultos mortuorios no era, sin duda, una característica a destacar y distintiva de una sociedad semi-nómada como era la suya. Es muy significativo que fue sólo con la imposición de autoridad de los gobernantes kushitas – cuya devoción a las antiguas tradiciones de Egipto era más bien purista – cuando tuvo lugar la revitalización de las prácticas funerarias siguiendo las pautas tradicionales.
Este desplazamiento del énfasis en el alojamiento físico de los muertos trajo consigo una mayor concentración de prácticas funerarias en el propio féretro y su mortaja inmediata. La momificación alcanzó su zénit en la Dinastía XXI, y durante el siguiente período la preparación alcanzaría un nivel muy alto. Entre las innovaciones estaba el uso de relleno subcutáneo para restaurar las facciones contraídas a su aspecto original en vida; un tratamiento cosmético más elaborado; el cabello cuidadosamente peinado; las uñas de los dedos celosamente cuidadas; y una preservación más cuidadosa de las vísceras que eran envueltas individualmente y vueltas a colocar en su espacio corporal (los vasos canopes seguirían apareciendo pero con frecuencia serían sólo meras reproducciones en madera).
Estas técnicas manifiestan el deseo de rehacer el cuerpo lo más completo y perfecto posible. Su estatus como imagen idealizada del transfigurado féretro, surge; y su seguridad postrera queda ya asegurada por un aumento del número de ataúdes por enterramiento: al menos dos y, a veces, hasta cuatro.
El declive de la producción de tumbas individuales decorados con elaborados murales llevó a la recolocación de imágenes funerarias esenciales y textos en las superficies de los ataúdes y en papiros. De ahí que los ataúdes de la Dinastía XXI estuvieran cubiertos, por fuera y por dentro, de una profusión de abarrotadas imágenes. Los sacerdotes de Tebas crearon un rico repertorio de iconografía funeraria, promocionando así el concepto de renacimiento mediante las mitologías combinadas de Osiris y el Dios Sol, y las imágenes se crearon con la intención de concentrar, en una sola y compleja escena, la época, el ataúd tomó múltiples niveles de significado.
Entre el escondite de los enterramientos y la general falta de permanencia del lugar final de reposo, el ataúd asumió las funciones de la tumba, como había acaecido ya en similares circunstancias durante el Primer Período Intermedio. Para finales del tercer Período Intermedio, la evolución de la imaginería de superficie habría dado aún mayor prominencia al concepto de ataúd como un universo en miniatura, con el fallecido en el centro, identificado, a través los textos e imaginería del ataúd, como dios-creador, y, por tanto, la fuente de su propia resurrección.
Pero las prácticas de enterramiento se brindan a apoyar la noción de una división norte-sur de la población y la cultura del material de Egipto durante este período. Aunque los emplazamientos del Delta (aparte de Tanis) habían aportado algunos enterramientos datados en estos siglos, evidencia de las zonas de Menfis y el-Faiyum puede útilmente compararse con el más abundante material del sur. De la limitada variedad de material funerario que proporcionan las sepulturas del Tercer Período Intermedio, sólo los ataúdes serían utilizados de forma consistente durante el período. Su estudio da indicios de una interacción entre norte y sur, de forma destacada al principio de la Dinastía XXII, cuando un cambio importante en el estilo del ataúd ha sido testimoniado en Tebas.
Esto es evidente en el abandono del estilo en boga en la Dinastía XXI, con su horror vacui (miedo al vacío) e imágenes de relleno, y el rápido establecimiento en su lugar de una nueva variedad de tipos; cajas de cartonnage policromo metidas en ataúdes de madera de diseño mucho más sencillo. Esto muestra un empobrecimiento del repertorio icono gráfico, con una mayor concentración en la disposición simétrica de los dioses, pero con un uso del color más atrevido. Ha indicaciones de que estas características procedían del norte, como dan testimonio los enterramientos de la necrópolis de Menfis y los cementerios alrededor de la entrada a el-Faiyum.
La evidente importación de las prácticas funerarias del norte al Alto Egipto parece coincidir con una i Imposición más dura de la autoridad real durante el reinado de Sheshonq I y sus sucesores. Pero, durante el período siguiente, parece que emergen estilos de ataúdes distintivamente procedentes del norte y del sur; probablemente reflejo de la progresiva descentralización de Egipto y, quizás también, de la división social de la que da indicio otra evidencia.
Hacia finales del Tercer Período Intermedio, hubo un marcado retorno a tradiciones establecidas más antiguas emparejadas con innovaciones. Se empezaron a construir una vez más elaboradas tumbas. La necrópolis de Tebas muestra la evolución de tumbas con superestructuras modestas en la postrimería del siglo octavo a gigantes complejos construidos para Mentuemhat y sus coetáneos hacia finales de la Dinastía XXV.
Estos estaban dotados de superestructuras autónomas y elaborados apartamentos subterráneos y la escala y artesanía de los monumentos indican que la preparación para la muerte se había de nuevo tomado seriamente. La variedad de elementos de enterramiento se incrementó; la evolución de los estilos de ataúdes produjo nuevos tipos que combinaban el despertar de las antiguas características con innovaciones: las cajas rectangulares exteriores representan un altar o la tumba de Osiris; los ataúdes de dentro proyectan una nueva imagen del transfigurado féretro, muy parecida a un columna, con pilar trasero y pedestal. Los shabtis siguieron una zenda de evolución paralela, y las estatuillas la deidad formada por Ptah-Sokar-Osiris, (también con esta forma) entraron a formar parte del montaje para finalmente convertirse en una de las características de los enterramiento del Período Tardío.
Los vasos canopes funcionales también regresaron y, lo que es más importante, la literatura funerarias gozaría de un renacimiento. Un revisado Libro de los Muertos, en su nueva versión conocida como la Recensión Saita (de hecho, un logro de la Dinastía XXV), se inscribió en papiro y ataúdes, mientras que el arcaizante fervor del período llevó a la copia de pasajes procedentes de los Textos de las Pirámides y a añadirlos al repertorio corriente. Excluido este último, Tebas parece haber sido un importante centro de estas innovaciones que se extendería hacia el norte durante el siglo séptimo a.C. Con esto no se pretende negar que hayan existido desarrollos comparables en otras áreas, pero la cronología local en emplazamientos como la de Menfis es menos clara.
A pesar de la descentralización de Egipto, el producto de los artesanos no muestra ninguna degradación de sus habilidades o experiencia. Cierto es que la escultura en piedra a gran escala continuaría siendo rara, pero el trabajo de inigualable exquisitez se siguió realizando aunque a una escala más modesta dando más énfasis a la artesanía en el viejo y poco desarrollado campo del metal y la fayenza. Todo parece indicar las progresivas y arcaizantes tendencias ya aludidas anteriormente, con la conclusión de que la influencia de los modelos de los imperios Antiguo, Medio y Nuevo serían más frecuentes con el paso del tiempo.
Desarrollo Artístico y tecnología
Hubo una disminución en la variedad de tipos de escultura. Las estatúas reales en piedra son particularmente raras; las de la Dinastía XXI fueron usurpadas por anteriores soberanos, y aunque se produjeron obras originales durante las dinastías XXII y XXIII la mayorías de los ejemplos que han sobrevivido son de un tamaño modesto. Sólo fue bajo la dominación kushita cuando la escultura real regresó de forma substanciosa y poderosa: la cabeza de Taharqo en granito, en El Cairo, y la esfinge de Kawa en el Museo Británico se encuentran entre los ejemplos llamativos. No obstante, durante las dinastías XXII a XXV, gran número de estatúas de funcionarios serían dedicadas, algunas de ellas son obras de arte excepcionalmente bellas.
Entre éstas, la estatua de bloque sería notablemente popular como lo eran aquellas formas en las que el sujeto se representaba con soporte de un altar, una estela, o una imagen de una deidad (estatúas naóforas y estelóforas). Los bellos relieves de Sheshonq I en el-Hiba y de Osorkon II, Bubastis, muestran que el trabajo bidimensional de alta calidad aún se realizaba, si bien la temática de las escenas era en su mayoría derivada. La pintura también floreció, y en Tebas, la rica tradición de decorar el ataúd del Imperio Nuevo sería reemplazada en ataúdes estelas y papiros por un trabajo de alta calidad.
Quizás, la contribución más duradera del Tercer Período Intermedio a las artes y a la artesanía descanse en el campo del trabajo en metal. Los ataúdes de plata de los faraones Psusennes I y Sheshonq II y la gran variedad de recipientes de oro y plata y joyería de las tumbas de Tebas dan testimonio de la continuada experiencia de los trabajadores del metal en Egipto, aunque ocasionalmente es aparente la influencia extranjera en la forma y decoración de vasijas. De mayor significado fue la tremenda expansión de la variedad y excelencia técnica de la escultura de metal que tuvo lugar durante este período, algunas de ellas de oro y plata, pero en su mayoría de bronce.
La terminación de estas piezas era con frecuencia exquisita, y se consiguieron efectos brillantes con el embellecimiento de la superficie con hilos de material precioso, taraceados a martillo, en finos canales trazados en el bronce. Eran frecuentes las estatuillas fundidas en bronce, y es entonces cuando se inicia la tradición de pequeñas figuras de deidades en bronce que llevaría a la producción de miles de ejemplos durante los siglos posteriores. Las más importantes fueron las grandes estatúas de bronce fundido y ahuecado utilizando la técnica de “cera perdida”, que se dedicaban como ofrendas votivas o montadas en las barcas portátiles de los dioses.
La figura de la “esposa del dios” Karomama en el Louvre es el ejemplo supremo del tipo, si bien una serie de estatúas de bronce de Osiris, actualmente representadas por especímenes deteriorados e incompletos, puede que se hubiesen impuesto originalmente. Estas estatúas, hechas entre los siglos noveno y séptimo a.C. representan los más antiguos intentos de crear grandes figuras de bronce mediante el proceso de fundición ahuecada, e iban a servir como importantes influencias en los primitivos trabajos en bronce griegos. Los autores clásicos afirman que artesanos de Samos utilizaban técnicas egipcias en la creación de las primeras grandes esculturas de bronce de fundición ahuecadas en el mundo griego, y esta perspectiva se justifica por el descubrimiento de bronces egipcios de este período en el propio Samos.
Algo menos vigorosa sería la producción de fayenza. Mientras que la tecnología del vidrio empezó su declive después del Imperio Nuevo, la de fayenza prosperó. La mayoría de los shabtis del período se harían de este material, aunque una gran mayoría eran elaboradas toscamente. Mucho más fino era el acabado de cálices lotiformes con escenas en relieve que mostraban la vida del campo o al faraón en plena batalla. La forma de estos cálices evoca la noción del renacimiento, y las figuras que aparecen en ellos, y en una serie cuentas espaciadoras de fayenza calada, reflejan aspectos de la mitología de la creación.
Igualmente típicas del período son las figurillas mágicas diseñadas para dar seguridad durante el parto y nutrición para la juventud; estas son de fayenza azul-verde, normalmente con pintas, y detalles añadidos en marrón, y mostrando, típicamente, al dios doméstico Bes, un mono, o una mujer desnuda sosteniendo un jarrón, o un instrumento musical, o, incluso a veces, amamantando. Aunque aparecen en lugares tan lejanos al sur como el-Kurru, en Nubia, la concentración de hallazgos de estas figurillas en emplazamientos en el nordeste del Delta indica que ésta era la zona principal de producción.
Conclusión
Como ya se comento al principio de este Capítulo 12, la implicación peyorativa del término “intermedio” hace poca justicia a los desarrollos que tendrían lugar en Egipto entre 1.069 y 664 a.C. Si bien la estructuración del poder del país era muy diferente de la que se consiguió en el Imperio Nuevo, los pueblos y ciudades de Egipto florecieron, y la economía del país, en general gozó de buena salud. Si bien la descentralización del gobierno llevó consigo ocasionales luchas por el poder, el sistema adoptado por los faraones libios, y modificado por los kushitas, fue, en general, efectivo. Las construcciones reales a gran escala puede que hubiesen sido restringidas, pero la continuidad artística se mantuvo por otras vías: pequeñas esculturas, trabajos en metal, fayenza.
En un alto grado, el Tercer Período Intermedio constituye un ciclo inequívoco en la historia de Egipto, definido por un paso que va desde la pérdida de su unidad en la postrimería del Imperio Nuevo, hasta la restauración de la autoridad centralizada bajo Psamtek I. Se Aprendieron valiosas lecciones dd las fragmentadas políticas del período; en particular, de la invasión asiria. Éstas propiciaron el ímpetus que se necesitaba para restaurar una autoridad centralizada, y puso de manifiesto el valor ideológico del arcaísmo y el valor político de instituciones tales como la “divina esposa de Amón”, mediante el fomento de un estado estable y menos turbulento. Los cambios relativos al estatus del faraón, y la prominencia dada a las nuevas tendencias religiosas, fueron también presagios del futuro. Es así que este período sentó las bases para la última gran fase de prosperidad del Antiguo Egipto.
Faraones de la Dinastía XXI
Smendes (Hedjkheperra Setepenra)
Amenemnisu
(Neferkara)
Psusennes I [Pasebakhaenniut] (Akheperra Setepenamun)
Amenemope (Usermaatra Setepenamun)
Osorkon el Viejo (Akheperra Setepenra)
Siamun (Netjerkheperra Setepenamun)
Psusennes II [Pasebakhaenniut] (Titkheperura Setepenra)
Psusennes I [Pasebakhaenniut] (Akheperra Setepenamun)
Amenemope (Usermaatra Setepenamun)
Osorkon el Viejo (Akheperra Setepenra)
Siamun (Netjerkheperra Setepenamun)
Psusennes II [Pasebakhaenniut] (Titkheperura Setepenra)
Faraones de la Dinastía XXII
Shesonq I (Hedjkheperra)
Osorkon I (Sekhemkheperra)
Takelot I
Osorkon II (Usermaatra)
Takelot II (Hedjkheperra)
Sheshonq III (Usermaatra)
Pomay (Usermaatra)
SheshonV
(Aakaheperra)
Osorkon
IV
Faraones de la Dinastía XXIII
Reyes en varios centros, contemporáneos con los de la reciente Dinastía XXII, con la XXIV y con los de comienzos de la XXV, incluyendo a:
Pedubastis I (Usermaatra)
Iuput I
Sheshonq IV
Osorkon III (Usermaatra)
Tekelot III
Rudamon
Peftjauawybast
Iuput II
Faraones de la Dinastía XXIV
Bakenrenef (Bocchoris)
Faraones de la Dinastía XXV
Piy (Memkheperra)
Shabaqo
(Neferkara)
Shabitqo (Djedkaura)
Taharqo Khunefertemra
Tanutamani (Bakara)
Shabitqo (Djedkaura)
Taharqo Khunefertemra
Tanutamani (Bakara)
RAFAEL CANALES
En Benalmádena-Costa, a 11 de marzo de 2012
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2000.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
"British Museum Database".
No hay comentarios:
Publicar un comentario