martes, 5 de abril de 2011

"La Fragmentación de Las Dos Tierras": Tercer Período Intermedio (1.069-664 a.C.) 1/4.- Perfil Histórico

"Herihor y Nedjmet ante Osiris". Papiro del Libro de los Muertos de Nedjmet. Quizá procedente de la Colección Real de Deir el-Bahri, Dinastía XXI, hacia 1.070 a.C. (Pinchar y Ampliar)


Some ten years before it was drawn to the attention of Egyptologists, robbers halready raided the tomb of Nedjmet in the Royal Cache at Deir el-Bahari. The robbers presumably took Nedjmet's Book of the Dead, as by then it had already passed out of Egypt.


This scene shows Nedjmet and Herihor, her husband (whose burial has never been found) making offerings to Osiris, Isis and the four sons of Horus, who are also watching a small scene of weighing the heart. The weighing is supervised by Thoth in his form of a baboon, and the conventional heart is replaced by a small female figure which must represent Nedjmet.


Although there is no doubt that the papyrus was Nedjmet's - she appears in the judgement scene, and the mummy shown in a vignette is hers – Herihor features prominently. This is probably due to his royal status. He was one of the first of the High Priests of Amun who effectively ruled Upper Egypt from the end of the Twentieth Dynasty (about 1.186-1.069 BC) until some time in the Twenty-second (about 945-715 BC). He was also the first of the high priests of Amun to take on royal attributes, such as placing his name in a cartouche, and showing himself with the royal uraeus on his brow.(Base de Datos del Museo Británico).


A MODO DE PREÁMBULO


Con esta nueva “Hoja Suelta”, nos adentramos en lo que algunos han dado en llamar “La Fragmentación de Las Dos Tierras” que con la Dinastía XXI marca el inicio del Tercer Período Intermedio.


Esta vez, el savant que nos va guiar de su sabia mano por los estrechos recovecos y entresijos de este oscuro período recae en la figura del Doctor John H. Taylor, Adjunto al Jefe del Departamento del Antiguo Egipto y Sudán del Museo Británico, Londres, y erudito de una vasta cultura en el tema que nos ocupa. Cabe destacar su más reciente cometido como Comisario de la excepcional exposición inaugurada el 4 de noviembre de 2010, en el Museo Británico de Londres, y clausurada el pasado día 6 de marzo, titulada: "Journey Through The Afterlife", cuyo éxito ha superados todas las expectativas previstas.


INTRODUCCIÓN


Este período de 400 años que se extiende desde la Dinastía XXI a la XXV (1.069-664 a. C), puede considerarse, en justicia, que marca una fase nueva en la Historia de Egipto. El período se caracteriza por cambios significativos en la organización política, la sociedad, y la cultura de Egipto. La centralización del gobierno dejó paso a una fragmentación política y un resurgimiento de los centros de poder locales; una substancial afluencia de poblaciones libias y nubias acabarían modificando de forma permanente el perfil de la población, mientras Egipto, en conjunto, se iba tornando más introvertido, y sus contactos con el mundo exterior se reducían considerablemente, lo que supuso un sensible impacto en las relaciones con el Levante Oriental.


Estos, y otros factores, tuvieron importantes consecuencias en el funcionamiento de la economía, la estructura de la sociedad, y las actitudes religiosas y prácticas funerarias de los habitantes del país. Es cierto, que este período estuvo marcado por tensiones sobre el control de territorios y recursos que acabaron, a veces, en conflictos, pero la violencia no era un mal endémico; el período, pues, como tal, fue estable, y representa algo más que un lapsus temporal de la autoridad faraónica tradicional como podría dejar ver su desafortunada y frecuente designación como “Intermedio”. Muchos de los acontecimientos y tendencias de estos años fueron permanentes en sus efectos, y acabarían jugando un papel crucial en la configuración del Egipto del primer milenio a.C. que se iniciaba.


Ha sido más difícil confeccionar un marco histórico acertado para estos siglos que para cualquier otro período de la Historia de Egipto. Ninguna lista-de-reyes incluye las dinastías XXI a XXV, por lo que el Egiptólogo se ve obligado a apoyarse más de lo estrictamente deseable en los falseados extractos de la historia de Manetón - derivada en su mayoría de fuentes del Delta - que, en el mejor de los casos, ofrecen una imagen incompleta. Un cotejo cuidadoso de las listas manetonianas con las dispersas inscripciones de faraones y dignatarios locales del período, y las referencias cruzadas con fuentes procedentes del Oriente Próximo, han redundado en una cronología aceptada en sus puntos claves por la mayoría de los especialistas, aunque algunas áreas aún continúan siendo objeto de debate; a destacar, las relaciones y esferas de influencia de algunos gobernantes de provincia que se habían otorgado un estatus real durante los siglos VIII y XIX. A.C.


Con la excepción de yacimientos tales como Tanis, la evidencia que ha sobrevivido de este período en el Delta es, como de costumbre, muy pobre, y, si bien Tebas nos ha deparado una gran cantidad de objetos, y la estatuaria privada y el equipo funerario tienden a predominar, las fuentes económicas, como es el caso de los papiros administrativos, son muy escasas. Al ser en el norte donde la mayoría de los cambios más significativos de la época se fueron produciendo, no resulta fácil dibujar una imagen equilibrada del país.


PERFIL HISTÓRICO


El Tercer Período Intermedio se inauguró con una importante convulsión policía y una debilitación de la economía. La guerra civil fomentada por Panehsy, el virrey del Kush, conmocionó al país, y su consiguiente derrota y expulsión más allá de la frontera sur sólo supuso una victoria parcial del gobierno. La acción militar contra Panehsy no consiguió restablecer la autoridad egipcia en Nubia, y el control de los recursos de las tierras del sur – las minas de oro y el lucrativo comercio de los productos subsaharianos – se perdieron. De ahí que en las postrimerías del período Egipto sufriese una seria reducción de los beneficios procedentes de sus antiguas dependencias; como se insinúa en el Cuento de Wenamun, una narrativa que describe una expedición supuestamente enviada a Byblos por Herihor, a los nuevos gobernante egipcios puede que les faltase el prestigio en el Levante Oriental del que sus predecesores habían disfrutado.


Después del fallecimiento de Ramsés XI, hacia 1.069 a.C., la Dinastía XX, y con ella la era del Renacimiento, llegó a su final, pero los cimientos de una nueva estructura de poder estaban echados, y la transición a un nuevo régimen tuvo lugar sin altibajos. Bajo la Dinastía XXI Egipto estaba, aparentemente, unida, pero en realidad el control estaba dividido entre una línea de soberanos en el norte y una sucesión de mandos militares que también ocupaban el cargo de Sumo Sacerdote de Amón, en Tebas. Smendes (1.069-1.043 a.C.), una figura influyente de origen desconocido, fundó la dinastía en el norte, con su base de poder en el emplazamiento de Tanis, en el Desierto Oriental, una ciudad nueva cuyos principales monumentos se construyeron en su mayoría con material reusado traído de Piramesse y otros lugares del norte.


Se cree que Tentamun, probable esposa de Smendes, quizás fuese un miembro de la familia real ramésida. Aunque esta relación pudo haber sido un factor determinante en el ascenso al poder dl nuevo soberano, la creciente influencia del culto a Amón y de sus funcionarios fueron sin duda también muy significativas. Durante este período, el gobierno de Egipto fue, de hecho, una teocracia donde la autoridad política suprema estaba conferida al propio dios Amón. En un himno a Amón de un papiro de Deir el-Bahri, apodado “credo de la teocracia”, el nombre del dios está escrito dentro de un cartucho y al que se le dirige como el superior de todos los dioses, fuente y origen de la Creación, y el verdadero dios de Egipto.


Los faraones eran ahora meros gobernantes temporales que actuaban como nominados de Amón, y a los que las decisiones del dios se les daba a conocer mediante oráculos. Las tareas del gobierno teocrático están explícitamente documentadas en Tebas donde las consultas oraculares las formalizaba una institución regular de la Audiencia Divina del Festival, sita en Karnak. Los mismos principios se aplicaban también en el norte; a Smendes y Tentamun se les describe en Wenamun como los “pilares que Amón ha establecido para el norte y su tierra”, mientras que la ciudad de Tanis se desarrolló como la homóloga de Tebas en el norte, el centro principal de culto a Amón.


Se levantaron templos a la triada tebana y el rol de Tanis como ciudad santa se fomentó situando las tumbas de los faraones de la Dinastía XXI dentro del recinto del templo. Hasta qué punto Tanis realmente fue base del poder político de la época, es algo que bien puede cuestionarse ya que, hasta el día de hoy, las excavaciones no han revelado viviendas, monumentos privados, con la excepción de unos pocos bloques reusados de tumbas de cortesanos, o estelas de donación (es decir, registros de la concesión de tierras de cultivo a los dioses de los templos locales), en la zona. No obstante, sí hay evidencia de que Menfis funcionó como residencia de los soberanos del norte – hay registrado un decreto de Smendes que figura como expedido allí – y la antigua ciudad pudo haber servido de nuevo como una importante base administrativa.


Las actividades de los gobernantes del norte durante la Dinastía XXI están pobremente documentadas. Los trabajos de construcción de Psusenes I (1.039-991 a.C.) en Tanis y Menfis, y de Siamun (978-959 a.C.) son los vestigios más sobresalientes del propio Egipto, y parece que las relaciones con el Levante Oriental fueron esporádicas y poco aventureras. El matrimonio de una princesa real, quizás hija de Siamun, con el rey Salomón de Israel es un sorprendente testimonio del reducido prestigio de los soberanos de Egipto en el escenario mundial. En lo más alto del Imperio Nuevo, los faraones se desposaban de forma regular con hijas de príncipes de Oriente Próximo, pero se negaban a que sus propias hijas se casasen con soberanos extranjeros.


El más destacado de los comandantes del sur era el General Jefe, Herihor. Mediante la apropiación del cargo de Sumo Sacerdote de Amón, - e incluso, en ocasiones, de las titulaturas y galas propias de un faraón – la autoridad civil, militar y religiosa, combinadas, acabaron en manos de un solo individuo. No obstante, fue a los familiares del colega de Herihor, el general Piankh, a quienes más tarde pasaría el control, a plazo largo, del Alto Egipto. Todos estos individuos ostentaron el cargo de General Jefe y Sumo Sacerdote de Amón. Bajo los auspicios de la teocracia, sus poderes ejecutivos se derivaban de los oráculos de Amón, Mut, y Khons, a través de los cuales se sancionaban los nombramientos y decisiones políticas más importantes de los gobernantes. Aunque la autoridad temporal de los soberanos tinitas era reconocida formalmente en todo Egipto, y los militares de Tebas mostraron sólo pretensiones limitadas a su estatus real, eran ellos quienes tenían, por otra parte, el control real del Egipto Medio y Alto. Se fijó una frontera formal entre las dos regiones en Teudjoi (el-Hiba), al sur de la entrada al Fayum.


Aquí, así como en otros yacimientos a lo largo de El Nilo, los gobernantes del sur levantaron una serie de fortificaciones. Por otra parte, la principal actividad documentada en el sur durante la Dinastía XXI consistía en el sistemático desmantelamiento de los enterramientos reales del Imperio Nuevo en la necrópolis de Tebas. El Valle de los Reyes dejó de ser tierra de enterramiento real, la comunidad de constructores de tumbas de Deir el-Medina fue desmantelada, el contenido de las tumbas tomado para sí, y las momias ocultadas en escondrijos.


Después del reinado de Smendes y de su sucesor Amenemnisu (1.043-1.039 a.C.), el trono en el norte pasó a Psusenes I, hijo del comandante tebano Pinudjem I, y el control del Alto Egipto a su hermano Mekhenperra. De esta forma, durante algún tiempo la misma línea tebana gobernó todo Egipto, y las amigables relaciones entre norte y sur se mantuvieron mediante los matrimonios entre parientes de la extensa familia de los gobernantes. Aún así, la división del reino se mantuvo durante largo tiempo, indicación de que la descentralización fue tolerada por estos gobernantes.


Hacia 984 a.C., una nueva familia se hizo con el control en el Delta con las ascensión al trono de Osorkon el Viejo (984-978 a.C.), hijo del Jefe de Meshwesh, Sheshonq, un gobernante cuyo nombre y parentesco revela sus orígenes libios. Los comandantes tebanos retiraron sus reivindicaciones al estatus real, y de forma más abierta y utilizaron los nombres y las líneas de cambio de fechas de los monarcas del norte en documentos. Con todo, el Sumo Sacerdote tebano Psusenes finalmente acabaría convirtiéndose en faraón, en el norte, como Psusenes II (959-945 a.C.), el último soberano de la Dinastía XXI.


Para entonces, los libios ya constituían una presencia importante e influyente en Egipto. Aunque Merenptah y Ram habrían repelido importantes incursiones desde Meshwesh y Libu, el asentamiento de inmigrantes, los prisioneros de guerra y las tropas de guarnición continuaron, particularmente en el Delta y en la zona entre Menfis y Heracleópolis; se ha sugerido que para finales del Imperio Nuevo el ejército egipcio estaría casi por completo formado de mercenarios libios. La incipiente descentralización del gobierno durante la Dinastía XXI facilitó el crecimiento de bases de poder provinciales, y las dinastías locales de caudillos libios, descendientes de colonos del pasado Imperio Nuevo, pudieron aumentar su autonomía; las familias gobernantes, tanto en el norte como en el sur, durante la Dinastía XXI incluían individuos que llevaban evidentemente nombres libios, y puesto que alguna forma de aculturación sin duda se practicaba (como se verá más adelante), y otros muchos más probablemente aparecen enmascarados en los registros bajo nombres egipcios.


Fue, por lo tanto, sólo la culminación de una tendencia establecida cuando, a finales de la Dinastía XXI, en Tanis el trono pasó al Jefe de Meshwesh, Sheshonq (Sheshonq I (945-924 a.C.). Éste pertenecía a una familia asentada en Bubastis cuyos miembros habrían conseguido, mediante juiciosos matrimonios con la familia real y lazos con los sumo sacerdotes de Menfis, llegar a ser altamente influyentes en el Delta. La transferencia de poder de Psusenes II parece que se consiguió con un mínimo de oposición, que sería sin duda facilitada por el hecho de que Sheshonq era sobrino del anterior faraón tanita Osokon el Viejo, mientras que su propio hijo, el futuro Osokon I (924-889 a.C.) estaba casado con la hija de Psusenes II, Maatkara.


El reinado de Sheshonq (945-924 a.C.) destaca como un momento álgido del Tercer Período Intermedio. Rechazando las divisiones internas de la Dinastía XXI a favor de modelos de gobierno faraónicos del Imperio Nuevo, Sheshonq buscó restablecer la autoridad política del monarca. La teocracia siguió funcionando pero de una forma modificada; los oráculos continuaron existiendo pero ya no destaca como instrumento regular de la política. El nuevo reino estaba marcado por un cambio de actitud del Trono encaminado hacia la integridad territorial del país, la adopción de una política extranjera expansionista, y un ambicioso programa de construcción real. El intento por ejercer un control real directo sobre todo Egipto implicaba restringir el estatus virtualmente independiente de Tebas. Para conseguirlo, el cargo de Sumo Sacerdote de Amón se entregó a unos de los hijos de Sheshonq, el príncipe Iuput, que también era Comandante Jefe del Ejército, política que seguirían los futuros faraones. Otros miembros de la familia real y partidarios de la dinastía serían también nombrados titulares de importantes puestos, y se fomentó la lealtad de los detentadores del poder local mediante el matrimonio con hijas de la Casa Real.


Después de más de un siglo de pasividad por parte de los gobernantes egipcios, Sheshonq I intervino agresivamente en la política del Levante Oriental con el fin de reafirmar el prestigio egipcio en el lugar. Sus inscripciones en Karnak registran una expedición militar mayor hacia 925 a.C. contra Israel y Judá y las principales ciudades al sur de Palestina, incluyendo Gaza y Megiddo. El Antiguo Testamento hace referencia al mismo acontecimiento, afirmando (1 Reyes 14:25-6) que, en el quinto año de Roboam, “Sisac, rey de Egipto” se incautó de los tesoros de Jerusalén, añadiendo (2 Crónicas 12:2-6) que llegó con 1200 carros y un ejército formado por libios y nubios. Estas fuentes indican que la campaña fue lanzada para ayudar a Jeroboam, un expatriado de Egipto que reclamaba el Trono de Judá.


No obstante, si se pensaba que esto era una primera etapa de un programa para restablecer la autoridad egipcia en Palestina, sólo resultó ser un esfuerzo abortado. Sheshonq fallecería a su regreso a Egipto y bajo sus sucesores las relaciones con el Levante Oriental parece que revirtieron a meros contactos comerciales, a destacar la reapertura de relaciones con Byblos. El programa de construcción de Sheshonq incluía planes para un gran patio en el templo de Amón en Karnak, pero permanecería sin terminar a la muerte del monarca. La entrada conocida como “El Portal de Bubastis” - la única sección terminada – tiene inscripciones que registran las victorias en Palestina, siendo así una de las fuentes históricas más valoradas de todo el período.


Los esfuerzos para consolidar la unidad del reino continuaron bajo los sucesores de Sheshonq, pero el creciente poder de los gobernantes provinciales llevó a un debilitamiento del control con la consiguiente fragmentación del país. El puesto de Sumo Sacerdote de Amón y otros cargos claves volvieron a permitirse que fuesen hereditarios, y esto facilitó el desarrollo de bases de poder independientes. El nombramiento de familiares cercanos de los faraones para puestos importantes en grandes centros como Menfis y Tebas no consiguió frenar la creciente independencia de las provincias y, de hecho, probablemente aceleró el proceso.


En una interesante inscripción de una estatua en Tanis, Osorkon II (874-850 a.C.) solicita a Amón que confirme el nombramiento de sus hijos para ocupar varios altos puestos civiles y religiosos con la significativa salvedad de que “un hermano no debe tener celos de un hermano”. Desde mediados del siglo noveno a mediados del octavo a.C., el proceso de descentralización continuó y el poder de la Dinastía XXII disminuyó, ya que las provincias gobernadas por príncipes reales y jefes libios fueron aumentando su autonomía.


En Tebas, el Sumo Sacerdote Harsiese se proclamó rey, y sería enterrado Medinet Abu en un sarcófago con cabecera de halcón en clara imitación a las tradiciones funerarias de los gobernantes tanitas. Eventualmente, los intentos desde el norte de imponer la autoridad en Tebas condujeron a la violencia. Una larga inscripción del príncipe Osorkon, hijo de Takelot II (850-825 a.C.), tallada en el Portal de Bubastis, en Karnak (conocida como Crónica del Príncipe Osorkon), describe una serie de conflictos que surgieron al intentar éste implementar su autoridad como Sumo Sacerdote de Amón en Tebas frente a un grupo rival.


Durante el reinado de Sheshonq III (825-773 a.C.), y en los años siguientes, un gran número de gobernantes locales – particularmente en el Delta – serían virtualmente autónomos y algunos de ellos se proclamarían reyes. El primero de estos fue Pedubastis I (818-793 a.C.) que pudo haber pertenecido a la familia real de la Dinastía XXII. La ubicación de esta base de poder es incierta, pero en Tebas fue su autoridad y la de sus sucesores las que serían reconocidas, en preferencia al dominio de Tanis. Mientras que a estos soberanos locales algunos especialistas les asignan a la Dinastía XXIII, aún no está claro cuáles de ellos, si es que los hay, pueden considerarse de la “Dinastía XXIII” registrada por Manetón compuesta, quizás, por sucesores de la Dinastía XXII de Tanis.


Para alrededor de 730 a.C. había dos faraones en el Delta (en Bubastis y en Leontópolis), uno en Hermópolis, y uno en Heracleópolis, en el Alto Egipto; además de los del Delta, virtualmente independientes, había un “Príncipe Regente”, cuatro Grandes Jefes de Ma, y un “Príncipe del Oeste” en Sais. Este último, Tefnakht (727-720 a.C.), habría tomado todos los territorios del Delta Occidental y Menfis y continuaba adentrándose en dirección al norte del Alto Egipto.


Esta ilustrativa instantánea de la geografía política de Egipto se puede ver en una estela colocada en Gebel Barkal, cerca de la 4ª, Catarata, por el gobernante nubio Piy (747-716 a.C.). Durante la segunda mitad del siglo actavo a.C., los soberanos de Kush habían emergido como poderosos contendientes por el poder en Egipto. Después de un afianzamiento inicial de su autoridad por parte de Kashta, Piy, su hijo, lanzó una expedición militar en Egipto, ostensiblemente para frenar la política expansionista de Tefnakht, en Sais. Parece que las tropas de Piy habrían tomado Tebas sin esfuerzo, quizás debido a algún acuerdo previo con los representantes locales de la Dinastía XXIII, y las localidades y ciudades del norte del Alto Egipto habrían capitulado rápidamente o habría sido sitiadas y conquistadas. Menfis ofreció resistencia y fue tomada por asalto, tras lo que las dinastías se rindieron a Piy, reconociéndole como Jefe Supremo.


Después de esta demostración de fuerza, Piy regresó a Nubia, dejando la situación política en Egipto prácticamente como estaba. Durante la década siguiente Tefnakht asumió el estatus de faraón; él y su sucesor, Bakenrenef (Bocchoris) constituyen la Dinastía XXIV. Aunque con base en Sais, la autoridad de Bakenrenef fue pronto reconocida por todo el Delta, y hasta Heracleópolis, en el sur. Pero los nubios, habiendo saboreado una vez el poder en Egipto no estaban dispuestos a tolerar su pérdida. Hacia 716 a.C., el sucesor de Piy, Shabaqo (716-702 a.C.), lanzó una nueva invasión. En esta ocasión Egipto fue formalmente anexionada a Kush, y Shabaqo y sus sucesores – Shabitqo, Taharqo, y Tanutamani – serían reconocidos por historiadores posteriores como la Dinastía XXV


Según Manetón, Bakenrenef fue ejecutado, pero el gobierno centralizado no se restablecería nunca. En su lugar, los monarcas kushitas gobernaron como Jefes Supremos, y permitieron que las dinastías conservasen el control de sus feudos. Para que se les reconociese como auténticos faraones egipcios, mostraron respeto por las tradiciones religiosas y culturales egipcias, e intencionadamente buscaron un nexo ideológico con las grandes eras del pasado egipcio; en particular con el Imperio Antiguo. Para entonces, Menfis sería promocionada hasta llegar a ser la residencia preferida por los kushitas en Egipto, y se impulsarían las nacientes tendencias arcaizantes que les llevaría a un resurgimiento de tendencias artísticas, literarias y religiosas inspirándose en los antiguos tiempos.


En el sur, Tebas conservó su preeminente estatus, pero el poder del Sumo Sacerdote de Amón se vería eclipsado. En su lugar, el cargo de “Divina esposa de Amón” creció en importancia; esta sacerdotisa célibe solía ser una princesa real, quien a su vez escogería a su sucesora de entre las jóvenes de la familia real, eliminando así la posibilidad de que surgiese una sub-dinastía de base tebana que amenazase la autoridad política del faraón.


Los gobernantes nubios también siguieron una política agresiva con relación a las antiguas posesiones egipcias y socios comerciales en Palestina. Su intervención en las políticas de esta región durante el inicio del siglo séptimo a.C. les llevaría, desgraciadamente, a una confrontación directa con el poderío asirio que estaba en pleno proceso de ejercer su control sobre esta zona del Levante Oriental. En consecuencia, la mayor parte del reinado de Taharqo (690-664 a.C.) estaría ocupado por los continuos esfuerzos desesperados para defender Egipto de la agresión asiria. Finalmente, después del saqueo de Tebas por los ejércitos de Ashurbanipal (663 a.C.), el último monarca kushita sería expulsado de forma permanente de Egipto, and sería Psamtek de Sais, que había sido instalado por los asirios como gobernante vasallo, quien recobraría la independencia para Egipto.


Y después de este bosquejo histórico del período que nos ocupa, pasamos a una nueva Hoja Suelta; esta vez para abordar un sub-período conocido como Período Libio, en el que tienen cabida las Dinastías XXI a XXIV; siempre de la hábil mano de John H. Taylor, del Museo Británico.


RAFAEL CANALES


En Benalmádena-Costa, a 15 de abril de 2011


Bibliografía:


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