sábado, 27 de noviembre de 2010

El Período Amarna y el Tardío Imperio Nuevo (c.1.352-1.069 A.C.) 3/6.- Repercusiones del Período Amarna. Tutankamón. Ay. Horemheb


Estatua de Tutankamón. Tebas, Templo de Karnak, hacia 1.320 A.C. (Pinchar y Ampliar)

Tutankhamun was a royal prince who became king when he was only nine years old. He was married as a boy to his half-sister, Ankhesenpaaten. Because he was so young, he was advised by a group of powerful officials.
Looking at his mummy tells us that he was only about 17 when he died suddenly, but exactly how is still a mystery. He was buried in the Valley of the Kings, and lay there undisturbed until an archaeologist called Howard Carter found the tomb in 1922.
This temple statue clearly shows the face of the young Tutankhamun. This is despite it being altered by a later king, Horemheb, who tried to erase him from the record.
(Base de Datos del Museo Británico)

REPERCUSIONES DEL PERÍODO AMARNA

Aunque el episodio Amarna duró escasamente veinte años, su impacto fue enorme. Es, quizás, por sí solo, el acontecimiento más importante de la vida religiosa y cultural de Egipto, y dejó profundas cicatrices en la conciencia colectiva de sus habitantes. En la superficie, el país volvió a la religión tradicional de antes de Akenatón, pero la realidad es que nada volvió a ser lo mismo. Algunos de los cambios se pueden detectar en las disposiciones de los entierros de la élite, siempre un buen barómetro para conocer las fluctuaciones de las actitudes religiosas.

Más a destacar es la evolución de la arquitectura de tumbas. En Menfis en particular, aparecen las tumbas autónomas que en todos los aspectos esenciales parecen templos. En Tebas, las tumbas cavadas en la roca continúan usándose, pero su arquitectura y decoración se adaptan al mismo nuevo concepto, el de la tumba como el templo mortuorio privado de su propietario, cuyo culto funerario está integrado al culto a Osiris. A este dios, que habría sido prohibido por Akenatón, se le veía universalmente ahora como la manifestación nocturna de Ra, y su rol en los asuntos funerarios aumentó dramáticamente, comparado con los días que precedieron al Período Amarna.

En estas tumbas, el símbolo solar par excellence, la pirámide, antes una prerrogativa real, descansaba en el techo de la capilla central, generalmente con una piedra de remate (piramidión), mostrando escenas de adoración frente a Ra y a Osiris. En las propia capilla central, la estela principal, foco central del culto, generalmente mostraba una doble escena, emplazada simétricamente, que estaba formada por estos dos dioses sentados espalda-con-espalda. Estatuas que antes habrían sido colocadas típicamente en templos, empezaron a aparecer en tumbas privadas, incluyendo imágenes de varias deidades, y las “estatuas naophorous”, que muestran al fallecido sujetando una capilla con la imagen de un dios.

Nota aclaratoria:

La Estatua Naophorous es una estatua que en realidad consta de dos estatuas: la primera es de un hombre arrodillado que presenta al segundo, que representa a Osiris, el Dios de los Muertos. Este tipo de estatua apareció por vez primera durante la Dinastía XIX, pero ganó popularidad en el Período Tardío. El término “estatua naophorous” se deriva de la palabra “naos”, que significa “santuario” en griego. Este nombre se le daba a las estatuas de los dioses que se colocaban frente a un funcionario o sacerdote, que podía estar, como en la estatua, de rodillas o de pie.

Los relieves y pinturas en los muros de las tumbas no tenían ya como objetivo primordial mostrar escenas de la carrera u ocupación profesional del propietario – si bien estas escenas no desaparecen por completo – sino que se concentran en mostrarle adorando a Ra, Osiris, y una amplia variedad de otros dioses y diosas, vestido con un largo sayo de lino plisado – con frecuencia llamado erróneamente el “traje de la vida cotidiana” - y tocado con una elaborada peluca. El mismo traje festivo también aparece en los sarcófagos antropomorfos y shabtis que, hasta ese momento, habían mostrado al difunto exclusivamente como una momia.

A excepción de uno o dos ejemplos de muy a principios del reinado de Tutankamón, las escenas que representaban al difunto haciendo ofrendas al faraón, desaparecen por completo; su lugar lo ocupa ahora Osiris entronizado. En general, las escenas y textos religiosos, normalmente tomados del "Libro de los Muertos" dominaron la decoración de las tumbas post-Amarna. Ilustraciones y extractos de textos de varias composiciones funerarias, exclusivamente reales, tales como la “Letanía de Ra” y los llamados “Libros del Submundo” empezaron a aparecer en las paredes de las tumbas privadas; primero en Deir el-Medina, pero pronto también en todas partes. Todas estas facetas se pueden entender como una reacción contra la monopolización total por parte de Akenatón del culto funerario de sus súbditos, y el rol de los templos de El Atón en la religión amarniense como nueva “Vida en la otra Vida”. Los propietarios de tumbas disponían ahora de sus propios templos en los que podían adorar a los dioses sin la intervención del faraón, cuyo rol, ahora, se veía restringido.

Los cambios en la cultura funeraria mencionados son sintomáticos de una relación entre dioses y devotos totalmente diferente, así como el papel que jugaba el faraón en esta relación. En otros 200 años más, la consecuencia final de esta cosmovisión se haría patente con la realización de la así llamada “Teocracia tebana”, por la que se pensaba que el propio Amón reinaba como faraón de Egipto, gobernando a sus súbditos mediante intervención directa en forma de oráculos. Pero, no obstante, antes de que se pueda discutir este tema, habría que volver a la historia política y dinástica de Egipto inmediatamente después del Período Amarna.

TUTANKAMÓN

El joven Tutankatón era aún un niño cuando ascendió al Trono en Amarna, pero poco después, quizás incluso durante el primer año de reinado, abandonó la ciudad fundada por su padre. La gente continuó viviendo en Aketatón durante algún tiempo pero la Corte regresó a Menfis, sede tradicional del gobierno. Se restauraron los viejos cultos y Tebas se convertiría, de nuevo, en el centro religioso del país. El nombre del faraón cambió al de Tutankamón, y el epíteto “Soberano de la Heliópolis Meridional”, referencia deliberada a Karnak como centro de culto del Dios-Sol Amón-Ra, le fue añadido. El nombre de su gran esposa real, su media-hermana Ankhesenpaaten, se cambió de igual forma por el de Ankhesennamón.

Tutankamón no fue, ni mucho menos, el primer soberano en la historia de la dinastía que ascendió al Trono cuando niño. Tanto Tutmosis III como Amenhotep III eran muy jóvenes en sus ascensiones, pero en ambos casos un miembro femenino adulto de la familia real (Hatshepsut y Mutemwiya, respectivamente) actuaron como regentes durante sus primeros años. Esta opción no existía ahora; así que el rol de regente lo asumió un oficial militar de rango, sin lazos con la familia real, el Comandante-en-Jefe del ejército, Horemheb.

Sus títulos como regente indican que se había ganado el derecho a suceder a Tutankamón en caso de muerte sin descendencia. De hecho Horemheb acabaría siendo faraón, y en su "Texto de la Coronación" – inscripción única que reseña su ascenso al poder, y que aparece tallada en la parte posterior de una estatua, hoy en el Museo de Turín – parece sugerir que fue él quien aconsejó al faraón que abandonase Amarna “cuando una vez que el caos había irrumpido en el propio palacio”; es decir, después de la muerte de Akenatón y la de su efímero sucesor. Parece obvio que el ejército habría llegado a la conclusión de que el experimento de Akenatón había acabado en desastre, y habría retirado su apoyo a las reformas religiosas que inicialmente había ayudado a que se implementasen; otro dato revelador del importante papel que jugaron los militare en toda la trama.

Los templos a los dioses estaban en ruinas y sus cultos abolidos. Los dioses, pues, habían abandonado a Egipto; si se les rezaban, ya no contestaban, y, cuando se envió al ejército a Siria para ampliar las fronteras de Egipto, éste no tuvo éxito. La importancia de esta última sentencia probablemente nos muestra el porqué el ejército ya no apoyaba la política de Amarna. Durante el reinado de Akenatón, Mitanni, aliada de Egipto, había sido derrotada por los hititas que constituían ahora el mayor poder del Norte. Esto habría propiciado que algunos vasallos de Egipto intentasen establecer un estado de contención independiente entre las dos potencias. Egipto había empezado a perder algunos de sus territorios de ultramar ,y el ejército, limitado a acciones policiales en Siria, no podía hacer nada al respecto.

Con la ascensión de Tutankamón, lógicamente estas restricciones se levantaron, ya que los relieves del patio interior de la magnífica tumba menfita de Horemheb, decorada por esta época, incluye la reivindicación de que su nombre “había sido re-nombrado en tierras de los hititas”, sugiriendo así que, a principios del reinado de Tutankamón, Horemheb habría estado envuelto en una confrontación con los hititas. Estas escaramuzas, al igual que otras más adelante, parece que no lograron un equilibrio de poder. Por otra parte, los simultáneos intentos para reafirmar la autoridad egipcia en Nubia, documentados por los mismos relieves, probablemente tuvieron más éxito.

En el propio Egipto, se puso en movimiento una importante campaña para restaurar los templos tradicionales y reorganizar la administración del país. La iniciativa estaba encabezada por el Tesorero Jefe de Tutankamón, Maya, que fue enviado en misión especial a los templos, desde el Delta a Elefantina, con objeto de recaudar impuestos sobre sus ingresos, que habrían sido anteriormente desviados hacia los templos de El Atón. Algunas de las medidas que más adelante se describen en el "Texto de la Coronación de Horemheb" y en su "Gran Edicto de Karnak", pudieron haber sido tomadas durante el reinado de Tutankamón. Maya también fue responsable de la demolición gradual de los templos y palacios de Akenatón; primero en Tebas, pero después también e Amarna.

La mayoría de los talatats encontraron su camino hacia las cimentaciones y pilonos de nueva construcción de Luxor y Karnak. Maya, en calidad de supervisor de los trabajos del Valle de los Reyes tuvo que haber organizado el traslado de los restos mortales de Akenatón a una pequeña tumba sin decorar en el valle; suponiendo que, en efecto, el cuerpo encontrado en la KV55 sea el de Akenatón, como parece probable; más adelante, sería responsable de los enterramientos de Tutankamón y de sus sucesor, Ay (1.327-1.323 A.C.), y de la reorganización de la "Ciudad de los Trabajadores" en Deir el-Medina, al comienzo de los trabajos en la tumba de Horemheb.

LOS REINADOS DE AY Y HOREMHEB

Los acontecimientos que rodean la muerte de Tutankamón están lejos aún de estar claros. El faraón falleció de forma inesperada en su décimo año de reinado en un momento en que Egipto estaba enfrascado en una importante confrontación con los hititas que acabaría con la derrota egipcia en Amqa, no lejos de Qadesh. La noticia del desastre llegó a Egipto más o menos coincidiendo con el fallecimiento de Tutankamón. No se sabe si el propio Horemheb lideraba las tropas egipcias en esta batalla, pero el hecho de que no parece que estuviese involucrado en las gestiones relacionadas con el entierro de Tutankamón, a pesar de su rol como regente y presunto heredero, es altamente sugerente.

Por el contrario, Ay, Consejero Mayor de la Corte, que había sido uno de los funcionarios de más confianza de Akenatón, y probable familiar de la Reina Tiya, esposa de Amenhotep III, condujo las exequias y, poco después, ascendió al Trono. Al parecer, en un principio lo haría como una especie de faraón interino, ya que la viuda de Tutankamón, Ankhesenarnun, estaba intentando negociar una paz con los hititas mediante una carta al rey hitita, Shupiluliuma, en la que le pedía que le enviase a un hijo suyo para casarse con ella lo que le convertiría en Rey de Egipto, de forma que Egipto y Hatti serían “un solo país”; un paso extraordinario dado, quizás, instigado por el propio Ay.

Esta petición fue recibida con enorme recelo en la capital hitita, y cuando Shupiluliuma finalmente se cercioró de las honorables intenciones de la reina egipcia, envió a su hijo Zannanza a Egipto, pero el infortunado príncipe fue asesinado en route, quizás por fuerzas leales a Horemheb en Siria. El resultado fue la prolongación sine die del estado de guerra con los hititas.

El faraón Ay, que ya sería bastante mayor cuando ascendió al Trono, reinó durante al menos tres años completos. Un fragmento de carta cuneiforme parece sugerir que intentó desagraviar a los hititas negando cualquier responsabilidad en la muerte del príncipe, pero no tuvo éxito.

También se esforzó en evitar que Horemheb hiciese valer sus derechos después de su muerte nombrando a un jefe militar llamado Nakhtmin – posiblemente un nieto suyo – como su heredero. A pesar de ello, Horemheb consiguió ascender al Trono después del fallecimiento de Ay, y tardó poco en poner en marcha la mutilación de los monumentos de su predecesor y la destrucción de los de su rival Nakhtmin.

Si el camino de Horemheb al Trono estuvo sembrado de dificultades, su reinado (1.323-1.295 A.C.), en cambio, parece haber estado exento de contratiempos. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que existen pocas inscripciones de las postrimerías de su reinado. Incluso su duración es todavía incierta; el último año de reinado documentado es el 13, pero hay muchos que, basándose en la cronología babilónica, y dos textos póstumos más, pretenden que su reinado duró casi dos veces este período. El estado inacabado de su tumba real en el Valle de los Reyes (KV57), no obstante, incluso si se hubiese empezado antes del año 7, sería difícil de reconciliar con un reinado tal largo.

Los problemas con los hititas sobre los territorios del norte de Siria, continuaron. Es incluso posible que Horemheb llegase a algún acuerdo con su enemigo, ya que un texto hitita posterior habla de un tratado que habría entrado en vigor antes de que se rompiese durante los reinados de Muwuatalli y Sety I (1.294-1.279 A.C.).

En casa, Horemheb se embarcó en un número de proyectos de edificios mayores, incluyendo el Gran Salón Hipóstilo en Karnak. Es posible que también acometiese la demolición sistemática de la ciudad de Amarna, aún habitada por entonces. Dos fragmentos de piedra, incluyendo la base de una estatua mostrando sus cartuchos, se encontraron en ese lugar. La reorganización del país también se llevó a cabo con gran entusiasmo. El Gran Edicto, que publicó en una estela en el templo de Karnak, enumera un gran paquete de medidas legales tomadas con objeto de poner fin a abusos tales como el requiso ilegal de embarcaciones y esclavos, el robo de pieles de ganado, el impuesto ilegal sobre las tierras de cultivo privadas y el fraude en la tasación de impuestos legales, así como la extorción de los alcaldes locales por parte de funcionarios que organizaban la visita anual del faraón al festival Opet durante el viaje de Menfis a Tebas, y regreso. Otros párrafos tratan de la regulación de los tribunales locales de justicia, el personal del harem real y otros empleados del estado, y el protocolo de la Corte.

Quizás, lo más destacado del reinado de Horemheb sea la forma en que lo legitimó; después de todo, él era un plebeyo y, por lo tanto, incapaz de aportar un vínculo “genealógico” con el dios dinástico Amón. Se suele admitir que su reina, una cantante de baladas del dios Amón llamada, Mutnedjmet, debería identificarse como una hermana de Nefertiti del mismo nombre, pero esto no es muy probable ya que, al parecer, ella se convirtió en esposa suya mucho antes de sus ascensión al Trono, aparte del hecho de que la fuerza legitimadora de dicho matrimonio real habría sido muy cuestionada, dadas las circunstancias.

En su "Texto de la Coronación", Horemheb no oculta su origen plebeyo, pero en cambio pone mucho énfasis en el hecho de que, cuando era un muchacho, fuese escogido por el dios Horus de Hutnesu - presumiblemente su localidad natal - para ser Rey de Egipto; luego continúa describiendo cómo fue cuidadosamente formado para su futura tarea como faraón en funciones y príncipe regente, una reivindicación ampliamente apoyada por las inscripciones en su tumba pre-real, de la necrópolis menfita. Es, pues, Horus de Hutnesu quien finalmente lo presenta a Amón durante la procesión del Festival Opet, y quien entonces procede a coronarle como faraón.

Así que Horemheb debe su realeza al deseo de su dios personal y a la elección divina durante una aparición pública de Amón; es decir, mediante un oráculo. En este aspecto, la coronación de Horemheb se asemeja a la de Hatshepsut (1.473-1.458 A.C.) quien también habría sido elegida mediante un oráculo después de haber sido regente. No obstante, al menos Hatshepsut pudo reivindicar su sangre real y hacer hincapié en que Amón la había engendrado con la Reina Madre, tema que Horemheb cuidadosamente evitó mencionar en su Texto de la Coronación.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Y salimos así de la penumbra, o semioscuridad, que envuelve este período final de la Dinastía XVIII rodeado de sombras, que sólo permite conjeturas sobre temas tan trascendentales como la prematura y enigmática muerte de Tutankamón, génesis de tantas y controvertidas teorías y opiniones.

El Egiptólogo y paleopatólogo norteamericano, Doctor Bob Brier, Ph.D., plantea la teoría del asesinato en su bien documentado e interesante libro titulado “The Murder of Tutankhamen” (Berkley Books, New York, revised edition, 2005).

Sombras son también la acelerada ascensión al Trono de Ay; su rápido nombramiento de un sucesor; la angustiosa carta de la viuda de Tutankamón al rey hitita; el asesinato del hijo de éste enviado a Egipto para desposarse con ella; la posible implicación de Ay/Horemheb en el magnicidio; la aparente y sospechosa ausencia de Horemheb de la Corte durante esta trama; la rocambolesca auto-legitimación real de Horemheb; y otras.

En la “Hoja Suelta” que sigue, nos adentraremos en el Período ramésida, dentro ya de la Dinastía XIX, iniciando así un camino que nos llevará, en volandas y de la mano de nuestro eterno y docto guía, al anochecer del Imperio Nuevo.

Y, como Nota Aclaratoria para los menos doctos, puntualizar que la Paleopatología es la disciplina científica que estudia las enfermedades padecidas por personas o animales en la Antigüedad, a través de vestigios hallados en los huesos, restos orgánicos e inmediaciones donde se hallan dichos restos.

RAFAEL CANALES


En Benalmádena-Costa, a 4 de diciembre de 2010

Bibliografía:

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