Estatua de granito rojo del Faraón Sobekemzaf. Probablemente de Karnak, Dinastía XVII, hacia 1.650 A.C. ("Pinchar" y ampliar)
Esta impresionante escultura representa un inusual ejemplo de estatua real de la Dinastía XVII (hacia 1.650 A.C.) y, de hecho, la mayor pieza de escultura real conocida de la época. Poco se conoce del faraón Sobekemzaf, aunque con se sabe con certeza que llevó a cabo proyectos de construcción en el templo de Madamud. La inscripción que aparece en la estatua, menciona a Amun-Re, lo que hace pensar que la estatua fue erigida en Karnak.
La figura muestra una interesante mezcla de estilos esculturales; mientras la cara ha sido modelada muy cuidadosamente, y es naturalista, el torso está tallado de una forma muy estilizada. El vaciado de los ojos es muy impactante, aunque la escultura original habría tenidos los ojos incrustados.
Un examen a más corta distancia ha revelado cómo los habrían fijado. Aunque normalmente esto se haría con yeso, se aprecia un par de pequeños taladros que atraviesan los párpado en los que se podían introducir unas pequeñas clavijas que los mantendrían en posición. Es evidente que este método tuvo éxito; el daño ocasionado alrededor de los ojos da idea de la fuerza considerable que se tuvo que aplicar para desprender el taraceado completo.
AVARIS Y TEBAS, EN GUERRA
El escenario estaba ya preparado para la guerra; los reyes tebanos dominaban su región; Kamose había reconquistado Buhen, con lo que la ruta a las minas de oro quedaba expedita; a los nubios de Kerma se les había hecho retroceder hacia el sur; y una armada se tenía ya preparada para la guerra. Tal como lo pone Kamose: “Me enfrentaré a él y puede que le abra el vientre en canal; pues es mi deseo rescatar a Egipto y expulsar a los Asiáticos”.
La mayoría de nuestras fuentes bélicas proceden del lado tebano y, como era de suponer, muestran a los tebanos como los protagonistas más fuertes y beligerantes. La guerra debe de haber durado al menos treinta años, ya que sabemos que el faraón Seqenenra Taa, el padre de Ahmose, luchó contra los Hyksos, pero que Avaris no fue tomada hasta los años de reinado entre el 18 y el 22 de Ahmose. Después del saqueo de la ciudad, inmediatamente o no, Ahmose partió con su armada hacia Palestina en una campaña que culminaría en un asedio de tres años, cerca de Gaza. Se suele dar por hecho que Sharuhen fue el último baluarte de los Hyksos, pero sobre este punto, las fuentes permanecen mudas.
Esta guerra no se libró de forma continuada: las campañas eran de corta duración y los ejércitos, comparados con los modernos, eran reducidos. Ahmose, hijo de Ibana, un importante oficial militar que sería enterrado en Elkab, en una tumba cavada en roca, describe cómo dio muerte a dos hombres y capturó a otro - en batallas en las inmediaciones de Avaris - que para él eran lo suficientemente valiosos como para poder optar a las recompensas en oro prometidas por propio faraón.
Se sabe de un primer incidente que tuvo lugar durante el reinado de Seqenenra Taa, que ahora se piensa que Senakhtenra Taa y él eran la misma persona. Un papiro escrito durante el reinado del soberano de la Dinastía XIX, Merenptah (1.213-1.203 A.C.), unos 350 años más tarde, conserva fragmentos de una supuesta historia sobre el primer altercado entre Seqenenra y Apepi. Se dice que se inició con una protesta de Apepi de que el ronquido de los hipopótamos de Tebas lo mantenían despierto. A Seqenenra se le describe como el “Príncipe de la Ciudad del Sur”, mientras que Apepi es "Rey" (nesu), a quien todo Egipto pagaba tributo. La historia se interrumpe cuando Seqenenra convoca a sus consejeros, pero la estructura de la narrativa es tan cercana a la de los textos de Kamose, que parece como si este incidente fuese el preludio de la batalla.
Deir el-Ballas, yacimiento de un asentamiento construido sobre tierra virgen al borde del desierto, a unos 40 km de Tebas, nos ofrece alguna evidencia adicional de la actividad militar desplegada durante el reinado de Seqenenra. La interpretación del Arqueólogo norteamericano George Reisner (1867-1942) en 1900, y más recientemente estudiada (1980-86) por el Dr. Peter Lacovara, Director de Arte Egipcio, Nubio y Oriente Próximo, del Museo “Michael C. Carlos”, no es clara, pero la fecha de la primera fase del yacimiento, los reinados de Seqenenra Taa, Kamose y Ahmose, no presentan dudas.
Durante el reinado del propio Seqenenra, se construyó un palacio dentro de un enorme recinto amurallado. Como el resto de edificios de Ballas que han sobrevivido, estaba hecho de adobe, con los marcos de la puerta y las columnas de piedra caliza. Estaba formado por una serie de patios y un largo corredor de entrada alrededor de una zona central elevada donde, se supone, se alzaban los apartamentos privados reales. Las paredes iban pintadas en un estilo burdo, con escenas que mostraban escenas de hombres y armas, decoradas con baldosas de fayenza. Hacia el oeste, había un recinto con grandes corrales.
Al otro lado del muro del recinto amurallado, había grupos de grandes casas privadas muy dispersas ; un grupo de casas más pequeñas dispuestas de modo aleatorio para los trabajadores; una zona abierta para preparar los alimentos; y un taller textil. En el extremo sur más alejado, en una colina que dominaba el río y rodeaba el desierto, había una plataforma que servía de soporte a un edificio, ahora destruido, al que se tenía acceso mediante una monumental escalera. Parece muy probable que se tratase de un puesto de observación militar.
Entre la cerámica de Ballas había una gran cantidad de productos “Kerma”; especialmente los tipos utilizados para cocinar y para la conservación de alimento. No existen dudas de que gran cantidad nubios de Kerma vivían allí junto a los egipcios. Parece difícil evitar llegar a la conclusión de que el propósito de este asentamiento, construido deliberadamente en un lugar remoto, fue militar; quizás con la intención de reunir un ejército que estuviese compuesto de un gran contingente de nubios.
El examen de la momia de Seqenenra muestra que falleció de forma violenta. La frente presenta un corte de hacha horizontal; los pómulos están hechos añicos ,y la parte posterior del cuello muestra la huella de una puñalada. Se ha argumentado que la forma de la herida de la frente sólo coincide con la de un hacha del tipo de las de la Edad de Broce Medio, similar a las encontradas en Tell el-Dab’a. Las hachas egipcias, como las que se ven representadas en las paredes del palacio de Ballas, tienen forma diferente.
Ésta evidencia representa, hasta ahora, la que más nos cuenta de una importante batalla contra los Hyksos que habría tenido lugar durante el reinado del faraón; una en la que el propio rey sería brutalmente aniquilado. El ángulo de la puñalada sugiere que el faraón ya estaba boca abajo cuando fue sacrificado.
Kamose sucedió a Seqenenra Taa. Se suele afirmar que era hijo del faraón, hermano mayor de Ahmose, pero en realidad no se sabe quiénes eran sus padres, y su ataúd no lleva ningún uraous, el emblema real. Sólo hay testimonio del tercer año de reinado de Kamose en la estela de Karnak y en la inscripción de Buhen. Ambas expediciones a Buhen y a Avaris tuvieron lugar antes o durante el tercer año de reinado; el primero precediendo al segundo.
Kamose fue un guerrero; “Kamose el Bravo” era uno de sus más usados epítetos, aunque es probable que muriese poco después del año 3. Sin embargo, su culto funerario, asociado con el de Seqenenra Taa, perduró hasta la era ramésida; al menos una de sus estelas en Karnak permaneció en pie durante más de 200 años después de su muerte.
Utilizando los textos de las dos estelas de Kamose y la copia casi contemporánea encontrada en una tabla para escribir en una tumba de Tebas, podemos reconstruir su expedición a Avaris. Hipérbole aparte, esta campaña fue lejos de ser definitiva – quizás no dejó de ser algo más que una incursión – porque que la destrucción final de Avaris no tuvo lugar hasta más de veinte años más tarde, y porque el oponente de Kamose era Aauserra Apepi, el más poderoso y longevo de los reyes Hyksos.
Kamose partió primero de Tebas hacia el norte, con su ejército y su armada, habiendo enviado antes una avanzadilla de exploradores con objeto de reconocer la posición de las guarniciones enemigas. El saqueo de Nefrosis, al norte de Cusae, está descrito gráficamente: “como leones con su presa, así fue mi ejército con los sirvientes, con su ganado, con su leche, con su manteca y su miel, repartiendo sus posesiones con el corazón pleno de júbilo”.
Conforme avanzaba hacia el norte, interceptó en Sake (el-Mes) un mensajero enviado por Apepi al rey de Kush, lo que hizo que enviase soldados al Oasis Vaharina para que cortasen las comunicaciones y para “prevenir que el enemigo se posicionase a mis espaldas”. Le sigue un espacio en blanco hasta que Kamose alcanza Avaris, donde despliega su flota por los accesos hídricos que rodean la ciudad a fin de conseguir un bloqueo, mientras patrulla las riberas del río para prevenir un contraataque.
Nos describe cómo las mujeres de palacio observaban detenidamente desde el baluarte a los egipcios como “pequeñas lagartijas saliendo de sus escondrijos”. Luego le sigue la tradicional perorata jactanciosa a Apepi: “Cuidado, estoy bebiendo el vino de tus viñas… Estoy arrasando tu residencia palaciega, talando tus árboles”, y una lista del pillaje que estaba llevando a cabo. A pesar de la rimbombancia, está claro que Avaris no fue atacada, y Apepi se negó a atacarle. Los textos de Kamose terminan con el feliz regreso del rey: “todos los rostros brillaban de alegría, la tierra era rica, la ribera del río estaba emocionada, y Tebas estaba de fiesta”.
Desde nuestra actual perspectiva es difícil juzgar cuál fue el daño infringido a los Hyksos por la campaña de Kamose. Todos sus logros tuvieron que repetirlos su sucesor, y el almirante, Ahmose, hijo de Ibana, no hace mención alguna a Kamose, aunque su padre y él mismo sirvieron sucesivamente en las flotas de batalla de Seqenenra Taa y Ahmose. No hubo ningún inmediato seguimiento por parte tebana y pasaron al menos once años hasta que un ejército bajo Ahmose se abrirse camino luchando hacia el norte.
La razón de esta tregua fue que, tanto Kamose como su oponente Aauserra, habrían fallecido. Le sucedieron Ahmose y Khamudi, respectivamente. Ahmose era un muchacho, y el reino lo mantuvo unido la Reina Madre, Ahhotep. Los epítetos que se les dedican son únicos: “la que ama a Egipto; y cuida de sus soldados… ha hecho regresar a los fugitivos, y recogió a los desertores; ella pacificó el Alto Egipto, y arrojó a los rebeldes”.
La última fase de la guerra fue en el undécimo año de reinado de un faraón desconocido, a veces identificado como Ahmose, otras como Khamudi. La evidencia consiste en fragmentos de notas que aparecen en el reverso del Papiro Matemático de Rhind. El anverso se copió en el año 33 del reinado de Aauserra Apepi, en una región donde los acontecimientos se dataron por los años de reinado de los reyes Hyksos; la alta especialización del tema y la alta calidad del papiro hacen sugerir que fuese Menfis su lugar de origen. En el reverso aparecen unas notas: “Año 11 de reinado, segundo mes del shemu – se entró en Heliópolis; primer mes del akhet, día 23 – el Príncipe del Sur penetró en Tjaru. Día 25 – se rumorea que se habría entrado en Tjara”. Tjaru puede ser identificada como la fortaleza de Tell el-Habua, y – en opinión del que escribe – el “Príncipe del Sur” se debe identificar con Ahmose, mientras que el año 11 pertenece a Khamudi, cuyo nombre, sin años de reinado, aparece en el Canon de Turín.
La estrategia de Ahmose parece que consistía en evitar Menfis y atacar Heliópolis, y, luego, tres meses más tarde, a mediados de octubre, cuando el nivel del agua de la inundación hubiese empezado a bajar, sus hombres y sus carros de combate podrían penetrar de nuevo en el valle y atacar Tell el-Habua, lo que produciría el efecto de cortar a los Hyksos de una retirada hacia Palestina, atravesando el norte del Sinaí.
Disponemos de tres fuentes contemporáneas de la campaña: una, la biografía de Ahmose, hijo de Ibana; dos, la evidencia física de Tell el-Dab’a; y tres, fragmentos de un relieve narrativo procedente del templo de Ahmose en Abydos. Ahmose, hijo de Ibana, lógicamente se centra más en su propio rol, lo que hace que su perspectiva sea más subjetiva y, por tanto, limitada pero, por otra parte, totalmente libre de la postura grandilocuente de los textos Kamose. Los relieves de Abydos sobre Ahmose, descubiertos en 1993, por otra parte, nos invitan a una fugaz mirada a sus protagonistas: los caballos de los carros de guerra de los egipcios; la flota de guerra real; los soldados destruyendo las cosechas; un cautivo Hyksos que muestra una cabeza totalmente rapada, barba de varios días, y una soga alrededor del cuello; un guerrero Hyksos con el brazo levantado, vestido con una prenda plisada, de mangas largas; y un caos de cuerpos que luchaban y caían. El relieve puede incluir episodios de las últimas campañas del faraón en Siria y Palestina, pero el centro de la narrativa nos habla de una flota de guerra, y esto sólo se puede referir al asedio de Avaris.
Ahmose, hijo de Ibana describe una serie de episodios en Avaris y, puesto que desconocemos la duración de las campañas desde el asedio al saqueo, su relato puede contener eventos que se extienden a lo largo de varios años. Su estilo narrativo directo sugiere de forma contundente que los acontecimientos que se reseñan guardan un orden cronológico. Si se acepta este razonamiento, se puede reconstruir la campaña de la siguiente forma:
Ahmose, hijo de Ibana, forma parte de la tropa de soldados de la nave “Nothern” – quizás la nave real – que capitanea la flota de guerra. Llegan a Avaris y, después de una batalla, el faraón comienza el asedio. Mientras esto ocurre, el ejército lucha para pacificar las zonas colindantes. Ahmose, hijo de Ibana, es designado a una nueva nave, muy apropiadamente bautizada como “El Levantamiento de Menfis”, que lucharía en las aguas de Avaris, aniquilando al enemigo. Le quedaba aún por luchar en dos frentes: uno, “de nuevo en este lugar – presumiblemente Avaris – y otro al sur de la ciudad”. Sólo después de estas escaramuzas, informa de forma lacónica: “Avaris fue saqueada y de alli me traje yo mi recompensa: tres mujeres… Su Majestad me las dio como esclavas".
El historiador judío Josephus consideraba a los Hyksos como los fundadores de Jerusalén, de ahí que su versión de Manetón incluya una detallada información de los acontecimientos una vez que fueran expulsados de Egipto por Ahmose. Sobre el asedio de Avaris dice: “Ellos (los Hyksos) cercaron (Avis) con un alto y grueso muro que protegía posesiones y recompensas. El faraón egipcio intentó mediante el asedio que se rindiesen bloqueando la fortaleza con un ejército de 480.000 hombres. Finalmente, desesperado, levantó el sitio y acabó firmando un tratado mediante el cual los Hyksos se comprometían a abandonar Egipto”.
La evidencia del propio Avaris tiende a confirmar esta imagen de éxodo masivo más que la de una matanza posterior a la victoria de Ahmose. Se aprecia una ruptura en todo el yacimiento entre los últimos estratos Hyksos y los de principios de la Dinastía XVIII, en su mayor parte por la aparición de un nuevo repertorio cerámico. El mismo fenómeno aparece igualmente en Menfis, como ya hemos podido ver. Después de esta ruptura, no hay evidencia alguna de ninguna otra ocupación por pueblos con mezcla de las culturas egipcia y de la Edad de Bronce Medio mientras que en algunas partes del yacimiento, la ocupación cesó de forma repentina.
Por otra parte, el culto a Seth, reteniendo los atributos de un dios-de-la-tormenta sirio, continuó, y se extendió durante el Imperio Nuevo. Los últimos estratos Hyksos, como hemos podido ver, fueron testigos de la mayor expansión de la ciudad, y de la construcción de inmensas fortificaciones defensivas. Puede que éstas hubiesen sido ejecutadas durante el reinado del faraón Khamudi, pero no habrían sido suficientes.
Es posible encontrar alguna explicación de la derrota por una pista que nos inclina a pensar que, cuando el asalto final tebano se llevó a cabo, el guerrero ideal de élite para los Hyksos no se correspondía en nada con la realidad. Las hachas y dagas de guerra del estrato D/3 eran de cobre sin aleación, mientras que las de los estratos anteriores eran de una aleación de bronce y latón, lo que redundaría en un arma con un filo cortante de calidad muy superior. Se ha llegado a sugerir que la interrupción del suministro de latón debe descartarse, y que la explicación se encuentra más bien en un cambio en las funciones de las armas; de un uso práctico a uno de estatus y representación. En contraste, las armas del mismo período del Alto Egipto estaban fabricadas con una aleación de bronce y latón lo que habría dado a los tebanos una clara ventaja en los combates cuerpo-a-cuerpo.
Generalmente se da por hecho que los Hyksos introdujeron el caballo y el carro de combate, al no haber evidencia de lo contrario durante el Imperio Medio, mientras que aparecen a principios de la Dinastía XVIII. En Tell el-Dab’a, tampoco hay evidencia de carros de combate, y la evidencia de presencia de restos óseos de caballos es ambigua. Sin embargo, en Tell el-Habua, un esqueleto completo encontrado en un contexto de finales del Segundo Período Intermedio, ha sido identificado positivamente como el de un caballo. Los textos de Kamose hablan de los caballos del enemigo y los equipos de carros de combate de Avaris, como parte del botín de Kamose, lo que podría explicar su introducción en el Alto Egipto. En los relieves de Ahmose, en Abydos, aparecen caballos, y caballos enganchados a carros de combate; aún más, los carros de combate no son simples prototipos, sino que son exactamente comparables a los que aparecen en el templo mortuorio de Tutmosis II.
A pesar de la derrota de los Hyksos, la baladronada de la Reina Hatshepsut “He expulsado la abominación de los dioses, y la tierra ha borrado sus huellas”, ha sido refutada gracias al esmerado trabajo realizado por el Profesor Manfred Bietak, Arqueólogo austriaco, y su equipo en Tell el-Dab’a. El Profesor Bietak es actualmente Profesor de Egiptología en la Universidad de Viena, y Director del Instituto Austriaco de Arqueología en El Cairo. Se le conoce principalmente por su labor como director de dos excavaciones en el Delta de El Nilo: Tell el-Dab’a y Piramesse. Es responsable del descubrimiento de la enorme tumba de Ankh-Hor, Mayordomo Mayor de la Divina Esposa de Amun Nitokris I (Dinastía XXVI).
RAFAEL CANALES
En Londres, a 13 de mayo de 2010
Bibliografía:
“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
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“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
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“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“Pharaos and Mortals: Egyptian Art in the Middle Kingdom. A Catalogue”, Janine D. Bourriau, Cambridge University Press, 1988.
“British Museum Database”.