miércoles, 3 de noviembre de 2010

El Período Amarna y el Tardío Imperio Nuevo (c.1.352-1.069 A.C.) 1/6.- Amenhotep IV / Akenatón


AMENHOTEP IV/AKENATON
Museo Nacional de Alejandría

(Pinchar y Ampliar)

EL GRAN HIMNO A ATÓN

“… Tú apareces hermoso por el horizonte del firmamento, ¡oh! Atón vivo, que has dado inicio al vivir. Cuando te elevas sobre el horizonte oriental, colmas de tu belleza todas las tierras. Tú eres bello, grande, resplandeciente, excelso sobre cada pueblo; tus rayos circundan las tierras hasta el límite de todo lo que tú has creado. […] Tú estás lejos, pero tus rayos están en la tierra. […] Cuando marchas en paz al horizonte occidental, la tierra queda en la oscuridad, como muerta. […]"
"Yace la tierra en silencio, su creador reposa en el horizonte. Al alba tú reapareces por el horizonte, resplandeces como Atón durante el día. La tierra entera se pone a trabajar. Cada animal disfruta de su pasto. Árboles y arbustos reverdecen. […] Tú procuras que las mujeres sean fecundas, tú, que haces viriles a los hombres, tú, que haces vivir al hijo en el seno de su madre, que le calmas para que no llore, tú, nodriza de quien está aún en el vientre. […] ¡Cuán numerosas son tus obras! Ellas son incognoscibles para el rostro [de los hombres], tú, dios único fuera del cual nadie existe. Tú has creado la tierra a tu albedrío, cuando estabas solo, con los hombres, el ganado y los animales salvajes, y todo lo que está sobre la tierra–y camina sobre sus pies–es todo lo que está en el cielo–y vuela sobre sus alas-."
"Y los países extranjeros, Siria, Nubia y la tierra de Egipto, tú has colocado a cada hombre en su lugar, te has ocupado de sus necesidades. Cada uno y su alimento, y está contada su duración en vida."
"Sus lenguas son distintas en palabras y su escritura también, así como su piel. Has diferenciado a los pueblos extranjeros. […] Y todos los países extranjeros y lejanos, tú haces que vivan también ellos. […] Tus rayos alimentan todas las plantas, cuando tú brillas, ellas viven y prosperan por ti. Tú haces las estaciones para que se desarrolle todo lo que creas…”

El Gran Himno a Atón constituye la mayor expresión mística del período que nos atañe y se considera una obra magistral de la literatura religiosa. El texto fue hallado en la tumba concebida para Ay en la necrópolis meridional de Aketatón. Aunque se ha subrayado con frecuencia el sorprendente parecido con el Salmo 104 de David, es oportuno recordar que el texto se ajusta perfectamente a la antigua tradición religiosa de los himnos que los teólogos egipcios dedicaban al sol. Este canto de amor y entusiasmo, el más vibrante que haya legado la literatura del Antiguo Egipto constituye, asimismo, un magnífico ejemplo de 'neoegipcio', el idioma hablado, con toda probabilidad, desde finales del Imperio Medio, y considerado lengua 'oficial' precisamente desde el período de Amarna.

A MODO DE PREÁMBULO

Se inicia un nuevo capítulo, el 10º, en el que se pretende cubrir lo que resta del Imperio Nuevo incluyendo, claro está, el controvertido Período Amarna que, a pesar de su relativa corta vida, sigue siendo el período de la Historia Antigua de Egipto que ha atraído más atención de egiptólogos, arqueólogos, filólogos, antropólogos, teólogos e historiadores, y profanos en general. Son muchos los profesionales que han dedicado, y dedican, su vida profesional al estudio de Amarna y al faraón que la creó; al cisma religioso que intentó imponer; a sus orígenes y a sus consecuencias, inmediatas y futuras; a sus repercusiones e influencia en otras religiones.

Su autoría, como siempre, ha recaído en un erudito en el tema. El Doctor Jacobus van Dhij, prolífico autor de numerosos libros, tratados, ensayos y artículos en general sobre el Antiguo Egipto, e infatigable investigador, es Director del Departamento de Estudios Religiosos-Egiptología, Facultad de Teología y Estudios Religiosos, Universidad de Groningen (Países Bajos). Su formación académica y experiencia no pueden ajustarse más a las exigencias del delicado y muy especializado tema que le toca desarrollar.

Se puede pensar en el faraón Akenatón - personaje principal del Período Amarna - como el crisol en el que se depuran y purifican aquellas tendencias y posturas teológicas que la Dinastía XVIII tan claramente venía ya arrastrando e imponiendo, pero de cuyo arraigo real en la sociedad nada se sabe.

La figura de Akenatón es vilipendiada y denostada por unos, e idealizada y encumbrada por otros, todo ello cuando la realidad sigue siendo una: Que poco o casi nada se sabe de él y de su entorno. Lo que queda, pues, son meras conjeturas viciadas.

INTRODUCCIÓN

Cuando Amenhotep III fallece, deja atrás un país tan rico y poderoso como jamás lo había sido. El tratado con Mitani alcanzado por su padre, trajo paz y estabilidad, y dio fruto a una cultura extraordinariamente exquisita. Un alto porcentaje de los ingresos generados por el propio Egipto, y por el comercio exterior, se empleó en proyectos de construcción a una escala sin precedente; las inscripciones nos hablan de enormes cantidades de oro, plata, bronce y piedras preciosas usadas en la decoración de los templos. La riqueza de Egipto se veía simbolizada en el tamaño de sus monumentos; todo tenía que ser mayor que lo anterior; desde los templos y palacios hasta los escarabeos; desde las colosales figuras del faraón hasta los shabtis de su élite.

La paz también cambió la actitud del pueblo egipcio hacia sus vecinos extranjeros, que ya no eran vistos, de entrada, como las hostiles fuerzas del caos que rodeaba a Egipto, del mundo creado al principio de los tiempos. La Corte de Amenhotep se había convertido en un centro de la diplomacia de importancia internacional, y los amistosos contactos con los vecinos de Egipto propiciaron la existencia de una atmósfera abierta a las culturas foráneas.

Durante la primera época de la dinastía, los inmigrantes habrían introducido en Egipto sus dioses nativos y algunas de sus deidades habrían llegado a asociarse con el soberano egipcio, especialmente en su aspecto bélico, pero ahora los pueblos extranjeros eran vistos como parte de la creación divina, protegidos y sustentados por el benevolente dominio del Dios-Sol, Ra, y de su representante terrenal, el faraón.

LA RELIGIÓN DEL IMPERIO NUEVO

El Dios-Sol y el faraón yacían en el fondo del pensamiento teológico y en la práctica cultual egipcia según éstos evolucionaban a lo largo de los siglos. El curso diario del Dios-Sol, que a la vez era el dios creador primigenio, garantizaba la existencia continuada de su creación. En el templo, el viaje diario del Dios-Sol a través de los cielos se iniciaba simbólicamente por medio de rituales e himnos, cuyo objeto principal consistía en mantener el orden creado del Universo. El faraón jugaba un papel crucial en este ritual diario; él era el oficiante principal, el Sacerdote-Sol, que poseía un conocimiento íntimo de todos los aspectos del curso diario del Dios-Sol. Cada amanecer era una repetición de “la primera ocasión”, la creación del mundo en el Principio. El propio Ra emprendía un ciclo diario de muerte y de renacimiento; cada puesta de sol entraba en el Submundo, donde era regenerado y preparado para renacer en la mañana como Ra-Horakhty.

La Luz no podía existir sin la Sombra; sin Muerte, no podría haber Regeneración ni Vida. Junto con el Dios-Sol, los muertos también renacían; se unían a Ra en su viaje diario y acometían el mismo ciclo eterno de Muerte y Resurrección. Osiris, el dios de los Muertos y del Submundo, con el que el fallecido estaba tradicionalmente identificado, se veía cada vez más como un aspecto de Ra, y lo mismo es aplicable para los otros dioses, pues, si el Dios-Sol era el creador primigenio, entonces todos los demás dioses habrían emergido de él y eran, por lo tanto, aspectos suyos. En este sentido, hay una tendencia hacia una forma de monoteísmo inherente a la religión del Imperio Nuevo Egipto.

Hacia finales del reinado de Amenhotep III el culto de muchos dioses, además de su deificado sí mismo, estaba solarizado e iba en aumento, pero a la vez, el faraón parecía haber intentado equilibrar este desarrollo encargando un gran número de estatuas de una multitud de deidades, y desarrollando, a la vez, el culto a sus manifestaciones terrenales como animales sagrados. Sin embargo, en los himnos de finales del reinado, al Dios-Sol se le sitúa alejado de los otros dioses; él es el Dios Supremo que está solo, lejos en el cielo, mientras los demás son parte de su creación, junto con los hombres y los animales. El sucesor de Amenhotep iba pronto a encontrar una solución radicalmente diferente al problema de Unidad y Pluralidad.

Aunque la sede del gobierno durante la mayor parte del Imperio Nuevo estuvo en la capital del norte, Menfis, los soberanos de la Dinastía XVIII eran oriundos de Tebas, y esta ciudad continuó siendo el centro de culto religioso más importante del país. Su dios local, Amón (el oculto) se había asociado con el Dios-Sol Ra, y como Amón-Ra, Rey de los Dioses, se le adoraba en todos los templos más importantes de Egipto, incluido Menfis. El faraón era el hijo carnal de Amón, nacido de la unión del dios con la reina madre, en un matrimonio sagrado que se renovaba anualmente durante el Festival Opet en el templo de Amón, en Luxor.

Durante las grandes procesiones que formaban parte de este importante festival, al faraón se le aclamaba públicamente como la encarnación terrenal de Amón; de esta forma, el faraón y el dios se veían ligados íntimamente en una poderosa amalgama de lazos religiosos y políticos. Todo esto había hecho de Amón-Ra el dios más importante del país, cuyo templo recibía una parte substanciosa de la riqueza de Egipto, y cuyo sacerdocio había adquirido un poder político y económico considerables. Esto, también pronto iba a cambiar bajo el sucesor de Amenhotep III.

AMENHOTEP IV Y KARNAK

Pocas dudas pueden haber de que Amenhotep IV fuese coronado oficialmente por Amón, de Tebas, ya que se le describe como “El que Amón ha escogido (para gozar de gloria durante millones de años)” en algunos escarabeos de principios de su reinado, pero esta referencia atribuida a Amón no puede ocultar el hecho de que el nuevo rey estaba claramente dispuesto, desde su ascensión, a hacer las cosas a su manera. Exactamente cuándo tuvo lugar dicha ascensión es aún objeto de polémica; está claro que originalmente no se contaba con que Amenhotep sucedería a su padre, ya que se sabe que había un príncipe Tutmosis desde principios del reinado de Amenhotep III. A Amenhotep IV se le menciona como el “verdadero hijo del faraón” en uno de los muchos sellos de jarras de barro encontradas en el palacio de su padre en Malkata, en su mayoría asociadas con tres festivales-sed (jubileos) celebrados por Amenhotep III durante los siete últimos años de su reinado.

En cuanto al tema de una posible corregencia entre Amenhotep III y IV, las opiniones están divididas; algunos eruditos han optado por ese período de gobierno compartido, durante doce años; otros, lo más que han admitido es la posibilidad de un corto período de solape de entre uno y dos años; mientras que la mayoría lo rechaza por completo.

Amenhotep IV comenzó su reinado con un amplio programa de construcción en Karnak; el propio centro del culto a Amón. Se desconoce la ubicación exacta de estos templos, pero algunos, quizás todos, estaban situados al este del recinto de Amón y orientados hacia el este; es decir, hacia la salida del Sol. Los templos que empezó a construir aquí y allá no estaban, sin embargo, dedicados a Amón sino a la nueva imagen del Dios-Sol cuyo nombre oficial era “El que vive, Ra-Horus del horizonte, que se regocija en su identidad de Luz que está en el disco solar”, larga fórmula que pronto aparecería encerrada en dos cartuchos, al igual que los nombres de un faraón, y que con frecuencia iba precedida, en las inscripciones reales, de las palabras “mi Padre vive”.

El nombre del dios podía a veces acortarse a “el disco solar viviente” (o, utilizando la palabra egipcia, “el Atón”). La palabra en sí no era nueva, se había utilizado anteriormente para referirse al cuerpo celestial visible del Sol. Durante el reinado de Amenhotep III este aspecto del Dios-Sol fue creciendo en importancia, especialmente en los últimos años de su reinado. Durante los festivales-sed del faraón, su Yo deificado había sido identificado con el Dios-Sol, y en varias inscripciones, más claramente en una en el pilar posterior de una estatua recientemente descubierta, el faraón se llama a sí mismo “el Deslumbrante Atón”.

Originalmente, esta nueva imagen del Dios-Sol se representaba en la forma tradicional, como un hombre con cabeza de halcón coronada por un disco solar, pero al principio del reinado de Amenhotep IV, esta iconografía se abandonó a favor de una forma radicalmente nueva de representar a un dios; como un disco con rayos terminados en manos que tocaban al faraón y a su familia, y les ofrecían símbolos de vida y poder, a la vez que recibían sus ofrendas. Si bien el Atón claramente goza de prioridad sobre los dioses restantes, aún no los reemplaza totalmente. Si bien el Atón claramente goza de prioridad sobre los dioses restantes, aún no los reemplaza totalmente.

Uno de los templos de Karnak está consagrado a un festival-sed, un hecho poco común, ya que los faraones no solían celebrar su primer jubileo antes del trigésimo año de su reinado. Desgraciadamente, se desconoce la fecha exacta de este festival de Amenhotep IV, pero debe de haber tenido lugar dentro de los primeros cinco años de su reinado y, posiblemente, alrededor del año 2 o 3; de haber sido así, puede que ocurriese a intervalos regulares de tres años después del último festival-sed de Amenhotep III, que se había celebrado no mucho antes de su muerte.

Esto proporcionaría otro argumento en contra de una supuesta corregencia entre Amenhotep III y IV. El Atón, que está presente en todos y cada uno de los episodios de los festivales de jubileo representados en los muros del nuevo templo, es ahora, de forma evidente, idéntico al solarizado difunto Amenhotep III, y el festival-sed celebrado por su hijo, es tanto un festival para el Atón como para el nuevo faraón, aunque éste no sea, por necesidad, el principal protagonista de los rituales. El Atón es el “padre divino” que reina Egipto como corregente celestial de su encarnación terrenal, su hijo. Que el jubileo de Karnak no estuviese considerado como el primer festival-sed oficial de Amenhotep IV, lo demuestra una inscripción posterior en la que un cortesano de Amarna incluye en sus oraciones funerarias un deseo de ver al faraón “en su primer jubileo”, indicando claramente que dicho festival aún no se había celebrado.

Otro rasgo extraordinario de los edificios de Karnak de Amenhotep IV es la prominencia sin precedentes de la esposa del faraón, Nefertiti, en las decoraciones de los templos y, por consiguiente, en los rituales que se celebraban en ellos. Una construcción estaba dedicada en sus totalidad sólo a ella, con total ausencia en los relieves de su real esposo. A Nefertiti se le da un nuevo nombre, Neferneferuaten y, acompañada con frecuencia de su hija mayor, Meritaten, ejecuta numerosos rituales que hasta entonces habían estado reservados al faraón; entre ellos, el del mantenimiento del orden universal, “Mostrando a Maat”, y el del dominio de los poderes del caos, “Castigando al enemigo”.

En esta temprana etapa del reinado no era ya tanto la actuación de Nefertiti como corregente de su esposo, como que la pareja real, juntos, representan a los míticos gemelos de la religión tradicional, Shu y Tefnu, la primera pareja de divinidades procedente del andrógeno dios creador, Atum. La triada original compuesta por Atum, el padre primigenio, su hijo Shu y su hija Tegnu, es reemplazada por una triada compuesta por Atón, como padre, y el faraón y su esposa, como sus hijos vivos. La iconografía única de la pareja regia representada en estatuas y relieves, reflejan la nueva interpretación de su estatus divino.

AKENATÓN Y AMARNA

A principios de su quinto año de reinado, Amenhotep IV decidió cortar todos los lazos con la capital religiosa tradicional de Egipto y su dios Amón, y construir una ciudad totalmente nueva en tierra virgen, que se consagraría exclusivamente al culto de El Atón y de sus hijos. Al mismo tiempo cambió su nombre por el de Akenatón, que significa “el que de hecho actúa en nombre de El Atón” o quizás “manifestación creativa de El Atón”. A la nueva ciudad, conocida hoy como Amarna, se le llamó Aketatón, “Horizonte de El Atón”, es decir, el lugar donde El Atón se manifiesta y donde actúa a través de su Hijo, el faraón, que es “el Hijo perfecto de El Atón viviente”. Aún se desconoce si existían motivos políticos, además de religiosos, para una decisión tan drástica, si bien el faraón parece insinuar cierta oposición a sus reformas religiosas en el decreto inscrito en una serie de “estelas fronterizas” que delimitaban el territorio de Aketatón.

Oposición tuvo que haber existido, especialmente por parte del desposeído sistema sacerdotal de los grandes templos de Amón en Tebas, y probablemente de cualquier otra parte del país. Incluso antes de marchar a Aketatón, algunas de las ganancias procedentes de los cultos ya establecidos habrían sido desviadas hacia el culto de El Atón, y la situación debe de haberse deteriorado aún más cuando el faraón dejó la ciudad del dios Amón para marchar a su nueva capital.

Antes de proceder al análisis de esta ciudad, sus habitantes y la nueva religión “atonista”, según se practicaba en el lugar, habría que hacer un breve resumen de los principales eventos políticos del reinado de Akenatón. Se desconoce exactamente cuándo cambió su residencia a Aketatón, pero es probable que tuviese lugar dentro del primero o segundo año de su fundación; los juramentos prestados por el faraón en aquella ocasión en relación a los límites del territorio de la ciudad, se renovaron en el año 8 de su reinado. Una vez tomada la decisión de marchar, todas las actividades de construcción en Tebas cesaron, aunque el nombre original del faraón se borró de las inscripciones y fue sustituido por el nuevo.

Una vez que Akenatón estaba firmemente asentado en su nueva residencia, tuvo lugar una nueva radicalización de sus reformas religiosas. En el año 9, la fórmula oficial del nombre de El Atón se cambió a “el que vive, Ra, soberano del horizonte que se regocija en su identidad de Ra, el Padre, que ha vuelto como el Disco-Solar”. Aunque esta fórmula suprime el nombre del dios Horus, que huele demasiado a conceptos tradicionales, pone incluso más énfasis en la relación padre-hijo entre El Atón y el faraón.

Probablemente, a la vez que este nombre cambió, los dioses tradicionales fueron prohibidos por completo, y se inició una campaña para borrar sus nombres y esfinges – en especial las de Amón – de los monumentos, tarea hercúlea que sólo pudo haberse consumado con la ayuda del ejército. Los templos estatales tradicionales se cerraron, y el culto a sus dioses se paralizó. Y, quizás lo más importante, los festivales religiosos con sus procesiones y festividades, dejaron de celebrarse.

El papel del ejército durante el Período Amarna ha sido subestimado desde hace tiempo; en parte porque a Akenatón se le tachaba de pacifista. Sin embargo, más recientemente, se ha reconocido no sólo que el programa de reforma política y religiosa del faraón nunca habría tenido éxito sin un respaldo militar activo, sino también que Akenatón envió sus tropas al exterior para aplastar una rebelión en Nubia en el año 12. Incluso se ha sugerido que pudo haber estado involucrado en una confrontación con los Hititas quienes, durante el reinado de Akenatón, habrían derrotado a los hurrianos del imperio de Mitanni, aliado de Egipto, destruyendo así el equilibrio de poder que había existido durante varias décadas, aunque el archivo diplomático de Aketatón – las “Cartas de Amarna” - muestra que la actividad militar de Egipto en el norte de Siria solía limitarse a acciones policiales, cuyo objetivo primordial consistía en prevenir que los volátiles estados vasallos cambiasen de bando. Y fue en el año 12 que tuvo lugar una gran ceremonia durante la que el faraón recibió el tributo de “todos los países extranjeros unidos en uno”, evento que bien pudo estar relacionado con la campaña nubia del mismo año.

Y terminamos esta “Hoja Suelta” en la que se ha ofrecido una breve reflexión sobre la religión del Imperio Nuevo, seguida de una reseña, también breve, de las distintas tendencias reformistas político-religiosas del nuevo faraón según la dicotomía Amenhotep IV/Akenatón. Todo ello, claro está, de la mano del Egiptólogo holandés, Doctor Jacobus van Dhij.

RAFAEL CANALES


En Benalmádena-Costa, a 15 de noviembre de 2010

Bibliografía:


“Akhenaten: The Heretic King. Donald B. Redford, Princeton University Press, 1984.
“Akhenaten, King of Egypt”. Cyril Aldred, Thames and Hudson, 1988.
“Akhenaten: Egypt False Prophet. Nicholas Reeves, Thames and Hudson, 2001.
“Akhenaten and the Religion of Light”. Erik Hornung, Cornell University Press, 1999.
“Akhenaten. Dweller in Truth. Naguib Mahfouz, Anchor Books, 2000.
“Pharaohs of the sun: Akhenaten”. R.E. Freed, Y.J. Markowitz and S.H. D'Auria (eds.), London, Thames & Hudson, 1999.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2002.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

miércoles, 27 de octubre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 9/9.- Tiya. Relaciones Internacionales. Administración


Estela de Amenhotep III y la Reina Tiya procedente de la casa de Panehsy, Tell el-Amarna, Dinastía XVIII, hacia 1.340 A.C. (Pinchar y Ampliar).

The reign of King Amenhotep IV (Akhenaten) (1.352-1.336 BC) brought a very different style of art to Egypt for a few years. This is clearly associated with the religious changes which Akhenaten started, centred around the cult of the sun disc, known as the Aten. Features of this style include the use of more relaxed poses, accentuated stomachs and heads, and the motif of the sun disc with its life-giving rays.
In the new theology of Amarna, Akhenaten was the sole intermediary of the Aten, and thus all addresses to the deity had to go through him. Houses contained small shrines to the king for this purpose. The shrine in the house of Panehsy contained this plaque that unusually shows Akhenaten's father, Amenhotep III (1.390-1.352 BC) beneath the sun disc, in the style usually confined to Akhenaten and his officials, though Amenhotep III did identify himself with the sun in the later years of his life.
The name of the old god Amun was proscribed on monuments of the Amarna Period, and so Amenhotep III is identified here by his throne name Nebmaatre.
(Base de Datos del Museo Británico).


LA REINA TIYA

Tiya fue la mujer de mayor influencia en el reinado del faraón y sobrevivió a su marido por lo menos en unos cuantos años. Fue de tal importancia para él que no sólo aparecían juntos en las paredes de los templos en Soleb y el Oeste de Tebas acompañándole en las fiestas del jubileo, sino que fue deificada en su propio templo de Sodeinga, en la Alta Nubia, y se convirtió en parte integrante del programa de construcción real. Como Ojo Solar de Ra en Sudan, se habría unido a la deidad Nebmaatra para regresar a Egipto y restaurar el orden en el mundo (Maat). El rol que no representó fue el de “Esposa del Dios Amun”, de ahí su escasa representación en los monumentos de Karnak y Luxor.

Fallecido su esposo, el rey de Mitania, Tushratta, le escribió pidiéndole que recordase a su hijo Amenhotep IV/Akenatón las estrechas relaciones que habían existido entre él y Amenhotep III. Es posible que a su muerte se le enterrase primero en Amarna y que fuese trasladada más tarde a la KV 22, o a la KV 55, o a ambas. Ella había dado a luz a Satamun, Henuttaneb, Nebetiah, e Isis, todas ellas representadas en estatuas y pequeños objetos asociados con la pareja real. Satamun fue la hija más encumbrada por Tiya, y se encontraron sillas hechas para ella en la tumba de Yuya y Tuya (KV 46). Ostentó el título de “Gran Esposa Real” simultáneamente con su madre, Tiya, mientras que a las otras hijas se les conocía como “Esposas del Faraón” o “Consortes del Faraón”.

El significado económico, y en particular el religioso, bajo Amenhotep III, del matrimonio con sus propias hijas, ha sido ya comentado varias veces en este capítulo y se remonta al inicio de la dinastía. Al emparejar a su esposa y a sus hijas con él en los monumentos, Amenhotep III fomentaba la imagen del Dios-Sol acompañado de las diosas madres (Nekhbet, Nut, Isis) y de las hijas de Ra (Hathor, Maat, Tefnut). Y en un sentido más práctico, el faraón ampliaba sus posesiones; no mediante el matrimonio con personajes no reales, sino casándose él mismo con la propia riqueza. Solicitó y le fue concedida la mano de la princesa de Babilonia como esposa, y se desposó igualmente con dos princesas de Mitania; una de ellas, Taduhepa, llegaría a Egipto justo a tiempo para convertirse en viuda, y más tarde, en esposa de Amenhotep IV.

Entre los hijos varones de Amenhotep III y Tiya estaba Amenhotep IV. Se desconoce quién fue la madre de un hijo del faraón y sacerdote-sem, Tutmosis, que pudo haber sido mayor que Amenhotep. Se desconoce también si el faraón tuvo más hijos de sus matrimonios con esposas extranjeras, pero hay un número de cortesanas, príncipes y princesas, conocidos de nombre por los objetos funerarios desenterrados cerca de Malkata. Algunos de ellos pueden haber sido miembros de la familia real; otras, esposas menores.

RELACIONES INTERNACIONALES EN EL REINADO DE AMENHOTEP III

En el año 5 del reinado de Amenhotep III, hubo una campaña en Nubia que se conmemoró en la Isla de Sai, así como en Cnosos, y a lo largo de la carretera al sur de Aswan. El virrey de Kush pudo haber supervisado la acción militar, pero si esto lo hizo Merymose, o el anterior titular, Amenhotep, se desconoce. Merymose dejó su propia inscripción en Semna en la que se describe una acción contra Ibhet; probablemente en la Baja Nubia. La campaña del año 5 fue en Kush; probablemente al sur de la 5ª Catarata. La intención de construir la fortaleza de Khaemmaat, en Soleb, donde el faraón también construyó un templo, pudo haber sido prevenir nuevas interferencias por parte de la Alta Nubia. La antigua capital de la Alta Nubia, en Kerma, estaba casi directamente al otro lado del río de Soleb, así que el emplazamiento pudo haber sido escogido para subrayar el sometimiento kushita a Egipto.

Las relaciones internacionales con el resto de países del Antiguo Egipto se llevaron a cabo mediante misiones diplomáticas. La cantidad de material egipcio en suelo griego aumentó dramáticamente durante el reino de Amenhotep III, y los nombres de ciudades egeas incluyendo Micenas, Festos, y Cnosos, aparecen por vez primera en escrituras jeroglíficas inscritas en las bases de estatuas del templo funerario real. La correspondencia entre Amenhotep III, y varios de sus pares en Babilonia, Mitania y Arzawa, se ha conservado en forma de escritura cuneiforme sobre tabletas de barro.

Estas cartas, muchas de ellas procedentes del archivo de la capital de Akenatón, Amarna, demuestran la posición de poder de que disfrutaba Amenhotep III cuando negociaba el casamiento de sus hijas con otros soberanos. De las cartas se desprende la existencia de una fuerte relación entre Amenhotep III y el rey de Mitania, Tushratta, mientras que el rey de Babilonia, Burnaburiash, que llegó al poder en época más tardía del reinado de Amenhotep, parece que dudaba más del poderío egipcio. A mediados del siglo catorce B.C. se alcanza, ciertamente, uno de los niveles más altos de influencia de Egipto en el mundo antiguo, y supuso la culminación de actividades de casi todos los faraones de la Dinastía XVIII.

LA ADMINISTRACIÓN EN LA DINASTÍA XVIII

Las estructuras administrativas globales en uso durante la Dinastía XVIII se caracterizan por sus tendencias claras, y por algunas situaciones inconclusas. Muy pocos han sido los funcionarios de Ahmose y de Amenhotep I que hayan sido identificados con absoluta certeza para poder señalar las familias y regiones que habrían estado representadas en la corte real de principios de la Dinastía XVIII. Para mediados, sin embargo, a los amigos más cercanos del faraón se les enterraban, bien en Tebas, o en Saqqara, siendo de la primera de donde la mayoría de nuestra documentación procede.

Desde el reinado de Hatshepsut en adelante, los funcionarios de élite de los que podíamos esperar una capilla decorada en su tumba y un pozo funerario, en Tebas o Saqqara, eran el visir; el tesorero, literalmente, inspector del Sello; los inspectores de las casas del oro y de la plata; los administradores reales; los inspectores de graneros de Egipto, o de Amun; el hijo del faraón, e inspector de los países del sur; los heraldos reales, o mayordomos, con frecuencia involucrados en la diplomacia; niñeros reales, hombres y mujeres; alcaldes regionales, a veces enterrados en sus propios distritos locales; el Gran Sacerdote de Amun (Tebas); el Gran Sacerdote de Ptah (Saqqara); el segundo, tercero y cuarto sacerdotes de Amun; y los inspectores del ejército, así como ciertos niveles de escribas reales.

Es obvio que a los faraones de la Dinastía XVIII les interesaba acumular apoyos de las poderosas familias de élite, como ya se comentó a la vista de escenas del entronizado soberano en tumbas privadas del reinado de Hatshepsut y Tutmosis III, por lo que familias poderosas ejercieron cargos de Visir y Gran Sacerdote de Amun en las cortes de Hatshepsut y Tutmosis III, durante sus reinados. Importantes miembros de la Corte de Tutmosis III, incluidos el visir User (TT 61 y TT 131), su administrador y contador del grano para Amun, Amenemhat (TT 82), y el inspector de graneros de Amun, Minnakht (TT 87), tenían cámaras funerarias con parecidas versiones de la Letanía a Ra, y del Amduat.

El reciente estudio de los textos de User llevado a cabo por el egiptólogo Erik Hornung subraya las prerrogativas reales asumidas por individuos de la élite en tiempos de Hatshepsut y Tutmosis III. Una de las dos tumbas de Senenmut (TT 71 y TT 373) fue diseñada para emular un enterramiento real, e incluía un techo astronómico como los que se usarían más adelante en el Valle de los Reyes. Otras formas de acceso privilegiado a los monarcas también surgieron como, por ejemplo, mediante la concesión de enterramientos en el Valle de los Reyes. Esta práctica se mantuvo durante los reinados de Tutmosis III y Amenhotep II.

En contraste con las familias de élite conocidas en tiempos de su tía y de su padre, muchos de los cercanos asociados de Amenhotep II habrían ya servido en el ejército bajo Tutmosis III y bajo el propio Amenhotep. Estas estrechas relaciones que un servicio militar puede fomentar, se afianzarían aún más si sus orígenes se remontaban a la juventud, cuando el faraón y sus amigos en la Corte aprendían a cazar y a conducir carros de combate. Usersatet, el “virrey de los países del sur”, pudo haber sido unos de esos amigos de la niñez que serviría como heraldo real en ultramar bajo Tutmosis III. La inscripción en una estela que dejó en una fortaleza en Semna, en la región de la 2ª Catarata, contiene el texto de una sorprendente carta enviada por Amenhotep II a su viejo amigo destacado fuera del país: “Te sientas ….un soldado de carro de combate que lucha por su Majestad …. el [poseedor de una mu]jer de Babilonia, y de un sirviente de Byblos, de una joven de Alalakh, y de una anciana de Arapkha”.

Otro hombre que había servido a Tutmosis III, Amenemheb (TT 85), debió morir más bien a principios del reinado de Amenhotep II. En una inscripción de su tumba, Amenemheb nos describe la designación de Amenhotep como faraón, y luego nos cuenta lo que éste le dijo: “Conocía tu carácter cuando yo aún estaba en el nido; cuando pertenecías al séquito de mi padre. Así que, tu podrás velar por las tropas de élite del faraón”.

Un cortesano, que quizás tipifique mejor todo el reinado de Amenhotep II, fue un amigo de campañas militares y de juegos de niños. El gran administrador Kenanmun luchó junto a Amenhotep en Retenu. En reconocimiento a sus servicios, Kenanmun fue nombrado administrador de Peru-nefer, sede de un gran astillero y arsenal naval. Allí había también una residencia real activa a mediados de la Dinastía XVIII. En las postrimerías de su vida, su prebenda consistió en la administración de la propia Casa Real, y, según parece, permaneció activo durante la mayor parte del reinado de Amenhotep II. Su tumba (TT 93) muestra elementos estilísticos elegantes, conocidos sólo en tumbas pintadas más tarde, dentro de este período de tres décadas, si bien no hay indicación de que Kenanmun estuviese vivo durante el reinado de Tutmosis IV. Los temas, de carácter decididamente no militar, escogidos por él para las pinturas de las tumbas, unidos a imágenes del estilo de vida de la próspera élite, están en total harmonía con el tono utilizado en las pinturas de tumbas contemporáneas con Tutmosis IV y Amenhotep III.

Otros dos hombres fueron altamente promocionados en tiempos de Amenhotep II, probablemente por una relación personal en la temprana Corte. El visir Amenemotep y su hermano, el alcalde de Tebas, Sennefer, destacaron en gran manera debido a las atenciones del faraón. Estos dos personajes fueron tan influyentes en la región tebana que ambos pudieron costearse su enterramiento en el Valle de los Reyes, y la esposa de Sennefer, una niñera real, fue enterrada también allí. Ambos tenían además grandes capillas de tumbas en Sheikh Abd-el-Qurna, en la ribera occidental tebana: TT 29 en el caso de Amenemotep, y por supuesto Sennefer tenía dos tumbas (TT 96 en la parte alta, y en la baja) a fin de acoger a diferentes mujeres contemporáneas que probablemente incluían tanto a esposas como a hermanas. La hija mayor de Sennefer, Muttuy, representada en estatuas y en la parte baja de la tumba TT 96, parece que se casó con un individuo llamado Kenamun, que sucedería a Sennefer como alcalde de Tebas. Esta pareja, Muttuy y Kenamun, era contemporánea de Amenhotep III, y fue enterrada en la tumba TT 162.

La manera en que Tutmosis IV abordó la administración consistió en reducir el número de puestos militares y sustituirlos por burócratas, con frecuencia escogidos de las familias de élite bien establecidas. Claro que cada faraón tenía sus favoritos, y el de Tutmosis IV era el administrador Tjenuna (TT 76). Su biografía en la fragmentada tumba sugiere que había una relación personal con el faraón similar a la de un hijo con un padre, pues se llama a sí mismo: “verdadero hijo adoptivo del faraón, amado por él”. Aunque no se tiene documentación que apoye la idea de que Tjenuna tuviese tanto poder como Senenmut o Kenamun, Tutmosis IV pudo haber confiado en su fiel administrador, que también lo era para Amun, tanto como a cualquier otro.

Un oficial llamado Horemheb tuvo que haber sido también un poderoso y cercano aliado, a juzgar por el tamaño de su enterramiento (TT 78), y por el hecho de que contiene una representación que lo relaciona con una hija de Tutmosis IV, Amenemotep.

Los funcionarios civiles con frecuencia solían representar a familias tradicionales de influencia. Hepu fue visir en el sur durante el reinado de Tutmosis IV, mientras un tal Ptahhotep administraba el norte. La existencia simultánea de estos dos visires se ve confirmada en el Papiro de Múnich, que data del reinado de Tutmosis, en el que los llamados “visires” aparecen como “jueces”. La tumba de Hepu (TT 66) está situada en el prestigioso cementerio de Sheikh Abd el-Qurna, ubicación que corresponde a la de los visires bajo Tutmosis III y Amenhotep II. Aunque se trata de la tumba más profunda del reinado, es más bien pequeña, y comparativamente poco llamativa vista junto a otras del mismo período; como pueden ser las TT 76 y TT &•.

Es cierto que la administración real prosperó durante el mandato de Tutmosis IV, con cortesanos y burócratas suplantando a los militares casi por completo. El rango de “general” o el de “oficial del ejército” son prácticamente desconocidos durante este período, mientras el de “escriba real” abunda, de forma que incluso el virrey de Nubia, Amenhotep, tenía antecedentes de “burócrata”. La “Oficina de Reclutamiento de Escribas” nunca había estado tan bien testimoniada, pero el hecho de que los titulares con frecuencia fuesen claramente compañeros en la Corte, sugiere que el puesto no requería un duro militar sino un fiel funcionario civil. Con la excepción de la “acción policial” de Konosso (Véase más arriba la sección encabezada por “Tutmosis IV en Siria-Palestina y Nubia”), incluso el puesto en el que se ponía a los “reclutas” en este período sigue siendo un misterio. No nos sorprendería que su presencia hubiese sido común tanto en expediciones a canteras y empresas de construcción como en maniobras militares.

La Corte de Amenhotep III es inusual en cuanto que la conocemos casi tanto por sus monumentos fuera de Tebas como por los de dentro. Loa tesoreros reales, Sobeknose y su hijo Sobekhotep (Panejsy), no tienen tumbas tebanas, si bien el primero fue enterrado en Rizelcat. Tumbas de este reinado, incluyendo una del visir Aper-el, fueron descubiertas en Saqqara Norte por el arqueólogo francés, Doctor Alain Zivie, y otras numerosas estelas encontradas en el Siglo XIX en el mismo yacimiento mencionan a personas del reinado. Los asociados más conocidos del faraón, sin embargo, vivían en Tebas, o dejaron allí sus tumbas. Sus visires, Ramose (TT 55) y Amenhotep, construyeron en Tebas capillas muy lujosas de caliza tallada, si bien la de este último está en ruinas.

Esta familia, aunque claramente asociada mediante títulos con la región menfita, de hecho, bien pudo, como indicó en su día el difunto egiptólogo, Profesor William Joseph Murnane (Nueva York, 1945-Memphis, 2000), haber sido tebana. El jefe de los graneros reales, Khaemhet, así mismo dejó una tumba con relieves tallados en Tebas (TT 47), como lo hiciera el administrador de la Reina Tiya, Kheruef (TT 192).

El cortesano más querido de todos fue Amenhotep, Hijo de Hapu, a quien el faraón le concedió el privilegio de su propio templo funerario, que daba al templo funerario del propio faraón Amenhotep III. Amenhotep, Hijo de Hapu, un escriba militar de una familia del Delta, supervisó la mayoría de los monumentos más destacados de Amenhotep III; el reconocimiento del faraón por sus servicios le valió su eventual deificación en el primer milenio a.C.

Y con esta “Hoja Suelta” - ahora sí - dejamos atrás este Capítulo 9º de extraordinaria importancia que, en sus postrimerías, amasa una serie de señales, indicios, tendencias, y posturas teológicas que preconizan, de forma clara, tajante y, en mi opinión, incontestable, el devenir del controvertido “Período Amarna”.


RAFAEL CANALES


En Benalmádena-Costa, a 2 de noviembre de 2010

Bibliografía:

“Egypt’s dazzling sun: Amenhotep”. A.P. Kozloff and B.M. Bryan, Cleveland Museum of Art, 1992.
“Eternal Egypt: Masterworks of Art from the British Museum”. E.R. Russmann, University of California Press, 2001.
“Pharaohs of the sun: Akhenaten”. R.E. Freed, Y.J. Markowitz and S.H. D'Auria (eds.), London, Thames & Hudson, 1999.
“The British Museum Book of Ancient Egypt”, S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

martes, 19 de octubre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 8/9.- Amenhotep III

Cabeza de cuarcita de Amenhotep III, Dinastía XVIII, hacia 1.350 a.C. (Pinchar y Ampliar)

THE REJUVENATED KING

An exact likeness was not the main intention of most Egyptian art. However, a number of Egyptian statues are thought to resemble their subjects. Generally, the aim was to express a certain idea or show the subject in one particular light. Most royal statues show the king in an idealized form as the ruler of the world, neither very young nor very old.

This head of Amenhotep III (1.390-1.352 BC) has distinctively young features, and would seem an exception to this rule. There does, however, appear to be a reason. After a period of rule of thirty years, it was customary to celebrate a jubilee (know as a sed festival), at which the king's powers were symbolically reinvigorated and rejuvenated. The ceremony was then repeated every three years. It is known that Amenhotep III celebrated three such festivals. The images of him with youthful features seem to date to this later part of his reign, and are part of a conscious attempt to portray himself as renewed in the process. This ultimately led him to identify himself with the sun-god, Re.
(Base de Datos del Museo Británico).


AMENHOTEP III

El conjunto de treinta y ocho años de reinado de Amenhotep III representa un período de paz y abundancia. La construcción de monumentos reales durante su reinado fue a una escala casi sin paralelismos, y la Corte del faraón dejó tumbas, estatuas y capillas que rivalizaron con las de sus predecesores. Por desgracia, como en la mayoría de estos períodos, es imposible evaluar en términos comparativos la riqueza del rico con la del pobre. Se ignora, pues, si la vida del campesino mejoró económicamente como lo hizo la riqueza global de todo Egipto.

La documentación oficial podría sugerir que la población en general disfrutó, en algún momento, de prosperidad, como Amenhotep III y su Jefe de Graneros, Khemhet, lo hacían ver cuando alardeaban del “cosechón” recolectado durante el año crucial de su jubileo, año 30 de su reinado. Más de 1000 años después, el faraón sería recordado como un Dios de la Fertilidad asociado a un regalo de la Agricultura. De cualquier forma, este tipo de evidencia difícilmente va estar exenta de parcialidad, por lo que habrá que admitir nuestra humilde ignorancia.

Es probable que Amenhotep fuese sólo un niño cuando ascendió al Trono. Una estatua del Tesorero Sobekhotep sosteniendo a un príncipe Amenhotep niño, probablemente nos muestra al faraón poco antes de la muerte de su padre; y un mural en la tumba del niñero real Hekarnehhe (TT64) que describe al dueño de la tumba como el niñero real del Príncipe Amenhotep, representa al príncipe como un jovencito más que como un niño desnudo. La edad del faraón cuando ascendió al trono pudo haber sido entre los 2 y los 12 años, con preferencia hacia una tardía edad, dado que la madre de Amenhotep, Mutemwiya, apenas estuvo en escena más que Tiaa y Merytra, las madres de los dos faraones anteriores.

Parece poco probable una regencia de Mutemwiya, y si el faraón era sólo un niño cuando ascendió al Trono, su mandato se llevó en su nombre sin obstrucción alguna. Otra alternativa podría ser que los miembros de la familia de la reina Tiya asesorasen al faraón al principio de su reinado. Un escarabeo del año 2 de su reinado establece la temprana fecha de su matrimonio con Tiya, y la identificación en otro escarabeo de los padres de ésta, Yuya y Tuya, subraya la prominencia de estos. Al día de hoy, no hay evidencia avalada documentalmente de que la familia de Tiya actuase como un poder detrás del Trono.


No obstante, esta presunción ha llegado a ser tan insistente, que se ha dado por hecho que otros “creadores de reyes”, como es el caso de Ay – cuyo nombre en egipcio se parece al de Yuya – procedían de una misma familia de Akhmim. El descubrimiento de estatuas colosales de finales de la Dinastía XVIII en Akhmim, junto a otras de Amenhotep III, parece dar consistencia a esta idea, en cuanto a que aquella región se vio visiblemente beneficiada durante los reinados de Amenhotep III y Tutankhamun/Ay.

LA DIVINIDAD DE AMENHOTEP III

Recientes debates sobre el reinado de Amenhotep III han sugerido que habría sido deificado en vida no sólo en Nubia, donde se construyó un templo de culto para sí mismo, sino también en el propio Egipto. El egiptólogo norteamericano, W. E. Raymond Johnson, del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, ha argumentado que la insistente identificación de Amenhotep III con el dios-sol en su iconografía monumental, y en las inscripciones, debe entenderse como su deificación, e incluso defiende que Amenhotep IV/Akenatón (1.352-1.336 A.C.) transformase a su padre en el incorpóreo disco solar, Aten, a través de la adoración de un Amenhotep III vivo como el único dios del mundo. La perspectiva de que Amenhotep IV adorase a su padre como el dios Atun – aunque fuese después de su muerte – había sido ya contemplada con anterioridad por el egiptólogo canadiense Donald Redford.

Conviene señalar que tal transmogrificación habría privado al padre no sólo de su propia existencia física, sino también de su nombre, y le habría obligado a participar en la aniquilación del dios al que en su propio nombre adora: Amun. Si bien la interpretación de Amenhotep III como el dios de su hijo lleva consigo la inequívoca influencia de la moderna psicología freudiana, la noción que tenían los egipcios de la relación entre su faraón y los dioses bien podría constituir la base de esta hipótesis.

Aunque hasta el momento no se dispone de texto o iconografía en el propio Egipto que identifique a Amenhotep III como deidad de culto durante su vida, a todos los faraones a los que el Doctor Jaromir Malek describe en el Capítulo 5 como netjeru neferu (dioses junior), se les consideraba dioses mayores a su muerte, y se les solía invocar as intercesores por sus sucesores, e incluso por personas privadas. Aún mas, se argumenta que ya era la intención de Amenhotep III de que se le identificase con el dios-sol desde los tiempos de su primer jubileo en los años 30-31, dado que las escenas que representan dicho festival lo muestran en el rol específico de Ra cabalgando en su barca solar.

El grado en que Amenhotep III estaba asociado con el dios-sol en los monumentos puede haber fomentado la idea de que, habiendo emergido con el Sol, como se esperaba que le ocurriese a un faraón después de su muerte, él tendría que estar presente en la deidad de Akenatón, el disco solar Aten. Pretender que esta fuese la intención real de Akenatón, sigue siendo una especulación con base psicológica.

También es digno de mención que Amenhotep III llamase a su propio complejo palaciego “El Radiante Atun” y usase sellos de estampar para artículos en los que se puede leer “Nebmaatra (su prenomen) es el Radiante Atun”. Está claro que los sellos son básicamente documentos comerciales y podrían referirse al propio complejo palaciego; por lo que bien podrían leerse como “El Radiante Atun de Nebmaatra”. Lo cierto es que la asociación del Aten con Amenhotep III aparece ya claramente establecida en su propia documentación, anterior al reinado de Amenhotep IV/Akenatón.

En este punto es imposible demostrar o refutar el argumento de Johnson. No hay ningunas estelas o estatuas en Egipto que con certeza estuviesen dedicadas a Amenhotep como un dios mayor durante su vida; y mucho menos como Aten. La deificación, unos 100 años más tarde, de Rameses II, estuvo acompañada de innumerables monumentos y templos, tanto reales como privados, que identificaban al dios Rameses en un cierto número de lugares de culto dentro del propio Egipto. Estos documentos datan del propio reinado de Rameses y no se refieren al faraón como “amado del dios X”, como ocurre en numerosos monumentos de Amenhotep III. Se refieren a Rameses como el dios, y lo muestran recibiendo ofrendas, normalmente como estatua.

Nada de esto existe para Amenhotep III en todo Egipto, y los ejemplos que más se asemejan a monumentos dedicados a dioses, no pueden asignarse al tiempo en que vivió el faraón. Una estela de Amarna muestra a Amenhotep y Tiya recibiendo ofrendas de alimento bajo la lluvia de rayos de Aten. Aunque esto podría parecer que contradice la tesis de Johnson de que Amenhotep III era Aten, quizás sea significativo que proceda de los últimos años de reinado de Akenatón. Surge, pues, la cuestión de si el faraón y su esposa aún vivían, o si la estela, procedente de la capilla de una casa privada, veneraba a la pareja real fallecida como invitación a su intercesión. Dichas estelas votivas eran normales en los hogares de Deir el-Medina, antes y después del Período Amarna.

Un obstáculo mayor lo tenemos en nuestra incapacidad de asegurar si Amenhotep III y su hijo Amenhotep IV/Akenatón gobernaron como corregentes durante algún período de tiempo apreciable. Si esta propuesta, que apoya el Profesor Johnson, fuese demostrable, entonces los objetos votivos que veneraban a Amenhotep III, y fueron hechos en el reinado de Akenatón, podrían considerarse como adoración al faraón en vida, pero no necesariamente como Aten. La corregencia en Egipto era tan inusual que los estudiosos aún dudan de que gozasen de características consistentes. (Ver Capítulos 1, 7 y 10).

A pesar de tantos años de debate, no estamos más cerca de una resolución sobre la corregencia, o acerca de la deificación de Amenhotep III como Aten. No sería injusto sugerir, sin embargo, que Amenhotep III habría estado muy contento sabiendo que 3.350 años después de su muerte, aún no se sabría si efectivamente llegó a reinar en vida como un dios, o simplemente se esforzó en dar esa impresión.

EL PROGRAMA DE CONSTRUCCIÓN DE AMENHOTEP III

Sería justo describir las numerosas construcciones de Tutmosis III como un programa de construcción, en cuanto que desarrolló y extendió cultos en un número de lugares, incluidos Amada (para Amun y Ra-Horakhty), Karnak (el Templo Este para el dios-sol, y su propio edificio para el festival), y Hermópolis. Más importante fue, sin embargo, el impacto en Karnak, que tuvo carácter temático y dejó la dramática impresión del faraón guerrero cuyas victorias honraban simultáneamente al propio faraón y al dios Amun.

Las regiones geográficas que conquistó aparecen allí en eterna cautividad para el dios, y el faraón reclamó con orgullo el favor de Amun cuando construyó el templo del festival conocido como “Effective of Monuments”, un lugar de culto que eclipsó los de sus predecesores reales en Karnak. La divinidad de Tutmosis III, como fue diseñada para la eternidad, lo describe como “el mejor entre pares”, refiriéndose a los antiguos faraones de Egipto. Con esta divinidad se ganó la entrada al consejo supremo de dioses, de forma que compartió la barca solar con Ra y fue presentado a Amun.

El programa de construcción de Amenhotep III le proporcionó un espacio idóneo para diseñar una divinidad eterna propia, más allá de la visión de Tutmosis III. Él se identificó consistentemente con los dioses nacionales - no su predecesor real - y se representó a sí mismo, en diversas ocasiones, como el sustituto de los dioses mayores. Además, sus edificios entrañan un énfasis sin parangón en teología sola tal, que los cultos a Nekhbet, Amun, Thoth, y Horus-Khenty-Khety, por ejemplo, fueron profundamente solarizados durante el reinado de Amenhotep III. Claras tendencias en la literatura funeraria de la Dinastía XVIII, revelan que el ciclo solar y su potencial para la fertilidad, o la hambruna, estaban ya de manifiesto en el mundo y en el soberano, pero los monumentos y objetos hechos en tiempos de Amenhotep III pudieron haber diseminado estas nociones de una forma más amplia. Es imposible afirmar si los intelectuales de la época influyeron en la iconografía, o se les pidió que la formulasen.

Amenhotep III construyó templos y capillas en Sedeinga, Soleb, y la isla de Tabo. Hay elementos de construcción, o estelas, en su nombre en Amada, Aniba, Buhen, Mirgissa, y Gebel Barkal; quizás, esta última, reusada. Hay estatuas o escarabeos en su nombre en una variedad de lugares, incluyendo Gebel Barkal y Kawa, y en la mayoría de las estatuas de otros emplazamientos, en especial en Soleb. En el propio Egipto, el faraón construyó una capilla en Elkab, con toda probabilidad levantada por su padre. A unos 20 Km al sur de Tebas, Amenhotep III construyó un templo en Sumenu, lugar de culto del cocodrilo Sobek. Aunque el templo en sí sea difícil de localizar, numerosos objetos, y el cementerio asociado al lugar, han ido saliendo a la luz desde 1.960.

Es en Tebas donde la predilección de Amenhotep III por lo colosal es hoy más patente. Los Colosos de Memnon eran las descollantes imágenes de cuarcita de Amenhotep III que protegían el primer pilono del faraón de su templo funerario; el templo individual real mayor que se conoce del Antiguo Egipto. Dentro de su templo mortuorio se han encontrado más fragmentos de esculturas gigantes que en ningún otro recinto sagrado conocido. Los edificios del margen oriental de El Nilo, en Tebas, incluían una serie de construcciones en Karnak, así como en el templo del Luxor, que fueron totalmente reconstruidas.

La tumba de Amenhotep III, KV 22, se excavó en un wadi del Valle Occidental, lejos de otras ubicaciones de tumbas reales antiguas. Las excavaciones realizadas durante los años 90 por un equipo japonés, han hecho posible el cuidadoso trazado de esta sorprendentemente amplia y bellamente acabada tumba. El cuerpo del propio Amenhotep III - o de una momia así etiquetada – fue encontrado en la tumba de Amenhotep II (KV 35).

En el margen oeste de Tebas, al sur del enorme templo funerario real, se situaba su enorme palacio, “El Radiante Atun”, ahora llamado Malkata, de acuerdo con la designación árabe del cercano Valle de la Reina. Aún más al sur, en Kom el-Samak, el faraón construyó un pabellón del jubileo de adobe pintado. Una expedición japonesa excavó y cuidadosamente registró el edificio, hoy en ruinas. Junto al complejo Malkata está el gran puerto que Amenhotep creó para su utilización durante las obras y su estancia en el palacio. A principio de los 70, el puerto de Birket Habu fue objeto de una investigación por parte de los egiptólogos David O’Connor (australiano) y Barry Kemp (británico) quienes también estudiaron el palacio de Malkata. En el palacio también trabajó un equipo japonés en los años 80.

Amenhotep estuvo particularmente activo en el Medio Egipto, aunque poco queda de los trabajos en su templo de Hebenu y Hermópolis. En el norte, aún quedan bloques de cuarcita marrón con trabajos de decoración en relieve, en el gran templo real de Menfis, “Nebmaatra y Ptah Unidos”. Colosales estatuas de cuarcita de Ptah, vueltas a trabajar por Rameses II, se alzan ahora en el foyer del Museo Egipcio de El Cairo, con toda probabilidad procedentes del templo menfita de Amenhotep III. En los años 90, The Egypt Exploration Society, con W. Raymond Johnson a la cabeza, investigó los bloques de caliza de un pequeño templo de Amenhotep vuelto a usar por Rameses II. El interés del faraón por Menfis se muestra de nuevo por su asociación con el primer enterramiento conocido del Apis-Bull en el Serapeum, que conocemos por mediación de su hijo Tutmosis, el Gran Sacerdote de Ptah. Los elementos de construcción de Bubastis, Athribis, Letópolis, y Heliópolis, dan prueba del interés del faraón en el Delta Oriental. En Athribis, se construyó un templo bajo la supervisión de Amenhotep, Hijo de Hapu, persona de confianza del faraón.

El trabajo de Amenhotep III en Karnak, Luxor y su templo funerario, revelan su interés en acentuar la identificación real con el Dios-Sol. Una vez terminados los monumentos de su padre, Tutmosis IV, cambió el aspecto del templo de Karnak. En algún momento indeterminado de su reinado los trabajadores de Amenhotep III desmantelaron el patio del peristilo frente al Cuarto Pilono y las capillas asociadas con él, utilizándolos como relleno para un nuevo pilono, el Tercero, en el eje Este-Oeste.

Con esto se creó una nueva entrada al templo, y se levantaron dos filas de columnas con capiteles de papiro abierto hacia el centro del recién formado antepatio. Empezó también la construcción del Décimo Pilono, en el extremo sur de Karnak, cambiando ligeramente su orientación de la del Séptimo y Octavo de forma que condujese a una nueva entrada al recinto de la diosa Mut, para la que pudo haber construido, o empezado, un templo. Para equilibrar el complejo del templo sur, había un nuevo edificio al norte del centro de Karnak, que consistía en una capilla para la diosa Maat, hija del Dios-Sol. Mut y Maat podrían representar el Ojo Solar de Ra, su representante en la Tierra.

David O’Connor ha observado que lo opuesto a Norte-Sur corresponde a los escenarios celestes o terrestres, un hecho que encaja con los roles divinos de Maat y Mut, respectivamente. Los rituales y ofrendas que proporcionaba Amenhotep III puede que estuviesen pensados para demostrar, mediante la arquitectura y las inscripciones, su habilidad, como Dos-Sol, para crear estabilidad en el cosmos. Unos relieves profundamente esculpidos procedentes de un granero de Karnak, muestran al faraón, con elaboradas insignias reales, coronado con múltiples discos solares, con el faldellín y el cuerpo enjoyados con imágenes solares. Además, la cara del faraón es la de un niño, y su cuerpo más grueso con menos cintura que en la mayoría de los relieves del templo. Se trata de un Amenhotep III rejuvenecido, que además exhibe la iconografía del jubileo con elaborados elementos divinos y, en particular, solares.

La construcción del templo de Luxor por Amenhotep III pudo haberse llevado a cabo en varias etapas. Reemplazó un antiguo edificio tutmósida por un templo de arenisca que celebraba la renovación de la realeza divina durante la fiesta Opet, le añadió una habitación para nacimiento en la que nació de la unión de Amun-Ra y su verdadera madre, Mutemwiya, y completó el templo con un nuevo lugar de culto para Amun de Ipet resy, o Luxor.

La preferencia real para el drama ritual fue además monumentalizada en el templo funerario de Amenhotep III. El templo contenía un gran número de estatuas de tamaño real, algunas, y otras colosales, con la figura de conocidas u oscuras deidades, con frecuencia de cuerpos humanos, coronados con cabezas de animales. Estas estatuas representaban, a la vez, los dioses del jubileo, y un calendario astronómico tridimensional para asegurar un propicio año festivo. Los rituales de Tebas comenzaban con una letanía para satisfacer a Sekhmet, el Ojo Solar de Ra, seguida en el templo del faraón en el Sudán, en Soleb, con el ritual de propiciación del deificado Nebmaatra, el Ojo Lunar de Ra. Terminada esta secuencia, empezaba, fervorosamente, el jubileo.

Y con un “Decíamos ayer…..”, dejamos esta “Hoja Suelta” para dar paso a la 9ª y última de este Capítulo 9º, en la que se hará una más que breve reseña del personaje de la Reina Tiya, que bien merece algo más que unas líneas, como este encorsetado estudio nos permite, y a las que seguirán detalles de las relaciones internacionales del país y de la estructura administrativa en la Dinastía XVIII.


Rafael Canales


En Benalmádena-Costa, a 27 de octubre de 2010

Bibliografía:

“Gott-Mensch-Pharao”, W. Seipel, Vienna, Kunsthistoriches Museum, 1992.
“The British Museum Book of Ancient Egypt”, S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

lunes, 18 de octubre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 7/9.- Tutmosis IV


Bronze statuette of Thutmose IV, 18th Dynasty, around 1.350 BC. (Pinchar y Ampliar).

THE KING KNEELING AND MAKING OFFERINGS

The posture of the king kneeling and holding two pots in offering to a deity first appears in the reign of Hatshepsut (about 1.450 BC). It then becomes a common pose during the New Kingdom (about 1.550-1.070 BC), and there are several such statues in the British Museum. In this example, the king's name, Thutmose IV, is written on his belt, although not in a cartouche. He wears the nemes head-dress and a conventional short royal kilt.
Very few metal statues survive that date from before the Late Period (661-332 BC), though the Egyptians did have the technology to make large copper statues as early as the Old Kingdom (about 2.613-2.160 BC), if not before. Perhaps the scarcity of metals meant that such statues were usually melted down and the material re-used. Egypt's increased wealth during the New Kingdom may be a reason why more examples survive from then than from earlier periods.
The eyelids and the cosmetic eyeline extending from the outside corner of the statuette's eyes are inlays of an alloy known in Ancient Egyptian as hesmen kem. This was intended to react with the air into a black colour and it imitates the effect of eye paint. The eyeball and its brown iris are a glass inlay.
(Base de Datos del Museo Británico).

LA LEGITIMACIÓN DE TUTMOSIS IV

La sucesión de Tutmosis IV no parece que hubiese sido reconocida por Amenhotep II, ni mediante una corregencia, ni por una anunciada intención por su parte. En una estatua dedicada al reinado de Amenhotep II por el Príncipe Tutmosis - en su día Tutmosis IV – en el Templo de Mut, en Karnak, el tutor que acompaña al príncipe, de nombre Hekareshu, fue designado simplemente como niñero de los niños reales; no obstante, después de la ascensión de Tutmosis, a Hekareshu se le daría de forma retrospectiva el apelativo de “padrino” y “niñero del hijo mayor del faraón”.

Aunque Merytra pudo haber aparecido en los últimos monumentos de Tutmosis III, a la madre de Tutmosis IV, Tiaa, no se le puede documentar en ningún monumento de Amenhotep II que no sea como un añadido posterior a cargo del propio Tutmosis. No hay evidencia anterior al reinado de su hijo de que la posición de Tiaa hubiese influido en la sucesión.

Los niñeros reales, hombres o mujeres, junto con los tutores de las filas de cortesanos retirados, criaron y educaron a los vástagos reales durante la Dinastía XVIII. La incipiente documentación para los príncipes de esta época es probable que no sea en absoluto un mero accidente. Después del cese de campañas militares en Asia, pasada la primera década del reinado de Amenhotep II, no es difícil imaginar la competencia entre las listas que engrosaban capacitados jóvenes príncipes. Y la competencia puede entrar en erupción de forma inesperada y tornarse en lucha entre juventudes ambiciosas.

La historia de la elevación de Tutmosis IV a la dignidad real que nos cuenta la inscripción de la Estela de la Esfinge de Giza, ha sido interpretada en el pasado como sugerente de que él no era el heredero legítimo, pero, en realidad, lo más que nos debe decir es que esa ideología real con frecuencia estuvo inspirada, durante todo el Imperio Nuevo, en la propia legitimación divina. El puro romance de la “Estela de la Esfinge” es quizás, suficiente razón para citar aquí una parte de ella:

“Ahora, la estatua del grandísimo Khepri (La Gran Esfinge) descansa en este lugar, de enorme gloria, de sagrado respeto, la sombra de Ra reposando sobre él. Menfis y todas las ciudades a ambos lados vinieron a él, sus brazos en alto en adoración de su rostro, portando grandes ofrendas para su ”ka”. Hace escasos días ocurrió que el príncipe Tutmosis llegó aquí en su viaje al tiempo del mediodía. Descansaba a la sombra del gran dios cuando el sueño y los sueños se apoderaron de él en el momento en que el Sol alcanzaba su zénit. Entonces se dio cuenta que el noble dios, en su majestad, le hablaba con su propia boca como lo haría un padre a su hijo y le dijo: Mírame, escúchame, Tutmosis, hijo mío. Soy yo, tu padre Horemakhet-Khepri-Ra-Atum. Te daré la dignidad real sobre la tierra frente a los vivos….Pero te advierto que mi condición es como la de en una enfermedad que me tiene las extremidades mutiladas. La arena del desierto sobre la que solía estar ahora me hace frente; por cuya causa procede que hagas lo que mi corazón me pide, y lo que llevo esperando”.

La petición dirigida a Tutmosis de excavar y librar La Esfinge de la arena tuvo respuesta, y el muro de contención del faraón alrededor del anfiteatro, así con un juego de estelas colocadas en la arena, documenta su tarea en la región. Posiblemente, sus esfuerzos en la construcción iban dirigidos a distraer la atención de los problemas relacionados con la sucesión. La sugerencia de una lucha por el trono puede apreciarse en varios monumentos dedicados por los hermanos de Tutmosis en el templo de la Esfinge de su padre Amenhotep II en Giza. Aparecieron rotas y mutiladas, y su desfiguración sugiere alguna forma de damnatio memoriae o “condena de la memoria”, si bien en la actualidad no hay forma de demostrar qué lo provocó.

El príncipe Webensenu es el hijo de Amenhotep II que con más probabilidad era el dueño de las estelas desfiguradas A y B. Los tarros canopes de Webensenu y shabtis se encontraron en la tumba de Amenhotep II (KV35) en el Valle de los Reyes, pero es difícil saber cuándo fueron colocadas allí. Se puede suponer que este príncipe tuviese cierta relevancia pero más que esto no es posible. Las estelas desfiguradas de Giza no deben, pues, ignorarse como evidencia de una lucha, si bien no se puede afirmar o negar que Tutmosis IV fuese un usurpador.

LOS MONUMENTOS DE TUTMOSIS IV

El reinado de Tutmosis IV de al menos ocho años fue breve pero activo. Es una observación frecuente la de que los soberanos egipcios construían numerosos monumentos en proporción directa con el grado de paz y de abundancia que disfrutaban. Como faraón, Tutmosis IV tenía riqueza y paz, pero aparentemente el tiempo se le quedó corto. Empezó a construir en la mayoría de los emplazamientos más importantes de Egipto y en cuatro de Nubia. El tamaño original de los monumentos y sus restos varían considerablemente pero, en general, agregó templos nuevos a los preexistentes.

La distribución de los monumentos de Tutmosis IV en el contexto de mediados de la Dinastía XVIII, es notable. Respetó los centros de culto establecidos y poco tuvo de iconoclasta. Por otra parte, en ciertos lugares fue precursor de cosas aún por venir. En efecto, se podría afirmar que deliberadamente siguió los pasos de su padre y de su abuelo llevando a cabo ampliaciones de sus templos, y que de forma similar sugeriría a su hijo nuevos emplazamientos y monumentos.

Se han encontrado monumentos de su reinado en los siguientes lugares: en el Delta, Alejandría, Seriakus, y Heliópolis (?); en la región menfita, Giza, Abusir, Saqqara, y la propia Menfis; en el-Faiyum, Crocodilopolis; en el Medio Egipto, Hermópolis y Amarna; en el Alto Egipto, Abydos (donde dejó una capilla de ladrillo con revestimiento de caliza), Dendera, Medamud, Karnak, Luxor, Tebas occidental (donde construyó un templo mortuorio y una tumba, KV43, en el Valle de los Reyes), Armant, Tod, Elkab, Edfu, Elefantina, y Konosso. En Nubia, dejó bloques en Faras (?) y Buhen. Decoró el patio peristilo en Amada, y empezó una construcción en Tabo (que sería terminado más adelante por Amenhotep III), y dejó un “depósito de cimentación” en Gebel Barkal. Además, se llevaron a cabo ciertas decoraciones en el templo de Hathor en las minas de turquesa de Serabit el-Kadim, en el Sinaí.

NOTA EXPLICATIVA ex profeso

La mayoría de los mejores monumentos de Egipto, los que aún podemos ver hoy, estaban de alguna forma relacionados con la religión, y toda construcción de edificios religiosos en el Antiguo Egipto se iniciaba con ceremonias de orígenes ancestrales. Este ritual, que hoy se le conoce como “ritual de cimentación”, se iniciaba habiendo dejado previamente un “depósito de cimentación” enterrado en las cimentaciones, no sólo en las esquinas de, por ejemplo, un templo, sino incluso, a veces, en su vértice, en las esquinas de salas individuales, patios, capillas, columnas y obeliscos, así como en pilotes subterráneos. Estos depósitos han supuesto valiosas fuentes de información para egiptólogos durante años.

Los “depósitos de cimentación” son unos hoyos forrados en su interior de ladrillos de barro, de carácter ritual, escavados en puntos específicos de los cimientos bajo los templos del Antiguo Egipto, que se llenan de objetos ceremoniales, normalmente amuletos, escarabeos, alimento, o instrumentos para el ritual en miniatura, que supuestamente prevenían que el edificio acabase en ruinas.

Los depósitos más conocidos son probablemente, los encontrados en el templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahri. El templo tenía catorce de estos hoyos, forrados con ladrillos, de aproximadamente un metro de diámetro y entre 1’5 y 1’8 metros de profundidad. Cada uno de ellos estaba situado en un entronque crucial de la planta del templo. El contenido incluía ofrendas de alimentos y materiales utilizados en la construcción del templo. También albergaban escarabeos, amuletos, jarras de travertino y modelos de instrumentos, tales como crisoles, mineral de cobre y de plomo, y carbón vegetal para fundición. La introducción de modelos de instrumentos y materiales de construcción dentro de los depósitos se suponía que serviría para mantener mágicamente el edificio por toda una eternidad.

El interés del faraón Tutmosis IV en los dioses solares se puede documentar a través de sus iniciativas de construcción así como en sus inscripciones. En Giza, se dedicó no a hacer una demostración de arte ecuestre y tiro al arco sino a mostrar su devoción al dios Horemakhet y al culto heliopolitano. No hizo referencia alguna a Amun-Ra en la Estela de la Esfinge permitiendo así que la deidad del norte, Horemakhet-Khepri, dominase como dios solar a la vez que como legitimador real. Dado que Amun, ya en la Estela de la Esfinge, era el creador primigenio y el dios que determinó la realeza, la omisión de Amun en su estela tuvo que ser deliberada, quizás reflejando tanto la creciente importancia de los dioses heliopolitanos y la influencia política del propio norte como centro administrativo de Egipto.

En Karnak, el faraón desplazó el eje principal de vuelta al este-oeste, disminuyendo con ello la importancia de la entrada norte-sur de Amenhotep II. Al colocar un porche y una puerta delante del 4º Pilono, Tutmosis IV probablemente evitó tocar el patio original y sólo cambió la monumental puerta de entrada. Levantó un porche para la entrada del 4º Pilono con columnas de madera – ébano y meru según una inscripción – probablemente dorada con electrum. Este porche habría representado un espacio protegido durante los rituales del patio, habiéndose conservado dos de dichas representaciones contemporáneas.

Unos años mas tardes, dio una nueva apariencia al patio de caliza del 4º Pilono construido por Tutmosis II. Sobre los primitivos muros de caliza, Tutmosis IV construyó un peristilo de caliza elaboradamente decorado con relieves que muestran tesoros donados por el faraón al dios Amun. Con esto se conmemoraba la celebración de un primer jubileo programado ya sin esperar que hubiesen pasado los treinta años de reinado, como en efecto también había sido el caso con Amenhotep II. El estilo de la escultura de Tutmosis en Karnak cambió en los últimos años de reinado, volviéndose más elaborado y expresivo.

El faraón también levantó un obelisco en el extremo oriental del recinto de Karnak. Se trataba de un producto de Tutmosis III pero permaneció en el taller de la piedra durante treinta y cinco años hasta que Tutmosis IV ordenó que se levantase. Se convirtió así en una referencia de lugar culto solar diseñado por Tutmosis III, y se colocó directamente en el eje del templo.

TUMOSIS IV EN SIRIA-PALESTNA Y NUBIA

Con relación a la política exterior con el Este, los contactos de Tutmosis IV con Mitanni hay que considerarlos en el contexto de la preexistente paz con esa potencia. Esta situación habría restringido la actividad militar a campañas o bien contra vasallos egipcios que se habrían levantado, o contra reyezuelos que ejerciesen presión sobre ciudades-estado egipcias. Tutmosis IV tomó por esposa a una hija del soberano de Mitanni, Artatama, con objeto de sellar así una relación diplomática entre ambos países.

La más conocida inscripción que hace referencia a la actividad militar de Tutmosis IV es un lacónico texto dedicatorio en una estatua en Karnak que consiste en una sola línea: “… del pillaje de Su Majestad de la derrotada […]na, en su primera campaña victoriosa”. El referido topónimo de esta dedicatoria de Karnak, y otra en la peana de una estatua del templo de Luxor, es probable que fuese en Siria, dada las varias referencias en las Cartas de Amarna al soberano de la región.

Las dos ciudades que más probablemente podrían completar la defectuosa dedicatoria de Karnak, serían Sidón (Zi-du-na), a donde se sabe que Tutmosis IV habría viajado, y donde Egipto careció de soporte en el período Amarna; o, Qatna, cerca de Tunip, en Nukhashshe (región amorfa al Este de Orontes). Fuese el correcto topónimo Qatna o Sidón, o cualquier otra ciudad, la zona norte del Levante Oriental sigue siendo el área más probable de la principal campaña. Eso es aún más evidente puesto que el rey de Mitanni, Artatama, habría quedado muy impresionado por el despliegue de fuerza ante sus puertas; más aún si estaba en pleno progreso la renovación del pacto diplomático.

Una escena en la tumba del portaestandarte Nebamun (TT90), registra la promoción del hombre en el año 6 y muestra a los jefes de Nahrin ante el faraón en su quiosco. Los prisioneros también aparecen en esta escena y son bastante raros después del reinado de Amenhotep II como para tomarlos en serio. No obstante, como cautivos tomados en una campaña contra vasallos de Mitanni y egipcios ciudades estado egipcias rebeldes, estos extranjeros declararon la obvia superioridad egipcia de Egipto sobre Mitanni. Tal afirmación de dominio habría sido apropiada en el momento d la renovación del tratado con Egipto con Washshukanni. Podría ser que más que ayudarnos en la datación de una guerra contra el soberano Mitanni, la escena nos informe de la fecha del matrimonio diplomático con la princesa siria.

En la región sur de Palestina, de Tutmosis sólo se puede decir que tomó acción punitiva contra Gezer; los temas bélicos reales no se pueden probar, pero parte de la población de esta ciudad fue transportada a Tebas. Es prácticamente imposible probar que las posesiones levantinas en Egipto a finales del reinado de Tutmosis no se parecían a los de Amenhotep II. E igual es imposible demostrar que Artatama I podía estar jugando desde una posición de fuerza cuando decidió formar una hermandad con Tutmosis IV. Tutmosis nunca luchó contra el soberano de Mitanni directamente, pero su poder en las más lejanas provincias del norte permanecía intacto.

Es así que Artatama pudo haber estado renovando una relación diplomática establecida ya bajo Amenhotep II, o pudo estar llegando a un acuerdo con para lograr estabilidad para toda la región; particularmente cuando la amenaza de una Asiria y Babilonia unidas ya parecía vislumbrarse. Los egipcios raramente aparentaban vergüenza o deshonra con esta paz. No parecía, haber renunciado a nada.

Volviendo a las zonas al sur de Egipto, no existe testimonio alguno de la actividad militar de Tutmosis IV en la propia Nubia.

La Estela Konosso tallada en roca al sur de Aswan, detalla un viaje de Tutmosis IV en las rutas de las minas de oro al este de Edfu, es muy probable que los nubios estuviesen interfiriendo con los transportes de oro, atacando desde escondrijos en el alto desierto donde las propias minas estaban ubicadas. Puesto que la expedición terminaba en Konosso, es posible que el faraón usase el Wadi el-Hudi para regresar habiendo tomado una ruta elíptica hacia el este a través del Wadi Mia, después al este, luego hacia el oeste regresando al Valle del Nilo. No obstante, hay poco en el texto que implique una confrontación mayor entre estos nubios. Mas bien, esto fue mas una acción policial que exigía atención ante la posible amenaza al transporte por el desierto.

REALEZA Y MUJERES REALES EN EL REINO DE TUTMOSIS IV

Tutmosis IV pudo haber iniciado un curso que Amenhotep III completaría; especialmente, en identificarse a sí mismo, de forma deliberada, con el Dios-Sol. En Giza, en una estela se mostraba llevando un collar-shebiu de oro. Estas joyas con frecuencia se muestran en representaciones del faraón en contextos funerarios, pero en esta estela – así como en un brazalete de marfil de Amarna, y en el carro de combate real – Tutmosis IV se muestra llevándolos como un soberano en vida.

Tutmosis IV dejó una estatua suya como rey-halcón en Karnak – actualmente en el Museo de El Cairo – y en un relieve de su patio de arenisca, en Karnak, aparece pintada una estatua suya, como un halcón, entre otras estatuas reales. En estas imágenes los aspectos divinos y solares de la realeza se entienden supremos.

La tendencia de elevar las asociaciones reales a la altura de los dioses mayores de Egipto – como se ha visto en la veneración de Tutmosis III de su propio reinado, y de otros que le precedieron, en su templo de jubileo, dentro del recinto de Amun – llegó a ser incluso más destacado durante el reinado de Tutmosis IV.

Si bien nunca se abandonó la noción de que la mejor manera de reforzar la línea dinástica era mediante el matrimonio del faraón con una hija suya, por razones tanto políticas como económicas, Tutmosis IV, como Amenhotep II, enfatizó de forma reiterativa las asociaciones divinas de mujeres de la realeza. Puso a su madre en el rol de “esposa del dios Amun”, como si ella fuese la propia diosa Mut. Este era su rol principal, aunque Tiaa también ostentó los títulos de “madre del faraón” y ”gran esposa real” durante la mayor parte del reinado de Tutmosis IV. Se encuentran monumentos con el nombre de ella en Gaza, el Faiyum, Luxor, Karnak y el Valle de los Reyes. La intencionada asociación con la Diosa Madre Mut estaba suplementada con inscripciones y conexiones iconográficas entre Tiaa y la diosas Isis y Hathor.

Parece que el faraón habría repartido los roles de sacerdotisa y reina entre Tiaa y otras dos esposas reales. Tiaa aparece en el patio de jubileo de Karnak de su hijo, sujetando una maza mientras presencia el “ritual de cimentación” del monumento. En el pabellón del jubileo de Amenhotep II, Merytra – nombre que más tarde se cambiaría por el de Tiaa – aparecía de la misma manera sosteniendo una maza, y un sistro en la otra mano. Las imágenes, en este caso, podrían dotar a estas reinas el estatus de “esposas del dios Amun”. La maza se convertiría, más adelante, en elemento iconográfico de “esposas del dios”.

Una esposa, no real, Nefertiry, de la que hay testimonio en Gaza y Luxor, fue “gran esposa real” junto a Tiaa durante los primeros años de reinado, y Tutmosis capitalizó esta triada madre-hijo-esposa – como ya lo haría más adelante Amenhotep II – para representar roles; por ejemplo, en el templo de Luxor, donde él, como dios y faraón acompañaba a su madre y a su esposa, diosas que representaban los roles de diosas madre, esposa y hermana. Años después, tras la aparente muerte o caída en desgracia de Nefertiry, seguiría la trayectoria familiar y se desposaría con una hermana, cuyo nombre podría leerse como Iaret. Es posible que tuviese que esperar a que Iaret alcanzase la edad casadera.

Tutmosis IV nunca reconocería a la madre de Amenhotep III, Mutemwiya; ni como esposa mayor ni como esposa menor, pero una estatua del canciller de la Corte de Amenhotep, el Tesorero Sobekhotep, enterrado en TT63, nos muestra al príncipe Amenhotep en una posición favorable ante la real de Amenhotep, Hekarnehhe, (TT64), también aparece el joven heredero pero, como la tumba se terminó durante el reinado de Tutmosis IV, Mutemwiya no aparece. En los textos de la tumba de Hekarnehhe también se mencionan a otros príncipes así como en grafitis rupestres, en Konosso, pero no se sabe si se trata de hijos de Amenhotep II o de Tutmosis IV.

Con el final de esta “Hoja Suelta”, estamos ya en las postrimerías del Capítulo 9º de este proyecto, que dará paso al esperado Período Amarniense. Pero antes, vamos a cubrir el reinado del faraón Amenhotep III, personaje de extraordinaria importancia y significado para entender, e incluso justificar, algunos aspectos del controvertido reinado de su hijo, Amenhotep IV, alias Amenofis IV, alias Akenatón.

El reinado de Amenhotep III representa, en mi modesto y personal criterio, el período de mayor esplendor del Antiguo Egipto; de mayor riqueza, estabilidad política y económica, paz social, respeto de países colindantes, sometidos o no al vasallaje, mediante la aplicación de una hábil e inteligente política diplomática basada en el diálogo, la negociación, la mediación y el pacto, con el aderezo de programados y útiles enlaces matrimoniales. Dicho esto, pasamos página.


Rafael Canales



En Benalmádena-Costa, a 19 de octubre de 2010


Bibliografía:

"Polychromy and Egyptian bronze: New evidence for artificial coloration". La Niece, Shearman, Taylor and Simpson, , Studies in Conservation-1, 47 (2003), 95-108, fig. 1
"Eternal Egypt: Masterworks of Ancient Art from the British Museum" Edna.R. Russmann, University of
California Press, 2001.
"The British Museum Book of Ancient Egypt”, S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La Dinastía XVIII antes del Período Amarna (c.1.550-1.352 A.C.) 6/9.- Amenhotep II

Papiro del "Libro de los Muertos" de Nakht, finales de la Dinastía XVIII, 1.350-1.300 A.C. Escenas agrícolas.
(Pinchar y Ampliar).

Nakht was a royal scribe and overseer of the army (general) at the end of the Eighteenth Dynasty (about 1.550-1.295 BC). His Book of the Dead is a beautifully illustrated example. This papyrus shows Spell 110, a series of addresses to deities who dwell in the 'next world', specifically in the Field of Offering and the Field of Rushes. The deceased was expected to undertake agricultural work in the Field of Rushes. The vignette evolved from a map of the Field in the earlier Coffin Texts. It shows areas of land surrounded by water. Nakht is shown with Thoth at top right, with the balance and feather of Maat (referring to the Judgement Scene). He then paddles his boat across the Lake of Offerings where two mummiform deities stand before a table of offerings. Nakht is also shown worshipping the Heron of Plenty. He is shown pulling flax, reaping, and ploughing below. The boat of Wennefer (a name for the god Osiris), shown with a head of a snake, is moored in a channel of the water at the bottom. Three deities of the ennead (group of nine gods) are shown bottom right. (Base de Datos, Museo Británico).

AMENHOTEP II

No se sabe si algún miembro de la rama de la familia Hatshepsut descendiente de la reina Ahmose aún vivía a finales del reinado de Tutmosis III. No obstante, el faraón, tomó a su hijo Amenhotep como corregente en el año 51 de su reinado, y luego compartió la monarquía con él durante algo más de dos años. El llamado “descrédito de Hatshepsut”, que habría empezado alrededor del año 46 o 47, pudo haber allanado el camino para un gobierno compartido, ya que fue el propio Amenhotep II quien completó la profanación de los monumentos de la mujer-faraón.

Con objeto de eliminar las pretensiones de Hatshepsut y de su familia, sus monumentos fueron sometidos a un reajuste sistemático: algunos se oscurecieron con los nuevos trabajos adicionales; otros, serían mutilados para eliminar así cualquier rastro de su nombre; y otros, sufrieron tales alteraciones que los nombres de Tutmosis III o Tutmosis II sustituyeron al de Hatshepsut.

Puesto que Tutmosis buscó la destrucción del recuerdo de Hatshepsut veinticinco años después de su desaparición, parece improbable que se tratase de una mera venganza contra su madrastra; especialmente cuando el faraón había retenido para sí un cierto número de altos funcionarios de Hatshepsut que completaron sus carreras y construyeron tumbas con el nombre de Tutmosis III prominentemente resaltado en ellas.

Es posible que la muerte de hombres que fielmente sirvieron a ambos soberanos, tales como Puyemra, segundo sacerdote de Amun, e Itef, Alcalde de Thinis en la región de Abydos, y Gobernador de Oasis, también influyese en los reparos a la execración de Hatshepsut.

El reinado de Amenhotep II representa un pivote en el temprano Imperio Nuevo, si bien hoy día se ve empequeñecido por la amplia sombra de sus dos predecesores, y por la de sus sucesores hacia finales de la Dinastía XVIII. Durante un largo reinado de casi treinta años - con el año 26 como el más alto que se le conoce – el faraón tuvo éxitos militares en el Levante Oriental; llevó la paz a Egipto con sus consiguientes beneficios económicos; y, fielmente, amplió los monumentos a los dioses.

En su época, Amenhotep II contó con el reconocimiento - muy en particular - por su atletismo, y sus monumentos aluden a sus grandes aptitudes. De joven el faraón vivió en la región menfita done entrenaba caballos en los establos de su padre, si damos crédito a las inscripciones que dejó en una estela en el templo de la Esfinge, en Gaza. Su mayor logro atlético lo obtuvo cuando disparó una flecha que atravesaría una diana de cobre, mientras conducía un carro de guerra con las riendas atadas a su cintura. La fama de esta acción fue monumentalizada en escarabeos encontrados en el Levante Oriental.

La historiadora de Arte, Sara Morris, sugiere que el éxito del tiro a la diana de cobre de Amenhotep II constituyó la base, cientos de años más tarde, del episodio de La Ilíada, donde se describe cómo Aquiles dispara flechas que atraviesan una serie de dianas colocadas en una zanja.

El reinado de Amenhotep II fue en su mayoría pacífico propiciando así un largo período de estabilidad. Varios papiros administrativos de su reinado corroboran la existencia, en varias zonas de Egipto, de florecientes organizaciones agrícolas e industriales. Una burocracia bien desarrollada estaba en funcionamiento y, al parecer, Amenhotep II estaba haciendo un buen uso del servicio de los administradores. Él animaba a los hombres que habían servido a su padre a quedarse, y colocó a amigos íntimos en puestos claves.

Algunas composiciones literarias del Imperio Medio se volvieron a copiar en esa época, lo que parece sugerir la existencia de un interés creciente por un refinamiento cultural más que por el valor militar. Aunque el arte real seguiría idealizado y altamente formal como lo había sido en el reinado de Tutmosis III, el estilo pictórico en contextos no reales comenzó a revelar un individualismo artístico que se acentuaría con el tiempo.

EL PROGRAMA DE CONSTRUCCIÓN DE AMENHOTEP II

Amenhotep II dejó tras de sí edificios o ampliaciones en casi todos los principales lugares donde su padre había trabajado. En los tres primeros años de su reinado, se levantaron construcciones en nombre de los dos soberanos; muy especialmente en Amada, en la Baja Nubia, donde se construyó un templo a la memoria de ambos, en honor a Amun and Ra-Horakhty, y en Karnak, donde ambos soberanos participaron en la eliminación de vestigios de los monumentos de Hatshepsut ocultándolos con los suyos propios.

En el patio, entre los pilonos Tercero y Cuarto, en las columnas que se añadieron y en la mampostería alrededor de los obeliscos de la reina, unas veces aparece el nombre de un soberano y otras el del otro. Pero sigue siendo imposible distinguir si los cambios se hicieron de forma simultánea, durante la corregencia, o consecutivamente.

Dejó monumentos en la Isla de Pnubs on Argo, en Sai, Uronarti, Kumma, Buhen, Qasr Ibrim, Amada, Sehel, Elefantina, Gebel Tingar (una capilla cerca de la cantera de cuarcita en la ribera oeste de Aswan), Gebel el-Silsila, Elkab, Tod (una capilla para la barca funeraria de la corregencia), Armant, Karnak, Tebas (incluyendo su tumba, KV35, en el Valle de Los Reyes, y un templo funerario destruido en la actualidad), Medanud, Dendera, Giza, y Heliópolis. La construcción de un templo de caliza fue el objeto de la reapertura de las canteras de Tura en el año 4 del reinado, si bien la ubicación del templo es incierta; no se trataba del templo funerario real de Tebas, ya que aquella estructura se construyó con arenisca y ladrillo.

Los yacimientos donde los esfuerzos de construcción de Amenhotep II dejaron su impronta más profunda fueron Giza y Karnak, a pesar del hecho de que el trabajo del faraón en Giza no fuese particularmente ambicioso. Aún así, mandó construir un templo al dios Horemkahet, el dios-sol identificado con la Gran Esfinge. Se ha podido apreciar que la zona alrededor de la Esfinge era frecuentada por príncipes y peregrinos que visitaban los complejos de las grandes pirámides de Khufu y Khafra. La Esfinge y el anfiteatro se convirtieron en el lugar de culto a los ancestros reales, incluyendo al propio Amenhotep II y a su hijo, Tutmosis IV, que levantó la Estela de la Esfinge entre las garras del gran león.

El culto a Horemakhet y la veneración real continuaron hasta los tiempos romanos, de forma que los peregrinos dejaban ofrendas votivas en el muro del recinto del anfiteatro cuando era posible, o en la capilla. La dedicación de Amenhotep II de un pequeño templo a Horemakhet (descrito también como Hauron en el "depósito de cimentación" real del lugar) supuso, pues, un suceso importante en la historia de la Esfinge como foco de adoración.

Sus propios hijos dejaron estelas en su templo, algunas con representaciones que indican que una estatua de Amenhotep II, en un tiempo se alzaba apoyada contra el pecho de la Esfinge. El Profesor Mark Lehner, Arqueólogo y Egiptólogo norteamericano, ha reconstruido el aspecto de la Esfinge con esta estatua de la Dinastía XVIII en la posición descrita.

Una vez que Amenhotep II acabó su programa de borrado en los monumentos de Hatshepsut en Karnak, pudo concentrarse en los preparativos para el jubileo real en este templo. Al igual que Tutmosis III había construido un templo para el festival, conocido como “Effective of Monuments”, en el recinto de Amun, en Karnak, de igual forma Amenhotep II construyó un edificio para su festival-sed. Su pabellón, según la reconstrucción de Charles Van Siclen, consistía en un patio con pilares cuadrados esculpidos con relieves, y muros decorados a los lados. Datado hacia finales de su reinado, tanto por sus inscripciones como por su estilo artístico, encabezaba la entrada sur del templo en el Octavo Pilono, creando de forma efectiva una nueva entrada principal al complejo, tal y como habría hecho Hatshepsut antes que él.

Frente a este patio del festival-sed, habría parcelas de Amun, o huertos donde se criarían verduras y otras plantas comestibles. Los pilares mostraban de forma inusual la primera conmemoración de un festival-sed, o su repetición, lo que implicaría que el faraón podría haber celebrado ya un jubileo antes de construir el patio. Todo esto es difícil de interpretar y bien pudo tratarse de deseos expresados por el faraón para posteriores jubileos.

Siguiendo una vieja tradición, la decoración a base de relieves del pabellón del festival, incluía insignias reales para el faraón que claramente hacían resaltar sus condiciones solares; por ejemplo, aparecían múltiples discos solares sobre coronas, y pequeños halcones posando sobre los discos, creando así una identidad con el Ra-Horakhty de cabeza de halcón.

El pequeño templo de Tutmosis III en Deir el-Bahri, había ya usado, de forma parecida, un extravagante simbolismo solar, datado en un período posterior a cuando se hicieron los preparativos para el jubileo real. El edificio del festival de Amenhotep II incluía escenas de su madre, Merytra, que jerció como reina y, lo que es más importante, como “esposa del dios Amun”. El edificio sería desmantelado a finales de la Dinastía XVIII para acomodar ciertas modificaciones del cuadrante, por Horemheb (1.323-1.295 A.C.), y reconstruido más tarde, en un estilo arquitectónico diferente, por Sety I (1.294-1.279 A.C.) a principios de la Dinastía XIX.

Amenhotep II también construyó un templo a Amun al norte de Karnak; un recinto que más adelante se dedicaría a Montu, de Tebas. No obstante, los bloques del edificio forman parte de las cimentaciones de un templo construido bajo el mandato de Amenhotep II y posteriormente adaptado en el Período Tolemaico. Su función original se desconoce. Otros pórticos y bloques en Karnak Norte, no obstante, indican que el faraón estaba interesado en desarrollar el sector, quizás por su situación a fin de extender el eje norte-sur de la zona central de Karnak.

Se han encontrado elementos de una puerta de piedra de un palacio del faraón, al norte del propio templo, quizás indicando la situación de una residencia ceremonial para Amenhotep II. El interés del faraón en el templo de Montu en Medamud, a unos 8 km al norte, es también notable, ya que más adelante, en efecto existía un camino procesional entre el norte de Karnak y Medamud.

AMENHOTEP II EN EL LAVANTE ORIENTAL

Amenhotep II llevó a cabo dos campañas en Siria; la primera, probablemente en el año 7, y la segunda en el 9. Se describen en unas estelas encontradas en Amada, Menfis y Karnak. La primera campaña se concentró en la derrota de los jefes no alineados y en las rebeliones entre los nuevos vasallos. Entre las segundas, la región de Takhsy, mencionada en la tumba tebana de Amenemheb (TT85), fue un objetivo primordial y un éxito. Los siete cabecillas derrotados de esa región fueron devueltos a Tebas cabeza abajo en la barcaza real, donde seis de ellos serían colgados en los muros del templo. El séptimo sería trasladado hasta la lejana Napata, en el Sudán, donde sería colgado, sin duda para ejemplo de la población local.

Según las estelas, el botín conseguido de esta primera campaña de Amenhotep consistió en la impresionante cantidad de 6.800 deben de oro y 500.000 deben de cobre (745 kg y 54.809 kg, respectivamente), además de 550 cautivos mariannu, 210 caballos, y 300 carros de combate. La segunda campaña en el año 9 tuvo lugar, en su mayoría, en Palestina.

Aparte de los topónimos estándar que aparecen en los “anillos de nombre”, ninguno de los textos de Amenhotep II contiene referencias hostiles a Mitanni o Nahrin - a pesar del hecho de que las inscripciones narraban las campañas sirias – y esto es, probablemente, intencionado. En vez del calificativo usado por Tutmosis III: “ese enemigo de Nahrin”, Amenhotep II utiliza varias veces el arcaico término genérico egipcio de setjetyu (Asiáticos).

El lenguaje de las estelas utilizado una vez terminados los conflictos, en el año 9, o más tarde, refleja que la paz con Mitanni estaba ya al alcance de la mano. De hecho, la estela de Menfis contiene un añadido al final informando que los jefes de Nahrin, Hatti, y Sangar (Babilonia) llegaron antes que el faraón, llevando presentes y solicitando, a cambio, regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que rogaban por el aliento de la vida. Este fue pues, de hecho, la primera noticia de la creación de un acuerdo de paz con Mitanni; si bien durante el reinado de Tutmosis III ya existían buenas relaciones con Babilonia y otros estados.

La importancia que tuvo la nueva alianza de Amenhotep II con Nahrin se pretendió destacar al hacerla figurar en la inscripción de una columna del wadyt (o sala de columnas) de Tutmosis, entre los Pilonos 4º y 5º, en Karnak. La ubicación fue muy significativa ya que la sala se veneraba como el lugar donde Tutmosis III recibiría el oráculo divino proclamando su futuro reinado. Además, la asociación de la sala con la línea familiar de los Tutmosis, retrocediendo hasta Tutmosis I, el primer faraón que se aventuró en Siria, la hacía el lugar idóneo para estar orgulloso de las relaciones con Mitanni. La inscripción singulariza a Siria manifestando: “Los jefes (weru) de Mitanni (My-tn) vienen a él, con obsequios a sus espaldas, a cambio de regalos para ofrendas (hetepu), a la vez que solicitan de Su Majestad el aliento de la vida”.

Para finales del reinado de Amenhotep II, el cuadro de Mitanni, hasta hacía poco el de un vil enemigo, se dibuja ya en línea con el de otros aliados de Egipto. En los monumentos del Valle del Nilo, estos reyes “hermanos” de Babilonia, Hatti, y Nahrin, se representan siempre suplicando por su vida al faraón de Egipto. La dura paz alcanzada con Siria, no obstante, se verá traicionada por el entusiasmo de Amenhotep II. Está claro que para éste la alianza, tanto en casa como fuera de ella, fue una bendición.

LAS ESPOSAS REALES A MEDIADOS DE LA DINASTÍA XVIII

El número de príncipes que pueden ser documentados durante el reinado de Amenhotep II es como sigue: Amenhotep, Tutmosis, Khaemwast (?), Amenemopet, Ahmose, Webensenu, y Nedjem, así como los príncipes A y B, sin nombre, que se conocen por las estelas de Giza. Quizás, otro llamado Aakheperura, también nacería hacia finales del reinado de Amenhotep II, o a principios del de Tutmosis IV.

Contrastando de forma llamativa con los anteriores reinados, las princesas son difíciles de documentar. La pluralidad de jóvenes varones reales contrasta con la primera fase de la dinastía cuando los príncipes adultos escaseaban; quizás porque pereciesen en campañas militares, o por enfermedades infantiles. La escasez de príncipes, debida en parte a la preferencia dinástica por princesas hermanas como reinas, pudo haber inspirado a los soberanos a tener reinas menores, además de sus grandes esposas reales.

Estas “grandes esposas reales”, tales como Nebetta, y las tres reinas levantinas de Tutmosis III, todas mencionadas anteriormente, eran probablemente diferentes a las damas de la Corte de rango desconocido con las que los soberanos tenían relaciones sexuales. Estas últimas, tales como Mutnofret, Isis, Tias, y Mutemwiya, trajeron hijos que llegaro a ser faraón que promocionarían a sus madres como reinas. No obstante, se desconoce qué mujeres, aparte de Tiaa, madre de Tutmosis IV, fueron las madres de los numerosos críos de Amenhotep II.

Y no fue sólo sus más que capacitados poderes de procreación lo que distinguía a Amenhotep II de sus predecesores. Contrariamente a los anteriores a él, este faraón nunca reconoció públicamente una esposa que no fuese su madre, Merytra, que serviría como “gran esposa real” durante la mayoría del reinado de Amenhotep II. La ausencia de esposas podría considerarse como un rechazo consciente del papel jugado por las princesas como “esposas del dios Amun”, desde el establecimiento de la dinastía hasta el reinado de Hatshepsut.

Quizás fuese ahora cuando Tutmosis III y Amenhotep se percatasen que las reinas como Hatshepsut, que representaba la dinastía familiar, podían ser peligrosas si eran demasiado ricas y poderosas. Aún más, la usurpación del trono por parte de la reina-convertida-en-faraón, pudo haber servido de incentivo a Tutmosis III y al Amenhotep II para tener varones. Esta conclusión les motivaría, además, a escoger como “gran esposa real” a mujeres fuera de la principal línea real, como fue el caso con Tutmosis III al escoger a Sitiah y Merytra.

Y volvemos de nuevo a tener un respiro que nos va a permitir releer, repasar, digerir y asimilar este sub-capítulo, e iniciar, en otra “Hoja Suelta”, una nueva andadura; esta vez con el faraón Tutmosis IV y su conocida legitimación al Trono.

RAFAEL CANALES

En Benalmádna-Costa, a 22 de septiembre de 2010

Bibliografía:

"The Ancient Egyptian Book of the Dead", R.O. Faulkner, revised ed., Carol R. Andrews, London, The British Museum Press, 1985.
"Papyrus", R.B. Parkinson and S. Quirke, Egyptian Bookshelf, London, The British Museum Press, 1995.
"Eternal Egypt: Masterworks of Ancient Art from the British Museum", E.R. Russmann, University of California Press, 2001.
"The British Museum Book of Ancient Egypt", S. Quirke and A.J. Spencer, London, The British Museum Press, 1992.
“The Enciclopedia of Ancient Art”, Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”, Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”, Ian Shaw. Oxford University Press, 2004.
“The Oxford History of Ancient Egypt”, Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”, Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.