Encontrar un enterramiento de principios de la Dinastía XVIII (hacia 1.550-1.295 A.C.) es raro, y una pieza en condiciones tan excepcionales, extremadamente raro. El enterramiento de Satdjehuty se descubrió hacia 1.820 y, probablemente, consistía originalmente en, al menos, un ataud, la momia, un escarabeo de corazón, esta máscara de momia, y una cierta cantidad de ropa. Solamente la máscara y la ropa están en el Museo Británico. Se ha sabido, que Sadjehuty "fue favorecido con el amasijo de ropa por la esposa del dios, y madre del faraón, Ahmose-Nefertari". Ahmose-Nefertari era la esposa de Ahmose I (1.525-1.525 A.C.), el primer faraón de la dinastía, y madre de Amenhotep I (1.525-1.504 A.C.), con quien ella quedaría ya asociada como deidades locales. Que Satdjehuty recibiese tal honor, evidencia que la dama era del más alto rango. La cabeza tocada con peluca es un detalle que aparece en cabeceras funerarias y ataudes del Segundo Período Intermedio (hacia 1.750-1.650 A.C.) quizás denotando algún tipo de protección de una deidad. (Encabeza la leyenda, vistas anterior y posterior, y detalle de inscripción).
AMENHOTEP I Y LA NATURALEZA DE LA DINASTÍA XVIII
Amenhotep I - como su padre - puede que no fuese aún un adulto cuando ascendió al Trono; el hecho es que ya otro hermano suyo mayor que él había sido designado heredero unos cinco años antes. Pudo haber habido, pues, una corregencia con Ahmose a fin de asegurar una transición pacífica y continuada de la recientemente instaurada dinastía; en cuanto a su madre, Ahmose-Nefertari, sin duda fue una figura prominente en su reinado.
En general, se podría decir que su reinado fue una continuación del de su padre; los edificios concebidos por Ahmose se construyeron, y las expediciones militares del sur que cerraban campañas anteriores, se llevaron a cabo. Pero, a pesar de esta aparente falta de imprimatur personal, Amenhotep I tuvo éxito como gobernante por derecho propio. Esto se ve apoyado por el hecho de que, justo a su muerte, tanto él como su esposa, fueron divinizados y adorados en Tebas – especialmente en Deir el-Medina - el poblado de los trabajadores de tumbas.
Deir el-Medina, situado en la Tebas occidental, al sur de la colina de Sheikhb Abd el-Kurna, se construyó a principios de la Dinastía XVIII para albergar a los artesanos que construirían y decorarían las tumbas. Tutmosis I es el nombre real más antiguo del que dan fe los monumentos contemporáneos, pero Amenhotep I y su madre, Ahmose-Nefertari, fueron dioses patronos del poblado durante todo el Imperio Nuevo y, muy probablemente, desde la fundación del asentamiento. No sólo disponían allí de centros de culto para ambos, sino que la mayoría de las casas del período ramésida tenían en sus habitaciones frontales una escena en honor al faraón y a su esposa.
Los factores que relacionaban a Amenhotep I y a su madre con la región de la necrópolis, con gobernantes divinizados, y con el rejuvenecimiento, se transmitían visualmente mediante la representación de la pareja con la piel negra o azul; ambos, colores de la Resurrección. El tercer mes de peret se dedicaba - y denominaba – Amenhotep I, y en el propio Deir el-Medina se solían celebrar en esta época varios rituales que dramatizaban su muerte, su enterramiento, y su regreso.
No obstante, Amenhotep I era un dios mayor de la región y como tal se secelebraban festivales en su honor durante todo el año. Es probable que el faraón y su madre llegasen a ser deidades destacadas por su relación con el comienzo del Imperio Nuevo, y la participación activa de ambos en la construcción a lo largo de la orilla oeste del río Nilo.
Los éxitos militares de Amenhotep en Nubia, y sus consiguientes ganancias financieras, comenzaron a mejorar la economía general de Egipto, y la construcción de los monumentos de los templos supuso un impacto significativo como símbolo del poder real. La operación militar contra los nubios, al sur de la 2ª Catarata, tuvo lugar durante el año 8 de su reinado, a juzgar por las inscripciones fechadas entre los años 8 y 9. Aunque no sea posible asegurarlo con certeza, ésta podría tratarse de la campaña descrita en las tumbas de Ahmose, Hijo de Ibana, y de Ahmose Pennekhbet, en Elkab.
Es importante, sin embargo, puntualizar, que las autobiografías de ambos individuos proceden de tumbas construidas mucho después de los acontecimientos reseñados en sus narrativas; como sesenta o setenta años más tarde.
Según Ahmose, Hijo de Ibana, él mismo llevó al faraón a Kush donde “Su Majestad mató a un arquero nubio en medio de su ejército, y luego persiguió y arrojó tierra adentro a la gente y al ganado”. Ahmose sería en su día recompensado con oro por haber hecho que el faraón regresase a los dos días al Valle del Nilo, desde una zona denominada el Pozo Alto. La estela abandonada en Aniba, sensiblemente erosionada, que muestra una fecha del año 8, deja constancia de que los Arqueros (iuntyu) y los habitantes del Desierto Oriental (mentyu) entregaron oro y grandes cantidades de productos al faraón. La estela podría ser conmemorativa del hecho de que al éxito de la expedición a Kush le seguiría una visita oficial de la familia real a una localidad segura de la Baja Nubia.
Para finales del reinado de Amenhotep I, las características principales de la Dinastía XVIII habrían sido ya establecidas: su abierta devoción al culto del Dios Amun, de Karnak; sus exitosas campañas militares de Nubia, encaminadas a expandir Egipto hacia el sur en busca de recompensas en forma de materiales; su familia real, de núcleo cerrado, que evitaría cualquier reivindicación política o económica; y un organización administrativa en pleno desarrollo que. en toda probabilidad. procedería de familias poderosas y de relaciones colaterales, en este punto asociadas principalmente a las regiones de Elkab, Edfu y Tebas. No obstante, sólo un pequeño número de tumbas de altos cargos de los dos primeros reinos han sido localizadas.
LOS MONUMENTOS DE AMENHOTEP I
Se ha señalado que Amenhotep I disfrutó de al menos doce años de gobierno pacífico durante el que pudo restablecer actividades tradicionales asociadas con la construcción de monumentos: la apertura de las minas de turquesa, en el Sinaí, y la consiguiente expansión del templo de Hathor, en las minas de Serabit el-Kadim; los trabajos de cantería de alabastro en Bosra - en nombre de Ahmose-Nefertari - y en Hatnub; y el inicio de trabajos en las canteras de arenisca de Gebel el-Silsila, que proporcionaban la mayoría de la piedra necesaria para la reconstrucción del templo de Karnak.
Amenhotep I construyó en varios de los lugares donde su padre había estado activo: en Abydos, por ejemplo, levantó una capilla que conmemoraba al propio Ahmose. Por sus éxitos en la Alta Nubia, Amenhotep I les dedicó monumentos en la Isla Sai, incluyendo una estatua parecida a la de su padre, y quizás algún otro tipo de construcción a juzgar por los vestigios de bloques inscritos con su nombre y el de su madre, Ahmose-Nefertari.
El interés de Amenhotep I en los yacimientos del Delta y Menfis aún permanece sin verificar, pero Karnak figura de forma prominente en sus proyectos. Un gran pórtico de entrada en Karnak, ahora reconstruido, se decoró con motivos de los festivales del jubileo. Según su inscripción había “un gran pórtico de 20 codos” y una “doble fachada del templo”. Puede que hubiese sido, en algún tiempo, la entrada principal sur que más tarde sería reemplazada por el Séptimo Pilono.
Hacia el este, el faraón levantó un recinto de piedra alrededor del patio del Imperio Medio, con capillas en el interior de la muralla. Estas capillas contenían escenas en las que se representaba al faraón, la esposa del dios, Ahmose-Nefertari, y al personal del templo ejecutando el ritual a Amun, y dedicatorias en nombre de los soberanos de la Dinastía XI.
Tutmosis III desmantelaría todas estas capillas y las reconstruiría en arenisca unos cuarenta o cincuenta años más tarde, pero en algunos lugares dentro de Karnak se encontraron bloques y linteles con textos de ofrendas inscritos en ellos. Es probable, que a lo largo del callejón sur se levantase una capilla períptera para el jubileo de Amenhotep I, de un tipo similar a la de Senusret I (1.956-1.911 A.C.) de la Dinastía XII. Efectivamente, el estilo de talla del relieve de Amenhotep I en los monumentos de arenisca de Karnak, tan conscientemente emulaba el de los artífices de Senusret, que ha sido difícil asignar a algunos bloques el soberano correcto.
Nota aclaratoria ex profeso: Se conoce por "Períptero" al edificio que está rodeado de columnas alineadas en cada uno de sus lados, conformando un peristilo (o galería de columnas que rodea un recinto) exterior. Esta composición, muy usual en la arquitectura griega clásica, al menos desde la época de la arquitectura en madera del siglo VIII A.C., fue utilizada, aunque de forma excepcional, en el Antiguo Egipto.
Está claro que la función de Karnak como emplazamiento de veneración a la realeza constituía el centro de los planes de construcción de Amenhotep I. Si dicha acción de emular incluía la celebración de un jubileo real antes de los primeros treinta años de reinado – el tiempo ideal que un faraón esperaba antes del primer festival-sed - o si él erigió los monumentos en anticipación a un reinado de tres décadas completas, esto no se sabe. Por otra parte, algunos de los edificios de Amenhotep I mencionan el jubileo, por lo que parece obvio que el faraón tenía la intención de reclamar para sí el honor, tal y como lo habrían hecho los grandes soberanos del Imperio Medio.
Las jambas desenterradas de los cimientos del Tercer Pilono de Karnak, nos proporcionan una lista de festivales religiosos con sus fechas de celebración. El estudio de estos bloques realizado por el Doctor Anthony Spalinger, de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda - actualmente profesor visitante de la Universidad de California, Los Ángeles – ha indicado que su calendario festivo - como la mayoría de las cosas en Karnak - mostraba a un Amenhotep I sensiblemente influenciado por los calendarios de la Dinastía XII.
Amenhotep I también tenía una cripta hecha de corteza de árbol colocada, muy probablemente, en el patio frontal oeste del templo. Construido con ladrillos de barro, el monumento de Deir el-Bahri ha sido reconstruido con una pirámide, pero sólo se han encontrado in situ unos pocos ladrillos con el nombre de Amenhotep I y Ahmose-Nefertari. No se ha identificado ninguna tumba de cualquiera de ellos.
Los lugares de construcción de Amenhotep I y sus sucesores pueden estar relacionados con la pregunta de cuándo y cómo se hacían las observaciones astronómicas para la elaboración del calendario (Ver Capítulo 1, "Cronología del Antiguo Egipto, según Shaw). Algunas opiniones argumentan que Elefantina pudo haber albergado un observatorio para la observación de la Estrella Sirio, y recientemente un grafiti de la región de Hieracómpolis ha permitido sugerir que algunas observaciones astronómicas tuvieron lugar en localidades del desierto.
Un renovado interés en los lugares de culto entre Aswan y Tebas durante la Dinastía XVIII ciertamente indica un interés similar con los fenómenos naturales asociados con estos cultos, tales como la salida de “La Estrella del Perro” o “Alfa del Can Mayor”, Sirio (Sopdet/Sothis), el inicio de la crecida de El Nilo, y los concomitantes ciclos lunares. La existencia de un calendario festivo registrado en un papiro del reinado de Amenhotep I (dorso del Papiro de Ebers), evoca la posibilidad de que el faraón desease rehacer los antiguos calendarios.
TRASCENDENCIA DE LAS MUJERES REALES DE PRINCIPIOS DE LA DINASTÍA XVIII
Se sabe de un cierto número de princesas, de las que algunas eran esposas reales, por un conjunto real de momias encontradas en Deir el-Bahri. Se trataba de críos de gobernantes de finales de la Dinastía XVII o finales de la XVIII, y sus nombres con frecuencia también se conocen por las capillas de tumbas privadas del tardío Imperio Nuevo que veneraban a la familia real de principios de la Dinastía XVIII. Los títulos que ostentaban estas mujeres, y la ausencia de esposos, aparte de los faraones, muestran las limitaciones a las que estaban sometidas las mujeres nacidas del faraón.
El éxito de la línea dinástica a comienzos de la Dinastía XVIII era ciertamente atribuible, en parte, a la decisión de limitar el acceso a la familia real. En términos económicos, esto habría significado que las ganancias de las guerras no se compartían con aquellas familias cuyos hijos se hubiesen casado con una princesa. Así pues, los faraones eran libres de enriquecer a sus seguidores militares como quisieran, potenciando así nuevos partidarios.
Seguidores como Ahmose, Hijo de Ibana, y Ahmose Pennekhbet representan dos ejemplos de estos nuevos miembros de élite, si bien, documentos legales posteriores, en el Imperio Nuevo, nos informan de individuos cuyas fortunas procedían de concesiones de Ahmose.
En términos políticos y religiosos, la familia real cerrada aparentemente se remonta al Imperio Medio y Antiguo antes que éste, cuando las princesas solían desposarse con faraones o se asociaban de por vida con sus padres reinantes. A fin de asegurar la exclusividad de su línea dinástica, sin embargo, la familia de Seqenenra y Ahhotep aparentemente establecieron la prohibición adicional de que las hijas reales no se casasen que fuese el faraón.
Este no sería el caso en el Imperio Antiguo y en el Medio – al menos no siempre – ya que se sabe de casos de altos funcionarios casados con hijas de faraones, pero, una vez establecida la norma a finales de la Dinastía XVII, persistiría durante toda la Dinastía XVIII. Sólo del reinado de Rameses II se tiene de nuevo evidencia firme de princesas casadas con otros que no fuese el faraón
No hubo efectos que debilitaran la línea monárquica como resultado de esta práctica, ya que ésta no implicaba que los propios faraones sólo pudiesen desposarse con princesas. De hecho, durante toda la Dinastía XVIII los faraones normalmente nacían de sus padres y segundas esposas no reales, como es el caso de Tetisheri. Si la interpretación de la documentación pertinente es correcta, Tetisheri tuvo a la madre y al padre del faraón Ahmose. Su madre, Ahhotep, lo tuvo a él del hermano (o medio-hermano) de ésta; muy probablemente, Seqenenra; posiblemente Kamose.
Ahhotep tuvo además varias niñas, pero Seqenenra también tuvo hijas de, al menos, otras dos, y posiblemente tres, mujeres. Ahmose-Nefertari, lo hizo padre de, al menos, dos hijos, Ahmose-ankh y Amenhotep. No obstante, él pudo haber tenido también hijos de otras mujeres; al menos dos princesas ostentaban los títulos “hijas del faraón”, “hermanas del faraón”, “gran esposa real”, y “esposa del Dios”. A la primera se le describe, en una estela posterior, como “hermana de Amenhotep I”, mientras que a la segunda se le identifica como “hija de Ahmose-Nefertari, que se casaría con su hermano Amenhotep I, aunque no existe documentación que lo afirme explícitamente.
A pesar de las restricciones matrimoniales con las hijas de los monarcas, algunas de las princesas que destacaron como destacadas reinas – Ahhotep, Ahmose-Nefertari, Hatshepsut – fueron enormemente activas en el reinado de sus esposos y herederos. La madre de Ahmose, la Reina Ahhotep, cuyo gran ataúd exterior se encontró en el conjunto real de Deir el-Bahri, era, según los títulos que aparecen en ese ataúd, “hija del faraón”, “hermana del faraón”, “gran esposa real”, y “madre del faraón”.
En la estela del año 18 de Ahmose, en Karnak, éste honra a Ahhotep con títulos que implica, de facto, el gobierno del país. Si bien desconocemos la edad de Ahmose cuando ascendió al Trono, pudo haber sido sólo un muchacho durante alguna parte de su reinado. Es altamente significativo que, más adelante, rindiese honores a la reina-madre por la pacificación del Alto Egipto y la expulsión de los rebeldes. Al parecer, Ahmose siguió la lucha sin mucha oposición dentro de la propia región, lo que implicaría que el dominio de la familia sobre la monarquía quedó probado.
El Profesor Claude Vandersleyen (Bruselas, 1927), Egiptólogo y Filólogo belga, Universidad de Lovaina, sugiere que las batallas que Ahmose luchó contra Aata y Teti-an fueron contra enemigos del Alto Egipto; este último representaría una rama familiar con la que también habrían luchado los soberanos tebanos de la Dinastía XVII, Nubkheperra Intef VI y Kamose; y esto encaja bien con Ahhotep rindiendo honores a Sobekemsaf, la viuda de Nubkheperra Intef VI, en Edfu. En cualquier caso, Ahhotep, al parecer, contaba con el respeto del ejército y la nobleza para conservar una línea monárquica en cierne, y siguió funcionando como madre del faraón hasta bien entrado el reinado de Amenhotep I.
Quizás, poco después del año 18 del reinado de Ahmose, Ahhotep cedería su primer puesto a la Princesa Ahmose-Nefertari, que puede que fuese su propia hija. La Estela de la Donación de Karnak – ya mencionada – es el primer monumento en el que figura Ahmose-Nefertari; a ella se le describe en esta estela como “hija del faraón”, “hermana del faraón”, “gran esposa del faraón”, “esposa del dios Amun”, y, como Ahhotep, “señora del Alto y Bajo Egipto”. Ahmose y Ahmose-Nefertari aparecen representados con su hijo, el Príncipe Ahmose-ankh.
Sólo unos años después de haberse hecho esta inscripción - en el año 22 - Ahmose-Nefertari reclamaba para sí el título de “Madre del Faraón”, aunque no se sabe si su designación se refería a Ahmose-ankh o a Amenhotep. De cualquier modo, la reina sobrevivió a su esposo, Ahmose, e incluso al hijo de éste, Amenhotep I, y aún ocupó el puesto de “esposa del dios Amun” en el reinado de Tutmosis I (1.504-1.492 A.C.).
Ahmose-Nefertari llegaría a usar el título de “esposa del dios” con más frecuencia incluso que el de “gran esposa real”. También actuaba de forma independiente, tanto de su esposo como de su hijo, en la construcción de monumentos y en los roles religiosos. Cuando falleció, una estela contemporánea no real registraba, de forma lacónica, que “la esposa del dios había volado al cielo”. El énfasis que se pone en su rol como sacerdotisa se debe, quizás, al independiente poder económico y religioso con que Ahmose habría dotado el puesto de “esposa del dios”.
La Estela de la Donación registra la creación por Ahmose de un trust relativo al “segundo sacerdocio de Amun”, cuyos beneficios serían otorgados a la "esposa del dios" en perpetuidad, y que ella haría pasar, sin interferencias, a quienes ella desease. La “institución de la Divina Adoratriz”, un cargo separado del de “esposa del dios”, pero al igual ostentado por Ahmose-Nefertari, también se menciona en la Estela de la Donación.
Las tenencias económicas de la institución de la sacerdotisa aparentemente continuaron creciendo, de forma que unos 100 años después de la muerte de Ahmose - y la consiguiente reorganización que supuso la disminución de funciones - la aportación de la “casa de la adoratriz” supuso un significativo cuerpo de interesantes papiros contables.
Ahmose-Nefertari ejerció como gran esposa real y, en particular como “esposa del dios Amun”, durante todo el reinado de su hijo. No se conoce con certeza ninguna esposa de Amenhotep I de su generación, si bien se suele dar por hecho que la “hija del faraón, esposa del dios, gran esposa real unida a la Corona Blanca, señora de las Dos Tierras”, Ahmose-Merytamun, cuyo ataúd fue encontrado en una tumba de Deir el-Bahri, era su hermana y consorte. Conviene señalar, no obstante, que la única conexión entre ambos es el hecho de que su ataúd – como los de Ahhotep y Ahmose-Nefertari - estilísticamente datan del reinado de Amenhotep I. No hay ningún monumento de la época en el que se mencione a Ahmose-Merytamun, que no sea una posible referencia a ella en un monumento en Nubia.
En la estela de su año 8, a la figura de Amenhotep I le sigue la de su madre Ahmose-Nefertari, y la de una segunda esposa del dios, hija del faraón, hermana, y esposa del faraón (pero no “gran esposa”) cuyo nombre fue posteriormente restablecido como Ahmose-Nefertari ante Horus de Miam (Aniba). Ésta pudo tratarse, en cambio, de Merytamun, que habría sido elevada a la categoría de reina, pero su fallecimiento habría precedido al de Ahmose-Nefertari.
Hay evidencias varias en la Dinastía XVIII de monumentos que muestran la presencia de miembros femeninos de la familia real en las regiones fronterizas siguiendo, quizás, una vieja tradición. Representaciones de este tipo las encontramos en el Sinaí, en los afloramientos rocosos de Aswan, y en Nubia, desde la Catarata 1ª a la 4ª, en el Imperio Medio y el Nuevo. Quizás, sean la expresión de un existente nexo de reinas y princesas con Hathor, diosa de las tierras de ultramar, cuyo rol de hija del Dios-Sol consistía en proteger a su padre.
Otro miembro femenino de la familia real de principios de la Dinastía XVIII era la hija de Amenhotep I, hermana del faraón y esposa del dios, Satamun, a la que se conoce, por un lado, por su ataúd, parte del conjunto de la momia real, y por otro, por las dos estatuas que se elevan en el centro y sur de Karnak. Verificada como del reinado de Ahmose en adelante, nunca llegó a ser reina, si bien parece haber recibido honores de Amenhotep I, junto a Ahmose-Nefertari, por su rol sacerdotal de esposa de Amun. Incluso en el período ramésida, Satamun y Merytamun fueron ambas veneradas como miembros de la familia de Ahmose-Nefertari, y fueron incluidas en escenas que representaban a la familia real divinizada.
Una cronología precisa de principios de la Dinastía XVIII y una genealogía de la familia parecen haber sido tan oscuras para los tebanos del tardío Imperio Nuevo, como lo son hoy para nosotros mismos, de forma que no se puede depender de estas referencias votivas para garantizar un parentesco seguro.
Es curioso destacar que - no obstante la aparente habilidad de los faraones de casarse con tantas mujeres como deseasen - no se haya identificado con certeza ningún hijo de Amenhotep I, a pesar de sus veinte años de reinado. Puede que un hijo del faraón, Ramose, conocido por una estatua suya - en la actualidad en Liverpool - procediese de la familia Ahmose, pero no se menciona el parentesco. De cualquier forma, quizás debido a la estabilidad que proporcionó el reinado de Amenhotep, la sucesión pasase sin altibajos a Tutmosis I, del que no se sabe que perteneciese a la familia Ahmose.
Y, con un nuevo alto en el camino, un descanso merecido, y un trago de agua fresca, damos por terminada esta “Hoja Suelta” que nos dará paso a otra que dedicaremos – de la mano del mismo guía, la Dra. Bryan – al faraón Tutmosis I, con una reseña al breve reinado de Tutmosis II.
Rafael Canales
En Benalmádena-Costa, a 19 de julio de 2010
Bibliografía:
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