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INTRODUCCION
Hoy, ya podemos, sin complejos, considerar un tópico que el Antiguo Egipto fuese un regalo del Nilo por aquello de que sus aguas daban vida a su rico Valle con sus ansiadas crecidas del tardío verano de cada año.
Con esta reflexión se inicia el ensayo sobre el tema que nos va a ocupar y que representa el segundo ensayo de los quince que componen la obra “Oxford History of Ancient Egypt”, y a los que ya hice alusión en mi “Hoja Suelta” titulada “Cronología del Antiguo Egipto según Shaw”, como temas a tratar, de forma más o menos esporádica, y sin calendario fijo, en mis futuras intervenciones.
Sus autores forman parte de ese “grupo de elite” con el que yo calificaba a los expertos y eruditos que han colaborado con el Profesor Shaw en la mencionada obra.
En este caso se trata de los profesores belgas Stan Hendrikx, Provinciale Hogeschool, Limburg, Hasselt, y Pierre Vermeersch, Katholieke Universiteit, Lovaina.
El objeto, como ya expuse en su momento, es lograr un resumen, una síntesis, de sus contenidos, que aún siendo sólo una visión global, sencilla pero ajustada, nos facilite su asimilación y nos ayude a su retención; y vuelvo de nuevo a mis “cuadros sinópticos” de mis años de estudiante, de los que, al parecer, no consigo escapar. La dificultad estriba en hacerlo de una forma breve.
Aclaremos primero algunos conceptos que nos sitúen en el tiempo: ¿Qué entendemos por el término “Badariense”?
El término “Badariense” proviene del nombre de una pequeña localidad del Alto Egipto, la moderna El-Badari donde, durante el quinto milenio A.C., se desarrolló, como en otras diminutas comunidades, una cultura cuyas raíces son incluso anteriores a las de Nagada. Y entendemos como Cultura Badariense a la fase inicial del Predinástico de Egipto, posterior al Neolítico de Fayum y Merimda, y anterior al Amratiense, entre antes de 4.000 y 4.900 A.C.
El-Fayum es, por otra parte, un yacimiento tipo del Neolítico egipcio, junto con Merimda, en el oasis de igual nombre, al suroeste de El Cairo, fechado entre 4.700 y 4.000 A.C, consistente en varias elevaciones (koms), con restos de cabañas muy livianas, con hogares y graneros, y abundante material (cerámica lisa, morteros, hachas pulimentadas, puntas de flecha con retoques bifacial, etc.)
Merimda Beni Salame (Merimda o Merimdé), es también un yacimiento neolítico en el inicio del Delta del río Nilo, datado entre 4.800 y 4.100 A.C., de características parecidas al de Fayum, aunque de mayor tamaño y organización más compleja (casas de adobe en los niveles superiores, enterramientos femeninos e infantiles entre las viviendas, esculturas en arcilla, etc.)
Amratiense (de Amrat) se denomina a la fase cultural del Predinástico, también conocida como Nagada I, posterior a la Badariense, y anterior a la Gerzeense, entre 3.900 y 3.650 A.C.
Gerzeense (de Gerzeen) se denomina a la fase cultural del Predinástico, también llamada Nagada II, posterior a la Amratiense, entre 3.650 y 3.300 A.C.
Así pues, el estudio que nos ocupa da un somero repaso al período entre 700.000 B.P. y 4.000 A.C. Es decir, hasta el Eneolítico, o Período Predinástico, llamado así, como es sabido, por ser anterior a las más antiguas dinastías, y cuyo descubrimiento, como ya se dijo en otro momento, representa la más valiosa, innegable y significativa aportación a la Egiptología del omnipresente y sempiterno Arqueólog Flinders Petrie.
Con esta reflexión se inicia el ensayo sobre el tema que nos va a ocupar y que representa el segundo ensayo de los quince que componen la obra “Oxford History of Ancient Egypt”, y a los que ya hice alusión en mi “Hoja Suelta” titulada “Cronología del Antiguo Egipto según Shaw”, como temas a tratar, de forma más o menos esporádica, y sin calendario fijo, en mis futuras intervenciones.
Sus autores forman parte de ese “grupo de elite” con el que yo calificaba a los expertos y eruditos que han colaborado con el Profesor Shaw en la mencionada obra.
En este caso se trata de los profesores belgas Stan Hendrikx, Provinciale Hogeschool, Limburg, Hasselt, y Pierre Vermeersch, Katholieke Universiteit, Lovaina.
El objeto, como ya expuse en su momento, es lograr un resumen, una síntesis, de sus contenidos, que aún siendo sólo una visión global, sencilla pero ajustada, nos facilite su asimilación y nos ayude a su retención; y vuelvo de nuevo a mis “cuadros sinópticos” de mis años de estudiante, de los que, al parecer, no consigo escapar. La dificultad estriba en hacerlo de una forma breve.
Aclaremos primero algunos conceptos que nos sitúen en el tiempo: ¿Qué entendemos por el término “Badariense”?
El término “Badariense” proviene del nombre de una pequeña localidad del Alto Egipto, la moderna El-Badari donde, durante el quinto milenio A.C., se desarrolló, como en otras diminutas comunidades, una cultura cuyas raíces son incluso anteriores a las de Nagada. Y entendemos como Cultura Badariense a la fase inicial del Predinástico de Egipto, posterior al Neolítico de Fayum y Merimda, y anterior al Amratiense, entre antes de 4.000 y 4.900 A.C.
El-Fayum es, por otra parte, un yacimiento tipo del Neolítico egipcio, junto con Merimda, en el oasis de igual nombre, al suroeste de El Cairo, fechado entre 4.700 y 4.000 A.C, consistente en varias elevaciones (koms), con restos de cabañas muy livianas, con hogares y graneros, y abundante material (cerámica lisa, morteros, hachas pulimentadas, puntas de flecha con retoques bifacial, etc.)
Merimda Beni Salame (Merimda o Merimdé), es también un yacimiento neolítico en el inicio del Delta del río Nilo, datado entre 4.800 y 4.100 A.C., de características parecidas al de Fayum, aunque de mayor tamaño y organización más compleja (casas de adobe en los niveles superiores, enterramientos femeninos e infantiles entre las viviendas, esculturas en arcilla, etc.)
Amratiense (de Amrat) se denomina a la fase cultural del Predinástico, también conocida como Nagada I, posterior a la Badariense, y anterior a la Gerzeense, entre 3.900 y 3.650 A.C.
Gerzeense (de Gerzeen) se denomina a la fase cultural del Predinástico, también llamada Nagada II, posterior a la Amratiense, entre 3.650 y 3.300 A.C.
Así pues, el estudio que nos ocupa da un somero repaso al período entre 700.000 B.P. y 4.000 A.C. Es decir, hasta el Eneolítico, o Período Predinástico, llamado así, como es sabido, por ser anterior a las más antiguas dinastías, y cuyo descubrimiento, como ya se dijo en otro momento, representa la más valiosa, innegable y significativa aportación a la Egiptología del omnipresente y sempiterno Arqueólog Flinders Petrie.
En esta etapa, la aparición del metal y un mayor desarrollo del comercio en relación a otras anteriores, va a plantear, en un momento dado, nuevos problemas a los investigadores, ya que los contactos con el exterior y la utilización de nuevas materias primas, como la obsidiana, darán paso a nuevas formas de vida y a la aparición de nuevas culturas, más desarrolladas.
Y volviendo ahora a la reflexión con que iniciamos esta “Hoja Suelta”, Egipto, ese rico oasis descolgado de un extremo del inmenso desierto del Sahara, no siempre fue lo que es en la actualidad, y sus habitantes vivían en un entorno bien distinto.
Por un lado, el clima no era tan árido como lo es hoy, ya que la región del Alto Egipto está considerada como una de las más áridas del mundo, sino que oscilaba entre la extrema aridez de ahora y el clima tórrido semiárido del Sáhel, palabra árabe que sinifica “borde”, quizás por estar situado en el cinturón que separa el Desierto del Sahara de las sabanas y selvas del Golfo de Guinea y África Central, con precipitaciones inferiores a 200 mm anuales.
Por otra parte, el río Nilo carecía de muchos de esos serpenteados meandros que regaban generosamente los valles con sus crecidas de fin de verano, sino más bien contribuía a la formación de una serie de dársenas dispersas a lo largo y ancho de sus valles, o carecía de descarga suficiente, ahogada ésta por los enormes depósitos de aluvión que arrastraba.
Y otro efecto devastador del río Nilo ha sido la tremenda erosión de los antiguos y valiosos restos arqueológicos que hacen que sean muy escasos y mal conservados los vestigios de ocupaciones más tempranas.
Lo que sí sabemos es que Egipto, por su posición geográfica, ha servido de vía migratoria del África Oriental hacia el Viejo Mundo. Sabemos también que el temprano Homo Erectus salió de África y llegó a Israel hace 1’8 millones de años, y para ello tuvo que pisar suelo egipcio y atravesar el río Nilo aunque, desgraciadamente, son escasas las pruebas que lo confirman y, lo que es peor, la casi inexistencia de pruebas circunstanciales que hagan posible su datación.
Y en cuanto a los recientemente publicados artefactos encontrados en las canteras de Abbassiya y en los depósitos tebanos de grava, no son de origen humano y todos provienen de depósitos secundarios.
EL PALEOLÍTICO INFERIOR (700/500.000-250.000 B.P.)
El Achelense representa la cultura más importante del Paleolítico Inferior en Europa Oriental, y su denominación proviene del lugar epónimo de Saint Acheul, suburbio de Amiens, al norte de Francia. A pesar de ello, parece ser que su definición aún sigue sujeta a revisiones periódicas.
La industria Achelense se desarrolla en el Pleistoceno Medio y comienzos del Superior (c. 600.00 a 90.000 B.P.) en Europa. Su elemento tipológico más característico es el bifaz y unas técnicas de lascado relativamente sencillas. Desarrolla la técnica de Levallois y la talla con percusor blando.
La "Técnica Levallois" es un método de talla que aparece durante el Achelense Medio y tendrá su gran desarrollo en el Paleolítico Medio. Consiste en la preparación previa del núcleo del que se extraerán lascas, láminas y puntas de forma predeterminada por levantamientos previos que se denominan "levallois", y se caracterizan por la dirección centrípeta de las aristas dorsales y por el talón facetado. La mayor o menor presencia de útiles y uso de la técnica Levallois en un determinado conjunto lítico se expresa mediante índices porcentuales.
Son muchas las hachas tipo Achelense encontradas en depósitos de grava locales, pero no así restos óseos humanos que puedan asociarse con esta fase del Paleolítico Inferior en todo Egipto, aunque se considera al Homo erectus como el responsable de la fabricación de dichos artefactos.
Sin embargo, un error de interpretación de la geomorfología del desierto ha hecho creer a ciertos investigadores en la existencia de una correlación entre el Achelense y la cronología de las terrazas aluviales del Nilo que, por desgracia, no existe. Se piensa, eso sí, que el Homo erectus, a su paso por estas tierras, dejaría tras de sí, en forma dispersa, hachas u otros utensilios, de ahí que no sea improbable encontrar hachas Achelenses en la superficie de las zonas desérticas del Valle del Nilo.
Recordemos que a principios del siglo pasado, las colinas sobre las que se deslizaba un sendero que iba de Deil el-Medina al Valle de los Reyes, llegaron a ser muy populares para muchos “coleccionistas” de hachas.
Es curioso observar cómo en Nag Ahmed el-Khalifa, cerca de Abidos, y en otros lugares de la región de Qena, se han encontrado artefactos que permanecen agrupados, aún cuando no estén ya en su entorno original. El hecho de que aparezcan en la superficie de depósitos de arcilla, confirmaría la conexión entre el río Nilo y sus cabeceras en Etiopía. La antigüedad de tales conjuntos se ha estimado entre los años 400.000-300.000 B.P.
Conviene destacar que para tener una base documental fiable de la ocupación Achelense, se requeriría más información de la que se dispone sobre factores tales como la distribución espacial original y los restos fáunicos asociados.
La Prehistoria de Nubia, sin embargo, se conoce comparativamente bien debido a las excavaciones de rescate llevadas a cabo antes de que la zona fuese finalmente inundada por el Lago Nasser.
En estos casos, las agrupaciones de hachas Achelenses reposaban sobre las erosionadas cumbres de las colinas, o “inselbergs”, donde se pudo extraer una buena materia prima: la arenisca ferruginosa.
No era de esperar, sin embargo, que dichos yacimientos, tras una exposición a la erosión de miles de años, pudiesen ofrecer restos en condiciones de conservación medio aceptables, excepto piedras; pero incluso de ellas sólo se posee una información limitada y se carece de medios fiables para una posible datación que no sean los de su propia topología, que los asigna a los períodos Achelenses Inferior, Medio y Superior.
En el Desierto Occidental existen yacimientos que pertenecen al Achelense Superior, como es el caso del oasis de Kharga y Dakhla, y de Bir Sahara y Bir Tarfawi, todos ellos claramente relacionados con condiciones más húmedas en las que la vida para el cazador-recolector era posible, en su mayoría en mal estado de conservación.
Sorprende, por otra parte, la ausencia, en los mencionados conjuntos, de “hendidores”, utensilios fundamentalmente africanos, lo que parece sugerir que, durante el período Achelense, Nubia constituía por sí misma una provincia; un enclave original en el interior de África.
El hendidor, o hendedor, es un útil prehistórico, que aunque por su tamaño pueda ser considerado de la familia de los bifaces, los picos triédricos (lo que suele llamarse "útiles nucleares"), el proceso de fabricación y su concepto tipológico, lo separan netamente de este grupo, haciéndolo un tipo diferente, especial.
Tallado en piedra, es típico del Paleolítico Inferior y Medio en el sur de Europa y, especialmente, en África.
Morfológicamente, se caracteriza por ser un instrumento alargado, de grandes o medias dimensiones, con un filo terminal transversal al eje morfológico de la pieza, como el de un hacha. Se sabe muy poco o nada sobre su utilización, pese a que su forma y filo puedan sugerir que fuese similar a la del hacha. No se sabe si iba enmangado y si se usaba con movimientos transversales o paralelos al filo.
Por otra parte, y con ello terminamos este apartado, se ha hablado del descubrimiento por el “space shuttle” de canales subterráneos en el desierto occidental, ricos en yacimientos Achelenses, bien conservados, aún sin excavar.
Y volviendo ahora a la reflexión con que iniciamos esta “Hoja Suelta”, Egipto, ese rico oasis descolgado de un extremo del inmenso desierto del Sahara, no siempre fue lo que es en la actualidad, y sus habitantes vivían en un entorno bien distinto.
Por un lado, el clima no era tan árido como lo es hoy, ya que la región del Alto Egipto está considerada como una de las más áridas del mundo, sino que oscilaba entre la extrema aridez de ahora y el clima tórrido semiárido del Sáhel, palabra árabe que sinifica “borde”, quizás por estar situado en el cinturón que separa el Desierto del Sahara de las sabanas y selvas del Golfo de Guinea y África Central, con precipitaciones inferiores a 200 mm anuales.
Por otra parte, el río Nilo carecía de muchos de esos serpenteados meandros que regaban generosamente los valles con sus crecidas de fin de verano, sino más bien contribuía a la formación de una serie de dársenas dispersas a lo largo y ancho de sus valles, o carecía de descarga suficiente, ahogada ésta por los enormes depósitos de aluvión que arrastraba.
Y otro efecto devastador del río Nilo ha sido la tremenda erosión de los antiguos y valiosos restos arqueológicos que hacen que sean muy escasos y mal conservados los vestigios de ocupaciones más tempranas.
Lo que sí sabemos es que Egipto, por su posición geográfica, ha servido de vía migratoria del África Oriental hacia el Viejo Mundo. Sabemos también que el temprano Homo Erectus salió de África y llegó a Israel hace 1’8 millones de años, y para ello tuvo que pisar suelo egipcio y atravesar el río Nilo aunque, desgraciadamente, son escasas las pruebas que lo confirman y, lo que es peor, la casi inexistencia de pruebas circunstanciales que hagan posible su datación.
Y en cuanto a los recientemente publicados artefactos encontrados en las canteras de Abbassiya y en los depósitos tebanos de grava, no son de origen humano y todos provienen de depósitos secundarios.
EL PALEOLÍTICO INFERIOR (700/500.000-250.000 B.P.)
El Achelense representa la cultura más importante del Paleolítico Inferior en Europa Oriental, y su denominación proviene del lugar epónimo de Saint Acheul, suburbio de Amiens, al norte de Francia. A pesar de ello, parece ser que su definición aún sigue sujeta a revisiones periódicas.
La industria Achelense se desarrolla en el Pleistoceno Medio y comienzos del Superior (c. 600.00 a 90.000 B.P.) en Europa. Su elemento tipológico más característico es el bifaz y unas técnicas de lascado relativamente sencillas. Desarrolla la técnica de Levallois y la talla con percusor blando.
La "Técnica Levallois" es un método de talla que aparece durante el Achelense Medio y tendrá su gran desarrollo en el Paleolítico Medio. Consiste en la preparación previa del núcleo del que se extraerán lascas, láminas y puntas de forma predeterminada por levantamientos previos que se denominan "levallois", y se caracterizan por la dirección centrípeta de las aristas dorsales y por el talón facetado. La mayor o menor presencia de útiles y uso de la técnica Levallois en un determinado conjunto lítico se expresa mediante índices porcentuales.
Son muchas las hachas tipo Achelense encontradas en depósitos de grava locales, pero no así restos óseos humanos que puedan asociarse con esta fase del Paleolítico Inferior en todo Egipto, aunque se considera al Homo erectus como el responsable de la fabricación de dichos artefactos.
Sin embargo, un error de interpretación de la geomorfología del desierto ha hecho creer a ciertos investigadores en la existencia de una correlación entre el Achelense y la cronología de las terrazas aluviales del Nilo que, por desgracia, no existe. Se piensa, eso sí, que el Homo erectus, a su paso por estas tierras, dejaría tras de sí, en forma dispersa, hachas u otros utensilios, de ahí que no sea improbable encontrar hachas Achelenses en la superficie de las zonas desérticas del Valle del Nilo.
Recordemos que a principios del siglo pasado, las colinas sobre las que se deslizaba un sendero que iba de Deil el-Medina al Valle de los Reyes, llegaron a ser muy populares para muchos “coleccionistas” de hachas.
Es curioso observar cómo en Nag Ahmed el-Khalifa, cerca de Abidos, y en otros lugares de la región de Qena, se han encontrado artefactos que permanecen agrupados, aún cuando no estén ya en su entorno original. El hecho de que aparezcan en la superficie de depósitos de arcilla, confirmaría la conexión entre el río Nilo y sus cabeceras en Etiopía. La antigüedad de tales conjuntos se ha estimado entre los años 400.000-300.000 B.P.
Conviene destacar que para tener una base documental fiable de la ocupación Achelense, se requeriría más información de la que se dispone sobre factores tales como la distribución espacial original y los restos fáunicos asociados.
La Prehistoria de Nubia, sin embargo, se conoce comparativamente bien debido a las excavaciones de rescate llevadas a cabo antes de que la zona fuese finalmente inundada por el Lago Nasser.
En estos casos, las agrupaciones de hachas Achelenses reposaban sobre las erosionadas cumbres de las colinas, o “inselbergs”, donde se pudo extraer una buena materia prima: la arenisca ferruginosa.
No era de esperar, sin embargo, que dichos yacimientos, tras una exposición a la erosión de miles de años, pudiesen ofrecer restos en condiciones de conservación medio aceptables, excepto piedras; pero incluso de ellas sólo se posee una información limitada y se carece de medios fiables para una posible datación que no sean los de su propia topología, que los asigna a los períodos Achelenses Inferior, Medio y Superior.
En el Desierto Occidental existen yacimientos que pertenecen al Achelense Superior, como es el caso del oasis de Kharga y Dakhla, y de Bir Sahara y Bir Tarfawi, todos ellos claramente relacionados con condiciones más húmedas en las que la vida para el cazador-recolector era posible, en su mayoría en mal estado de conservación.
Sorprende, por otra parte, la ausencia, en los mencionados conjuntos, de “hendidores”, utensilios fundamentalmente africanos, lo que parece sugerir que, durante el período Achelense, Nubia constituía por sí misma una provincia; un enclave original en el interior de África.
El hendidor, o hendedor, es un útil prehistórico, que aunque por su tamaño pueda ser considerado de la familia de los bifaces, los picos triédricos (lo que suele llamarse "útiles nucleares"), el proceso de fabricación y su concepto tipológico, lo separan netamente de este grupo, haciéndolo un tipo diferente, especial.
Tallado en piedra, es típico del Paleolítico Inferior y Medio en el sur de Europa y, especialmente, en África.
Morfológicamente, se caracteriza por ser un instrumento alargado, de grandes o medias dimensiones, con un filo terminal transversal al eje morfológico de la pieza, como el de un hacha. Se sabe muy poco o nada sobre su utilización, pese a que su forma y filo puedan sugerir que fuese similar a la del hacha. No se sabe si iba enmangado y si se usaba con movimientos transversales o paralelos al filo.
Por otra parte, y con ello terminamos este apartado, se ha hablado del descubrimiento por el “space shuttle” de canales subterráneos en el desierto occidental, ricos en yacimientos Achelenses, bien conservados, aún sin excavar.
P.D. Para las fechas absolutas se ha utilizado el Cuadro Cronológico de Ian Shaw, Edición “The Oxford History of Ancient Egypt”, Oxford, 2.000, páginas 479-83. Las fechas del Paleolítico y el Epipaleolítico se dan en años de datación por radiocarbono o años B.P. ("before present" o "before phisycs").
Rafael Canales
En Banalmádena-Costa, a 5 de enero de 2009
Bibliografía:
"The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2003.
"The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2003.
"Prehistoria", Tomos I y II. Dra. Ana María Muñoz Amilibia y otros. UNED, 2001.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto", Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys. UNED, 2001.
“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp. Routledge, 2006.
“The Prehistoric Egypt”, W.M. Flinders Petrie. British School of Archaeology in Egypt and Egyptian Research Account, Twenty-Third Year, 1917. London, 1920.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto", Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys. UNED, 2001.
“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp. Routledge, 2006.
“The Prehistoric Egypt”, W.M. Flinders Petrie. British School of Archaeology in Egypt and Egyptian Research Account, Twenty-Third Year, 1917. London, 1920.
"Dictionario de Prehistoria", Mario Menéndez, Alfredo Jimeno y Víctor M. Fernández. Alianza Editorial, 2001.
"The British Museum"