Máscara de momia de cartonage dorado
Período greco-romano egipcio
Finales siglo I a.C.- Principios siglo II a.C.
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Mummy masks are a depiction of
the head and chest of the dead and were worn over the wrapped head of the
mummy. They were principally used to protect the deceased's face but could also
act as substitutes for the mummified head should it be damaged or lost.
Egyptians believed that the spirit or ba survived death and
could leave the confines of a tomb. The mummy mask therefore provided the means
for the returning ba
to recognize its host - whose face was hidden by layers of bandage - and it is
therefore odd that mummy masks were rarely particularized portraits.
Accordingly, this example has idealized features.
The use of gold was
connected to the belief that the sun god Re, with whom the mummy hoped to be
united, had flesh of pure gold. The mask was created from layers of wet linen
gummed together, usually shaped over a mould and then given a thin outer
coating of plaster. Once it had hardened, it could then be gilded or painted.
The broad collar with its strings of beads and inscribed headband was applied
in slightly raised relief. The latter is inscribed with a funerary text and the
top of the mask is decorated with a winged scarab beetle to associate it with
the sun god. The back of the wig is decorated in polychrome with a row of
deities, a ba
and falcon with outstretched wings and seven short columns of near
unintelligible hieroglyphs. (Base de Datos del Museo Británico)
A modo de
preámbulo ex profeso
Con esta nueva “Hoja Suelta", estamos iniciando un período que cubre más de cuatro siglos de la historia del Antiguo Egipto como provincia romana, a la vez que ponemos “un punto y final” a este mi Proyecto - que inicié en noviembre de 2008 - de transcribir al español la tan reiteradamente mencionada obra del Profesor Ian Shaw, “Oxford History of Ancient Egypt”; la única historia que proporciona una cobertura histórica detallada de Egipto desde principios de la Edad de Piedra hasta su incorporación al Imperio Romano.
Los autores de cada uno de los quince capítulos de que consta el corpus de la obra, resaltan la principal secuencia de los más destacados eventos políticos, sociales y culturales, sin olvidar un minucioso examen de los tres períodos llamados “intermedios”, conocidos en épocas más lejanas como las “Edades Oscuras”.
El Proyecto, no obstante, además de ajustarse fielmente al original en inglés, se ha ampliado de forma significativa con la adición de citas, aclaraciones de conceptos de dudosa interpretación, reflexiones y comentarios personales, definiciones de términos ajenos al lector profano, tanto de la flora y la fauna como de la propia arqueología, así como documentos gráficos con sus correspondientes leyendas procedentes de fuentes solventes, en su gran mayoría de la prestigiosa Base de Datos del Museo Británico en Londres.
El trabajo original que constituye este último capítulo ha estado a cargo del Profesor David Peacock, de la Universidad de Southampton, famoso por sus trabajos en el análisis de la cerámica y la piedra.
Está particularmente interesado en el mundo clásico y las formas en que un estudio de las sociedades modernas puede ayudarnos a entenderlo mejor.
Actualmente dirige las excavaciones de Quseir al-Qadim (Myos Hormos), en la costa egipcia del Mar Rojo, y anteriormente lo hizo en Mons Porphyrites y Mons Claudianus, también en Egipto. Ha publicado numerosos libros incluyendo "Pottery in the Roman World: an Ethnoarchaeological Approach"; "Amphorae and the Roman Economy" (con DF Williams); "Survey and Excavations at Mons Claudianus" (dos volúmenes con V.A. Maxfield) y "The Archaeology of Stone".
Introducción
Habrá muy pocos eventos históricos que sean más conocidos que el idilio amoroso entre Marco Antonio, triunviro de Roma, y la bella y talentosa Reina Cleopatra VII de Egipto. Su asociación con Cleopatra puede que no hubiese carecido de motivos políticos, ya que Roma tenía mucho que ganar fomentando las buenas relaciones con Egipto cuya riqueza era proverbial. A la larga, sin embargo, esta relación le supondría un conflicto con su astuto, decidido, cuñado Octavio. El problema se resolvió finalmente en la batalla de Actium, librada en septiembre de 31 a. C., y un año después, Octavio, que en 27 a. C. cambió su nombre por el de Augusto, entraría por primera y última vez en Egipto. Egipto, tierra de faraones y de sus sucesores helénicos, los Ptolomeos, era ahora parte del Imperio Romano.
Egipto era un mundo aparte; un exótico y distante lugar del Imperio, quizás más extraño que cualquier otra provincia. Allí, la cultura faraónica florecía y el visitante del Egipto romano se habría sentido como dentro de una cápsula del tiempo; las vistas, los sonidos, y las costumbres del Egipto romano habrían tenido más en común con la civilización faraónica que con la Roma contemporánea. Los templos, aún se construían en su estilo original. La escritura jeroglífica, continuaba usándose, y el egipcio lo hablaba el pueblo, si bien la lengua franca era el griego.
Cleopatra fue, que se sepa, el único gobernante greco-romano de Egipto que aprendió egipcio, y era, además, una de las muchas lenguas que dominaba. Otro indicio de la profundidad de la ampliamente difundida cultura faraónica es la persistencia de la momificación como rito funerario y la continua veneración a los dioses. La especial naturaleza del Egipto romano es innegable. Existe un creciente cuerpo de eruditos que consideran que la “Romanidad” de Egipto constituye su aspecto más significativo.
Si este es el caso o no, las diferencias culturales existen, y no deja de sorprender que Roma adoptase una actitud con Egipto más bien hostil y sospechosa. A los senadores romanos se les prohibía entrar al país, y a los egipcios nativos se les excluía de la Administración. Es significativo que la única ciudad egipcia fundada por Roma fuese Antinoopolis, en el Egipto Medio, junto a El Nilo. La fuerza que impulsó tal fundación fue Adriano, uno de los pocos emperadores que alguna vez visitaron el país. Su idilio amoroso con Egipto se ve reflejado en la gran villa que creó en el siglo II a.C., en Tibur (actual Tívoli), como lugar de retiro de Roma, donde pasó los últimos años de su vida y desde donde gobernó el Imperio. Conocida comúnmente como “Villa Adriana”, en ella intentó recrear los jardines de Canopus, ciudad costera egipcia situada en el Delta de El Nilo, a unos 25 km de la actual Alejandía. La villa fue el más grande ejemplo romano de un jardín tipo alejandrino, recreando un paisaje sagrado. Era como una pequeña ciudad con palacios, fuentes y varias termas, bibliotecas, teatro, templos, salas para ceremonias oficiales, y habitaciones para cortesanos, pretorianos y esclavos.
Apesar de su apariencia inusual, Egipto ha asumido un role especial en nuestra forma de entender el imperio romano. El clima seco le había facilitado la conservación de una riqueza en testimonios de la que carecen otras regiones más atemperadas. Es, por ejemplo, un repositorio de evidencias escritas tal que raras veces se encuentra en ninguna otra parte. Las más conocidas son los papiros, que ofrecen una visión interior sin parangón de los de los negocios y de la vida cotidiana del Egipto romano. Uno de los lugares más famosos y productivos es la localidad de Oxyrhynchus, cerca de El Nilo, a unos 200 km al sur de El Cairo. En 1897 dos eruditos de Oxford, Grenfell and Hunt, comenzaron a buscar información en los escombros de la vieja ciudad (sebakh en árabe) con la esperanza de encontrar papiros. Su trabajo resultó ser un regalo para la papirología ya que los documentos publicados hasta ahora ocupan casi sesenta volúmenes y hay casi la misma cantidad que espera su estudio.
Con esta nueva “Hoja Suelta", estamos iniciando un período que cubre más de cuatro siglos de la historia del Antiguo Egipto como provincia romana, a la vez que ponemos “un punto y final” a este mi Proyecto - que inicié en noviembre de 2008 - de transcribir al español la tan reiteradamente mencionada obra del Profesor Ian Shaw, “Oxford History of Ancient Egypt”; la única historia que proporciona una cobertura histórica detallada de Egipto desde principios de la Edad de Piedra hasta su incorporación al Imperio Romano.
Los autores de cada uno de los quince capítulos de que consta el corpus de la obra, resaltan la principal secuencia de los más destacados eventos políticos, sociales y culturales, sin olvidar un minucioso examen de los tres períodos llamados “intermedios”, conocidos en épocas más lejanas como las “Edades Oscuras”.
El Proyecto, no obstante, además de ajustarse fielmente al original en inglés, se ha ampliado de forma significativa con la adición de citas, aclaraciones de conceptos de dudosa interpretación, reflexiones y comentarios personales, definiciones de términos ajenos al lector profano, tanto de la flora y la fauna como de la propia arqueología, así como documentos gráficos con sus correspondientes leyendas procedentes de fuentes solventes, en su gran mayoría de la prestigiosa Base de Datos del Museo Británico en Londres.
El trabajo original que constituye este último capítulo ha estado a cargo del Profesor David Peacock, de la Universidad de Southampton, famoso por sus trabajos en el análisis de la cerámica y la piedra.
Está particularmente interesado en el mundo clásico y las formas en que un estudio de las sociedades modernas puede ayudarnos a entenderlo mejor.
Actualmente dirige las excavaciones de Quseir al-Qadim (Myos Hormos), en la costa egipcia del Mar Rojo, y anteriormente lo hizo en Mons Porphyrites y Mons Claudianus, también en Egipto. Ha publicado numerosos libros incluyendo "Pottery in the Roman World: an Ethnoarchaeological Approach"; "Amphorae and the Roman Economy" (con DF Williams); "Survey and Excavations at Mons Claudianus" (dos volúmenes con V.A. Maxfield) y "The Archaeology of Stone".
Introducción
Habrá muy pocos eventos históricos que sean más conocidos que el idilio amoroso entre Marco Antonio, triunviro de Roma, y la bella y talentosa Reina Cleopatra VII de Egipto. Su asociación con Cleopatra puede que no hubiese carecido de motivos políticos, ya que Roma tenía mucho que ganar fomentando las buenas relaciones con Egipto cuya riqueza era proverbial. A la larga, sin embargo, esta relación le supondría un conflicto con su astuto, decidido, cuñado Octavio. El problema se resolvió finalmente en la batalla de Actium, librada en septiembre de 31 a. C., y un año después, Octavio, que en 27 a. C. cambió su nombre por el de Augusto, entraría por primera y última vez en Egipto. Egipto, tierra de faraones y de sus sucesores helénicos, los Ptolomeos, era ahora parte del Imperio Romano.
Egipto era un mundo aparte; un exótico y distante lugar del Imperio, quizás más extraño que cualquier otra provincia. Allí, la cultura faraónica florecía y el visitante del Egipto romano se habría sentido como dentro de una cápsula del tiempo; las vistas, los sonidos, y las costumbres del Egipto romano habrían tenido más en común con la civilización faraónica que con la Roma contemporánea. Los templos, aún se construían en su estilo original. La escritura jeroglífica, continuaba usándose, y el egipcio lo hablaba el pueblo, si bien la lengua franca era el griego.
Cleopatra fue, que se sepa, el único gobernante greco-romano de Egipto que aprendió egipcio, y era, además, una de las muchas lenguas que dominaba. Otro indicio de la profundidad de la ampliamente difundida cultura faraónica es la persistencia de la momificación como rito funerario y la continua veneración a los dioses. La especial naturaleza del Egipto romano es innegable. Existe un creciente cuerpo de eruditos que consideran que la “Romanidad” de Egipto constituye su aspecto más significativo.
Si este es el caso o no, las diferencias culturales existen, y no deja de sorprender que Roma adoptase una actitud con Egipto más bien hostil y sospechosa. A los senadores romanos se les prohibía entrar al país, y a los egipcios nativos se les excluía de la Administración. Es significativo que la única ciudad egipcia fundada por Roma fuese Antinoopolis, en el Egipto Medio, junto a El Nilo. La fuerza que impulsó tal fundación fue Adriano, uno de los pocos emperadores que alguna vez visitaron el país. Su idilio amoroso con Egipto se ve reflejado en la gran villa que creó en el siglo II a.C., en Tibur (actual Tívoli), como lugar de retiro de Roma, donde pasó los últimos años de su vida y desde donde gobernó el Imperio. Conocida comúnmente como “Villa Adriana”, en ella intentó recrear los jardines de Canopus, ciudad costera egipcia situada en el Delta de El Nilo, a unos 25 km de la actual Alejandía. La villa fue el más grande ejemplo romano de un jardín tipo alejandrino, recreando un paisaje sagrado. Era como una pequeña ciudad con palacios, fuentes y varias termas, bibliotecas, teatro, templos, salas para ceremonias oficiales, y habitaciones para cortesanos, pretorianos y esclavos.
Apesar de su apariencia inusual, Egipto ha asumido un role especial en nuestra forma de entender el imperio romano. El clima seco le había facilitado la conservación de una riqueza en testimonios de la que carecen otras regiones más atemperadas. Es, por ejemplo, un repositorio de evidencias escritas tal que raras veces se encuentra en ninguna otra parte. Las más conocidas son los papiros, que ofrecen una visión interior sin parangón de los de los negocios y de la vida cotidiana del Egipto romano. Uno de los lugares más famosos y productivos es la localidad de Oxyrhynchus, cerca de El Nilo, a unos 200 km al sur de El Cairo. En 1897 dos eruditos de Oxford, Grenfell and Hunt, comenzaron a buscar información en los escombros de la vieja ciudad (sebakh en árabe) con la esperanza de encontrar papiros. Su trabajo resultó ser un regalo para la papirología ya que los documentos publicados hasta ahora ocupan casi sesenta volúmenes y hay casi la misma cantidad que espera su estudio.
Egipto es también
el país más importante para las ostracas, documentos escritos en cascotes en lugar
de papiros. Entre 1987 y 1993 las excavaciones en el fuerte de Mons Claudianus,
en el Desierto Oriental, depararon más de 9.000 ostracas, la mayor colección de
cualquier otro lugar del mundo antiguo. Por vez primera, se documentaron
operaciones de cantería, y se nos ofrece una visión interior única de las
provisiones y logística de una importante operación romana en el desierto.
Pruebas
documentales aparte, los yacimientos de las ciudades egipcias y sus tumbas con
frecuencia aportaron material orgánico que rara vez se encuentra disponible en
cualquier otro lugar. Los textiles suelen estar bellamente conservados, junto a la
cestería y el cuero, además de cuantiosos restos de alimento. Desgraciadamente, el potencial de
este material tiene aún que ser totalmente evaluado, ya que con demasiada
frecuencia ha sido desechado en favor de la evidencia escrita. Así pues, parece
que Grenfell y Hunt apartaron este material para su uso como fertilizante
para el fellahin (campesino o labrador
en un país árabe, como Siria o Egipto). Recientes excavaciones, tales como las
de Mons Claudianus, están empezando a rectificar esta incoherencia de criterios.
Administración
El Egipto romano
estaba dividido en una treintena de unidades administrativas llamadas “nomes”, sistema heredado de la
precedente era Ptolemaica. Cada unidad tenía un gobernador o strategos,
nombrado por, y responsable a, el Prefecto o gobernador de Egipto, vía uno de
cuatro epistrategoi: los
administradores regionales. El Prefecto estaba asistido por procuradores,
responsables de las finanzas, y por otros funcionarios.
Cada nome tenía su
propia capital o metrópolis donde
estaba ubicada la sede del gobierno. Desgraciadamente poco se sabe sobre todo
esto ya que la topografía del Egipto romano ha sido poco estudiada. Los dos que
mejor se conocen son Oxyyrhynchus y Arsinoe, y por consiguiente la evidencia se
deriva de papiros. Parece que se trataba de lugares de cierta sofisticación y
riqueza. En consecuencia, Oxyyrhynchus tenía un pabellón de deportes, baños
públicos, un teatro, y unos veinte templos, mientras Arsinoe tenía agua corriente
suministrada por dos embalses a los que se bombeaba agua desde uno de los
brazos del Nilo.
Durante los dos
primeros siglos d. C., los nomes y sus metrópolis disfrutaron poco de
autogobierno, pero en 200 d. C., Septimio Severo ordenó la creación de los
concejos urbanos en cada nome, un paso para ascender a las metrópolis de su
categoría a la de municipia (siendo
un municipium, en esencia, una ciudad
con autogobierno). Esto, sin embargo, provocaría un resentimiento considerable,
ya que el aumento de responsabilidades venía acompañado de un incremento de las
cargas financieras para los titulares con cargos públicos.
Bajo dominio
romano, todos los varones entre la edad de 14 y 60 años estaban obligados a
pagar anualmente un impuesto al sufragio. Los ciudadanos romanos estaban
exentos, si bien es probable que representasen sólo una parte menor de la
población. Las clases alta, los ‘metropolites’, pagaban a un nivel reducido. En
consecuencia, la clase, era un tema con ciertas consecuencias y a la edad de 14
años, a un joven ‘metropolite’ se le requeriría presentar sus credenciales.
El
Ejército
Como en otras
provincias, el principal agente de control era el ejército. La evidencia
epigráfica y papirológica que Egipto nos proporciona completa un cuadro sin par
del funcionamiento de un ejército de provincia, a lo que podría añadirse la
evidencia arqueológica de las fortalezas desde las que el ejército solía
operar. Muchas, conservadas por el desierto, aún se alzan hasta el remate de
sus muros.
Una de las destacadas
fuentes históricas más antiguas sobre la disposición de tropas era Estrabón
(17.I.12), quien, en un pasaje muy citado, manifiesta:
“Hay tres legiones de soldados, una en la ciudad y las
otras en la ‘chora’. Además hay nueve cohortes romanas, tres en la ciudad, tres
en la frontera con Etiopía, en Syene, como guardianes de aquellos lugares, y
tres en otros lugares de la ‘chora’. Hay tres unidades de caballería que igualmente
están localizadas en lugares estratégicos”.
(N.B.
La chora o khora (en griego χώρα, khōra) designaba,
en la Antigua Grecia, el territorio de una polis. Esta se componía de la propia ciudad (asty) y de la chora. No obstante, los dos términos no se
oponían como en el caso de ciudad y campo de nuestros días. La chora no estaba sometida a la
ciudad; era complementaria: los que vivían en la ciudad lo hacía a menudo de
sus tierras en la chora, e inversamente, mucha gente poderosa habitaba en la
chora.
Era una zona predominantemente rural, con pequeñas
ciudades y aldeas, incluso pequeñas poblaciones que no tenían el estatus de
ciudad y que dependían de otra más importante).
(N.B. Una cohorte
romana era una unidad táctica constituida en general de un solo tipo de
soldados en el ejército romano, y fue creada con las reformas de Mario. Más tarde, antes del Principado, este término adquirió un
sentido más amplio y definió a una unidad militar).
La ciudad es, por supuesto, Alejandría, donde el fuerte
de Nikopolis, a unos 5 km al este del centro, se mantuvo en pie hasta finales
del siglo diecinueve. Hoy sólo quedan unos pocos fragmentos en el palacio de
Khedival construido en el lugar, y todo
lo demás, arrasado. Parece que hubo otra legión destacada en la fortaleza de
Babilonia (cuyos fragmentos pueden aún verse en los terrenos del Museo Copto,
en El Cairo), mientras que la tercera tenía el cometido de proteger a Thebaid.
Las legiones desplegadas incluían a la XXII Deiotariana, la III Cirenaica, la
II Traiana, y la XV Apollinaris.
Estrabón es bastante menos explícito con las unidades
auxiliares, pero aquí sí es posible completarlas en detalle mediante una
variedad de fuentes tanto de dentro de Egipto como de fuera. Esta evidencia
incluye dedicatorias, diplomas, lápidas funerarias, y otras inscripciones, así
como papiros y ostracas, estas dos últimas más o menos limitadas al propio
Egipto. Durante los tres primeros siglos d. C., parece que habrían sido, de
media, entre tres y cuatro alae
(unidades de caballería) las destacadas en el país, así como ocho cohortes lo que
coincide extraordinariamente bien con la exposición de Estrabón.
Las unidades se movían desde una parte del imperio a
otra, y entre diferentes lugares dentro del propio Egipto, y hay casos en los
que es posible reconstruir su historia. Así pues, el ala Vocontorium es una de las primeras y mejor avalada unidad
auxiliar en Egipto. Parece ser que antes de 60 d. C., habría estado ubicada en
el área de Koptos y también hay evidencia de su presencia en el fuerte de
Babilonia en 59 d. C. Durante el período flaviano pudo haber prestado servicio
en la frontera alemana, regresando a Egipto hacia 105 d. C. Más tarde sería
desplegada en el Desierto Oriental, en Mons Porphyrites (116 d. C.), luego de
nuevo en el Valle del Nilo, hasta que desaparece de los registros en 179 d. C.
Otro ejemplo es la cohorte II Ituraeorum, que confirmada
en Syne (Aswan) en 28 d. C. y 75 d. C. y más tarde en varios otros lugares en
la zona de Syne, antes de ir a parar en Mons Claudianus en 223-5 d. C.
(N.B. Una "cohorte
romana" era una unidad táctica constituida en general de un solo tipo de
soldados en el ejército romano, y fue creada con las reformas de Mario. Más tarde, antes del Principado, este término adquirió
un sentido más amplio y definió a una unidad militar. Una legión romana constaba de 10 cohortes
numeradas del I al X. Una cohorte (en latín: Cohors) estaba
compuesta de 3 manípulos; cada manípulo estaba
formado por 2 centurias. En cambio, la cohorte I
estaba compuesta de 5 centurias dobles).
Las tareas que el ejército tenía que llevar a cabo eran
variadísimas. La defensa del Imperio era, obviamente, importante. Según
Estrabón, las zonas al sur y al este Egipto estaban pobladas por tribus que
eran en su mayoría identificadas por su alimentación. Hay pocas dudas de que
las tropas destacadas en Syene /Aswan) habrían sido cambiadas para protección
de los límites del estado en el sur. De igual manera, la seguridad del desierto
bien pudo haber sido, en alguna medida, responsabilidad
de las unidades con base a todo lo largo del Nilo, en el Alto y Medio Egipto.
Ciertamente había fuertes tanto en el Desierto Oriental como en el Occidental,
pero parecen que estaban relacionados tanto con las explotaciones mineras y la
promoción del comercio como con la seguridad.
Por otra parte, el ejercito destacado en Egipto asumió un
importante role en la mayoría de las campañas militares del este, tales como la
anexión de Arabia en 106 d. C., y en la Guerra Partiana de Trajano (de Partia,
región al nordeste de Irán). También se le requirió para reprimir las revueltas
judías en el primero y segundo siglo d. C. Aquí, las legiones de Nikopolis, y
las unidades destacadas en Pelusium en el norte del Sinaí, habrían jugado un
papel significativo pues podían desplazarse con relativa rapidez a los puntos
conflictivos del este. Alejandría fue, sin duda alguna, la base militar clave. A
las legiones con base cercana, les habrían sido asignadas el control de la indomable
muchedumbre alejandrina, protegiendo a esta joya de ciudad de cualquier posible
ataque, ejerciendo una función policial en el campo, y asumiendo una función en
problemas del imperio de mayor envergadura.
(N.B.
Las Guerras Romano-Partianas (66 a. C.–217 d. C.) fueron una serie de
conflictos entre el Imperio Partiano y los Romanos. Fue la primera serie de
conflictos en lo que serían 719 años de guerras romano-persas).
De hecho, el
role más importante del ejército en todas partes era actuar como una fuerza
policial. Hay un número respetable de ostracas, principalmente con referencias
al Desierto Oriental, que especifican servicios de vigilancia y de manipular
las skopeloi o torres vigía. Parece
ser que los guardias estaban organizados en dekanoi,
que eran controlados por curatores,
quienes, a su vez eran responsables ante los centuriones. Al parecer, el
movimiento por las carreras del desierto habría estado estrictamente controlado,
necesitándose autorizaciones escritas en ostracas o quizás algunas veces en
papiros. Indudablemente esto era una medida encaminada a limitar el bandidaje
por el que Egipto era notorio.
Este
imperecedero problema tuvo que haber sido una preocupación mayor para el
ejército, con unidades de soldados bajo el mando de los strategos a la caza tanto de bandidos como de simpatizantes del
pueblo en general. El bandidaje habría sido particularmente prevalente en las
zonas montañosas del Desierto Oriental, donde habría tenido suficiente
oportunidad para ocultarse, y para desvalijar las lujosas caravanas
orientales que viajaban de Bernice o
Myos Hormos (Quseir el-Qadim) en la costa del Mar Rojo de El Nilo. Esto,
indudablemente, da cuenta de la cadena de fuertes entre
Bernice y Koptos, y en particular, de las fortalezas y torres vigía en la carretera entre Quseir el-Qadim y Koptos.
Parece que el
ejército estuvo involucrado en muchas otras actividades, como en la supervisión
de los botes de grano que viajaban Nilo abajo a Alejandría, protegiendo a los
siempre impopulares recaudadores de impuesto mientras hacían sus tareas, y
suministrando y supervisando las actividades en canteras y minas en el
desierto. Aquí, la evidencia de Mons Claudianus sugiere que vivían junto a los
ciudadanos y eran parte integrante del sistema de extracción. Estaban a cargo,
entre otras cosas, de la supervisión de los skopeloi,
del cuidado de los enseres tales como herramientas de hierro, y, quizás, con el
mantenimiento de las estructuras.
La Economía
Hay tres
aspectos de la economía del Egipto romano relacionados entre sí. El más
importante es la producción agrícola del Valle del Nilo y del Delta. La
fecundidad de Egipto era bien conocida y la ciudad de Roma dependía fuertemente
de los barcos de trigo alejandrino para alimentar a su abundante población. Una
segunda faceta es la extracción de mineral, enfocada mayoritariamente, pero no
exclusivamente, en el Desierto Oriental. Aquí, el oro se había explotado desde
los tiempos faraónicos, pero durante el Período Romano también era una fuente
de piedras exóticas tales como el granito
del foro y el pórfido imperial. El granito rojo de Aswan tiene una larga
historia de explotación y no sorprende que fuese también una de las piedras más
decorativas usadas por los romanos.
El tercer aspecto
de la economía es el role que Egipto asumió en la articulación del comercio
romano. Alejandría era, por supuesto, una de las ciudades comerciales del mundo
antiguo, pero Egipto goza de una ubicación privilegiada con acceso tanto al
Mediterráneo como al Mar Rojo, que a su vez nos lleva al Océano Índico, y aún
más allá. Así que el país jugó un destacadísimo papel en el comercio de Roma con
el Oriente: con India en particular y posiblemente incuso con China.
Para la gente de
hoy Egipto forma una cinta de tierra que finalmente se expande en un triángulo
en forma de Delta. Aquí es donde la población vive y trabaja, y es aquí donde
el alimento se cría. Hoy en día, como en el pasado, la tierra fértil produce un
excedente. La causa de esta fertilidad no es, por supuesto, el clima, ya que las
precipitaciones son inapreciables, sino por el río Nilo. Antes de la
construcción de la primera presa de Aswan, El Nilo haría reventar sus bancos
año tras año depositando una fresca capa de rico limo en la superficie de los
campos. Tan importantes eran estas crecidas que sus alturas se medías unos
nilómetros especialmente construido,
cuyos ejemplos romanos pueden verse en, por ejemplo, Aswan y Luxor, con uno muy
bello, medieval, en El Cairo. El nivel de impuestos se ajustaba según la altura
del agua: una buena crecida prometía una buena cosecha, y la población podría
tolerar impuestos más altos. Plinio, en su (Historia
Naturalis,5.58) es bien específico acerca de la importancia del alimento:
“Una crecida media es de siete metros. Un volumen
de agua inferior, no alcanza a regar todas las localidades, y una mayor, al retirarse muy
lentamente, retrasa la agricultura; ésta consume el tiempo para la siembra a
causa de la humedad del suelo, mientras aquella no deja tiempo para la siembra
porque el suelo está seco. La provincia toma cuidadosamente nota de ambos
extremos: en una crecida de cinco metros y medio, se percibe la hambruna, e
incluso en una de seis metros se empieza a sentir el hambre, pero seis metros y
medio trae alegría, seis y tres cuartos, confianza total, y siete metros,
placer".(transcripción de A. Bowman).
La dependencia de Roma del grano egipcio tiene
una larga historia que se remonta a los Ptolomeos, cuando, ya a principios de
211 o 210 a. C., Roma requirió de Ptolomeo IV
un cargamento de grano. La llegada de los barcos de grano alejandrinos
se convirtió en un importante elemento en la economía de Roma sobre la que el
destino de los emperadores pudiera depender. Bajo Augusto, puede que llegase a
20 millones de modii (muy por encima del millón de toneladas). El comercio del
maíz formaba parte de la annona, el
impuesto en especie que Roma recaudaba de las provincias productoras. Existe
alguna evidencia que sugiere que incluso el coste del transporte del estado al
Nilo tenían que soportarlo los propios productores.
El
suministro de grano desde las zonas de cultivo a los almacenes de Alejandría
era una operación cuidadosamente regulada. La carga la supervisaba el sitologos (funcionario del maíz)
asistido por el antigrapheus
(administrativo) y por un ayudante financiero.
Una
muestra sellada o deigma se le confiaba
al capitán del barco para su entrega junto el envío. Esto era un cheque contra
una posible adulteración o sustitución de la carga por otra de más baja calidad
durante el viaje. En cualquier caso, parece que constituía una práctica normal
la presencia de un soldado a bordo durante la travesía. A su llegada a los
grandes graneros de Alejandría, el maíz quedaría bajo la custodia de
procuradores romanos especiales quienes, con su equipo, se harían responsables de
su seguridad y condiciones.
Los
barcos de maíz generalmente solían dejar Alejandría en mayo o junio y el viaje
a Roma, en contra de los vientos predominantes del norte, podría durar un mes y
quizás dos. La ruta sería a lo largo de la costa africana norte o al corte de
Chipre, luego acariciando la costa sur de Turquía. El regreso, con viento de
cola, tardaba unos quince días, con los barcos viajando “a la velocidad de un
caballo de carrera”, como el emperador Cayo pretendía. En ambos casos, la
travesía no estuvo nunca exenta de riesgos, como vívidamente ilustra el
naufragio de la Saint Paul en Malta.
Arqueológicamente,
sabemos muy pocos de los centros rurales productores de este maíz, pero los
papiros conocidos como Heroninos permiten una reconstrucción detallada de la
operativa de uno de ellos durante el siglo tercero d. C., el centro rural de
Appianus, en el-Faiyum. Al parecer, su propietario, Aurelius Appianus, era un
terrateniente de cierta posición, con bienes comparables a los de los senadores
romanos. Sus administradores centrales, obligados mediante mecenazgo, eran
reclutados de entre los concejales municipales y terratenientes del nome, y por
debajo de ellos estaban los phrontistai,
o gerentes de producción, probablemente reclutados de familias rurales ricas,
que quizás trabajaban para varios centros rurales simultáneamente. La mano de
obra provenía de un núcleo de trabajadores a tiempo completo suplementada por
obreros extras cuando se necesitasen. Parece ser que el suministro de mano de
obra pagada procedente de las clases más pobres del Egipto rural resultase
innecesario y poco rentable buscar mano de obra esclava.
Había
tres categorías de trabajadores a jornada completa: los paidaria, los oiketai, y los metrematiaioi.
Al parecer, a los de las dos primeras categorías se les contrataba por vida y
quizás se les proporcionaba vivienda gratis, mientras que los metrematiaioi eran aldeanos
independientes contratados para trabajar un cierto número variable de años. Los
trabajadores eventuales procedían de diferentes ambientes, con frecuencia de
fuera del lugar.
El
principal objetivo de la unidad era la producción de vino para su vente
exterior. Los otros cultivos se realizaban para proporcionar alimento para los
empleados, pienso para los animales de tiro, y grano para los impuestos. Todos
ellos eran necesarios para permitir el funcionamiento económico del estado.
Parece, pues, el grano por el que Egipto era conocido se producía como parte de
un complejo y sofisticado sistema de cultivo que obtenía beneficios de otras
maneras.
Los
recursos minerales del Desierto Oriental eran conocidos y explotados en los
tiempos faraónicos, Por ejemplo, las minas de amatistas de Wadi el-Hudi dieron
lugar a una estela que deja constancia del uso del ejército en minas operadas
bajo Senusret I del Imperio Medio. Más aún, el templo de Sety I en Abydos se le
concedió privilegios en las minas de oro del Desierto Oriental, una cuadrilla
de trabajadores para llevarse el oro, y un acuerdo en las propias minas. Éstas
pueden muy bien ser las minas de Umm el-Fawakhir en el Wadi Hammamat, todavía
en uso a finales del siglo XX. Un impresionante papiro en el Museo Egipcio de
Turín muestra un mapa que supuestamente representa la zona.
El
interés en los recursos minerales, en particular el oro, persistió todo el
Período Ptolemaico y continuó en tiempos romanos. Hallazgos de cerámica de
brillo negra en yacimientos tales como Abu Zawal, a unos 20 km al oeste de Mons
Claudianus, sugieren que ésta, y probablemente otras minas, se establecieron
antes de la conquista romana, si bien, indudablemente, continuarían operando después.
Los
yacimientos de oro han sido poco estudiados, pero su aspecto es bien
distintivo. Normalmente hay un grupo de pequeños cobertizos rodeado de cúmulos
de piedras, y hay evidencia por todas partes de herramientas utilizadas para
triturar la cuarcita de la que se extraerá la mena. La herramienta principal
parece ser un antiguo dispositivo para moler el grano, tipo “quem silla de
montar” curvado, muy bien elaborado, con una pesada piedra superior con forma
del gorro de Napoleón, cuyas alas servirían de asideras. Se necesitaría agua en
abundancia para separar la veta de la ganga, y algunos yacimientos, de los que
Abu Zawal es característico, tenían un pozo considerable que era el centro del
complejo. En otros casos, la roca triturada se llevaba a otro lugar donde se
separaba.
El
geógrafo griego Agatharchides pudo ser testigo del método utilizado para
extraer el oro en sus visitas a las minas en el siglo segundo d. C. Su trabajo
original se ha perdido, pero por fortuna su descripción se ha conservado en los
escritos de Diodoro Sículo. Él nos cuenta que la roca se partía mediante
calentamiento al fuego y el uso de
martillos. Entonces, se trituraba con grandes morteros de piedra al tamaño un guisante, después de lo cual se machacaba
hasta obtener un polvo fino en molinillos de mano antes de su lavado con agua
sobre una superficie inclinada, para separar así el oro de la roca.
Presumiblemente, los “quem silla de
montar”, ya mencionados y ahora tan evidentes en estos yacimientos, se
utilizaban para la molienda final.
La cantería
tiene también una ascendencia ancestral en Egipto. El más célebre ejemplo debe
ser el del complejo de Aswan, ahora muy alterado y edificado por la expansión
de la nueva ciudad. Aswan produjo una variedad de rocas graníticas, siendo la
más conocida el granito rojo o rosa. Durante el período faraónico se usaban
para la fabricación de sarcófagos, obeliscos, y para los remates (Piramidión) de
las grandes pirámides de Giza, quizás porque el color rojizo sugiere El Sol.
(N.B.
Piramidión o piramidón, pieza pétrea de forma piramidal que se situaba en la
parte más alta de los obeliscos y pirámides, o cúspide; simbolizaba el lugar
donde se posaba el dios solar Ra o Amón-Ra, en la cúspide del monumento como
punto de unión entre el Cielo y la Tierra).
Durante
el Período Romano, las canteras continuaron sin disminuir, y las columnas
talladas en granito de Aswan se encuentran en cantidad cercanas a las orillas
del Mediterráneo. Es, de hecho, una de las “tres grandes” rocas decorativas del
mundo romano, a la par con el granito
violetto de el Troad (nombre histórico de la península de Biga, moderna Turkish) y el Cipollino
de Grecia.
El éxito de Aswan es claramente el resultado
de su ubicación a orillas de El Nilo. Los productos se podían cargar fácilmente
en las barcazas e ir flotando hasta Alejandría, donde serían transferidas a los
lapidariae naves, barcos de piedra
especiales usados para el transporte de cargas muy pesadas al otro lado del
Mediterráneo. Otras canteras de reconocido éxito como las de arenisca en Gebel
el-Silsila, o aquellas para el “alabastro egipcio” (o alabastro de calcita) en
el Egipto Medio, estaban también situadas muy próximas a El Nilo (aunque las
principales canteras de alabastro de calcita en Hatnub estaban al menos a día y
medio de viaje, y posiblemente incluso más cuando se transportaban grandes
bloques). En Aswan, parece que habrían tenido una vida más larga, pues los
romanos continuarían con la tradición milenaria de la cantería. Por
razones logísticas obvias, la cantería a gran escala de la piedra del desierto
remoto (para su uso en construcciones o escultura) la evitaron los faraones,
con la excepción del bekhen, una
arenisca “greywacke” (variedad caracterizada por su dureza) procedente de Wadi
Hammamat, e incluso aún más sorprendentemente, la llamada “diorita Kefrén”, una
anortosita gneis (roca metamórfica) de Gebel el-Asr en el Desierto Occidental,
a unos 200 km suroeste de Aswan. Durante el Período Romano, sin embargo, hubo
un intento más exhaustivo de explotar los considerables recursos líticos del
desierto, orientado al Desierto Oriental, donde una serie de rocas de basamento,
duras, se explotó, en su mayoría pórfido y variedades de diorita.
El
centro que articuló la mayoría de esta actividad parece haber sido Mons
Porphyrites (Gebel Dokhan), a unos 70 km noroeste de Hurgada. Las ostracas de
Mons Claudianus exponen que los hombres que trabajaban allí formaban parte del numerus de Porphyrites y del arithmos de Claudianus. De forma
similar, los trabajadores del cercano Tiberiane (Barud), la fuente del granito bianco e nero, parece que
procedían del numerus de Porphyrites
y del arithmos de Tiberiane. A esto habría que añadir la dispersión de
diminutos fragmentos de pórfido encontrados en la mayoría de los emplazamientos
de canteras del Desierto Oriental, lo que sugeriría que a los hombres que
habían trabajado el pórfido se les enviaría a otras canteras.
Una
inscripción recientemente descubierta documenta el descubrimiento de esta zona
de una forma sorprendente. Nos dice que las fuentes las encontró Caius Cominius
Leugas, quien tuvo que haber sido el equivalente romano de un geólogo de campo,
el 23 de julio de 18 d. C. Parece que había descubierto pórfido, pórfido negro,
piedras multicolores, y knekites (“piedra
cártamo”), que aún no ha sido geológicamente definida.
La
datación de la cantera más antigua de Mons Porphirites se remonta al reinado de
Tiberio (14-37 d. C.) y así lo confirma de nuevo una inscripción y, al parecer,
habría persistido hasta finales del cuarto o posiblemente principios del quinto
siglo d. C., si la datación de la cerámica es correcta. El color púrpura se
había llevad como señal de nobleza en la región mediterránea durante muchos
miles de años y sin duda el descubrimiento de una roca púrpura habría sido un
acontecimiento mayor de considerable interés para el emperador personalmente.
La propia operación ha sido descrita, con cierta justificación, como la más
extraordinaria manifestación de la actividad romana que pudiera verse en
cualquier lugar del Imperio.
Era
necesario suministrar las canteras de alimento, excavar pozos, espitar el agua
fósil que contrariamente a la creencia popular abunda en el desierto, y
construir fortalezas para los militares y pueblos para los trabajadores.
Mientras ambos podrían hasta cierto punto cohabitar, las canteras están en la
cima de las montañas por lo que era aconsejable apostar a los trabajadores lo
más cerca posible de su lugar de trabajo. El yacimiento aparenta haber empezado
como una serie de disgregadas aldeas de montaña que, más tarde, en el siglo
segundo d. C., sería controlado por un fuerte a nivel del wadi.
(N.B. Uadi o Wadi (el-uadi, الوادي, uad واد que significa “valle”), es un vocablo de origen árabe utilizado para denominar
los cauces secos o estacionales de ríos que discurren por regiones cálidas y
áridas o desérticas. Hay numerosos uadis en la península Arábiga y en el norte del continente africano. Estos cauces
pueden tener hasta más de cien metros de anchura; generalmente, sólo encauzan
agua durante breves temporadas lluviosas – de horas, días o a lo sumo semanas
de duración - que pueden ser de periodicidad anual o esporádicas e
impredecibles, tanto en la época del año en que ocurren como en la cantidad de
pluviosidad).
A finales del Período Romano puede que se hubiesen
utilizados convictos, y un pasaje en los escritos de Eusebio hace referencia a
un grupo de cristianos (casi con toda seguridad cabuqueros, picapedreros,
entalladores, canteros, tallistas, o labrantes) cuyos ojos habrían sido
vaciados con nubia y los tendones de la corva cortados antes de deportarlos a
Palestina: presumiblemente por intentar convertir a la guarnición. No obstante,
durante la mayor parte del tiempo, es probable que la operación se hiciese
funcionar gracias a la colaboración entre civiles y soldados al unísono, como
ciertamente fue el caso de Mons Claudianus. Incluso el Cristianismo era
generalmente tolerado, como así atestigua un cierto número de inscripciones.
Mons Claudianus, a unos 50 km al sur de Mons Porphyrites,
era la fuente de una gris granodiorita utilizada mayoritariamente para
columnas. Éste es ahora el emplazamiento de canteras romano más intensamente
estudiado en el Desierto Oriental. El complejo consta de un fuerte de los
tiempos de Domiciano, y uno anterior que ha producido un ostracón de Nerón, con
130 pequeñas canteras diseminadas dentro de un radio de alrededor de 1 km; cada
una estaba conectada a la cama del wadi principal por una rampa que terminaba
en una rampa de carga; el lugar donde se transferirían los productos de los
rodillos o trineos a los carretones para el viaje de 120 km, cruzando el
desierto, hasta El Nilo. Algunos de estos carretones tienen que haber sido de
gran tamaño, ya que una columna pesaría unas 200 toneladas. Aquí es pertinente
tomar nota que un ostracón hace referencia a un carretón de doce ruedas, en la
planicie de Nac el Teir, y caminos con hasta tres metros de ancho.
Se suele pensar que la roca de Mons Claudianus, también
conocida como el granito del foro por
su frecuente presencia en el Foro Romano, gozaba de una distribución pan- mediterránea.
Sin embargo, un programa de análisis químico y petrográfico durante los años 90
pasados, ha demostrado que su distribución está virtualmente restringida a
algunos de los monumentos más bellos de Roma. Parece ser que Mons Claudianus se encuentra fuera de la
órbita normal del comercio romano y puede haber sido más o menos propiedad
personal del emperador.
Es interesante mencionar que otras rocas grises de
apariencia similar se explotaban en afloramientos más accesibles en las islas
de Elba y Giglio, y también en la Turquía occidental. La roca de Mons Claudianus
era especial no por sus propiedades, sino por su procedencia. Era un producto del
extremo más lejano del imperio y sólo podía extraerse tras extraordinarios
esfuerzos. Este podría ser el secreto de toda esa iniciativa de canteras en el
Desierto Oriental, que tiene poco sentido en términos económicos racionales.
La importancia de Egipto para la economía romana estaba
más allá de la producción. Quizás, uno de los más extraños y estrafalarios
aspectos del gusto entre la nobleza romana era su predilección por el lujo
oriental: perlas, pimienta, seda, incienso y mirra, además de otras especias
varias y medicamentos exóticos. Egipto articulaba este comercio, ya que estos
productos se transportaban en barcos cruzando el Océano Índico y, por tanto, a
la orilla occidental del Mar Rojo. Aquí se descargaban y arrastraban 150 km a
través del desierto hasta El Nilo, donde
se flotaban hasta Alejandría, y de allí a Roma. La India se beneficiaba de este
comercio, ya que a cambio recibía, vidrio, textiles, vino, grano, cerámica
fina, y metales preciosos además de cargamento humano tales como niños cantores
y doncellas para el placer de los potentados indios.
Puede que se considerase ventajoso para los barcos
hacerse a la mar remontando el Mar Rojo y cruzar luego el istmo que ocupa ahora
el Canal de Suez. En efecto, hubo un proyecto que inició Ptolomeo II y
mejoraron varios de sus sucesores, particularmente Trajano y Adriano, que
conectaba El Nilo con Bitter Lakes (Lagos Amargos). Sin embargo, no se utilizó
ampliamente, al menos en los primeros siglos a. C y d. C. principalmente por el
severo viento del norte que sopla hacia el sur en el Mar Rojo durante el 80%
del año. Esto habría significado un peligro mayor para la flota romana y era
preferible hacer una recalada más al sur y transportar la mercancía por tierra
al Nilo. Loa dos puertos establecidos por Ptolomeo II Philadelphus (285-246 a.
C.) para facilitar l comercio eran Bernice, el nombre de su esposa, y Myos
Hormos.
Parece ser que Myos Hormos fue preeminente durante el
segundo siglo a. C. y que el de Bernice empezó a crecer en importancia durante
el primer siglo a. C. convirtiéndose en dominante en el primer siglo d. C., si
bien Myos Hormos continuaría en uso. Así es que el comercio indio se desarrolló
en tiempos Ptolemaicos y los romanos meramente tomaron posesión y quizás
ampliaron una empresa bien consolidada ya. El Mar Rojo también había sido bien
conocido por los comerciantes faraónicos ya que sin lugar a duda daba acceso a
la misteriosa tierra oriental africana del Punt (Véase el Capítulo II) de donde
procedían las plantas y los animales exóticos.
El yacimiento de Bernice está bien establecido y se le
ha relacionado con las ruinas próximas a Ras Banas, en el sur de Egipto, desde
su descubrimiento por Belzoni en 1818. Myos Hormos ha sido objeto de un extenso
debate; la mayoría de los escritores lo sitúan en Abu Sha’ar, 20 km al norte de
Hurghada, ya que esto coincide con la latitud and longitud que dadas en la Geography de Ptolomeo. Sin embargo, las
excavaciones de los 1990 del pequeño fuerte del yacimiento
demostraron que su cimentación es romana tardía o bizantina, sin evidencia
alguna de asentamiento.
No
obstante, al yacimiento de Myos Hormos se le describe con cierto detalle en la
literatura clásica, y el estudio de imágenes de satélite sugiere que su
correspondiente más cercano es el yacimiento de Quseir el-Qadim al final de la
carretera fortificada de Koptos, en El Nilo. Este diagnóstico se ha visto
confirmado recientemente con excavaciones en el-Zerqa, a medio camino de la
ruta, ya que han producido ostraca que demuestran más allá de ninguna razonable
que el puerto al final de la carretera fue, con toda certeza, Myos Hormos.
La naturaleza de este comercio se puede acrecentar
a través de fuentes tanto literarias como arqueológicas. El principal documento
es el Periplus Maris Erythrae, una
guía náutica para el Mar Rojo, el
Golfo de Aden, y el Océano Índico occidental, compilado en el primer siglo a.
C. Se puede complementar con referencias de poemas escritos en el idioma tamil
(de Tamil, pueblo al sur de la India) tales como: ‘la fresca fragancia de vinos
traídos por el Yavana en sus barcos’; o, de nuevo: ‘la próspera ciudad de
Muziris, a donde atracan las bellas y grandes naves del Yavana repletas de oro,
pintando de blanco las aguas con su espuma, y a donde regresan cargadas de
pimienta’. Parece ser que la mejor época para salir de Egipto era el mes de
julio, cuando el monzón del suroeste conduciría a las naves a través del Golfo
de Aden y el Océano Índico, mientras que el regreso se vería retrasado hasta
noviembre aprovechando el monzón del nordeste.
Los monzones del suroeste son de los vientos
más feroces del planeta, y los barcos tenían que ser inmensamente grandes y
sólidos para resistir tal travesía; quizás semejantes a los del trayecto
Alejandría-Roma, que tenían 60m de largo
y un desplazamiento de unas 1.000 toneladas. Cierto es, que los beneficios
habrían valido la pena correr tales riesgos; un papiro recientemente publicado nos describe
un cargamento de nardo (planta exótica), marfil, y textiles de Muziris, en la
India, a Alejandría; este envío tenía un valor de 131 talentos, suficiente para
comprar 2.400 acres de la mejor tierra de cultivo de Egipto.
(N.B. El aceite de nardo era un perfume
sumamente valorado. Se fabrica a partir de los rizomas de la planta homónima,
originaria del Himalaya y produce un óleo sumamente oloroso).
La Arqueología también puede ayudar a
entender este comercio. Hace mucho tiempo, Sir Mortimer Wheeler excavó el
asentamiento romano de Arikamedu, en la costa Coromandel de la India, donde
encontró un ánfora que había contenido el mejor vino de Campania, y cerámica
roja fina de la época de Tiberio, producida en los talleres de Lyons, Pozzuoli,
and Pisa. En Egipto, un proyecto de excavación realizado durante los años 90
del siglo pasado, en Berenice, promete revelar información equivalente del lado
egipcio. A finales de los 70 y principios de los 80, excavaciones a pequeña
escala en Quseir el-Qadim, que se creía entonces que se trataba del puerto de
Leucos Limen, produjeron material interesante, incluyendo un fragmento con una
inscripción escrita en tamil.
Las rutas terrestres de Berenice y Myos
Hormos a través del desierto han sido estudiadas en conciencia. La de Bernice
corre en dirección noroeste unos 330 km y está equipada con hydreumata (puntos hídricos) cada 20-30
km. Su destino es Koptos, pero a mitad de camino, hay un ramal hacia el oeste
que lleva a Apollinopolis Magna (Edfu). La ruta de Myos Hormos también llega a
Koptos, y Estrabón nos cuenta que el trayecto duraba de seis a siete días,
estando la ruta provista de hydreumata enterrados a gran profundidad. Dos de éstos (el-Mweih y el-Zerqa) se excavaron en los años
90, produciendo nueva evidencia documental en forma de ostracas, cuya
publicación está pendiente.
La etapa final del comercio de Alejandría
a Roma, puede que estuviese íntimamente ligado con el annona (el impuesto en especia ya mencionado más arriba), puesto
que los transportistas que trabajaban para el estado podían llevar parte de sus
propias mercancías libre de cargas. Sin embargo, ésta, bajo ningún concepto, es
la historia completa. Alejandría ha producido muchos más ejemplos de ánforas de
aceite bético que cualquier otra importante ciudad en el Mediterráneo oriental, un solo ejemplo
para enfatizar su role como puerto clave para el comercio interregional de
toda clase y en todas direcciones. Para Estrabón, era el más destacado puerto del
mundo, y, por supuesto, su Pharos, o faro, era una de las Maravillas del Mundo
Antiguo.
La Religión
No puede haber ningún aspecto más complejo
o más difícil de entender que la religión. Roma heredó la religión faraónica,
sobre la que se habría superpuesto un barniz clásico, en gran parte durante los
años que precedieron al Período Ptolemaico. Los visitantes de los antiguos
templos de Egipto suelen pensar que se hallan ante obras maestras de la era
dinástica, pero en muchos casos – Dendera, Edfu, Kom Ombo, Esna y Philae, por
ejemplo – las estructuras existentes son substancialmente ptolemaicas y
romanas.
Aunque el primer aspecto y el más llamativo
es el politeísmo, había un número de predominantes creencias (para una más
amplia discusión, véase la sección sobre la religión en el Imperio Nuevo a
comienzos del Capítulo 10).
Así pues, dioses tales como Ra, el Sol, Geb, la
Tierra, y Nut, el firmamento, al parecer habían sido adorados en casi todos los
lugares de Egipto. Había también, eso sí, una tendencia hacia el monoteísmo. Ra
era el origen de todo. A Pat se le describe como ‘el corazón y la lengua de los
dioses’, y a mediados del siglo catorce a. C. Akenatón decretó que Atón era el
dios que debería adorarse. Otra característica que rápidamente se aprecia era
la parcialidad por el culto a los animales.
Por ejemplo, Horus se representaba como un
halcón y Hathor como una vaca. Sin embargo, no eran los propios animales el
foco de la adoración, sino los dioses los que escogieron tomar sus formas. De
aquí surgió la costumbre de momificar a los animales, con frecuencia a miles:
cocodrilos, mandriles, gatos, el pez Oxyrnchus, mandriles, y así sucesivamente.
Cada una de esta plétora de dioses tenía que
asumir su propio role, Pero la situación está lejos de ser simple, ya que sus
papeles cambiarían con el tiempo, y los dioses podían emerger juntos de forma
que serían indistinguibles unos de otros. Así, Horus, el halcón, mostrando un
disco solar es, a veces, imposible de distinguir del Dios-Sol, Ra. Amón era
originalmente el dios del agua y del aire, pero más adelante se convirtió en el
dios de la reproducción física, el dador de la vida.
Después de la conquista de Alejandro en 332
a. C., la cultura griega se implantó la cultura griega, no sólo en las ciudades
griegas de Alejandría, Naukratis, y Ptolemais, pero también en las comunidades
griegas diseminadas por el país. Los griegos identificaban sus propios dioses
dentro del espectro romano. Así que, a Horus se le equiparaba con Apolo, Thot
con Hermes, Amón con Zeus, Hathor con Afrodita, y así sucesivamente. Cómo
habría reaccionado la bella ciudad de Atenas al ser equiparada con la diosa
hipopótamo Tawaret, no sabemos.
Un buen ejemplo del proceso de helenización
es el dios Pan. A él se le igualó con Amón-Min, el dios de la reproducción
sexual, que tenía un importante santuario en Koptos. La ciudad está al final de
las carreteras que llevan al este. Así pues, Amón-Min se convirtió en el dios
del este, y se mostraba con un quemador de incienso, quizás simbolizando las
especias y perfumes del Oriente. Desde estos inicios, durante el Período
Romano, Pan se convertiría en el dios del Desierto Oriental, el caprichoso
guardián de las rutas del desierto. A él se le muestra no como el Pan de la
mitología griega sino como el Min del falo erecto, su erección claramente
heredada de su anterior vida.
Durante los tiempos ptolemaicos, se inventó
un nuevo dios llamado Serapis con el fin de dar un grado mayor de unidad
política y religiosa. Contrariamente a la deidad Osirapis del período faraónico
tradicional, de donde proviene, se le muestra no como un animal sino como un
hombre barbudo, no diferente a Zeus: de todos los dioses egipcios él es el más
parecido a un dios grecorromano. Serapis llegó a ser un dios inmensamente
popular en Menfis, la vieja capital de Egipto, y después en Alejandría, cuando
la sede del gobierno se trasladó allí.
Otro dios muy popular en el Egipto romano fue
Isis, a veces identificada con Hathor. Ella era esposa y hermana de Osiris, que
era juez y soberano de los muertos y dios supremo del culto funerario. Su role
era el de prototipo de la maternidad y de la esposa fiel. Era muy adorada por
las mujeres de las que era reina del
cielo y de la tierra, de la vida y de la muerte. Ella miraba de forma favorable
a todas las actividades femeninas hasta el punto de que en un cierto tiempo era
también la diosa de las prostitutas. Como en el caso de Serapis, los fieles de
Isis se extendían por todo el imperio, particularmente en España. Los rituales
asociados a su culto cambiaron poco desde los tiempos faraónicos: al amanecer, su
estatua se descubría y adornaba con joyas mientras el fuego sagrado se encendía
- todo acompañado de música sacra.
Al igual que los dioses del Egipto romano
eran esencialmente dioses egipcios, la arquitectura de los templos forma una continuación
de los templos dinásticos y ptolemaicos. . La excepción es Paneion, que por el
especial role de Pan en el desierto se situaba en lugares lejanos no preparados
para su habitabilidad. Con frecuencia se trataba sólo de una roca en la que los
viajeros inscribían sus dedicatorias. Un ejemplo claro de esto se puede ver en
el Wadi Hammamat.
El templo de Hathor en Dendera nos da una
buena idea de la apariencia de un templo Ptolemaico romano tardío. El
ante-pilono (entrada norte) es obra de Domiciano y Trajano, pero el foco
principal del complejo, el bellamente conservado templo de Hathor, fue
construido entre 125 a. C. y 60 d. C. El frontal del edificio tiene una fachada
masiva marcada por seis columnas con capiteles encabezados por Hathor rematada
con una cornisa. La entrada da paso a una sala hipóstila, construida en el
vigésimo primer año de Tiberio por Aulus Evilius Flaccus, con la ayuda de los
habitantes de la ciudad y del distrito, y su techo está apoyado en columnas
coronadas por Hathor. La sala te lleva a través de una sala hipóstila interior
y dos vestíbulos; el de más adentro, contiene el santuario, rodeado de un
número de capillas. La ornamentación es típicamente egipcia, pero muchos de los
motivos son emperadores romanos. Así es que vemos a un Tiberio ante los dioses,
Claudio haciendo una ofrenda a Hathor e Ihy, y representaciones de Augusto y
Nerón. Todo el complejo resulta una experiencia extraña para el estudiante de formación
erudita clásica.
Otro excelente ejemplo de un templo romano
es el quiosco de Philae, que se conserva en una isla entre Aswan y la Gran
Presa. Este edificio, tan elegante y bellamente proporcionado, tiene catorce
columnas con capiteles de campana y muros de pantalla, dos de ellos decorados
con escenas representando a Trajano haciendo ofrendas a Isis, Osiris, y Horus.
El simbolismo de todos estos templos tiene que haber escondido un mensaje
especial para la población del Egipto romano. Aquí no es la cuestión del
emperador como dios: a él se le ve como un suplicante ante los grandes dioses
del viejo Egipto.
No obstante, desde la primera mitad del
siglo primero d. C. en adelante, un nuevo fenómeno aparece en la escena
religiosa: el Cristianismo. Parece que había echado raíces en Alejandría desde
donde se extendería al resto del país. No hay duda de que con tantos cultos en
existencia uno más podía aceptarse y absorberse. Pero, el Cristianismo era una
religión intransigente que no se consideraba a sí misma a la par con las otras y
buscó ganarse conversos del paganismo. El viejo orden se vio amenazado, y desde
mediados del tercer siglo en adelante la persecución se puso en marcha de una
forma esporádica hasta su culminación en las grandes purgas de Diocleciano en
303 d. C.
En el tercer siglo d. C., emerge una nueva
tendencia religiosa que iba a barrer el mundo. El desierto es un terreno de
pruebas religiosas, lejos del alboroto de la vida cotidiana donde la
supervivencia depende de la confianza en Dios. Cristo había ya fijar la escena
cuando pasó cuarenta días en el desierto sometido a las tentaciones del
demonio. A finales del siglo tercero, según la tradición, dos jóvenes ricos,
Pablo, el primer ermitaño, y Antonio, el primer moje, ambos separadamente,
abandonaron sus cómodos hogares en el Valle del Nilo para vivir en la soledad del
remoto desierto. Cómo sobrevivieron no es en realidad ningún misterio, ya que a
los santones se les trata en todas partes con respeto y les alimenta la propia
gente con la que se encuentran.
Puesto que ambos se asentaron en
manantiales, sin duda les habrían visitado beduinos que habrían tenido
conocimiento de la procedencia del agua, y de la que disfrutarían de algún
derecho. Eventualmente, a pesar de su aislamiento, la fama de Antonio se
extendió, e incluso el emperador Constantino le escribiría pidiéndole rezos. Le
visitaron sus viejos discípulos, algunos dignatarios, peregrinos, y, por
supuesto, curiosos viandantes. Las idas y venidas de visitantes condujo al
establecimiento de un caravasar, que eventualmente se convertiría en un
monasterio – el más significativo monasterio de la Cristiandad, del se derivan todos
los otros.
(N.B. Un caravasar estaba diseñado para albergar y dar reposo y alimento a los
viajeros y sus animales, después de una jornada. Los caravasares fueron piezas
clave en el desarrollo de las rutas de comercio a través de Asia, el norte de África y la Europa suroriental. En
Turquía, Persia (Irán) y Armenia, los caravasares se colocaban a unos 30 km uno
de otro, a lo largo de las diferentes rutas que unían los diversos puertos y
ciudades importantes de la península. Ya que en la época seléucida, la famosa ruta de la seda no
transcurría por su península, fueron utilizados para potenciar el mercado y la
economía interior. Uno de los mejor conservados en Turquía, fue construido en 1.229 por los turcos seléucida, conocida como caravasar de Agzikarahan).
Las costumbres funerarias están, por supuesto, íntimamente ligadas con las
prácticas religiosas. No sorprende, pues, que la práctica de la momificación
persistió junto al paganismo – en algunos casos hasta entrado el siglo cuarto
d. C. El pobre podía recibir el enterramiento más sencillo como momias con
simple vendaje., pero al rico se le proporcionaba un elaborado ataúd, como
dictaba la tradición faraónica. Durante el Período Romano, se fijaba en la
cabeza del ataúd de la momia, retratos encáusticos pintados en una tabla.
Estas obras de arte menores son algunas de las más vívidas y realistas que
se puedan ver en cualquier lugar del mundo romano. No hay duda de que habrían
sido encargadas a un artista altamente cualificado y, puesto que gozan de un grado
de realismo casi fotográfico, dan la impresión de haber sido ejecutadas cuando
el individuo aún estaba vivo. Se ha sugerido que se pintaron en la flor de la
vida y del éxito y después se guardaron para su eventual uso funerario.
En Alejandría, hay evidencia de un alternativo estilo de enterramiento,
quizás como reflejo de un gusto diferente entre los adinerados habitantes de
origen griego. En el Kom el-Shugafa (la colina de los tiestos) hay complejo de
catacumbas que datan del siglo segundo d. C. Consiste en una escaleras circular
que lleva a un complejo de cámaras de enterramiento y una sala de banquetes
donde los dolientes que visitaban la tumba podían comer en íntima proximidad con
el finado. Aunque originalmente fue diseñado para los ricos, parece que se había
extendido a las clases más pobres, ya que hay muchos nichos pequeños para acomodar
a enterramientos sin pretensiones. Desde un punto de vista artístico, la
decoración entraña un cierto interés ya que derivan elementos tanto de los
cánones griegos como de los egipcios. Hay falsos sarcófagos decorados con
máscaras, cráneos de buey, y guirnaldas, pero en otras partes hay relieves que
representan a deidades tales como Anubis o Thoth.
Artesanía y Oficios
Las artes menores y la artesanía
ofrecen abundantes evidencias en el Egipto romano. Casi todos los yacimientos
de este período se ven cubiertos de desperdicios de cerámica, vidrio, y fayenza,
así como materiales orgánicos que normalmente no se ven en climas más
temperados, tales como cestería, textiles, y cuero. Debido a la richesse de Egipto y la riqueza de
evidencia escrita, la artesanía recibía cada día menos atención de lo que
merecía. Su potencial para el análisis del comercio, cronología, y tecnología
tiene aún que ser reconocido, pero desde los años 80 en particular ha comenzado
y está empezando a ofrecer resultados muy interesantes.
Está ampliamente aceptado que la cerámica juega un role vital en muchos
aspectos del conocimiento arqueológico. Las importaciones al Egipto romano
tales como garrafas con el resto del Mediterráneo tales como vino de Italia y
Francia, garrafas de aceite de España, cerámica fina roja de África del Norte o
lámparas de Italia que pueden identificarse y datarse. Su importancia es
innegable y está empezando a arrojar luz sobre los contactos comerciales con el
resto del Mediterráneo. Sin embargo, nuestros conocimientos de los recipientes
egipcios locales son todavía relativamente limitados. Las mayorías de las
colecciones están dominadas por jarras hechas de limo del Nilo, una arcilla
marrón oscuro característica de las llanuras del Nilo propensas a inundaciones.
Hay fundadas razones para creer que éstas se producían en muchas alfarerías
que existían a lo largo del Valle del Nilo y en el Delta, pero hay una marcada
arqueológica lacuna y se conocen sólo
unos pocos emplazamientos de hornos, todos ellos situados en la orilla sur del Lago Mareotis, cerca de Alejandría y
todos descubiertos gracias a las investigaciones de un hombre, Jean-Yves
Empereur. Estos hornos de Alejandría parecen que habrían estado fabricando un
tipo de ánfora que no es fácilmente de datar y que aparece en una mayoría de los
yacimientos romanos en Egipto. En el tercer siglo, los hornos puede que
hubiesen estado produciendo imitaciones de Koan
amphorae, probablemente porque estaban destinadas a contener el vino tipo
Koan, que era una variedad medicinal hecha de agua de mar.
En el otro extremo de Egipto, se estaba haciendo cerámica con un cordón o
baño rojo en Aswan y, de nuevo, se encuentra ampliamente extendido por todo el país, particularmente
en contextos de los siglos primero y segundo. No obstante, esto es, con
certeza, sólo parte de la historia y tiene que haber habido muchos otros
establecimientos a lo largo del Valle del Nilo produciendo jarras o recipientes
de mesa finos tales como ‘el recipiente de cordón rojo’ definido por vez primera por John Hayes. Entre
los pairos de Oxyrhnchus hay tres que son contratos de arriendo para cerámica.
Parece ser que la producción estaba muy estrechamente ligada al estado.
El arrendador, probablemente el propietario estatal, acepta proporcionar el
edificio de la cerámica, el almacén, la rueda, el horno, la arcilla, y el
combustible para el fuego,, a cambio de lo cual el arrendatario se compromete a
proveer su propia mano de obra y suministrar al arrendador un gran números
jarras, en un caso más de 15.000, que tenían que estar destinadas a contener el
producto del estado Desgraciadamente que no se pueda vincular esta fascinante
evidencia documental de producción estatal a la propia cerámica, o incluso al
tipo de tiestos producidos.
Durante la mayor parte del mundo romano, los recipientes de mesa finos
toman la forma de recipientes rojos con brillo, producidos en Gaul, Italia, o
el Este. Mientras que éstos se encuentran también en Egipto, su lugar para a
ocuparlo los recipientes de fayenza azul brillante o verde. La fayenza no es
cerámica sino una ‘frita de cuarzo’ vidriada formada por cuarzo molido mezclado
con una sal alcalina y un colorante como
puede ser una sal de cobre. Hay varias maneras de hacer fayenza, todas ellas
producen más o menos el mismo resultado: por ejemplo: un núcleo de cuarzo de
alta calidad unido a un álcali se hacina en una mezcla vidriada de
cenizas de plantas, óxido de cobre, y cal, o la frita puede prepararse o
pintarse sobre el núcleo formado.
(N.B. En palabras sencillas, las “fritas” son un material vítreo
que resulta de un proceso de fundido de una mezcla de materias primas a alta
temperatura - Temperatura de fusión: 1350- 1550ºC) - en un horno de fusión. Simplificando aún más, una frita es una composición de arena y sosa para fabricar vidrio.
Una ‘frita de cuarzo’ se define como un
filtro poroso compuesto de granos de cristal de cuarzo unidos. Algunas aplicaciones de los discos
fritados incluyen la filtración de líquidos o gases corrosivos, la difusión
de calor, la regulación del caudal, y otras aplicaciones químicamente inertes de
alta pureza).
Alternativamente, conforme el cuarzo se seca, se le echa el
colorante de forma que, con el fuego, se funde, produciendo así el
característico vidriado. La fayenza no puede moldearse por lo que se solía dar
forma con moldes: es, por tanto, más apropiada para la producción de cuentas y
figurillas, pero en el Período Romano se usaba para platos, fuentes, y copas
para beber. Se sabe poco sobre la producción de fayenza romana y es mala suerte
que el único horno conocido, en Menfis, se excavase a principios del pasado
siglo antes que las técnicas de observación y registro se hubiesen
desarrollado.
El vidrio es también otro componente de los depósitos de
desechos romanos. Mucho de su contenido es de una sorprendente alta calidad,
con frecuencia de paredes muy finas y, sin duda, bien conseguido. Incluso en
los yacimientos del desierto, los recipientes pueden ser de vidrio soplado, moldeo
por soplado, o con ornamentos multicolores, o vidrio cortado con decoración.
Hasta el momento no está claro cuánto era importado de las casas del cristal de
Siria o cuánto era de producción local. Alejandría la describe Estrabón y otros
escritores posteriores como un gran centro de fabricación del vidrio, quizás
responsable de los más bellos recipientes, pero arqueológicamente sabemos muy
poco sobre ello. Ciertamente existieron otras casas del vidrio, a juzgar por el
gremio de trabajadores del vidrio que se menciona en los papiros de Oxyrhnchus.
La producción de harina era un comercio importante relacionado
con la subsistencia. Se utilizaban, por supuesto, molinillos rotatorios, pero el
tipo de molino que con más frecuencia nos encontramos es el molino de palanca o
molino ‘Olynthia’. Se compone de una losa de piedra de unos 50cm² con una muesca,
que forma la tolva, en el centro. Se fija una palanca que cruza la piedra en su
cara superior y se hace oscilar de un lado a otro alrededor del pivote. Se han
encontrado ejemplos en el asentamiento de griego de Naukratis, pero también en
Tanis, el-Faiyum, en Quseir el-Qadim, y en los fuertes de Tiberiane (Barud) y
Mons Porphyrites.
Es casi seguro que este tipo de molino fue introducido por
los griegos, donde este tipo continuó en uso hasta al menos el siglo tercero a.
C. De todos modos, en Egipto, ciertamente persistió en el Período Romano y el
ejemplo de Quseir pertenece al siglo primero d. C., mientras que los de los
fuertes son ciertamente de fechas del primero o segundo siglo d. C. El fuerte
de Badia, en el complejo de Mons Porphyrites, ha producido los componentes de
los hornos segmentados en lava probablemente de la isla de Nisyros. El tipo es
conocido de Delos, aunque los ejemplos de Badia podrían ser de una fecha
posterior romana.
En el antiguo mundo parece que Egipto gozaba de un renombre
en textiles, y colecciones significativas, en su mayoría del posterior período
romano, se han recuperado en las ciudades de Antinoopolis y Panopolis, donde
podrían haber existido molinos de lana. De nuevo Alejandría parece haber sido
importante, sustentando un comercio de lino y la re-elaboración de sedas
orientales. Otras artesanías que deberían mencionarse son la creciente
manufactura de papiros, la fabricación de drogas y medicinas, la producción de
joyas, el trabajo en cuero y en metal, todas ellas están aún estudiadas
inadecuadamente.
Demografía
La demografía del Egipto Romano durante los tres primeros
siglos d. C., está bien documentada ya que se dispone de más de 300 papiros que
registran resultados del censo. Estos resultados ofrecen detalles de miembros
de familias en el Valle del Nilo sino también sus inquilinos y esclavos.
La estimación de la población del Egipto romano está llena
de dificultades, no en particular porque las dos principales fuentes históricas
se contradicen entre sí. Diodoro Sículos pone la población en el primer siglo
a. C. en 3 millones, mientras Josephus, escribiendo en el siglo primero d. C.
da una cifra de 7’5 millones sin incluir a Alejandría. En total, los eruditos
modernos encuentran la cifra dada por Diodoro más creíble.
Alejandría, una de las ciudades más pobladas del antiguo
Mediterráneo tenía, según Diodoro, una población de 300.000 habitantes, que no
está lejos de las estimaciones modernas de unos 500.000. Se puede argumentar
que la población rural estaba distribuida en unos 2.000 3.000 pueblos, cada uno con una media de
población de alrededor de 1.000-1.500, lo que nos daría un total de 3 millones,
que concuerda bien con la población rural probable antes del siglo diecinueve.
Tales cálculos realizados por eruditos modernos nos lleva a una población de
4’75 millones, de los que 1’75 vivirían en las ciudades.
El resultado de los censos nos permite dar más cuerpo a
estas escuetas cifras. Al parecer que alrededor de dos tercios de los hogares lo
formaban familias conyugales (con sus hermanos), o familias múltiples ligadas
por parentesco, mientras que la mayoría de los restantes hogares estaban
ocupados por personas solitarias o por familias ampliadas por la presencia de algún
pariente. Parece que los inquilinos habrían sido comparativamente nada
frecuentes. Los esclavos, por el contrario, constituyen alrededor del 11 por
ciento del total de la población. Ya que los resultados proporcionan edades, es
posible la tasa de fallecimientos.
Entre las mujeres, parece que pocas vivían más de sesenta, y
la esperanza de vida de la mujer al nacer estaba probablemente entre principio y
mediado de los veinte años. Por otra parte, la esperanza de vida para el hombre
en su nacimiento era de al menos veinticinco. El ratio de sexos de las 1.022
personas cuyo sexo puede aducir era de 540 hombres por 482 mujeres, pero entre
los esclavos es lo contrario, (treinta y cuatro varones frente a sesenta y ocho
mujeres.
El matrimonio en el Egipto romano tenía un estatus legal que
tenía consecuencias en los hijos, pero los casamientos y los divorcios eran
temas privados en los que el estado no intervenía. La esposa casi siempre vivía
en el hogar del marido, con frecuencia con su familia ampliada. Alrededor de
una sexta parte de todos los matrimonios eran entre hermanos y hermanas. La mayoría
de las mujeres se habrían casado entre los diecisiete y los diecinueve años y
prácticamente todas en los tardíos veinte, pero sólo la mitad de los hombres se
habrían casado a los 25 de edad. La edad media de mujeres en su maternidad era
de alrededor de los 27 años. La imagen demográfica del Egipto Romano corresponde así muy
cercanamente con la de una típica población pre-industrial Mediterránea.
La Naturaleza del Egipto Romano
Todas las provincias romanas no eran sino una mera amalgama de la
influencia procedente de Roma y la cultura autóctona. En la mayoría de los
casos, aquella, más o menos, abarcaba algo de ésta. Así que, en la Bretaña
romana o Gaul, por ejemplo, persisten rastros de la pre-existente Edad de
Hierro, pero el aspecto más marcado es el cambio a un estilo de vida
Mediterráneo. Sólo en Egipto, y quizás hasta cierto punto en las tierras
griegas del nordeste Mediterráneo, el Período Romano no es más que un ensayo en
continuidad con lo que había antes.
Al menos, una de las razones de esto tiene que descansar en la
arquitectura faraónica. La creación de un paisaje dominado por edificaciones
hechas de masivos bloque de piedra, que no eran fáciles de arramblar, tuvo que
haber sido un factor mayor. Ellos sirvieron exactamente para lo que fueron creados: hacer
recordar al pueblo la grandeza de la civilización faraónica y ser testigo
perpetuo de las creencias y valores de aquel período de grandeza egipcia. Puede
que no fuese ésta la única razón, pero tuvo que haber sido un factor contribuyente.
Sería inadecuado sugerir que la era romana fue una de estancamiento o
que no hubo cambio alguno durante los siete siglos que separan la muerte de
Cleopatra el 12 de agosto de 30 a. C, y la conquista árabe de 642 d. C. No
obstante, el mayor cambio cultural echó raíces en el siglo tercero d. C.,
cuando la Cristiandad consiguió una amplia aceptación, como lo hizo
generalmente por todo el imperio.
El monaquismo tiene sus raíces en
el desierto egipcio, liderado por personajes como San Pablo y San Antonio.
Incluso en esto la cultura egipcia no escapó a su influencia, ya que Antonio
inició su vida religiosa viviendo en una vieja tumba próxima a su pueblo, en el
Nilo, y fue aquí donde luchó con los demonios y animales salvajes antes de
iniciar su viaje que le adentraría en el desierto profundo.
E P
Í L O G O
En el Libro de las Puertas (una serie de
textos funerarios e imágenes utilizados para decorar las tumbas del Imperio
Nuevo), los egipcios representaban lo infinito del tiempo con una serpiente
aparentemente sin fin, o con una cuerda doblemente entrelazada que se prolonga
desde la boca de una deidad (las estrellas que figuran por encima del lazo de la
cuerda, sirven de indicación del paso de las unidades de tiempo). En esta
imagen, el tiempo está evidentemente concebido como un fenómeno que surge de
las profundidades originales de la creación, y eventualmente cae de nuevo en
las mismas profundidades. Es esta misma naturaleza del tiempo, universal y
cíclica, la que impregna el sentido de los antiguos egipcios de su propia
historia.
En esta
historia, hemos desenredado algunos de los enredos, y hemos tenido atisbos de
eventos que se esfuman según vuelven a la boca de la serpiente pero, a la
larga, sólo llegamos a alcanzar un conocimiento real de la historia egipcia si
integramos tanto la evidencia textual como la arqueológica a lo que sería un trabajo completo de retazos de
cultura del material y de políticas, que es lo que los contribuidores de este
volumen han intentado conseguir.
Toda historia
antigua tiende a ser, en mayor o menor medida, fragmentaria y elusiva, pero la
mera diversidad de las fuentes egipcias nos permite, de vez en cuando, que ciertos
episodios históricos, o formas de vida, broten de forma repentina y vívida.
RAFAEL CANALES
En Benalmádena-Costa, a 28 de agosto de 2012
Bibliografía: