miércoles, 26 de agosto de 2009

El Primer Período Intermedio (2.160-2.055 A.C.) 3/7


Estela en caliza de Sebekaa, Tebas, Dinastía XI, hacia 2.050 A.C. Muestra una escena poco corriente en el centro, hacia la izquierda. El cuerpo de un hombre yace sobre una cama o féretro. Sobre su pecho reposa una figura mucho más pequeña. El significado de esta escena no está claro, pero podría estar relacionado con ciertos ensalmos de los Textos de los Sarcófagos. El hombre es probablemente el fallecido y la figura que descansa sobre su pecho podría ser alguna diosa, como Isis, Nephthys o Nut, que le abraza. No se sabe si la escena contiene algunas connotaciones sexuales. Un conjunto de escenas que normalmente aparecerían inscritas sobre las paredes de una tumba, han sido acomodadas en una estela. Es probable que Sebekaa, como la mayoría de sus contemporáneos, careciese de medios para construir una tumba, de ahí que la estela adquiriese mucha más importancia.


ESTILO E IDENTIDAD REGIONAL

Uno de los aspectos más intrigantes de la arqueología del Primer Período Intermedio es la variación estilística entre diferentes regiones. Mientras que las diferencias entre los estilos de cerámica del norte y del sur de Egipto están bien definidas, las cosas están menos claras en lo que respecta a la diferencia entre la cerámica de diferentes regiones, dentro del propio Alto Egipto, o las variaciones regionales con relación a otros tipos de artefactos.

De hecho, algunos tipos de objetos aparentan haber sido más afectados por las variaciones regionales que otros, y parece que la cultura del material egipcio, en general, no habría acabado fraccionada en una serie de desconectadas variantes locales.

Sin embargo, hay un aspecto de la variación regional que parece tener un especial significado. Durante todo el Imperio Antiguo, la arquitectura de tumbas-mastaba en el Alto Egipto siguió unas pautas uniformes y un continuo patrón de evolución. Pero, durante la Dinastía VI y el Primer Período Intermedio, surgen diferentes tradiciones locales en la construcción de tumbas. Ejemplos de estos estilos de arquitectura locales incluyen las tumbas-saff de Tebas, que se comentarán más adelante, y las tumbas-mastaba con fachadas en hornacina y largos e inclinados corredores de acceso que conducen a las cámaras subterráneas, que se han encontrado en Dendera.

Estos tipos locales son tan diferentes de los principales estilos arquitectónicos de los períodos más tempranos, que el cambio no puede explicarse simplemente en términos de la evolución de las tradiciones de los talleres locales. Más bien parece probable que estas innovaciones arquitectónicas hubiesen sido deliberadamente introducidas por las élites locales con objeto de expresar su propia identidad regional.

SOCIEDAD Y GOBIERNO

Incluso este breve análisis del material arqueológico proporciona suficientes indicios de un cambio que tendría lugar en las provincias - de imprevisibles consecuencias - durante el tardío Imperio Antiguo y el Primer Período Intermedio. En el actual estado de la investigación, el significado de muchos de los fenómenos arqueológicos considerados, así como de los mecanismos que los originaron, aún no se conocen bien.

Ya nuestro conocimiento actual parece sugerir que, corrientes internas de cambio y poderosas influencias externas - en particular el impacto de las políticas provinciales del Imperio Antiguo - influyeron para la eventual evolución hacia una mayor complejidad cultural, económica y social en todo el país.

Estos desarrollos afectarían de forma inevitable a todo el sistema político: Las tensiones entre el Centro y las provincias crecieron en importancia, y la nobleza provincial
que ocupaba una posición privilegiada entre la Corte y los grupos locales, consiguió hacerse con nuevas opciones para actuar de una forma independiente, a la vez que se veía obligada a mediar en intereses en clara competencia.

De esta situación surge el interrogante de conocer las formas en que la organización e ideología del gobierno consiguieron adaptarse a las condiciones sociales y culturales por todos los rincones del país.

Durante el Imperio Antiguo, los distritos de provincia eran normalmente gestionados - aunque no siempre - por una administración a dos niveles. Los “Supervisores de Sacerdotes” de los cultos locales eran importantes por el papel que representaban sus templos como nudos de la red de administración económica, pero el cargo principal lo ostentaba el Jefe Supremo del nome, que con frecuencia se trascribe como nomarca.

Es importante el darse cuenta, no obstante, de que el final del Imperio Antiguo no lo trajo el aumento de poder de las grandes familias de nomarcas. De hecho, durante el Primer Período Intermedio aparecieron nuevas líneas de magnates locales. Es, pues, más que probable, que la aristocracia del Imperio Antiguo - a pesar del grado en el que contribuyeron, como grupo social, al proceso de cambio en la estructura política del país – aún se sintiese ligada a la Corona. Si se sigue el rastro de estos nuevos desarrollos, podremos llegar a disponer de juicios introspectivos de las relaciones entre las condiciones sociales y los desarrollos políticos durante el Primer Período Intermedio.

EL CASO ANKHTIFI: CRISIS, CUIDADO, Y PODER

Ankhtifi, un nomarca de los nomes 3º y 2º del Alto Egipto de principios del período de Heracleópolis, personifica el nuevo tipo de gobernante local que emerge durante el Primer Período Intermedio. Su texto autobiográfico, inscrito en los pilares de su tumba rupestre, cerca de el-Mo’alla, a unos 30 km al sur de Tebas, es uno de los ejemplos más espectaculares de su género que nos ha legado el Antiguo Egipto. Proporciona una guía ideal para los grandes tópicos de la época y, de modo convincente, evoca la atmósfera política del sur del Alto Egipto durante el Primer Período Intermedio.

Como “Gran Jefe Supremo” de los nomes de Edfu y Hierakonpolis, y “Supervisor de Sacerdotes”, Ankhtifi, ostentó simultáneamente cargos, tanto religiosos como seculares, en la administración provincial del Imperio Antiguo. De hecho, esta combinación de cargos era típica de los dirigentes locales - en gran parte independientes - durante el Primer Período Intermedio.

Los dos acontecimientos cruciales en la carrera política de Ankhtifi fueron su intervención para pacificar y reorganizar el nome de Edfu, y su expedición militar contra el nome tebano donde sus oponentes, una coalición de tebanos y koptitas (de Koptos) se negaba a presentar batalla. Todo ello fue, en esencia, mera política, y si leemos entre líneas, es probable que ni siquiera tuviese demasiado éxito.

Es curioso, por ejemplo, que no aparecen sucesores conocidos de Ankhtifi en su rol de semi-independiente dirigente de los nomes más meridionales. Con todo, la inscripción proclama su gloria sin el menor indicio de falsa modestia. El texto completo que aparece en el original, obviamos reproducir aquí por ser excesivamente largo.

La crisis económica constituye uno de los grandes tópicos en los textos de la época. Los magnates locales estaban acostumbrados a alardear de poder alimentar a su propia ciudad mientras que el resto del país moría de hambre. Estas informaciones han causado un gran impacto en lectores modernos, hasta el punto de que las hambrunas y las crisis económicas han sido con frecuencia consideradas como sello de identidad de este período.

Se ha incluso argumentado que las calamitosas consecuencias de las repetidas bajadas del caudal de El Nilo - resultado de los cambios climáticos - fueron las responsables de la caída del Imperio Antiguo. No existe la menor duda que estos textos se ajustan a los hechos. Esto resulta evidente cuando se hace referencia a la hambruna en contextos menos grandiosos. Un empleado de un Supervisor de Sacerdotes koptita, por ejemplo, nos cuenta: “Me quedé en el portal de su Excelencia, el Superivisor de Sacerdotes, Djefy, repartiendo grano a los habitantes de toda la ciudad como ayuda a paliar las consecuencias de los dolorosos años de hambruna”.

Queda aún por considerar seriamente hasta qué punto esta situación fue específica del Primer Período Intermedio. De hecho, se carece de pruebas independientes que confirmen los cambios climáticos durante este período. Por el contrario, los datos disponibles parecen sugerir que la “Fase Húmeda del Neolítico” habría ya acabado durante el Imperio Antiguo, lo que supondría condiciones climatológicas más secas en las zonas desérticas adyacentes, a la vez que la puesta en marcha de un proceso general de adaptación a los nuevos niveles de crecidas anuales de El Nilo.

Estos cambios ambientales no dejaron huellas de que hubiesen afectado entonces al desarrollo de la civilización faraónica, lo que cuestiona cualquier conexión con el Primer Período Intermedio. Recientes observaciones arqueológicas en Elefantina, parecen incluso indicar que Egipto estuvo experimentando niveles de inundación ligeramente superiores a la media durante el Primer Período Intermedio.

Si se considera la regularidad y la variación del las crecidas de El Nilo a largo plazo, es evidente que el fantasma de la hambruna y su relación con el río Nilo tienen que haber supuesto, en años puntuales, una continua obsesión para los egipcios y, en mayor o menor medida, tiene que haberlo sido también durante todos los períodos de la historia de Egipto. Así que para comprender la prominencia de este tema en los textos del Primer Período Intermedio es, por tanto, esencial situarlo en un contexto literario mucho más amplio.

La frase que encabeza el relato de Ankhtifi es muy típica. Es una de esas frases del repertorio de los textos autobiográficos de los altos dignatarios del Imperio Antiguo haciendo valer su integridad moral.

Durante el Primer Período Intermedio, el principio del "cuidado al más desfavorecido" estaba altamente considerado. En estos tiempos, los hombres poderosos estaban dispuestos a intervenir en la sociedad cuándo y dónde la necesidad lo requiriese; ya fuese a consecuencia de problemas económicos, crisis políticas o infortunios individuales.

Los gobernantes provinciales no se limitaban a dar cobijo y mantener a unas cuantas familias como un padre haría con la suya, sino que se responsabilizaban de toda la sociedad, ya fuese la población de su ciudad, o la del nome o nomes que gobernaban.

El mensaje era bien claro: La gente se sentía desamparada sin sus gobernantes. Solos, serían incapaces de enfrentarse a los azares de la vida. No hace falta decir que el rol benefactor del gobernante llevaba inherente su autoridad, como Ankhtifi bien señala: “A todo aquel que yo tienda mi mano, ningún mal le puede sobrevenir, por estar mis razones plenas de experiencia y mis planes plenos de bondades. Pero aquel ignorante, aquel desgraciado, que se oponga a mí, verá recaer mis represalias contra sus propiedades”.

En el Primer Período Intermedio, es evidente que las crisis llegaron a ser socialmente significativas en contextos en los que el poder personal y la dependencia social podían ser legitimados, y quizás esta observación nos permita, en sobremanera, encontrar una explicación de porqué el tema de la hambruna y el sustento significaba tanto para los magnates locales de la época.

Y en el hilar de los temas, va tomando realidad el estado egipcio durante este Primer Período Intermedio; obviando dramatismos y sopesando realidades.

Y así, en la “Hoja Suelta” que sigue, nos vamos a adentrar, de nuevo, en otros tópicos, dentro aún, claro está, de este Capítulo 6, de la mano de nuestro ya familiar guía, el Doctor Stephen Seidlmayer


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 3 septiembre de 2009.

Bibliografía

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

lunes, 24 de agosto de 2009

El Primer Período Intermedio (2.160-2.055 A.C.) 2/7


Estela de Inheretnakht, probablemente de Naga ed-Deir (2.160-2.040 A.C.) mostrando ya algunos signos del llamado "estilo provincial".


EL ENTORNO PROVINCIAL

La transformación de la cultura y la economía de las provincias acabó afectando a toda la sociedad egipcia. Este proceso se puede seguir por los profundos cambios que aparecen en el registro arqueológico, ya arraigados en la Dinastía VI, que alcanzaron su punto álgido en la primera mitad del Primer Período Intermedio.

Así que de nuevo tenemos que recurrir a los cementerios en busca de documentación válida; en parte, por la ausencia de asentamientos excavados de esta época, pero principalmente por los inherentes datos que aportan los restos de la cultura funeraria.

Si comparamos la situación de principios del Imperio Antiguo con la de finales, y con la del Primer Período Intermedio, lo inmediatamente obvio es la proliferación de cementerios. Del último período se conocen muchos más, y cuando se explora una región determinada, sistemáticamente nos encontramos con un claro incremento del número de enterramientos.

Para explicar este fenómeno hay que considerar varios factores: Primero, el aumento de tumbas claramente evidencia un crecimiento demográfico durante el Imperio Antiguo y, es muy probable, que los factores más influyentes del cambio estuviesen ya arraigados en los propios entornos locales, donde el aumento de población vino acompañado, propiciado y estimulado por un mejor y más eficaz aprovechamiento de los recursos agrarios.

Segundo, durante el tardío Imperio Antiguo y el Primer Período Intermedio, las tumbas corrientes aumentaron de tamaño y los enterramientos ofrecían mejores ajuares funerarios. Estas tumbas no sólo han sido más fáciles de identificar y de datar por su mayor tamaño y contenido más variado, sino porque atraían a más excavadores. De hecho, los cementerios provinciales de la primera mitad del Imperio Antiguo han sido bien conocidos entre los primeros arqueólogos porque no llegaban a cubrir ni los gastos de la mano de obra de la excavación.

Al igual que la aparición de tumbas monumentales decoradas en el Alto Egipto, el aumento del número de sepulturas en los cementerios provinciales refleja, por lo tanto, en cierta medida, un cambio en el patrón social de consumo. Este fenómeno resulta particularmente obvio en los registros funerarios, pero no estuvo restringido sólo a esta esfera. De hecho, los objetos más valiosos que más abundaban en los enterramientos de principios del Primer Período Intermedio – vasijas de piedra para cosméticos, ornamentos y amuletos de gemas, e incluso de oro – eran objetos normales de la vida cotidiana, más que hechos especialmente para su uso funerario.

Parece claro, pues, que las provincias disfrutaron de condiciones económicas favorables durante el tardío Imperio Antiguo y el Primer Período Intermedio.

La distribución de los cementerios también puede proporcionar alguna indicación sobre patrones de asentamiento. El paisaje aparecía punteado de aldeas, mientras que los emplazamientos de las capitales de los “nomes” sólo aparecen marcados no ya por grupos de tumbas rupestres, o tumbas-mastabas monumentales propiedad de la aristocracia provincial, sino también por cementerios muy amplios de ciudadanos normales.

Las tumbas de la población urbana no difieren, en principio, de las de los pueblos. Aún así, con frecuencia son mayores en tamaño y están mejores equipadas. Así que, una estructura urbana dominaba el patrón de asentamiento provincial, no sólo política y socialmente sino también demográfica y económicamente.

CAMBIOS EN LOS ESTILOS Y FORMAS COMO SIGNOS DE DESARROLLO CULTURAL Y SOCIAL

El período que siguió al fin del Imperio Antiguo vino acompañado de cambios fundamentales en la cultura del material. De hecho, durante el Primer Período Intermedio, casi todos los objetos adquirieron una apariencia diferente. Vamos a dar un breve repaso a los aspectos más significativos de este proceso.

Desde un punto de vista puramente arqueológico, la cerámica se destaca como el tipo de material más importante. Desde el Período Dinástico Temprano, y durante todo el Imperio Antiguo, el repertorio de recipientes estuvo dominado morfológicamente por las formas ovales; el punto de máxima apertura siempre estaba ligeramente por encima de la mitad de la vasija.

Durante el Primer Período Intermedio, este estilo rápidamente se abandonó. Ahora, se hacían con forma de bolsa e incluso de gota descolgada. No es difícil identificar la fuerza impulsora detrás de este proceso. Parece claro que la idea era adaptar la forma de la vasija para aprovechar mejor las prestaciones que ofrecía el torno. En el caso de recipientes ovoides, una parte considerable de la superficie exterior había que decaparse después del torneado. En el caso de las vasijas en forma de bolsa, la cantidad de trabajo que se necesitaba podía reducirse considerablemente.

Es curioso, sin embargo, que este proceso tardase unos 200 años después de la primera introducción del torno en los talleres egipcios durante la Dinastía V. Aparentemente, no sería hasta el inicio del Primer Período Intermedio que la gente estaría preparada para prescindir de los modelos tradicionales y dar paso a modos más eficaces de producción.

Más aún, toda una gama de tipos de objetos nuevos se hicieron populares en los enterramientos provinciales durante el Primer Período Intermedio. Durante el Imperio Antiguo, los ajuares de los enterramientos más pobres se escogían de entre los objetos usados en la vida cotidiana, pero en el Primer Período Intermedio, empezaron ya a fabricarse exclusivamente para uso funerario.

Figurillas de madera de portadores de ofrendas, burdamente talladas, barcos, incluso escenas completas de talleres, son buen ejemplo de esta tendencia. Otro ejemplo es la aparición y uso de máscaras coloreadas hechas de yeso y lino (cartonnage) que cubrían las cabezas de las momias. Incluso era cada vez más frecuente la utilización de estelas de losas de piedra como medio de marcar el lugar dedicado a las ofrendas dentro de la superestructura de las pequeñas tumbas-mastabas, o en las capillas de las tumbas cavadas en roca.

La aparición de estos objetos indica que tanto la demanda como los medios disponibles en las ciudades de provincia, eran suficientes para sustentar una zona de artesanía especializada en productos “no funcionales”. Pero, por otra parte, aún más importante es el hecho de que los prototipos de esta clase de objetos tenían su origen en la cultura de élite del Imperio Antiguo.

El modelo de figuras funerarias del personal empeñado en las tareas fundamentales, puede remontarse de forma directa al repertorio de escenas de la vida cotidiana representadas en la decoración de la tumba-mastaba del Imperio Antiguo. Parece que para el Primer Período Intermedio, aquellos factores que antes inhibían la comunicación cultural entre diferentes capas sociales, cesaron de operar.

El paso de las tradiciones de la cultura de élite a un círculo más amplio de usuarios se hizo mano a mano con una marcada pérdida de calidad. No era infrecuente, que incluso patrones iconográficos fuesen erróneamente interpretados, y formularios claramente tergiversados. Mientras el arte provincial del Primer Período Intermedio exhibe un asombroso grado de originalidad y creatividad - como veremos más adelante en este capítulo - no se puede negar la fealdad de algunas piezas y la forma tan incompetente de fabricación.

Este punto en particular ha llamado la atención de historiadores que lo han tomado como una señal de declive cultural durante este Primer Período Intermedio. No obstante, por muy obvia que esta última interpretación parezca, suponer que este fue un período de decadencia cultural implicaría desestimar dos procesos importantes: Primero, la evidente asimilación en este período de los modelos culturales del Imperio Antiguo a nivel nacional; y segundo, la también evidente
aparición del consumo masivo.

IDEAS RELIGIOSAS

Algunos de los cambios en la cultura del material son indicativos de una evolución de las creencias religiosas y de las prácticas rituales, como es el caso de la adopción y uso de máscaras en las momias. Pero, el cuerpo de evidencia más importante para los tipos de creencias en la sociedad de provincias durante el Primer Período Intermedio lo constituye el amplio corpus de los Textos de los Sarcófagos, conjunto de ensalmos mágicos y litúrgicos, generalmente en forma de inscripciones, que aparecen en los laterales de los sarcófagos de madera.

Si bien es obvio que el grueso de evidencia de estos textos data del Imperio Medio, en ocasiones dejan ver que ya habían aparecido durante el Primer Período Intermedio. El origen preciso de los Textos de los Sarcófagos es aún motivo de continuo debate; tanto en cuanto a su fecha como a su origen geográfico. Es evidente que el propio corpus de los Textos de las Pirámides del Imperio Antiguo, que a veces han aparecido inscritos en los sarcófagos junto a los Textos de los Sarcófagos, proporcionó modelos importantes, pero estos últimos, de por sí, incluían material crucial y nuevo, junto a conceptos frescos.

Sólo unos cuantos ejemplos pertenecientes a este Primer Período Intermedio han sobrevivido, y la propiedad de los sarcófagos con textos inscritos siempre ha estado restringida al nivel más alto de la sociedad de provincias. A veces, no obstante, parece posible conectar ideas que aparecen explícitamente en los Textos de los Sarcófagos con ciertos aspectos del registro arqueológico. Sólo es entonces, cuando la enorme antigüedad y popularidad de algunos de estos conceptos se hacen evidentes.

Esta observación brinda apoyo a la noción de que fue el propio entorno provincial del Primer Período Intermedio que jugó un rol significativo en los orígenes de los Textos de los Sarcófagos y contribuyó de forma específica a su contenido conceptual.

Una serie de ensalmos de los Textos de los Sarcófagos estaba diseñado para “reunir a la familia del finado en el Reino de los Muertos”. El abanico de personas afectadas es extenso, ya que los textos mencionan no sólo a familiares sino también a sirvientes, seguidores y amigos.

El mismo deseo se deja notar en la evolución de los tipos de tumbas, ya a principios de la Dinastía VI. Las tumbas egipcias se construían originalmente para acoger a una sepultura, pero para finales del Imperio Antiguo se construían ya amplias tumbas-mastabas de cámaras múltiples que proporcionaban espacio para toda una familia, e incluso para familias “ampliadas”, en el sentido que acabamos de ver.

La propia arquitectura de las tumbas proporciona evidencia de un ranking dentro de estos grupos, al ser algunos pozos más profundos y cámaras más amplias, en unos que en otros, ofreciendo así la posibilidad de enterramientos más suntuosos. De hecho, siempre que los enterramientos estén en buen estado, ambos aspectos de esta nueva situación – el tamaño de los grupos familiares involucrados y la desigualdad entre personas dentro de estos grupos – llaman particularmente la atención, pues las cámaras solían utilizarse para múltiples y sucesivos enterramientos de forma regular.

Las costumbres funerarias del Primer Período Intermedio ponen de relieve la importancia crucial de las relaciones interpersonales que existían a un nivel primario de la organización social. Este aspecto del pensamiento religioso refleja el papel desempeñado por las "familias ampliadas" como unidades básicas de la organización social.

Los ensalmos funerarios en cuestión enfatizan la autoridad ejercida por el cabeza de familia sobre sus miembros, pero también recalcan el hecho de que él estaba capacitado para protegerlos de las demandas externas.

Es así, pues, que la familia, como unidad de solidaridad y responsabilidad colectivas, actuaba como una interface entre los niveles más altos de la organización social y política. Gracias a este rol, la “familia ampliada” aparece como una institución reorganizada en los textos jurídicos de las Dinastía VI a la Dinastía VIII.

COMENTARIO Ex profeso

No puedo evitar, finalizando ya esta “Hoja Suelta”, felicitar de forma sincera al Profesor Stephen Seidlmayer por la forma tan clara, sencilla y, sobre todo, tan objetiva con que ha desarrollado los temas tratados en ella.

Para mí, este capítulo está suponiendo una inesperada experiencia por cuanto que me hace disfrutar de una visión distinta, e incluso discrepante y regeneradora, de la que originalmente poseía del Primer Período Intermedio: Período de decadencia y oscurantismo; de declive, negativismo y parálisis total de las instituciones; de crisis política, económica, cultural, social, artística, moral, funeraria y religiosa, en todo el ámbito nacional.

El análisis razonado del Doctor Seidlmayer, sin embargo, ha desdramatizado de forma razonada y rotunda la evolución real del estado egipcio, con sus luces y sus sombras, durante este delicado período que supuso un cambio direccional de ámbito general, que obligó a adoptar formas y sistemas nuevos que, a su vez, generaron avances en determinados sectores, y cuyo fruto serviría de base para la eventual creación de un nuevo estado más fuerte, de instituciones más eficaces, y de mayor creatividad y riqueza, que se haría patente a lo largo de la floreciente andadura del Imperio Medio que llegaba.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 28 de agosto de 2009.

Bibliografía:

“The Enciclopedia of Ancient Art”. Helen Strudwick, Amber Books, 2007-2008.
“Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp, Routledge, 2006.
“Ancient Egypt. A Very Short Introduction”. Ian Shaw. Oxford University Press, 2004
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Antico Egitto”. Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”. Dra. Ana María Vázquez Hoys, UNED, 2001.
“British Museum Database”.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El Primer Período Intermedio (2.160-2.055 A.C.) 1/7

Collar de fayenza y cuentas de concha procedente de una tumba en Hu. Primer Período Intermedio, 2.181-2.055 A.C. La mayoría de sus cuentas son de fayenza, excepto las de los grupos de tres discos blancos, más grandes, que son de concha. Estas cuentas se ajustan con total precisión a la descripción que de ellas hace su excavador, Flinders Petrie, que en sus notas resalta la pobreza del ajuar funerario que consistía, escasamente, en unas pocas vasijas, amuletos y cuentas, propio de un individuo no perteneciente a la élite.

PREÁMBULO

A raíz de la muerte del faraón Pepy II, Egipto pasa a estar controlado por un grupo de gobernantes – Dinastías VII y VIII – de cortos reinados. El poder queda, pues, visiblemente fragmentado. El norte, dominado por los soberanos de Heracleópolis; mientras que en el sur, era Tebas que imponía su dominio.

Las obras literarias que hacían referencia al pasado lo hacían influenciadas por el preocupante estado de fragilidad del estado y la incierta situación del ciudadano dentro del mismo.

Los monumentos lujosos de este período son más bien escasos; en cambio, la decoración de las tumbas cavadas en roca de los gobernadores de provincia floreció durante este período de desunión política. Las inscripciones pretendían llamar la atención sobre la libertad del individuo; a veces en referencia a conflictos locales. El uso más frecuente de símbolos y conceptos funerarios, hasta entonces privativo del faraón, parece indicar que los miembros de una escogida élite podían ahora aspirar a ellos después de la muerte.

El control del sur acabaría finalmente pasando a manos del faraón tebano Nebhepetre Mentuhotep II, hacia 2.055-2.004 A.C., que se convertiría así en el primer monarca de la Dinastía XI de un Egipto unido, dando comienzo el Imperio Medio. Poco se sabe de sus campañas de reconquista de las tierras del norte.

El mayor monumento que nos ha llegado de este Primer Período Intermedio es el templo mortuorio de Nebhepetre Mentuhotep II, en Deir el- Bahri, cerca de Tebas.

Y en este punto, vamos a dar paso a una nueva “Hoja Suelta” con la que iniciaremos un recorrido por este Primer Período Intermedio; y lo haremos, esta vez, de la mano del Profesor Stephen Seidlmayer, de la Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften, cuyo erudito conocimiento del tema lo convierten en guía ideal en esta particular andadura.

INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente, los Egiptólogos han diferenciado los grandes períodos de la historia faraónica en base a la situación política del estado. Los “Imperios”, definidos como tiempos de unidad política bajo un gobierno centralizado fuerte, se alternaban con otros “períodos intermedios” que, en contraste, se caracterizaban por la rivalidad entre gobernantes locales en sus demandas de poder.

En el que aquí nos atañe, el Primer Período Intermedio, la larga línea de faraones que habían gobernado el país desde Menfis se interrumpió con los últimos faraones de la Dinastía VIII. A partir de este momento, el poder lo ostentaron un rosario de gobernantes de Heracleópolis Magna, originarios de esta localidad situada hacia el norte del Egipto Medio, cerca de la entrada al Faiyum.

Estos reyes aparecen en la historia de Manetón como pertenecientes a las Dinastías IX y X, habiendo sido equivocadamente subdivididas en el curso de su transmisión de la lista-real original, como ya vimos en nuestro Capítulo 1, en el comentario sobre la Aegiptiaca de Manetón.

El traslado de la residencia real de Menfis a Heracleópolis, para los egipcios evidentemente significaba alguna forma de ruptura. Esto lo sugiere el hecho de que los recopiladores de la Dinastía XIX del Canon de Turín insertasen un gran total para los comienzos de la historia egipcia tras la lista de gobernantes de la Dinastía VIII. Además, la lista-de-reyes del templo de Seti I de Abydos no da nombres reales para el período que va de la Dinastía VIII al inicio del Imperio Medio.

De hecho, Heracleópolis nunca llegó a ejercer control sobre el sur del Alto Egipto. Aquí, en el curso de prolongadas luchas entre magnates locales, una familia de “nomarcas” tebanos acabó estableciéndose como fuerza visible, asumió para sí títulos de realeza, y así apareció en los anales de la realeza egipcia como Dinastía XI.

A partir de este momento, dos estados competidores inician una confrontación dentro del territorio egipcio hasta que, finalmente, después de un largo período de guerras intermitentes, el faraón tebano Nebhepetra Mentuhotep II acabó derrotando a su homólogo de Heracleópolis, y volvió a unificar el país bajo un único control tebano, dando así entrada al Imperio Medio.

Y es a este período de tiempo, entre la Dinastía VIII y el reinado de Nebhepetra Mentuhotep II, al que le vamos a dedicar el presente Capítulo 6.

PROBLEMAS CRONOLÓGICOS

De la segunda parte del Primer Período Intermedio – la fase de competición directa entre Tebas y Heracleópolis, que duró entre unos 90 y 110 años - se está relativamente bien informado.

Pero, de la primera – la fase anterior al advenimiento de la Dinastía XI durante la que Heracleópolis gobernó – hay más sombras que luces. Existe una escasez de información de inmediato valor cronológico, resultado de la pérdida de la mayoría de los nombres vinculados a Heracleópolis, y de cualquier información relativa a la duración de los reinados de sus dignatarios en el Canon de Turín, así como por el insatisfactorio estado en que se encuentra la investigación arqueológica en el Egipto Medio y en el Delta, centro neurálgico del reino de Heracleópolis.

Precisamente por esa falta de datos relacionados con personajes significativos de Heracleópolis, hubo un momento en el que incluso se llegó a pensar que no había existido período alguno durante el que gobernantes de Heracleópolis hubiesen sido los únicos dirigentes - al menos nominalmente – y que habrían sido coetáneos con la Dinastía XI.

De cualquier forma, esto es imposible ya que se conoce la existencia de destacados individuos así como de acontecimientos políticos importantes que sólo pueden situarse entre las Dinastía VIII y la XI.

La existencia de estudios detallados sobre la sucesión de los titulares de cargos administrativos y sacerdotales en varias ciudades del Alto Egipto, así como de estudios sobre la evolución del material arqueológico, parecen sugerir de forma contundente que ese intervalo entre la Dinastía VIII y la XI cubrió un período de tiempo considerable, que probablemente abarcaría de tres a cuatro generaciones.

Por otra parte, la cifra que Manetón aporta como duración de su Dinastía X puede considerarse como respaldo a la estimación hecha de casi dos siglos de duración total del Primer Período Intermedio; valoración que estaría en perfecta sintonía con la evidencia prosopográfica y arqueológica de que se dispone.

NATURALEZA DEL PRIMER PERÍODO INTERMEDIO

No obstante, el Primer Período Intermedio no fue sólo una época de desorden en lo que a la sucesión a la Corona de Egipto se refiere; también supuso un período de crisis, y a la vez de desarrollo, que afectó profundamente a la sociedad y a la cultura egipcia.

Y esto se va a poder apreciar inmediatamente que entremos en contacto con las evidencias que se desprenden de los monumentos, ya que los complejos funerarios de faraones y altos dignatarios del Imperio Antiguo, en los cementerios de la capital, Menfis, juegaron un papel destacado que nos va a permitir visualizar y dar forma a lo que era el estado egipcio. Esta serie de espectaculares edificios se interrumpe después del reinado de Pepy II, y no reaparece hasta la construcción del templo funerario de Mentuhotep II, en Deir el-Bahri, en la Tebas occidental.

Para poder conjugar estos hechos, el límite cronológico superior del Primer Período Intermedio a veces se sube, para que pueda acoger a las tres décadas durante las que los últimos faraones de la línea menfita, después del reinado del faraón Pepy II,
todavía mantenían el poder.

El que se haya usado, pues, cierta licencia en la elaboración del esquema cronológico a efectos de poder dividir la Historia Egipcia en dinastías, no está totalmente injustificado. De hecho, el monumento funerario a gran escala puede entenderse como una clara evidencia, no sólo de la naturaleza de las instituciones estatales básicas, sino también de que aún funcionaban.

El impresionante vacío detectado en el registro monumental del Primer Período Intermedio sugiere que el sistema social se había fragmentado; tanto en su organización política como en sus patrones culturales.

También parece evidente que los datos epigráficos y arqueológicos del Primer Período Intermedio apuntan a la existencia de una floreciente cultura en las capas sociales más bajas, a la vez que un vigoroso desarrollo social en las capitales de provincia del Alto Egipto.

Se diría que, más bien que un colapso total de la sociedad y de la cultura egipcia, el Primer Período Intermedio se caracterizó por un desplazamiento importante, si bien temporal, de sus centros de actividad y de dinamismo.

Para poder entender tanto la crisis del estado faraónico como los procesos que eventualmente culminarían en el restablecimiento de una organización política unificada sobre una base nueva, es crucial investigar las formas en las que las instituciones políticas estaban arraigadas en la sociedad.

Una gran parte de la historia egipcia tiende a concentrarse en la residencia real, en los faraones y en la “cultura cortesana”, pero para escribir la historia del Primer Período Intermedio es necesario concentrarse en las ciudades de provincia y en el propio pueblo, pues son ellos quienes constituyen los elementos más básicos de cualquier sociedad.

LA CAPITAL Y LAS PROVINCIAS

El estado egipcio originalmente emerge como un sistema centralizado. Desde sus primeros tiempos, sus dos instituciones claves – el Faraón y su Corte – estaban sólidamente instaladas en la capital. La élite social se concentraba también allí, junto a la pericia administrativa y el control de las tradiciones de la alta cultura. Además, las instalaciones de la religión estatal y el culto al faraón y a sus divinos antepasados se encontraban ubicadas en las inmediaciones de la capital.

La administración del país estaba en manos de los emisarios reales quienes habrían sido puestos a cargo de amplias zonas del Valle del Nilo. Aunque estos administradores trataban directamente con las provincias, aún mantenían sus lazos de adhesión con la residencia real y seguían considerándose parte de esa sociedad de élite de la capital.

Hasta bien entrada la Dinastía V, nada de lo que da fe de la grandeza del Imperio Antiguo podía verse fuera de la región menfita. Tal era el abismo de desigualdad social y cultural que separaba al país de sus gobernantes.

Pero, un profundo cambio empezó a aparecer en la Dinastía V que para finales de la VI ya se vio totalmente instalado. A partir de este período, se nombraron administradores provinciales para cada “nome” con residencia permanente en sus respectivos distritos. Como ocurrió en otras ramas de la administración, los miembros de una única familia se sucedían en el cargo.

Aunque esta maniobra política probablemente pretendía reforzar la eficiencia de la administración provincial, sus consecuencias iban a ser imprevisibles y de mucho mayor alcance.

Para empezar, significó un cambio en los patrones socioeconómicos que yacían en el propio corazón del sistema. En un principio, los recursos económicos se concentraban en la residencia real, y los redistribuía a sus beneficiarios la propia administración central.

Ahora, en cambio, los nobles que residían en provincia, tenían acceso directo a los productos del país. La discrepancia entre el centro y las provincias empezó a actuar como factor diferenciador dentro del propio y antes homogéneo grupo de funcionarios de élite.

La aristocracia de provincias estaba ansiosa por asegurarse que su estilo de vida se mantendría a la par con el de la corte real. Esto es evidente en la decoración de las tumbas monumentales que comenzaron a aparecer en los cementerios de los centros regionales por todo el país.

Patrones iconográficos, modelos textuales y el conocimiento religioso y ritual fluían de la fuente de la cultura cortesana a la periferia. Y además, el propio faraón proporcionaba artesanos especializados, ritualistas adiestrados en la propia residencia real así como productos costosos para conservar y reforzar los lazos de fidelidad entre los aristócratas de provincia y la Corte.

Estas tumbas, sin embargo, sólo representan la punta del iceberg; de hecho, eran muchos los grupos de élite de provincias que actuaban como centros independientes dentro de la organización política, manteniendo a profesionales especializados y reservando parte de la creciente producción local para sus provincias en vez de explotarla para la corte real, lo que supuso un cambio en los patrones socioeconómicos de las provincias. El Egipto rural llegó a ser económicamente más rico y culturalmente más complejo.

Y hacemos aquí un alto en el camino, que continuaremos próximamente en otra “Hoja Suelta” ampliando temas complementarios de este Capítulo 6 sobre el Primer Período intermedio, relativos al entorno provincial, a los cambios de estilo y formas como indicativos del desarrollo sociocultural, e incluso sobre las ideas religiosas. Seguiremos, pues, con el Profesor Stephen Seidlmayer.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 21 de agosto de 2009.

Bibliografía: