jueves, 28 de mayo de 2009

Nacimiento del Estado Egipcio (c.3.200-2.686 A.C.) 1/8.- Formación del Estado y Unificación


Piedra de Palermo. Detalle
Naqada III. Modelo de Vivienda
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PREÁMBULO

Esta vez he querido empezar por describir la significativa pero extraña imagen que encabeza, en segunda instancia, esta “Hoja Suelta”. Se trata de un modelo de vivienda, probablemente procedente de alguna tumba, que nos proporciona una información vital sobre el aspecto de las casas del período Naqada III. Posteriores modelos nos permitirán apreciar la sucesiva evolución de las viviendas a lo largo del tiempo.

Hacia finales del Período Predinástico, en Egipto, las cabañas circulares se van sustituyendo por casas rectangulares de las que son escasísimas las evidencias de su aspecto, que suelen limitarse a simples hoyos para la colocación de los postes de sujeción, y huecos para la cimentación, pero que ofrecen escasa o ninguna información sobre la estructura que se alzaba sobre el suelo.

Vamos a dar paso esta vez al cuarto ensayo - y me veo en la necesidad de volver a ser reiterativo en aras de aquellos que no estén integrados en este proyecto – de los quince que consta la obra titulada “The Oxford History of Ancient Egypt”, ya mencionada en los trabajos previos, de la que es autor el Profesor Ian Shaw, que la divide en quince capítulos que corresponden a otros tantos ensayos, de los que son autores verdaderos “savants” de los períodos de la Historia del Antiguo Egipto de que tratan, y que tan espléndida y eruditamente exponen.

La obra, como comenté en la “Hoja Suelta” 1/8.- "El Paleolítico Inferior" del segundo ensayo de este proyecto, titulado "La Prehistoria Egipcia del Paleolítco a la Cultura Badariense (700.000-4.000 A.C.", está ordenada en secuencia cronológica por capítulos, y cubre los distintos períodos del Antiguo Egipto, analizando no sólo la secuencia de acontecimientos políticos bajo las distintas dinastías reinantes, sino que se adentran con suficiente profusión en sus patrones socio-económicos.

Este nuevo capítulo, dedicado a la última fase del Período Predinástico, cuya identificación original y confirmación científica se debe, como ya se ha reiterado, al Profesor William Mathew Flinders Petrie (1853-1942), lo desarrolla, de forma sobresaliente y muy bien estructurada, la Profesora Katheryn Bard, de la Boston University, Massachusetts, EE.UU., especializada en el tema.

INTRODUCCIÓN

La fase Naqada III, c.3.200-3.000 A.C., constituye la última fase del Período Predinástico de acuerdo con la revisión que hizo Kaiser de las fechas por secuencias obtenidas por Petrie, y se conoce como Período Protodinástico de Egipto.

Y fue durante este período, que Egipto se ve por vez primera unificado en un gran estado territorial, y la consolidación política que sentó las bases del primitivo estado dinástico de las Dinastías I y II tuvo que haber tenido lugar entonces.

Existen evidencias de que en la fase final de este período hubo reyes que precedieron a los de la Dinastía I, en lo que ahora se conoce como Dinastía 0, que fueron enterrados en Abydos, cerca del cementerio real de la Dinastía I.

La Piedra de Palermo nos muestra una lista real de finales de la Dinastía V en cuya parte superior aparecen nombres y figuras sentadas de reyes, en compartimentos, que sugiere que los egipcios creían en la existencia de otros gobernantes que habían precedido a los de la Dinastía I.

Sin embargo, existe un importante debate relacionado con factores tales como la naturaleza exacta del proceso de unificación, la fecha en que tuvo lugar, y la cuestión de los orígenes de la Dinastía 0.

Y volviendo a la mencionada Piedra de Palermo, me ha parecido oportuno encabezar esta “Hoja Suelta” con un detalle representativo de la misma. Se trata de un extracto de la Piedra que registra eventos acaecidos durante seis años de reinado del rey Nynetjer de la Dinastía II, y comienza en su año decimoquinto.

El nombre del monarca aparece escrito en la línea “a”. Los compartimentos de las líneas “b” y “c” están divididos mediante líneas verticales que terminan en una curva y que tienen una pequeña proyección hacia la derecha a media altura. Cada una de estas líneas representa, en realidad, el jeroglífico utilizado para escribir la palabra “año”.

La fila “b” contiene, en las columnas 1 a 6, un resumen en jeroglíficos de los acontecimientos más destacados del año, a saber:

1. Aparición del rey, segunda consecutiva del Apis-Bull.
2. Paseo procesional de Horus (el rey), octava del Recuento.
3. Aparición del rey, tercera del Festival de Seker.
4. Paseo Procesional de Horus, novena del Recuento.
5. Aparición del rey con ofrendas (?) a la diosa Nekhbet, Festival-Djet.
6. Paseo Procesional de Horus, décima del Recuento.

(Cada dos años se realizaba un “Recuento” de la riqueza del país)

La última fila de compartimentos “c” contiene la medida exacta de la altura alcanzada por la inundación de El Nilo tomada desde un punto fijo.

1. 3 codos, 4 manos, 3 dedos (1’92 m)
2. 3 codos, 5 manos, 2 dedos (1’98 m)
3. 2 codos, dos dedos (1’20 m)
4. 2 codos, dos dedos (1’20 m)
5. 3 codos (1’57 m)
6. Ilegible

La diferencia de altura en este espacio de cinco años de 0’78 m afectaría a los productos de la cosecha en los campo más altos.

FORMACIÓN DEL ESTADO Y UNIFICACIÓN

De la fase Naqada II en adelante, en los cementerios del Alto Egipto - no en el Bajo Egipto - aparecen enterramientos muy diversos. Los enterramientos elitistas de estos cementerios contienen grandes cantidades de elementos funerarios a veces fabricados con materiales exóticos, como oro o lapislázuli. Estos cementerios simbolizan a una sociedad cada vez más jerarquizada; probablemente, incluso representativos de un insipiente proceso de rivalidad y de una apertura de las políticas locales en el Alto Egipto, a la vez que se llevaba a cabo una interacción económica y se desarrollaba un comercio de larga distancia.

El control de la distribución de la materia prima y de la producción de una artesanía de prestigio habría reforzado el poder de los jefes de los centros predinásticos, por lo que constituían verdaderos símbolos de un estatus.

A pesar de la ausencia de evidencias arqueológicas, parece probable que las grandes ciudades predinásticas del Alto Egipto se convirtiesen en verdaderos centros de producción artesanal. Algunos de estos centros se constituyeron en asentamientos amurallados, como es el caso de la Ciudad del Sur, Naqada, ya documentada por Petrie.

La zona núcleo de la cultura Naqada se encontraba en el Alto Egipto, pero durante la fase Naqada II empezaron a aparecer por vez primera en el norte de Egipto yacimientos de la cultura Naqada. Petrie excavó un cementerio de Naqada II en el-Gerza, región de Faiyum, de ahí el término acuñado por él de Gerzeense (Naqada II).

Más adelante, se encuentran yacimientos de la cultura Naqada mucho más al norte, en el yacimiento del Delta de Mibshat Abu Omar. Esta evidencia sugiere el movimiento gradual de pueblos del Alto Egipto hacia el norte en tiempos de Naqada II.

Puesto que la mayoría de los yacimientos del Alto Egipto estaban ubicados cerca del Desierto Oriental de donde provenían el oro y los diversos tipos de piedra usados para fabricar cuentas, además de recipientes tallados y productos artesanales en general, su riqueza en recursos naturales era superior a la de los yacimientos del Bajo Egipto; de ahí que el antiguo nombre de Naqada fuese Nubt (ciudad del oro), y no es coincidencia que el mayor cementerio predinástico estuviese localizado allí.

Como la agricultura del cereal se practicaba cada vez con más éxito en las llanuras del Alto Egipto, el excedente se acumulaba y podía intercambiarse por productos artesanales cuya producción se fue haciendo cada vez más especializada.

Es muy posible que la mayoría de los primeros sureños que emigrasen hacia el norte la formasen mercaderes y comerciantes, y que con el aumento de la interacción económica les siguiesen los colonos. No existe evidencia arqueológica que confirme este movimiento migratorio de gente - no así de artefactos - hacia el norte, pero si tal hecho tuvo lugar es más que probable que se tratase de una expansión pacífica más que de una invasión militar; al menos en las etapas iniciales.

El factor motivador de la expansión de la cultura Naqada hacia el norte de Egipto pudo haber sido el deseo de conseguir el control directo de tan lucrativo negocio con otras regiones del Mediterráneo Oriental que había venido desarrollándose desde principios del cuarto milenio A.C. Pero fue también el avance tecnológico en la construcción de grandes barcos, llave del control y de la comunicación en El Nilo y del intercambio comercial a gran escala. La madera - el cedro en particular - para la construcción de tales embarcaciones no se daba en Egipto sino que provenía de la zona del Levante Oriental que hoy constituye el Líbano.

Como ya se vio al tratar la cultura Maadiense en el anterior ensayo, el Bajo Egipto no supuso un vacío cultural en el cuarto milenio A.C., pero es muy probable que la expansión de Naqada eventualmente hubiese encontrado alguna resistencia. No obstante, la evidencia arqueológica en el norte sólo demuestra la eventual sustitución de la cultura Maadiense.

En la propia Maadi, la ocupación finalizó a finales de la fase Naqada II c/d, mientras que los testimonios arqueológicos al norte del Delta, como es el caso de Buto, Tell Ibrahim Awad, Tell el-Ruba y Tell el-Farkha, demuestran que existían estratos anteriores que contenían solamente cerámica Maadiense y local, pero sobre éstos aparecían otras capas sólo con cerámica de la cultura Naqada III y formas posteriores de la Dinastía I.

En Tell el-Farkha, la aparición de una capa transicional de arena eólica entre tales estratos, sugiere el abandono del asentamiento por la población local por razones que se desconocen (¿intimidación?), y la posterior reocupación del yacimiento en la Dinastía 0 por gente de la cultura Naqada que para entonces se habría extendido por todo Egipto.

Para finales de Naqada II (c.3200 A.C.), o principios de Naqada III, la cultura autóctona del material del Bajo Egipto había desaparecido y había sido sustituida por artefactos derivados de la cultura Naqada y el Alto Egipto, especialmente alfarería. Esta evidencia arqueológica ha sido a veces interpretada como indicativa de la unificación política de Egipto por esa época, pero la evidencia material no implica necesariamente una organización política unificada, y se podrían sugerir diversos factores socio-económicos que explicasen este cambio.

Dado que la evidencia de los enterramientos de élite en tres grandes centros predinásticos del Alto Egipto – Naqada, Abydos y Hierakonpolis – nos hace pensar en centros separados (incluso en clara competencia), o en políticas independientes durante la fase Naqada II, es probable que la primera unificación de las políticas del Alto Egipto tuviese lugar en los comienzos de Naqada III; ya fuese como resultado de una serie de alianzas, o de la guerra – o quizás de una combinación de ambas – seguida de la unificación política del norte y del sur, y el surgir de la Dinastía 0 hacia finales de Naqada III.

Los enterramientos de Naqada III en el cementerio más grande de Naqada y en el Cementerio "T" de élite desmerecenen en comparación con los anteriores enterramientos de Naqada II en este lugar. Más de 6 km al sur, Jacques de Morgan excavó hacia finales del siglo diecinueve dos tumbas de hornacina hechas de adobe, y un cementerio con sepulturas de principios del Período Dinástico. La ubicación de este cementerio y la brusca aparición de un nuevo estilo de "enterramiento real" a finales de Naqada III, unido a los enterramientos más empobrecidos anteriores de cementerios mucho más al norte, hacen pensar en una forma de ruptura con la sociedad política centralizada en la Ciudad del Sur (situada a sólo 150m al nordeste del gran cementerio predinástico), probablemente coincidiendo con la absorción por la de Naqada en una sociedad más amplia.

Como contraste, en el área de Umm el-Qa’ab, de Abydos, las sepulturas de cierta zona (cementerios "U" y "B", y el “cementerio real") habrían evolucionado a partir de enterramientos sin caracteres diferenciados de comienzos de Naqada, hacia el cementerio de élite del tardío Naqada II y, finalmente, hacia el lugar de enterramiento de los reyes de la Dinastía 0 y la Dinastía I.

Una de las tumbas de Naqada III, la U-j, datada hacia 3.150 A.C., consistía en doce habitáculos que cubrían una superficie total de 66’4 m². Aunque saqueada, conservaba aún muchos objetos de hueso y marfil, gran cantidad de cerámica egipcia y unas 400 jarras importadas de Palestina.

Digna de esecial mención están las 150 pequeñas etiquetas encontradas en esta tumba que han sido relacionadas con los que parecen ser los jeroglíficos más antiguos hasta ahora conocidos. Según su descubridor, el egiptólogo alemán Günter Dreyer, del Instituto Alemán de Arqueología (DAI), los restos de una capilla de madera encontrados en la cámara mortuoria y un modelo de cetro de marfil, demuestran que ésta fue la tumba de un soberano, posiblemente del Rey Escorpión, cuyas propiedades habrían sido reseñadas en un cierto número de etiquetas. Este rey posiblemente reinó en el siglo trigésimo tercero A.C.

Las excavaciones realizadas en la “Localidad 6” de Hierakonpolis, a 2’5 km del Gran Wadi, han puesto al descubierto varias tumbas de considerable tamaño, de hasta 22’75 m² de superficie de suelo, que contenían cerámica de Naqada III. La Tumba II, aunque saqueada, aún contenía cuentas de cornalina, granate, turquesa, fayenza, oro y plata, trozos de objetos de lapislázuli y marfil, obsidiana y láminas de cristal, así como una cama de madera con patas de toro talladas. La suntuosidad de estos enterramiento sugiere que en Hierakonpolis se enterraban a personas de élite, de medios económicos substanciosos pero que, aún así, todavía no gozaban del mismo estatus que los gobernantes de Abydos.

Mientras que Naqada era insignificante políticamente hablando, Abydos era el centro de culto más importante del rey muerto, y Hierakonpolis seguía siendo un importante centro de culto asociado con el dios Horus, símbolo del rey vivo.

Es posible que en una posterior lucha predinástica por el poder en el Alto Egipto, aquella sociedad políticamente organizada de Naqada de la que ya hemos hablado, perdiese la batalla, mientras que los gobernantes cuyo poder originalmente radicaba en Abydos proseguían con el control de la totalidad del país, quizás en alianza con otros grupos de élite menos poderosos de Hieraconpolis (como podría ser el caso de los llamados “Seguidores de Horus”) que gozaban de una envidiable posición estratégica debida a la valiosa materia prima procedente del sur.

La unificación final del Alto y el Bajo Egipto puede haberse conseguido mediante una o más conquistas militares en el norte de las que hay escasa constancia que no sean meras escenas de contenido militar simbólico, talladas en un número de paletas ceremoniales, que han sido estilísticamente datadas hacia finales del Predinástico (Naqada III/Dinastía 0), tales como la fragmentada Paleta de Tjehenu, en Libia, la de Battlefield y la de Bull.

La interpretación de dichas escenas es de alguna forma problemática, ya que se desconoce la procedencia de estos objetos, y las dañadas escenas simbolizan conflictos que no especifican ningún acontecimiento histórico real.

Afortunadamente, estos importantes objetos con escenas talladas relativas al período han sido el producto de excavaciones en Hierakonpolis. Se trata de la Maza del Rey Escorpión, la Paleta del Rey Narmer y la Maza de este mismo rey. Los tres son objetos ceremoniales encontrados dentro o cerca de la zona descrita por J.E.Quibell y F.W. Green como el “Depósito Principal” cuando excavaban el templo de Horus en Hierakonpolis. Posiblemente se trataban de donaciones reales al templo, lo que sugiere que Hierakonpolis era aún un importante centro en la fase Naqada III.

Aunque pensar en la unificación del Alto y el Bajo Egipto sea una interpretación excesivamente específica de las escenas de la Paleta de Narmer, éstas escenas muestran enemigos muertos y pueblos vencidos, y/o asentamientos. Por otra parte, las escenas y lo signos de la Maza de Narmer representan cautivos de guerra y botines, y en la Maza de Escorpión también se encuentran representados pueblos conquistados. Tales escenas sugieren que, en un momento dado, la guerra jugó un importante papel en la forja del primer estado en Egipto.

Aunque no se tenga evidencia alguna de capas de destrucción de la época de Naqada III en los lugares de asentamiento del Delta, la guerra podría muy bien haber implementado la consolidación de este temprano estado y su expansión hasta la Baja Nubia y sur de Palestina que tuvo lugar a principios de la Dinastía I.

De Petrie en adelante se solía pensar, a pesar de la evidencia de culturas predinásticas, que la civilización egipcia de la Dinastía I apareció de forma brusca, por lo que habría sido introducida por una “raza” invasora extranjera. Sin embargo, fue a partir de los años 70 que las excavaciones de Abydos y Hierakonpolis demostraron de forma clara las raíces autóctonas del Alto Egipto de la primitiva civilización en Egipto. Si bien hay evidencias de “contactos” foráneos durante el cuarto milenio A.C., éstos no tuvieron la forma de una invasión militar.

La cerámica procedente de estratos excavados en yacimientos al norte de Egipto y el sur de Palestina, hace ahora posible coordinar los períodos culturales específicos en dos regiones y demostrar un contacto continuado al ser reemplazada la cultura Maadiense en el norte por la cultura Naqada del sur.

Mientras que la fase de la cultura Naqada IIb corresponde a la fase Ia de la Edad del Bronce Antigua (EBA) en Palestina, Naqada IIc/d y Naqada III/Dinastía 0, evidentemente, eran coetáneas de la cultura EBA Ib.

Los contactos entre el norte de Egipto y Palestina en esta época fueron terrestres, como demuestran las evidencias en el norte del Sinaí. La North Sinai Expedition, de la Universidad de Ben Gurión, ha localizado, entre Qantar y Raphia, unos 250 asentamientos primitivos con un 80% de cerámica egipcia que data de Naqada II y III, y de la Dinastía 0. El patrón de asentamiento consiste en unos cuantos yacimientos de grandes núcleos, entremezclados con campamentos estacionales y apeaderos.

Egiptólogos israelíes sugieren que esta evidencia es representativa de una red comercial creada y controlada por los egipcios ya desde EBA Ia, y que dicha red constituyó un factor importante en el desarrollo de los asentamientos urbanos encontrados más adelante en Palestina en la EBA II.

El estudio tecnológico llevado a cabo por la geóloga Naomi Porat de la cerámica procedente de yacimientos de la EBA al sur de Palestina, demuestra, de forma contundente, que en los estratos de la EBA Ib, una gran parte de los recipientes de cerámica utilizados para la preparación de alimentos habrían sido fabricados por ceramistas egipcios utilizando tecnología egipcia pero con barro local palestino. En estos estratos de la EBA Ib también se han encontrado numerosas jarras para conserva de alimentos fabricadas con limo de El Nilo y marga (roca sedimentaria compuesta principalmente de caliza) que habrían sido importados de Egipto.

Los egipcios no sólo establecieron campamentos y apeaderos en el norte del Sinaí, sino que la cerámica evidencia que crearon y mantuvieron una red de asentamientos altamente organizada en el sur de Palestina donde vivía en residencia una apreciable población egipcia.

La importancia del Delta para los contactos de Egipto con el suroeste de Asia también se desprende de la enigmática evidencia encontrada en Buto. En los estratos de la cultura predinástica del Bajo Egipto, en dicho yacimiento, a finales de los años 80, el Profesor alemán Thomas von der Way, encontró dos inesperados tipos de cerámica: Unos “clavos” de arcilla, y los conocidos como Grubenkopfnagel (especie de cono ahusado con un extremo cóncavo bruñido) que se asemejan a los elementos utilizados en la cultura mesopotámica de Uruk para decorar la fachada de los templos.

El Profesor Von der Way sugiere que los contactos con la red cultural de Uruk pudo haber tenido lugar vía el norte de Siria ya que el estrato más antiguo encontrado en Buto se vio que contenía fragmentos de cerámica decorados con rayas blanquecinas características de la cerámica Amuq “F” siria.

Los clavos de arcilla y los Grubenkopfnagel no están asociados a ninguna arquitectura de adobe en los niveles predinásticos, como podría esperarse si la interpretación de Von der Way fuese correcta, pero la excavaciones que se están realizando actualmente en Buto aún pueden reportarnos más datos sobre las conexiones entre el Delta y el suroeste asiático durante el cuarto milenio A.C.

En unas cuantas sepulturas de élite de las fases Naqada II y III, se han encontrado sellos cilíndricos, tanto importados como hechos en Egipto, objetos típicos inventados en Mesopotamia sin ningún género de dudas.

Cuentas y pequeños objetos de lapislázuli que sólo pueden proceder de Afganistán, se han encontrado primero en tumbas predinásticas del Alto Egipto.

Motivos mesopotámicos también aparecen en el Alto Egipto y Baja Nubia; incluyendo el conocido motivo de los héros dompteur (victoriosa figura humana entre dos leones o bestias) pintado en la pared de la Tumba 100, en Hierakonpolis, que data de Naqada II.

Otros motivos típicamente mesopotámicos, tales como la fachada de hornacina de los palacios y las embarcaciones de proa alta, también aparecen en artefactos de Naqada II y III, y en el arte rupestre. Los estilos de estos motivos son más característicos del arte glíptico (arte de grabar en piedra) de Susa en el suroeste de Irán que de la cultura de Uruk, y el hecho de que tales artefactos no se hayan encontrado en el Bajo Egipto plantea la posibilidad de alguna ruta de contacto más al sur entre Susa y el Alto Egipto, cuya naturaleza actualmente se desconoce.

En la Baja Nubia, existen numerosos enterramientos de la cultura A-Group (más o menos contemporánea con la cultura Naqada) que contienen muchos objetos artesanales de la cultura Naqada. La cerámica de A-Group es muy distinta de la de Naqada, y los productos egipcios se obtenían probablemente del comercio y del intercambio.

Bruce Williams ha sugerido que el Cementerio “L” de élite de A-Group de Qustul, en la Baja Nubia, representa a los gobernantes nubios que conquistaron y unificaron Egipto fundando el primer estado faraónico; pero son muchos los eruditos que discrepan con esta hipótesis.

El modelo que quizás pueda mejor explicar la evidencia arqueológica es el de un contacto acelerado entre las culturas del Alto Egipto y Baja Nubia a finales del Período Predinástico.

La materia prima de lujo, como el marfil, el ébano, el incienso, y la piel de animales exóticos, tan extremadamente deseada y cotizada en Egipto en los tiempos dinásticos, en su mayoría procedía de más al sur de África, atravesando Nubia.

Muchos jefes de A-Group se tuvieron que beneficiar económicamente con el comercio de materia prima, como es evidente en los ricos enterramientos excavados en Qustul y Sayala, si bien el tipo de complejidad político-social testimoniada en el Alto Egipto en esas fechas es improbable que hubiese tenido lugar en Nubia.

Las llanuras sujetas a inundaciones de El Nilo son más estrechas en la Baja Nubia que en el Alto Egipto, y aquella no gozaba del potencial agrícola necesario para soportar grandes concentraciones de población y especialistas de plena dedicación, como artesanos y administradores gubernamentales.

El hecho de que la cultura del material que se practicaba dentro de la cultura Naqada se encontrase más adelante en el norte de Egipto sin ningún elemento nubio, también parece argumentar en contra de la teoría de la existencia de orígenes nubios en el estado unificado egipcio.

CONCLUSIÓN

Y terminamos aquí con el primer tema de este cuarto ensayo que nos deja en la antesala de la Dinastía I, hacia el 3.000 A.C., con la que se inicia el Período Dinástico.

En el tema que sigue, la Profesora Katheryn Bard nos va a llevar de nuevo de la mano en un recorrido por “El Primitivo Estado de la Dinastía I”.


Rafael Canales

En Benalmádena-Costa, a 15 de junio de 2009

Bibliografía:

“Ancient Egypt. Anatomy of a Civilization”. Barry J. Kemp. Routledge, London, 2006.
“The Oxford History of Ancient Egypt”. Ian Shaw, Oxford University Press, 2003.
“Historia Antigua Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. Dra. Ana Mª Vázquez Hoys, UNED, 2001.
"The Enciclopedia of Ancient Egypt", Helen Strudbrick, Ambar Books, London, 2008.
"Antico Egitto". Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
British Museum Database.